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NĂşmero 157 / Noviembre de 2014
SANGRE DEL DESIERTO
GijónSport - Editorial
El valor del sacrificio Bienvenidos un mes más a un nuevo número de GijónSport. Iniciamos el mes de noviembre y lo hacemos con protagonistas del deporte que tienen una cosa en común: el espíritu de sacrificio como forma de vida. Uno de los ejemplos lo encarnan Rachid y Dani Ndi. Ambos luchan cada día por tener un hueco en el ‘once’ de Abelardo y por seguir mejorando como profesionales. Los dos nos cuentan además su historia personal y las dificultades que han tenido que atravesar para llegar donde están. De sacrificio también sabe mucho el ciclista profesional Dani Navarro. Estar entre los más grandes de su deporte tiene un precio y ese es el de la entrega permanente y la lucha por conseguir lo que uno quiere. Algo que también encarna Ana Villanueva, una gijonesa que compagina su trabajo con el deporte extremo. Ana es uno de esos ejemplos anónimos de superación que este mes hemos querido compartir con todos vosotros, los que nos leéis cada mes y nos seguís dando fuerzas para continuar adelante con esta aventura que se llama GijónSport y que llega ya a los 157 números.
“Abelardo ha inculcado al
equipo el espíritu de sacrificio. Ante ellos solo queda quitarse el sombrero y apoyarles siempre”
Casi sin querer el sacrificio se ha convertido por tanto en el eje central de este número al igual que es también la filosofía que Abelardo ha instaurado en el vestuario del Sporting. Desde que tomó las riendas del primer equipo siempre señaló que para él lo más importante es siempre la entrega de los jugadores y la solidaridad con los compañeros sobre el terreno de juego. Unas ideas que han calado entre los suyos y que están dando sus frutos. Once jornadas después el Sporting sigue invicto y dejando muy buenas sensaciones en cada partido. La juventud del equipo se ha convertido en una fortaleza y cada vez que tienen delante a un rival luchan hasta el último minuto. Abelardo les ha sabido enseñar también lo que es el espíritu de sacrificio y jornada a jornada nos vuelven a demostrar que están dispuestos a dejarse la piel. Solo cabe apoyarles y quitarse el sombrero.
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Edita: El Tajalápiz Media Contenidos: David González @DavidGonzalezzz Marcos Martín @MarcosMatin87 Marta Tejerina @MartaTeje Fotografías: Gabino Jove @GabinoJove www.gabinojove.com
Cris Valle Maquetación: El Tajalapiz S.L. Publicidad: El Tajalapiz Media Contacto:
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CONTENIDOS NÚMERO 157, NOVIEMBRE DE 2014
Especiales 08. Rachid El jugador del Sporting nos cuenta su historia y sus vivencias dentro y fuera del fútbol. 04. Análisis deportivo David González analiza la marcha de un Sporting que continúa invicto después de once jornadas de liga.
Otros temas
06
20. Dani Ndi La suya es también una historia de superación. Nos la cuenta este mes en GijónSport. 32. Dani Navarro Entrevistamos al ciclista y repasamos con él su última temporada.
Y además...
20
32
28
30. Pablo Álvarez El exjugador del Sporting nos cuenta otra de sus vivencias en el fútbol profesional. 26. Ana Villanueva Os presentamos a esta nadadora extrema y hablamos con ella sobre las dificultades de compaginar el deporte con el trabajo.
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ALMA, CORAZÓN Y FÚTBOL Por David González
Decir, sin más, que este Sporting es un equipo que se deja la piel en el campo es casi faltarle al respeto a un grupo que ha demostrado ser mucho más que eso. El Sporting de Abelardo, además de una entrega y un esfuerzo encomiables, es un equipo trabajado, serio y con un oficio impropio de su media de edad. Sólo así, aunando todo ello, se puede explicar que transcurrido ya más de un cuarto del campeonato regular, su clasificación y las sensaciones que desprende sean tan buenas. Y sólo sumándolo todo se puede concluir que este equipo algún día perderá (porque lo hará), pero que no tiene pinta de que vaya a venirse abajo de forma escandalosa. El buen hacer de Abelardo, su cuerpo técnico y un grupo de futbolistas entregados y talentosos ya se ha ganado el aplauso unánime, haga lo que haga a partir de este momento. Porque corren, sí, pero dice la estadística que corren menos que el año
pasado. La cuestión es que lo hacen mejor y con un criterio definido. Por eso parece que su fondo físico es inagotable y que allá donde esté la pelota a los pies de un rival, siempre hay dos futbolistas del Sporting para intentar recuperarla. Ya sería elogiable que el segundo equipo más joven de la categoría y el único que no pudo reforzarse este verano tuviera un estilo definido y saliera reforzado siempre que los partidos discurrieran por los derroteros deseados. Pero no. Lo sorprendente es que este equipo ha demostrado además una sorprendente versatilidad para competir contra todos y en cualquier registro: teniendo la pelota, cediéndosela al rival, adelantando las líneas o esperando en su propio campo el contragolpe necesario. Así, en once jornadas nadie ha podido ganarle. Ni equipos de arriba, ni de abajo ni del medio. Por todo ello el Sporting ha conseguido en un cuarto de Liga la mitad de los puntos necesarios para la perma-
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L nencia y se ha situado cuarto, a tiro de piedra incluso del liderato de la categoría. El artífice principal de este pequeño gran milagro es Abelardo, un entrenador de cuerpo entero, que está demostrando su valía contra el criterio, incluso, de algunos de los que deberían gobernar el Sporting. Un técnico que ha sabido hacer de la necesidad virtud, que sabe dirigir, preparar los partidos sin obsesiones absurdas, convencer, ser rígido con quien lo merece y premiar a quien se lo gana, sin mirar el carnet de identidad. Si Pablo Pérez está mejor que Álex Barrera, le quita el puesto. Pero si Dani Ndi está mejor que ambos, la revelación de la temporada se sienta en el banquillo, el jugador franquicia del pasado verano se queda en su casa y el último en llegar salta al césped del Mini Estadi.
