Decidí dejarte ir con amor

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Decidí dejarte ir con amor… Le dedico este libro a ese amor que siento extinguirse lentamente dentro de mí.

Una vez escuche en mi prepa que los escritores son narcisistas, jejeje, yo quiero practicar mi narcicismo entonces. :) Me llamo Gorki, tengo 18 años, mexicano – ¡claro que sí! - y quiero que me conozcas. Sé muy bien que, tanto tú como yo, no tenemos ni la más remota idea de que pasará con este manuscrito del 2012. Un chico que chateó conmigo, un tiempo después de que lo promocionara por segunda vez me preguntó cómo podía agradecerme haberle compartido este libro. Mi respuesta es muy sencilla y te la diré a ti también: …te pido este favor:

DESCÁRGALO + LÉELO + COMPÁRTELO Compártelo con tus amigos, tu novi@, tus padres, tus profes y quién más confianza le tengas – o con esos que no, también -, postéalo en Facebook, Twitter o Google+. Así me agradecerás :)

Autor: Jorge Gorki Bonilla Muñiz


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Decidí dejarte ir con amor

I Hola. ¿Cómo estás? Te doy gracias si respondiste a la pregunta de arriba – sé que no muchas personas la van a contestar, pero es una buena forma de iniciar una plática -. Del mismo modo, también doy gracias a Dios, dado que ahora estoy bien… muy bien. Te saludo cordialmente, porque ha sido la manera como me enseñaron a saludar a un desconocido, o tal vez, es porque quiero dejar claro que no te conozco y seguro estoy que me desconoces. Sin embargo, en este momento eres una de las personas en las que más confió y sé que tú confías en mí, o eso espero - no importa tanto si no confías en mí tan tempranamente, en realidad no importa, yo sí lo hago contigo -. Tengo muy claro que te han surgido preguntas, una de ellas seguro es: ¿y cómo es estar bien para ti? Justo en este momento estar bien es que estoy calmado, sereno, sabiendo con suma certeza lo que he hecho – en proceso de aceptarlo -, comprendiéndome. ¡Sí! ¡Qué hermoso suena!


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Te digo todo esto porque quiero prepararte para esta corta historia sobre mi vida, bueno, en realidad es sobre todo lo que sucedió en torno a mí y otra persona. Y cuando digo TODO es TODO: todas mis emociones, mis sensaciones, mis heridas, mis alegrías, sus caricias y las mías, sus labios, su pelo que siempre estaba tieso por tanta gel que usa, su risa – no es la más bella que he escuchado, ciertas veces ni siquiera me gusta escucharla, pero al final de cuentas… es su risa -, sus dedos delgados, su torso huesudo y esa cara. ¡Oh por Dios! ¡Esa cara que aún recuerdo claramente! Lo conocí en un día bastante normal para mí. Estaba en un congreso, el Segundo Congreso Internacional de Acoso Escolar y Suicidio específicamente - sí, lo sé, sé que suena muy tétrico el nombre, pero ahí fue el primer lugar donde lo vi -. Ese congreso duró dos días o tal vez tres - no recuerdo con seguridad -, el primero no tiene nada que ver con él de manera directa, aun así te contaré lo que pasó. A pesar de que traté de ir con unos amigos míos, no conocía a nadie en ese bendito lugar - te has de imaginar que unos me dijeron que querían ir, pero no podían por cuestiones de tiempo, dinero, asuntos familiares, comidas, porque su perrito se había muerto o porque se había


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comido su tarea. No necesariamente me lo dijeron en un orden lógico -. Me decepcioné un tanto cuando supe que iba a ir sólo y, con ese duelo dejado a medias, llegué a las nueve de la mañana – muy temprano debo de agregar, sobre todo para un mexicano como yo -, le entregué mi Boucher de pago a la chica que estaba en la entrada y, bueno, di las gracias como cualquiera lo haría. Me senté - claro está que fue en una de las filas delanteras - y noté a un trio de chicas que estaban a un lado mío. Fue tan consolador saber que estudiaban en la misma universidad que yo – muy muy muy consolador -, en fin, me acerqué en cuanto terminó una conferencia y automáticamente nos agradamos – no diré que fuimos los más grandes amigos por el resto de nuestras vidas, pero al menos queríamos compartir ese tiempo que teníamos -, no pasó mucho y me presentaron a otros dos chicos. Éramos seis en total, los vería muy rara vez después de este congreso, pero sí los consideré mis amigos. En el intermedio fuimos a comer y me derrotó ferozmente en seis partidas de futbolito un chico cuyo nombre nunca me importó conocer. Charlamos sobre tantas cosas sin importancia que hasta me es difícil


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recordar sobre qué era la charla inicialmente - creo que a muchos nos ha pasado eso – y fue ahí en este bar/fonda/antro, bueno, ése lugar a donde fuimos y no sé cómo denominar, que los conocí y eran alumnos de intercambio. Aunque, no era muy difícil de adivinar - sus acentos tan marcados los delataban con tanta facilidad -. En la noche, cuando nos despedimos, no pasó nada interesante - absolutamente nada -. Lo importante fue al siguiente día cuando recuperé mi ser mexicano y llegué tarde, después tristemente me enteraría de que una conferencia que había esperado con ansias se terminó una hora antes de que llegara - ¡qué lástima!, pensé –. Estuve sentado durante mucho rato escuchando las muy interesantes, solo interesantes, medio interesantes y no tan interesantes conferencias. Es más, creo que ya por el final de aquél día me quedé dormido durante un rato – justo como el día anterior -. Para no hacer el cuanto largo, en uno de mis tantos momentos de espabilo fue que lo conocí. Recuerdo cómo él se acercó a estos chicos cuyos nombres no recuerdo y entonces me lo presentaron. Les puedo asegurar que fue lo menos romántico que haya experimentado en mi vida y me recuerda hasta cierto


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punto las teen novels de las que mi hermana es tan aficionada. Fue un saludo seco, tan desligado y poco afectuoso, que de hecho por eso fue interesante: fue un saludo común entre varones. La otra cosa que también sé es que no sentí mariposas instantáneamente – no, no y no: no fue así -. Pasó un rato desde que nos sentamos y salimos a comer solo nosotros dos y uno más, es decir: yo, Juandi y este sujetillo cuyo nombre no recuerdo – para facilitarme la vida lo voy a llamar sujetillo, aunque necesito aclarar que no es muy importante en esta historia a partir de ahora -. Fue en el mismo lugar que el día anterior- ¡Ay! ¡Cuántas cosas repetidas en esta historia! -, charlamos y charlamos y charlamos… y charlamos y charlamos y charlamos… y charlamos y charlamos y charlamos. Aunque, por lo que recuerdo, fue una de esas conversaciones donde las presunciones afloran a más no poder: él me contaba sobre sus logros siendo estudiante de psicología – los tres lo somos -, como diseñador gráfico freelance – cosa que solo él es -, como terapeuta – nunca estuve seguro que fuera bueno como tal -, como programador web – sin comentarios… - y por último me contó un poco sobre su vida.


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Agrego que tampoco fue en este momento cuando sentí mariposas en el estómago, tuvieron que pasar varias semanas para que él tuviera ése efecto en mí. Entonces, regresamos al congreso y noté por primera vez que era un peatón sumamente descuidado, no nos atropelló nadie para suerte de todos, pero el miedo que viví, ¡ja! esa emoción nadie me la pudo evitar. Esa noche se fue temprano y yo me quedé con los chicos y chicas para una clase de salsa, la recuerdo con mucha alegría: baile tanto, fue muy divertido y entonces les agarré cariño - claro, nunca me interesó conocer sus nombres y no es sorpresa -.


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II Eran inicios de cuatrimestre, no sé exactamente cuántos días o semanas fueron, pero no lo vi por mucho tiempo, no me sentí mal al respecto - ¿muy comprensible no crees? -, ya que solo era un conocido más en esos ayeres. Repentinamente me lo encontré un día, fue tan curiosa esta primera vez y curiosa en el buen sentido. Ya me había encontrado con Yennis antes– una chica colombiana a la que él llama mamá… ¿Complejo de Edipo no superado? No lo sé – unas cuantas veces la saludé y con ella me enteré que Juandi también iba al edificio donde concentraron a todos los de nuevo ingreso - información irrelevante para ese momento, ¡muy irrelevante! -. Y cuando lo encontré por primera vez estaba con Víctor, su ex novio – en ese tiempo no sabía que era su novio, mucho menos que Juandi fue activista gay. !Oh por Dios¡ -, los saludé cortésmente – así como te saludé a ti hace unos instantes – y es en éste segundo exacto cuando mi historia de humanidad inició vívidamente. Lo salude y gocé de su risa por primera vez, es bastante curioso que el ver su sonrisa me hubiera cautivado. No supe cómo reaccionar, desde hace mucho, pero mucho


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tiempo, nadie me atraía – mucho menos un chico -. Tengo que admitir que soy especial en eso de la elección de pareja, afortunadamente él cumplía con el perfil: buen mozo, carismático, intelectual, independiente hasta cierto punto, con muchos deseos de aventurarse en su vida, con una piel aceptable y unos labios que instantáneamente quise besar. Me despedí de él, te imaginarás que no fue una despedida muy afectuosa. Insisto: ¡no es sorpresa! La verdad, estuve confundido. ¿Cómo era posible que yo, definido como heterosexual desde hace años, me sintiera atraído por un hombre que tiene la misma edad que mi hermano mayor? ¿Cómo poder hacer para qué no siguiera sintiendo eso? ¿Padecía alguna clase de Edipo Negativo o algo así? No lo sé. Lo que sí sé es que sentí un profundo deseo de estar en sus brazos, de tocar su piel, de ver su rostro a media luz, de charlar tan íntimamente que esa aura misteriosa y negra tan suya por fin fuera comprensible para mí. Nunca logré figurar quién es, por qué lo es, cómo lo es, para qué lo es – actualmente son preguntas absurdas que no cargan sentido alguno, pero en su momento fueron importantes .


