70 Una mirada al pasado. Un horizonte hacia el futuro. Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
2º edición
70 Una mirada al pasado. Un horizonte hacia el futuro.
70 Una mirada al pasado. Un horizonte hacia el futuro. Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
2º edición
©2020 Primera Edición 2014 Autor: Endika Gómez de Balugera Gutiérrez Diseño y maquetación: Endika Gómez de Balugera Gutiérrez Prólogo: Ana Rosa Gutiérrez Manzano Fotografía: Fuensanta Manzano Fernández Revisión: Mónica Serentil i Rubio Deposito Legal: E. 3.416-2020 ISBN: 123-45-678-9001-5 gomezdebalugera Calle de las Blanquerias nº7 3º-3ª Valencia Tlfno: 657773700 www.gomezdebalugera.com
A mi Abuela, que con sabidurĂa de Dios me ha enseĂąado a ser quien soy hoy. Gracias por tu paciencia, por enseĂąarme el camino de la vida, gracias por tus consejos, por el amor que me has dado y por tu apoyo incondicional en mi vida.
Capítulo 1
Una mirada al pasado Capítulo 2
Su infancia Capítulo 3
Nuevas responsabilidades Capítulo 4
Empezando a madurar Capítulo 5
Nuevos horizontes Capítulo 6
Iniciando su familia Capítulo 7
Mamá y papá Capítulo 8
Preocupación maternal Capítulo 9
Adaptarse a estar solos Capítulo 10
El Yo presente Capítulo 11
Horizonte hacia el futuro
Prólogo
Me han pedido que escriba el prólogo de este libro, no podía decir que no, el horizonte que proyecta es muy bueno, esperemos que este horizonte, sea el modo de vida de quien lo ha propuesto. Es un libro especial, muy emotivo y lleno de recuerdos del ayer. Es un libro escrito por mi hijo y dictado por mi madre, por lo que los horizontes que hay puestos en él son muy positivos. En él, mi madre, ha querido plasmar todos sus sueños, sus vivencias y sus expectativas en la vida. Ilusionada ante la propuesta del nieto, se pone manos a la obra y al dar vueltas a la cabeza empieza a recordar cual eran los horizontes que, de pequeña, tenía en aquel humilde y pequeño pueblo de la comarca de la Armuña en la provincia de Salamanca. Esos horizontes se ven reflejados en las decenas de dedales, que, sus seres queridos, le obsequian cuando vienen de alguno de sus viajes, son horizontes alcanzados que comparten con ella y ella, se ve reflejada en ellos, al ver que los suyos los han realizado. Esos dedales tienen significados distintos, dependiendo de la persona o personas que se los hayan regalado, cuando los mira, en cada uno de ellos recuerda las anécdotas contadas por sus viajeros. Tiene especial significado el que está reflejado en la portada de este libro, es el dedal de su madre, mi abuela Magdalena, con el que se ha protegido de tantos empujones a la aguja en sus costuras, cuantos remiendos en sábanas ha ayudado a coser, cuantos trozos a ayudado a poner en los pantalones, en los sacos, en los patucos que usaban los hijos y marido cuando iban a trabajar al campo y a la era… Qué gran mujer, que buen ejemplo diste a tus nietos e hijos, a Fuensanta en especial, o ella así lo refleja y manifiesta siempre que puede. Grandes horizontes para tus hijos eran los que tenías. Gracias abuela. Mamá, gracias por compartir con nosotros todos esos secretos que tenias guardados en los rincones de tu memoria, ellos quedan reflejados en estas líneas, para que copiemos y sean horizontes para los que contigo vivimos. Que todos los horizontes que tú no has podido alcanzar, los haga realidad alguno de los que lea este libro. Ana Rosa Gutiérrez Manzano
Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
Una mirada al pasado
Fuensanta Manzano Fernández nace en Pajares de la Laguna, un humilde y pequeño pueblo al norte de Salamanca, que con unos 400 habitantes, le acogió en su seno un 12 de abril de 1944. Nace en una familia de clase media dedicada a las labores del campo y a los animales. Su madre, Magdalena, se caracterizaba por ser una persona trabajadora y buena, a la que le gustaba ayudar a la gente. Ella tenia que cuidar de su padre, el abuelo Hilario, que estaba enfermo. Para Fuensanta, su madre fue la mejor. Dedicada a la casa, siempre tenia un buen consejo para dar al que lo necesitara. Su padre Manuel al que llamaban Manolo, era un hombre que se dedicaba a la agricultura, trabajando de sol a sol, para que siempre hubiera un plato sobre la mesa para su familia. Era un hombre callado, buena gente. En invierno, cuando no se podía salir al campo hacia de madera diversos objetos para la labranza, también solía hacer algo de vino, iba al molino hacer harina, para hacer el pan. Siempre le tocaba a Fuensanta ir al horno hacerlo. Con los dueños del horno hacían otanas grandes y pequeñas. En una amplia familia de seis hermanos nuestra protagonista es la tercera del matrimonio. Los dos primeros hijos de Magdalena, Venancio, hoy ya fallecido, y Juan, son de una relación anterior a Manolo, ya que tras la guerra, la buena y trabajadora madre, enviudo, y años mas tarde se casó de nuevo con el hermano de su primer marido. Antonio y Mariana, son los dos primeros hijos del matrimonio, que junto con Juan, tuvieron ma15
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yor complicidad con Fuensanta, debido a la cercanía en edad entre todos ellos. La última hija del matrimonio, Ana María, que es conocida por la familia, como “Ana Mari”, se lleva siete años de diferencia con la que hasta entonces era la hermana menor, Fuensanta. Para nuestra protagonista, el nuevo bebé fue como un muñeco con el que jugar, siendo en la actualidad, la persona con la que esta mas unida, debido a la situación geográfica. Todos juntos eran una verdadera piña, les gustaba jugar a las mismas cosas juntos, como por ejemplo al escondite, al que jugaban junto a sus múltiples primos, en una de las casas del pueblo. Fuensanta, solía ir a jugar, sobre todo, donde su prima Inés a la que cariñosamente la llamaban “Inesita”, impedida desde pequeña, a hacerle compañía, y a jugar con ella. Ellos vivían en una casa de planta baja, hoy ya, con más de 200 años, en la Calle del Pozo, hoy en día, Plaza de Beato Isabelino Carmona, en el centro del municipio de la Armuña. Un casa hecha de adobe, con techos de madera y suelos de piedra y baldosa hidráulica. Para entrar a la vivienda había que cruzar una puerta de doble hoja de madera. Al pasar bajo el portón te encontrabas con un amplio portal con un suelo de piedra roja y los techos de madera que servia de distribuidor principal de la vivienda. Desde el portal de podía acceder al resto de estancias de la casa, como la sala, las alcobas, el sobrado (o desván), las cuadras y la cocina. Tras pasar un pequeño pasillo con ventana al portal, llegabas a la cocina. En esta destacaba sobre el resto de elementos, una larga chimenea central de piedra, que se utilizaba para ventilar la cocina y vaciarla de humos, ya que por aquella época, la lumbre se hacia en el suelo intentando con ello lidiar los fríos inviernos de la meseta castellana. Como anécdota, comentar que en esta estancia tenían una mesa de color verde, que media, mas o menos, un metro cuadrado y en la que comía diariamente toda la familia, nueve personas (nuestra protagonista con sus 5 hermanos, Magdalena y manolo, los dos hijos de Magdalena del matrimonio anterior y el abuelo Ildefonso, que vivía con ellos en la casa). En la parte de atrás de la casa tenían un corral para los animales. En este, estaba el pozo, del cual se servían de agua, tanto para el uso animal, como para el consumo doméstico. Para poder sacar el agua usaban una polea, y 16
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una herrada. En la actualidad el pozo tiene una tapa y un candado, por el peligro que es para sus nietos, y aunque, nunca a pasado nada, pero como dice el abuelo, hay que prevenir. En el sobrado (parte superior de toda la casa), almacenaban el grano de la cosecha del verano, que usaban como alimento de los animales, y a su vez como aislante de la casa en los meses de invierno. Además la casa contaba con una pequeña bodega, a la que se accede desde el cuarto tinajero junto a la cocina, en ella se colgaban los productos de la matanza para su curación; también posee un pequeño pajar al que se accede desde la calle, en el que, como su propio nombre indica, se guardaba la paja para los animales, se le conocía y conoce como el caseto. En medio del pueblo, junto a su casa, había un pozo rectangular, con un brocal de metro y medio, lo llamaban el pozo bueno, no se el porque. Siempre que pasaban por allí, se acercaban y asomaban. En invierno al anochecer, se reunían los mozos a charlar de sus cosas junto a el.
