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12 CERVEZAS
Jorge Llop - 2010 3
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Índice Metamorfosis
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Un hombre ninfómano
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Homofobia
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Sexo seguro
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Mi amante electrónico
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Demasiado joven
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La amistad que valía 25€
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Como leones
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El coleccionista de exs
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Chill out
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Psicoterapia
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6 grados de separación
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- Antes de empezar me gustaría aclarar una cosa. No me gusta hablar de la vida de los demás, y si lo hago es porque usted me lo pide. Por eso y porque me ha invitado a una cerveza en este local tan aburrido, aunque lo cierto es que tampoco bebo mucho y lo intento dejar desde... bueno, pero no voy a hablar de mí todavía. Lo que usted quiere saber es cómo somos los gays y eso se lo puedo decir yo, que me conozco este mundo como la palma de mi mano. Pero lo mejor será que vaya contándole poco a poco historias de personas reales, o todo lo reales que usted quiera, porque las historias que se cuentan de los demás, o incluso de uno mismo, siempre están maquilladas con lo que a uno le gustaría creer más que con lo que pudo ser en realidad. En cualquier caso, le diré que las historias que voy a contarle hablan de superación, de personajes, no, de personas que se han hecho a sí mismas. Conocí una vez a un tipo llamado Víctor al que...
- Metamorfosis Víctor era poca cosa, o al menos es lo que él se decía a sí mismo. En realidad tenía cierto encanto, unos hoyuelos que se le ponían alrededor de la boca cuando sonreía que le daban un aire de ingenuidad y candidez. Pero a Víctor le encantaban los dulces y estaba un poco gordito, así que le costaba correr, por lo que cuando jugaba al fútbol con sus otros compañeros, estos no solían pasarle el balón y finalmente terminó por rechazar aquel deporte antes de sentir que era el propio deporte el que le rechazaba a él. Tampoco era muy listo. No es que fuese tonto. Él se esforzaba pero nunca parecía destacar en nada. Era alguien más del montón y en esa época se había resignado a aquella mediocre existencia. Era hijo único y sus padres solían estar ocupados y no le prestaban mucha atención. Los fines de semana trataban de 7
llevarle a algún sitio divertido: al parque de atracciones, al cine; pero se trataba más de un trámite que de algo que les uniese a todos como a una familia. Y para colmo Víctor fue creciendo como el resto de sus compañeros y un día la variable del sexo entró en la ecuación de su vida. Fue de repente, como tantas otras cosas que un chaval va descubriendo mientras se hace mayor. Y él no sospechaba todo lo que iba a venir después. Sucedió en las duchas después de una de las clases de natación. Se estaban desnudando todos sus compañeros para cambiarse para las clases. Y él, como siempre, lo hacía desde el rincón en que se había convertido su sitio. En su clase había un chico repetidor, tenía solamente un año más que todos ellos, pero cuando uno es pequeño, un año supone mucha diferencia. Tenía una pelusilla a modo de bigote sobre el labio e incluso le había empezado a salir vello púbico por el cuerpo. Algo en lo que Víctor no pudo evitar fijarse. Fue algo inocente. Él le llamó para que se acercara a las duchas cuando apenas quedaba ya nadie y como un juego más, propio de su edad, empezaron a tocarse y descubrieron cómo reacciona el cuerpo cuando uno está frente a frente a la persona que desea. Puede que en ese momento Víctor comenzase a sospechar sobre su inclinación sexual o puede que no, al fin y al cabo los niños tienen una edad en que estos juegos son perfectamente normales, sin que aquello derive en nada más. El caso es que la escena de las duchas se repitió no una, ni dos veces, si no a lo largo de todo un curso. Víctor empezó a sentir algo más, una especie de complicidad forjada por un pacto callado entre ellos, como cuando sabes un secreto de alguien que nadie más conoce. Pero igual de rápido que vino, así se fue. Al curso siguiente el 8
repetidor ya no aparecía en las duchas. De hecho le esquivaba cuando se cruzaban por las clases. Algo había cambiado en él, aunque para Víctor las cosas siguiesen siendo iguales. Hasta que un día lo comprendió y fue doloroso. Los demás compañeros habían empezado a murmurar sobre ellos y esa era la razón por la que aquel chaval había decidido alejarse. A veces los oía a lo lejos: gordo marica. Aquello que empezó siendo una historia nueva y emocionante, se convirtió en un pequeño infierno para él. Fueron unos años difíciles teñidos por aquella traición hasta que el instituto terminó y pudo alejarse de aquellos seres crueles e insensibles que en la forma se parecían tanto a él pero que en el fondo eran tan distintos. Su primera experiencia sexual real fuera de los juegos de la infancia también se repetiría en unas duchas. Víctor había decidido combatir su sobrepeso apuntándose a uno de los gimnasios que había por su barrio. Estaba convencido de querer cambiar su vida y eso comenzaba por cambiar su propio cuerpo y sentirse a gusto en él. No sospechó nada cuando el dueño del gimnasio, un tipo corpulento y musculoso, con cara de tipo rudo se colocó en una ducha a su lado. Como por rutina echó un vistazo al miembro de aquel tipo y vio que estaba completamente duro. No era tan generoso como el suyo, pero aquello reavivó viejos recuerdos bajo la piel. Un par de miradas cómplices fueron suficientes. Cuando se quedaron solos en las duchas Víctor se colocó detrás de él y agarrándole de los pectorales se introdujo dentro. El agua se confundió con el sudor y con otros fluidos en aquellos ejercicios extra. Pero esta vez no se sintió sucio.