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Recuerdo las charlas tan loables que tuve con él, ser sapiosexual tiene sus ventajas: formar parte de diálogos importantes, poder afrontar una situación racionalmente, conocer aspectos sumamente finos como el pensar del otro, lograr interesarte en alguien por lo que sabe. No tuve más que unas cuantas conversaciones así, él es muy reservado, lastimeramente nunca pude intimar con él cálidamente - ése era mi más grande deseo -. Aclaro que para mí el contacto íntimo es fundamental en cualquier relación, ya sea intrapersonal, interpersonal o de otro tipo - incluso intimo con mi perrita, notarás que realmente es importante para mí el contacto -. Ahora que lo pienso, casi no hablé con él, solo lo suficiente: no más, no menos, lo suficiente y ya. Casi siempre hablábamos de trivialidades y, las pocas veces que me compartía algo de sí, era sumamente superficial. Yo creo que él tiene miedo, miedo a ser vulnerable y no se permite experimentar este contacto ¡Dios! ¡Deseé tanto poder contactar con él y no pude! Solo me queda plañir y vivir mi duelo... -. En esos días lo tuve muy cerca, recuerdo que me quedaba después de la sesión del grupo y espera en los pasillos de la facultad para poder verlo. Era bastante


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tardado y casi siempre sacaba uno de los tantos libros que leo, esperando como cualquier enamorado espera a su amado: pacientemente y esbozando una sonrisa. Cada vez que salía yo le saludaba, no siempre dialogábamos, pero era lindo poder darle ese abrazo y beso que con un afecto reprimido - aunque a veces afloraba de más - intentaba llenar mis expectativas de modo poco ortodoxo. Me la pasé imaginando durante días a qué sabían sus labios, cómo era estar rodeado por sus brazos, qué sentiría cuando estuviera con él, lo mágico qué podría tornarse nuestros encuentros. Mi más grande fetiche eran sus labios: esos labios carnosos y rosados que casi siempre estaban secos, esos labios que me provocaban los más intensos pensamientos cada vez que imaginaba el gusto post-delicatesen que dejaría su saliva y lo agradable que se sentirían sus manos. Imaginé muchas cosas por demasiado tiempo, también tenía estos pensamientos catastróficos que me impedían acercarme a él - los lamento tanto… -. Pensaba que no podía tener estos gustos, era terrible que después de mi caso de estupro me permitiera tener un amorío


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homosexual, a lo mejor no era tan importante y podía dejarlo pasar, tal vez era mejor guardarme lo que sentía. Así fue por mucho, mucho tiempo...


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III Un buen día me decidí acercarme a él y lo agregué como amigo en Facebook. No sabía cómo, pero sí tenía la firme intención de conocerlo y entonces, después de chats sin la más mínima importancia, le invité a tomar un café: YO Y, qué piensas hacer mañana? ÉL Nada YO Bueno, yo voy a lavar mi ropa e ir a culto ÉL Tarea, aunque pensaba ir al centro a comprar una ropa

YO Va a ser un día calmado para mi buena suerte!

ÉL Ah! Genial!


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YO Espero que encuentres lo que quieras y te gastes tu dinero decentemente… o indecentemente, no importa

ÉL jajajaja YO Y… el lunes? ÉL Ese día si no hare absolutamente nada... bueno, tareas

YO Mi hermana es la Miss Tarea. Desde hoy te nombraré Mister Tarea. Lo tienes muy bien merecido!

ÉL jajajaja Ay! Pero ya esta semana dejo de hacerlas... ya puedo descansar… son los últimos esfuerzos


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YO Qué bonito...! Qué tal si nos tomamos un café? Con eso de que te gusta tanto…

ÉL Ah! sería genial! Me hace falta uno que no sea en la Universidad

YO Ok ok. Salgamos entonces de la facu ÉL jajaja YO Cómo a qué hora? A las 11am está bien?

ÉL Ah! me parece perfecto. Dónde?


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YO Pues, nos vemos en las jardineras frente a la facultad. Es que tengo unos pendientes para ese día

ÉL Dale, me parece perfecto YO jajaja Tus regionalismos colombianos encantan! Dale pues!

me

ÉL jajajaja YO Y… Qué más me cuentas? Es que me siento desfalleciente y no sé qué preguntarte

ÉL jajajaja Eso suele pasar, así estaba yo el jueves: estaba a punto de morir


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YO Bueno, ahora mismo te comprendo… Entonces, te espero el lunes a las 11 frente a la facu. Me despido, mi cuerpo necesita descansar… Yo necesito descansar!

ÉL Dale, descansa. Que recuperes energías! Me llevé una gran decepción el lunes, él no llegó. Yo, desde las ocho de la mañana me levanté, me peiné y arreglé lo mejor que pude; es más, tomé un taxi porque ya se me había hecho tarde y llegué justo cuando mi reloj marcaba las once y cuarto. Estaba ansioso y un tanto triste, él no estaba en las jardineras frente a la facultad ni en ninguna otra de las que se encuentran en la explanada. Aún me puedo ver ahí, tan triste y decepcionado que no dejaba de esperar el momento en el cual mágicamente llegara a mi lado, me tomara del brazo y me saludara... nunca pasó. En cambio, vinieron Leo y Fide. Estuve con ellos durante un buen rato, ya teníamos planeado vernos en ése mismo


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lugar para organizar nuestro trabajo final, un trabajo que nos ayudó a formar una organización. Tengo muchas esperanzas, tendremos muchas vivencias juntos y lograremos hacer algo maravilloso. Primero llegó Leo, a él lo quiero mucho, es mi mejor amigo y creo que yo soy el suyo. Hemos vivido tantas cosas que me causan sonreír con solo recordar, como esas veces cuando nos sentamos y platicamos de todo un poco o la única vez que jugamos pesado. Es muy bello tener un amigo que me ama como yo a él - puede sonar muy gay, pero eso me importa poco. De todos modos soy bisexual, ¿no? -. Pasaron varios minutos y pude divisar a lo lejos la silueta de Fide, lo alcancé y le ayudé a caminar. Él siempre posa su mano sobre mi hombro y lo dirijo, esa vez no fue la excepción - ¡casi se me olvida! Tengo que avisarte que él es invidente -. Trabajamos en el proyecto, no hay mucho que decir, nos salió bien - creo -. Lo importante es que sacamos diez en nuestra nota final. Reímos mucho durante el trabajo, pero por dentro solo sentía esa pequeña duda: ¿qué había pasado con Juandi?


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Esa misma noche llegué y me conecté, estaba deseando que me contestara esa pregunta que me carcomía despreciablemente y lo hizo: ÉL Oye, que pena contigo. Sí llegué, solo que tarde, porque acá vinieron a reparar el baño y no me pude bañar a tiempo y no tenía como avisarte... se me cae la cara de la vergüenza.

Le creí, pero no quise hablarle, me enfadé. ¡¿Cómo era posible

que

no

pudiera

tratar

de

cumplir

sus

compromisos?! ¡¡Rayos!! ¡¡Es un grandísimo idiota!! miles de maldiciones más corría por mi mente y, afortunadamente, expresé muchas de ellas en mi soledad -. Claro está que hasta mucho después me desahogué, fue un gran alivio cuando lo hice... Los días venideros lo vi muy poco, de vez en cuando pasaba desapercibido por fuera de la puerta del salón - ése mismo salón blanco que yo ocupaba en las mañanas y él tentaba en las tardes -. Me sentaba afuera esperando que me saludara - creía que eso era lo correcto -, actuaba frío y lo más desinteresado que podía simular, fue un horror el


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tener deseos de hablarle, sentarme con él y que decidiera irse - muchas veces ni notó que yo estaba ahí: fue triste y frustrante -. Entonces un gran día - el más grande que tuve en esa semana - me armé de valor, e igual que siempre, lo esperé fuera de la puerta de mi salón blanco – por supuesto, suyo también… -, pretendía decirle que me gustaba y armar revuelo con elogios y verdades. Siendo honesto, estaba un tanto desanimado porque cada vez que quería hablar él se iba y me quedaba con las ganas, pero, ése día fue muy diferente. Me senté en la puerta y leí mientras le esperaba, de repente se me acercaron algunas personas a saludarme y yo les respondía el saludo – teníamos conversaciones sumamente cortas, no quería desperdiciar mi tiempo con ellos y también quería estar preparado para cuando él saliera -. Salió, como era de esperarse. Un poco antes pude notar cómo exponía un tema – no sé cuál, pero lo exponía -. Ya te puedes imaginar, él se había elogiado en modalidad narcisista frente a mí por lo maravilloso que es al momento de exponer un tema, término de exponer sin señales de aplausos y salió después de unos minutos.


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Noté sus manos pálidas tomar la manija de aluminio a través del cristal, lo vi despidiéndose de los que le eran importantes y me vio después de un largo alboroto. Estaba un tanto conmocionado, lo abracé y deliré entre mí, le vi a los ojos y platicamos en su camino a la parada de autobuses más cercana. Ya ahí, lo escuché hablar sobre cosas tan poco significativas que ni los recuerdos tengo. Al final, cuando él estaba por despedirse de mí le pregunte qué iba a hacer, me respondió algo inmemorable y por fin le dije un argumento muy válido: ¡Tú me debes un café! ¿Por qué no mejor me invitas a comer esta vez? – ya con anticipación me había dicho que le tocaba cocinar ese día y aproveché la oportunidad para estar con él -. Estábamos en el camión camino a su departamento, vivía con muchos otros colombianos, eran seis en total: tres chicos, tres chicas; dos homosexuales y cuatro heterosexuales; uno tiraba sus condones usados por el inodoro y dudo que los demás se complicaran la vida con relaciones sexuales promiscuas o tapando inodoros. Todos – absolutamente todos – tienen ese acento con el que aprendí a hablar como todo un habitante de sus regiones.


