Gorda Zine #3 versión autocensurada

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Editorial #3 “Cada mañana saltar al abismo, donde en caída libre el cuerpo toma diferentes formas. Nunca es el mismo, en el movimiento constante de esta masilla que me pertenece a mí, sólo a mí y para la cual reclamo y declaro la absoluta soberanía”. Maite Amaya, Hablemos de las intersecciones de la carne.

Hago este fanzine en formato papel desde 2012, cuando salió el #0. Es un fanzine vieja escuela, cortado y pegoteado a mano. No he sido muy prolífica en términos fanzineros, a decir verdad. Desde la última vez que salió a la calle (febrero de 2016), hice muchas otras cosas, en variados formatos. Escribí muchísimo, me quedé sin la página del Gordazine, hice entrevistas, coordiné talleres, fui a asambleas multitudinarias, viajé, me enfermé, perdí a mi abuela Juanita Emilia, empecé y terminé múltiples proyectos colectivos, me mudé de casa, cambié de trabajo, de ideas, de corte de pelo, aprendí a vivir con una condición neurológica. Además de llevar a buen puerto algunas cosas sola y otras con afines y amigxs, junté varias traducciones en un archivo y, cuarentena mediante, se me ocurrió que podía circularlas todas juntas. Son traducciones libres y “temblorosas”, como me gusta decirles. Es decir, son básicas y precarias, pero las notas están hechas con amor. Les agregué esta pequeña editorial, algunas cosas que escribí y salieron en Las 12 y decidí que tomaran este formato más nuevo milenio.


Contra el activismo de likes y contenido esponsoreado -o que pretende serlo- algunxs insistimos con estas líneas furiosas y que duran más que una storie fugaz. Creo que así le añadimos un capítulo a la historia política del cuerpo y sus marcas coloniales y hetero-cis-patriarcales como sitio privilegiado de la subjetivación, capítulo aun balbuceante, pero hermoso en su crudeza y suavidad, que insiste en el abrazo, pero también redobla la furia, como cantaban las She-Devils los versos inmortales de Pizarnik. Porque creemos en la soberanía asamblearia, en la horizontalidad y en la impetuosidad/fragilidad de lo espontáneo que se trama junto a lo organizado cuando nuestros cuerpos sienten la urgencia de denunciar un estado de las cosas imposible, invivible. Para responder la pregunta de Sara Ahmed: ¿cómo desmantelar el mundo que ha sido construido solo para acomodar algunos cuerpos? Y hacer algo al respecto. En memoria de Maite Amaya, que se la extraña siempre, Pete Shelley y Rosario Bléfari. Dedicado a mi abuela Juanita y sus trastornos alimentarios malcomprendidos. Para que mis sobrinas Nina y Gala no carguen con la herencia de una genealogía femenina de cuerpos rotos y deseos truncados. Laura Contrera IG @louduluoz Twitter @gordazine 31/7/20


La ilusión gorda, por Vivian F. Mayer. Traducción libre y temblorosa, más introducción y notas por Laura Contrera

NT: El siguiente texto fue tomado de https://feminist-reprise.org/library/appearance-andbeauty-practices/the-fat-illusion/ (ese trabajo de Feminist Reprise está licenciado bajo una licencia internacional Creative Commons AttributionNonCommercial-NoDerivatives 4.0) y corregido y traducido según el texto publicado en Shadow On a Tightrope: Writings by Women on Fat Oppression (eds. Schoenfelder, Weiser, Spinsters/Aunt Lute, 1983), publicado originalmente en Mayer, Vivian. The Fat Illusion. Minneapolis, MN: Fat Liberation Publications, APC Pam 591. 1978 (ver Mayer Collection Of Fat Liberation. Archives & Special Collections at the Thomas J. Dodd Research Center, University of Connecticut Libraries). Fat Underground fue un grupo de mujeres y lesbianas gordas fundado en 1973 en California que, inspiradas por el movimiento de la terapia radical y la autogestión sanitaria feminista de la segunda ola, se organizaron como un movimiento de liberación gorda feminista. En 1973 editaron su Fat Manifesto, lectura obligada para lxs activistas de la gordura. Vivian F. Mayer -también conocida como Sara Golda Bracha Fishman o Aldebaran-– fue una de sus co-fundadoras y co-autora, junto a Judy Freespirit, del Manifiesto Gordo.

Si tienen alguna duda, un puñado aleatorio de revistas femeninas en cualquier negocio dejará claro que la gordura es uno de los problemas más grandes en la mente de las mujeres. Casi todos los números de todas las revistas para mujeres contienen un artículo sobre cómo perder peso.


El miedo a la gordura está tan arraigado en la mente estadounidense que incluso las mujeres más radicalizadas, que han pasado años explorando y reconstruyendo la conciencia de las mujeres a través del Movimiento de Liberación de la Mujer, no han podido detectar el fraude. Incluso en reuniones del más alto espíritu revolucionario verás a feministas que beben gaseosas dietéticas para evitar engordar. Que estén evitando la gordura es un problema, pero no es el problema: las mujeres deben ser libres de elegir cómo lucirán. El problema es la creencia de que tomar una bebida baja en calorías les permitirá moldear sus figuras, la ilusión de que la gordura o la delgadez es un asunto sujeto a la elección y al control personal. Están atrapadas en esa creencia antigua propagada por la industria sexista de once mil millones de dólares que ha hecho de la vida de las mujeres gordas un infierno. La rata de laboratorio ha aprendido a controlar el placer. Cuando se presiona un botón, los electrodos que los científicos implantaron en su cabeza estimulan el centro de placer de su cerebro. Ya que prefiere este placer intenso incluso a la comida, la rata pronto morirá de hambre. –Observado en un laboratorio de psicología Me siento bien cuando tengo hambre. Cada punzada de hambre me recuerda que tengo el control, por lo que me siento orgullosa y exitosa. –Una mujer bajo dieta reductora estricta

Las mujeres que hacen dietas reductoras no se encuentran en las circunstancias extremas de la rata de laboratorio electrificada. La mujer probablemente no morirá de hambre. La rata probablemente experimente mucho mayor placer.


El control de la silueta es una de las pocas formas de control que se les permite ejercer a la mayoría de las mujeres. El hecho de que algunos hombres1 también luchen contra su peso se ve opacado por las legiones de industrias reductoras orientadas a la mujer: los clubes del hambre, los salones de sudor, los pseudo-alimentos anunciados siempre en boca de mujeres delgadas. El hambre que las mujeres de tamaño promedio soportan durante unas pocas semanas, sólo para recuperar todo el peso que perdieron; el que soportan las mujeres gordas, durante meses, incluso años, sólo para recuperar todo el peso que perdieron. Nadie habla de la tasa de fracaso del 99% de todas las dietas reductoras. Todos están muy ocupados hablando de las dietas. Incluso entre las mujeres que, como grupo, han ido más lejos para renunciar a las normas de belleza y “salud” definidas por la cultura patriarcal (feministas radicales y feministas lesbianas2), la charla sobre la dieta continúa: _____________________________________

NT: Aquí deberíamos distinguir entre varones cis y trans, entre maricas y heteros, masculinidades femeninas, etc., cuestión que no aparece tematizada en el texto, quizá por la época y el contexto de producción. La falta de lenguaje inclusivo es un problema, pero opté por dejar la traducción lo más similar al original: aunque en inglés muchas veces se sortea el obstáculo, la autora habla deliberadamente de las mujeres gordas como grupo especialmente oprimido. Tampoco se tematiza en este texto, por razones obvias, el binarismo de género.

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NT: El feminismo y el lesbianismo radical tienen una larga historia, que haríamos mal en resumir únicamente en los postulados de las autodenominadas feministas radicales actuales y su transfobia, que tanto mal hacen a nuestro movimiento LGTBQNB+ y al activismo por la diversidad corporal, de género y sexual. La autora se refiere al movimiento feminista y de lesbianas radicales de su época, el que no fue necesariamente trans excluyente por definición.

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Sé que me sentiría mejor si perdiera unos kilos3. Estaba gorda como una forma de evitar a los hombres. Desde que se convirtió en lesbiana, ha perdido mucho peso, ¡y deberías ver lo bien que se ve! Realmente me gustan algunas mujeres gordas como hermanas, como buenas amigas. Simplemente, no me excitan sexualmente.

