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BAÑO FORESTAL
En 2019, la exposición Nous les Arbres en la Fundación Cartier de París reveló las facetas menos conocidas de estos organismos; más allá de la fotosíntesis, los árboles son capaces de sentir, recordar y comunicarse. Dos ejemplares situados frente al edificio de Jean Nouvel estaban conectados a sensores que proporcionaban información en tiempo real sobre su estado. Esto demostró que los árboles reaccionan inmediatamente al CO², la luz, la humedad, la temperatura e incluso el tacto. A la inversa, también tienen un efecto perceptible sobre los humanos. La moda del shinrin yoku —el baño sensorial, rejuvenecedor y meditativo de bosque— nos llega de Japón: oler la corteza, acariciar las hojas, tocar el musgo. Se dice que esta terapia natural tan concreta refuerza el sistema inmunitario. Sus efectos sobre la reducción del cortisol —la hormona del estrés—, la presión arterial y el ritmo cardíaco están demostrados. En Japón, los científicos llevan mucho tiempo estudiando estos fenómenos. Occidente sigue el ejemplo: desde la isla de Usedom hasta Central Park, los guías de los bosques nos invitan a abrazar los árboles.