Voces de ausencia

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VOCES DE AUSENCIA GERARDO REYES VACA

©Edición-Independiente 1


Para AngĂŠlica

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ÍNDICE

Primera ausencia. Canciones y añoranzas................5 Segunda ausencia. Siete noches……………..........17 Tercera ausencia. Centellas de marzo……….........22 Sobre el autor………………………………...……26

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I (PRIMERA AUSENCIA)

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Canciones y añoranzas. En el fondo del hombre resuena, ya para siempre, una canción. Es el tumbo de su propio corazón una tristeza honda, un quiebre. Hermana de la poesía, la música viene a romper este silencio: voces de ausencia.

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LUZ DE NOCHE:

farola puesta en pie por una sombra y, alrededor, palomas, deseos no cumplidos todavía. ABAJO

la tenue sombra: arriba el sol ya fuegote-an-do, ya fue prendiendo con lento amor, una a una, las estrellas. EN EL FONDO DE UN LAGO

una piedra dormida como luna se calla, como sol ilumina. En lo alto de un lago una flor suspendida permanece y avanza como nube perdida. En el fondo de un lago una voz rediviva por mi nombre me llama, en mi pecho suspira. En lo alto de un lago una gota duplica con las formas del agua tus ojos, mi risa. CLARO DE LUNA.

En el espacio vacío, un verso sólo: la luna blanca soñó suplir, en brillo, a aquellos ojos. Falló por tanto. EN LO CLARO DEL BOSQUE,

un sendero ilumina, un lucero conduce los recuerdos que un día. En lo claro del bosque una niebla domina con sus velos y hunde 6


las miradas queridas. En lo claro del bosque una rama torcida en mi pecho confunde las caricias dormidas. En lo claro del bosque redondel sin salida la memoria que busca no busca, olvida. BUSCAN LOS OJOS QUÉ

debajo de los párpados, la vida siguen pensando que la luz vino a borrar lo que dormían. Cansados ojos, no hay fuerza suficiente para abrirlos cansados ojos, si acaso ella volviera, vivirían. NO ERA UN ALMA

era un vacío río entre los juncos apilados, no era un cuerpo era un dolido lecho bajo el sol, petrificado. No era un hombre, era una sombra lenta entre las ráfagas del día, no era una sombra era una hoja muerta entre los árboles sin vida. POR EL CIELO DEL NORTE

vuelan las grullas, por el cielo de octubre miradas suyas. Bajo el cielo del norte las lluvias marchan, bajo el cielo de octubre sus dulces plantas. Hacia el cielo del norte 7


crecen las yucas, hacia el cielo de octubre palabras suyas. Para el cielo del norte brilla la estrella, para el cielo de octubre todo negrea. ENTRE LA SOMBRA VENGO

entre la sombra voy como el recuerdo anhelo sólo el amor que no. Entre las horas vengo entre las horas voy contra la ley del tiempo un navegante soy. Entre lagunas vengo entre lagunas voy como la luz las lleno, como el radiante sol. Entre la luz ya vengo entre la luz ya voy como el rocío detengo, diario esfuerzo, tu visión. ABRIR LAS PUERTAS Y NO QUERER ENTRAR,

pasarlas luego y ver lo que quedó, cerrar las puertas y no querer estar donde el amor pasado se volvió. OTRA VEZ ME DESPEDÍ

con el ojo de luna fascinante pasando por debajo de mi ala, dejando incomprensible el horizonte. Otra vez me dirigí cazando con amor entre las nubes, pescando el poco sol, las pocas luces en mi mano derecha, como flores (blancos pensamientos para ti).