Aparte de la conciencia superficial de que las mujeres gordas son oprimidas por su apariencia, las mujeres radicalizadas aún ven a la gordura como una enfermedad personal: anormal, indeseable, lamentable y curable. Los “hechos” sobre la gordura que conocen las mujeres se pueden resumir de la siguiente manera: a las personas gordas les falta “fuerza de voluntad”, están gordas porque comen más que las personas delgadas. Comen en exceso para compensar problemas personales o porque no están en contacto con sus verdaderos sentimientos. Ser gordo no es saludable. La pérdida de peso puede ser divertida, o al menos tolerable. O que una vez que se pierde el “exceso” de peso, se puede mantener una figura delgada comiendo tan cuidadosamente como come cualquier persona delgada normal. Estos “hechos” se aprenden de los médicos y terapeutas, así como también del conocimiento común. Los leemos en revistas para mujeres, en artículos escritos por “expertos” médicos/ psiquiátricos y por periodistas; también los escuchamos en entrevistas con médicos especialistas en dietas _____________________________________ 3

NT: traduzco siempre kilos en lugar de libras.


y los leemos en los libros de dietas que muestran en televisión cuando promocionan a los más vendidos a nivel nacional. ¡Todo esto es sorprendente, porque la literatura médica técnica contradice rotundamente cada una de las populares declaraciones anteriores! Con respecto a “comer en exceso”, el pecado fundamental por el cual las personas gordas son castigadas constantemente, Cuando se evaluaron con precisión las ingestas de alimentos de individuos obesos y se compararon con personas de peso normal [sic], las ingestas fueron idénticas. Hay personas delgadas que comen en exceso: “Tiene un gran apetito y nunca gana un kilo”, y hay personas gordas que comen demasiado. Del mismo modo, hay personas delgadas y gordas que tienen poco apetito. La persona gorda promedio es eufágica.(1)

Y cuando esta ingesta eufágica (suave, moderada) de alimentos se reduce por la pérdida de peso, un Informe del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos encontró que, Un estudio bien controlado mostró que las mujeres jóvenes que perdieron peso con dietas de 1000 calorías experimentaron una disminución en la tasa de metabolismo basal y en la ingesta [de calorías] requerida para mantener su peso reducido. Los estudios de seguimiento indicaron que una ingesta de calorías más baja que la registrada inicialmente debe mantenerse indefinidamente para mantener el peso reducido (2)


Las personas gordas que han soportado el dolor de la inanición para “curarse” a sí mismas de modo que puedan vivir como “normales” (es decir, delgadas) encuentran, según un destacado médico de la dieta, que, Aquellos que pierden y mantienen un peso normal [sic] deben aceptar cierto grado de hambre y apetito insatisfecho como forma de vida.(3)

Pero dado que el hambre prolongada es una condición dolorosa que todos nuestros instintos biológicos nos obligan a evitar, La revisión de la literatura desde 1958 no reveló ningún estudio exitoso a largo plazo que utilizara un régimen de dieta solo o en combinación con medicamentos, tratamiento psicológico o un programa de ejercicios.(4)

Hay algo grotesco en tener que citar fuentes médicas para defender un movimiento de liberación. Idealmente, el Movimiento de Liberación de la Gordura se basará, como otros movimientos de liberación, en la afirmación de las masas, la realidad de las personas gordas oprimidas, nuestras vidas pasadas viviendo las contradicciones que nadie se atreve a admitir que existen: saltarse o evitar alimentos “que engordan” como cualquier belleza de Vogue (pero tengan en cuenta la diferencia), considerar el suicidio a medida que volvemos a ganar peso después de cada dieta (meramente comiendo como un amigo delgado, -¿de dónde viene la gordura?), descubriendo que para mantener la pérdida de peso hay que irse a dormir con hambre cada noche (¿es así como viven las personas delgadas?). Pero ¿quién creería nuestras afirmaciones? No los médicos, que ganan dinero y construyen su estatus profesional vendiendo tratamientos para bajar de peso sobre la base de una cobertura de dos tercios de los hechos y un tercio de atractivo para las emociones. No el público en general, que piensa que somos enfermos, pecaminosos y absurdos. No los izquierdistas que usan nuestros cuerpos para simbolizar a los opresores -el “Gordo Capitalista”, los “Cerdos”-, y nos consideran repugnantes y decadentes.


No nosotros mismos, pues nuestra capacidad de confiar en nuestro propio juicio se ve socavada por el escepticismo con que el resto de la sociedad nos mira. Gordos y delgados, médicos y radicales, intelectuales y gente común, todos estamos, como cultura, atrapados en la Ilusión de la Gordura. Creemos que los tamaños de nuestros cuerpos son voluntarios y reflejan el control personal, e ignoramos o rechazamos toda evidencia que contradiga esta creencia. ¿Qué fuerzas poderosas de control social hacen que esta ilusión sea tan deslumbrante que nos aferramos a ella a través de la inanición y el dolor espiritual, a través del absurdo y el fracaso de las esperanzas? Estamos en el centro de la Ilusión Gorda, mirando hacia afuera. Las capas de confusión y crueldad se apilan unas sobre otras como las capas de una atmósfera venenosa. Comencemos con la experiencia más simple y personal de la realidad gorda, para salir de esta ilusión. # 1: La ilusión del control personal Observación: como lo que comen los demás. Mi modo de comer está etiquetado como “comer en exceso” y me castigan por ello. Los otros que no engordan no son acusados ​​de comer en exceso y no son castigados. Conclusión: no merezco tanta comida como otras personas. Soy mala, menos digna que los demás.

Siendo gorda incluso cuando era una niña muy pequeña, naturalmente vi mi condición en términos tan absolutos y terribles. No creo que pudiera haber internali zado tal condena y haber seguido con vida mucho tiempo.


Así que, como muchas mujeres gordas con un entorno de clase media con movilidad ascendente, encontré que es más fácil romper con la realidad y creer que las cosas que estaban sucediendo realmente no estaban sucediendo. Racionalicé la visión de personas delgadas que comían más que yo con pensamientos tales como “se saltearon el almuerzo” o “planean perder esas calorías”. No me admití a mí misma que me sentía hambrienta por la tremenda reducción de ingesta de alimentos que me permitió mantener el tamaño corporal “normal” porque me había muerto de hambre. O cuando tenía que admitir el hambre, racionalizaba que no era real porque algo estaba “mal” con mi capacidad de sentir hambre. El hambre prolongada eventualmente me llevó a los atracones, y la intensidad descontrolada de estos atracones me llevó a creer que estaba loca. El odio a la gordura de toda una cultura me obligó a aceptar la ilusión de que lo que sentía en mis entrañas era imaginario e injustificado. Peor aún, el hambre se pervirtió en placer. Cada punzada fue una agonía espiritual por mi pecado imaginado de glotonería y para acercarme un paso más a ser una mujer “normal”. Al igual que la rata de laboratorio, pensé que controlaba mi placer y dolor. Fuerza de voluntad, autocontrol, control de la silueta: estas son todas ilusiones. Somos manipuladas por los hombres que usan batas blancas.


# 2: La ilusión de la libertad de elección Con respecto al entrelazamiento estético y económico como un aspecto del control social,Gudrun Fonfa escribe: “El prejuicio en torno a la apariencia es la estandarización de una mirada (imagen corporal) y la discriminación contra aquellos que no cumplen o se ajustan a la imagen [prescrita]. “Las sociedades establecen limitaciones amplias aceptables, porque es importante crear la ilusión de que las personas eligen su estética personal, es decir, qué hueso poner delante de la nariz”. (5)

Si usted es gorda, puede optar por contar calorías o gramos de cabohidratos; tomar Sego, Slender o Proteínas líquidas; comer Figurines4; buscar las inyecciones de gonadotropina coriónica humana (HCG) del Dr. Simeon; seguir la dieta del Libro Rojo de la Mujer Sabia; etc., etc. El rango de opciones oculta el hecho de que estás obligada a elegir. En cuanto a las elecciones en sí mismas, no importa cuál elijas, estás eligiendo el dolor a través del hambre. Por lo tanto, si decides rechazar todas las opciones de reducción, se te castigará con el ridículo y el rechazo social. Desafortunadamente, con casi todos los intentos de perder peso, las mismas mujeres que usan constantemente uno u otro producto dietético también son castigadas por parecer que no usan ningún producto dietético.

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NT: son marcas de productos norteamericanos.