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Al dueño del gimnasio pareció gustarle aquella situación, pero entonces fue el propio Víctor el que puso un freno. Por alguna razón, no quería que se repitiese el mismo final. Años más tarde descubriría el mundo del ambiente. Descubriría también su propio potencial, que los tipos con un cierto sobrepeso, tipos masculinos, con pelo en el pecho, barba y buenos músculos, no sólo no eran víctimas de un rechazo social, si no que habían formado entre ellos una etnia propia denominada osos, y que entre ellos, Víctor era algo así como un pequeño dios Baco de la sensualidad. No sólo fue aceptado, si no también deseado. Había descubierto una gran lección vital. Y es que con esfuerzo uno podía llegar a ser mejor, llegar a ser quien uno quería ser. Y él era un ejemplo vivo de aquel principio. Se había convertido en un bello cisne tras tantos años sintiéndose un bicho raro. Descubrió también que ser distinto, no sólo significa ser diferente, también significa ser especial. Los estereotipos con los que había crecido se fueron rompiendo progresivamente. Ser gay no era sinónimo de ser afeminado, ni mucho menos. Uno podía ser y parecer un hombre y sentirse atraído por otros hombres y disfrutar del cuerpo tanto o más que con una mujer. Además, todos los años de gimnasio le habían dotado de un cuerpo envidiable y envidiado. Se había transformado en eso que llaman un musclebear y todos los sentimientos de mediocridad quedaron relegados al olvido. Se paseaba junto a otros como él en las discotecas y sentía las miradas alrededor. Miradas de deseo no de rechazo. Los demás hombres se morían por contemplar su 10
cuerpo, por imaginarse con él desnudos y suspiraban en silencio. Sólo había una cosa que él y sus amigos no soportaban. Aquellos hombres con pluma, afeminados, de risa estridente y gestos amanerados. Eran tan distintos a él. A veces le observaban de lejos en la pista de baile y cuando lo hacían, él solía murmurar con los demás: maricas plumosas.
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- … y esa es la historia de Víctor. Ya le digo que los gays somos un ejemplo de superación. Hemos tenido que hacernos a nosotros mismos, cosa nada sencilla, ya le digo yo. ¿Otra cerveza? No sé si debo. En fin, supongo que tampoco pasa nada. Como le decía, los gays somos ejemplo de muchas cosas, pero si algo nos caracteriza es que somos capaces de encontrar el amor en los lugares más insospechados. Sí, sí, ¿qué se piensa? ¿Que sólo pensamos en follar y follar? No, qué va, somos unos románticos compulsivos. Recuerdo la historia de David, un hombre que...
- Un hombre ninfómano Sería difícil definir a David dentro de una categoría. No era gay propiamente, tampoco sería correcto decir que era bisexual. David era capaz de tirarse a cualquier cosa que se moviese con dos piernas y algún posible agujero de entrada. Así que lo más adecuado sería decir que era ninfómano. Curiosamente había descubierto que en el mundo gay se follaba mucho más que en el mundo hetero y así pues, lo solía frecuentar a menudo. A David le gustaba el rock & roll, quizás era lo único que le gustaba más que el sexo, aunque eso también sería discutible según en qué momento. Vestía según la estética rocker, patillas grandes y ropa de cuero negro. Resultaba un camuflaje perfecto en aquel local oscuro y cutre, un bareto cuyo cuarto oscuro era más grande que la barra donde la gente pedía algo de beber. Y así pasaba las horas escrutando alguna posible víctima para saciar un deseo constantemente insatisfecho. Hombres y más hombres que parecían iguales unos de otros a pesar de ser tan diferentes. Tan sólo algo que utilizar como un klinex y después olvidarlo. Apuró de un sorbo su bebida cuando un hombre pasó 12
por el límite de su campo de visión. Le siguió hasta los confines del cuarto oscuro sin que se diese cuenta. Una vez allí se acercó despacio, sigiloso, y cuando le hubo rodeado se situó donde sabía que se encontraba él. Se reconocieron como hacen los ciegos: con el sentido del tacto y también el del olor. Hubo urgencia en sus movimientos, inspirados por una pasión oscura y arrolladora. La ropa sobraba, las palabras también. Antes de que aquel hombre se diese cuenta David le había sometido contra la pared y sus embestidas sonaban a través de toda la sala. Un gemido sordo se ahogó cuando ambos descargaron al mismo tiempo sus emociones en forma de esperma. Después hubo calma. Se vistieron despacio y salieron de aquel cuarto sin luz. Fue entonces cuando David empezó a sentir algo que no tenía nada que ver con el sexo. Aquello que viene después de las pasiones saciadas. Una especie de calma indefinida que poco tiene que ver con el cuerpo. Se dijeron los nombres y se miraron a la luz mortecina de aquel tugurio. Es posible que detrás de aquella búsqueda compulsiva de sexo existiese el anhelo de algo más, de un amor romántico y desmedido, en aquel mundo sórdido. Pensó que quizás podría invitarle a un copa y charlar. Conocerle y verse otro día en otro lugar más propicio. Empezar una historia juntos. Quién sabe si el amor de tu vida no va a aparecer en el lugar más insospechado, en un cuarto oscuro por ejemplo. ¿Por qué no? Sus labios estuvieron a punto de decir algo cuando en ese instante otro hombre pasó por el límite de su campo de visión.
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- … y ya ve que no todo es sexo en la vida de un gay. ¿Otra historia quiere que le cuente? Invítese a otra cerveza entonces, hombre. ¿O es que tengo pinta de Sherezade contando “las mil y una noches”? Pero no se piense que todo es bonito para nosotros, no, qué va. Tenemos que luchar contra la adversidad y el rechazo. Carecemos de referentes y tenemos que abrirnos camino a machetazos en un mundo hostil. Nuestras historias son también historias de lucha y conflicto contra lo inevitable. Y si no que se lo pregunten a Santi, un chico que conocí una vez...