Familia Manzano-Fernández. (De dcha. a izda. y arriba a bajo) Toño, Marina, Magdalena, Fuensanta, Manolo y Ana María.
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Su infancia
A los cuatro años, Fuensanta, intentó saltar la puerta de la casa familiar, que era de dos hojas, de madera ruda y pesada, lo único que consiguió fue romperse un brazo. Le llevaron al médico del pueblo, este vivía en, La Orbada. Un pueblo pequeño a tres kilómetros de Pajares. Este trayecto lo hicieron en un carro. Al día siguiente, tuvo que ir a Salamanca donde se lo escayolaron. Ella le decía a su hermana la mayor:-Rómpete un brazo que así te llevan a Salamanca-. Puesto que no les llevaban ni para comprar los zapatos. Para comprárselos les ponían un pie sobre una mimbre, que era donde cogían la medida, la cortaban, y eso era lo que usaba para comprarlos, si les gustaban bien y sino también. A los cinco años de edad, comenzó la escuela, para acudir a ella solo tenia que cruzar la plaza Mayor del pueblo. La escuela, situada en la plaza del pueblo, donde hoy en día se encuentra el centro Cultural la Laguna, era mixta, con una única aula, sin servicios, y con las paredes de piedra y los suelos de madera, el encerado, se encontraba pintado sobre el muro. Su primera maestra, hoy en día en su recuerdo, se llamaba Julieta. A la escuela le acompañaban sus tres hermanos mayores, que compartían clase junto a ella, aun estando en cursos distintos. La escuela, contaba con pupitres y mesas corridas de madera, unos bancos de madera plegables, unidos entre si. Para escribir, usaban tinteros y plumas, y una tinta casera que fabricaban en la misma escuela a base de agua y polvos. La escuela no era como las de ahora pero, tenía su encanto. 18
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Cuando salían al recreo a plaza frente a la escuela, y tras tomar la leche en polvo que les daban, que según decían, se la mandaban los americanos, de vez en cuando solían hacer alguna judiada a una tía que vivía cerca de la escuela, la tía María, como fue conocida por todo el pueblo. De la anécdota que más se acuerda nuestra protagonista, vamos, mi abuela, es de una que le liaron con unos vasos de agua. Tal y como explica Fuensanta, ella, junto con sus hermanos fueron a pedir agua a su tía, y después, sin beberla, la dejaron caer en el portal de su casa, dejándoselo, echo un cristo. Otra de las maestras del salmantino pueblo, se llamaba Raquel. Esta se echo novio, al que escribía todos los días. Al no haber buzón en el pueblo para echar las cartas, tenían que salir al coche de línea para que cualquier persona que fuera a Salamanca, la echara en un buzón. Raquel siempre le mandaba a nuestra protagonista, ha que realizara la misión. Fue una buena maestra, y hace pocos años que Fuensanta la vio, ya muy mayor, le hizo muchísima ilusión, porque la reconoció, y hasta se acordaba de su nombre, buena memoria la de la profesora. Tras la escuela, solía ir a jugar con las muñecas de trapo que le hacia su madre, o junto con sus hermanos y primos, a algún juego tradicional, de esos que todavía se ven en las plazas y parques de algunos pueblos, como el juego de la gallinita ciega, pero a eso, solo jugaban las chicas. Su tío Pablo, hermano de Magdalena, era su padrino de pila, fue el que eligió su nombre, por una novia que tuvo y que se llamaba así. A pesar de tener, tres hijos, dos chicos y una chica, estaba muy unida a él, tenia una tienda mercería, bueno mercería…. tenia de todo. Ella, en el pueblo, solía pasar mucho tiempo en su casa jugando con sus primos. Después se vino a Baracaldo, y se veían menos. Su madrina Fidela vivía en Madrid, a esa si que la veía poco o nada, aunque sus padres vivían en el pueblo, iba poco a visitarlos. Cuando ya tuvo teléfono, se comunicaba más a menudo con ellos. La familia tenía dos vecinas jóvenes ya casadas, cuyos maridos trabajaban fuera del pueblo. A estas les daba miedo estar solas por la noche, y se solía ir Fuensanta a dormir con ellas. Una de ellas, Juana, solía ir a coser a la casa familiar por las tardes, un día, el marido le llevo una chaqueta para que le cosiera un bolsillo y se llevaron una gran sorpresa 19
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porque la chaqueta tenia un ratón metido en el bolsillo, al verlo salieron todos corriendo del portal, y el bolsillo no se llegó a coser. A los siete años Fuensanta, empezó a prepararse para la primera comunión, en la iglesia de el pueblo, una iglesia de nueva construcción dedicada a San Pedro. Como catequistas estaban las chicas jóvenes del pueblo, arropadas y dirigidas por el cura Don Adon. La primera comunión, tal y como cita nuestra protagonista la hizo, si no recuerda mal, con cuatro chicos y tres chicas, de su edad. Ella llevaba un vestido blanco de organdí heredado de su hermana mayor, Mariana. Para ese día acudieron también al pequeño pueblo salmantino los padres de Manolo, los abuelos paternos de Fuensanta, que vivían en un pueblo cercano, la Orbada, para celebrar junto a su nieta ese día. En aquella época, en la cual el catolicismo era la religión oficial del estado, no había regalo, el único regalo era el encontrarte con Dios, aunque el mejor de todos ellos era el cariño de tus familiares. En esos años el horizonte de mi abuela, era vivir junto a su familia, y disfrutar, todo lo posible de la vida, debido a que con su corta edad aún no tenia ningún otro objetivo que cumplir.