El control social va más allá de la simple represión de las desviadas. Los medios fundamentales de control social afectan a cada persona en la sociedad controlada. Se podría argumentar lógicamente que la persecución de las mujeres gordas quita la libertad de toda mujer a engordar. Más exactamente, ya que no hay manera de mirar a una persona y saber, sobre la base de su tamaño, si come mucho o poco, la libertad que las mujeres pierden es la libertad de sentirse cómoda con sus apetitos. La mayoría de las mujeres delgadas creen que se volverían muy gordas si se “descuidaran”. Especialmente en las clases medias y altas, esta creencia es explotada hasta la obsesión por los creadores de imágenes sexistas. Como resultado, millones de mujeres de tamaño promedio experimentan un terror agobiante con cada bocado que comen y ven sus cuerpos como dragones apenas domados que podrían atacarlas en cualquier momento y estallar en grasa. El hecho de que puedan ganar unos kilos fácilmente con la indulgencia navideña parece confirmar este peligro, y también las lleva a creer que las mujeres gordas son mujeres que se dan gustos todo el tiempo. Pero los millones de mujeres que están convencidas de que solo sus dietas se interponen entre ellas y unos cien kilos luchan contra su apetito sin ningún propósito real. Aproximadamente el 99% de todos los intentos de perder peso terminan en fracaso; en consecuencia, no más del 1% de las mujeres que son delgadas pueden atribuir sus cifras al exito de una dieta.(6) ¿Por qué son delgadas? Tal vez sean los genes. (7).


Tal vez sea la magia. El mecanismo es irrelevante. Ciertamente, no es la fuerza de voluntad o mejores hábitos alimenticios, ya que la mayoría de las mujeres delgadas están comiendo tanto como la mayoría de las mujeres gordas. Muchos creen que la falta de ejercicio es lo que engorda a la gente. Aquí nuevamente, la persona que hace ejercicio con regularidad tiende a ganar algo de peso cuando deja de hacer ejercicio. Además, los estudios muestran que algunos grupos de mujeres gordas (por ejemplo, mujeres adolescentes gordas) tienden a ser menos activas que sus pares. (8) Sin embargo, los mismos estudios muestran que estas mujeres gordas menos activas también comen significativamente menos que sus pares delgadas. En lugar de suponer que son gordas porque son menos activas, los investigadores deben preguntar si son menos activas porque están mal alimentadas; la actividad y la productividad disminuidas se observan comúnmente en los trabajadores semi hambrientos en los países del Tercer Mundo5. Quienes practican ejercicio de forma correcta ignoran el papel que tiene el acoso en hacer que las personas gordas sean menos activas físicamente. _____________________________________

NT: la definición de Tercer Mundo es problemática y tiene visos de colonialismo, tal vez inadvertido, lo cual es algo común en autorxs provenientes del Norte Global.

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Esta persecución abarca desde la falta de uniformes de gimnasio de gran tamaño para estudiantes gordos de secundaria hasta el ridículo abierto que muchas personas gordas encuentran cuando intentan trotar, nadar o bailar en público. Además, aquellos que culpan a la pereza por la gordura ignoran la evidencia proporcionada por las diferencias de clase social6. Las mujeres que hacen limpieza, por ejemplo, realizan trabajos físicos duros todo el día y frecuentemente son gordas. Son pobres, rara vez tienen sus propios autos y deben confiar en el transporte público, lo que significa que deben caminar hacia y desde las paradas de autobús, etc. En contraste, las secretarias de la oficina se sientan frente a las máquinas de escribir todo el día y generalmente son delgadas. Las personas de clase media tienen más probabilidades que los pobres de poseer sus propios autos. Recientemente, más personas de clase media, especialmente mujeres, han hecho ejercicio regularmente (tenis, correr, etc.). Antes de esta tendencia no todas eran gordas, ciertamente no tan gordas como las típicas mujeres de limpieza. Jean Mayer, uno de los investigadores más conocidos en la cuestión del ejercicio y dieta, escribe que la pérdida de peso para las personas gordas requiere “... una actitud casi estoica en su ascetismo y ... el hecho de dedicar tiempo a lo que normalmente será caminar solos y hacer ejercicio. ”(9) ¡Estoicismo, ascetismo, caminar sola y hacer ejercicio duro es lo que describe la vida de una mujer delgada típica! _____________________________________

NT: Esta referencia a la clase es fundamental, más allá de que describe la realidad de los EE. UU. y no el contexto de extrema precarización latinoamericana actual (habla de autos en la clase media, por ejemplo). Hubiera sido bueno que Mayer también incluyera la variable racial en su análisis de los trabajos de las mujeres en su país.

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El punto de todo esto es que tenemos muchas menos opciones sobre nuestras siluetas de lo que estamos convencidas. El sufrimiento de las mujeres por sus figuras no tiene sentido, y eso es difícil de aceptar. # 3: La ilusión de que es “por nuestro propio bien” En torno a la vergüenza de las mujeres gordas y el miedo de las mujeres no gordas hay medio siglo de mentiras médicas y psiquiátricas que Fat Underground denominó “mala praxis ginocida”7 (10). En este escrito, quiero dedicar solo un poco de espacio al contra- argumento radical de que los médicos enferman a las personas gordas y que los psiquiatras vuelven locas a las personas gordas. La esencia de estos argumentos se basa en observaciones como las siguientes Respecto a la salud física: 1. Es sabido el daño corporal grave, incluido el daño causado por la inanición prolongada, que se produce en los cuerpos gordos que hacen dietas.(11) Existe evidencia de que la aterosclerosis, que causa ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, es causada por la repetición constante de dietas.(12) Este hecho por sí solo explicaría la alta tasa de mortalidad de las personas gordas por estas enfermedades.

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7 NT: “Gynocida” es un juego de palabras entre la palabra “genocidio” y la palabra griega γυνή, γυναικός (“gyné, gynaikos”, mujer), que está en la raíz de palabras como “ginecología”.


2. Que todos los estudios que afirman demostrar que la gordura no es saludable se realizaron en personas que hicieron dieta con frecuencia y que viven en un ambiente de constante persecución y odio a sí mismos. 3. Que el puñado de estudios existentes sobre personas gordas no perseguidas sugiere que están bastante sanas, (13) mientras que los estudios de grupos perseguidos que no sean personas gordas, como las personas negras, muestran que estos grupos padecen muchas de las enfermedades “características” de las personas gordas.(14) Y en cuanto al bienestar mental: 4. Esa compulsividad hacia la comida se encuentra en casi todos los individuos, gordos o delgados, que pasaron hambre o han sido privados de comida, o que están amenazados de inanición o privación. 5. Como todas las teorías psiquiátricas se basan en la suposición de que las personas gordas son gordas porque comen más que personas delgadas, esta psiquiatría contradice la realidad y fuerza a las personas gordas a la alienación. En realidad, “nuestro propio bien” no es la verdadera razón para la persecución que sufren las personas gordas. La verdadera razón es la apariencia. ¿Cuándo fue la última vez que viste que se les niega el empleo a personas que fuman cigarrillos, o que se rían cuando se quejan de discriminación, sean ridiculizados en los medios de comunicación,


rechazados como amigos y amantes? - y estas personas también están poniendo en peligro su salud y la de otras personas. La apariencia es siempre el móvil de la dieta de las mujeres, incluso cuando las razones expresadas en voz alta, y que a menudo son creídas, apuntan a la salud. No hay forma de que una mujer pueda sentirse bien en esta cultura si se considera gorda. Los sentimientos de pereza y de “pesadez” son, al menos parcialmente, una reacción a la cultura de odio a la gordura, odio internalizado y expresado en la persona “con sobrepeso” como odio a sí misma. Tengan en cuenta cuántas de nosotras teníamos abuelas gordas y cuán duro y vigorosamente trabajaban esas abuelas gordas. Entre muchas mujeres, la salud no es ni siquiera una pretensión de un problema cuando se trata de deshacerse de la grasa. En una reunión de mujeres gordas en Los Ángeles, el 20 de abril de 1973, una mujer gorda admitió su fantasía secreta: “Me gustaría poder contraer cáncer o alguna otra enfermedad terminal para poder morir flaca”. La creciente popularidad de la cirugía de bypass intestinal refleja esta actitud desesperada. En esta cirugía, todos menos unos pocos centímetros8 del intestino delgado se desvían quirúrgicamente a un lado, de modo que la mayor parte de la comida pasa por el intestino sin digerir. Las pérdidas de peso de cincuenta kilos son típicas. En los meses o años que se está desperdiciando en pos de una belleza delgada (si es que no tiene ictericia), la paciente sufre diarreas explosivas, malolientes y dolorosas, desnutrición y daños a los órganos relacionados. _____________________________________ 8

NT: La autora habla de pies y pulgadas.