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Fue una gran tarde. A la primera que conocí fue a Silvia, una chica con un cuerpo muy hermoso – tanto que la nominaron a mejor cuerpo en un concurso. ¿Vaya sorpresa no? (sarcasmo), aunque nunca supe si lo ganó o perdió -, es muy agradable y me interesó bastante cuando observé a Juandi darle primeros auxilios emocionales con una almohada – la terapia Gestalt nunca me gustó tanto, pero funciona -. Cuando ella me conoció fue bastante extraño, me observó detenidamente - así como cuando alguien juzga tu apariencia y pretende escudriñar lo más profundo de ti con solo mirarte -, no tuvimos una charla larga en ese entonces y nunca la tuvimos, pero me agradaba acostarme en su cama y hablar de banalidades. A quién reconocí casi inmediatamente fue a Tommy, llegó ya un tanto tarde, tal y cómo lo hizo Yennis. Esa tarde yo era algo así como el intruso que tenía que pasar desapercibido, mejor dicho, tenía que pasar por su amigo – aunque, pensándolo mejor, ya era su amigo… bueno, su conocido -. Observaba detenidamente a Juandi cocinar, honestamente nunca vi a nadie cocinar con efectos de sonido y representaciones artísticas -


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¿artísticas? Creo que es el adjetivo correcto, pero tengo mis dudas -. Ya casi al irme terminó de cocinar, le dije que me tenía que ir, pero él replicó y me dijo que no me fuera, porque si lo hacía me iba a deber un café y una cena – me convenció con argumentos tan válidos (sarcasmo), como casi siempre lo hacía -. Me quedé solo unos instantes más, comí frenéticamente, no había nadie en la mesa para acompañarme y sacié mi hambre desmesurada en unos cuantos minutos. Me fui a la cocina, lo vi tan hermoso y mi corazón aceleró - al parecer los utensilios de cocina me hacen padecer taquicardia -. Solo comenté que le quería decir algo, le vi y él me vio, me preguntó qué era y mientras me observaba le contesté: ¡Me gustas! Él me vio atónito, es más, me dijo que no lo podía creer con una expresión que rondaba entre la incredulidad, el asombro y el dramatismo exagerado. Entonces me acerqué y le di un beso en la mejilla, solo agregué algo pero debía ser memorable y con ciertos alardes que denotarán mi determinación - y me acerqué a su oído susurrando: Disfrútalo…


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Me fui, ya me había despedido de los demás y cerré la puerta tras de mí, tomé mi autobús y cavilé en mi camino a casa - tenía tanta alegría que se me notaba en la cara. ¡Ojalá y me hubieras visto! -. Llegué, cene y dormí.


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IV Días después me había echado a llorar en cama. Hablé con el sujetillo - ése del que ya te había contado - y en un día cualquiera me comentó: Me voy a ir pronto - eso no fue lo trágico -, así como lo demás chicos de intercambio agregó. Se apoderó de mi cuerpo una gran duda: ¿acaso iba a poder estar con él cuanto tiempo quisiera o iba a tener que conformarme con unos días? Sentí como mi cuerpo tambaleaba cuando corroboré esa información con él: YO Me gustaría verte, además estoy algo triste

ÉL Y eso, qué tienes?

YO Me acabo de enterar que te vas pronto


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ÉL Quién te dijo?

YO Las notificaciones de Face son muy efectivas

ÉL ajam

YO ajam... muy efectivas, pero, espero superar pronto mi duelo

ÉL Sip... ya mi estadía está tocando fin...

YO Me imagino... Necesito de recostarme te hablo luego


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ÉL Dale. Cuídate y descansa. Si algo mañana nos vemos, vale?

En cuanto me recosté solté en llanto, un llanto doloroso y desagradable. Yo solo repetía que se iba, que se iba y no podía hacer nada, estaba tan irreparablemente sumido en desesperación e impotencia que solo volví a la cama y seguí llorando. En algún momento se me acabó el llanto, fue de los momentos más apacibles de mi vida: no lloraba más, mi tristeza se había consumido casi por completo y me quedaba está sensación placentera - es difícil de explicarla, de describirla y aún más de escribirla; por lo tanto, solo diré que fue extraordinaria -. Dormí durante unas fracciones de hora, me levanté descansado y con ganas de ver mi cuerpo. Me conecté nuevamente y él seguía ahí - lo demás no es tan importante, así que pasemos a mis otros días con él -.


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V De vez en cuando lo veía, me acompañaba a comer o platicábamos en la escuela. Recuerdo una ocasión en la que fuimos a El Rincón - no te emociones, es solo el nombre del restaurante -, él no me veía directo a los ojos mientras le hablaba o, bueno, en muy rara ocasión. Fue extraño, él no comió, vio el logo del lugar y lo criticó duramente: ¡Está muy desordenado! ¡No tiene los colores en orden! ¡Tiene muchas figuras! ¡Está muy amontonado! ¡Es poco memorable y no ayuda al consumidor! ... ¡Sí! ¡Ya lo pensé y quedaría mejor del modo en cómo lo imaginé! Lo alenté para que le diera sus puntos de vista al dueño, no lo hizo - el por qué no lo conozco, ni lo conoceré, pero entendí que juzgaba gran parte de lo que le mostraba -. Platicamos de nimiedades y parloteamos para acaparar tiempo. Y así fue en muchas ocasiones... Mis

sentimientos

por

él

se

incrementaron

exponencialmente a lo largo de las horas, esas muy pocas horas, que pasé con él. Recuerdo que le pedí encontrarnos en varias ocasiones, él casi nunca accedió. Puedo suponer que no me quería


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cerca de él, por algún motivo nunca reaccionaba alegre al verme, era ya después de un rato que se reía conmigo – o de mí, aunque el caso no me importaba, lo que contaba era poder vislumbrar su sonrisa -. Dos semanas antes que partiera, tuvimos un chat relativamente interesante, no es el más sobresaliente, está atiborrado de palabrerías y una que otra graciosa creación de nuestro ingenio. Es un tanto triste leer esto ahora, dado que han pasado apenas unos días desde que decidimos continuar nuestras vidas por separado. Te pongo un pequeño chiste que le escribí, espero lo disfrutes, así como yo lo hice en ese tiempo: YO Hola chico, yo te creía descansando… ÉL Hola, cómo estás? Eso hago...

YO Bien, vivito y coleando


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ÉL Ah! Eso está bien YO Bueno, respirando... para colear me hace falta un apéndice increíblemente grande!!

ÉL jajajaja O este otro: YO Mi hermana me acaba de contar un chiste: Hola...? Con la fábrica de fieles? Hagan más que quedan pocos!!!!!!!!!

ÉL jajaja YO Qué bueno!! Tu humor no es tan negro como creía


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ÉL jajajaja, es de todo tipo YO Uff!! Qué bien! Me siento aliviado… ÉL jajaja Te los pongo como una pequeña muestra de esos pocos momentos entrañables que compartí con él. Lo que no me gustaba era cuando me contestaba con emoticones o con risas - ¡Qué exasperante! ¡Casi siempre lo hacía! –, me quejé con él varias veces y nunca cambió esos hábitos, aunque reconozco que es algo muy suyo. Espero que te haya gustado está pequeña parte de mis vivencias, ya que vamos a iniciar con lo bueno. Fuimos a otro congreso, no juntos, pero sí nos topamos varias veces. De vez en cuando, durante las plenarias me acercaba a él, lo abrazaba, le tomaba la mano, lo acariciaba, platicábamos, comíamos o simplemente nos sentábamos juntos mientras escuchábamos al ponente. El penúltimo día, es decir un sábado, nos sentamos en el marco de una ventana – de alguna manera nos


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acomodamos, no sé cómo, pero logramos caber sentados – y nos quedamos solos un rato. Leo había ido a comprar cacahuates, así que estábamos solos él, yo y nuestro silencio -. Lo vi de reojo varias veces, increíblemente nunca le dije que le quería dar un beso. ¡Ah! ¡Que pésimo fue derrochar esa oportunidad! Nos despedimos y me fui a cumplir con otros deberes. Pasó todo un día, tenía la esperanza de verlo al día siguiente, un domingo, pero no fue así. Ya en casa me conecté y le pedí verlo, necesitaba verlo, quería verlo y lo iba a ver: YO Hoy tenía ganas de verte… ya ni modos! ÉL Pues, organicemos algo para esta semana, no?

YO Ok ÉL Por ejemplo, mañana voy para la U


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YO A la U…? Cómo?