trosa gestión y rematado con el ‘sindios’ del proyecto (sic) de la pasada campaña ha dejado mermado a este Sporting en determinados puestos. Pero los futbolistas rojiblancos disimulan por ahora todas esas carencias y Abelardo y su cuerpo técnico cruzan los dedos al tiempo que ya imaginan alternativas para cuando falte la gasolina, alguien reciba una mala patada o los árbitros se ensañen con los rojiblancos.
En mitad de la nada, de la ruina económica y de la incertidumbre sobre el futuro del club, Mareo ha vuelto a salir al rescate, aportando una hornada de futbolistas con ganas (y parece que capacidad) para comerse el mundo y un técnico al que entienden y que les entiende. Cada quince días, durante un minuto, la afición se gira hacia el palco para dejar claro que esto no Abelardo está consiguiendo que lo que se puede seguir así. Pero durante los 89 resantojaba una plantilla corta parezca con- tantes mira hacia el césped, disfruta de lo tar ahora con un interminable fondo de que ve y en su cabeza aparece otra rearmario. No se engañen; el desbarajuste flexión: “Así, sí”. económico provocado por años de desas-
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Rachid Ait-Atmane
Si la montana no va a Rachid... Por Marcos Mart铆n Fotos: Gabino Jove
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“Intento cumplir el Ramadán, pero si los entrenamientos son muy duros, es imposible” “Este tren no va a pasar muchas veces”. Ahmed Ait-Atmane siempre ha concedido a sus hijos la libertad de tomar sus propias decisiones; pero cuando uno de los clubes de fútbol más importantes del país se fijó en Rach, el más pequeño de los cuatro, le aconsejó que no dejara escapar esa oportunidad. Él ya había abandonado su casa y su familia en Argelia unos treinta años antes, cuando llegó a París buscando un futuro mejor. Su nueva vida comenzó en uno de los departamentos que rodean a la capital. Lejos de los focos que iluminan a la Torre Eiffel y que hacen de París una de las ciudades más glamurosas del mundo. Drancy era un barrio conflictivo, pero el fútbol alejaba a los niños de la delincuencia. Y la vida de su hijo Rachid giraba en torno al balón que pateaba con sus amigos en las calles del ‘neuf trois’, como se conoce a su distrito: Sena-Saint Denis.
El pequeño siguió el consejo de su padre y con once años, abandonó el barrio y se fue a Lens. Imitó a los tuaregs asentados en las argelinas montañas del Ahaggar y empezó su particular trashumancia. “Afortunadamente, me fui porque allí puedes acabar muy mal”, cuenta Rachid que, pese a todo, adora su barrio y a su gente. Porque allí se ha quedado parte de su vida, su familia y sus amigos. Es francés, aunque se siente argelino. Pero sobre todo, de su barrio, del 93. Nació y creció viendo cómo su país señalaba a personas únicamente porque su tez era un poco más oscura. Como la suya. Como la de sus padres y hermanos. Ciudadanos de segunda, indignos de los centros de las grandes ciudades, obligados a vivir en suburbios como Drancy. Por eso, Rachid siente más cerca el país de origen de sus padres, a pesar de que apenas lo ha pisado en un par de ocasiones.
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“Nací en Francia, pero me siento argelino y sobre todo, de mi barrio, el 93”
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“Mi padre nos da libertad para elegir, pero me aconsejó irme a Lens cuando tenía once años” Felizmente, ni él ni su familia han sufrido el racismo en su propia piel. Pero podrían narrar decenas de historias que conocen porque las han vivido amigos, vecinos o compañeros. Chavales que se han quedado a las puertas de las discotecas del centro de París o niños que han tenido que escuchar insultos cuando sólo querían disfrutar jugando al fútbol. Rachid recuerda que “en un partido, cuando teníamos trece años, el padre de un jugador rival le llamó ‘puto negro’ a Kondogbia. Nuestro entrenador también era negro, salió del campo y se lo recriminó”.
otro, pero estuvo más rápido que yo y cuando se lo tiré, se apartó –recuerda, entre risas, Rachid–. Cayó todo el agua en la pared y casi nos echan”. No lo hicieron y ésa fue la primera de incontables aventuras. En el césped, también compartieron muchos minutos. Ambos formaban el centro del campo de un equipo en el que jugaban Raphael Varane o Masuaku, futbolista del Olympiakos. Pero el que destacaba entre todos era el espigado Rachid. El entrenador le eligió como mejor jugador del año, aunque “también valoraba el comportamiento en el día a día, las notas del colegio y además, fue sólo en nuestra primera temporada”, se excusa Rachid, casi por cortesía y ruborizado ante la comparación con estos jugadores de talla mundial.