La tasa de mortalidad para esta operación se estima de forma conservadora en un 6% 15 y dado que aún es nueva y experimental, los efectos a largo plazo ni siquiera se conocen. Sin embargo, al menos 5,000 operaciones de bypass intestinal se realizan anualmente en los Estados Unidos, aproximadamente el 80% de ellas en mujeres 16 (y a un costo de $ 6,000 cada uno pagado por el paciente, que, por supuesto, es demasiado gordo para calificar para el seguro de salud). Alterar sus órganos como si fueran meros engranajes y circuitos es el deber natural de un objeto sexual. La utilidad (atractivo sexual) es la única virtud; el dolor es irrelevante. La relación entre médicos y mujeres gordas es sadomasoquista9. Creyendo que ella es inadecuada para manipularse a sí misma como un objeto sexual, la mujer gorda finalmente entrega su poder al médico para manipularla (mutilarla). Sus mandíbulas se cierran. Sus entrañas se cortan. Su sumisión la acerca a un ideal pasivo. Esta es la versión gorda extrema del masoquismo inculcado en casi todas las mujeres por el sexismo. Se nos ha enseñado el viejo principio de que “tienes que sufrir para ser bella”. La cantidad de dolor es una cuestión de grado. Según la retórica del sadomasoquismo, a través de la sumisión al dolor, la mujer obtiene el poder absoluto. Lo que realmente obtiene es la ilusión de que tiene el control. El poder que los médicos tienen para perpetuar o terminar esta miseria no es una ilusión. Los médicos continúan alegando que están confundidos por las contradicciones _____________________________________ 9

NT: Acá habría que repensar la idea de sadomasoquismo que presenta la autora a la luz de las ideas expresadas por lesbianas y queers en torno al placer de las prácticas BDSM, por ejemplo.


de la literatura sobre la obesidad, pero su perplejidad no les impide practicar sobre los cuerpos como si la obesidad fuera solo una cuestión de contabilidad calórica. Mientras los médicos sigan ejerciendo de esta manera, están usando su poder para abusar de nosotras. El descubrimiento de que los médicos pueden ser enemigos políticos de las mujeres no es algo nuevo para el feminismo. El movimiento de autoayuda, el movimiento de terapia radical y escritos como los de Barbara Ehrenreich y Deirdre English sobre la historia de las mujeres como curanderas y sanadoras (17) representan una recuperación del poder de las mujeres sobre nuestros cuerpos y mentes. La liberación gorda es la siguiente etapa en este proceso de liberación de la mujer. # 4: La ilusión del logro autolimitado “Si realmente querés algo, podés tenerlo, todo depende de vos”. ¡Cuántas veces escuchamos este cliché de doble filo! Por un lado, el cliché insta a las personas a no rendirse en la desesperación. Por otro lado, es una excusa paralizadora para el statu quo, lo que implica que quienes “tienen” merecen su privilegio y quienes “no tienen” no están lo suficientemente motivados para trabajar y obtener el privilegio. Con este truco, las políticas parecen psicología personal y las víctimas son las culpables. La mayoría de los médicos están profundamente enganchados en esta lógica puritana. ¿Cómo podrían respetarse a sí mismos, cómo podrían evitar la culpa desmoralizadora, a menos que creyeran que hay justicia en un sistema que priva a tantos y recompensa a tan pocos, incluyéndose a sí mismos felizmente?


Bajo la “ilusión de la libertad de elección”, describí cómo la Ilusión Gorda engaña a las mujeres individualmente en luchas sin sentido por el “control de la figura”. En el nivel de la ilusión del logro autolimitado, esas luchas individuales se vuelven significativas, formando un sistema que controla la energía de masas de mujeres. Las mujeres se dividen en aquellas que temen engordar y las que se avergüenzan de ser gordas. A través de la compra de la ideología y productos para bajar de peso (sacarina, gaseosas dietéticas, la revista Weight Watcher, etc.), las mujeres delgadas afirman que están motivadas para ser delgadas y hermosas. Son recompensados ​​con la aprobación masculina y con el permiso de sentirse superiores a las mujeres gordas. Con las mismas acciones, las mujeres gordas afirman que quieren ser aprobadas por los hombres -que sus corazones están en el lugar correcto, que aceptan el dominio del patriarcado-, pero su recompensa es solo una promesa futura de aprobación masculina, ya que mientras estén gordas, incluso si están a dieta, sufren persecución. Sin embargo, llegan a sentirse superiores a una persona mítica que es más gorda que ellas y que continúa comiendo sin vergüenza. El valor y el poder de la aprobación masculina se incrementan por el sufrimiento de las mujeres para ganárselo. He enfatizado la aprobación masculina para demostrar que se trata de una situación sexista que mantiene a la mayoría de las mujeres dependientes de la masa de los hombres para lograr autoestima. La misma situación existe entre las lesbianas de una manera más sutil. El dinero y el financiamiento que las mujeres ponen en la industria de la dieta se convierten en un látigo que persigue a las mujeres gordas, lo que genera publicidades sobre dieta y moda cuyo mensaje


es que solo las mujeres delgadas son dignas de amor. El espectáculo resultante del sufrimiento de las mujeres gordas aterroriza al resto de las mujeres para que sigan apoyando a las industrias de pérdida de peso. Esta es una suerte de fraude o extorsión donde cada centavo que pagamos a la industria reductora aumenta su poder sobre nosotras. El poder de las mujeres se ve obstaculizado no solo por la competencia para ser más delgada que la mujer siguiente, sino por el hambre y la preocupación por la comida. El último mensaje antirrevolucionario es que lo que nos hace sentir bien (como comer lo que queremos) es realmente malo para nosotras. La Ilusión Gorda, en todos sus niveles, debe ser eliminada de la vida de las mujeres. No debe haber apoyo ni aprobación de las industrias reductoras, ya que estas industrias degradan a las mujeres gordas. Cada lata de gaseosa de dieta que compras, sin importar cuánto pueda “preferir su sabor”, lastima a las mujeres gordas y, por extensión, a todas las mujeres. A medida que las mujeres liberan el conocimiento sobre la gordura del monopolio médico, las mujeres gordas saldrán de los armarios mentales10 para darse cuenta de que no hay nada de malo en nosotras. Es hora de luchar con las implicaciones del privilegio delgado y del castigo a la gordura, al igual que nosotras luchamos contra otras injusticias sociales que hemos reconocido desde hace años. No podemos esperar la ayuda y el consejo de los médicos. parte del hecho de que pocos médicos arriesgarán sus carreras para desacreditar un fraude médico popular que, después de todo, es principalmente un problema de mujeres, la verdad en este caso es que no sería un buen negocio. _____________________________________

10 NT: La salida del closet de la gordura es un tema que interesa a los Estudios sobre Gordura en la actualidad.


[en esta edición falta la cita final]11 Es posible que nosotros, los rechonchos, nunca veamos a ese “hombre delgado” [encarcelado en todos los hombres gordos] fuera de nosotros, pero ciertamente no será por no intentarlo. A medida que avanzamos hacia esa gran torta en el cielo, nos encontramos, como nunca, con señales de “parar” que nos amonestan por nuestra glotonería y nos dirigen de nuevo a lo recto y estrecho. (18)

Referencias 1. A. M. Bryans, “Childhood obesity: Prelude to adult obesity,” Canadian Journal of Public Health (November 1967), p. 487. 2, U. S. Department of Health, Education and Welfare. Obesity and Health (Washington, DC: 1966), p. 60. 3. W. L. Asher, “Appetite suppressants as an aid in obesity control,” in Louis Lasagna, ed., Obesity: Causes, consequences and treatment (New York: Medcom, 1974), p.73. 4. Joseph A. Glennon, “Weight reduction: An enigma,” Archives of Internal Medicine (July 1966), vol. 118, pp. 1-2. 5. Gudrun Fonfa, “‘Looksism’ as Social Control,” Lesbian Tide (January I!175), p. 20. 6. Alvan Feinstein, “How do we measure accomplishment in weight reduction:’” in Lasagna, ed., op. cit., p. 86. 7. Jean Mayer, Overweight: Causes, cost and control (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1968). 8. Mayer, pp. 125-126. 9. Mayer, p. 165. 10. Fat Underground, “Health of fat women … the real problem,” 1974. _____________________________________

NT: La cita original que figura en el texto dice: “We porkies may never get to see that “thin man” [imprisoned in every fat man] outside ourselves, but it certainly won’t be for lack of trying. As we plod ever onward to that great pie in the sky, we are met, as never before, by “stop” signs that admonish us for our glutony and direct us back to the straight and narrow”.

