maría No hay registros de ella en la historia oficial de la política coahuilense, pero con su voz ronca trazó las calles de la ciudad; susurró el destino del Estado a gobernadores; impuso su voluntad sobre funcionarios de todos los niveles, movilzó masas; 'gobernó' al pueblo a su manera. Hizo lo que quiso, así lo confiesa a sus 75 años. Suplicó, exigió, alzó la voz, amenazó, gozó... Hoy su vida transcurre en mandar sobre sus 33 nietos y 28 bisnietos. Hoy sus días se le van en repasar retratos, regar las plantas, alimentar a sus pájaros y claro, hablar sobre política. Aquí la historia, con claros y oscuros, de una lideresa. po r : Je s ú s PE Ñ A / Fotos: F E D ER I CO JOR DÁ N
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sus 75 años, y con una artritis reumatoide que apenas y le permite caminar, doña María Herrera no sabe lo que es el miedo. Tal vez porque para casarse a los 13 años, parir 25 hijos, “uno por año” - aclara - , fundar 180 colonias, llenar 20 camiones de gente en una hora para llevarla de “acarreada” a un mítin político, cavar zanjas y pegar tubos para el drenaje, defender el territorio a palos y piedras o mentarle la madre a un funcionario público, se necesita algo más que valor.
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“Nunca tuve miedo, ni tengo, a nada, ni a morirme, porque nací pa morirme y ni a eso le tengo miedo”, suelta una tarde en la sala de su casa, cuatro paredes clavadas de adornos y recuerdos. Lo “cabrona”, lo “calzonuda”, dicen de ella quienes la han tratado o la conocen de siempre, le vino a María desde muy chica, allá, cuando a los seis años se iba con su madre, quien también había engendrado 25 criaturas, a las casas ricas para ayudarle a lavar y planchar ajeno. La infancia de doña María Herrera, como la de sus hermanos, fue efímera y así la cuenta: Su padre, un hombre recio, aficionado al ciclismo y al box, era el dueño de una bolería situada por el rumbo del centro y, al mismo tiempo, vendedor de periódicos, pero ni así alcanzaba el dinero para mantener a una familia de 25 hijos y los hermanos mayores de María tuvieron que echarse a las calles para ir a trabajar como carpinteros, no bien cumplidos los 12 años. “Yo me crié descalza, yo me casé descalza, con qué me compraba, si apenas nos daban de comer y… tanta familia. En una sentada nos acabábamos una canasta de tortillas de cinco kilos, un jarro de
frijoles diario nos comíamos, sopita, papas, era todo nuestro alimento, la carne la veía una vez al mes”. Entonces la niñez de María Herrera transcurría sin aspavientos en el barrio del Ojo de Agua, lavando y planchando ajeno, hasta que a los 11 años, y sin tener miedo, migró a la Sultana donde trabajó cuidando la casa de los señores Chávez, propietarios de los Transportes Monterrey - Saltillo. Un año después regresó y volvió a hacer su vida de antes, lavar y planchar en casas de afortunados como los López o los Talamás. Por esa época y cuando ella tenía 13 años, empezó a rondarla un muchacho del barrio al que sólo ella conocía de vista, porque vivía cerca de su casa y de la iglesia que hasta hoy comparte su nombre con el barrio y el Cristo. “Los padres de uno antes eran muy delicados, no querían que uno de mujer anduviera pa nada… Yo nomás de la puerta de mi casa iba al molino, ahí lo veía de pasada cuando iba a trabajar…”. Cruzaron palabra una mañana en que María se dirigía a pie, porque entonces no había camiones, acompañada de unas vecinas, al panteón de San Esteban.