Con Kondogbia compartió más que un vestuario. Geoffrey fue la primera persona a la que conoció cuando llegó a la escuela del Lens y con quien pasó el amargo trago de ver cómo sus padres volvían a París. Los dos tenían once años, y pasaron juntos aquel primer día, que pudo ser el último. “Estaba bromeando con él en las ofici- Los años en Lens fueron pasando. Y Rachid fue nas del club y me tiró un vaso de agua. Yo llené creciendo. Aquel niño que había empapado las
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“Cuando llegué a Lens entendí que no estaba allí para pasármelo bien; sino para ser futbolista” oficinas del club en su primer día fue madurando, guiándose por los consejos que su hermano Rabah le había dado antes de irse de Drancy. Rachid es diez años más joven que él y siempre le ha visto como a un padre. Pero de entre todas las lecciones que le había enseñado su hermano, una destacaba por encima del resto. Una que él mismo comprendió cuando llegó a Lens: “No vengo aquí para pasármelo bien, vengo para ser futbolista”. Eso de jugar al balón había dejado de ser un pasatiempo para Rachid. Era su futura profesión. Y tenía que prepararse para ello, como lo hacen los que quieren ser médicos o arquitectos. Lo tenía todo. Su fútbol iba evolucionando y formaba parte de una de las canteras con más prestigio del país. Incluso consiguió una de las 24 becas para formarse en el CRAFF, un centro de entrenamiento al que todos los niños querían llegar. Pero cuando estaba a las puertas del primer equipo, se las cerraron. Varias veces. Y tomó una decisión.
Él había llegado a Lens para ser futbolista. Y para ser futbolista se fue de Lens. “Estaba en el filial y me dijeron que si seguía trabajando como lo estaba haciendo, tendría un hueco en el primer equipo. Ya me lo habían dicho otros dos veranos. Pero no soy tonto; dos veces, sí; pero tres, no”. Un agente le buscó destino y un equipo español se cruzó en su camino. No conocía Gijón. Ni al Sporting. Pero no lo dudó ni un solo instante a la hora de tomar una decisión. Emuló lo que había hecho su padre, como él, con 20 años y con los temores propios de un chaval de su edad, hizo las maletas y abandonó su país. Acertó, porque en Mareo encontró las instalaciones que buscaba; y en Gijón, una ciudad con esa playa que tanto le encanta. Además, su carácter cariñoso y bromista pronto encajó con el de los españoles, que le gusta porque “es más familiar; en París no tienen tiempo para pararse a hablar unos minutos con alguien”.
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“Gijón es más familiar. En París la gente no tiene tiempo para pararse a hablar con alguien” Aunque está contento en Gijón, echa de menos a su familia y sus amigos del 93. Las nuevas tecnologías les acerca un poco, pero ni Whatsapp ni Facetime le han hecho olvidar la comida de su madre. Además, su religión apenas le deja disfrutar de la carne. Rachid es musulmán y sólo puede comer la que hay en las carnicerías ‘halal’. Encontrar una en Asturias es una misión imposible. O por lo menos, muy dificultosa. Sigue los preceptos del Islam, aunque evita que influyan en su vida deportiva. Aúna todos los rezos del día en los minutos que tiene libres por la noche, antes de acostarse. Y el aguante de su cuerpo marca el cumplimiento del Ramadán. Es el noveno mes del calendario musulmán y el más sagrado de todos. Rachid se esfuerza e intenta cumplirlo, pero depende de la exigencia de los entrenamientos: “A veces, cuando la sesión ha sido muy dura, no puedo evitar beber; pero si sólo hemos hecho ‘rondos’, aguanto hasta la puesta del sol”. Con el Ramadán comenzó esta pretemporada, la más especial de su carrera, la que le tenía preparado su debut en el fútbol profesional. Pero aquel partido en Soria, en la primera jornada de liga, no era la meta. Sólo una parte del camino que, con once años, comenzó el pequeño tuareg Rachid Ait-Atmane. Su destino estaba escrito lejos de sus raíces. Tenía que elegir: apostar por su sueño o vivir preguntándose qué habría pasado. Y Rachid fue a la montaña.
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La respuesta de Mareo Hay cosas que caen por su propio peso y cuyas evidencias persisten a lo largo de los años. Y es que, al igual que ocurre con los resultados, el tiempo da y quita razones a aquellos que llevan tantos años clamando por un Sporting de la casa. Es el caso de esa gente que, cuando vengan mal dadas, serán los primeros en aplaudir una apuesta que ha de ser tan firme o más en el apoyo a los de Mareo.
“Pido que el apoyo a los de casa y a Abelardo aumente cuando los resultados no sean tan positivos como los de ahora” El Sporting de este inicio de Liga tiene un bloque que ha aprendido a atacar y defender en bloque. Me gusta el espíritu colectivo y el compromiso individual de todos. Es algo contagioso. Acostumbrados al pasotismo de muchos y al conformismo de otros en temporadas pasadas, el resultado siempre se veía condicionado
Rodrigo Fáez Periodista @RodrigoFáez
por factores de dejadez que ya no existen. Por eso la grada no deja de apoyar. Y a la grada va dedicado este artículo. A pesar de que no se le puede poner ningún pero al equipo, el Sporting también tiene alguna laguna que esconden los buenos resultados. Por eso pido que el apoyo a los de casa y al Pitu sea constante y aumente cuando los resultados no sean tan positivos como ahora. Los chavales se lo merecen, El Pitu se lo merece, el cuerpo técnico y humano alrededor del Sporting se lo merece. Han conseguido un milagro del que todos han de ser partícipes y cuyo espíritu ha de llegar hasta final de temporada, resultados aparte. Son todos factores a los que agarrarse después de veinte años de sufrimiento. Es una generación que necesita tiempo, pero que tiene una calidad sobrada para que, a medio plazo, devuelvan todo este apoyo y confianza a la grada. Pero insisto que ese apoyo y confianza ha de demostrarse en las buenas, pero sobre todo en las malas. A seguir así.
