Barrio Class: De la basura a la Esperanza. Retos de una escuela sin fronteras. 1
Gustavo Adolfo López Torres gustavolopeztorres@gmail.com galopezt@pedagogica.edu.co
Resumen El presente documento es una reflexión en el marco del V Foro Institucional, II Interinstitucional de Derechos Humanos: DERECHOS HUMANOS MEMORIA Y TERRITORIO, organizado por el Colegio Class IED de la localidad de Kennedy el pasado 21 de septiembre de 2018. Se pretende trabajar la relación entre memoria y territorio, en específico en el Barrio Class y el Colegio Class Sede A, problematizar la escuela como escenario fractura y de frontera del territorio el cual debe reflexionarse para desdibujar esos límites y aportar a la unidad de la comunidad desde una apuesta pedagógica, presenta de forma reflexiva la intervención de práctica pedagógica adelantada en la institución educativa por parte de estudiantes de la licenciatura en Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos(LECO), de la facultad de educación de Universidad Pedagógica Nacional durante el año 2018.
“Y cada vez que partí llevé conmigo la imagen de mí barrio, que fui mostrando y dejando en las ciudades del mundo. Fue así como un viajero que viajaba con su barrio a cuestas. O como esos árboles trasplantados que sólo dan fruto si llevan adheridas a sus raíces la tierra en que nacieron y crecieron.” Benito Quinquela Martín (1890-1977) Pintor y muralista argentino. “Pintor de puertos"
Memoria y territorio “Recordar es vivir”, dice el dicho popular. En efecto recordar es el ejercicio fundamental que realizamos al hacer memoria, la memoria es una capacidad que poseemos en la que nuestra mente vuelve a sus recuerdos y las experiencias propias para dar cuenta de nuestras propias vidas. Sin embargo, según Elizabeth Jelin (2002) la memoria también es un asunto colectivo que obedece a todo eso que recordamos insertos en una sociedad, “estos procesos, bien lo sabemos, no ocurren en individuos aislados sino insertos en redes de relaciones sociales, en grupos, instituciones y culturas” (Jelin, 2002, p 19) donde como sujetos hacemos parte. Esa memoria construida en relación con las memorias individuales es la memoria con carácter social o memoria colectiva.
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Magister en Educación, Politólogo, licenciado en Diseño Tecnológico, Docente Colegio Class, Docente Catedrático Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Docente encargado de la práctica pedagógica en el colegio Class.
Gustavo López
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La memoria es sin duda hoy una de las categorías fundamentales de las ciencias sociales, por supuesto la memoria colectiva como una manera que tienen las comunidades para recordar, olvidar, reflexionar y aprender del pasado compartido. Pertenecer a un grupo permite, que los recuerdos de cada uno que lo integra se complementen al compartirlos, así construyen un pasado que les es común y que individualmente comparten, que incluye hechos, momentos, imágenes o historias de las cuales no fueron testigos o participantes pero que sí son parte de todos como colectivo. Para Halbwachs (2004), la memoria colectiva y la memoria individual coexisten en una relación de encuentro y complementariedad en la que ninguna es superior a la otra, cabe señalar que “cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva” (Halbwachs, 2004: 50), por otro lado “las memorias son simultáneamente individuales y sociales, ya que en la medida en que las palabras y la comunidad de discurso son colectivas, la experiencia también lo es” (Jelin, 2002: 37). En cuanto al territorio, tiene relevancia al hablar de memoria, el lugar o lugares, el espacio o espacios, para Halbwachs es un elemento intrínsecamente conectado a la memoria colectiva, porque no podemos considerar una explicación de los grupos sociales en relación con la memoria si los desvinculamos de lo espacial, ya que es en el espacio donde suceden los hechos y donde pasan las cosas que permiten generar y crear lazos sociales entre los miembros de un grupo, es donde se da el contexto y donde se posibilita la producción de pensamiento social y colectivo, así se afirma que “no hay memoria colectiva que no se desarrolle dentro de un marco espacial” (Halbwachs, 2004: 144). Hablar de memoria y territorio, específicamente del barrio Class y el Colegio Class, plantea una relación entre quienes hacen parte de él y el territorio, de quienes lo habitan, lo transitan, lo viven y que permiten memoria colectiva, allí donde se han configurado los distintos hechos, momentos, lazos sociales y donde se han conformado esas distintas visiones que hoy hacen posible una realidad actual construida desde distintas miradas pero compartida por multiplicidad de individualidades. Importa entonces hacer el