Era una persona que se vestía sencillamente, traía huaraches… Cuando la vi después, más de cerca, ya no vi a la María Herrera que yo conocía, estaba al lado derecho de Rogelio Montemayor y ya traía bastantes joyas y andaba mejor vestida". Pura Hernández Zamarrón, lideresa priísta
“Él nos seguía y nos seguía…y cuando salimos del panteón me habló a mí y luego ya le dije yo a una compañera ‘te hablan Luz’, dijo ‘no, a ti’, le dije ‘no, a mí no’, me volvió a hablar y le dije ‘¿qué se le ofrece?, dígame’, dice ‘quiero hablar con usted’, ‘¿conmigo?, dígame’. “Ya íbamos caminando hasta el Ojo de Agua, él iba atrás, atrás y nosotras adelante. Eso de que párate y que platicas, nada de eso. Ya subimos la de General Cepeda hasta mi casa, ahí me dejaron y él se cortó, porque vivía de este lado de la iglesia”, relata la mujer. Es la hora de la comida y su casa de la colonia El Mirador “una de las tantas que tiene”, dicen sus malquerientes, huele a caldo de res y a ruido de televisor. Otro día que María subía por las escaleras de la iglesia, camino a su casa volvió a toparse con aquel hombre que, supo después, se llamaba Roberto Morales y tenía 23 años, 10 más que ella. “Ahí en las escaleras del Ojo de Agua me dijo ‘a que no te vas conmigo’, le dije ‘no, al rato’, cuando subimos me dice ‘a que no te vas’”, A María le afloró lo “cabrona”: “Le dije ‘sí, vámonos’ y me fui. Fue nomás de pasada, nos vimos y me dijo ‘¿te vas conmigo?’, ‘sí’ y me fui. Yo no lo conocía a fondo y nunca me paseé con él, no me dejaban salir a la puerta, se asomaba uno y luego, luego la metían”. Al rato se armó la bronca en casa de los padres de Roberto, el raptor. “Ya llegamos a su casa, entró él y le dijo a su papá ‘ya me traje a aquella’, y le dice el señor ´¿qué quieres, a poco yo la voy a recibir así, a poco yo voy a salir con esa cara?, yo no te dije que así…’, el papá no quería que me robara, quería que me pidiera, “Nos quedamos en su casa, yo ya me quería ir, y me salí pero él se fue conmigo, me senté en el portal de la iglesia y él fue a avisar que ya me había ido con él. Le dicen mis papás ‘eres solo o qué’ y dice ‘no, tengo mis padres’, yo lo estaba viendo desde allá”. María regresó con sus padres y fue depositada en casa de una tía suya que vivía en una vecindad por la calle de Múzquiz, hasta que pasados algunos meses se celebró la boda civil y más tarde la religiosa. “Dijo mi papá ‘le voy a dar 15 días pa que lo piense’, iba a verme de vez en cuando, mi tía no me dejaba salir ni nada… A los 15 días llegó mi papá y me dijo ‘¿quihubo?, ¿qué pensó?, ¿se casa, sí… o no?, ya le di 15 días pa pensarlo’. María no tuvo miedo: “’Sí, - le dije - sí me caso’. Tuvieron que ponerme edad, tuvieron que ponerme 18 años, porque no permitían de esa edad (13 años) casarlo a uno, y me casé¨. - ¿A usted le gustaba él? - Ya después me acostumbré, porque él era muy bueno conmigo, basta y sobra que me dejó andar en la política… Roberto llevó a María a vivir a un cuarto de renta, primero en el Ojo Agua y luego a la calle de Morelos, le compró platos, cucharas, cacerolas y lo que hizo
falta y “ahí hice mi vida con él”, narra. Tiempo después vinieron los hijos y con ellos otra vez la vida de pobreza y privaciones para Roberto y María Herrera, quien a la postre, y para ayudar a su marido con los gastos de la casa, tuvo la ocurrencia de irse a Múzquiz, Coahuila, con una comadre suya y ponerse a vender ropa de segunda, y otras mercancías que traía del “otro lado”, a los trabajadores de las minas y sus familias. “Vendía pan, tomate, chile, ropa, le revolvía de todo. Llegaba a mi casa, surtía el mandado y les daba a mis hijos zapatos, vestido, lo que les hiciera falta”. En Múzquiz, María había visto cómo los trabajadores de las minas vivían en tejabanes o a la intemperie y se decía ‘estas gentes cómo no agarran un lote’”. En la colonia donde ella habitaba con Roberto y sus hijos pequeños la realidad no era del todo distinta, no había agua ni luz. “Nada, nos aluzábamos con lámpara, con velas, en la noche dejaba uno la veladora prendida…”.