- Homofobia - ¿Santi, seguro que quieres que te acompañe? Santi entrecerró sus ojos azules como si no quisiera oír la pregunta. Era un chaval joven y bien parecido con unos ojos que te cautivaban en la primera mirada. También era muy cabezota y casi siempre conseguía lo que se proponía. - Te dije cuando nos conocimos que no pensaba vivir mi sexualidad como un forajido. Te he invitado a mi casa para que conozcas a mi familia y no voy a arrepentirme ahora. El problema es de ellos si no aceptan lo evidente. Era nochebuena y la familia de Santi se preparaba para celebrarlo como todos los años, aunque este iba a ser distinto porque el pequeño Santi, que realmente ya no era tan pequeño, había decidido traer a un amigo, que realmente tampoco era su amigo, si no más bien su novio desde hace ya un buen tiempo. Se imaginaba la oposición que encontraría en su receloso padre que no sabía, o más bien no quería saber nada de la situación sentimental de su hijo. Su madre que era un poco más lista, como 14
casi todas las madres, y seguramente ya se oliese el asunto trataría de disimular y quitar hierro al problema y su abuela y su hermana pequeña seguramente ni tan siquiera sospechasen nada. Esperaría al momento en que alguien le dijera la tan manida frase de “a ver cuándo te echas una buena novia, Santi”, y en ese momento estaría preparado. Llevaba mucho tiempo imaginando en su mente un momento así, el momento en el que su vida dejaría de ser una farsa y se atrevería a mirar a la gente a los ojos sin sentirse un proscrito. Se sirvió la cena sin más ceremonias y todos se sentaron en la mesa, el novio de Santi a su lado, el padre presidiendo a los demás y la madre cerca de la cocina para ir trayendo y recogiendo los platos. La abuela y su hermana eran las más animosas y charlaban la una con la otra y se iban gastando bromas en aquel clima con una cierta tensión no explícita. Fue la madre la que encendió la chispa. - ¿Tu... amigo se va a quedar a dormir? ¿Quieres que le prepare una cama en tu cuarto, hijo? Como si de una señal bíblica se tratase, Santi saltó como un resorte sobre sí mismo y se hizo oír por entre todos los presentes. - Mamá, este que se sienta a mi lado no es mi amigo. Sí, lo es, quiero decir que es algo más que un amigo. Supongo que quizás ya os lo sospechaseis, pero soy gay, siempre lo he sido y he decidido vivir mi vida sin tabúes. Espero que lo aceptéis, pero aunque no lo hagáis, sabed que mi amor por él es tan fuerte que ningún prejuicio será capaz de romperlo. 15
Lo cierto es que el discurso le había salido mejor de lo que esperaba. La expectación se hizo sobre la mesa y nadie se atrevió a reprochar nada. Ahora era cuando llegaba la parte complicada del asunto. Su padre carraspeó. - Hijo... ¿me pasas la sal?, por favor. - Mamá, el pescado no me gusta. ¿Me puedo comer otra cosa? - Sí, hija. De todas formas, sigo pensando que a tu... novio le gustará quedarse a dormir, así que luego prepararé un juego nuevo de cama y pondré las camas juntas para que podáis dormir cómodos. - Eso de los gays son los que hacen esa fiesta tan divertida en verano, ¿no? El año pasado fui con las amigas del barrio y fue muy divertido. ¿Qué digo divertido? Fue la fiesta más divertida que se ha hecho en esta ciudad desde después de la guerra. Este año podíamos ir juntos. - ¡Sí, abuela, sí!, ¿me llevarás? - Claro que sí, mi nietecita. No te lo puedes perder. - Bueno, ¿alguien me va a pasar la sal o qué? El resto de la cena estuvo envuelto en risas y de hecho, nadie volvió a hablar de nada relacionado con aquel tema salvo el padre de Santi para contar una anécdota sobre un sargento gay que tuvo en la mili. Santi entrecerró sus profundos ojos azules. No podía bajar la guardia. Había que estar preparado. Los enemigos de los 16
gays podĂan acechar en cualquier parte. En cualquier momento.
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- … un tipo obstinado sin duda. ¡Camarero! ¿Dónde se meterán? No entiendo como un local de estos puede llenarse tanto siendo tan cutre. En fin, mientras nos traen otras dos cervezas le contaré la historia de un tipo que me acaba de venir a la cabeza. Un tal Ernesto. Se trata de una historia de sexo o de algo relacionado con el sexo, y es que si lo piensa usted bien todo acaba relaccionándose con eso, ¿no cree? Es un tema tan complejo. Yo sin embargo, pienso que el sexo es algo místico, casi espiritual diría...
- Sexo seguro Ernesto salía de la clínica con una expresión agridulce en los labios. Tendría que estar contento y sin embargo aún tenía dudas. ¿Y si algo estaba mal? Era posible que los análisis no detectaran nada en un periodo ventana de la enfermedad. ¿Y si se habían equivocado? Era razonable pensarlo, no sería la primera vez. Lo cierto es que él siempre hacía sexo seguro, pero por alguna razón aquello no hacía desaparecer el temor y el terror a un posible contagio. Recordaba los primeros años de su juventud en que el sexo era sinónimo de vida y alegría. Y de pronto llegó la conciencia repentina de todo el mal que también arrastraba consigo. Como una caja de Pandora algo se abrió en su cabeza el día en que cogió unas ladillas después de follar con un extranjero. Nada volvió a ser igual para él desde entonces. Seguía haciendo sexo, sin duda. ¿Cómo podría no hacerlo? Pero no volvió a sentir nunca aquella pasión arrolladora de los primeros tiempos. Las emociones acababan plastificadas bajo aquel miedo inherente. Era el precio inevitable. Pero hacía ya mucho que duraba su 18
