El Rescate del Tiempo, de Alain Larreina y Arantza Cordero

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Existe una bella dama poseedora de tesoros verdes, de torres, de palacios, de piedras y de Historia. Protegida por un caracol de mirada mágica y un perretxiko charlatán. Se hace llamar Álava. Zuri será la encargada de ayudarles en una misión importante para evitar que su historia sea cambiada. ¿Quién está estropeándolo todo? Bienvenidos y bienvenidas al tiempo en Álava. ¡Ahora ya podéis ser también sus guardianes! Un sueño, siete aventuras y un villano.


Un año más, Zuri y su abuelo salieron a coger caracoles la víspera de San Prudencio, fecha muy especial en la familia que vivían siempre con mucha ilusión. Sin embargo, el abuelo Pruden llevaba ya unos días muy raro. Sus largas historias habían dejado de sonar y su mirada estaba siempre perdida. Pero aún así, esa mañana soleada, fue con su nieta a la tradicional recogida de caracoles.


-¡Creo que este año la cesta se nos va a quedar pequeña!-dijo entusiasmada Zuri. ¡Tenemos muchos, abuelo!



Entre todos esos caracoles, le llamó mucho la atención uno en concreto de mirada diferente. Lo agarró muy despacio y, sin dudarlo, lo metió en su bolsillo con mucho cuidado. Ese bolsillo era el reino en el que vivían una serie de objetos importantes para ella: un pétalo de petunia violeta, un sacapuntas, un trozo de tela recosida y un perretxiko con cara divertida.



Al llegar a casa, Zuri soltó la cesta repleta de caracoles en la mesa de la cocina y se fue a su habitación. El abuelo Pruden estaba paralizado frente a la ventana de la cocina. Desde allí, podía ver las cuatro torres de Vitoria: San Pedro, Santa María, San Vicente y San Miguel. Le encantaba contarle a su nieta muchas historias de esas torres y, sobre todo, de sus relojes. Durante toda su vida había trabajado en el oficio de relojero oficial de la ciudad y era el encargado de que los relojes de todas las iglesias estuviesen siempre perfectos. Zuri solía llamarle “El guardián de las horas” . Desde bien pequeño aprendió el oficio con su padre, pero fue su madre la que le enseñó a amar de verdad su trabajo. Permanecía muy concentrado en sus cuatro torres. En sus relojes. No marcaban exactamente la misma hora y eso le tenía preocupado.



Un día, con el repiqueteo de las campanas de San Pedro (iglesia donde se haya la campana más antigua), un niño se acercó a él para preguntarle: -¿Pueden hablar las campanas? Al abuelo Pruden le pareció muy curiosa esa forma de entender el sonido de las campanas, como si fuesen la voz del tiempo. Subieron a la torre y, desde aquel día, se convirtió en una rutina pasear por diferentes torres, iglesias y palacios. Pruden le enseñaba el funcionamiento y la vida de los relojes con mucha pasión. Aquel niño terminó convirtiéndose en el ayudante del Gran Relojero de Álava y poco a poco fue sintiendo que ¡él también podría ser un Gran Relojero y controlar todo el tiempo de Álava!


Zuri se tumbó en la cama con ganas de dibujar en su cuaderno pero tenía mucho sueño…

De repente…


-No es ninguna casualidad que hayamos estado en su bolsillo y, ahora, en su mesilla-dijo el perretxiko con aire de resabidillo-. Somos los elegidos. ¡Tenemos que darnos prisa, sólo ella puede ayudarnos!

-Zuri, Zuuuri….


-Pero…¿cómo? ¿qué es esto? Y…¿vosotros?-expresó Zuri con cara de no entender nada. -Zuri, soy Barraskilo y él es… -Yo soy Perretxin. Tenemos muchas cosas que contarte pero muy poco tiempo. Ese es precisamente el problema: el tiempo. Barraskilo miró a Zuri para intentar explicarle: -Somos los “Guardianes de Álava” y, ahora, tú tienes que ayudarnos con una importante misión. -Pero ¿por qué estamos en el Portalón? -seguía sin entender Zuri. -Algo está pasando en Álava y debemos solucionarlo cuanto antes. El tiempo se atasca, se mueve y lo están cambiando -empezó a decir muy nervioso Perretxin-. Te necesitamos para detener al responsable de ello. ¡Es horrible! -siguió dramatizando. -Hemos de hacer un viaje y, para ello, tenemos que entrar y salir. -¡Entrar y salir! ¡Entrar y salir! Entrar. Salir-repetía Perretxin sin parar de moverse-. Y ahora…¡entrar! Atravesaron la enorme puerta de esa antigua casa de postas del siglo XV…



Al otro lado, aparecieron en medio de un paisaje de naturaleza. -Estamos en el túnel de San Adrián. Fue paso de muchos peregrinos, comerciantes, reyes y, en la actualidad, de mendizales. Pero… ¡algo no va bien! -informaba Barraskilo. -¡Ya ha pasado por aquí!-gritaba Barraskilo con las manos en su sombrero, intentando no escuchar un horrible sonido de campana que había comenzado. De pronto, los ojos de Zuri se abrieron mucho al ver, frente a ella, las pinturas rojas de Alaiza.