EL COMIENZO Años después la familia se fue a vivir a El Mirador, una colonia ubicada al poniente de Saltillo en un lugar conocido como el Cerro del Pueblo. Para entonces María y Roberto habían procreado ya 10 hijos. En aquella época, El Mirador había sido pensada como un conjunto habitacional exclusivo de doctores, a los que un “coyote”. de nombre Pancho Hernández, les vendió lotes sin servicio alguno. “Los doctores se empezaron a ir, no les gustó la colonia porque no había agua, los engañó don Pancho, metió la tubería, pero no el agua”. Los pocos vecinos que quedaron en el sector formaron entonces un comité de obras, del que propusieron como presidenta a María Herrera, sin que al principio ella aceptara la oferta. “Les dije ‘no puedo decirles sí o no, necesito primero contar con mi esposo, si mi esposo me deja, si no…. no’. Me dieron una semana, yo le dije a él ‘cómo ves, me nombran presidente del comité’, dice ‘¿y luego, por qué no le entras?’, le dije ‘no, primero tengo que contar contigo, porque para esto tiene una que desobligarse de ustedes, de la casa’”. A la semana siguiente María Herrera tomaba posesión de su cargo y lo primero que hizo fue traer el agua potable de la Alameda a todas las calles y casas de la colonia El Mirador. “Yo gestionaba, agarraba calle por calle y les decía ‘vamos a tener agua, pero les va a costar tanto, lo vamos a hacer por cooperación’. Aquí nunca el municipio, ni nadie, puso un peso pa meter el agua ni la luz, en todas las colonias que he hecho la gente ha cooperado para meter los servicios. “De ahí para acá anduve levantan
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Tas pendejo, ¿que no sabes quién soy yo?, soy María Herrera’, nomás les decía que era María Herrera y ‘ay discúlpeme’, nomás faltaba que le aventaran alfombra”. Rosalva M., lideresa.
Toda la tubería de la de Hidalgo yo la traje desde México, fui a gestionarla y la traje. La tubería de 180 colonias yo la traje, ahí vengo trepada en los camiones con los choferes y con la tubería… Por eso estoy como estoy ahorita, enferma, me entró la enfermedad esa de los huesos por tanta llovedera, fríos, humedades”. maría herrera
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do Saltillo, consiguiendo tubería, haciendo zanjas… Iba al municipio y les decía ‘ya hice el presupuesto, traigo tanto pa la tubería, con cuánto me van a ayudar, vean los papeles, el plano’, ‘cuánto le falta’, me preguntaban, ‘tanto’, me lo daban, pero yo ya había recogido de la comunidad, ya había hecho cuentas, iba y pagaba la tubería, la traía y a pegar tubos y hacer las zanjas, los colonos las hacían, ellos escarbaban, tengo fotos, álbums completos, ‘¿quieren agua?, tenemos que jalar’ y jalábamos”. - ¿Cómo surgió en usted ese liderazgo? - De ver la necesidá de la gente, de ver cómo vivían… Me dicen ‘usté no es líder hechiza, es líder que nació’, pos sí, porque nací en la pobreza, cómo no voy a ser líder que nació.