abstinencia sexual y decidió salir aquella noche por una sauna que conocía y que hacía tiempo que no frecuentaba. La sauna en cuestión estaba llena de gente, pero ninguno le llamó la atención. Permanecía apoyado contra la pared, con esa toalla que siempre se caía por más que uno la atase alrededor de la cintura y mirando con desidia alrededor. Supuestamente una sauna era un lugar limpio en el cual hacer sexo. Aunque a Ernesto ningún lugar le parecía lo suficientemente limpio para eso. Entonces de un lado surgió él. El hombre con el que coincidió una vez en un vagón de metro y con el que intercambió miradas de complicidad y deseo. En aquella ocasión no sucedió nada, pero a pesar, o precisamente por eso, el deseo se había ido acumulando en su interior hasta convertirse en un imperativo. Le sonrió y él le devolvió la sonrisa. Sin duda le había reconocido. Quizás fue el tiempo sin tener sexo de verdad o la urgencia del momento, pero Ernesto se dejó llevar. Fue arrastrado por la vorágine de emociones físicas que aquel hombre emitía como en un campo magnético irresistible. Entraron en una cabina, se quitaron lo poco que cubría sus cuerpos y sus brazos, sus labios y sus piernas se confundieron en un amasijo de extremidades. Pero entonces una parte de cordura, una pequeña chispa racional se encendió en su interior. - ¿Tienes un condón? Podía ser el polvo más maravilloso de su vida, pero no iba a permitir que aquello le arruinase el resto de su existencia. No es que fuera un hipocondriaco, pero sabía que una sola relacción 19
sexual podía contagiarle un montón de enfermedades: hepatitis, gonorrea, sífilis; sin hablar de hongos, parásitos, berrugas víricas, herpes y otras bondades; y cómo no, el tan temido sida. No era cosa de broma en ningún caso. Claro que había tratamientos. La medicina había evolucionado mucho en ese sentido. Había medicamentos en la farmacia de todo tipo, a veces un par de inyecciones de penincilina podían solventar cualquier problema y en otras ocasiones la rutina de unas pastillas regulaba, aunque no paliaba a los microorganismos. Así que como ninguno de los dos llevaba un preservativo salió de la cabina en busca de uno. Debía de haber alguna máquina expendedora, aunque por más vueltas que dio no logro ver una. Preguntó a un camarero que le mandó para otro lado ya que estaba muy ocupado sirviendo a los clientes del local. Se dio unas cuantas vueltas preguntando a la gente y nadie le respondió. Por fin, encontró uno por el suelo que pareció servir. Bajó hacia las cabinas. Un poco más en frío pensó sobre ello y sopesó. ¿Qué sabía de aquel tipo? Poca cosa en realidad. ¿Qué podía conocer él de su vida o de sus costumbres sexuales? ¿Con cuánta gente habría estado? ¿Qué habría hecho con ellos? Cualquier persona podía trasmitir enfermedades incluso sin ser consciente de ello. ¿Cómo estar completamente seguro? Al final se cansó de pensar y tiró el preservativo al suelo más o menos por donde lo encontró. Todo terminaría un poco más tarde en su casa, frente al televisor, viendo una película porno. La masturbación no era tan gratificante como follar con el hombre de tus sueños, pero al menos te permitía dormir con la conciencia tranquila después.
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- … y es que el mundo avanza sin que uno se de cuenta. Fíjese en internet por ejemplo. Hasta hace unos años la gente ni siquiera usaba ordenador y ahora... Parece imposible imaginarse la vida sin esos cacharros. Han ayudado mucho al mundo gay y hasta diría más, han abierto nuevas vías para el amor. Vías insospechadas hasta entonces. ¿Qué opina usted? ¡Venga, brindemos por ello! Le contaré ahora la historia de Ángel, un tipo al que le gustaban todas estas cosas, le gustaban tanto que...
- Mi amante electrónico Estaba en casa cuando el móvil sonó con la melodía que tenía programada para él. Ángel había estado esperando este mensaje impaciente desde por la mañana como el que espera la rendición de una batalla que ha durado incontables años. Hace unos meses había conocido a un tipo por internet y había comenzado entre ellos un idilio amoroso a través de la fibra óptica que conectaba ambos ordenadores. Hace unos días habían discutido y aunque no era la primera vez, esta vez Ángel esperaba que la cosa no durase mucho y se reconciliasen. Se había dado cuenta que cada vez estaba más enamorado de él y que el tiempo pasaba muy despacio cuando no estaban juntos, al menos en el sentido virtual del concepto. Así que se conectó al chat donde se habían conocido y allí le encontró. A pesar de que no podían sentirse el uno al otro era como si se conociesen de toda la vida. La reconciliación no se hizo esperar. Perdóname. No, perdóname tú a mí. Decidieron entonces formalizar su relación de la manera en que eso es posible a través de un ordenador. Así que enlazaron sus perfiles y declararon su amor a los cuatro vientos, o en este caso a todo el chat. 21
A fin de cuentas, ¿de qué servía la felicidad si uno no podía compartirla con todos los demás? No recordaba una época de su vida en que se sintiese más dichoso. Aquellos encuentros a través de la pantalla y el teclado le habían devuelto la esperanza de que el amor era realmente posible y no una mera quimera. Así que pasaron horas y horas antes de que decidieran dejar de hablar para poder irse a la cama. Corta tú. No, corta tú. Frases de amor que bien podían llegar a inspirar a un poeta y que le revolvían por dentro hasta hacerle sentir vértigo. Cuando se metió en la cama no pudo conciliar el sueño. No dejaba de pensar en él. Sabía que siempre le sería fiel, que nunca le abandonaría. Lo supo sin siquiera planteárselo, como una certeza tan evidente que no requiere ser cuestionada. ¿Cómo sería la vida sin él? Ya no podía imaginarlo. Antes de conciliar el sueño decidió que lo formatearía y que quizás le ampliase la memoria con unas cuantas tarjetas RAM. Su ordenador nunca le fallaba.
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- … pero aunque la tecnología avance rápidamente, los cambios sociales van mucho más lentos. Aún en los pueblos, los gays tenemos que luchar contra la incomprensión y... Sí, sí, pida un par más, no se corte, que ya nos estamos animando. Lo que le decía, que no siempre resulta fácil que le entiendan a uno. Hay demasiados clichés, demasiados estereotipos y prototipos de lo que tendría que ser un gay. En las películas, en la literatura, en el habla popular. Sólo la gente que lo ha sufrido se puede hacer una idea. Déjeme que le hable de Urco...