ejercicio de memoria, porque hay una relación estrecha entre el pasado transitado y la realidad actual; la realidad actual del barrio por tanto corresponde a lo que ha sucedido con las personas que habitan ese territorio y la manera como lo han configurado a como hoy lo conocemos, y su futuro también podría ser reflexionado desde el reconocimiento de esa memoria y su presente. El bario Class entonces lo podemos reconocer desde las visiones personales e individuales, de nuestros estudiantes, sus familias y las distintas personas del barrio que invocan una versión colectiva de lo que dio su origen y sus historias, pero todas ellas son una versión desde lo individual que corresponden. Tal vez nos podemos remontar a la historia de los barrios populares en Latinoamérica en general que es muy similar, casi todos tienen elementos en común, porque surgen en su mayoría a partir de migraciones campesinas hacia las ciudades en desarrollo lo que implicó una precaria y desordenada urbanización de la ciudades, que poco pudieron atender ese fenómeno en términos de planeación del espacio y el territorio para el bienestar de sus pobladores, es decir, que el tema
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de los planes de ordenamiento territorial no eran la prioridad (no existían) y aun difícilmente lo son, (al menos en lo que tiene que ver con estos barrios), frente a lo que en la realidad ocurría con las configuraciones de los territorios de quienes ahora levantaban la ciudad desde las periferias, como en su momento también fue el Barrio Class. Lo común a la configuración de los barrios latinoamericanos es el de un escenario de carencia, desigualdad y pobreza, por supuesto de conflicto, siempre presente, máxime que en gran medida las razones de la migración del campo a la ciudad en Colombia han estado impulsadas por el fenómeno de la violencia rural en el marco del conflicto armado, y eso ha sido y sigue siendo un fenómeno actual, el cual ha producido entre otras millones de desplazados, forzados a abandonar sus territorios de los cuales tenían arraigo, es decir que nuestros barrios en general están conformados por las victimas de nuestro conflicto armado interno. Por supuesto el barrio Class no se escapa de esos orígenes porque quienes iniciaron su fundación provienen de distintas zonas del país y de otros espacios de Bogotá, compartiendo historias que se entrelazaban por un lado o por el otro, bien sea desde la violencia, desde la pobreza o desde la falta de oportunidad, confluyeron en ese terreno que fuera en su momento un basurero, y que gracias (coincide la memoria individual y colectiva) a los oficios del padre Herrera2 y al esfuerzo de múltiples líderes y lideresas comunales que aun hoy lo habitan. En el lugar de la basura entonces se configura ahora la oportunidad, la esperanza. De la basura a la vida, de la amargura a la alegría. (La negrilla es propia). El profesor Alfonso Torres, quien es uno de los investigadores colombianos que más ha trabajado el tema, nos permite observar que la historia de las configuraciones territoriales de los barrios colombianos obedece a la consecución de todo aquello necesario para poder vivir dignamente y que normalmente solo podía conseguirse de forma colectiva, por eso el fenómeno de la asociabilidad y la autogestión eran necesarios y recurrentes y permitían a su vez la configuración de lo que él denomina “Identidad Colectiva”, en relación también con la movilización por la reivindicación de derechos sociales , económicos y culturales que se reclamaban al Estado, vía por la cual se fue dando una especie de configuración alterna de lo público y de lo que es la ciudad, una que crece junto a la ciudad desarrollada y planeada y que se inserta a ella abruptamente como a un todo. Eso que vinculó a quienes fueran una vez extraños y luego los haría una comunidad, vecindad, barriada, fue precisamente la solidaridad y la conquista de como menciona el profesor Torres, de “pequeños estados de bienestar”, desde donde se ha permitido construir memoria colectiva en relación con el territorio. Sin embargo, de eso ya han pasado muchas décadas, la fundación del barrio Class, o mejor el proceso de conformación y organización de este, deviene de los años 70, este territorio se va conformando bajo la jurisdicción de la comunidad Claretiana denominada “Confederación Latinoamericana de acción social (Class)” de allí el nombre del Barrio y en cuyo terreno donde se localizaba el relleno sería utilizado para asentar una escuela llamada “La Concentración Class” conocida por sus habitantes como “La Matecaña” por sus constantes fiestas y basares, ese proceso hasta hoy continua en algunos aspectos, podría decirse que no es un proceso aún consolidado. 2
Reconocido por muchos como uno de los fundadores del Barrio.
