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ICONO: LA NARANJA MECÁNICA
Stanley Kubrick, a la derecha, rodando una escena de la película La naranja mecánica, con el actor Malcolm McDowell caracterizado como el violento Alex Delarge.
LA NARANJA MECÁNICA
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SOBREVIVIR A LA POLÉMICA
EN ESPAÑA, COSAS DE LA HISTORIA PERO TAMBIÉN MÉRITO de algunos, el devenir de la película La naranja mecánica está estrechamente unido a Valladolid. Fue la ciudad elegida para su estreno público en España, el 24 de abril de 1975, en el marco de su festival de cine, la Seminci, que solo dos años antes había borrado de su nombre la coletilla “cine religioso y de valores humanos”. Y ha sido también la ciudad que, en la edición de este año, acogió el pasado octubre el documental La naranja prohibida, de Pedro González Bermúdez, que recuerda el contexto en el que se produjo aquella polémica proyección –incluida una falsa amenaza de bomba en la sala–, con gran parte de la ciudad en contra y con otra haciendo cola, con sacos de dormir en algunos casos, para lograr entradas. La presentación del documental, producido por TCM, contó con la presencia de Malcolm McDowell, el actor que interpreta al protagonista, Alex Delarge, un sociópata amante de la música clásica, el sexo y la ultraviolencia. A McDowell, como a Stanley Kubrick, el director de la cinta, lo vivido en Valladolid durante aquellos días les pasó desapercibido, no solo porque España continuaba aún con las puertas entornadas, sino también porque hasta Kubrick comenzaba a estar harto de la polémica que perseguía al filme desde su lanzamiento inicial, en Nueva York y San Francisco, el 19 de diciembre de 1971, es decir, hace ahora medio siglo. “Es extraordinario que hayan pasado 50 años y la película siga teniendo tanta fuerza”, dijo McDowell, quien cree que, al margen de la violencia exagerada que desprende, trata principalmente “de la libertad de elección de las personas”. Por cierto, dicen que a Anthony Burgess, autor en 1962 de la novela sobre la que se construyó la película, nunca le acabó de gustar el resultado final y que el bullicio que generó le terminó por abrumar. María Rosa