Magdalena junto a sus nietos subidos en un burro en la antigua Plaza del Pozo. De fondo la Iglesia de San Pedro Apóstol. 20
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Nuevas responsabilidades
Cuando nació su hermana pequeña Ana María ya anteriormente citada, Fuensanta y sus hermanos ayudaban a su madre a cuidarla. En lo que Magdalena hacia las labores de casa y salía al campo a trabajar para que todos pudieran comer, ellos se encargaban de la recién nacida. Según iban creciendo se les iban creando mas tareas, y responsabilidades en casa. Entre ellas estaba el ayudar en las tareas domesticas o ir a lavar a tres kilómetros del pueblo con las alforjas del burro llenas de ropa. A veces tenían que ir dos días seguidos. También solían lavar a las afueras del pueblo, donde había unos charcos que en los meses de lluvias cogían mucha agua, y donde le tocaba ir a lavar en el invierno y primavera. A Mariana, por ser la mayor, también le tocaba ir a coser, en cambio, a Ana Mari, por ser la pequeña, no le tocaba hacer ninguna de las tareas. A Fuensanta y por ser la del medio, le tocaba hacer las labores mas fuertes y peores de la casa y del campo, y no podía protestar, las tenia que hacer si o si. Entre otras cosas, en el pueblo, también le toco hilar la lana de las ovejas. Su abuela paterna Rosa fue la que le enseño. Por aquel entonces los abuelos eran de otra manera, no tenían tanto tiempo para contemplar a sus nietos, ya que estaban muy ocupados con las labores del campo.
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A la abuela materna no la conocieron, pues murió cuando su madre, Magdalena, tenia 9 años. El abuelo materno, Hilario, como vivía con ellos en la casa familiar, era otra cosa. Mientras le cuidaban, que era otra de las cosas que tenían que hacer cuando estaban en casa, este les hablaba y explicaba cosas que él había vivido en su juventud. Como anécdota decir que a 500 metros del pueblo y a pesar de ser de secano había una fuente manantial. Cuando sol estaba bajo y apunto de anochecer, las chicas cogían el cántaro e iban a por agua, a ella que todavía era una cría, le tocaba llevar un botijo. Las chicas mayores, si tenían ya novio, aprovechaban la ocasión para verse. Con el tiempo la fuente se seco, pues hicieron un pozo al lado para una huerta de remolacha, y le robo el agua. Actualmente se puede seguir viendo la fuente, aunque está medio tapada y llena de maleza. En el pueblo siempre se dijo que el agua de aquella fuente era el mejor agua de toda la comarca para cocer los garbanzos y las lentejas.
(Izda.) Fotografía de la cartilla escolar de Fuensanta. (Dcha.) Trillando con los bueyes en la Era del pueblo.
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Empezando a madurar
Pasados unos años, los hijos del matrimonio, ayudaban a sus padres en el campo recogiendo lentejas, garbanzos, segando trigo, acarreando la miés, para después trillarla o escardaban las lentejas y los garbanzos. Con 11 años poco más o menos, Fuensanta fue a Salamanca a ver, en casa de unos amigos de sus padres que tenían 9 hijos, las procesiones de Semana Santa. Ella aún recuerda con mucho cariño, que el hombre de aquella casa, se levantaba por las noches para llevarles a ver las procesiones nocturnas. Fuensanta siempre ha sido una mujer muy trabajadora, y ya con 12 o trece años, a la hora de salir al recreo en la escuela, solía pedir permiso a la maestra para no volver a la tarde y así poder ir a llevar la comida a su padre y hermanos al campo. Ella aprovechaba y solía comer con ellos. Para llegar a las tierras, iba montada en el burro y cuando el sol apretaba con fuerza en los meses de verano, llegaban los dos medio dormidos. Una vez, ya siendo algo más mayor, le toco ir a la tierra de Ronda, que estaba a varios kilómetros del pueblo, a llevarles la comida a su hermana y a dos de sus hermanos, que estaban segando. En el trayecto, Fuensanta se perdió entre los caminos, ya que no había ido nunca a aquellas tierras tan alejadas de su pueblo y por supuesto, no había señales indicando el camino. Estuvo perdida unas horas, hasta que un señor del pueblo de su padre, la reconoció y le indico que camino debía de coger. Cuando llego por fin a la tierra, tres horas más tarde de la hora habitual de llegada, sus 23
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hermanos ya habían dormido hasta la siesta, y como era lógico, tenían mucha hambre. Con 14 años, fueron a la fiesta de Villaverde, un pueblo a 3 kilómetros de Pajares, a comprar unos caramelos y unas almendras con su tía María. Al volver a casa se confundieron de camino, y le decían: –Tía que por aquí no es, y ella que era muy regañona les decía: –Bueno, dejarme en paz. Hasta que ya se dio cuenta y tuvieron que volver lo andado para coger el camino exacto. Y para seguir con su actitud de regañona la tía les decía: –Porque no me lo habéis dicho antes, y ellas le contestaban –Tía si se lo llevamos diciendo todo el camino, y no nos ha hecho caso. Al año siguiente Antonio, Mariana y ella fueron andando a la modista de La Orbada a probarse unos vestidos. En el trayecto de 3 kilómetros les pilló una tormenta, que se mojaron de arriba abajo. Cuando llegaron donde sus abuelos paternos, les toco atizar el fuego de la cocina más que de costumbre, para que mientras merendaban, se les secara la ropa. Eran muy buenas personas y les querían mucho. Con unos 17 años, estaban segando trigo y ella quería ir a acarrear*, pero su hermano Antonio, se empeño en ir él y ella tuvo que quedarse a segar. Lo hacia pocas veces, y por falta de practica o lo que fuese, ese día, se dio una cortada en el dedo con la hoz, que le faltó poco para llevárselo entero. Hoy en día todavía tiene una buena cicatriz.
Fuensanta (izda.), Mariana y Maria Antonia (hija de la vecina) *Llenar el carro de mies para después llevarlo a la era y trillarlo.