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Dani Ndi
El fugitivo que encontr贸 su lugar Por Marta Tejerina Fotos: Gabino Jove
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“He trabajado mucho para llegar hasta aquí y ahora sólo pienso en seguir mejorando” Dani Ndi (Duala, Camerún, 1995) tenía solamente 14 años cuando dejó su casa y su familia para emprender un largo viaje y conquistar el sueño de ser futbolista. Un niño, con una maleta cargada de ilusión pero también de miedos e inseguridades, que se marchó a buscar fortuna a Inglaterra. Allí estuvo a prueba con el Manchester United durante seis meses. La cosa no fructificó, pero Dani se llevó de vuelta a Camerún la experiencia de haber entrenado, durante una mañana inolvidable, con futbolistas a los que hasta entonces sólo había visto por televisión. Aquella fue una etapa difícil que le sirvió para curtirse y aprender a estar solo, sin el respaldo de los suyos. “Lo pasé muy mal. Echaba mucho de menos a mi madre, el calor de mi casa, la comida… Fue duro”. Meses después de aquella experiencia, y tras regresar a Duala, Ndi volvió a marcharse lejos. Aterrizó en España, no sé sabe muy bien cómo. Él dice que durante un viaje con la selección sub 17 de su país, “decidí quedarme aquí”. Otras versiones hablan de un cazatalentos que le vio en Camerún, quedó prendado de sus cualidades y lo trajo consigo. Lo cierto es que Dani llegó a la Península con un permiso de estudiante y empezó jugando en el Colmenar Viejo, equipo de la Tercera División madrileña. Aunque por poco tiempo. Fue entonces cuando comenzó una aventura que le convirtió en fugitivo, quizás sin ser muy consciente de ello. Por entonces el chaval aún no había cumplido los dieciséis años. Lo único que se sabe con certeza es que Ndi dejó Madrid un buen día para viajar a Asturias, hacer una prueba con el Sporting y encontrar en Gijón un lugar en el que asentarse por fin. Entre medias, una rocambolesca historia (que todavía no ha concluido) de enfrentamientos entre descubridores, representantes, fondos de inversión y demás intermediarios, en la que hubo incluso denuncias a la policía por desaparición que se zanjaron con una carta firmada por sus padres en la que daban permiso a su hijo para viajar a Asturias. Dani, tan solo un adolescente, se vio inmerso en un sinfín de problemas y tejemanejes en los que no fue más que una mera marioneta. Su único propósito era jugar al fútbol. Todo lo demás resultaba incomprensible para él. Feliz por haber pasado satisfactoriamente el examen con el Sporting, su alegría volvió a truncarse.
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“He tenido que correr como un negro para vivir como un blanco. Me identifico con esa frase y por eso la digo muchas veces”. En medio de esta pelea de representantes por los derechos del futbolista, su permiso de residencia caducó. La normativa de la Federación Asturiana de Fútbol con respecto a los extranjeros menores de edad y sin documentación le impedía participar en cualquier competición nacional. Para solventar esta circunstancia, el club le envió cedido una temporada al Llano 2000, de categoría regional, donde disputó trece partidos, “y marqué siete goles”, dice orgulloso. Desde el primer día, el camerunés maravilló al cuerpo técnico y también a sus compañeros de equipo. La categoría se le quedaba pequeña, y así quedó demostrado con su meteórica ascensión. Nada más cumplir los 18 años, Ndi formalizó su situación y pasó a ser, a todos los efectos, jugador del Sporting. “¡Por fin!”, suspira. “Fue un cumpleaños muy especial, estaba deseando llegar a la mayoría de edad para solucionarlo todo y estar tranquilo en ese sentido”. Comenzó en el División de Honor, pero pronto se hizo un hueco en el filial, con Abelardo como entrenador, donde se consolidó y vivió momentos muy especiales. “El gol al Oviedo fue genial. En aquel partido salió todo bien”, dice recordando el 1-4 en el Tartiere. Hoy Tomás Hervás le considera uno de los pilares del Sporting B. Pero Dani, que está acostumbrado a encontrarse y vencer di-
ficultades, ya ha fijado su mirada en un punto más alto. Su debut en Segunda División frente a Osasuna le ha cambiado la forma de ver las cosas. Eso sí, no deja de repetirse a sí mismo que no hay que hacerse ilusiones antes de tiempo. Su objetivo es, de momento, entrenar con el primer equipo y ganarse la confianza del Pitu para seguir entrando en las convocatorias. “Todo ha ido muy rápido y muy bien en los últimos meses. He trabajado mucho para llegar hasta aquí y ahora sólo pienso en seguir mejorando para que Abelardo cuente conmigo. Fue una sorpresa entrar en la lista, una enorme alegría. El día del partido, cuando salí a calentar y después al campo…no lo voy a olvidar nunca. ¡Había 17.000 personas en El Molinón! Fue increíble”, recuerda excitado. Lo único que le faltó para que su estreno en la categoría resultase idílico fue marcar un gol. Lo intentó en dos ocasiones, pecando de cierto egoísmo. Los que le conocen bien dicen que cuando tiene el balón no puede pensar en otra cosa que no sea la portería rival. “Abelardo me dijo que tenía que haber visto a mis compañeros, me riñó un poco…”, cuenta sin parar de sonreír, aunque mostrando cierta timidez. “Yo quería gol, gol”, bromea al momento. La bronca no sería para tanto cuando, una semana después, en Barcelona, se estrenó como titular con el Sporting.
