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La Fiebre Mineral: Entre la Calentura Ideológica y Generacional
Es común identificar los grupos jóvenes y progresistas con aquéllos que abogan por el uso de las energías renovables. El paradigma de las generaciones “quejosas” lo encarna Greta Thunberg quien, entre otras acciones, se resiste a la injusticia climática al convocar un paro global de ir a la escuela. En mi niñez, cuando la crisis climática ni pintaba en el horizonte, hubiera sido feliz si una líder global me hubiera empoderado para exigir a mis padres faltar al colegio, so pena de corresponsabilizarlos del apocalipsis del planeta. De joven, hubiera sido necesario que tuviera fiebre para quedarme en casa. El calentamiento de la atmósfera era improcedente como argumento para no asistir a clase.
Miriam Grunstein lleva una vida en el sector energético, y más que sólo otra analista, prefiere ser su cronista.
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Luego han brotado grupos que, así como se oponen a la cultura “extractivista” del petróleo y gas, hoy denuncian también los riesgos de la explotación minera como una amenaza ambiental expansiva y letal. El dilema aquí es que los minerales, al menos al día de hoy, son irónicamente consustanciales a la transición energética. La fiebre por los minerales “críticos” incluso ha llegado a las petroleras más tradicionales.
Exxon, la petrolera de petroleras, acaba de adquirir los derechos de perforación de una buena tajada de Arkansas para extraer litio, que hoy se codicia para la manufactura de baterías para los autos eléctricos, celulares, y laptops. Huelga decir que sin estos dos últimos las campañas de Greta tal vez no irían mucho más allá del perímetro de su depa en Estocolmo. Si bien la vehemencia de la joven maravilla ha logrado que los Thurnberg ya no vuelen, sus mensajes tienen las alas de las redes sociales. Así, por más que Greta pretenda vivir libre de gluten y de combustibles fósiles, su estilo de vida, presente y futuro, están inexorablemente “mineralizados”.
Arranca así la carrera por los minerales y los gobiernos no se quedarán atrás. Hace sólo unos días, el congreso chileno aprobó un incremento al impuesto sobre el litio, cuya entrada en vigor está pendiente de ser aprobada por el presidente Gabriel Boric. Estas medidas encarecerán la transición hacia la electromovilidad y también la generación con energías renovables.
El alza en los impuestos de los minerales, que será una tendencia mundial e imparable de cara a este boom, detonarán aún más el llamado “nacionalismo por los recursos”, los disparos fiscales, y elevarán los costos de la transición. En México, acaba de ser aprobada la reforma a la Ley Minera, con un aumento significativo de intervención estatal, la cual, según diversos grupos de derechos humanos, se quedó corta. Según declararon, la minería es de por sí pérfida y debe ser detenida. Entonces, ¿qué será de todos los insumos mineros para la transición energética?
Algunas de estas organizaciones pregonan el evangelio del “decrecimiento”, lo cual es en realidad un lujo, siempre y cuando ya hayas vivido y gozado lo suficiente, gracias a los prodigios de la industrialización. Por otra parte, en un país donde la gran mayoría no han vivido el desarrollo, el discurso que aboga por decrecer es insultante. Si hay decrecimiento en México, como en el resto de los países en desarrollo que son ricos en recursos naturales, se condenará a toda esa capa social, a andar en terracería con huaraches y taparrabos. Si de justicia social se habla, la maldición no está en el recurso sino en los desatinos que se cometen al regular su explotación.