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Si cuando llegaba San Pedro, patrón del pueblo, y no habían acabado de recoger las lentejas a la pieza, le tocaba pasar todo el día en el campo y era su padre el que les llevaba la comida. Un día estando descansando después de comer, Fuensanta notó que andaba algo a sus espaldas, se incorporó y era un lagarto, se levando de un salto. Sus hermanos se incorporaron asustados y ya no volvieron a relajarse, a si que les toco seguir cogiendo lentejas, hasta las 8 de la noche, para acabar. La cosecha se cogía a mano, después se trillaba con los bueyes, y tras separar la paja del grano al aire, se vendía, sacando así cuatro pesetas con las que poder pasar el año. En invierno se solían quedar en casa, haciendo las labores propias de la misma. Esta época del año en los pueblos era muy dura, porque solía hacer mucho frío y había poca diversión. Había nevadas muy grandes y heladas fuertes. Las circunstancias hacían que, si podías, buscaras otro horizonte. Cuando llegaba el invierno al pueblo, por el mes de diciembre, en la casa se hacia la matanza. Se mataban tres cerdos y una vaca, y con ellos la familia hacia morcillas, chorizos, farinatos*, cecina, etc., para todo el año. En época de matanza, y cuando llegaba algún forastero, a este se le mandaba a buscar la máquina de abrir bocas a casa de alguno del pueblo, que se suponía que era para abrir las bocas de las tripas para poder meter el embutido. Pero en realidad, era para hacer una broma, se metían unas piedras que pesaban un quintal en un saco, en el que se suponía que estaba la máquina, y cuando el forastero, llegaba con el saco y lo abría, se llevaba un cabreo…, aunque luego al final, debajo de las piedras siempre había una golosina, bueno, unas galletas, castañas o similar. Si llegaba alguna visita de Salamanca y se quedaba a pasar la noche, solían jugar a pájaros al cesto, un juego que consistía en colocar al forastero debajo del cesto y echarle un cubo de agua ¡vaya enfado que se cogía!. También solían hacerle alguna que otra trastada al abuelo Hilario, escondiéndole la cachaba de vez en cuando, por que les solía dar con la punta que era de hierro (tenia un poco de mala leche y… no aguantaba mucho las bromas), para que esta no se quemara cuando escarbaba en el fuego.
*Una especie de chorizo con pan, pimentón y grasa
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En el pueblo la fiesta grande se celebraban del 29 al 30 de junio, fiestas en honor a San Pedro Apóstol. En casa se juntaban mucha gente, entre tíos, primos, amigos, etc. Lo pasaban muy bien. Años más tarde, se traslado la fiesta al penúltimo fin de semana uno del mes de Agosto, para que así los que un día se marcharon por cuestiones laborales, a otras ciudades, pudieran volver y celebrar la fiesta del pueblo en armonía. Actualmente, el viernes, de ese fin de semana, se celebra el día de San Pedro, el sábado el día del Cristo de la Piedad, día grande de las fiestas. Al cristo se le saca en procesión por todas las puertas del pueblo y la gente le hace donativos en agradecimiento a los deseos cumplidos. Después de la procesión, se subastan los cuatro banzos de las andas en las que va subido, para ver quien lo introduce otra vez en la iglesia. El domingo se celebra la comida de hermandad con una gran paella popular en el parque del pueblo. En aquella época los domingos, que era cuando se podía ya que los demás días tenían que trabajar, empezaban a salir un poco. A a primera hora de la mañana iban a misa, a la tarde al rosario y después de paseo chicos y chicas por la carretera nacional. Cuando llegaba el frío al pueblo, solían hacer baile en alguna de las múltiples casas abandonadas del pueblo. Mientras unos bailaban, el resto cantaba las canciones del momento, para así, crear la música. Durante la cuaresma, no se podía hacer baile, pero ellos sin que nadie se enterara, algún domingo que otro lo hacían. Uno de estos domingos, les pilló, el cura, fastidiándoles la tarde de diversión, y para mayor regocijo, al domingo siguiente, lo predicó en misa. A los Santos que había en los cuadros y calendarios de aquella casa, y para que no les vieran bailar ya que estaban en cuaresma, los cogían y les daban la vuelta, y después, ha seguir con la fiesta. De vez en cuando, Fuensanta, y sus hermanos solían ir a las fiestas de los pueblos cercanos. En estas fiestas, empezaban a tontear con algún chico o chica, sin ser nada serio. Como sus abuelos paternos, eran de otro pueblo, durante los días de la fiesta se solían quedar a pasar la fiesta con ellos.
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Nuevos horizontes
Con dieciocho años Fuensanta realiza su primer viaje fuera de Castilla y León y se va a el País Vasco, mas concretamente a Bilbao, a casa de sus tíos. Para ella, este viaje es el punto de partida del nuevo horizonte que esta por vivir, ya que fue un impulso para dar el paso y salir del pueblo. Con diecinueve años cambia de horizonte nuevamente, aconsejada por sus padres, y apoyada por su hermano mayor Juan. Cambia el pueblo por la ciudad, y viaja nuevamente al País Vasco, aunque esta vez es a Vitoria-Gasteiz. En el viaje en tren entre Salamanca y Vitoria, nuestra protagonista va acompañada por su padre Manolo. Un viaje frío que al que guarda especial recuerdo, ya que aquel viejo tren le llevaba hacia una nueva vida, hacia un nuevo futuro, hacia un nuevo horizonte. Una vez en la capital Vasca, ella junto a su padre fueron a la pensión donde vivía su hermano y sobrino respectivamente, Juan, ya que, como se ha comentado anteriormente, este era fruto del anterior matrimonio de Magdalena con el hermano Manolo. A su llegada a la pensión, Juan no estaba, ya que debido a su trabajo como camionero, no se encontraba en la ciudad. Su padre se volvió al pueblo al día siguiente, dejándola sola en la nueva ciudad. Ella, tal y como ella lo cuenta, se sintió muy sola. La soledad paso muy rápido, porque tan solo 15 días después de llegar, ya estaba trabajando y ganando dinero para poderse independizarse. 27
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Comenzó a trabajar fregando platos en un restaurante, “El Savoy”. Después de no mucho tiempo en el fregadero empezó de camarera en la barra, después en el comedor y en ocasiones también de cocinera. Nada se le ponía por delante a nuestra joven protagonista. Fue mientras trabajaba de cocinera cuando conoció a Valeriano, su actual marido, y por lo tanto, mi abuelo. El era el cocinero del restaurante, y vivía con sus padres, Damián y Elena, y sus 7 hermanos. Era un joven de Bobadilla del Campo, un pequeño municipio junto a Medina del Campo, en la provincia de Valladolid. Había llegado a Vitoria con tan solo 17 años, debido al escaso trabajo en el pueblo que lo vio nacer. Antes de dedicarse a la cocina, estuvo trabajando para labrarse un futuro en la construcción y en la labranza, pero… Mientras trabajaba en la construcción, empezó a trabajar a ratos como camarero en el restaurante donde lo conoció Fuensanta, parece que le gustaba más el trabajo en el restaurante, que los otros oficios a los que se dedicaba. Unos meses después, de aquel primer encuentro, Valeriano y ella ya eran novios. Eran otros tiempos, los noviazgos de entonces duraban hasta que te casabas, toda una vida.