LA CONQUISTA Vino entonces uno de los episodios más polémicos en la vida de María Herrera: el de la invasión y venta de lotes urbanos para la gente que carecía de tierra y casas donde vivir. “En Saltillo había gente muy humilde, así es que primero yo trataba los terrenos con los dueños, el dueño me proporcionaba el precio, yo le regateaba ‘no, así no podemos pagar, y si le compro le pago mensualmente’. “Ya como quiera me tenían confianza y me los fiaban, yo loteaba, vendía los terrenos y el primer abono que le daba eran todos los enganches que pedía, ‘tenga’ y me hacía de documentos. Yo le apretaba a la gente ‘¡ándeles!, el abono, lo que junten’”. A la vuelta de la vida de María Herrera había conseguido fundar un imperio de 180 colonias, incluyendo la Zaragoza, en la cual existe una calle que lleva su nombre, y hacerse de una gran masa de seguidores que participaban en los diferentes movimientos sociales y políticos promovidos por el PRI y María Herrera. “Yo me iba hasta México y traía la tubería, la postería, la iba a pedir, iba cuando estaba Mariano Carrión en Obras Públicas, allá en México. Le decía, ‘necesito tantos metros de tubería pal agua, no tenemos, ¿qué hacemos?’ y me los daban y me daban los postes. “Toda la tubería de la de Hidalgo yo la traje desde México, fui a gestionarla y la traje. La tubería de 180 colonias yo la traje, ahí vengo trepada en los camiones con los choferes y con la tubería… Por eso estoy como estoy ahorita, enferma, me entró la enfermedad esa de los huesos por tanta llovedera, fríos, humedades”. En ese trance María, al igual que su madre, había dado a luz 25 hijos, de los cuales 11 le sobrevivieron y el resto habían fallecido a los meses del parto, víctimas de pulmonía o tos ferina. “Esos tuve, fue la voluntá de Dios, tuve que tenerlos…”, relata. La vida ajetreada de María Herrera había transitado entre sus obligaciones como esposa, madre, ama de casa y sus ires y venires a la presidencia municipal para gestionar beneficios en favor de sus colonos. “Iba a gestionar, a ver qué pasaba con el agua, iba a pedir pipas de agua…, veía las necesidades del pueblo tan caído y me daba desesperación”. María de los Ángeles Morales, la mayor de sus hijas, pega una pieza en este rompecabezas que es la vida de María Herrera: “No se le dificultaba nada, inclusive si iba un señor en una moto por la calle le decía ‘ey, oye ¡párate!, dame un raite, llévame a la Presidencia’, se trepaba en la moto y se iba. Traía las pipas del agua, se trepaba con el chofer de la pipa y se venía a entregar casa por casa el agua. ‘Ay mamá qué vergüenza’, le decíamos y ella ‘a mí me interesa poco, yo necesito llegar a presidencia y traerle a la gente lo que necesita’”.
Era la María Herrera de buen corazón, la hospitalaria, la que visitaba y conseguía medicamentos para los enfermos, la que daba de comer a los ancianos, la que trajo a vivir a la colonia Zaragoza a casi 175 familias afectadas por el temblor de 1985, la abuela cariñosa de 33 nietos y 28 bisnietos. “Es tremenda, con los niños cariñosa, pero tiene su manera, es media groserilla y todo, pero los niños la quieren mucho… ‘cabrones entiendan’, les dice”, la que habla es Zaira Morales, la nieta que todas las mañanas viene a casa de doña María para dejarle un kilo de tortillas. Era la María que todos los días se levantaba a las 4:00 de la mañana, echaba cuatro kilos de tortillas de nixtamal y uno de harina, preparaba el almuerzo de su esposo, que a la sazón trabajaba en una fábrica textil, y de sus hijas, que ya iban a la escuela; ponía a coser una olla de frijoles y guisaba una cazuela de papas con chile, migas y a veces chorizo. “Nos invitaba a almorzar, decía ‘ándeles, no quiero que les vayan gruñendo las tripas’. Ella cocinaba y echaba tortillas de maíz y decía ‘no, las viejas de ahora son muy güevonas, yo creo que no saben hacer ni un chile’”, recuerda Nohemí Pérez, una de las lideresas que por muchos años hizo equipo con el clan Herrera.