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“A mi madre nunca le gustó que me dedicase a esto. Pero ahora creo que piensa que hice bien al no hacerle ni caso…”. Dani Ndi es el chico de la eterna sonrisa. Escucha con atención, abre mucho los ojos para no perderse nada y no deja de reír de forma contagiosa. “He tenido que correr como un negro para vivir como un blanco”, repite constantemente. “Sí, es una frase que me gusta porque realmente lo siento así. La vida en mi país no es fácil, yo elegí luchar por una realidad distinta y para ello he tenido y tengo que esforzarme mucho cada día. Me identifico con esa frase y por eso la digo muchas veces”, explica. Lo que peor lleva de vivir en Gijón es estar lejos de su familia, a la que va a visitar al menos dos veces al año. “He estado allí en verano y trataré de ir también para Navidad”. Habla con ellos todos los días a través de Internet y les envía los vídeos de sus partidos. El de sus quince minutos frente a Osasuna ya lo han visto cientos de veces. “Están muy orgullosos y contentos. A mi madre nunca le gustó que me dedicase a esto, prefería que hubiese seguido con los estudios. Supongo que porque no lo veía algo seguro y porque, además, el fútbol me obligó a marcharme de casa. Pero ahora creo que piensa que hice bien al no hacerle ni caso…”, bromea. Florence es la persona a la que Dani echa más en falta. “Siempre he estado muy unido a mi madre, para todo. Pienso mucho en ella y eso me da fuerzas para seguir trabajando y luchando por este sueño”. Además de triunfar en el fútbol, su mayor deseo es poder dar una vida mejor a su familia. Como muchos otros jóvenes futbolistas africanos, envía dinero a sus padres para ayudarles con los estudios de sus hermanos (es el mediano de cinco). Su padre es electricista, su madre trabaja en un supermercado. “Mi ilusión es poder traerles a vivir conmigo a España algún día y estar todos juntos otra vez”. Su novia, también Florence (casualidad, o no), le espera en Camerún. “A veces estoy triste por no poder estar con ella, pero trataré de que pronto pueda venir conmigo”.
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“El día del partido, cuando salí a calentar y después al campo…no lo voy a olvidar nunca. ¡Había 17.000 personas en El Molinón! Fue increíble” Esta es su tercera temporada en Gijón y parece haber conseguido por fin la estabilidad. “Esta ciudad me encanta muchísimo”, dice en su español afrancesado. Desde este verano vive solo en un piso, antes lo hizo en una residencia, y asegura que se arregla muy bien. “Cocino todos los días, me gusta”. En su tiempo libre sale a pasear, ve películas y, sobre todo, se conecta a Skype para hablar con los suyos. Antes de cada partido se enfunda los cascos y la música africana le transporta a las calles de Duala. “Me gusta escucharla antes de jugar, me ayuda a concentrarme”. Hubo un tiempo en que se sintió un fugitivo, un niño perdido en un mundo de adultos que sólo quería jugar al fútbol. Hoy poco queda de aquel crío que se marchó de casa sin saber muy bien a dónde le llevaría su viaje. En el Sporting ha encontrado su lugar. “Estoy muy feliz”. Dani Ndi es un chico de pocas palabras. No las necesita. Su enorme sonrisa habla por él.
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C
uando un futbolista que milita en un club como el Sporting, donde se siente querido y orgulloso de vestir esa camiseta, decide cambiar de equipo para jugar en otra categoría, lo hace por varios motivos. Uno de ellos es poder jugar contra los mejores fut bolistas del mundo, enfrentarte en el mismo campo a gente a la que admiras, luchando por un mismo balón e intentando ganar a grandes estrellas que sabes que son mucho mejores que tú. A lo largo de mi carrera, he tenido la suerte de jugar contra grandísimos futbolistas, que serán recordados durante mucho tiempo, y también la de compartir vestuario con algunos de ellos. Para mí es un gran orgullo. Pero hay un jugador con el que no pude coincidir y me hubiera encantado: Zinedine Zidane. Es el jugador más elegante vi sobre un campo, junto a Michael Laudrup. Lo tenía todo: físico, dominio de las dos piernas, una visión de fútbol como pocos, un dominio de su cuerpo y del esférico colosal. Todos sus gestos y controles eran de una plasticidad y una elegancia que hipnotizaban. Pero es que, además, daba la sensación de que siempre anteponía el juego colectivo al individual. Estaba capacitado para, si quería, regatear a dos contrarios y marcar por la escuadra, pero normalmente optaba por darle pausa al juego y decidir el mejor momento para servir el balón a un compañero en la posición más favorable. Su último capítulo como futbolista será siempre recordado, después de tan exitosa carrera, por agredir y caer en el engaño de un ‘perro de presa’ italiano en la final de un mundial. Un final singular para un futbolista singular. Ahora Zidane empieza una nueva etapa como entrenador. Y me apena, a la vez que me indigna, que un jugador tan elegante, un icono del fútbol mundial, no se haya preocupado por sacar el título necesario para ejercer dicha profesión, cuando para un exjugador de su nivel sería un puro trámite. Resulta imperdonable. Como también lo es la postura del Real Madrid. No todo vale. Las reglas están para todos. A muchos de los que hemos admirado el fútbol de Zidane nos reconfortaría que hiciera el curso de entrenador, consiguiera el título y, entonces sí, aplicara en los banquillos la misma genialidad que tuvo en el campo.