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Sin embargo esa relación ha cambiado, me refiero a la de sus habitantes con el territorio y por tanto la memoria colectiva también, en tanto que se han desvinculado en gran media quienes han hecho parte de esos procesos, han fallecido o se han ido, o simplemente porque han llegado nuevas personas, así lo que antes se tenia como memoria ahora se va diluyendo con el tiempo. El territorio del barrio Class ya es extraño para algunos, podríamos decir que el barrio se configura distinto en su territorio, hoy tenemos un sector nuevo en él que es el de los conjuntos cerrados, y que podríamos denominar: barrios dentro del barrio, que obedecen a otra concepción de la organización del territorio y que conlleva la llegada de más población al mismo, pero que implican o traen consigo otras configuraciones sociales, históricas que no están asociadas con el devenir del territorio y que se escapan de la captura para la memoria, podríamos decir que es la evidencia de una gran fractura y la avanzada de la llegada tardía de modelos de desarrollo extraños y distintos a los que en el territorio habían surgido. Pero también tenemos la zona industrial, empresarial o de emprendimiento del barrio, en donde casi podemos encontrar 2 o 3 empresas por cuadra, de distintas formas y de distintos negocios, entre las que se incluyen con mayor frecuencia las asociadas al reciclaje que proviene de sus orígenes en esa relación con la basura, y tenemos las zonas comerciales que se entremezclan con la configuración residencial del barrio y que se convierten en los lugares de mayor tránsito del mismo, tal vez los únicos transitados por muchos quienes estamos de paso por el territorio, entre ellos los maestros y maestras del colegio Class. Por supuesto tenemos también los lugares, no lugares, esos que están pero que nadie quiere reconocer que existen, donde se encuentran (pero no hay encuentro) algunos habitantes del barrio, estoy hablando del sector del Rio, una frontera natural del barrio que también hoy significa un espacio oscuro, sombrío del que es mejor a veces no hablar, porque allá es donde principalmente se ubica el consumo de drogas ilegales y donde se encuentran cantidad de habitantes de calle probablemente entre ellos hijos y vecinos del barrio o familiares de los alumnos del colegio e incluso la posibilidad de ex alumnos del mismo. Esa configuración actual del barrio entre sus habitantes y el territorio marca una desvinculación en muchos sentidos que hacen que lo que llegue es el olvido. El olvido de lo que como comunidad los unió y los hizo crecer, los hizo lograr lo que hoy permite esa realidad. La identidad colectiva en riesgo. En eso el colegio Class hace parte, pues si bien ha sido parte de los logros comunitarios, porque fue en el marco de la Matecaña y la fuerza de la organización comunal que se logró este espacio y su primera construcción, hoy día también se ha transformado, dejando de ser para la comunidad eso que antes era, sin saberlo o sin pretenderlo también se ha configurado en otro de los escenarios de fractura en el territorio y para la memoria. De eso hablaré a continuación.
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Escuela como escenario de fractura y de frontera. En ocasiones cuando se llega a distintos barrios populares o periféricos de la ciudad, en Bogotá, como lo es el Barrio Class, se puede notar con facilidad que en medio de ellos o en sectores muy importantes de los mismos, se levanta una enorme construcción que rompe con todo el esquema general del espacio, en ocasiones parece que fueran unos templos puestos ahí de la nada y no tuvieran que ver con lo que pasa en aquellos lugares. Así veo nuestros barrios en relación con muchos de nuestros actuales colegios, como el colegio Class, espacios que irrumpen y no parecen pertenecer allí donde están. Es precisamente lo que sucede en el caso del Barrio Class. Me atrevo a suponer que ese impacto, esa ruptura se debe al hecho de que estas construcciones modernas o nuevas-, como lo es relativamente la del colegio Class, no tienen la misma relación, como si la tiene el resto de construcciones, con la historia del territorio del barrio. Supongo en la misma línea que la relación que alguna vez existió entre el colegio y su comunidad en su primera fase de construcción, ahora se ha transformado con la renovación de viejas a nuevas edificaciones, y eso que había atrás y que los relacionaba tiende a desaparecer. En ocasiones, los colegios en algunos barrios parecen ser lo -más bello, mejor diseñado, mejor dotado-, del territorio del barrio, en contraste con lo que hay alrededor suyo, que son las casas edificaciones de los habitantes del barrio, suponiendo de nuevo tal vez, que por eso también a muchos estudiantes les gusta estar allí, más que en sus hogares, porque les ofrece lo que en sus espacios propios no. Al mismo tiempo que se observa su –grandeza- (la del colegio) allí -donde está el saber-, se establecen sin querer o queriendo, las fronteras en ese territorio. Se distingue entonces un adentro y un afuera, y se distancian entre sí. El colegio aunque esta allí, no parece necesariamente sentirse de allí, pero sin embargo quien lo habita casi a diario sí hace parte de ese territorio. Son entonces las personas, los estudiantes especialmente y sus familias ahora parte de esos dos espacios simultáneamente, del adentro y del afuera. Esto confieso, no suena nada cuerdo, porque hablamos del mismo territorio. ¿Qué ocurre entonces?, ¿Cómo se configuran esas fronteras y cómo operan?, Inicio por afirmar que, esa fractura la podemos entender en términos de un NO reconocimiento en primera instancia de que la institución educativa es parte del Barrio y no al revés. Y aunque parece sencillo y casi que obvio en la práctica no lo es, no se entiende así o no opera de esa manera. A esa afirmación añado, que los profesores y directivos docentes de los colegios, en este caso del Colegio Class , así como los y las estudiantes y sus familias somos y hacemos parte así sea momentáneamente de la comunidad del barrio y no ellos de la comunidad del colegio como siempre se hace ver. Es decir que debemos partir de comprender que la historia del barrio y de sus habitantes es más grande y contiene en si la historia del Colegio y no al revés, y lo que hoy es ese “adentro” ha sucedido en gran medida gracias al afuera, sin el cual no habría sido posible.