-Mi madre me hablaba de ellas siempre como un gran misterio con centauros, reyes peregrinos, un castillo atacado…-contaba Zuri fascinada de estar en esa iglesia del s XIII. -Zuri, ¡el color! ¡no están rojas!- señaló su compañero caracol-. ¡Tú y tu reloj podéis arreglarlo! Zuri miró su reloj de pulsera y dio vueltas a sus manecillas… Poco a poco el rojo fue volviendo. De nuevo, repiqueteo de campanas. Siguiendo el sonido, entraron en el dolmen de Sorginetxe…


…para llegar al dolmen de la Hechicera. -¿A qué huele? -¡Es vino! -Sí, es olor a viñas. Pero estamos en abril, no es época de vendimia. Un color tan rojizo no es propio de este tiempo. -Estamos en Laguardia y ese es el mítico reloj de carrillón en el que bailan unos muñecos para dar algunas horas. Pero… Lo que no sabían es que una sombra les vigilaba allí por donde pasaban.




-Un momento ¡no son las tres! Y… ¿ese robot? –exclamó Zuri. -Algo raro está pasando otra vez. Zuri, ¡tu reloj! ¡Dale vueltas a la manecilla! Antes ha funcionado y seguro que aquí también. Enseguida, el paisaje empezó a cambiar de color y el robot del reloj ¡desapareció! No se detuvieron mucho más en la Plaza Mayor de Laguardia y comprobaron que, todas las viñas de alrededor, volvían a su aspecto típico del mes de abril. -¿Oís de nuevo ese ruido de campanas?-dijo Perretxin con tono desesperado. Zuri habló con la mirada perdida, como recordando algo: -Mi abuelo me habló alguna vez de un ayudante suyo que se volvió loco por las campanas. ¿Tendrá algo que ver? -Mmmm… ¡Seguro! Sigamos el sonido. Utilizaron una de las siete puertas de la villa para continuar su misión entrando en…


-¿Cómo? ¡Una villa medieval con rascacielos! -Y, ¿esa bici tan rara por la Vía Verde? - Todos los árboles de colores raros… No daban crédito a todo lo que veían a su alrededor, en plena Montaña Alavesa. -El sonido de la campana es cada vez más fuerte. Debemos estar muy cerca. Perretxin se hacía el interesante con una de sus reflexiones charlatanas: -Las campanas han servido siempre, desde tiempos remotos, para anunciar momentos importantes. Y, ahora ¡alguien las usa para estropearnos los tesoros y sus historias! Perretxin continuaba con sus pensamientos y Zuri entendió que su reloj era de nuevo la solución. El viaje por la Montaña Alavesa terminó al cruzar la puerta del pueblo medieval de Peñacerrada.




-Uyyy, ¡un castillo! –introdujo Perretxin, cortando su anterior discurso. -Sí, el Castillo de Portilla. Es el que aparece en el escudo de Álava-aclaró Barraskilo. -Antes, los castillos se construían en zonas altas para controlarlo todo. -Justo lo que quiere este malvado: controlarlo todo. Aunque parece que no le ha dado tiempo a hacer de las suyas por aquí. No veo nada raro… Justo en ese momento, Perretxin y Zuri gritaron: -Noooooo. Otra vez esa campana. ¡Noooo! -Mirad ahí abajo ¡la veo!-señaló Barraskilo.


En un abrir y cerrar de ojos el sonido se transformó en olor… -¡Huele a dulce! ¡Azúcar! –aseguró Zuri con cara de golosa. -Vamos a preguntar a este chico si ha visto por aquí a alguien con una campana. -Hola. ¡Holaaaa! –saludaba Perretxin haciendo gestos exagerados. Mientras Barraskilo: -Todo este azúcar debería de ser sal, ya que estamos en las Salinas de Añana. -¡Ha sido él! Ha cambiado la sal por azúcar y ha petrificado a este chicose lamentó Zuri a la vez que iba tocando su reloj de pulsera para arreglarlo…


-Es hora de aventuras. Utilizaron la tirolina desde Sobrón hasta Gorbeialdea y… se plantaron en las puertas de un tradicional caserío donde se hacía el mejor queso de la zona.