EN LA SOMBRA DEL PODER Fuera de sus quehaceres domésticos y su gusto por las plantas y los pájaros, la fama de lideresa se había extendido por todo Saltillo y sus alrededores y su poder político dentro del PRI, partido al que había pertenecido desde los 20 años, y el Gobierno, no tenían comparación. “Como decimos acá en el norte, muy cabrona cuando era cabrona, era calzonuda María Herrera, era la María Herrera que se metía a pelear con los funcionarios y que era aguerrida, la que, cuando la sacaban de casillas, no tenía empacho en mentarles la madre”, dice de ella Virgilio Maltos Long, líder del P.T.. María se había convertido, por su carácter combativo, en una de las líderes más temidas y respetadas de todo el estado, al grado de influir en las decisiones de gobernadores y alcaldes sobre la planeación urbana del municipio. “Don Eulalio venía a la colonia y se subía al cerro, me hablaba ‘vente vamos allá pa arriba, ándale’ y ái voy pal cerro, desde ahí veíamos todo Saltillo, qué se debía hacer ‘cómo ves, cómo quedaría esto’, me decía. Venían los funcionarios y ‘doña María cómo le hacemos aquí’ y ‘doña María cómo le hacemos acá´ y tenía que decirles, porque yo conocía todo Saltillo…¨, relata la lideresa. - ¿Cómo llegaba a las dependencias? - Yo era muy habladora, soy muy habladora, yo pa hablar, no sé hablar como la gente, yo así me crié habladora de por siempre, llegaba y les pedía la audiencia ‘a mí me va a recibir y dígame si puede o no puede, a mí no me mande con sus achichinques’. - ¿Es cierto que pendejeaba a los alcaldes? - Cuando me enojaba y que no hacían las cosas bien, pero fue raro al que yo lo regañara o le dijera ‘¡pendejo!, estás mal’, a todos de repente les decía ‘hombre andas mal, no te apendejes’, y nomás me respondían ‘no doña María, está bien’. A doña Juanita C. una vecina de la colonia Nazario Ortiz Garza, le tocó vivir una de estas escenas, una mañana en que ella y un grupo de colonos del sector antagónico a María Herrera, acudió a la oficina del entonces alcalde Mario Eulalio Gutiérrez, para solicitar obra. “María no quería que Mario Eulalio nos recibiera, le decía ‘no las recibas, pendejo’, y él le decía ‘no pero, es que mire señora, espérese’, y le dice ‘que no las recibas cabrón ¿no entiendes?’, le dice Mario ‘no Lunes 23 de abril de 2012
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calmas, porque te saco tus trapitos al sol cabrón’. Y lo callaba”... Otras veces la bajaban cargada de las escaleras de presidencia, los funcionarios le decían ‘ya María’ y ella ‘eres un pendejo, por qué me callas’”. Rosalva M. la dirigente de una colonia popular al norte de la ciudad, sabe bien de eso. “Llegaba a una dependencia, no la atendían estaba ahí sentada, se paraba y les tocaba la puerta, ‘no ahorita, es que está ocupado’ y les aventaba la puerta ‘qué güey, ¿no me vas a dejar pasar cabrón?, hasta a qué horas me vas a tener ahí sentada’, ‘no señora espérese’, ‘no, qué chingados, órale pásenle’, se metía y nos metíamos todos atrás de ella. “’Tas pendejo, ¿que no sabes quién soy yo?, soy María Herrera’, nomás les decía que era María Herrera y ‘ay discúlpeme’, nomás faltaba que le aventaran alfombra”. El también controvertido líder de extinto Partido Cardenista, Francisco Navarro Montenegro, da una pincelada más al cuadro de quien hoy es considerada la lideresa saltillense por antonomasia. “Era muy dada al insulto, decía que todos estábamos pegados a la misma ubre, siempre que me encontraba me decía ‘¡eh cabrón… si estás pegado a la misma ubre que yo!’, muy burda para hablar…”. Su capacidad para movilizar gente a favor del PRI en actos de proselitismo y durante las jornadas electorales, habían hecho de esta mujer el principal activo para el partido de las mayorías. Así lo confirma un periodista saltillense de la vieja guardia que no desea ser identificado: “En tiempos de Flores Tapia, de ‘El Diablo’ decían los priistas ‘necesitamos gente, mándale 10 camiones a María Herrera para que se traiga a toda 14 VANGUARDIA Lunes 23 de abril de 2012