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legPISAR SIN VER

calladamente los últimos retoños del castaño, andar sin fe y de repente sentir el mismo sol de antaño, hogaño. Luces sin rumbo, agua sin prisa, crece este sol que apenas se dedica, voces sin luz agua dormida es este amor que penas multiplica como si peces. DEJAR ENTRAR EL ALMA,

dejar entrar el cuerpo y todo lo demás bajo el deseo. TRES VECES MIRÉ TUS OJOS, TRES:

cerca del cielo, cerca del agua, cerca del ser. Tres veces cerré tus ojos, tres: ante la luna, ante el adiós, ante el deber. Tres veces lloré tus ojos, tres: bajo la ausencia, bajo el amor, bajo la sed. CUANDO LA HORA TIENDE SUS RACIMOS

y no hay qué ver sino verdura y landa se mueve el corazón con ligereza, alcanza la razón sus cumbres altas. Cuando la hora quema sus racimos y no hay qué ver sino la faz dorada se abreva el corazón como una espiga, refulge la razón como una espada. Cuando la hora seca sus racimos y no hay qué ver sino siluetas vagas 9


se inquieta el corazón como una presa, se asombra la razón entre las matas. Cuando la hora envuelve sus racimos y no hay qué ver sino tristezas blancas regreso a aquel lugar donde vivimos, regreso a aquel lugar donde me amabas. LARGAS PIERNAS

las de la luna sobre la playa, largas, largas. Blancas caderas las de los montes que se levantan, blancas, blancas. Ojos de miel los de la tarde callada y larga, callada y larga. Ansias de ver por un instante lo que quedó, lo que se fue. MORDER, MORDER EL SUEÑO

hasta arrancar concretas superficies. Morder sólo la sombra de lo que nunca fue sino ceniza. Morder el año a tientas sin esperar que el tiempo se decida. Morder y no saciarse y no pensar en lo que se avecina. MONTE ABAJO

muerde el sereno de alguna ausencia los pies descalzos. Río abajo rodean los astros 10


de alguna ausencia el rostro blanco. Tiempo atrás solean los días de alguna ausencia las venas frías. Tierra abajo mantienen vivas leves ausencias tristezas mías. SE OYERON LOS CUERPOS

guerrear como corolas contra el viento. Se oyeron los besos rodar como guijarros juramentos. También se oyeron pechos libar con dulce amor sobre los lechos. Mas no se oyeron ellos: los ojos que el adiós dejó desechos. PARA NOCHES SIN SUEÑO

guardo, a escondidas, los recuerdos de un cuerpo yendo a hurtadillas. Para noches sin hambre guardo las delicias de los negros estambres sobre las rodillas. De las noches sin fe guardo, talismanes, las palabras de ayer, luz en todas partes. Para noches sin ti guardo redivivas las caricias que al fin fueron respondidas. 11


LENTAMENTE ENTRASTE EN EL DESCUIDO

como el rosal aquel que abandonamos en las postrimerías de aquella casa querida, donde siempre fue el verano. Lentamente entraste en el olvido lo mismo que el anónimo soldado, cansados ya los huesos, derrotados, de tanta guerra y de tan poco abrigo. Lentamente entraste en lo perdido de los cerrados ojos que dejaste, de los pasados besos que debiste besar como al andar su lecho el río. Lentamente entraste, te lo digo, en las revueltas aguas que guardaban los cuerpos del amor. Pálido y frío te fuiste a recostar como el deseo entre quimeras vanas. ARRIBA DANZAN LAS NUBES

abajo los abedules crecen entre la niebla a oscuras, a ciegas (como mi alma). CONVIDADOS POR EL SOL

y los naranjos, y coronados de oro y regalados por el secreto dios que era el quererse qué pronto fuiste –sol– a separarnos. BREVE FUE EL MEDIODÍA

(brevemente la luna se vacía). Breve fue la melodía (brevemente la fuente se vacía). Tan breve es la vida (tan breve que en llenarla se vacía). Pero más breve, más, el tiempo que duró la eterna dicha. 12


NOCHE DE ILUSIÓN

te vi durmiendo como el caudal bajo las aguas. Noche de ilusión te vi corriendo cual vendaval sobre las alas. Noche de ilusión te fui siguiendo sobre la mar como bengala. Noche de ilusión te fuiste huyendo como la luz en día de caza.