- Demasiado joven En la escuela enseñan que Aristóteles hablaba de los seres diferenciándolos en dos categorías: lo que eran y lo que podían llegar a ser. Así según va pasando el tiempo uno deja de ser potencialmente para ser realmente y es como se va forjando la personalidad de uno. Pero Urco nunca había estudiado filosofía. En su pueblo del norte la vida se enseñaba fuera de los libros. Así pues cuando llegó por primera vez a la gran ciudad se sintió realmente impresionado. No tanto por toda la tecnología y la prisa de la gente, a fin de cuentas en los pueblos ya se podía contar con cualquier cosa igual que en las ciudades, y cuando habían fiestas tampoco tenían mucho que envidiar. Lo que realmente le impresionó fue que la gente vivía como fuera de sí misma. Parecía que no viviesen su vida, si no que la estuviesen viendo pasar en un gran televisor de pantalla plana frente a ellos, totalmente ajenos. Urco era apenas un adolescente y ni siquiera era mayor de edad, pero tenía las ideas muy claras. Había venido a la ciudad a visitar a unos tíos suyos, pero no pensaba dejar pasar la oportunidad para conocer algunos locales de ambiente de los que 23
había oído hablar. Había uno en concreto que le encendía la curiosidad: un local para gente madura. En psicología enseñan que cuando uno siente atracción por alguien mayor se suele deber a un complejo de inferioridad, una necesidad de ser protegido, y que eso explica que a uno le parezca atractivo su abuelo, o alguien que podría serlo. Urco la verdad es que nunca había escuchado nada de eso, pero si alguien se lo hubiese intentado explicar se habría partido de risa en su cara. A él le gustaba la gente mayor simplemente porque se la ponían dura. Le atraían las canas y la gente que despedía un olor característico. Aún más, la experiencia que le llevaban en ventaja era lo que más le sacaba de quicio. Odiaba que le tratasen como a un chavalillo y quizás por eso siempre intentaba parecer mayor de lo que era. Esperó a la noche y cuando entró en el local todas las miradas se volvieron hacia él. Era carne fresca y Urco era plenamente consciente de ello. Así que sin dejarse intimidar se dirigió a la barra y pidió un refresco. Luego se dedicó a contemplar el espectáculo: un transformista que imitaba a una antigua cantante folclórica y en un mal playback impostaba canciones que él ni siquiera había escuchado de pequeño. Al rato, un hombre mayor de barba canosa le preguntó su edad y mintió añadiendo unos pocos años más a los que tenía. El hombre mayor puede que le creyese o puede que no, pero indudablemente se había sentido atraído por él. Después de un rato de conversación se sentaron en un rincón a ver el espectáculo, y al rato Urco rompió el hielo y le beso. A aquel hombre mayor el beso le supo a hierba fresca después de haber llovido. Le trajo a su memoria el tiempo en que era un chavalín. No era la primera vez. Siempre buscaba chicos 24
jóvenes porque de alguna manera a través de ellos podía vivir la infancia que él no había disfrutado cuando era igual que ellos. Puede que incluso sustituyese un anhelo oscuro de haber querido tener hijos en algún momento de su vida, quizás con alguna mujer a la que tuvo que abandonar. En realidad ninguno de los dos sabía por qué lo hacía, pero continuaron besándose un buen rato después de que hubiese finalizado aquella actuación.
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- … pero, ¿sabe qué? Usted me está cayendo bien. Y no se lo digo porque me esté invitando a cervezas. Es algo más profundo. Como una conexión. No sé si me entiende. Ya le digo yo que los gays podemos ser grandes amigos. Nuestras historias hablan de lealtad y una gran capacidad de sacrificio. ¿No me cree? Déjeme que le cuente la historia de Jesús, un chico que...
- La amistad que valía 25€ Medio año no es un periodo de tiempo demasiado largo, pero parece una eternidad cuando uno está lejos de la ciudad donde ha pasado toda su vida. Jesús tuvo que alejarse de todo aquello porque, como uno aprende con los años, la ciudad es un monstruo enorme que te termina devorando. Sus flirteos con las drogas le habían desordenado todo y en parte por él, en parte por los demás, había tomado la decisión de ingresar en una de esas comunidades terapéuticas para drogadictos que están en mitad de ninguna parte y a muchos kilómetros de cualquier lado. Jesús era un chico que se puede decir afortunado. Era atractivo, era listo y sabía hacerse querer. Podía haber llegado muy lejos, o por lo menos mucho más lejos de aquel lugar de perdedores. El problema es que le gustaba mucho ser el centro de atención y a los demás también le gustaba que lo fuese. Se reían con él, a veces incluso alguno le contaba sus problemas en un alarde de confianza y de intimidad sin precedentes. La droga no era más que el canalizador de aquel buen rollo, una excusa como cualquier otra para hacerse importante. Porque el propio Jesús era también como una droga. Sus amigos no podían pasar mucho tiempo sin él y tarde o temprano terminaba convirtiéndose en el alma de la fiesta allá donde iba.
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Como decía, Jesús era afortunado, pero a veces eso resulta ser más un problema. Un día, en un local encontró un par de bolsitas de cocaína que a alguien se le habían caído y las cogió sin preguntarse a quién podían pertenecer. En ese momento a Jesús algo se le movió en el cerebro. De alguna manera asoció que la felicidad debía de ser gratuita y uno no debía pagar por ella. Como una especie de derecho con el que uno nace y que no le puede ser negado. Una idea peligrosa en cualquier caso. Pero si Jesús era algo por encima de todo se debía a que era un ser obstinado y pese a que en ese tratamiento le habían recomendado cambiar de vida, de ambientes y sobretodo de personas, él lo primero que hizo al volver a la ciudad fue llamar a uno de sus mejores amigos. Y aquella noche salieron los dos a celebrar el reencuentro. Cuando regresó a los lugares que había frecuentado le pareció haber viajado en el tiempo, como si aquello perteneciese a otra época, quizás a otra vida. Su amigo era el mismo y sin embargo parecía tan diferente. Jesús se dio cuenta entonces de que el diferente era él y no los demás. De hecho, todo seguía siendo igual que lo recordaba, pero al haber cambiado tanto, la impresión era como si todo alrededor fuese distinto. Para su amigo no había pasado el tiempo, para Jesús era como si estuviese viviendo otra vida. Tenían tantas cosas que contarse. Empezaron bebiendo un par de cubatas y riéndose de los viejos tiempos, de los viejos amigos. Algunos de los cuales ya no estaban allí. Recordaron alguna anécdota divertida y su amigo le puso al día de todos los 27