Fuensanta trabajando como camarera en “El Savoy”
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Un año y medio después, el día 8 de Enero de 1966, Valeriano y Fuensanta se casan en la iglesia vitoriana de Nuestra Señora de la Coronación, dando un giro radical a sus vidas. El vestido de novia de Fuensanta pertenecía a su hermana mayor Mariana. En aquella época se heredaba todo lo que se podía, la situación económica no era muy boyante. Ese día, la madrina, una de sus tías de Bilbao, llego tarde, porque durante el camino se le pincho una rueda del coche y por ello, le toco ejercer de madrina a otra tía de la novia. El banquete se celebró, no podía ser de otra manera, en el restaurante donde se conocieron y trabajaban los contrayentes, “El Savoy”. No hubo baile, ya que estaban de luto por la muerte del abuelo Hilario, tres semanas antes del enlace. El viaje de novios fue a Bilbao, Pajares de la Laguna (el pueblo de Fuensanta) y Valladolid, donde a Fuensanta se le rompió un zapato y le toco comprar unos nuevos. Durante un mes, la pareja estuvo viviendo con los padres de Valeriano, hasta que les dieron las llaves del piso. En ese momento, los dos vieron cumplida aquella ilusión que tenían en común, tener su propio piso y poder vivir juntos. Cuando compraron el piso, este estaba en obras y solían ir a verlo de vez en cuando con la ilusión de que lo acabaran pronto. En aquel momento les parecía que estaba a las afueras de Vitoria, rodeado por tierras y huertos. Ahora, esta en pleno centro de la ciudad. Al principio, en el piso vivían, Antonio, Ana María (hermanos de Fuensanta), que acababan de llegar a Vitoria en busca de un nuevo futuro, y un amigo de la pareja. Su casa es pequeña, esta en un edificio de cuatro alturas. Ellos viven en el primero, y de sus cuatro manos por piso la suya es la B. El piso tiene un hall bastante grande, dos dormitorios, el salón, cocina, baño y una terraza llena de plantas. En el han sido felices, con sus altos y bajos, allí nacieron sus hijos y vivieron hasta que se casaron. Se llevan bien con los vecinos, en especial con Custodia, la del 1º C. En el 1ºA vive un hermano de Valeriano y en la puerta D, los que vivían al principio, se fueron a Valladolid, y después de los años, aun mantienen el contacto telefónico. 29
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Iniciando su familia
Al pronto y tras la boda, nuestra protagonista siguió trabajando, aunque poco después se queda embarazada. Nueve meses y medio después nace un niño, el primer hijo del matrimonio, Luis María, que hizo que Fuensanta se abriera a un nuevo horizonte, el de la maternidad. En aquella época su vida se limitaba a cuidar a su hijo, la casa, a su marido y poco mas. Viajar, viajaban muy poco por la falta de tiempo de Valeriano, el horario de la hostelería no le dejaba mucho tiempo libre y cuando todos estaban de vacaciones, era cuando mas trabajo tenia él. La economía era otro de los condicionantes para no poder viajar, aunque solo fuera a su querido pueblo. Cuando podían y todo se lo permitía, cogían un tren o un autobús y volvían a Pajares a visitar a los padres y hermanos de Fuensanta. En Vitoria hacían una vida muy tranquila, que dedicaban sobre todo a trabajar y pasear. Al año y medio del primer hijo, nace Ana Rosa, un hermoso día de primavera de 1968. En ese momento la vida para Fuensanta se complicó un poco mas, por que tenia otra preocupación, la nueva boca que había venido a la familia. Los nacimientos de los dos hijos fueron deseados, y por eso Fuensanta sobrellevó la maternidad muy bien, intentando educar a sus hijos lo mejor posible. Como sus hijos solo se llevan 17 meses tenia mucho trabajo, pues no había en casa las comodidades que hay hoy en día, y por ejemplo, los pañales, que eran de tela, había que lavarlos a mano. 32
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En verano, o se iba ella al pueblo con los niños o se los llevaban sus padres, con los que se lo pasaban muy bien. A Ana Rosa y a Luis María les gustaba ir al pueblo, ya que había muchos primos de la edad y se juntaban en la casa de los abuelos o en la casa grande (casa de Mariana), como decían ellos. En el años 70 se marcharon a vivir a Salvatierra, por mejorar la economía y por lo tanto el porvenir. A Fuensanta, ese pueblo no le gustaba. Salvatierra es un pueblo a los pies de las montañas, pequeño y frío. Tan frío que hasta en verano había que llevar la chaqueta puesta. Pero para dar lo mejor a su familia, lo tuvo que aguantar. En Salvatierra hicieron muy buenos amigos, los cuales todavía siguen conservando. En su opinión eso es lo mejor que sacó de vivir en aquel pueblo. Los niños empezaron el colegio en aquel municipio Alavés, del cual recuerdan poco, debido a su temprana edad. Para jugar tenían muchas mas libertad al ser un pueblo. El mayor, Luis María, con unos cuatro años, un día de nieve, se fue solo del colegio a casa. Según comenta nuestra protagonista, él le dijo que solo quería pisar nieve. Que disgusto se llevo el que fue a buscarlo ese día, el dentista, que vivía puerta con puerta con ellos. A los dos años de vivir allí, volvieron a Vitoria, otra vez para intentar mejorar horizontes en sus vidas. Al llegar tuvieron muchas dificultades para encontrar colegio a sus hijos, ya que estaba el curso empezado. Durante ese periodo de tiempo tuvo que volver a Salamanca a cuidar a su madre. Se llevó a la niña con ella y el niño se quedó con su padre ayudado por los abuelos paternos. Un mes más tarde, cuando su madre mejoró, se volvieron a Vitoria y Ana Rosa empezó en la guardería, justo en frente de la fuente de los Patos. Mientras, Luis María ya estaba escolarizado en el colegio vitoriano Pio Baroja, actualmente sede de la Día. Al año siguiente el mayor, paso al colegio Miguel de Unamuno y Ana Rosa, empezó en el parvulario de Santa Ana con la señorita Esther, ambos sitos en el barrio de Txagorritxu, para luego pasar al colegio junto a su hermano. Fuensanta era la encargada de ir a llevarlos y a recogerlos del colegio, alguna vez iba a recogerlos el abuelo paterno, su suegro, Damián, que contentos se ponían los niños, que ricos le sabían los sugus que les daba su abuelo del bolsillo de su americana ajada por el paso del tiempo. 33
70. Una mirada al pasado. Un horizonte hacia el futuro