YA NO MIRAR SINO ENTENDER,

ya no entender sino ignorar, ya no ignorar sino saber lo que es perder, lo que es dejar. SI ES UN SUEÑO, DIME:

las formas sin haber no lucen claras. Si un recuerdo, dime: los cuerpos del ayer no se adelantan. Si es una fiebre, habla: la muerte ni es un bien ni tiene cara. Si eres real, dime: por qué si estás aquí sufre mi alma. CANSANCIO, DE SOL A SOL,

fuimos sembrando el corazón. Cansancio, de sol en sol, fuimos juntando el corazón. Cansancio, de sol sin sol, 13


fuimos tapando el corazón. Cansancio, sólo cansancio, y sin amor, y sin amor. EQUILIBRADA GOTA DEL SILENCIO

alrededor de un lago congelado: una mujer y un hombre van callados por los callados lienzos del vacío. Aniquilada gota del silencio alrededor de un lago aniquilado: una mujer y un hombre van cansados por los cansados huesos del hastío. MEDITABAN LOS ÁRBOLES CALLADOS

en medio de la tarde deslucida los oros de los días ya pasados, el eco de las voces adormidas. Meditaban los ángeles pasmados en medio de la abúlica rutina los tiempos y lugares consagrados al templo del silencio y la vigilia. Meditaban también los aguaceros en medio de las nubes suspendidas la inexplicable fijación del cielo de ver crecer de nuevo toda vida. Meditaban los cuerpos derrotados en medio de la cama adolorida la fascinante precisión del sueño después de haber probado eterna vida. PONER SOBRE UNA TELA

las tres promesas de amor jurado: aun, siempre, todavía. CONTRA EL RECUERDO TODO,

contra el olvido nada (sacude el dios sus flores delicadas). 14


Contra lo breve todo, contra lo eterno nada (apoca el dios sus horas más preciadas). Contra lo cierto todo, contra lo incierto nada (mantiene el dios sus luces apagadas). Contra lo amado todo, contra lo odiado nada (insiste el dios en desunir las almas). CAE SIN RAZÓN

sobre mi pecho, como una piedra, mi corazón.

TU REGRESO

tornó promesas en placenteras cadenas blancas. Tu regreso llenó riveras de esplendorosas gaviotas mansas. Tu regreso volvió primero y puso al viento lumbreras altas. Tu amor es como el cielo uno y eterno sobre mi alma.

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II (SEGUNDA AUSENCIA)

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Siete noches. En una soñada isla, quinientos años antes del amor de Cristo, Alfeo de Mitilene escribe: «Desgraciados los que pasan la vida sin amor» y ya después «Eros es la piedra que afila el alma». Así el alma de estos versos: saben del filo del dolor y del deseo.

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PRIMERA NOCHE

Días de octubre antes te trajeron los ocho signos de su primera boca. Fuera de sí palpitan todavía (leve el corazón, leves los labios) por esa voz oculta. La memoria es un estanque lejano y arduo. Pero tu nombre queda, única luz que entre la sombra descendía, y aquel recuerdo: cómo bebían tus labios en mitad de aquella noche, de amor entero, las perlas blancas. SEGUNDA NOCHE

Fuera la lluvia ardía. Dentro el sol trocaba blancos en amarillos rojos que parpadearon bajo la estela simple del deseo. ¿Y cuál de ellos engendró la noche? Otawa: no lo supiste, piragua que fatigaste en penetrar manglares infinitos tu cuerpo entero, tus fuerzas todas: arde. TERCERA NOCHE

Arriba se insinuaban las estrellas –no es raro que tu nombre las despierte– y yo miraba sobre tu espalda siemprevivas contra el cielo acostumbradas. Humedeció el amor tu antiguo nombre. No salgas, ya es de noche, me decías: no salgas –las piernas tibias– y ese calor nació, creció por donde (ajeno a las costumbres de lo que arde) la blanca vela de mi amor crecía.

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CUARTA NOCHE

Era la casa sola; el numeroso lecho acometido de ardientes veces, de ciertas claras horas bajo el astro prometido a lo eternal, un lecho triste, un agua helada. ¿Y aquí nadó, anoche, lo profundo? Vuelve, vientre, del viento, dulce copa del agua a coronar tus labios infinitos (cual infinitos son la sed y el agua) con estos pobres besos de mi boca. QUINTA NOCHE

Sobre la mesa: viandas, bajo la mesa nada, antiguo pez, el apetito diferente. Volaban ya las ocho por tu frente, dejaban ya los pájaros el aire de tan ardiente. Zumos del deseo, aletargados zumos de la sangre nos dieron de beber ¿qué cosa? Vinieron a encender la húmeda rosa. SEXTA NOCHE

Es una alcoba negra y desastrosa la noche y sus contadas averías vanse a buscar la luz del blanco día pues arduo fue el dominio de las sombras. Arduo fue mantenerse en lo callado, largo fue ese callar de lo venido, luego de tanto y tanto amor cumplido nada cayó en su sitio ani la aurora movió a lo negro, mira: somos las dos estrellas que aún titilan.