chismorreos que habían circulado desde que él estaba ausente. Hubo un momento en que la mente de Jesús se despegó. Seguía atento a la conversación y al mismo tiempo atento a lo que le rodeaba. A las caras de la gente, a los pequeños detalles, al movimiento de los demás. Creemos que somos dueños de nuestros pensamientos y lo cierto es que estos van por libre. Casi sin esfuerzo por su parte, su mente ya había maquinado un plan. Dije antes que Jesús era listo. Jesús sabía lo que debía hacer y lo que no debía hacer. Jesús sabía perfectamente las consecuencias de sus actos y sabía moralizar lo que estaba bien de lo que estaba mal. Pero cuanto más inteligente es uno, más sutiles son los autoengaños con los que uno se convence a sí mismo. Es una paradoja. Tan cierta como la propia vida. No le costó mucho convencerse. La simple idea de que se merecía un homenaje por todo el sufrimiento que había soportado pesaba demasiado en su cabeza. Y si a Jesús le costó poco convencerse a sí mismo, aún menos le costó convencer a su amigo para que le dejase algo de dinero y juntos pillar algo con lo que colocarse. Había pasado mucho tiempo, pero no tardó demasiado en encontrar a los nuevos dílers del local. Jesús era amigo de casi todos porque solía conectar muy bien entre la gente que quiere comprar y los que hacen negocio de ellos. Así pues consiguió lo que se proponía, pero otra idea apareció en su mente. Y algo de lo que consiguió se lo guardó para él mismo, no para su amigo. A fin de cuentas, pensó, a su amigo siempre le había gustado degradarle sólo por el mero hecho de que tenía dinero y él no. Jesús había aprendido algo en aquel centro y era a hacerse respetar, así que decidió que aquello también le serviría de lección. 28
Todo esto lo pensó después de meterse una raya con el camello en cuestión, que estaba tan contento de volver a ver a Jesús por sus terrenos, que le invitó en aquel acto de buena voluntad. Su amigo que esperaba fuera se dio cuenta del engaño y se sintió extrañamente defraudado. Le dio una colleja y dijo que aquí terminaba su amistad. Luego se alejó. Y cuando lo hijo sintió un cierto remordimiento. A fin de cuentas si Jesús había hecho todo eso era porque él le había incitado a salir. No quería darle muchas vueltas a aquella reflexión porque sabía que si lo hacía terminaría dándose cuenta de que el traidor había sido realmente él y no su amigo. Así que se metió en uno de los servicios y esnifó un par de rayas para olvidarse de todo ello.
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- … pero no sólo somos un prototipo de amistad, los gays hemos reinventado las relaciones. La pareja abierta, el sexoamiguismo, los tríos de hecho. Algo que les pilla muy de lejos a los heteros y que a nosotros nos ha funcionado y nos funciona muy bien. Si se invita a otra cerveza le contaré la historia de Ramón para que se haga una idea...
- Como leones Ramón se miraba frente al espejo cuidando todos los detalles: la barba recortada, el pelo deliberadamente despeinado, un vaquero que le marcaba el culo y el paquete, una camisa a cuadros convenientemente desabrochada a la altura del pecho. Se había pasado la semana esperando por esta noche, la fiesta en que desataría sus instintos más salvajes. Cada cierto tiempo en la ciudad hacían fiestas de este tipo, sin más motivo que el de por un lado hacer un buen negocio con las pasiones desenfrenadas de los gays y el derroche consumista, y por el otro de convertir en realidad las fantasías sexuales de cada uno de los participantes. Ramón tenía claro que aquella iba a ser su noche. La había imaginado muchas veces y estaba seguro de que se había quedado corto en su imaginación. En estas ocasiones se sabía siempre cómo se empezaba, pero nunca cómo, y lo que es más importante, con quién, se terminaba. El móvil sonó de pronto. Era aquel tipo de la semana pasada que se quedó encoñado de él. Vale, el polvo no estuvo mal, pero ¿por qué más? Él no estaba hecho para el compromiso. Le gustaba demasiado su libertad sexual y no tener que dar explicaciones a nadie. Acaso los animales tenían que dar explicaciones. Los leones de la sabana follaban cuándo y cómo querían mientras las 30
leonas se preocupaban de la progenie y todas esas mierdas. No le apetecía tener a nadie que pudiera ponerse celoso y que se lo echara en cara cada dos por tres, así que dejó que el móvil sonara mientras terminaba de arreglarse y la propia melodía anunció el comienzo de aquella prometedora noche. La caza iba a ser abundante, ya que la discoteca estaba llena de presas fáciles y apetecibles. Andaba como un predador que amparado por el entorno se camufla y escruta a sus siguientes víctimas. Las luces intermitentes hacían que todo pareciera como a cámara lenta y la música incitaba a desatar la parte más bestial de cada uno. Eligió cuidadosamente a su presa. Alguien que no conocía y que parecía nuevo en aquel lugar porque no dejaba de mirar a todos lados con asombro. Se situó en una posición estratégica y esperó paciente. Podía saborear la carne fresca en sus labios. Sigiloso le siguió hasta los servicios cuando se separó del grupo. Entonces se abalanzó sobre él. Al principio hubo más sorpresa que resistencia, pero la caza había sido un éxito. La ropa quedó desgarrada por el ímpetu del momento, las bocas lamieron, mordieron, chuparon; las manos agarraron, sujetaron, apretaron; las pollas se liberaron, se contuvieron, explotaron. Todo sucedió en apenas unos instantes en un acto que llevaba repitiéndose infinitamente en la naturaleza. Ramón se despidió y volvió a salir a la pista de baile. Cerró los ojos y se dejó llevar por la música, por el recuerdo del momento, de todas las sensaciones experimentadas y trató de ordenarlas en la cabeza. Siguió así un buen rato con una media sonrisa en los labios y ni siquiera se apercibió del paso del tiempo porque cuando volvió a abrir los ojos la discoteca ya estaba casi 31
vacía. Se quedó solo y sin saber muy bien por qué se acordó de un documental de la tele en que decían que los leones cuando crecen y se hacen mayores acaban siendo desterrados por la manada y terminan vagando solitarios por la sabana hasta encontrar su fin. Cogió el móvil y miró la lista de llamadas perdidas. Estaba llena de ellas.