ÉL Sí, debo ir por unos documentos para llevar a relaciones y entregar unos libros

YO Ok. A qué hora te veo? ÉL Pues, estaré a eso de las 9 YO Uy!!! Es muy temprano… ÉL Bueno, te dejo porque voy con los chicos a cenar. Sí, pero estaré por ahí hasta las 12 o 1, pues si quieres nos vemos a esa hora

YO Claro, corre. Ok


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ÉL Dale, si algo me marcas, y pues ya te espero…

YO Claro, bye Esa mañana me levanté como a las ocho, me preparé para empezar mi día - con un tanto de pereza -, me bañe y arreglé con ligero cuidado, no desayuné y así – con una extravagante energía que provenía de mis ganas de estar con él – llegué a la facultad como por eso de las doce. Me topé con los sujetillos norteños y conversé muy rápido - al parecer nunca me importó lo que me pudieran ofrecer, al final de cuentas ni sus nombres me aprendí –, dada la primera oportunidad me zafé de ellos y continué con mi búsqueda. Hablé con otros tantos chicos sin mayor redundancia y, después de diez minutos, lo pude ver en la planta baja observando a Beto mientras jugaba futbol - ¿o acaso se llama Lalo? ¡Ay, no sé! –. Fue muy decepcionante escuchar como Juandi se burlaba a causa del desempeño decadente y afeminado de Beto – esta es la razón número uno por la que no me gustaba escuchar su risa, es que casi siempre


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se mofaba de los demás en formas hirientes y no me era agradable en lo más mínimo -. Dejando eso atrás, lo encontré con Víctor - al parecer se habían citado ahí, pero no me molestó -, aunque yo quería hablar con él íntimamente para confesarle todo lo ocurrido en mi cabeza y si estaba con Víctor se obstaculizaría mis planes ¡Qué lástima! Pensé, así como lo venía haciendo desde ocasiones anteriores -. Nos sentamos los tres juntos en una banca y conversamos de temas banales - aunque me pareció curioso que cuando me veía Víctor siempre sonreía y trataba de dar temas de conversación - ¿acaso me coqueteaba o solo era agradable? Nuevamente no lo sé -, entonces, después de mucho rato llegó Candy – una de las tantas chicas que conozco – y me puse a hablar con ella. Recuerdo claramente cuando Juandi y Víctor se levantaron, acto seguido Juandi me dijo: Sale, nos vemos luego, es que ya nos vamos para allá - mientras apuntaba a la salida -. Yo me petrifiqué, no sabía que había escuchado - mejor dicho, no quería escuchar lo que me decía - y le pregunté muchas veces qué me había dicho. Ya un tanto exasperada Candy me gritó que se iban, y hasta entonces fui capaz de comprender - gracias a ella salí


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de mi estado de shock. ¡Gracias Candy! ¡Bendita seas!-. Me quedé sentado con ella un rato y después me fui, tenía otras cosas que hacer y además estaba muy abrumado. No regresé a pesar de que le prometí que volvería a ella y a su amiga – hasta el momento no me parece algo malo, al fin de cuentas se irían pronto -. Fui a clases con una incapacidad de concentrarme en algo más que en mis deseos de hablar con él, de preguntarle si le gustaba – porque si no lo hacía entonces entristecería y seguiría mi vida, en caso contrario, saltaría de alegría y me regocijaría en sus brazos -. Ya tenía planeado todo para poder abrirme con él completamente y no lo logré, todo por ese exnovio suyo y por mi incompetencia ante situaciones de amplio estrés. Ya cuando finalicé mi examen trimestral me conecté y redirigí toda mi atención para encontrar la manera de hablar con él, me sentía desesperado y agobiado por la idea de tener unos cuantos minutos para hablarle, solo unos minutos, eso era todo: solo unos minutos. ¿Crees que me los concedería? YO Hola


Decidí dejarte ir con amor ÉL Hola

YO Qué haciendo?

ÉL Hablando con mi mamá

YO Qué bueno!!

ÉL Siii!!

YO Ay chico! Me siento raro…

ÉL Y eso?

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YO Recuerdas que te dije que te quería ver hoy?

ÉL Sip

YO Bueno, es que quería charlar contigo, pero no se pudo

ÉL Organicemos y charlamos un rato

YO Bueno… cuándo? Sabes? Me siento un tanto decepcionado

ÉL Y eso?


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YO Creía que podía, pero al parecer me cuesta

ÉL Qué?

YO Decirte... Te lo quiero decir de frente, se puede?

ÉL Sí

YO Cuando nos vemos?

ÉL Espérame un segundo, yo miro cuando puedo. Entenderás que ya muchos se van esta semana y estamos exprimiendo el tiempo


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YO Sí, lo entiendo… Estás en el departamento?

ÉL Sí

YO Puedo ir? Es que necesito sacarme esto lo más pronto posible

ÉL Bueno, es que tenemos una reunión... pero dale... vamos y caminamos un rato

YO X fa…

ÉL Me avisas cuando llegues y yo salgo

YO Claro


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Seguía en mi clase, terminaba unos trabajos y necesitaba salir lo más pronto posible, pero necesitaba consejo de alguien conocedor del tema. Ese conocedor fue Gabo, mi entrañable amigo Gabo: YO Hola

GABO Q ondaaaa?!

YO Ay Gabito! Tengo un dilema tremendo!

GABO Dime

YO Es que ya me figure como bisexual y la neta no sé cómo llegarle al chavo que me gusta


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GABO Pues le dices: me gustas!

YO Ya se lo dije! Pero... es que tengo miedo

GABO Haz tenido parejas antes?

YO Claro

GABO Ok, entonces por qué no decir: vez q ya te había dicho que me gustas…? La verdad tengo miedo porque no sé cómo vayas a responder, pero me gustaría que fueras mi wey

YO Me gusta… Es que el chavo es gay


Decidí dejarte ir con amor GABO Y qué tiene?

YO Sin embargo. No, no, no!!! A ver...

GABO Dime

YO Lo voy a ver en un ratito y le voy a contar todos los enrollados pensamientos que he tenido. Y mi más ferviente deseo es que sí me quiera!!!!

GABO Pues, dileeee!!! Oye, ya me voy

YO Claro, bye. Gracias

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Decidí dejarte ir con amor GABO Besos, bye

Entonces, después de esas palabras de aliento - que sentí cuales palmaditas en el hombro para arrojarme a la aventura -, me dirigí con paso firme a su departamento. No tardé mucho en llegar, para mi buena fortuna estaba a unos cuantos minutos de ahí. En el camino meditaba sobre qué iba a decirle, cómo iba a decirle, para qué iba a decirle y ajustaba mis ideas lo mejor que podía. Bajé del autobús y caminé hacia su puerta mientras le enviaba el mensaje de texto. Esperé fuera de esa puerta, esa puerta que casi siempre sentí inmensa, esa puerta que por mucho me impedía transitar libremente entre Juandi y el mundo exterior – lastimeramente nuestros encuentros siempre fueron en ese lugar, algo así como el nidito de amor, pero sin amor . Cuando lo vi salir noté su cara angustiosa, tal y como siempre lo hacía, salió disimuladamente para no causar ninguna sospecha con los que le acompañaban – seguro eran esos guatemaltecos y sus roommates, aunque nunca lo sabré -.


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Con lo primero que le recibí fue con una disculpa: Perdona, nunca en mi vida me había sentido como un acosador… no hasta apenas. Él me dijo que no me preocupara, que estaba bien. Empezamos a caminar - la dirección no importaba, lo importante era caminar y arreglar mis muy mezcladas ideas -, entonces le comenté lo molesto que me sentía porque esa mañana esperaba hablar con él y se fue sin expresarle todas mis emociones – qué ya había reprimido por mucho rato -. Le pregunté algo muy importante, crucial para las decisiones que tomaría en un futuro y no tomé precauciones que aligerarán la carga de la misma: Tú ya sabes que me gustas, pero aquí la pregunta es: ¿te gusto? Porque yo he pensado en ti por mucho tiempo, he pensado en cómo sería abrazarte, cómo sería besarte, cómo sería estar contigo. No se le ocurrió nada mejor que decir: Pero… ¿si ya nos hemos abrazado, no? Y el silencio gobernó entre nosotros por varios segundos. No me miró, ni encontré alguna característica de sobresalto, él se quedó pensativo y mientras veía hacia la nada me respondió.


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Mira, yo también he tenido fantasías, no te lo voy a negar. Pero, ves que tengo mi relación con Víctor, ¿cierto? Él y yo llevamos una relación, pero últimamente no ha funcionado y mejor nos tratamos cómo amigos. Y nos quedamos de ver hoy para salir, pero no fue nada. Sonó mi celular - increíblemente mi papá tenía que llamarme en ese momento tan importante -. Le contesté y le dije que estaba en un lugar, un lugar… un lugar. Él me preguntó miles de veces en qué lugar. Un lugar… Seguí contestando de la misma manera por mucho rato hasta que colgué. Juandi me observó y me preguntó si ya lo sabían en mi casa; le respondí que no, pero que lo iba a hacer pronto. Me recomendó que les diera excusas claras y concisas, ya que eso le había servido para librarse de muchas cosas en casa. Lo miré expectativo y continuo con su discurso: Una vez un amigo, que también es bisexual, me dijo lo mucho que había sufrido con su primera experiencia y por eso ya no quería nada más con los hombres… yo no quiero que sea así para ti. Y a mí también me ha pasado esto, estuve rogando por mucho tiempo para que me dieran un beso, un abrazo y


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demás… yo no quiero eso para ti. También me voy en unos días y no quiero lastimarte. Me quedé dubitativo, me quedé conmocionado, me sentí comprensible. Sin embargo, eso no importaba. Y… ¿qué tal si no me importa que esto dure poco? ¿Qué tal si no me importa que sean semanas, días, meses, horas o minutos el tiempo que comparta contigo? ¿Qué tal si es así? Nuevamente lo dejé atónito, y por fin dijo lo que su mente había computado: Nunca me puse a pensar en eso… No fue una sorpresa que pensara poco en lo que me diría, no lo fue. Es que de hecho fuiste tema con mi terapeuta, porque no quiero dañarte y concluí en que esto es lo mejor. No entendía su centrismo en el daño para mí, no lo comprendía del todo. Sí, estaba bien que quisiera evitarme heridas y todo eso, pero… pero… pero… yo sé, yo lo sé… No te preocupes, afortunadamente yo sé manejar bien mis duelos y sé manejar bien mi dolor. Así que… ¿qué dices?


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Lo miré, seguía con esa expresión fría, esa que casi siempre mantenía frente a cualquier persona - excepto cuando hacía su desmadre -. Bueno… al final de cuentas ya eres mayor de edad. Ya puedes tomar tus decisiones. ¿Estará abierta C.U.? Esa pregunta me pareció innecesaria, pero, me imagino que sé la pude responder adecuadamente. Eso creo… Entramos a una facultad – hasta el momento no sé exactamente cuál sea – y caminamos hasta llegar a unos jardines que tenían bancas semicirculares alrededor de un monumento. Caminamos y platicamos, me empezaba a dar ciertos aires de aceptación, pero continuaba con un dilema sumamente complejo que probablemente no quiero comprender. Pues, es que tengo aquí como a tres diferentes entes con los que estoy lidiando. Uno me dice que sí, que debería intentarlo; el otro es antagonista y me dice que no te dañe y después estoy yo tratando de aplicar mi mejor decisión. Lo miré, estaba sorprendido. ¿En serio necesitaba de consultar con todo su ser para poder estar conmigo?