En navidad los primeros años las pasaban con los padres de Valeriano. Se pasaban bastante bien, porque se juntaban muchos en aquella pequeña casa, suegros, cuñados, cuñadas, sobrino… Un año fueron a pasar esas fechas a Pajares de la Laguna, unas fiestas que recuerda accidentadas, aunque no me relata los motivos. A raíz de aquel año empezaron a pasarlas en su casa, a la que bajaban los vecinos después de la cena. Ella con los críos, mientras Valeriano trabajaba, las frías tardes de invierno, se dedicaban a grabar cintas de cassete, en un viejo reproductor musical y cantaban villancicos con botella de anís incluida, a falta de otro instrumento musical. A Luis María, pasados los años le pareció ridícula aquella grabación y no se le ocurrió otra cosa que borrarla, bastantes años después, con la añoranza de recordar aquellos tiempos, se arrepintió de lo hecho. En aquellos años ponían el árbol de navidad en el pasillo. Fuensanta aun se acuerda, que un año, Ana Rosa y uno de los vecinos, de la misma edad, se encargaron de quitarle todas las bolas hasta donde alcanzaban, ya que eran pequeños. Después empezaron a poner belén, con un misterio realizado por Ana Rosa en la guardería, dos conos de papel dorado, pegados en una tapa de un tambor de detergente Colón, cuando eran redondas, en el que en la base tenia algodón para que descansara el Misterio de la Natividad del Señor. Tanto les gustó que, año tras año, iban ampliando aquel austero y pequeño misterio, hasta llegar a las más de 100 figuras que tienen en la actualidad. Cuando salían los tres de paseo, solían ir al parque de la Florida, donde se juntaban bastantes amigas con los hijos y mientras ellos jugaban, ellas charlaban de sus cosas. Después volvían a casa, los bañaba, hacia la cena y los metía en la cama. Fuensanta se quedaba despierta esperando a Valeriano, pues llegaba tarde de trabajar, el horario era lo que peor llevaba. Un año, el día de Santiago, que en Vitoria es tradición ir a comprar ajos, al llegar a el Palacio de la Diputación, se dio cuenta que no iba con ella el niño. En ese momento ella pensó que iba con su cuñado, y su cuñado pensaba que iba con ella. Que disgusto se llevaron todos. Fuensanta se volvió a buscarlo, y lo localizó llorando porque no sabía volver a casa él solo. Unas señoras le decían que lo llevaban ellas a casa y él les respondía que su mamá no estaba en casa. 34
Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
Otro año se despistó entre la gente en las barracas. Según Luis María se perdió, pero ellos lo estaban controlando haber que hacía, cuando se hicieron los encontradizos, les dijo que no lo regañaran, que se había perdido. En la casa, y cuando tenia tiempo hasta la hora de ir a buscar a sus hijos al colegio, solía hacer alguna labor, como punto de cruz, tejer jerséis para los niños. Fuensanta, también les ayudaba en lo que podía a la hora de hacer los deberes. A su Valeriano, los niños, lo veían poco por motivos de trabajo, así que no pudo disfrutar mucho de ellos. Fuensanta los castigaba y premiaba, jugaba con ellos, y algún azote les caía si no hacían lo que ella les había dicho. Han sido niños bastante responsables, estudios y trabajadores, dice su madre con la boca bien grande. En 1973 sus hijos empezaron a prepararse para la Comunión, en la Parroquia de San Mateo. Solían ir los miércoles por la tarde después del colegio, y los domingos solían ir a misa junto a su madre. El día de la Primera Comunión, el 4 de mayo del 1975, lo vivieron con mucha ilusión, entusiasmo y devoción, pensando en lo que hacían. Pese a que eran pequeños, sobre todo Ana Rosa, que por que la hicieran juntos los dos hermanos, decidieron adelantarle un año a ella y retrasar otro a su hermano. Luis Mari, vistió de marinero, con un traje prestado por un amigo de la pareja. Ana Rosa, llevaba un vestido blanco confeccionado a partir del vestido de la boda de su madre, por la abuela Magdalena. La ceremonia se hizo en el colegio del Niño Jesús, perteneciente a la parroquia y el banquete lo celebraron en casa, con abuelos, tíos y primos. Un total de 35 personas. Entonces no era como ahora, con grandes banquetes fuera de casa. Mi abuela tiene una ahijada llamada Lorea de su hermana Ana Mari, con la que tiene una relación especial. Ellas hablan mucho de todo, se ven muy menudo, le suele arreglar la ropa a ella y a su pareja, y cuando salen por ahí, pues son muy viajeros, siempre le traen algún dedal para su inmensa colección.
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Mamá y Papá
A su madre a partir que vino a Vitoria, la felicitaba el día de la madre, con una tarjeta, en la que le escribía algún verso, que se le ocurría referente al día. “En compañía debía estar De mi madre en este día Pero pido a la virgen María Me lo conceda algún día”
“En el buzón de mi calle Eché la carta esta tarde Para que al llegar a ti Pueda felicitarte”
Vitoria 5-5-1973
Vitoria 7-12-1964
Años después, Magdalena enfermó. Durante nueve años le tocó pelear con la enfermedad, un tumor en el útero o matriz, como decían en aquella época. Cuando estaba peor, solía ir ella a cuidarla, sus hijos ya eran un poco mas mayores, y entre su hermana Ana Mari y su marido los atendían. Cuando murió su madre, el 2 de mayo de 1984, Fuensanta tenía 40 años. Por ser el primer fallecimiento importante para ella en la familia, le impacto mucho y lo pasó muy mal, cuanto sufrió la pobrecita, dice cuando se refiere a su madre. El consuelo que le queda, es que cuando se marcho, las dos tenían entrelazadas sus manos, cosa que mi abuela siempre había pedido. Le costo mucho recuperarse de esa gran perdida, quizás por el poco tiempo que pudo disfrutar de ella y lo mucho que le hubiera gustado hacerlo. Su madre, tenia 73 años, en realidad todavía era joven. 36
Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
Después de este fallecimiento, su padre se quedo solo en casa ayudado por su hija Mariana, los dos vivían en el mismo pueblo. Ese mismo, año en Julio, se puso enfermo y mi abuela fue a cuidarlo, su padre, no quería salir de la casa del pueblo, y hablando con el médico, lo convencieron entre todos, para que se fuera a Vitoria. Ana Mari lo llevo a Vitoria. Lo tenían tres meses cada hijo, se turnaban y así pasaba por todas las casas, la de Antonio, la de Mariana en el pueblo, la de Ana Mari y la de Fuensanta. Tenia muchos achaques, cuando se ponía malo y estaba en casa de algún hermano, decía que llamaran a Fuensanta. Se adaptó muy bien a esta ciudad y le costaba mucho ir al pueblo, bueno si era de fin de semana… se apuntaba el primero. A los trece años de morir su mujer se fue él también, un 27 de enero de 1997. A Fuensanta le impacto menos, no sabe muy bien porque, quizás porque lo que no pudo hacer con su madre, si lo consiguió con su padre, cuidarlo y atenderlo como se merecía. Con su partida, se acabó otra generación, pasaron de ser hijos a ser padres, y que bonita es la palabra padre y madre.
Magdalena y Manolo 37
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Preocupación maternal
El horizonte, estaba especialmente puesto sobre sus hijos. Luis María estudio electricidad, no encontró trabajo en ello y tuvo que trabajar primero de pintor. Después se marcho a la mili a Canarias, donde ella como madre, lo pasó muy mal, ya que su hijo estaba muy lejos y no lo podían ver. Cuando vino de la mili, trabajo en lo que pudo, como antes de marcharse, hasta hacer oposiciones en el Ayuntamiento de Vitoria, donde hoy en día sigue trabajando. Su hija Ana Rosa, estudio Auxiliar de enfermería, aunque no pudo trabajar de ello. Antes de entrar a trabajar en lo que sería un trabajo por muchos años, empezó su andadura laboral, llevando unos niños al colegio. A los niños los llevaba al colegio, los recogía y los llevaba extraescolares. A la niña al “Estadio” a hacer gimnasia rítmica y al niño a danzas vascas al Casco Viejo. También cuidó al niño de una amiga, lo llevaba a la guardería y lo recogía al mediodía para entregárselo a su madre. Cuando Ana Rosa empezó a trabajar, en la mercería, ella comenzó a coser también para la misma tienda, subiendo bajos, poniendo cremalleras y esas cosas. Ahí se distraía, se entretenía y le gustaba hacerlo, aparte de ganar un dinerillo, podía darse algún que otro caprichillo, sin tener que sacar de lo que Valeriano ganaba para el mantenimiento de la casa. Ana Rosa salió de la mercería para cuidar a sus hijos años después de casarse.