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- … aunque tampoco le voy a engañar. Algunas de las cosas que se dicen sobre los gays son ciertas. Somos seres mucho más sensibles y tenemos una gran capacidad para el sufrimiento. Quizás porque la vida nos ha hecho así. ¿Quién sabe? Déjeme que le cuente la historia de Guillermo, un tipo que sabe mucho de eso. Le conocí de pasada, pero es una de estas personas que no puedes olvidar por, bueno... mejor júzguelo usted mismo. ¿Otra cerveza?...
- El coleccionista de exs - Siento haberte hecho llamar. - No te preocupes, Guillermo, para eso estamos los amigos. Anda, tómate el café que se te va a enfriar. - Es que lo estoy pasando realmente mal. Me siento una mierda desde que rompimos. No consigo olvidarle. Me paso el día acordándome de cuando vivíamos juntos, de cuando desayunábamos juntos, de cuando discutíamos juntos, de cuando hacíamos tantas cosas juntos en definitiva. Y le echo de menos, mucho. - Bueno, pero eso es normal al principio. Tienes que reponerte. Sal. Échate unas risas con los amigos. Emborráchate. ¿Qué se yo? Si quieres vamos a ver luego una peli. - Si ya lo he intentado. ¿Qué te crees? Pero es que no puedo. No tengo fuerzas. Él era el que me hacía sentir mejor persona, me hacía creer en mí, me daba ánimos siempre que yo tiraba la toalla. No sé vivir sin él. No voy a encontrar otra persona igual.
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- Eso no es cierto, Guille. Recuerda cuando te pasó eso en el pasado. Conociste al que ha sido tu pareja durante todo este tiempo. A veces en la vida parece que las puertas se cierran, que no hay más salida posible. Pero siempre la hay. Lo mejor está aún por venir. Ya te lo digo yo. - Me gustaría creerte, de veras. - Créeme. Lo único que no entiendo es por qué te dejó. - ¡Oh, no! Le dejé yo a él. Pensaba que con todo lo que valía me merecía algo mejor.
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- … y es que si lo piensa usted bien, los gays estamos de moda. Vamos a la vanguardia de todas las cosas. Ser gay-friendly le abre a uno las puertas a un nuevo mercado antes inexistente. Tenemos gusto, estilo, maneras. Las tendencias las marcamos nosotros, ya se lo digo yo. El mundo no sería lo mismo sin nuestro toque. Si me lo permite ahora, le hablaré de Óscar, sí, ese chico famoso que usted conoce. Pues empezó siendo poco cosa, menos que eso, hasta que un buen día...
- Chill out Óscar no era especialmente atractivo, pero tenía carisma, un algo magnético que hacía que no pasase desapercibido. Había estudiado arte dramático y tenía muy claro que quería ser actor. Bueno, lo que realmente quería ser es famoso y codearse con las altas esferas del artisteo, y si para eso había que hacer cualquier cosa, él lo haría. Así que cuando le invitaron a aquella fiesta en casa de aquel director de cine tan importante ni se lo pensó. Se puso su traje más llamativo y fue para allá convencido de impostar su mejor personaje. Cuando llegó era tarde, o pronto según se mire, y la escena era delirante, casi surrealista, como en un cuento de Lewis Carroll. Era la primera vez que iba a uno de esos chill outs y tuvo que tirar de su caché como actor para no parecer un idiota, que es como realmente se sentía. La gente reía, chillaba, gritaba o susurraba según el momento. La mayor parte de la fiesta se encontraba en la cocina, como suele suceder en estas fiestas. Por lo visto era también donde corría la droga que era lo único que consumía este tipo de gente. Era milagroso que todos estuviesen vivos, aunque él no se 35
habría atrevido a jurarlo. Alguien con una predisposición temprana a la esquizofrenia se encargaba de hacer de DJ de aquel circo y cambiaba de unos temas a otros sin orden aparente. Grupos que él no había escuchado en su vida y que, precisamente por eso, debían ser lo más moderno y selectivo que había. Una chica, aunque tampoco se atrevería a asegurar que era del miembro femenino, se acercó a él y se le insinuó con cierta torpeza. En cualquier caso, Óscar tampoco era tonto. Como buen actor sabía ver más allá de las apariencias y comprendía que en aquella fiesta aparte del delirio colectivo se estaban forjando pactos, traiciones e intrigas, y él iba a aprovecharlo para subir a lo más alto. Costase lo que costase. Los escrúpulos se los había dejado olvidados en casa. Encontró al director en un rincón de aquella lujosa casa charlando con varios invitados y entonces impostó su tan estudiado papel de persona tímida e ingenua, algo que siempre le había dado buen resultado. Y esta vez no fue diferente ya que el director al rato se disculpó y se acercó a él con evidentes intenciones. Si había que chuparle la polla a alguien para prosperar así sería. Todo el mundo trataba de ser importante en aquellas fiestas, de desplegar su ego como un verdadero pavo real, así que su estrategia consistía en todo lo contrario. Fingir una modestia que realmente no sentía ni de lejos. Lo cierto es que tampoco le dio tiempo a desplegar todos sus encantos, pues alguien aporreó la puerta gritando, los decibelios rompieron varios límites permitidos y la chica que antes trataba de ligar con él vomitó todo lo que tenía en el estómago sobre el infortunado director. Óscar se limpió el traje y suspiró con resignación. Costaba 36
tanto ser moderno.
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- … y así fue como empezó. Mire lo lejos que ha llegado. Pero se me está secando la boca de tanto hablar. Pida otra ronda, haga el favor. Que se me está soltando la lengua y terminaré contándole la historia de Nacho, alguien que abrió nuevos caminos en el mundo gay. Porque si algo hemos hecho los gays es abrir camino, ¿qué digo? Ser gay es sinónimo de transgresión e inconformismo. Somos una especie de lanza hacia el futuro...