la bola de viejas apestosas’”. Y hasta hay quienes aseguran que en menos de una hora María Herrera llegó a llenar 20 camiones de gente, “nomás llegaba y ‘vámonos’, todas la seguían, tenía ese poder”, narra el periodista. Su influencia era tal que María Herrera consiguió imponer y formar cuadros candidatos para la alcaldía de Saltillo y la gubernatura del Estado. Ella misma recuerda el caso del ex alcalde Carlos de la Peña Ramos: “Yo saqué a muchos candidatos, a Carlos de la Peña yo lo saqué cuando estaba José de las Fuentes de gobernador, lo tenía a él en Obras Públicas y le dije ‘me va a prestar a Carlos de la Peña pa presidente municipal’, ‘no’, dice, ‘me lo va a prestar, me lo voy a llevar’. Anduve sacando copias de una foto de él para poderlo promocionar y ahí lo llevo a la campaña, ‘vente’, ¡y así de gente!, yo tengo mucha gente. Cuando él llegaba yo le decía ‘tienes que hacer esto’, a Carlos de la Peña yo lo saqué, estaba en Obras Públicas, no sabía ni de política, y no sabe. - ¿No sabe? - No sabe de política, no saben llevar una política como debe de ser. Una buena política es que sientas lo que el vecino siente, lo que está pasando, la necesidá… Ahora ya nadie siente, dicen ‘de que se muera mi abuela a morirme yo, mejor mi abuela’. Ningún candidato, de ningún partido, faltaba a la casa de doña María Herrera en época electoral para pedirle consejo, saludarla, ponerse a sus órdenes o, simplemente, presentarle sus parabienes. Reuniones en las que tampoco faltaba el almuerzo de frijoles de jarro, huevos con salsa y café de olla con canela, que María Herrera acostumbraba
compartir además con sus lideresas y periodistas. “Un día estábamos afuera de su casa, esperando a que saliera Raúl Sifuentes, se asoma la señora y nos dice ‘¿qué chingaos están haciendo ahí?, pásenle almorzar’, y nos dio chilaquiles”, refiere el reportero de un periódico local. Los domingos en la mañana, la calle de Doctores en la colonia El Mirador se hallaba atiborrada de gente que acudía a la casa de María Herrera para pedirle de favor que sacara de la cárcel a algún familiar detenido por la policía la noche del sábado. “Y los domingos siempre había menudo y barbacoa para el que llegara, te veía y ‘qué se te ofrece, qué quieres, pásale cabrón, pásale, ándale vente a tragar’”, apunta un vecino de este sector. Para entonces, María Herrera había conocido de cerca a políticos de la talla de López Portillo, Miguel de la Madrid, Luis Donaldo Colosio y a Salinas de Gortari. “Yo conocía a López Portillo, él a veces llegaba con don Óscar Flores y yo le ayudaba a doña Chabela en la casa, les hacía de comer. “Estuve con Colosio dos meses en México cuando él fue el presidente del partido, pa orientarlo, pa decirle cómo estaba Coahuila”.
LA DINASTÍA HERRERA María, junto con sus hijas Catalina y María de los Ángeles Morales, quienes la habían secundado en su labor social y política, gozaban entonces de lo que algunas lideresas se ufanaban en llamar las delicias del poder. A propósito una dirigente de la colonia Asturias,
Un día estábamos afuera de su casa, esperando a que saliera Raúl Sifuentes, se asoma la señora y nos dice ‘¿qué chingaos están haciendo ahí?, pásenle almorzar’, y nos dio chilaquiles”, Reportero de un periódico local.