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Ya cuando estábamos sentados, continuamos con la charla y destacó un punto crucial en lo que sería nuestra futura relación. Está bien, hagámoslo… pero no le pongamos etiquetas. Como ya me voy pronto y no quiero lastimarte, lo mejor es que no le pongamos etiquetas, ¿vale? Yo me enfadé, me enfadé con él. ¿Cómo era posible que me pidiera tener un incomprensible acercamiento con alguien quién no sabría qué era para mí? Me enojé por su falta de compromiso. ¡Sí, eso es! ¡Me enoje porque no se quería comprometer conmigo! Sí… y me entristecí. Me sentía frustrado, había idealizado tanto la relación que me era imposible poder estar de acuerdo con aquél trato. Me es imposible evitarlo, pero me entristece el tener que recordar el inicio de mi carrera de autodestrucción. De repente, después de varios minutos de silencio, él me preguntó qué tenía y no contesté… no quería contestarle. Mira, sé que desde cuando quieres algo mío… Así que… Se acercó lentamente, de manera tosca, pero lenta - ya me había tomado de la mano y se había jactado de que había accedido a algo conmigo - ¡Ja! ¡Vaya pelafustán! -.


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Pero yo me negué, no lo quería, no quería un beso: ¡Lo menos que quería en ese momento era un beso! ¡NO! Volteé mi rostro al lado opuesto y quedé pensativo. Él se extrañó, me veía y me trataba de animar, pero no quería decirle nada, estaba sumamente desilusionado. ¿Qué tienes? Mírame… Cierra los ojos… Lo miré, pero con cierta curiosidad y enojo. No necesitaba que me robara el beso. ¡No señor! ¡No! Aunque sí cerré los ojos - estratégicamente los dejé entreabiertos para escudriñar lo que hacía -. ¡No vayas a hacer nada! Tenía que dar mis límites y, afortunadamente, él los respetó. No voy a hacer nada. Cierra los ojos… Los cerré completamente y me preguntó en qué pensaba, y yo quedé pensativo… No lo pienses tanto. Sácalo, dímelo. ¡Ay! ¡¿Pues quién lo entiende?! Estuve pensando y me siento… decepcionado. Sí, esa es la palabra correcta: decepcionado.


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No vi su rostro, pero noté su obvio interés en lo que decía. ¿Cómo? ¿De qué estás decepcionado? ¡No abras los ojos! Quería hablar con él, verlo frente a frente – así, tal y cómo lo había planeado -, pero no me dejó. Entonces tuve el valor de decirle. Es que… esto que está sucediendo no me gusta. Yo había pensado que iba a ser mejor, que probablemente sería algo que disfrutara, pero no es así. No, no es así. Seguimos platicando de lo mismo, pero era información repetida, yo me desesperé y me levanté – ya no quería continuar con eso -. Entonces caminamos a la entrada y me siguió. En algún momento se sentó en unas jardineras que estaban en la calzada y me tomó de la cintura, obligándome a verlo directamente a los ojos. Me quiso besar nuevamente y nuevamente lo rechacé, aunque por un momento salive a causa del deleitante pensamiento que llegó a mi mente, sin embargo me negué. Ya me voy… no me sigas por favor.


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Esta vez hizo caso omiso de mi petición y me acompañó ese pequeño tramo que me separaba de mi vehículo de escape. Mira, te digo esto porque tengo estos dilemas que cargo entre mi conciencia moralista y mis deseos de estar contigo. Me pareció absurdo tal comentario, era sumamente innecesario. Sí, ya lo sé. Si no los tuvieras no hablarías así. Este es un momento en el que no me importó decirle las verdades que me venían a la mente. A él tampoco le importó que me decía. Además, eres guapo, puedes tener a quién quieras. Pareció correcta tal afirmación, pero por alguna causa no me sentía complacido al escucharlo. Tal vez era su forma de rescatar un poco de lo que quedaba. Sí, ya lo sé. Pero, eso no es lo quiero. Continúo con muchos otros comentarios inapropiados en contra de mis deseos de que callara. Ya cuando estaba por subirme al camión me abrazó - yo no correspondí ese abrazo -, y me besó en la mejilla - yo no correspondí ese beso -, entonces me despedí y cargué mis frustraciones en el asiento que daba a la ventana.


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Miré la oscuridad y el vacío de las calles en la noche. Me senté y plañí, me senté y berreé, me senté y lloré. Sin embargo, yo mismo me convencí de que podía aceptar todo ese trato tergiversado para el conforte de Juandi ¿Entonces? ¿Al final, después de todo, sí? Te preguntarás… pues SÍ -. Ya en mi casa me encontré con mi hermana y también con Gabo, entonces lo utilicé de escucha virtual: YO Hola Gabito

GABO Hello. Cómo te fue?

YO Pues... Fue raro, te cuento: Lo vi, me vio y.... comenzamos a charlar

GABO ajá...


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YO Y me dijo que sí le gustaba, pero... que ya tenía una relación estancada y que no quería hacerme daño

GABO mmm… qué cosas… así pasa…

YO Espérate! No he terminado! Entonces yo le dije que no me importaba eso, que no importaba que estuviera aquí por muy poco tiempo. Al final caminamos y caminamos y le dije que lo que yo deseaba era tomar su mano, besarlo y abrazarlo. Él solo me dijo que ya nos habíamos abrazado (mal chiste)…

GABO :o

YO Qué onda? Qué te pasa?


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GABO Nada… es cara de expectación, continua

YO Yo le dije que no era un abrazo como el que había imaginado y que prefería estar con él, mientras caminamos a la facu de administración... creo. Ya en unas palapas me dijo que le diera mi mano, sin embargo, yo esperaba que eso me estremeciera: no fue así. A lo mucho me sentí decepcionado, es más: le respondí que estaba decepcionado

GABO Por qué?

YO Me dijo sus argumentos de por qué sí y por qué no, lo que yo esperaba es que me dijera sí o no… nunca lo hizo, no lo hizo!!! Y cuando me sostenía la mano solo me dijo que no le pusiéramos etiquetas, que no me quería dañar


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GABO :o

YO Sabes? Me fui decepcionado, muy decepcionado… Me quiso besar, pero yo no tenía ganas la verdad

GABO Qué esperabas?

YO Compromiso! Eso quería! Quería que al menos estuviera dispuesto a tener una relación. No sé, me sentí triste y enojado

GABO La gente no tiene que cumplir nuestras expectativas, estás de acuerdo?


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YO Claro, lo entendí después… pero, aún tengo que asimilarlo

GABO Pues, me alegro que fueras firme en lo que buscas; por qué si no, después sería peor

YO Sabes? Aun así tengo ganas de estar con él. Y sé que no puedo esperar nada de él, no, en verdad no

GABO Eres consciente XD


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YO jajaja Mira, al final de cuentas es la primera vez que me siento con deseos de estar con alguien desde hace mucho rato: Años, en serio, años! Y quiero estar con él

GABO :P

YO Cuídate Gabo, buenas noches

GABO Ya te vas?

YO No, pero tengo ganas de pensar un rato

GABO Oki, bye


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YO Ciao

Me había liberado de un gran peso, el paso siguiente era comunicárselo a mi amado. Tardé varios minutos en figurar la forma de decírselo, así que cuando encontré la manera se lo hice saber: YO Qué haciendo chico?

ÉL Acá con los chicos

YO De camino a mi casa me di cuenta de algo

ÉL Cuéntame


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YO Me siento tan en terapia… Quiero esta relación, pero no va a ser como yo la creía

ÉL Está seguro?

YO Sip, sí la quiero

ÉL Ok

Eso fue todo lo que le tenía que decir.


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VI El siguiente día fui a mi facultad porque había acordado con Javi que nos viéramos enfrente y después partiéramos a donde tuviéramos que ir – íbamos a un lugar que ya no recuerdo, la cosa es que nos iban a sellar nuestras Cartillas de Servicio Militar e íbamos a ir juntos -. En cuanto divisé a lo lejos a Leo me quedé sorprendido, él no tenía por qué estar ahí - ¿o sí? -. Javi estaba esperándome cómo lo teníamos previsto, llegué un poco tarde y me disculpe por ello, aunque Javi me reclamó entre chistes varias veces – muchas veces, ¡demasiadas veces! . Entramos a la facultad para apoyar a los profesores al subir calificaciones. Resulta que habían avisado a todos los miembros que debíamos estar ahí, ése día, a las ocho de la mañana y no me enteré hasta ése mismo día - ¡vaya casualidad! -. Ya adentro, le dije a Leo parte de mi historia - es el confidente de quién más me fío, así que no es nueva esta acción que tomé -. Cuando le confirmé que soy bisexual parecía asimilarlo con facilidad, de todos modos ya le había dicho que Juandi me llamaba la atención, y en


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cuanto le conté todos mis haberes que llevaba con él se intrigó. Todavía recuerdo que actuaba de manera muy parecida a cómo yo me imaginé a Gabo mientras chateaba con él. Sí, estaba totalmente ofrecido a escucharme, es más, estaba al filo de la silla y reclinaba su cuerpo cuando iba a media charla. Fui al baño con Javi y también le confesé mi preferencia sexual. Con él me reí un montón, ya que Leo me colmó de frases sumidas en el cliché y un tanto de sabiduría callejera, pero con Javi fue otra cosa, se sorprendió bastante y me hizo una afirmación que no esperaba. Le vas a romper el corazón a Magaly… ¿Qué no ves que le gustas? Si cuando te ve se emociona y se alegra. Pero le vas a romper el corazón… ¡Uy no! Si yo tuviera esa oportunidad de andar con ella ni dudaba en decir sí. Es que me parece una chava hermosa y tú le vas a romper el corazón… Me recalcó un montón de veces que esa chica – muy hermosa y sensual, lo he de aceptar – quería estar conmigo. Sin embargo, a mi ella no me gusta, no me gustó, ni me gustará, así que no veía caso en ser su novio.


