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FOREVER YOUNG
Desde el final de la pandemia, el sector de la salud prospera como nunca. Los expertos estiman que para 2030 el mercado del medical wellness valdrá casi ocho billones de dólares. De él se nutre toda una nueva industria. A continuación, una cartera de tendencias, pioneros y empresas comprometidas con el bienestar de la mente, el alma y el cuerpo. ¡Tome nota!
Elle Macpherson
La verdadera belleza nace del interior. La supermodelo australiana, que se hizo famosa en 1986 con el sobrenombre de The Body, también lo cree. Hoy, esta madre de dos hijos dirige con éxito WelleCo, su empresa de superalimentos que ofrece suplementos dietéticos. Sus ventas anuales se estiman en 8,2 millones de dólares. Elle MacPherson fundó WelleCo en 2014, a sus 50 años, tras encontrar ayuda en una nutricionista para combatir los signos de fatiga de su cuerpo. Durante años, durmió muy poco, voló constantemente por todo el mundo... Luego, un día le apareció un bulto en el pecho, por suerte, benigno, pero que la sacudió. Hoy sigue igual, tan guapa como siempre. Rechaza la cirugía plástica. Así que también nosotros deberíamos confiar en la eficacia de sus pastillas, polvos y cremas para la piel.
Con las termas de Vals, en el cantón de los Grisones, el arquitecto suizo Peter Zumthor creó en 1996 una catedral subterránea del bienestar. Este edificio minimalista de 60 000 piedras de gneis verde grisáceo de Vals fue declarado monumento cultural solo dos años después y convirtió a Peter Zumthor en pionero de la arquitectura contemporánea del bienestar con una dimensión espiritual. Aún hoy, el enfoque multisensorial de Zumthor resulta seductor: la piel desnuda descansa sobre la piedra cálida, la luz alterna con la oscuridad, el vapor amortigua los sonidos del agua. Ganador del Premio Pritzker, este arquitecto reservado no tiene página web, pero goza de una reputación casi mítica, como confirma The Guardian: «...un monje consagrado a la materia, con unos estándares tan exigentes que solo unos pocos clientes tienen la paciencia y el dinero para seguirle...».
Zumthor
Estar bien o mal tiene el mismo origen: la percepción empieza en la cabeza. ¿Y si pudiéramos reprogramar nuestro cerebro y aprender a juzgar de otra manera? Esto es lo que defiende Michael Pollan en su éxito de ventas Cómo cambiar tu mente, que también se estrenó el año pasado como serie documental en Netflix. El largo subtítulo deja claro de qué va: Lo que la nueva ciencia de las sustancias psicodélicas nos enseña sobre la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la trascendencia. El LSD, las setas, la ayahuasca y otras sustancias antes criminalizadas como drogas son ahora reconsideradas por algunos neurocientíficos y terapeutas por sus virtudes terapéuticas. Se ha roto el tabú. En Silicon Valley, algunas personas ya están aumentando su rendimiento y su ego con la ayuda de «microdosis» psicodélicas. De manera ilegal. En los Países Bajos, en cambio, los trip retreats surgen como setas y con toda legalidad. «Algunos científicos están convencidos de que los psicodélicos podrían revolucionar la salud mental y nuestra comprensión de la mente», afirma Pollan. Él, que lo ha experimentado, está de acuerdo.
Michael Pollan
En 2018, durante la promoción de su propio libro Mi historia, la ex primera dama de los Estados Unidos lanzó una bomba mediática: Michelle Obama se convirtió en una de las primera celebridades en hablar abiertamente sobre el sufrimiento asociado a la infertilidad y el aborto espontáneo. Al revelar que sus dos hijas, Malia y Sasha, nacieron mediante fecundación in vitro, animó a millones de mujeres a superar la vergüenza. «Lo peor que podemos hacernos como mujeres es callar la verdad sobre nuestro cuerpo, cómo funciona y cómo no funciona», dijo Obama en una entrevista televisiva emitida en todo el país. Ya en 2013, Angelina Jolie se atrevió a romper el tabú sobre lo que ocurre en el interior del cuerpo femenino. Debido a una mutación genética que la hacía propensa al cáncer, se extirpó a los 37 años los pechos y dos años más tarde, los ovarios. En todo el mundo se sintió el «efecto Angelina», con una avalancha de pruebas genéticas y largas listas de espera en los hospitales.