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Esas fronteras, que son reales, tangibles o físicas, y que se expresaban en paredes y hoy en rejas, que se evidencian en porterías y esquemas de seguridad, y que también se manifiestan en formalismos y protocolos que impone el adentro para con el afuera, y que además se incorporan en las mentes de los habitantes del barrio, son las que no nos han permitido vincularnos mejor, y al no vincularnos perdemos los rastros, las huellas y parece que como Colegio no tuviéramos base, el sentido es más difuso y se pierde un rumbo o fin. Por eso el esfuerzo de la escuela debe ser por romper esas fronteras que nos dibujamos, a las que les creímos, y les dimos fuerza y más valor que a la idea y las acciones que hicieron posible el barrio, y que aunque pretenda unidad, no la logramos y eso se evidencia de muchas formas. El territorio y la memoria que allí existe, la historia que tiene que ver con la vida vivida de las personas debe ser la ruta para pensarse nuevas maneras de abrir las fronteras de ese lugar que si lo vemos mejor es el que llego para cerrarse.
Una escuela sin frontera, una comunidad fortalecida. Si bien la escuela puede configurarse actualmente como escenario de fractura, es la misma escuela, y desde las apuestas pedagógicas que se reflexionen desde ese “adentro” que podemos hacer el retorno para aportar a eso que se está desvaneciendo, esos esfuerzos se pueden realizar de muchas formas, si bien es poco probable que la escuela en el contexto actual abra sus puertas de par en par, porque hay muchos factores sociales, organizativos y políticos que se lo impiden, tampoco significa que no se puedan establecer de forma creativa puentes, enlaces, lazos incluso túneles que permitan reconstruir esa memoria, a partir de reconocer en la escuela que precisamente quien la habita es la comunidad y que lo que se hace al interior de ella es para poder vivir en la comunidad. Entender entonces los intereses, los afanes, los problemas que aquejan al barrio y a sus pobladores y pensarse un proyecto pedagógico para aportar a su resolución, a través de la formación de nuevos liderazgos comunales que aporten a la reconstrucción de la memoria y por allí de la identidad colectiva puede ser unos de esos escenarios a los que el colegio le puede apostar. La práctica pedagógica planteada y desarrollada durante 2018 en la sede A del colegio , y que actualmente se desarrolla en su Sede C (Rómulo Gallegos), se ha pensado precisamente en la oportunidad de desdibujar esas fronteras a través de una propuesta pedagógica que intenta interrelacionar ese afuera con ese adentro a través de distintos temas que nos llevan a reflexionar el cuerpo, el territorio y la memoria, y en donde sus protagonistas principales son sus habitantes, quienes lo habitan y lo viven a diario más allá de su permanencia en el colegio. Por eso, se ha realizado un pequeño pero primer esfuerzo por caracterizar el territorio, su población y reconstruir su historia para aportar a desempolvar esa memoria colectiva, reactivar lazos y remover escombros para reflexionar sobre el presente y pensarnos el futuro, y en eso el colegio puede aportar mucho. Esta reflexión es parte también de ese aporte. No es fácil replantearse todo un currículo en torno a la importancia que tiene lo local, pero si lo miramos desde una perspectiva en la que lo local está conectado de muchas formas a lo regional, nacional e
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internacional, como la misma historia del nacimiento y configuración del barrio aquí en el Class como en toda Latinoamérica, nos permitirá seguir aportando a un escenario de inclusión social, participación democrática y defensa de los derechos humanos. De vuelta a la comunidad el colegio se fortalece, de vuelta al colegio la comunidad se fortalece.
Referencias: García, L. (2013). El barrio popular en Bogotá en las voces de sus protagonistas. Madres comunitarias y jardineras: 1980-2011, Usme y Ciudad Bolívar. Revista Folios, (38), 121-140. Laura Cristina Felacio-Jiménez, Memoria, territorio y oficio alfarero La memoria colectiva en los barrios del Cerro del Cable1 2 Revista nodo Nº 11, Vol. 6, Año 6: 77-98 Julio-Diciembre 2011
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