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11. Aldebaran, “Fat liberation: A luxury?” State and Mind (June-July 1977), pp. 34-38. 12. Obesity and Health, p. 40. 13. Clark Stout, et al., “Unusually low incidence of death from myocardial infarction,” Journal of the American Medical Association (June 8, 1964), Vol. 188, pp. 845-849. 14. Jack Slater, “Hypertension: Biggest killer of blacks.” Ebony (June 1973). 15. “Current status of jejuno-ileal bypass for obesity,” Nutrition Reviews (1974), Vol. 32, p. 334. 16. De una conversación telefónica con un empleado de la oficina del Dr. J. Howard Payne (médico pionero en el bypass intestinal como tratamiento para la obesidad), 6 de Agosto de 1975. 17. Muchos libros han sido escritos por mujeres feministas sobre el tema de la mujer y la salud. Una buena bibliografía de introducción (omitiendo, por supuesto, información sobre mujeres gordas) se encuentra en Appendix of The hidden malpractice, por Gena Corea (Nueva York: William Morrow, 1977). El libro específico al que se hace referencia en el texto es Witches, Midwives and Nurses por Barbara Ehrenreich y Deirdre English, publicado por The Feminist Press, Box 334, Old Westbury, NY 11568. 18. Frank Bowers, “The wild signal of health” en “101 Ways to Lose Weight and Stay Healthy, Woman’s Day (Marzo 1975), p.10.




NT: El texto que aquí se traduce -tomado de https://theestablishment.co/why-dont-we-hear-fat-womens-metoo-stories/ - presenta algunas particularidades. Por un lado, es problemática la premisa de que el sujeto del feminismo sean únicamente las mujeres, así como también el binarismo que subyace de manera monolítica. Por otra parte, a pesar de estas limitaciones y de tratarse de un texto producido en un ámbito específico (los EE.UU.) y que no corresponde universalizar, dispara una discusión que el activismo gordo local –por lo menos, en la vertiente que participa de manera organizada en espacios asamblearios feministas como las asambleas preparatorias del 8M/3J o el mismo ENM/Encuentro Plurinacional de mujeres cis y trans, lesbianas, travestis, bisexuales y n/b - ha intentado introducir como parte del cuestionamiento de los cuerpos del feminismo y de la gordura como asunto del feminismo. En los masivos talleres de activismo gordo realizados en el marco de los ENM de Resistencia (2017), Trelew (2018) y La Plata (2019), que propusimos y coordinamos desde el Taller Hacer la Vista Gorda, mujeres cis y trans, travestis, lesbianas, bisexuales y personas no –binarixs compartimos y comentamos las múltiples experiencias de vulneración de nuestros derechos humanos fundamentales: la violencia sexual fue, quizá, el relato más recurrente. Al dolor y el silencio que rodean habitualmente al abuso, se le suma en el caso de la gordura el temor a la burla cruenta y a la indagación estigmatizante por parte de quienes deberían ejercer una escucha empática y sin visos discriminatorios. No hay estadísticas que hablen de este doble silenciamiento que padecemos quienes hemos sobrevivido al abuso siendo gordxs, pero las marcas de la violencia inscripta sobre nuestra carne vuelven a punzar ante cada afrenta institucional e individual que pone en duda y en riesgo nuestra experiencia corporal. La violencia sexual hacia los cuerpos gordos es un problema urgente y que merece una reflexión que eluda las trampas esencialistas de cierto feminismo hegemónico y que abrace las complejidades e intersecciones que son tenidas en cuenta por el activismo anclado en la diversidad corporal, de género y sexual.


Por eso, creí necesaria la circulación de algunas de las reflexiones que aquí se exponen, en tanto ayudan a poner en evidencia la naturalización de la violencia, el estigma y la discriminación hacia las personas gordas, naturalización que circula incluso en espacios y personas que se autoperciben empáticas, aliadas y feministas. Queda para otra oportunidad la reflexión local sobre estas cuestiones, así como también la indagación sobre las posibilidades que abren los afectos de vergüenza, venganza, resentimiento, entre otras emociones consideradas negativas o improductivas para la política.

¿Por qué no escuchamos historias #MeToo1 de mujeres gordas? Por Your Fat Friend. Traducción libre y temblorosa, más notas introductorias y al pie de Laura Contrera

Pista: No es porque no las tengamos. Advertencia de contenido/TW: descripciones de agresión sexual Ciento veintidós hombres. Así es como muchos políticos, escritores, músicos, cineastas y figuras públicas prominentes han sido acusados ​​públicamente de acoso y abuso sexual desde que Harvey Weinstein dejó la Compañía Weinstein. _____________________________________

NT: La frase #MeToo fue utilizada en talleres y otras formas de organización comunitaria por la activista social Tarana Burke para ayudar a niñxs sobrevivientes de abusos a dar cuenta de esas situaciones por cerca de una década antes de que se hiciera viral en octubre de 2017. El hashtag #MeToo fue popularizado por la actriz Alyssa Milano, quién animó desde su cuenta a tuitear bajo esta frase experiencias de abuso y acoso sexual. El objetivo era demostrar la naturaleza extendida de estas prácticas. En Argentina se utilizó el #metoo ampliamente en redes sociales, aunque desde el día 11 de diciembre de 2018 también se impuso el #MiraComoNosPonemos como hashtag para denunciar la agresión y el acoso sexual. Esta etiqueta fue elaborada a partir de la acusación de violación contra el actor Juan Darthés realizada por la actriz Thelma Fardin. La frase fue presentada en el contexto de la conferencia de prensa que brindó la actriz junto al colectivo Actrices Argentinas y alude a las palabras que, según el relato de las víctimas, el denunciado les decía al momento de cometer los abusos: “mirá como me ponés”.

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En la última semana, Junot Díaz se unió a esa creciente lista, al igual que el fiscal general de Nueva York Eric Schneiderman, y el escándalo del Premio Nobel resaltó las experiencias de las mujeres que trabajan con una de las organizaciones literarias más prestigiosas del mundo. Así que supongo que eso lleva nuestra lista a 123. Claramente, estamos lejos de acabar con esta epidemia. Pero finalmente, por primera vez, las instituciones están empezando a nombrar el comportamiento de los hombres que hacen comentarios y ultimátums no deseados, que se exhiben, que exigen nuestros cuerpos. Por primera vez, estamos aprendiendo a creer en las mujeres. Las mujeres que se presentan son innegablemente valientes: jóvenes y viejas, ricas y pobres, famosas y desconocidas. Y, abrumadoramente, son delgadas. Pero el 67% de las mujeres estadounidenses son de talla grande. Entonces, ¿dónde están las mujeres gordas? Yo tenía 15 años -y una talla 18- la primera vez que un hombre me dijo que había fantaseado con violarme. Me dijo que ansiaba ponerme las manos detrás de la cabeza, anhelaba oírme decirle que no. Me combatirás, pero amarás cada minuto de ello. Fui sacudida, confundida, desorientada. Mientras él hablaba, cada aliento de mis pulmones se drenaba, absorbidos por la certeza de que agradecería su violencia. Te encantará cada minuto. La vida en mis venas se filtró de mi cuerpo hacia la tierra que deseaba que me tragara por completo. Con el tiempo, las fantasías de los hombres se convirtieron en parte de la trama de mi experiencia. En los años que siguieron, más y más hombres revelaron su deseo de agredirme. Cuando le dije a uno que se detuviera, a mis veintitantos años, se sorprendió. Pensé que estabas liberada. Deberías estar agradecida.


El fantasma amenazante de la gratitud me seguía a todas partes. Yo era queer, lo que significaba que se esperaba que fuera sexualmente flexible, libre de límites y con pocas probabilidades de decir no, disponible para ser puesta en cualquier escena o posición necesaria para la gratificación de los hombres. Y era gorda, lo que significaba que debería estar agradecida por lo que obtuve. Incluso si fue violento. Incluso si no lo consentí. Cuando finalmente revelé este patrón a amistades más delgadas, espere cierta compasión, algunas herramientas para la supervivencia. Después de todo, pasamos mucho tiempo desarrollando estrategias compartidas para enfrentar compañeros de trabajo espeluznantes y vecinos lujuriosos. Pero para muchos de ellxs, esta violencia voraz fue una interacción incómoda, una razón para llamar a la policía, huir, contarle a cada mujer que conocían, hacer algo drástico. Medidas desesperadas.