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Si yo accedía hubiera estado sumamente insatisfecho, mejor no – pensé -. Pero, es que ella no me gusta, además ella está con Memo… ¿no…? Y la verdad, yo respeto mucho eso. Además, él me ve feo cada vez que me acercó a Magaly… No creo que sea lo mejor estar con ella. Fue hilarante escuchar todo lo que decía, sus expresiones eran tan chistosas y exageradas que me carcajeé por varios minutos. Ya cuando bajamos, Javi, Leo y yo nos sentamos en la mesa que estaba sirviendo de recepción improvisada ¡éramos un gran trio de recepcionistas! -. Les relaté todo lo que había sucedido la noche anterior y sus chistes me alegraron el día. Javi y yo nos fuimos a donde teníamos que ir y regresamos, fue muy poco tiempo el que ocupamos y como a la hora de haber partido regresamos. Entonces, me alegré mucho cuando llegó Gabo, él me vio, yo lo vi y le extendí mis brazos. Fui el primero al que saludó y lo abracé por un buen rato, mientras me abrazaba me dijo. ¡Ay… crecen tan rápido!


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Comprendí enteramente que se refería a mí, la frase de cliché no hizo más que darme una razón para sonreír. Estaba tan contento de que fuera mi amigo que, incluso sin que me hubiera abrazado, yo hubiera reaccionado feliz al verlo. Estás aprendiendo de las decepciones y desilusiones que pasan cuando estás con alguien… ¡Qué bueno que tomaste esa decisión…! Si no luego iba a dañarte y no te sentirías bien. Agradecí su comprensión, agradecí su abrazo y agradecí su amistad… fue hermoso. Me fui, salí completamente reconciliado con la vida y abracé a todos los que estaban con el amor que emanaba por mis poros, radiaba cariño por todo mi cuerpo y caminé por las calles sonriéndole a quién se cruzaba en mi camino. Llegué a tomar clase y me conecté para ver con quién más compartía mi alegría. Revisé la barra de contactos y me emocioné cuando noté que él estaba conectado, quería decirle que me encantaría verlo nuevamente. YO Oye, dónde estás?


Decidí dejarte ir con amor ÉL Estoy en casa

YO Qué tal si te alcanzo?

ÉL Qué?

YO Ajam... Qué si voy?

ÉL A pues… es que ya vamos de salida

YO Hace rato entendí que solo nos íbamos a poder ver si ambos queríamos. Quieres que vaya? Ok. Creo que entonces no quieres... está bien, te veré algún otro día

ÉL Dale

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YO Ok, ciao

ÉL Dale, cuídate. Yo te aviso para que esta semana nos veamos

En cuanto terminé de despedirme apagué el equipo y me fui a casa cabizbajo y espere durante mucho rato para saber cuándo podría verlo. Lo demás de ese día ya no tiene importancia, así que he decidido suprimirlo - ¿te quedaste con ganas de más? Espérame un momento, esto apenas comienza-.


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VII El miércoles de esa semana fue el día elegido para estar compartir nuestro tiempo. Tras mucho pedírselo, me permitió estar con él, me permitió llegar a su departamento y me permitió poder compartir con él. Sabía que ese día sucedería algo nuevo, dado que iba a estar tan cerca de él, yo tenía estos deseos inmensos de besarlo y tocarlo, de saber qué era lo que me mantenía sosegado en misterio y ahora lo podía cumplir. ¡Ese día me la pasé estupendo! Estuve con él – por fin, ¡uff…! -, después de cuatro días sin verlo. Fue muy soso el principio: llegué, toqué la puerta y preguntó desde dentro: ¡¿Quién?! – me parece ridículo que lo haga si de todas formas abre la puerta -, abrió, lo vi y lo abracé. Me vestí de manera cómoda, pero muy limpio. Incluso lavé mi ropa el día anterior para estar lo más fresco posible, porque ya de por sí planeaba erotizarlo y erotizarme - ¡qué rico! –. Yo tan preparado y a él lo encontré todo desmadrugado, en sus ropas más descuidadas – algunos lo llamarían pijama, pero no dejan de ser harapos -, con su aspecto hasta cierto punto


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desagradable y lo peor de todo: mal aliento - ¡Uy, no! Yo que planeé besarlo-. Entré y fue un abrazo no muy cálido, un saludo no muy afectuoso, una bienvenida no muy encantadora, en resumen: fue poco propicia. Ya en el cuarto, estaba Tommy acostado en su cama y lo vi moverse. Solo le dije: ¡Párate, que te quiero abrazar! - los signos imperativos van muy a tono, ya que le lancé una orden amigable, diría yo -, lo abracé muy torpemente porque nunca se levantó por completo y me tumbé en la cama de Juandi. Ya acostado, platiqué con ellos, no tenían muchas buenas nuevas y tampoco muchas malas nuevas, los escuché muy poco entusiasmado y con mucha flojera, ya que sus temas de conversación eran obsoletos para mí. La parte divertida fue cuando oí a Tommy cantar sus notas de tenor - ¡cómo me cae bien ese chico! -, para mi gran lástima tuve que verlo partir a casa de Erick, su novio. Y así, terminamos Juandi y yo solos – te aviso que no me emocione en ése instante -, y pasaron largos minutos de espera. Me contó sobre su música preferida, no me agracio mucho; me contó sobre sus ideas de flojera, no me


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llamaron la atención; charló con su familia y yo escribí mis resúmenes. ¡Ay! ¡Qué flojera! Al menos, por mi parte yo tengo el don de hacer lo aburrido más entretenido y logré hacer unos movimientos estratégicos muy efectivos: Primer acto. Acercarme lentamente. Segundo acto. Acostarme sobre su hombro. Tercer acto. Quitarle la laptop y dejarla lejos de dónde estorbe. Cuarto acto. Montarme en sus piernas. Quinto acto. Te lo dejo a tu imaginación. ¡No, mejor no! Mejor te lo cuento: Me acerqué a él lentamente, con una suavidad que reproducía a los predadores más experimentados acechando su presa – te imaginarás que mi presa en ese momento era Juandi -. Me acosté sobre su hombro y comenzó a hablarme de él – claro que no intimamos, pero me habló de él – y ahí permanecí por un largo periodo, fue confortable sentí su calor emanar de su cuerpo, respiraba con normalidad, pero no sería así por mucho tiempo. Ya me había aburrido y una sola idea mantenía mi mente inquieta: besarlo, tocarlo, sentirlo y estar con él. Le


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dije que ya casi eran las dos de la tarde y no habíamos aprovechado el tiempo, entonces tomé su laptop y la dejé sobre la cama de Tommy. En cuanto la puse encima de esas sábanas Juandi me miró con suma sorpresa y ni siquiera le dejé hablar cuando me monté sobre sus piernas. Lo noté agitado a más no poder, creía que sus ojos iban a salirse de orbita, que sus labios no podían enrojecer más, que su cuerpo no podía estar más tenso, que mis piernas no podían estar en un lugar mejor posicionado - ¡Ah…! Era perfecto -. Después de verlo por unos segundos le dije que si nos besábamos era yo quién quería dar el primer beso. Él accedió y yo rocé sus labios, tanto deseaba saber su buque, tanto deseé probar sus labios, tanto deseé deglutir su saliva que fue decepcionante. Me decepcioné porque sus labios no estaban tan suaves, su sabor no era tan rico – de hecho, el que no hubiera desayunado nada colaboró en que un sabor áspero se impregnara en mi garganta durante días -, su saliva no era sabrosa en lo absoluto y el beso no fue lo que esperaba. Recordé aquellos besos que recibía de Abril – una chica, una exnovia: ella me provocaba cosquillas cada vez que me besaba y su insípida saliva me era erotizante -. Tiempo


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después los comparé, al final ella ganó – los besos de ella han sido los mejores que he probado en mi vida -. Decidí, tiempo atrás, que de él no podía esperar absolutamente nada y me sentí libre. Por eso me di la oportunidad de tenerlo como pareja de placer, dado que mi pareja intima nunca sería. Antes de besarlo le dije que yo, probablemente, soy la persona más confiable que, posiblemente, conocería a lo largo de su vida. Él asintió con la cabeza y no lo noté nada interesado en charlar. Lo besé durante varios minutos, me movía para rozar su entrepierna - quería algo más, dado que el beso por sí sólo no me agradaba -. Me quité de sus piernas, cerré la puerta, regresé a la cama y continué besándolo. Entonces me recostó sobre sus sábanas, sus piernas estaban atrás de mis muslos y comenzó a estimularme. Fue una sensación completamente nueva, quería que lo siguiera haciendo, aunque tenía que esperar a que encontrara el lugar preciso para que me acariciara correctamente con esos cosquilleos que hasta el momento solo con él había sentido. Me siguió besando, me acarició el abdomen y la espalda, mi boca la mordía y succionaba mi lengua, tocaba