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Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
Fuensanta siguió cosiendo algún tiempo más para aquella mercería que parecía haber perdido su encanto al dejar su hija el puesto de trabajo. De vez en cuando su marido y ella solían hacer alguna que otra excursión, cuando pasaban las vacaciones en el pueblo a destiempo, quiero decir, en los meses de septiembre y octubre que era cuando Valeriano tenia vacaciones. En una de estas, se fueron a Portugal, pasando por Guarda, donde vieron la universidad. En Portugal, estuvieron en Fátima, a ver el santuario de la Virgen, donde se llevaron una gran impresión, debido a la gran devoción que allí se respira. Allí hicieron noche y al día siguiente, fueron a Batara, que tiene un castillo muy bonito y a Nazaret, un pueblo de pescadores. Otro año fueron a Madrid, Aranjuez, Málaga, Cartagena y Alicante. También han estado en Cádiz, San Lucar de Barrameda, a visitar a unos amigos, aquello les gusto mucho. En el ’91 estuvieron en Guarda Mar de Segura, Elche y alrededores, también con los amigos del pueblo. En 1992 volvieron a Andalucía donde estuvieron viendo la Expo de Sevilla. Uno de sus horizontes era subir en avión, y lo hizo por primera vez en 1992, en ese viaje a Sevilla, para ella fue una experiencia maravillosa, de hecho, cuando años más tarde fueron a Palma de Mallorca, se le hizo corto de lo a gusto que se encontraba en el avión. Donde si que tiene claro que
(Izda.) Ana Rosa y Luis María de pequeños. (Dcha.) Ana Rosa y Luis María vestidos de Charros (Traje regional de Salamanca). Ana Rosa lleva el traje de Charra familiar que ha pasado por todas la mujeres de la familia. 39
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no subirá nunca es en un barco, le tiene pánico al agua y respeto al mar. Cuando tenía unos 56 o 57 años, Valeriano trabajaba en el Florida Park Bingo. Su jefe le solía llevar a cocinar al chalet que tenia en Salamanca. Mas tarde, cogió para explotar el campo de golf en un pueblo que se llama Zarapicos, allí iban también los dos, mi abuelo a cocinar, y ella ha ayudarles en lo que podía, entonces iban a dormir a la casa del jefe en Almenara, se pasaban allí un mes. También, Fuensanta, llegó a lavar los manteles del bingo todos los días y así colaborar en la economía domestica.
Luis María y Ana Rosa subidos en un coche frente a la casa familiar de Pajares de la Laguna.
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Adaptarse a estar solos
En este punto de su vida, esta dio un cambio al que tuvo que adaptarse. Se casaron sus hijos y vinieron los nietos y observó nuevos horizontes. Ana Rosa, su hija, la menor, fue la primera en casarse, tras estar 6 años de noviazgo junto a el que hoy es su marido, Juan Carlos. El día 5 de agosto de 1991, se casaron en la capilla de la Sagrada Familia situada junto al vitoriano parque del Prado, en Arriznabarra. Fue una boda preparada con mucha ilusión y antelación. Les hizo mucha ilusión porque era el primer hijo que se casaba. Se hizo una ceremonia, muy bonita y sencilla. La celebró Serafín, una amigo de Valeriano, lo conoció cuando estuvo trabajando en la labranza. El banquete fue sencillo, con poca gente, unas 80 personas, porque no quisieron grandes fiestas. Luis María, se casó en la Parroquia de San Mateo, con Toñi, el día 25 de abril de 1992. Fue una boda parecida a la de su hija, sin grandes lujos ni ostentaciones. El sacerdote también fue Serafín.
“Estos versos mal escritos a mis hijos hoy dedico fuiste niños deseados y por eso muy queridos y un poquito consentidos y también algo castigados”
“De alegría se lleno la casa cuando llegasteis y un poquito de tristeza cuando de ella os alejasteis…”
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Tres años después, llego el primer nieto, donde cambio su horizonte, porque fue muy deseado, lo deseaban todos. El 18 de agosto de 1994 nace el hijo de Ana Rosa y Juan Carlos, Endika, un niño que apenas pudieron ver y tocar antes de llegar a casa. Lo ingresaron en prematuros, aunque dio el peso. Tras la baja maternal, lo cuidaba ella, en lo que su hija y yerno, trabajaban. Disfrutó mucho de su nieto, lo sentía un poco suyo, y es él, ahora, el que se siente un poco de su abuela. Que bien se lo pasaba ella con su nieto, jugando en casa o sacándolo de paseo. Sus primeros purés, sus primeras frutas (que las comía muy mal), sus primeros baños, sus primeros pasos, sus primeras silabas y sus primeras palabras. Les llamaba “Abu”. Cuando sus padres salían, que eran pocas veces, se solían quedar también con él por la noche. Cuando Endika empezó el colegio, comenzó a ir los viernes a dormir a su casa, una tradición que sigue cumpliendo viernes tras viernes. Dos años después, nació la hermana de su primer nieto, Maialen, un 12 de Julio de 1996. Fue una niña muy regordeta y maja. A ella le cuidó menos, porque su madre dejo de trabajar. De vez en cuando también se quedaban con Fuensanta. La nieta era peor para dormir fuera de su casa, se acordaba mucho de su padre. En el verano se los llevaban al pueblo, y pasaban dos meses con ellos, con sus ratos buenos y malos. Jugando todo el día en la calle, como cuando ella era joven, en la piscina de casa, con las bicis por las callejuelas, etc. Les daban miedo los gatos y los perros. Fuensanta que les ha enseñado siempre cosas buenas, les solía llevar a misa los domingos, hasta que empezaron a ir solos. Les solía dar la paga para que bajaran a comprar alguna chuche con los niños del pueblo. El 16 de mayo del 1997, nace la única hija de Luis María, María. Cambiando otra vez su horizonte, pues también la cuidó en casa, desde bien pequeña. Se quedaba a dormir con ellos, era una odisea para darle biberones, purés, frutas, y la rutina de todos los días, hasta que venían sus padres a verla, la bañaban y se quedaba otra vez a dormir con ellos. Cuando empezó la guardería a los 18 meses solo iba Fuensanta a recogerla al mediodía, y la tenia hasta las 6 de la tarde. 42
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A los tres años de nacer su tercera nieta, su hijo y Toñi se separaron, y el se fue a vivir con ellos. Estuvo un tiempo, hasta que rehízo su vida de nuevo. A la niña la seguían viendo, algún verano la llevaban al pueblo junto con sus primos. Allí se juntaban todos y tenían más trabajo, pero estaban muy a gusto y contentos de poder disfrutar de ellos. Cuando sus nietos eran pequeños le hacia ilusión llevarlos a ver los reyes, llevarlos al cine de vez en cuando, como cuando iba con sus hijos. Está orgullosa de que los nietos vayan contentos a su casa, le quieren mucho, aunque algunas veces le hacer rabiar, otras enfadar, pero se le pasa pronto. Los nietos van a comer todos a su casa, Maialen los lunes, María los miércoles y Endika los viernes a cenar y dormir. Cada 15 días se juntan todos en su casa a comer. Que familia ha creado con ayuda de su marido.