Para mis amigas delgadas, las fantasías de violación eran una excepción, la desviación de un tipo de hombre particularmente depravado. Para mí, eran la regla: un lugar tan común como para volverse rutinario. Aparentemente, alrededor de las mujeres gordas, cualquier hombre podría ser ese tipo particularmente depravado.

Más preocupantes fueron las reacciones de personas conocidas flacas. Una amiga de la familia -y autoproclamada feminista-, al escuchar acerca de esta arremetida de fantasías, me felicitó. ¿No es genial ser deseada? Y, más inquietante, hay una tapa para cada olla [NT: unx rotx para unx descosidx]. Como si yo me hubiera amilanado por la selección de hombres que me tomarían. Como si su violencia fuera un signo de esperanza. Como si solo fuera una expresión equivocada de atracción. Unx amigx me preguntó por qué no le había contado a nadie antes. Me sorprendió su pregunta, cuando la respuesta era tan clara. Como muchas mujeres antes que yo, cuando comparto historias de acoso, silbidos, “piropos”, avances no deseados y violencia, me encuentro con un rechazo. A diferencia de otras mujeres, esa resistencia viene en forma de pregunta: ¿Quién querría violarte?


Mientras que las mujeres delgadas tienen la libertad de hablar sobre la violencia sexual como algo separado, de alguna manera, del deseo -la violación se trata de poder, no de sexo-, yo no tuve ese lujo. Como mujer gorda, mi cuerpo era visto como inherentemente indeseable. Cualquier atención sexual que reciban las mujeres gordas se trata como una ganancia inesperada digna de felicitaciones, una imposibilidad equivocada o una mentira absoluta. Se espera que las mujeres gordas estén agradecidas por cualquier expresión que pueda confundirse con deseo, incluyendo el abuso y el hostigamiento. Estamos expuestas a un tipo de deseo sin adornos, más violento, porque se espera que aceptemos y alimentemos todo lo que nos sea ofrecido. A veces, nuestro acoso toma un giro más amenazante, basado en el refuerzo del rechazo en lugar de nuestra gratitud asumida. Una persona conocida gorda recientemente me contó que en su lugar de trabajo los hombres discutían abiertamente con quién se acostarían y con quién no. A menudo escuchaba que su propio cuerpo se utilizaba como remate de la conversación: colosalmente indeseable, cómicamente no deseada. “Sólo quería trabajar”, dijo. Incluso cuando no somos deseadas, el acoso nos alcanza. Cuando las mujeres gordas logramos reunir el coraje para expresar nuestras experiencias con la agresión sexual, tenemos muchas menos probabilidades de que nos crean que nuestras contrapartes más delgadas. Mientras que las mujeres flacas se enfrentan a tasas funestas de enjuiciamiento y condenas por calumnias e injurias por denunciar sus agresiones sexuales, las mujeres gordas a menudo son descartadas, lo que hace que sea una especie de “temporada abierta de caza” para nuestros cuerpos. La creencia cultural de que las mujeres gordas son desagradables, que los cuerpos gordos son indeseables, ofrece una placa de Petri caliente, un hogar hospitalario para que crezcan los deseos bacterianos de los hombres.


Me tomó muchos años revelar mis propias experiencias. Porque, como cualquier mujer, sabía que dar un paso adelante significaría enfrentar negaciones estándar, escrutinio, despidos.Pues, a pesar de todo lo que hablamos sobre el abuso sexual como un acto de poder y no de deseo, como mujer gorda sabía que esas declaraciones siempre venían con advertencias, asteriscos, notas al pie de página. Sabía que mi cuerpo sería mirado como una obvia excepción a la regla. Después de todo, ¿quién querría violarnos? Debemos estar agradecidas. Nuestro debate nacional sobre abuso y acoso sexual se ha convertido en un punto álgido. Principalmente, ha sido dirigido por actrices de Hollywood: las Jessica Albas, Salma Hayeks y Rose McGowans2, conocidas por su legendaria belleza. Pero para florecer, esa conversación tendrá que hacer espacio para mujeres cuyo liderazgo luchamos por respetar, cuyos cuerpos luchamos por abrazar. Incluso aquellas que, en nuestro fuero interno, todavía esperamos que estén agradecidas. Porque si nuestro feminismo no reconoce la humanidad del 67% de nosotras, ¿a quién servirá esa victoria?

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NT: En 1 de enero de 2018, el colectivo «Time’s Up» («El tiempo se acabó»), formado por más de 300 mujeres de Hollywood, ​anunció la creación de un fondo para ayudar a mujeres contra el acoso sexual. En una carta publicada en varios diarios, la coalición de actrices, directoras, productoras y otras trabajadoras de la industria del cine, la televisión y el teatro se dirigieron a sus «hermanas» en sectores menos lucrativos de la economía de Estados Unidos.

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La gordura en la Cultura, el Arte y el Lenguaje Por Dina Amlund. Traducción libre y temblorosa, más nota introductoria, de Laura Contrera. NT. Este texto fue tomado de https://konfront.dk/fatness-in-culture-art-and-language/ y traducido con el permiso de Dina, a quien conocí en una jornada de activismo gordo llamada “Fatties: The Politics of Volume” (Ámsterdam, 2018), donde compartimos un panel. Yo hablé del activismo gordo que existe más allá del norte global, ella habló de la gordura en el pasado y en el presente. Me pareció fantástica su exposición y me quedó en la memoria su explicación de las pinturas de Rubens. Cuando Ad Minoliti me invitó a participar en la Escuela Feminista de Pintura de su Museo Peluche, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, enseguida busqué y encontré este texto, donde Dina, invitada por el artista Tore Hallas, habla sobre la representación del cuerpo gordo en el arte, la cultura y el lenguaje. Dina Amlund es una historiadora de la cultura y activista gorda danesa. El video de Tore Hallas que menciona Dina “AND GOING AFTER STRANGE FLESH” se enfoca en la gordura, la homosexualidad, la religión, la vergüenza y la culpa.

Tenemos la idea de que estaba bien ser gordx en la antigüedad. Eso no es cierto. La delgadez siempre ha sido adorada y la gordura utilizada como símbolo de lo que no nos gusta. Repetir constantemente que la gordura estaba bien en la antigüedad, es solo otra capa de gordofobia. Se convierte a la gordura en sinónimo de algo que pertenece a un tiempo de menos conocimiento y sentido común que ahora. La cultura occidental comienza con la Antigüedad hace 5000 años: vemos esbeltez en la tradición escultórica, en las pinturas de las cerámicas y en las descripciones de lxs dioses. También vemos fajas en la antigüedad. Una combinación de chaleco y cinturón para adelgazar el cuerpo. En la Edad Media, lo ideal es la esbeltez, que aparece en el arte, la literatura y la moda. Existe una idea generalizada de que la gordura se veneraba en la época barroca y algo en el Renacimiento. La gente piensa en esos pequeños ángeles con caras gordas.


Pero fueron pintados como niños muy pequeños. Se nos dice repetidamente que, en otros tiempos menos informados e ilustrados, era un símbolo de estatus que los hombres fueran gordos y, en el caso de las mujeres, un símbolo de fertilidad y belleza. Eso no es así. Lo descubrí porque fui a buscar pintura, moda y literatura con personas gordas a lo largo de los siglos. El término “rubenesco” confunde a las personas. En nuestro lenguaje contemporáneo se usa para describir a las personas gordas, particularmente a las mujeres gordas. Pero vean a sus modelos. No son gordxs. La gente literalmente alucina cuando mira las pinturas de Rubens y ve que no están gordas. Nos han dicho que son gordxs, así que eso es lo que vemos. Veamos dos de sus cuadros. El juicio de París de 1638-40. Es la famosa historia del príncipe Paris, que iba a darle una manzana a la más deseable de las tres diosas más deseables, Afrodita, Atenea y Hera. La otra pintura es La elevación de la cruz de 1610.

El juicio de Paris Rubens, 1638-40

Esta imágen fue modificada para adaptarse a las ridículas normas sobre desnudos en Issuu

Estas pinturas son típicas de Rubens. Y lo que es interesante es que cuando pintó a las mujeres más bellas y deseables, las diosas, eligió modelos esbeltas. Se parecen a Kate Winslet y Drew Barrymore. No son tan delgados como Kiera Knightly o Twiggy. Pero, definitivamente, no son gordas.


Miren a Jesús. Vale la pena notar que el concepto de mujer como "el bello sexo" aún no se había inventado en la época de Rubens. En este momento, el género más bello era el del hombre. Porque el hombre fue hecho a imagen de Dios y la mujer fue hecha de la costilla del hombre. No querían decir que “hombre” es la humanidad, querían decir que el género masculino fue creado a imagen de Dios. Y así, el hombre es la criatura más bella de todas las de Dios, y la más bella de todas fue Jesús, porque era Dios y hombre al mismo tiempo.

