Discurso gobernador, 25 años de la constitución de 1991

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Discurso del gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez Celebración de los 25 años de la Constitución de 1991 Antioquia toda agradece a la Honorable Corte Constitucional la feliz idea de celebrar en Rionegro este significativo acto de los 25 años de la Constitución que hoy nos rige. En esta emblemática Casa de la Convención nació la Constitución de 1863, uno, como lo dijo el señor Presidente de la República, de los acontecimientos más importantes de la historia pasada, cuando se promulgó la Constitución de los Estados Unidos de Colombia. La de 1863 fue la Constitución de las libertades, libertad política, libertad para expresar la manera de pensar, libertad de la palabra, libertad de imprenta, libertad de enseñanza, libertad para trabajar, libertad de culto, libertad para vivir. Podríamos decir que en 1863 se desenjaularon todas las libertades. Se regó el cuento que Víctor Hugo desde Francia, manifestaba que la Constitución de Colombia de 1863 era para ángeles y no para hombres, por sus elevadas aspiraciones humanas. Nuestro Nobel García Márquez dice que lo de Víctor Hugo fue una bola que echaron a rodar sin fundamento. En el libro “El amor en los tiempos del cólera”, decía: “alguien dijo que Víctor Hugo había dicho, sin que nadie lo hubiera oído, que en realidad nuestra Constitución era para un país de ángeles y no de hombres. De todas maneras, haya sido o no cierto, desde 1863 y desde estas montañas respiramos los antioqueños y los colombianos los perfumes de las libertades. Leyendo anoche unos documentos me sorprendió que nada gustó la Constitución de Rionegro al presidente Rafael Núñez, pues el 10 de septiembre de 1885 desde el palacio presidencial anunció textualmente: “La Constitución del 63 ha dejado de existir, sus páginas manchadas han sido quemadas entre las páginas de la humanidad”. Y fue así como con el triunfo de la regeneración nació la Constitución del 86 que estuvo vigente hasta 1991. La Constitución de 1991 dio paso a un nuevo rumbo jurídico: Igualdad, dignidad y libertades individuales, volvieron a ser predominantes en la vida nacional, con mucha cercanía a los bellos principios de la Constitución de 1863. Para los que somos novatos en estos asuntos jurídicos y observamos de lejos los cambios que traen las normas, nos parece curioso cómo la evolución de las normas y de las leyes transforma el comportamiento social y la cultura ciudadana. Por ejemplo: los hijos naturales han variado en derecho desde tiempos ancestrales; primero los hijos naturales llegaron a ser calificados como hijos de “dañado y punible ayuntamiento”, pasaron de ser negados sin derechos a valer la mitad de un hijo legítimo por los años 40 y, luego, a partir del 82, volvieron a valer igual a un hijo legítimo y la sociedad logró absorber e interiorizar esos cambios de una forma pacífica.