Fuensanta con su nieto Endika.
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El Yo presente
A partir de los 60 años la salud ya empezó a flaquear un poco, ataques pasajeros, tales como intervenciones de cataratas, litotricias, achaques propios de la edad etc., de los que cuidándose los va sobre llevando. A partir de que Valeriano se jubilo, con 62 años, su vida fue mas tranquila, pues en el trabajo tuvo problemas, los jefes se aprovechaban de él, de las muchas horas que trabajaba, y siempre llegaba tarde a casa por las noches. Al jubilarse su marido, su vida se relajo, se dedicaba ya exclusivamente a cuidar de la casa y en lo que podía atenderle a él, ir al pueblo en Semana Santa y verano, pues al abuelo le gusta mucho, a ella le aburre y le gusta menos, hay su horizonte se estanco.
(De dcha. a izda.) Fuensanta, Endika, María, Maialen y Valeriano. 44
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En el 2001 le operaron de una cadera, por que tenia un problema de nacimiento, que le detectaron unos años antes, fue una operación arriesgada, pero en la que todo salió muy bien. Con ayuda de su marido y sus hijos se recupero muy bien. Al año y medio después le operaron de la otra, y le resulto tan bien como la otra, y hoy trece años después está de maravilla. En 2003 fueron a Madrid con su hijo y con la pareja de entonces, y que casualidad, allí se enteraron del compromiso de Felipe y Leticia, los pillaron los de la tele, para preguntarles que les parecía aquel acontecimiento, y antes de llegar a Vitoria, ya habían salido en Antena 3, nada mas dijo –La primera vez que voy a Madrid y se ha enterado toda España. Cuando fueron a Palma de Mallorca, le gusto, no hizo buen tiempo, pero vieron muchas cosas, las Cuevas del Drac, las Cuevas del Ángel, estuvieron en Soller, vieron la fabrica del cristal, y volvieron en tren al hotel, cuantos túneles pasaron. Al día siguiente fueron a Manacor y también le gusto mucho. En Segovia estuvieron con su hija, su yerno y los nietos, cuando estos fueron a pasar las vacaciones de verano, en ella vieron el Alcázar, donde rodaban Águila Roja, subieron a la torre del Alcázar, con una vista muy bonita. Como subieron andando, a ella, le salieron agujetas. Después fueron a la Granja de San Idelfonso. Estuvieron viendo las fuentes, pero estaban apagadas. Ávila también le gusto mucho, fue una excursión muy bonita, pero las agujetas le duraron 8 días por lo menos. En el 2013 fueron a Barcelona, con el hijo y su pareja. Montserrat le gusto mucho, le impresiono. Barcelona para vivir no le gusta, ahora, para ir de excursión dice que si. Vieron la Sagrada Familia, la Catedral, la Iglesia de Santa María del Mar, que es muy bonita, el Park Güell de Gaudí (Chillida, según mi abuela), fue impresionante. Llovió mucho, y al regreso pasaron por las bodegas del Codorniu, eso es realmente maravilloso. Vinieron encantados del viaje. En 2012, Endika, se confirmó en enero, y la llevo de madrina. Hay vio un poco lo que había sembrado en torno a lo espiritual. Ese año también se graduó como Bachiller. En 2014 se confirmó Maialen y llevo a su hermano 45
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de padrino, otra buena sensación espiritual. María no se va a confirmar y graduarse para el 2015. Espera que los tres nietos sepan labrarse un buen camino en la vida y piensa que lo van a tener muy difícil. A las mañanas suele escuchar la radio en lo que hace las labores y la comida, después va ha hacer recados, el pan, la fruta… Algunos días se va hasta el puente Castilla o va donde su hija, que suele subir las escaleras a un 2º en vez del ascensor. Después de comer, recoge la cocina y se va a caminar unos seis kilómetros, cuando llega, ve la tele y se pone a leer, que le gusta mucho. Ha leído: “Los hijos de la droga”, “El código da Vinci”, “La costurera” y otros más, ahora esta con “Los pilares de la tierra” y tiene en espera “El tiempo entre costuras”. Revistas lee todas las semanas, el Pronto y el Lecturas. Hace colección de dedales. La mayoría se los regalan, cuando hace algún favor, o por simple recompensa por la ternura y cariño que da. Actualmente, la relación con sus hermanos sigue siendo muy buena. Se juntan de vez en cuando a tomar café. Charlan de sus cosas, de sus nietos, de si son estudiantes, deportistas, etc, y se suelen hacer visitas en cada una de las casas. Los jueves va a jugar a las cartas con amigas y su hermana Ana Mari. Van al C.C. Dendaraba y allí lo pasan bien. A la vez que juegan y charlan, se ríen. Unas veces ganan y otras pierden, pero así si el juego.
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Endika GĂłmez de Balugera GutiĂŠrrez
Fuensanta y Valeriano en diferentes momentos de su vida.
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Endika Gómez de Balugera Gutiérrez
Horizonte hacia el futuro
“A partir de ahora mi horizonte es vivir feliz con mi marido mis hijos, nietos. Que en años que me quedan poder defenderme por mi misma, para seguir con las labores de casa, de paseo o a caminar, que los achaques que lleguen, con la edad, los pueda soportar, para dar poca guerra a los hijos, aunque creo que no me abandonaran. Tras escribir este libro y recordar mis vivencias pasadas, solo puedo mirar al horizonte y desear que lo que se ha redactado en este libro, sea de gran interés para los que yo quiero, mis hijos y nietos. Ahora mi gran horizonte es que cuando llegue el momento, porque tiene que llegar, mis hijos y nietos, se sigan reuniendo, si no es aquí, en mi casa, en otro lugar, que me recuerden con cariño, que piensen que desde donde esté, les seguiré protegiendo y que los nietos tengan suerte en la vida, en aquello que decidan y quieran ser.” Fuensanta Manzano Fernández
La 1º edición de este libro se termino el 30 de Mayo de 2014. Fue encuadernado por el propio autor. Esta escrito y creado por Endika Gómez de Balugera Gutiérrez. Y fue escrito para la asignatura de Tipografía y Maquetación de la Escuela de Artes y Superior de Diseño de Vitoria-Gasteiz.
La re-ediciรณn de este libro se termino el 30 de Septiembre de 2020 en Valencia. Los horizontes que en este libro estรกn escritos han cambiado con el tiempo, pero el amor que le tenemos a nuestra abuela no cambiara nunca.
El tema de este libro es el Horizonte. El horizonte de una trabajadora mujer que con 18 años deja todo lo que conoce en busca de un mejor futuro. Un libro muy especial, en el que la propia protagonista se abre para contar en primera persona su vida, sus recuerdos, sus anécdotas vivencias y sentimientos. Descubre el horizonte de una mujer fuerte, que mira al pasado pero también a su horizonte futuro y piensa en todo lo bueno que está por llegar.