La Elevación de la Cruz Rubens, 1610

Les aseguro que, si hubiera sido de alguna manera admirable y un símbolo de estatus ser gordx, Jesús habría sido gordo en cada pintura y en cada crucifijo colgado en las iglesias. Al igual que Afrodita y sus amigxs habrían sido representadxs como gordxs. Jesús fue pintado como delgado y blanco porque ese era el ideal. Sí, existen pinturas de personas gordas. Pero no prueban mucho más que el hecho de que existían personas gordas. El nivel de gordofobia en las épocas previas y posteriores a la era barroca fue quizás peor, pero eso no significa que no hubo gordofobia durante esa era con todos los Jesuses delgados. La gordofobia fue en gran medida una estructura durante el período barroco, así como todos los demás períodos.


Al visitar SMK, la galería de arte nacional en Dinamarca, tienen una gran colección de pinturas de esta época, incluidas varias pinturas de Rubens. Hay dos cuadros con mujeres gordas, no muy gordas, pero bueno, las llamaré gordas. También hay una pintura de Michael Kvium de una mujer gorda montada y azotada por un hombre delgado, hay una estatua art nouveau de una mujer muy gorda. Y un retrato de un hombre algo gordo del siglo XVIII. Eso es todo. El resto de los cuerpos expuestos en SMK son delgados. Muchos cuerpos. Cuatro pinturas y una estatua que retrata la gordura. Y sí, Rubens pintó a algunas mujeres un poco más grandes que estas tres, pero no lo suficientemente grandes como para ser clasificadas como gordas. Todavía podrían comprar ropa en las tiendas de ropa occidentales de hoy. Hay algunas pinturas de hombres gordos entre el trabajo de Rubens. Pintó a Baco, el dios romano del vino y la intoxicación. Pero él no era Jesús, majestuoso y bello. Lo pintó con una especie de expresión divertida y rodeado de caos, por ejemplo, un niño desnudo orinando y un anciano bebiendo vino. No se comporta bien la gente en esa pintura, no retrata a Baco como ideal. Todavía hoy vemos la esbeltez como la encarnación de lo que nos gusta y la gordura es utilizada para lo que no nos gusta. ¿Han visto Danmarks Sønner (Hijos de Dinamarca) en cines, que recientemente recibió algún premio en algún lugar del mundo? No es una coincidencia que el malvado nazi sea interpretado por un actor gordo y que los personajes con los que simpatizamos sean interpretados por actores delgados. Lo vemos en la sátira -y siempre lo hemos visto en la sátira, incluso antes de la imprenta tal como la conocemos hoy. Si estás en el ala izquierda tenés al malvado capitalista que, por supuesto, esgordo. Desde el ala derecha vemos a


los gordxs desempleadxs que extraen dinero del Estado de bienestar. Si se quiere criticar el Desfile del Orgullo Gay - sea que estés en el extremo de derecha que no quiere que se haga alarde de lo queer o si estás en el lado izquierdo que no acepta la comercialización y la normatividad o la falta de queericidad en el orgullo-, verás caricaturas gordas. Cuando alguien quiere criticar a Dinamarca y a lxs daneses en un periódico, dibujan gordos con sombreros de fútbol de 1992. Si quieres criticar a la Iglesia, representarán a un sacerdote gordo que es malvado y moralista o que está ridículamente fuera de sintonía con el resto del mundo. Independientemente de lo que se quiera ridiculizar o criticar, sea cual sea su posición en el panorama político o en otro lugar, la gordura es la forma en la que se transmite el mensaje visual de que esto es algo que odiamos o deberíamos odiar. Por eso estoy muy feliz de ver la belleza en el trabajo de Tore. Es muy hermoso y las palabras chocan con la belleza, las palabras son muy duras porque te hablan sobre las estructuras gordófobicas. Por ejemplo, tener una pareja que piensa que nunca la dejarás porque es, por definición, mejor que vos: es una persona delgada y vos sos gordx. Por último, hablaré sobre el lenguaje cuando se trata de la gordura. Es posible que hayan notado la palabra “gordura”en el texto del catálogo sobre el trabajo de Tore, en danés “Tykhed”. “Gordura” [“Fat”] es la palabra neutral en inglés, “Tyk es la palabra neutral en danés. Algunas personas creen que “Fed” es la traducción de “Fat”, pero no lo es. Porque no solo “Fed” es un adjetivo muy odioso, el sustantivo es “Fedme”, que se traduce como “Obesidad”. No es neutral en absoluto. “Fatness” y “tykhed” son los sustantivos neutros.


“Sobrepeso” y “con exceso de peso” suelen ser la forma en que las personas creen que se refieren a lxs gordxs y a la gordura con la mayor precisión y cortesía, pero piensen en la construcción social de la palabra “sobrepeso”. Fue creada para ser el polo opuesto del peso considerado normal. Coloca a las personas gordas fuera de la norma. “Obeso”, “Obesidad”, “Fedme”: palabras que se crean para patologizar a las personas gordas. La epidemia de la obesidad, por ejemplo. La forma en que las personas gordas son analizadas en la cultura occidental de hoy es muy similar a cómo Occidente debatió la homosexualidad hace 50 años. Estaban obsesionadxs con contar cuántos homosexuales había: ¿Hay más ahora que antes? ¿Qué pasa si hay más? ¿Más de elloxs que de nosotros? ¿Qué es este estilo de vida? ¿No es que simplemente se recomponen y dejan de ser así? ¿Por qué son así? ¿Nacieron con este mal funcionamiento o tuvieron una mala infancia? ¡Probablemente era una madre dominante! ¿Cómo podemos tratar esto? ¡Mutilemos sus cerebros con terapia de descarga eléctrica! ¡Deberían rezar a Dios! ¡Son asquerosxs! Si es una enfermedad, entonces no pueden evitarla, pobres... Esas son exactamente las mismas cosas que se dicen sobre las personas gordas hoy. Excepto por los electrochoques y la castración, se realizan diferentes tipos de cirugía gástrica, mutilan el estómago y el sistema intestinal de las personas gordas, creando deliberadamente una enfermedad que impide que los cuerpos sanos absorban los nutrientes de los alimentos.


Necesitamos representación visual en todas partes y necesitamos un lenguaje que aleje a las personas gordas de la patologización. La OMS eliminó la homosexualidad de la lista de trastornos mentales en 1992. Muy recientemente, la OMS publicó un informe que decía que la fobia a la gordura -lo llamaron estigma de peso-, es perjudicial para la salud de las personas gordas. Ese es el primer paso para eliminar la gordura de su lista de patologías y, en cambio, enfocarse en lo dañino que es para la salud tener que vivir bajo estructuras gordofobicas. ¡Soy optimista y pienso que estamos en el camino hacia tiempos mejores! En este contexto, veo el trabajo de Tore como un trabajo político. Es identidad política, es representación, es una declaración y está dando testimonio. Y estoy deseando ver a dónde irá Tore Hallas después de “AND GOING AFTER STRANGE FLESH”.

And going after strange flesh Tore Hallas, 2019


Imposible violar a una gorda en calzas: violencia, estigma y re-victimización en la justicia argentina. Por Laura Contrera Virginie Despentes tituló el magnífico capítulo de Teoría King Kong donde relata su experiencia de violación con el nombre de una canción: “Imposible violar a una mujer tan viciosa”. Este capítulo ha sido muy celebrado desde su publicación, pues desmonta en una serie de párrafos contundentes un dispositivo eficaz de socialización de niñxs, mujeres y varones. Allí la autora reflexiona sobre el dispositivo cultural que instala el abuso como hecho fundacional de la sexualidad de las mujeres: una sexualidad que debe gozar en su propia impotencia frente al deseo viril, siempre incontrolable. Contra el silencio forzado que enlaza espuriamente a víctimas con victimarios, Despentes propone, siguiendo a Camille Paglia, una “política del riesgo”: bajo estas condiciones, la violación es un peligro ineludible, pero asumirlo implica la circulación libre en espacios tradicionalmente vedados para las corporalidades leídas como femeninas. En otro artículo analicé las implicancias gordofóbicas que tiene el análisis de nuestra feminista punk favorita al describir el escenario post-violación, pero aquí me interesa detenerme en la violencia que supone pensar a las niñas y mujeres gordas por fuera de este dispositivo cruento de feminización debido a una acumulación de tejido adiposo considerada excesiva. A estas alturas, todxs sabemos que la gordura nos retira automáticamente del mercado sexual hegemónico, arrojándonos a los márgenes de la deseabilidad estandarizada, quizá como fetiche de algunos varones o aceptando el rol de “gorditas gauchitas” siempre listas para cumplir las fantasías hetero-cis-machistas sin chistar (dejo para otra ocasión la cuestión de la gordura y los intercambios sexo-afectivos lesbianos y bisexuales). La activista y académica gorda Samantha Murray ha expresado que los cuerpos gordos femeninos no somos mercancías vendibles en el mercado sexual mainstream. Pero a esta afirmación