PABLO ÁLVAREZ
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Dani Navarro
El escudero de los mรกs grandes Por David Gonzรกlez Fotos: Gabino Jove
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“Llevo dos décadas pedaleando. Es lo único que sé hacer en la vida” En el momento en el que levantó los brazos y gritó de rabia y felicidad al entrar el primero en la meta de Cabárceno, Dani Navarro sintió que todo lo anterior había merecido la pena. El trabajo en esa Vuelta a España, por supuesto, pero incluso los 20 años anteriores pedaleando sin parar. Ese día, el 5 de Septiembre de 2014, el ciclista del Cofidis se convertía en el primer gijonés que ganaba una etapa de la gran ronda española. Y, al mismo tiempo, lograba poner una muesca brillante en su palmarés. Porque aunque Dani haya sido un ‘currante’ que se ha esforzado para los más grandes, también ha sabido disfrutar de sus pequeños grandes éxitos personales. Aquella victoria en Cantabria, muy cerca de su casa, era la culminación de un camino que empezó cuando su abuelo le regaló su primera bicicleta. “Era un fanático del
ciclismo”, explica Dani, que se crió con sus abuelos durante los primeros años de su vida. “Ya siendo un poco más mayor, cuando tuve que elegir un deporte, mis padres me dieron a elegir: fútbol o ciclismo”. E igual que su hermano Borja eligiría el fútbol, Dani eligió la bicicleta. Por un lado para darle una satisfacción a su abuelo, pero también porque creyó que aquello podía dársele bien. “Llevo dos décadas pedaleando. Es lo único que sé hacer en la vida. Aunque no me ha ido mal”, dice entre risas. Lejos quedan ya sus inicios en la Escuela de Ciclismo Estel – Las Mestas, compaginados con los estudios. Dani logró acabar el bachiller, pero el paso definitivo a profesionales le hizo centrarse exclusivamente en su carrera deportiva. “Me he ganado la vida con ello, así que me considero un privilegiado”, dice el gijonés.
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Ciertamente, lo es. Desde que con 21 años dio el salto al ciclismo profesional, ha podido correr al lado de los mejores. Ha sido compañero de los dos ciclistas más grandes de la última década, pero su nómina de líderes ilustres va más allá de Lance Armstrong y Alberto Contador. Navarro ha corrido con y para Roberto Heras, Joseba Beloki, Igor González de Galdeano, Vinokourov o Klöden. “De todos aprendes”, asegura mientras repasa la cantidad de experiencias que ha vivido al lado de semejantes monstruos de la bicicleta.
El vínculo con Contador es mucho mayor. “A Alberto lo conozco mucho más. Desde amateur ya nos conocíamos. Es un tío súper competitivo, al que le gusta ganar a todo. Me acuerdo en una concentración jugando al ping-pong. Se picaba porque quería ganar siempre. ¡Y lo mejor es que ganaba siempre! (risas). Es un fuera de serie, con unas cualidades inmensas. Además, tiene otra gran virtud: en vueltas grandes recupera muy bien”.
Las relaciones no siempre son idílicas. Y varios años de compañerismo no cuentan ¿Qué tienen en común estos fenómenos cuando se visten maillots diferentes. Ahodel ciclismo? Dani Navarro lo tiene cla- ra ya casi está olvidado, pero Dani llegó ro después de convivir con ellos: a sus a enfadarse mucho con Alberto Contador cualidades deportivas hay que sumar el sólo tres días antes de la victoria del astuaspecto mental. “Psicológicamente son riano en la Vuelta. Fue en la etapa de San muy fuertes. Es admirable cómo afrontan Miguel de Aralar, cuando el pinteño anuló los momentos malos, que los tienen como varios ataques del asturiano, que buscaba cualquier ciclista. Tienen la cabeza tan el triunfo de etapa. Contador se amparó en metida en la carrera que se sobreponen a el argumento de que quería dejar atrás a todo. Cuando están mal, saben que los ri- Froome, pero a Navarro aquello le dolió. vales también lo pueden estar”. “Yo no pinto nada, iba a por la etapa y teEs inevitable preguntarle a Dani Navarro nía buenas piernas. Las oportunidades son por los dos nombres propios del ciclismo pocas y hay que intentar aprovecharlas. en los últimos años, Armstrong y Contador. Pero Alberto no me dejó ganar la etapa. “A Lance sólo le conocí un año, cuando re- Por eso estaba con rabia por dentro”, detornó en 2008. Es un tío muy profesional, cía el gijonés. Horas después, llegó otra y muy metódico. El trato fue más distante. Dani pudo desquitarse. Yo cuando empecé con él apenas hablaba inglés; luego empecé a hablarlo y a tratarle un poco más”, explica Dani.