Yo iba saliendo y me dice ‘aquí andas ratera…”, y claro, yo le contesté, 'es la escuela de usted .. y fue el ejemplo que usted puso...'" Guadalupe Olguín Romero, lideresa
y disidente del clan Herrera, cuenta una anécdota: “Yo miré que muchas andábamos como limosneritas en las dependencias y un día, estando en el Edifico Coahuila, vi que algunas compañeras traían muchos juguetes, dulces, piñatas y cobijas y luego le digo yo a una de ellas ´oye, por qué traen ustedes muchas cosas, dónde las consiguieron´, dice ´en el PRI, ¿por qué?´, le digo ´pos mira yo nomás lo que traigo´, y dice ´tú con quién andas´, le digo ´pos con María Herrera´ y me dice ´pos salte de con María Herrera, porque nunca vas a hacer nada, nadie, mejor date a conocer en el PRI y vas a recibir más cosas que andando con ella´ y le hice caso, porque no te dejaban liderar, nomás ellas querían ser, las Herrera nomás. ¨Ellas eran las que andaban adelante y nosotros atrás. No querían que nadie se les saliera del huacal, se enojaban y te cerraban las puertas, Había compañeras con las que se llegaron a pelear, a golpearlas, porque se quisieron salir o porque se salieron y empezaron a liderar por su lado… Hubo compañeras a las que les pusieron piedrotas en el camino para que no avanzaran en las obras de sus colonias¨. La mayoría de las colonias de la ciudad se hallaban bajo el control de las Herrera y por ningún motivo permitían rebeliones de su gente o la intromisión de facciones políticas opuestas en sus territorios. A Francisco Javier Fuentes, líder priista de la Universidad Pueblo, y otras 18 colonias de Saltillo, le tocó vivir una batalla campal ocurrida en un barrio priista del sur de la ciudad y en el que el PRD había intentado entrar. ¨María se aventó a los trancazos, una señora la descuenta a la malagueña y María cae en una zanja
y una de sus gentes más leales, de sus colonos, porque los perredistas se fueron con todo a tratar de agredir a María cuando la vieron tumbada, se abre de pies y manos y la cubre y María adentro de la zanja. La gente de María Herrera siempre era mucho mejor pa los trancazos que cualquier otro grupo¨. Juanita C., la vecina de la Nazario, evoca un zafarrancho protagonizado por María Herrera en este sector del norte de Saltillo, un día en que el Frente Cardenista se metió a la colonia para formar comités. ¨Les fue como en feria. María trajo cadenas, trajo grúas, tapó las calles, agredió físicamente con piedras y hasta con pistolas, para que no entraran los cardenistas, aquí no debía de entrar nadie, más que ella, tenía mucho poder, traía a los pandilleros a enfrentar a la gente y todos aquí le tenían miedo¨. Varias leyendas negras circularon en torno a la figura de esta lideresa, que nació en Saltillo en 1937, sobre supuestos fraudes electorales en los que, con ayuda de gente del PRI, embarazaba urnas y falsificaba actas electorales; venta de casas y terrenos hasta por tres veces y enriquecimiento a base de los recursos que le entregaba el partido por atraerle votos. Guadalupe Olguín Romero, la lideresa a la que el gobierno de Humberto Moreira pagó 25 millones de pesos por los terrenos de la colonia Omega, relata un desencuentro con María Herrera y sus hijas cierta ocasión que acudió a Desarrollo Social para realizar gestiones a favor de la Nazario, uno de los sectores que, asegura Olguín, abandonó el clan Herrera. “Yo iba saliendo y me dice ‘aquí andas, ratera…”, y claro, yo le contesté, ´es la escuela de usted .. y fue el ejemplo que usted puso...´, y se me vinieron todas…Las otras señoras que iban conmigo corrieron
de miedo, como era María Herrera. Ellas me tumbaron, eran como cuatro, María y sus hijas Mariquilla, Cata y Laura, creo… pero pues yo también tengo lo mío, también me defendí de ellas y les sentencié, les dije que estaban políticamente muertas¨.
EL OCASO Pasaron los años y con el nuevo siglo vino también el ocaso de un reinado que había permanecido más de 50 años. La artritis reumatoide de María y la aparente ruptura con el PRI, luego de un escándalo suscitado en 2003 en el que se acusaba a la lideresa y a sus hijas de haber comprado votos para el PRI en su propia casa, además de la supuesta alianza que pactaron las Herrera con el entonces precandidato a la gubernatura de Coahuila en 2006, Raúl Sifuentes Guerrero, terminó por sepultar un imperio que aún en estos días se resiste a morir. ¨¿Rompieron con Moreira?¨, pregunta el reportero a María Morales, la hija mayor de la lideresa, ¨no ni con el partido, mi madre siempre ha sido priista de hueso clorado¨, responde. Empero ya no era la María Herrera de antes, furibunda, aguerrida, mitotera, impulsiva, temperamental y justiciera, que había conocido el Saltillo de los años setentas y ochentas. ¨Ni las gracias me han venido a dar, tengo la lealtad y la buena fe de las gentes humildes de colonias, que ellas sí me reconocen, los demás nadie, porque anduve llevando hasta a los presidentes, a los gobernadores, a todos y ni quién venga a decir, ´doña María está enferma…’. Lunes 23 de abril de 2012
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