- Psicoterapia - Nacho, puede usted continuar. - Pues como le iba diciendo. Mi infancia fue feliz. Yo no tuve ningún trauma porque me gustasen los hombres. Ya desde muy pequeño tuve encuentros sexuales con mis compañeros y cuando crecí lo viví todo de manera muy normal. Mi familia siempre lo supo, ya que nunca lo mantuve en secreto. Nunca me avergoncé de ello. ¿Por qué habría de hacerlo? Si alguien me rechazaba, allá él. Era su problema, no él mío... - Entiendo. ¿Y lo de los sueños cuándo empezó a suceder? - Pues hace poco, hará unos meses. Le seré sincero, Mr. Freud, he probado de todo en el sexo. Al principio eran penetraciones y poco más. Pero según pasó el tiempo tuve la necesidad de explorar otros fetiches. No sé si es necesario que le explique. Me gustaba el cuero, someter a los otros hombres. Hice todo tipo de prácticas: fist-fucking, lluvia dorada... en fin. No creo que usted vaya a escandalizarse por nada de lo que oiga ahora. Pero esa curiosidad, ese ansia de emociones nuevas siguió y siguió. Llegó un punto en que el sexo no me satisfacía, no veía ninguna emoción en él. Dejé de practicarlo y entonces empecé a 38
tener sueños de suicidio. Pensaba que la única sensación que no había vivido era la de estar cerca de la muerte. Al principio no le di importancia, pero los sueños siguieron repitiéndose, así que decidí venir a verle. Dígame, ¿es grave? ¿Puede usted hacer algo? - Mmm, mire. Le seré sincero. Lo que voy a decirle seguramente le sorprenda. Y seguramente también lo rechace, al menos en un principio. Pero si quiere continuar con el tratamiento, es necesario que lo acepte. Es el primer caso en que veo algo así, pero creo estar seguro del diagnóstico. Sin duda, sufre usted una heterosexualidad reprimida. Eso sucedió hace unos meses y aunque Nacho sigue viendo a su psicoanalista cada cierto tiempo, su vida ha cambiado considerablemente. Conoció una chica en su trabajo, bastante mona y bastante simpática. No es igual que con un chico, pero le ha cogido gusto a la diferencia. Con ella nunca hay dominación, si no caricias y juegos, ternura y adoración. Sentimientos que hasta entonces le eran desconocidos. Siempre tiene detalles con ella y deja que todas las decisiones las tomen en conjunto. Se preocupa cuando tiene alguno de esos días malos y siempre la escucha cuando habla. Ella por su parte está agradablemente sorprendida, porque dice que nunca ha conocido a un hombre tan atento. Y en el sexo está más que satisfecha. Ha aprendido un montón de cosas que hasta ahora desconocía y que nunca se imaginó haciendo. Aún ninguno ha hablado de planes de futuro, pero él se pasea por una joyería cada cierto tiempo y ella mira embobada a los niños pequeños que se le cruzan por la calle.
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- … bueno, y así es como acaban las historias felices. ¿Otra cerveza? ¿Cuántas llevo? Creo que ya he perdido la cuenta. Pero bueno, soy un maleducado. Ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Félix, y creo que ha llegado el momento de hablar de mí...
- 6 grados de separación - En primer lugar querrá que le demuestre de alguna forma la veracidad de todo lo que le he contado. No crea que yo soy de los que hablan por hablar con cualquier extraño que se encuentre en un bar cutre como este. Así pues, le diré por qué sé yo todo esto. Fui compañero de colegio de Víctor. Éramos muy amigos hasta que empezó a crecer y digamos que cambió mucho. Decía que le molestaba mi pluma, que era demasiado afeminado. Yo no sé dónde ve él mi lado femenino, pero bueno. Tampoco pienso discutir con alguien así. Antes de que dejara de hablarme me presentó a Ramón un tipo que conoció y con el que estaba saliendo, o eso pensaba él, porque en realidad Ramón no tenía ningún deseo de tener un compromiso con nadie y le dio puerta rápido. Algo que a Víctor le sentó realmente mal. Ramón siguió ligando y ligando hasta que una noche conoció a Urco y le dijo que le gustaba. Todo iba bien hasta que Ramón descubrió que Urco sólo tenía predilección por la gente muy mayor y se sintió realmente frustrado. Momento en el cual decidió tener algo serio con Guillermo. Y mire, yo no es por hablar mal de nadie, pero a Guillermo curiosamente todo el mundo le trata muy mal, pero al final acaba dejando todo lleno de cadáveres, así que la relación no duró mucho y Guillermo encontró un affaire mejor por internet con Ángel. Duró, no sé lo que duró, pero pareció que el amor era eterno entre ellos. Hasta que Guillermo se cansó, claro. Pero Ángel no desistió y se encontró con Ernesto, también por internet, 40
que había descubierto que las relaciones virtuales eran mucho menos peligrosas que acabar frecuentando nosequé saunas. Todo esto sucedió hasta que Ernesto conoció a David y se quedó enamorado de él, momento en el cual Ángel que casualmente llegó a enterarse por terceros de la noticia cortó toda relación con él y hasta le bloqueó del chat, fíjese. Creo que Ángel todavía sigue buscando al amor de su vida por internet, no sé si lo habrá encontrado. David que ya debe haberse follado a todo el ambiente coincidió con Jesús y Óscar en una fiesta de estas en que se mueve mucha droga y hay sexo... una orgía vamos. Creo que se hicieron buenos amigos los tres y ahora suelen salir juntos por todas partes. Víctor después del despecho de Ramón eligió otro tipo de pretendientes y se decantó por la gente joven como Santi, pero Santi le dijo que no quería verle ni en pintura, que su amor era para siempre y que no lo rompería nadie y menos él. Víctor al final terminó con una depresión por tantos rechazos y fue al psicólogo, donde conoció a Nacho. Nacho por lo visto conocía a su vez a David de follar en alguna que otra fiesta y le propuso un trío con él y con su novia. Evidentemente David aceptó. - Yo por mi parte le diré que me había propuesto dejar de beber y mire, ya estoy borracho contándole mi vida a un desconocido. No sé si realmente uno elige la vida que tiene o es la que le toca sin más. En cualquier caso le daré un consejo si me lo permite. Deje de mirar la vida de los demás y de criticar lo ajeno y mírese usted un poco más el ombligo. Ríase de sus propias contradicciones y trate de ser un poco autocrítico y mejorar para usted mismo. A la gente le gusta ver la paja en el ojo ajeno y olvida la viga en el propio. - Si ya se lo digo yo.
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