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“A Lance sólo le conocí un año. Es un tío muy profesional, muy métodico”
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Porque al tiempo que realizaba un esforzado trabajo para sus líderes, Dani ha ido logrando éxitos personales. A la victoria en Cabárceno hay que sumar su décimo puesto en la general de la Vuelta a España 2014, el noveno puesto en el Tour de 2013, una Vuelta a Murcia, una etapa de la Dauphiné Liberé o una etapa en el Tour de L’ain en 2012. Éxitos en distintos puntos del globo, porque así es la vida del ciclista. En la última temporada, desde Enero a Septiembre, Dani no ha parado. Como cada año. Calcula que no en ese tiempo no ha pasado más de 40 días en su casa. “Y nunca más de cinco o seis seguidos”, explica. Por eso cuando la temporada llega a su fin, aprovecha el tiempo para estar en casa, relajado, y disfrutar de Raquel, su pareja, para la que tiene poca disponibilidad durante la temporada. “Ya no es sólo que no esté en Asturias, sino que cuando estoy no puedo salir, tengo que llevar una vida tranquila y estricta”. Aprovecha también para seguir a su querido Sporting, algo que también hace en las concentraciones y cuando viaja para competir. “Era socio, pero mi trabajo ya me impide ir”, explica. Son los sacrificios de un deporte que en los últimos años se ha visto salpicado por numerosos casos de dopaje. “Ahora eso ha cambiado radicalmente. El control es muy férreo”, asegura Dani, que tiene que estar permanentemente localizable. “Estamos controlados los 365 días del año. Siempre tienes que informar de dónde estás, y hay una hora obligatoria en la que
tienes que estar en casa. En cualquier momento pueden picarte a la puerta para hacerte un control; a mí me han hecho tres o cuatro en mi casa”. Es un control exhaustivo, pero Navarro lo aprueba. “Yo lo veo bien. Antiguamente dicen que era en casa donde muchos hacían cosas irregulares. Ahora eso se ha erradicado”, explica. Dani tuerce el gesto cuando se le pregunta si le gustaría que su hijo siguiera la tradición ciclista. “Preferiría tener una niña y que no le diera por la bici”, dice entre risas. Luego admite que “me gustaría que se dedicara a ello, pero sufriría bastante. Sé lo que es estar día a día en la carretera, que los conductores no te respeten como deben… Es un peligro constante”. Quizás eso haya influido en la falta de jóvenes que vengan a dar el relevo a los grandes profesionales que tiene ahora España. “Tenemos a grandes corredores: Alberto, Valverde, Samuel, Purito… Me ha tocado vivir una época muy dulce. Pero todos estamos ya por encima de los 30. Y no se ven relevos para los próximos tres o cuatro años. De Francia salen jóvenes buenísimos”, comenta preocupado. Lo achaca al hecho de que “en España sólo hay dos equipos y tampoco hay mucha gente en categorías inferiores. La crisis económica, problemas de dopaje han hecho mella”. Confía en que el proyecto de Fernando Alonso salga adelante para potenciar el ciclismo en España y en Asturias. Y quién sabe si, aunque no le haga mucha gracia, su futuro hijo pueda seguir sus pasos.
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Ana Villanueva
Una vida extrema
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“Hace tres años hice mi primera prueba en aguas abiertas. Desde entonces solo nado travesías”
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L
ejos de los focos mediáticos, de los grandes patrocinadores y de las audiencias millonarias se esconde lo que podríamos definir como el verdadero espíritu deportivo. Personas normales y corrientes que cada día roban tiempo al tiempo para poder entrenar, para superarse a sí mismos y para mejorar sus marcas en la próxima competición. Normalmente no pelean por medallas, ni siquiera por ser los primeros, se trata simplemente de luchar contra uno mismo para seguir adelante y tener la mayor satisfacción de todas: terminar el reto. Entre todos aquellos que cada día vemos corriendo por nuestras calles, o subidos a una bici o nadando en la piscina hemos querido rescatar la historia de una gijonesa, la de Ana Villanueva. En su cara se refleja la sonrisa del que disfruta con el deporte de tal manera que olvida el sufrimiento cuando el cuerpo ya no puede más o el encaje de bolillos que tiene que hacer con su agenda para que todo cuadre en el día a día.
Por Xuande Cimadevilla Fotos: Gabino Jove Ana siempre fue deportista. La natación es para ella un modo de vida aunque nunca pudo ser su medio de vida. Por eso, cuando se centró en sus estudios (es Licenciada en Químicas e Ingeniero Técnico) tuvo que dejar a un lado el deporte. Fue solo un paréntesis hasta que descubrió lo que realmente le gustaba: “Siempre me gustó nadar, lo dejé cuando tenía que estudiar más pero luego lo retomé. Volví a nadar en piscina hasta que hace tres años hice mi primera prueba en aguas abiertas. Desde entonces solo nado travesías y ahora busco pruebas de mayor nivel”. Fue así, prácticamente de la casualidad, como Ana se encontró con las pruebas extremas de natación. Una modalidad que comenzó a probar gracias al apoyo de otros compañeros: “Yo siempre he sido de nadar grandes distancias pero en piscina no existen pruebas de este tipo. Unos compañeros del Grupo que llevaban tiempo nadando travesías me animaron, decidí probar y así fue como di el salto”.