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mi rostro y sentía sus palpitaciones sobre mi pecho. Ya lo había conseguido, por tanto tiempo esperé para estar con él y ya lo había logrado, lo disfruté tanto… Me desabotonó la camisa y la dejé caer, le quité la playera y reí cuando noté que se atoraba con su nariz, entonces pasó sus dedos por mis costados y sentí tal placer que lancé mi primer gemido. Me quiso chupar los pezones, pero no aguantaba la risa y los dejó por la paz. Su pelvis nunca dejó de contraerse rítmicamente mientras frotaba su pubis contra mis glúteos, me liberé y, aunque tenía mis pantalones puestos y asegurados con mi cinturón, pude sentir su pene rozándome. Fue tan excitante. Lo tomé de los glúteos y presioné mis manos para que lo hiciera con más fuerza, quería más, quería mucho más. Él decía que no era justo que yo tuviera pantalones y él solo un short, pero no pensaba quitármelos, no quería coger con él. En algún momento se sentó y recargó contra el respaldo de su cama, entonces lo besé, lo acaricié, lo eroticé, le respiré en el cuello y entendí perfectamente su fetiche por los pezones, así que los lamí mientras le rozaba


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ligeramente cada uno de los pocos centímetros de piel rozada que exhibía. El frotaba su glande contra mis glúteos y súbitamente yo gemía. Me retorcía cada vez que me acariciaba y yo curveaba mi espalda para quedar lo mejor amoldado a su cuerpo. Él se acostó y me agasajé con sus lunares, sus pecas, su toroso tibio y sus pies fríos que se raspaban con mi pulsera de tobillo. Me acariciaba la espalda y eso me encantó, me mordía los labios y entonces le pedí que me causara un orgasmo - claro, sin quitarme la ropa -. Me la había puesto nuevamente porque la puerta sonó y lo tomamos de precaución. Pero yo continué con lo mío. Me tapó lo ojos y me dijo que no podía usar las manos, me acarició todo el cuerpo y en cuanto llegó a mis muslos yo me regocije en éxtasis, fue la sensación más placentera que haya experimentado, me tensé tanto que una erección repentina me puso en evidencia y continuó con lo suyo. Gemía y me volteó, entonces me acarició la espalda y se posó sobre mí, abrió mi compás y se meció sobre mi espalda, lo sentí y me gustó, lo sentí y me quedé con ganas.


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Repentinamente alguien abrió la puerta y Juandi saltó de la cama, era Silvia, ya era muy tardé e iban a hablar con Juandi, pero no contaban con que estuviera ahí. Lo escuché parlotear por mucho rato con ella, obviamente ella estaba incrédula y un tanto conmocionada por ver una escena tan explícita. Después de tratar de solucionar ese asunto, Juandi cerró la puerta con seguro y regresó a la cama. Ya perdí todo lo que llevaba, ¿cierto? Se refería a mi excitación, le pedí que me excitara y lo logró después de un arduo trabajo. Yo ya estaba acostado en la cama y se me acercó, no nos atrevimos a continuar nuestro idilio, pero en su lugar se acercó a mí y nos abrazamos. Fue el abrazo más tierno que le haya dado, lo besaba y el me acariciaba con mucho afecto, es una posibilidad que hubiéramos estado abrazados por horas en caso de que nada nos interrumpiera. Entonces sonó su alarma de Skype y me cambié de cama, era su mamá y charló con ella. Yo empecé a hacer mis resúmenes y los terminé unos minutos después. Sin embargo, aún tenía que tratar con los demás miembros del departamento y salí en cuanto me dieron ganas de ir al baño. Fue curioso cuando traté de


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abrir la puerta y noté que tenía el seguro puesto, hice una mueca, quité el seguro y abrí la puerta. En cuanto salí nadie me vio a la cara, solo el chico que llegó de último me saludo normalmente. De ahí en fuera, todas me evadían - al parecer erotizarse con quién tu deseas y ser descubiertos acariciándose, aunque sea con ropa, es algo incómodo -. Salí y me llevé mis cosas conmigo, ya no quería entrar a ese cuarto - al menos por un rato- y estuve sentado en la sala con los demás. Vi a Yennis, pero ella no me miraba; vi a Silvia, pero ella tampoco me correspondía; así que me quedé en silencio. Pasaron varios minutos y, ya por el final de mi corta estancia, empezaron a charlar conmigo cómo si nada hubiera ocurrido. ¡Qué ventaja el conocerlas! Para mí es importante tratar la incomodidad que se tiene con estos casos. Cuando me retiré fue interesante despedirme de Yennis, se iba el día siguiente y entonces la abracé – no tan bien como yo quería, pero lo hice -. Fui al cuarto de Juandi y le di un beso, de esos tiernos de piquito, y me marché. ¿Cuándo te puedo volver a ver? - le pregunté-.


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Yo creo que el lunes – respondió un tanto pensativo -, aunque vamos a ir a Tecali, regresamos como por eso de las tres. Te aviso por mensaje, ¿vale? Me fui feliz con la respuesta, me iba contento y mi diplomado de Tanatología me esperaba, así que me reuní con todos mis compañeros y escribí sobre mi gran día con él. ¡Qué feliz me sentía!


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VIII No lo he visto en varios días, creo que no quiere verme y eso me duele. Esta noche me senté en la silla roja de mi casa, me acurruqué en el respaldo y me acaricié recordando sus manos: sus manos frías que entibiaron mi apetito por estar con otros y me permitieron experimentar aquellos placeres que yo tanto anhelaba. Derramé una lágrima y me acosté al pie de mi cama, me acosté y tiempo después me arropé correctamente. ¡Qué rico llanto! Se supone que lo iba a ver hoy - no se cumplió por más que lo deseé -, tenía deseos de entregarme a él - ¡me preparé para él! -, de ofrendarme y que ambos disfrutáramos de esos placeres que ya habíamos practicado con anterioridad, pero con aumentos masivos que me ayudaran a conseguir mi tan deseado orgasmo. Estuve semidesnudo frente a mi ordenador por varias horas, esperando su mensaje, un mensaje que me diera permiso de estar con él. Estaba contento, logré que deseara estar conmigo y eso me llenaba de alegría, pero se desvaneció al momento que volteé y vi la hora.


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Era ya muy noche y no me había confirmado nada, solo me mensajeó para dejarme con las ganas. ÉL Oye, no hemos salido de Tecali. Te escribo cuando salgamos

Pasaron las horas y no pasaba absolutamente nada. Espere y espere, espere y seguí esperando, me desesperé y entonces pude saber qué había sucedido - ya era bastante tarde, ¡qué mal! -. ÉL Hola. Oye, ¡qué pena! Salimos muy tarde de Tecali para acá y no te envié el mensaje porque tenía cita con mi psicóloga a las 6 y, pues, no hace nada acabo de terminar con ella

YO Quiero verte! ajam... creo que esa es la respuesta más honesta


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ÉL Entiendo, ¡pues dale! Ya estoy completamente libre... tú me dirás

YO No, hoy ya no creo. Cuando podría ser?

ÉL Pues, creo que el miércoles temprano

YO Ok, entonces te veo el miércoles

ÉL Dale Me tuve que entretener yo sólo, su simple alusión me provocaba excitarme y me provisionó de mucho tiempo para fantasear sobre lo que podía hacer con él. Aunque me entristecí, porque supuse que era mentira lo que me dije en días anteriores: él no quería estar conmigo, y esa era la verdad. Ahora dormiré, me hace falta y te seguiré contando mañana, ¿está bien?


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IX Es el día siguiente, son las siete cincuenta de la noche, es un martes y por fin lo pude dejar ir... ¡Qué aliviado me siento ahora! Pero sigo con esta sensación, me revolotean preguntas en la cabeza: ¿Por qué aún tengo deseos de verlo? ¿Será bueno verlo ahora que todavía sigue aquí? ¿Acaso no actué

prematuramente?

¿Podré

con

mi

duelo?

¿Permaneceré firme? ¿Será lo mejor que pude haber hecho? Él se va en cinco días, cinco días en los que podría agasajarme con él, pero no. Ese placer efímero ya no es suficiente, me duele mucho el dejarlo ir, pero sé que estaré mejor, mi dolor me ayudará a crecer - ¡vaya pensamiento más estoico! ¿No crees?-, me tengo que convencer de que así será. Recuerdo ver las flamas que emanaban de la pulsera que me había acompañado durante tanto alboroto, fue triste y liberador a la vez. Esa pulsera tiene una historia bastante significativa: Un día estaba caminando con Leo y Javi, entonces una chica que estaba sentada en una jardinera nos ofreció unas


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pulseras. Leo y Javi le dieron negativas inmediatamente, pero yo la observé y noté su rostro famélico que tenía una ligera capa de piel muerta – seguramente por no bañarse en días – y estaba vestida con ropas desgastadas. Me conmovió el solo imaginar su historia y le compré esa pulsera, me la puse en el tobillo y fue mi compañera en todo el tiempo que viví con lo de Juandi, incluso me estorbó mientras fajaba con él – así de compenetrada está en mi historia -. Lástima que llegó mi madre e interrumpió mi despedida y último recuerdo de él. Ella cree que estoy escribiendo un resumen que es sumamente importante, incluso pasa por frente de la puerta pero no voltea, probablemente no se quiere enterar o probablemente respeta mi privacidad– bueno, tengo que dejar de suponer -. Pero, ¿cómo decirle que soy bisexual? Aunque, podría ser que esto ha ocurrido en circunstancias muy particulares y es completamente explicable, aun así me ofusca. Ahora comprendo a mi hermana, ella le miente sobre muchas cosas para que no se preocupe y para que no tenga problemas o castigos.


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Imagino que en algún momento podré hablar con mi madre sin temor a que me eche en cara mi sustitución de figura paterna… en algún momento. Ahora estoy triste, probablemente en shock, dado que mi juicio está tan frágil, me tengo que deprimir. Sí, ¡ya es tiempo! Tiempo de que me recueste y me acomode en la oscuridad y llore y llore, porque he perdió a un novio y a un padre, es lo mejor llorar. Llorar por lo que nunca tuve y por lo que no tendré, llorar por saber que en dos días será la última que le vea y que le grite y que me enoje y que me deprima y que le toque. Haré mucho con él y será la última vez. Me acosté en la cama de mi hermana, la mía es un verdadero desastre y quiero mantenerme cómodo. Me arropo con sus cobijas y lloro, muy poco, pero lloro y entiendo infinidad de cosas y comportamientos que he sentido. Me siento bendito, bendecido porque he logrado conocerme un poco más. Eso me da una ligera alegría y ya sé que debo hacer: ¡voy a ir a dormir con mi papá! Necesito estar con él, quiero estar con él y lo voy a hacer.


