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El frontón Biscayne Jai-Alai, el huracán que creó al mito

Vascos en América, capítulo 5 El frontón Biscayne Jai-Alai, el huracán que creó al mito

Fotografías de David Quintas y textos de Martín Ibarrola.

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El zaguero de Ondarroa tenía entonces 15 años, vivía con un grupo de jóvenes pelotaris y jugaba en Miami a cesta-punta (o jai-alai, nombre con el que los estadounidenses bautizaron al mismo deporte). El escritor Francisco Turrillas relata que, cuando amainó el tempoAunque había nacido en tierra de galernas, Guillermo Amuchastegui temió por su vida al escuchar los aullidos del huracán, que entró en la costa de Florida la madrugada del 18 de septiembre de 1926.

ral, los deportistas se dirigieron instintivamente al frontón ‘Biscayne Jai-Alai’, agarrados de la mano para evitar las embestidas del ciclón. Al llegar, quedaron consternados. La techumbre había desaparecido, las ventanas no existían, faltaban las puertas y por todos lados había escombros. Aquellas paredes verdes constituían la arquitectura de su propio ser y las grietas del recinto las sentían como una herida propia. El frontón vecino de Hialeah, el primero de Florida, no sobrevivió al huracán. Mojados y sucios, los jóvenes pelotaris decidieron saquear un estanco volcado por el vendaval, porque “a falta de algo mejor, a fumar se ha dicho”. EI Gobierno americano ordenó que cada cual reconstruyera su vivienda, y los vascos, que en la catástrofe no eran diferentes a los hijos del país, tuvieron que cambiar “la cesta por el cesto”. Guillermo sufrió entonces una grave crisis: ya no quería ser pelotari... y mucho menos albañil. Se dejó seducir por un amigo de dudosa reputación y escapó a Nueva York, donde conoció las largas y clandestinas noches de la ley seca. Veinticinco días después, volvía a Miami escoltado por policías y con dos míseros dólares en los bolsillos. De su amigo no volvió a saber nada, pero él ya había forjado la leyenda. Con el tiempo, Guillermo logró ser tan arrollador en la cancha como aquel huracán en Florida. Los cronistas contaban que tenía las piernas más fuertes y rápidas del jai-alai: “Mientras el resto de zagueros espera a la pelota, él, igual que un tigre hambriento, sale a buscarla”. Cosechó éxitos por todo el mundo y cuando cumplió los veinte años ya ganaba dos mil duros mensuales, una cifra escandalosa para la época. La ciudad que vio crecer al mito floreció entre las ruinas, aunque la cestapunta no recuperó su popularidad hasta 1935, cuando el poder legislativo de Florida legalizó el sistema de apuestas en el jai-alai. Para 1978 el

En diciembre de 2020, ‘Goiko’ probó una nueva cesta y lanzó la pelota a una velocidad de 313 km/h, superando el récord histórico vigente

estado estadounidense ya contaba con diez frontones. Allí arribaron puntistas históricos como el vizcaíno ‘Katxin’ Uriarte, que compartía una curiosa característica con Guillermo: ambos eran zurdos que “cambiaron” de brazo para poder competir (los jugadores sólo jugaban con la diestra). Tristemente, a partir de las huelgas de 1988 la cestapunta de Florida inició una lenta decadencia y ahora apenas sobrevive en el interior de algunos casinos, que aprovechan sus peculiaridades legales para conservar las tragaperras y las apuestas de póker. Por fortuna todavía hay quien sigue forzando los límites del mimbre. En diciembre de 2020, ‘Goiko’ probó una nueva cesta y lanzó la pelota a una velocidad de 313 km/h, superando el récord histórico vigente y rescatando aquellos viejos eslóganes que iluminaban la noche de Miami: “Jai-alai, ¡el deporte más rápido del mundo!”.

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