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Desde entonces se podría decir que no ha parado ni un minuto. Compagina el día a día de su trabajo con los entrenamientos y eso sin descuidar su vida familiar: “Me levanto a las siete de la mañana, trabajo todo el día y a las siete de la tarde me voy a entrenar. Sin embargo, cuando tengo alguna reunión de amigos o con la familia tengo que arreglarme para entrenar al mediodía. Por eso los fines de semana es cuando dedico más tiempo al deporte y a salir al mar”. Ana tiene por tanto una agenda muy apretada que solo funciona con dos cosas: organización y fuerza de voluntad. “Cuando estás todo el día trabajando, además de tener poco tiempo para entrenar tampoco tienes demasiadas ganas. Por eso hay que ser constante y pensar cuáles son tus metas para alcanzarlas. Eso es lo que te hace estar ahí en el día a día y seguir entrenando”.
sibles. En este deporte los patrocinios son aún muy escasos y por eso es importante compaginar las vacaciones con la participación en alguna de las competiciones: “En mi caso he podido encontrar un patrocinador para poder comprar el neopreno pero hasta ahora los viajes me los tengo que costear yo. Por eso aprovecho mis vacaciones para planificar las travesías en las que quiero participar. Es también una forma de conocer lugares a los que de otra forma nunca hubiera ido”. La natación, al igual que muchos otros deportes, vive el día a día en lo que al aspecto económico se refiere. La dificultad para encontrar patrocinios es enorme y por eso solo unos pocos pueden vivir de ello: “En el mundo de las aguas abiertas hay una liga a nivel mundial donde incluso hay algún español que se dedica a hacer pruebas de larga distancia durante todo el año. En cualquier caso son apenas dos En medio de todas esas horas de entrenamien- nadadores los que realmente pueden permitirse to y sacrificio Ana va cuadrando también las fe- vivir de esto”. chas para participar en todas las pruebas po-
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“En mi caso he podido encontrar un patrocinador para comprar el neopreno pero los viajes me los costeo yo”
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“Vivir de esto es muy complicado. Solo hay un par de nadadores que se dedican a entrenar y competir”
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“Me gustaría hacer la prueba de Islas Cíes. Dicen que es la más dura de las que hay en España”
Entrevista - GijónSport Las dificultades económicas en cuanto a patrocinios, la escasez de tiempo para poder entrenar y la obligación de compaginar el deporte con un trabajo no han sido motivos suficientes para que Ana Villanueva deje de hacer lo que más le gusta. En su caso participar y terminar no es lo único que está logrando ya que esta gijonesa también sabe lo que es subirse al podio: “El año pasado nadé La Bocaina, que es una prueba entre Lanzarote y Fuerteventura. Dicen que fue la peor edición de todas porque nadamos 17 kilómetros y el mar estaba en malas condiciones. Había mucha mar de fondo y muchas corrientes así que nos costó llegar a la costa. En cualquier caso tuve la satisfacción de llegar en segunda posición”. Canarias sigue siendo una zona de referencia para Ana aunque esta temporada también se atrevió a probar suerte en Baleares: “Este año he participado en la Cabrera-Mallorca y nadé el Mar de las Calmas en El Hierro, que son 18
kilómetros. Además una semana antes había estado en Cala Montgó para hacer una ‘ultra finisher’ de 22 kilómetros”. Por si esto fuera poco también se atreve con las pruebas en ríos: “En agosto del año pasado hice la ultramaratón del Ebro. Allí pude terminar primera de mi categoría y tercera en la clasificación general”. Todo son ya recuerdos y experiencias que han servido para que Ana Villanueva se vaya fijando nuevos objetivos para el futuro. De hecho, y aunque aún quedan meses por delante, en su cabeza ya se van perfilando los próximos desafíos a los que quiere hacer frente: “Hoy en día hay muchas pruebas y es difícil elegir. Hay una especial, que se nada en las Islas Cíes y que son 27 kilómetros. Dicen que es la prueba más dura que hay en España y el año que viene me gustaría intentarlo”. A Ana no le importaría tampoco mirar hacia pruebas más allá de nuestras fronteras y que incluso tengan una exigencia mayor. Surge así la posibilidad del ya tan famoso
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“El Cantábrico no es un mar para entrenar todo el año aunque procuro hacerlo en playas más estancas” Ironman, una de las pruebas más difíciles del mundo y que compagina natación, ciclismo y carrera: “Para hacer un Ironman necesitas mucho más tiempo para entrenar pero me gustaría poder hacerlo. La bici es muy exigente y para ello tendría que entrenar bien. El problema es que necesitaría tener más tiempo y ya no tengo de dónde sacarlo”. Mientras no descarta la posibilidad de dar algún día el salto hacia este tipo de pruebas Ana destaca también la calidad de las que se celebran en Asturias. Aquí, dice, hay cada vez más posibilidades para poder competir: “En Asturias hay cada vez más travesías. En Navia, por ejemplo, se batió el récord de participación y en muchas pruebas los dorsales se terminan en unos minutos. La gente que lo prueba se engancha y por eso yo animaría a dar el salto a aquellos que se
lo estén pensando”. La natación y las pruebas extremas en aguas abiertas quieren tomar de algún modo el relevo de la fiebre por el ‘running’. Queda sin embargo mucho camino por recorrer y más en una región donde entrenar todo el año es prácticamente imposible: “En Gijón no es fácil entrenar. El Cantábrico no es un mar para nadar todo el año aunque siempre puedes ir a playas más estancas y sin tanto oleaje como Poniente o El Arbeyal”. Llega por tanto el invierno y Ana Villanueva tendrá que centrarse de nuevo en la piscina. En compaginar su trabajo y su vida social y familiar con los entrenamientos. Como ella misma reconoce, lo que le sigue motivando es la superación personal. La misma que comparte con otras muchas personas que ven en el deporte un estilo de vida.
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