Con los homosexuales la ley ha ido variando severamente, hasta 1980 ser homosexual era un delito y ahora la evolución ha sido aun mayor, cambiando y aceptando pacíficamente la sociedad estas diferencias. Siguiendo con los humildes, con las muchachas del servicio la ley también ha evolucionado positivamente y hemos sido capaces de devolverles a ellas unos derechos que nunca tuvieron. Esto nos quiere decir que las normas son capaces de transformar el interior de los ciudadanos. Ahora vamos hacia la paz. Si un país no tiene unanimidad alrededor de la paz es porque no tiene conciencia y es porque quiere oscurecer el futuro. En estos días, cuando rondan vientos de paz, la legislación debe avanzar en variadas normas transicionales. Desde mi trabajo callejero como gobernador de Antioquia y cercano a la gente, como me gusta trabajar, muy respetuosamente quisiera sugerir dos temas para que no se atranque la paz: Uno se refiere a qué tratamiento les vamos a dar a los campesinos y otro se refiere a cuáles van a ser los nuevos estilos de justicia que vamos a crear en el futuro cercano. En Colombia y en Antioquia, miles y miles de campesinos cultivan la coca y hacen de una forma artesanal la pasta de coca; esos campesinos reciben un promedio de $700.000 pesos mensuales por su trabajo. Esos campesinos no son empresarios, esos campesinos no son asalariados de los que están haciendo el negocio ilegal de la droga y, en otros casos, de la minería ilegal. Un campesino me preguntaba hace poco que si él se tenía que desmovilizar porque venía durante muchos años trabajando para las FARC, y una señora campesina nos decía a los generales que ella llevaba 25 años trabajando como asalariada de las FARC, que había construido una familia de 5 hijos que también hacían lo mismo y que si ella toda la vida había logrado sobrevivir por ese salario que tenía, que se hacía hasta matar si le quitaban ese trabajito. Esto nos debe llevar a una reflexión: si son esos campesinos víctimas o si son miembros de una cadena ilegal que eventualmente los organismos de justicia tendrían que judicializar, y eso nos debe llevar a que prontamente hay que adecuar las normas en favor de esos campesinos o si no será casi imposible que avance la paz; y de otro lado también en ese trabajo callejero de un gobernador, en las zonas de violencia y de guerrilla la justicia es muy distinta a la que tiene la Constitución y a la que se ejerce en Colombia. Allá existe la pena de muerte, por allá se permite la tortura, los problemas hogareños los resuelve la misma guerrilla, los jueces laborales actúan de una forma diferente, los permisos ambientales los expide la guerrilla o las bacrim, pero no las autoridades ambientales. Allá se permite la justicia por mano propia. Por eso, con respeto, sugiero que se necesitan nuevos estilos de justicia en este proceso de paz donde estamos todos comprometidos.


Si la norma ha evolucionado para los hijos naturales, si la norma ha evolucionado para el trato a los homosexuales, si la norma ha evolucionado para tratar dignamente a las muchachas del servicio y en muchos otros casos, es necesario también que la norma evolucione para ayudar al señor presidente de la República para alcanzar la paz para Colombia. Finalmente, para celebrar los 25 años de la Constitución, con el mayor respeto y humildad, quiero dejar dos inquietudes de ciudadano y de dirigente. El primero se refiere a los servicios públicos: los servicios públicos en la vida moderna se meten cada vez más a la canasta familiar. Para los estratos bajos el gasto en servicios públicos es cerca del 22 % de sus ingresos y ellos destinan solamente el 11% para educación; muy lamentable que en un país se invierta el doble en servicios públicos que en educar a sus hijos. Esa evolución que han tenido los servicios públicos demanda que el Congreso de la República se apersone nuevamente de legislar sobre servicios públicos. Desde 1992 el Congreso delegó en la CREG y en otras pequeñas instituciones dirigir la política de los servicios públicos. La CREG y otros pequeños organismos legislan como si fueran el Congreso de la República, hacen y deshacen ante la angustia de los ciudadanos. Desde 1992 el Congreso se deshizo de sus funciones de legislar sobre servicios públicos y la entregó indefinida y eternamente a privados nombrados por el señor presidente de la República. No parecería ser el objetivo de la Constitución, no parecería el espíritu de la Constitución, permitir que el Congreso de la República se deshaga de por vida de esa función tan importante, de legislar sobre servicios públicos. Otro peligro que se viene consolidando en Colombia, es el peligro de la recentralización. El señor presidente de la República Juan Manuel Santos, con el Congreso y la Corte Constitucional, han hecho desarrollos certeros sobre los derechos sociales de los ciudadanos, pero esos derechos para cumplirlos requieren recursos y ante las dificultades temporales económicas del gobierno y ante una corrupción cabalgante que se lleva gran parte de los recursos públicos, a las regiones les están entregando multitud de funciones y competencias sin presupuestos. En salud, por ejemplo, estamos caminando casi que a una recentralización que por ende nos puede llevar a una crisis nacional. Si no se defienden las regiones podríamos estar llevando el país a una recentralización que es la negación de la Constitución. Tenemos entonces en Colombia historias de guerra; nos toca ahora construir las historias de paz. Alcanzar la paz es una tarea también de las normas. Necesitamos alistarlas para que logremos la paz y algo que puede ser más importante, para terminar, los que trabajamos pensando en el futuro creemos que la mejor manera de honrar los 25 años de la Constitución colombiana es pensar y desarrollar normas y acciones que impidan que en el país nazcan nuevas guerras.


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