hay que sumarle otro dato de la realidad fácilmente comprobable: las gordas también somos abusadas siendo actualmente gordas. Porque la violación no tiene que ver con el deseo, sino con el sometimiento y una eficaz pedagogía de la crueldad, al decir de Rita Segato. En un reciente fallo, un tribunal de Puerto Madryn decidió absolver a un varón que fue a juicio acusado de haber violado a su ex pareja. Esta sentencia fue noticia gracias al argumento de la Defensora Oficial del imputado, el que giró en torno a la gordura de la presunta víctima. La abogada dijo: “Eso no es ofensivo ni creo que la fiscal se pueda sentir agraviada si se lo digo a la víctima. Dice que el señor le sacó la calza y yo me pregunto si a una persona obesa puede un hombre que pesa 75 kilos forzarla a sacarle una calza. La calza es una prenda de vestir que no es de fácil acceso para colocarla o sacarla. Para la fiscal, el señor le arrancó la calza. ¿Dónde está la calza? Si fue forzada a sacársela esa calza debería estar rota, no solo por la fuerza de la víctima sino la fuerza de la prenda de vestir”. El énfasis en la calza -descripta como un artilugio cuasi-medieval, imposible de desencarnarse sin anuencia-, vuelve a poner en evidencia que ciertos cuerpos no deben vestir determinadas prendas si no quieren ser objeto de escarnio o resultar víctimas creíbles para la maquina punitiva estatal. Dejando de lado el análisis que amerita el fallo en sí mismo, lo siniestro de la tesis de la Defensora es que, más allá del retorcido ejercicio de imaginación que exige, apela a un sentido común –violento, discriminatorio y estigmatizanteque no debería tener lugar ante los estrados judiciales.


En el pasado Encuentro Nacional de Mujeres cis y trans, travestis, lesbianas, bisexuales y no –binarixs, desde el Taller Hacer la Vista Gorda coordinamos un espacio de reflexión sobre el activismo en torno a la gordura. Entre las múltiples experiencias de vulneración de nuestros derechos humanos fundamentales que compartimos, la violencia sexual fue, quizá, el relato más recurrente. Al dolor y el silencio que rodean habitualmente al abuso, se le suma en el caso de la gordura el temor a la burla cruenta y a la indagación estigmatizante por parte de quienes deberían ejercer una escucha empática y sin visos discriminatorios. No hay estadísticas que hablen de este doble silenciamiento que padecemos quienes hemos sobrevivido al abuso siendo gordxs, pero las marcas de la violencia inscripta sobre nuestra carne vuelven a punzar, como la herida de Quirón que nunca cierra, y se reactualiza ante cada afrenta institucional e individual que pone en duda y en riesgo nuestra experiencia corporal.


Comer es un hecho político: cuarentena, alimentación y gordofobia. Por Laura Contrera

Desde que comenzó la cuarentena, las menciones burlonas al tamaño corporal abundan en las redes. La activista de la gordura, Laura Contrera, analiza el terror al aumento de peso en el contexto de un aislamiento que solo aumenta la lupa del control de los cuerpos.

Desde el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por el Gobierno nacional proliferan los memes con referencia al estado excepcional que nos toca atravesar. Entre ellos, hay muchos que aluden a la gordura como consecuencia indeseable y vergonzosa de la alimentación excesiva y el poco ejercicio que caracterizan la cuarentena de algunos sectores de la población. Muches activistas de la diversidad corporal y afines han cuestionado el sentido de esas imágenes del “antes y después” que ahondan en preconceptos sobre el valor de la delgadez -o lo fit- y temores sociales en torno a un apocalipsis de la gordura que acecha a la humanidad. Las redes sociales rezuman acusaciones cruzadas de gordofobia y falta de sentido del humor. Me excede un poco analizar el tráfico de esas imágenes donde se traman afectos ligados a la incertidumbre, pero me quedo con la invitación a abrir el debate sobre algunos aspectos del comer en tiempos de cuarentena. Inspirada por cierta antropología de la comensalidad (el comer juntes), hace algunos años escribí un texto -que luego fue compilado en el libro Cuerpos sin Patrones (Madreselva, 2016)- donde decía que “además de un hecho social, comer es un hecho político, indudablemente”. Me interesaba entonces explorar las condiciones de acceso al alimento en nuestro país desde una perspectiva no gordofóbica, pero que sí


tuviera en cuenta distintas variables de opresión interrelacionadas. Especialmente pensaba en la clase y quería remarcar que había distintas formas de pobreza: algunas caracterizadas por la exclusión del acceso a la comida y otras por el acceso restringido a ciertos alimentos. Acá hay que aclarar algo: me refería a comer como actividad humana donde se articulan lo individual y lo social. Comer, como práctica individual, más allá de ser un evento situado en determinadas coordenadas geopolíticas, no siempre es un manifiesto político. Ni tendría porqué serlo, aunque algunas circunstancias gatillen la susceptibilidad social y pongan en el centro de la escena ese acto. Por ejemplo, comer en público puede resultar una actividad trivial, pero puede ser un desafío para algunas personas diagnosticadas con un desorden de la dieta (los llamados TA: trastornos de la alimentación) o que son gordas: está muy documentado que las personas gordas suelen ser señaladas y juzgadas por el tipo de alimento consumido o por el modo de comer, el que es muchas veces adjetivado y/o animalizado. Así, comer en público puede ser difícil o incluso peligroso para algunes. Puede implicar valentía para muches otres, incluso si no han sido diagnosticades, ya que toda nuestra cultura está centrada en torno a inseguridades corporales a la hora de ingerir alimentos. Es increíble el efecto de sorpresa que se produce cada vez que hacemos una reunión en un patio de comidas o restaurante con el Taller Hacer la Vista Gorda. Pues que un grupo de gordes sea visto en público haciendo aquello que, para el sentido común, debería ser una actividad privada o vergonzosa termina siendo una suerte de conjuro contra el imperativo de delgadez que regimenta cuerpos y deseos. Pero cuidado con las generalizaciones apresuradas: comer en público y ser gordes tampoco nos convierte en agitadores ni en activistas mágicamente, tal como el hecho de ser mujer no convierte automáticamente a nadie en feminista por obra y gracia de una esencia universal.


El mero hecho de comer libremente y sin culpa, por más deseable que sea, no es algo político en sí mismo, aunque sí puede ser pensado y politizado más allá del meme. Comer ante cierto público también puede ser un problema en tiempos de pandemia. Familiares, amistades, amantes y afectos pueden sentirse más habilitades que nunca para constituirse en policía de los cuerpos y opinar sobre elecciones alimentarias ajenas o sobre las consecuencias de esas elecciones en el peso de alguien, especialmente si ese alguien almacena más tejido adiposo que el promedio. Esta microviolencia habitual se potencia en el encierro compartido real o virtualmente -en casa, en el barrio o en las redes-, e interactúa con otras formas de violencia estructural e interpersonal, lo que debe ser señalado y nombrado como tal. Eso es parte de la tarea de los activismos de la diversidad corporal. Porque politizar la gordura implica preguntarse por el acceso al alimento y otros aspectos no nutricionales de la comida y la comensalidad. Implica pensar también una justicia alimentaria (y sanitaria) que alcance a toda la población, pero que no esté basada en la estigmatización ni en la desaparición neo-eugenesica de una variación corporal como es la gordura. Con esto no quiero emitir juicios morales fáciles del tipo “tu activismo no sirve” o señalar quiénes son activistas o cuáles son los memes de los que nos podemos reír sin culpa, sino que busco complejizar nuestros haceres durante la emergencia, para que el post pandemia nos encuentre más fuertes como comunidad. Mi deseo es que intervengamos en discusiones de alcance nacional y regional sobre políticas públicas que involucran la alimentación, el acceso a la salud y la gordura. Y que el comer juntes, como hecho político, no sea solo una frase más perdida en Internet.




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