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SÉPTIMA NOCHE Aún sobre las camas de la noche y en perfecta conjunción de estrellas vimos acontecer, a la mañana, al mundo y su espectáculo uniforme. Por fin los cuerpos todo lo bebieron: la luz primera y todo lo alumbrado, la sed secreta, deseos preclaros, y el agua que corría allá en el fondo. Lenta, en la penumbra ciega, menos incierta si más amada la clara nota de tu voz destierra la amable oscuridad que nos guardaba.

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III (TERCERA AUSENCIA)

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Centellas de marzo Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó, no sólo los lechos donde te reclinaste, mas también aquellos deseos que, por ti, claros brillaron en los ojos. C.P.C.


I Días luminosos de hojas secas que no se atreven a caerse todavía, inmaculadas lunas divididas por el negado corazón que abandonaste. Aún fulguran, entre la yerba seca, los anunciados muslos con asombro sobre un montón de huesos una noche de incandescente fiebre y abandono. II El delicado lazo de los ojos, la compartida fruta de boca, la mano par, la emparejada huella y ese doblar constante de los labios. Señales nuestras que una vez sembramos y no quisimos, si pudimos, entregarnos. III Deseo de una tarde enamorada de anaranjadas bardas y mejillas, abandonar al sol por las orillas de los nublados cerros, una tarde. Cesó el amor como fogata lenta y ese rumor fresquísimo del aire como una hoz cortó noche de día, como una hoz, tu vida de mi vida. IV Frescos paisajes donde late el improbable trino del deseo bajo la puerta dórica que nace los requemados ojos y el cabello. También allí buscó con insistencia el impaciente amor profundizarse cual peregrino a punto de anunciarse en la morada cálida y abierta.


V La demorada lumbre de mi voz como nocturno sol te fue encendiendo imperceptibles puntas decididas, incandescentes montes giratorios. Hambre de ver que vino a todas a partes como lengua de sol radiante al mediodía, qué imagen buscas que ya no puedo darte, qué cuerpo rojo que iluminó mis días. VI No fue el amor prohibido en todas partes ni inaccesible el claro de tu cuerpo para quien supo andar como saeta, entre las verdes ramas, sin tocarte. VII Lento collar a la deriva, el insondable mar buscó en el fondo de sus arenas negras movedizas la revolcada perla de abandono. VIII El insondable amor que los amantes en el recuerdo se prodigan todavía como saeta irrumpe decidida, como inmortal cordel y no se rompe en las ligeras aspas detenidas del incapaz amor que habló en mi nombre.

IX Luz de tu adiós, casi radiante, en los cristales límpidos de arriba pasó una sombra, blanca, decidida a no mostrar tu cuerpo desvelado. Ahora el lugar sin fe se multiplica, viene conmigo, siempre, a todos lados como el fantasma gris de la neblina de cierto bosque, en mapas, figurado.


X Evanescente rostro perfilado en los balcones diáfanos del aire, qué umbrales tuyos vi, qué virginales puertas de sol nunca atravesamos.

Abril de 2018 Apodaca, Nuevo León Copyright© Todos los derechos reservados. Todas las fotografías incluidas son de licencia libre.


Sobre el autor

Gerardo Reyes Vaca (1995). Poeta oriundo del Estado de México, México. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Colaboró durante un año en la revista Trinchera Literaria (2016-2017), así como en Letralia (2018), Monolito (2019) y El cisne (2020) en la categoría de poesía. Recientemente obtuvo el 3° lugar en el certamen de creación literaria del CEECIIL (UAM) por el poemario Otro sendero. E-mail: gerardoreyesvaca@hotmail.com

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