Se asomaron por una puerta entreabierta y, en medio del establo, se encontraba… ¡la campana! -¡Hay que llevársela! Teniéndola con nosotros puede que nada malo siga ocurriendo- entró muy decidido Perretxin -Si la campana está aquí, puede que no esté sola. Y, efectivamente, no estaba sola. Escondido estaba el personaje con deseos de seguir alterando el tiempo y su historia. Hace años fue el fiel compañero del “Gran Relojero de Álava”, pero se había vuelto loco con las horas, con los relojes y completamente obsesionado con las campanas. Su familia había sido la encargada de tener la mayor fábrica de campanas de Vitoria y, ahora, él necesitaba que fuesen las más poderosas, aunque tuviese que estropear otros tesoros. Mientras, los tres viajeros ya habían emprendido marcha con la campana a cuestas. -¡Uyyy, lo que pesa esta señora campana! Vamos a tener que parar a comer algo…



-Mira Barraskilo, tienes suerte. Vas a poder beber agüita fresca. A pocos metros de ellos, se asomaba el salto de agua más grande de la zona con sus 222 m de altura: el salto del Nervión. -Y tan fresquita…¡está completamente congelada! –exclamó Zuri. -Tenemos la campana pero él sigue haciendo de las suyas-susurró muy bajito Perretxin. -Zuri, tu reloj –indicó Barraskilo.


El paso de los tres era ahora muy rápido. Poco a poco, empezaron a ir más despacio al llegar a un nuevo lugar. - Es el complejo de Quejana perteneciente a la familia de los Ayala, dueños de todo este valle. Hemos de atravesar ese puente, lo presiento-dijo Barraskilo muy serio. Zuri y Perretxin fueron por detrás del sabio Barraskilo y, atravesando ese puente, aparecieron en…


-¿En serio? ¿Ya estamos en casa? Bueno, mejor. Tanto viaje, tanta campana, tanto arreglar Álava y ¡sin comer nada! –dijo Perretxin mientras se tumbaba en el suelo. -Parece que es día de mercado. Pero…¡qué es todo esto! –exclamó Zuri dando vueltas sobre sí misma.



En plena plaza de las Burullerías, justo enfrente de la Torre de los Anda (la casa de Zuri) , se amontonaba mucha gente ¡de todas las épocas! ¡Todas las personas estaban fuera de su tiempo! De pronto, todo ese barullo se vio interrumpido por un fuerte ruido de muchas campanas sonando a la vez.


Zuri hizo señas a sus amigos para que subieran por las escaleras que daban a parar a la entrada de la Catedral de Santa María, donde sabía que reposaban seis campanas. Al llegar, se percataron que faltaba una: la que ellos tenían. La colocaron y…


El ruido paró y los personajes de la plaza adquirieron de nuevo el aspecto propio del siglo XXI. Zuri notó en su muñeca un cosquilleo raro: las manecillas de su reloj habían cambiado de forma. -Parece que ya hemos salvado a nuestra a Bella Álava porque… ¿la hemos salvado? ¿verdad?-preguntó Perretxin con duda. -Ha sido fascinante recorrer el tiempo y arreglarlo-suspiró Zuri. -Las campanas están juntas y en su sitio, pero… ¿el dueño de las campanas? -No tienen dueño. Son de la catedral, de la ciudad, de todas las personas… Pensemos ya en ir a comer algo y olvidémonos de todo esto -quiso finalizar Perretxin. Zuri y Barraskilo, en silencio, pensaban que quizá todavía faltaba algo por solucionar…Alguien…


A la mañana siguiente, Zuri y el abuelo Pruden subieron a Armentia , recordando por el camino algunas de las historias más interesantes en torno a San Prudencio y Estíbaliz. Zuri deseaba contarle a su abuelo todo ese sueño de aventuras que había vivido con el caracol de mirada mágica y el perretxiko charlatán, pero decidió mantenerlo en secreto. El abuelo Pruden también escondía algún secreto…


La Basílica de Armentia brillaba en medio de gente, música y olor a fiesta. SUENA EL TUN TUN….Y CON ÉL LA TROMPETA, ES LA RETRETA DE NUESTRO PATRÓN...


Pero hoy las campanas no se escucharรกn. FIN.


Este es el viaje que has vivido con Barraskilo, Perretxin y Zuri por las siete cuadrillas de Álava. Vitoria-Gasteiz: Las Cuatro Torres, Portalón, Catedral de Santa María, Plaza de las Burullerías, Torre de los Anda. “Vuelta de la romería del Calvario” - Ignacio Díaz Olano. Museo Bellas Artes de Álava. Llanada Alavesa: Túnel de San Adrián, Alaiza, Dolmen Sorginetxe. Rioja Alavesa: Dolmen de La Hechicera, Laguardia. Montaña Alavesa: Antoñana, Peñacerrada, Izki, Vía Verde Añana: Castillo de Portilla, Salinas de Añana, Sobrón. Gorbeialdea: Parque Natural del Gorbea, quesería.


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