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Ahora mismo leo los chats que sostuve con Juandi, me llenan de nostalgia y tiricia. Hasta apenas noté que por chat era frío conmigo - no sorprende, ¿cierto? -, por lo visto nunca tuvo la menor intención de comprometerse y me lo confirmó muchas veces.


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X Hoy en la mañana me preparé, como no lo vi el lunes le pedí otro día y fue hoy. No me arreglé tanto como la última vez, aún así, con todo lo que hice ayer sentí ganas de verlo. Como dormí en casa de mi padre - y me levanté tarde , salí apresurado de la cama, me lavé la cara y salí de la casa para terminar de arreglarme donde mi madre. De paso le pedí un jugo a mi tía- de mandarina ¡claro! -, comí muy apresuradamente y tomé el primer autobús que se atravesó. Mi papá me llamó y me invitó a almorzar en una fonda del Centro, almorcé con mucha prisa y sumo descuido: tan descuidado estaba que casi olvido mi celular en el baño aunque después lo olvidé en la mesa... afortunadamente mi papá lo rescató -. Aún más apresurado me subí al autobús para llegar a su departamento, de pasadita le llamé a mi papá para ver si había recogido mi celular nunca me contestó y no recordé preguntarle hasta que llegó a casa - y caminé hasta su puerta. Toqué fuerte, quería que me abriera y no sabía si estaba dormido - él siempre despierta tarde cuando está en modo vacaciones, modo vagaciones diría yo, pero da lo mismo -.


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Me pareció raro cuando el señor que arreglaba una tubería cercana se ofreció a abrirme, con un simple movimiento de muñeca y un desarmador plano violó la cerradura. Fue tanto el alivio cuando, repentinamente, observé a Juandi en pijama: con su pelo desarreglado, sus shorts que parecen boxers, su mirada somnolienta y una expresión un tanto decadente - me recordó tanto a el primer día que lo vi desmadrugado -. Lo abracé, fue mi primera reacción; él cerró y me preguntó qué tenía mientras me miraba inquisitivamente - no le respondí nada, no quería hacerlo -. Lo olí - ¡no! corrijo -, lo olfateé durante unos segundos porque su cuello me quedaba a una altura perfecta para ser olfateado, ya cuando satisfice mis deseos incontrolables por memorizar esa esencia que me pareció muy dulce y placentera fue que le contesté: nada, quería olerte. Él solo sonrió y se encaminó a su cuarto. Mientras nos abrazábamos me comentó entre susurros que teníamos visitas. Ya dentro del cuarto vi a Mariana - sí, creo que así se llama -, es una chica muy agradable, sociable, chistosa, chaparrita y alumna de intercambio - ¡tenía que ser! -.


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Platicamos de su procedencia - Baja California -, de su facilidad para aprender nuevos acentos - ¡parecía poblana! Con eso te digo todo -, de lo que iba a hacer mientras estaba estos últimos días en Puebla y demás cosas. Me reí mucho con ella y cuando nos despedimos le dije que si nos hubiéramos conocido mejor también seriamos grandes amigos, ella me respondió gimiendo de ternura y yo le correspondí con un abrazo. Entonces me regresé al cuarto, Tommy había llegado unos minutos antes y yacía en la sala del departamento junto con Eduardo - alguien a quien apenas conocí- y, mientras, yo estaba contento con Juandi. Llegó Gaby, otra chica que a penas y conocí, me alegró saber que ella es de mi estado - ¡la primera en esa casa! y llegó con un regalo para Paola - en lo que a mí concierne, nunca me han gustado los camotes duros, pero es respetable que le llevara un detalle tan típico como una cazuela con dulces a modo de recuerdo -. Tardó un poco en llegar Paola - la razón por la que vino Gaby en primer lugar - y Gaby ni siquiera notó cuando eso pasó - ¿un tanto despistada, no crees? -. Ya cuando le avisé me separé de los brazos de Juandi, me recargué sobre él por mero gusto - sus huesos eran incomodos, cosa que


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cualquier almohada puede arreglar, además, me agradó percibir su calor tan reconfortante- y me levanté muchas veces para beber agua e ir al baño - una vez casi me tropiezo mientras maniobraba para bajar de la cama, aún siento un poco de vergüenza por ello -. En cuanto ella salió del cuarto me acosté sobre su hombro y de vez en cuando le daba un beso en la mejilla o la frente. Me acurruqué en su pecho y empecé a juguetear con su playera, fue lindo levantar la tela sigilosamente hasta quedar su vientre descubierto. Lo acariciaba con mis dedos muy suavemente - así como cuando pintas una acuarela con sumo cuidado -, levanté el resorte de sus shorts y luego el de su boxer. Nunca acaricie su entrepierna porque quería provocarle deseo en lo que iba a continuar y, además, no quería apabullarlo - menos con la puerta abierta -, así que aproveché la ocasión y continué acariciándolo mientras demostraba su excitación con una actividad pulmonar incesante. En

eso,

entró

desprevenidamente

Gaby -,

se

nos

despidió

interrumpió de

todos,

incluyéndome, y se fue. La dejé en la puerta y volví a entrar


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al cuarto, tomé una silla que estaba desocupada y la puse frente a Juandi, él me preguntó qué hacía, no le contesté. Lo observé, casi siempre tuve esa costumbre con él, me gustaba verlo aunque él no me viera y observar sus facciones, sus lunares y pecas que invadían todo su cuerpo, pero sobretodo sus labios rosados. Entonces salí y cuando regresé cerré la puerta con seguro - o eso creí -. Le pregunté si quería qué aprovecháramos el tiempo, me miró consternado y me contestó con otra interrogante: ¿qué quieres hacer? Mi mejor respuesta fue la siguiente: quieres que te lo diga... o mejor lo hacemos - me reí en mis adentros cuando vi su mirada de sorpresa, al parecer no se lo esperaba -. Él seguía metido en lo que sea que hacía con su laptop y yo me desabotoné mi camisa, me descubrí el torso y no provoqué menor reacción en él; continué con mi pantalón y lo lancé a la cama de Tommy para que no me estorbará cuando me acercará a Juandi, él me observó en ropa interior, sin más que una capa de tela de cincuenta centímetros cuadrados cubriendo mi cuerpo. Entonces, por fin, reaccionó. Lentamente me senté en el regazo de la cama, lo tomé de los pies y le dije que me parecía increíble que solo


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reaccionara ante mis peticiones de estar con él cuando me sentaba semidesnudo en sus piernas. Él regresó su vista a la pantalla de su ordenador y me miraba de reojo, yo empecé a acariciar sus muslos y a jugar con su ropa interior provocativamente - aunque, desafortunadamente no logré interesarlo -. Él me miró cuando encimé la cabeza sobre la pantalla y me preguntó una vez más qué tenía, seguí sin contestarle, entonces me senté en medio de la cama y lo dejé de tocar. Pasaron unos preguntando

si

segundos podía

y escuché pasar,

a

Tommy

Juandi

gritaba

incesantemente que esperara, pero no lo hizo. Abrió la puerta y cruzamos la mirada mientras yo estaba sentado sobre la cama sin mover un solo músculo, súbitamente cerró la puerta mientras lanzaba al aire mil perdones de todos los colores, formas y sabores - fue entonces que entendí que debía vestirme -. En un segundo Juandi ya estaba en la puerta solventándole dudas a Tommy - me recordó tanto a lo que sucedió con Silvia -, y me vestí con lentitud y sin esperanzas de quitarme la ropa otra vez. Mientras me abrochaba el pantalón, él cerró la puerta y me dijo en tono serio que tenía que decirme algo. En este


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momento fue cuando un halo de tragedia recorrió mi piel erizándome hasta el alma. Se sentó sobre la cama y me empezó a explicar algo que ya hace tiempo temía: Mira, yo siento que ya no está bien que sigamos con esto. Creo que es mejor que paremos y así no te causo daño. ¿Vale? Lo único que pude contestar fue gracias. Tenía mi cabeza inclinada y miraba hacia la nada mientras le decía ése ultimátum que planeé desde el día anterior: Hoy es la última vez que me ves, ya es tiempo de que me vaya y no regrese. De que me vaya y que no me veas, ni que yo te vea a ti. Me has aligerado mucho la carga... ¿Sabes? Te devuelvo lo que viví contigo, porque hay cosas que son mías y a estas las atesoraré, pero hay muchas otras que no son mías y no me corresponden… te dejo tus cargas. Vi su rostro, no era nada encantador, era un rostro calmado - no dudo que hubiera pensado todo lo que me dijo con anticipación - y continúo: Pues, mira. Vi a Víctor en estos días, ¿cierto? Él vino para despedirse y eso...


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No recuerdo mucho de su discurso, trato de recordarlo, pero son muy borrosos mis recuerdos. Solo recuerdo la parte en la que decía que era injusto que me hiciera lo mismo que le hicieron a él y que no merecía ese daño - o tal vez solo me lo estoy imaginando... -. Le volví a dar las gracias, mi cabeza repentinamente se encontraba en dirección a sus ojos y le agradecí por qué con él me volví más adulto. Noté que recibió la noticia abruptamente - apenas y modificó su expresión, pero me bastó para entender que eso no le agradaba -, lo noté preocupado y un poco consternado, proseguí diciéndole que había aprendido que antes de estar con otra persona necesitaba corroborar que ella también quería estar conmigo. A mí no me gustaría que se corrompiera la energía de alguien como tú, menos por algo como esto. Estás palabras que pronunció me causaron un fuerte impacto. Me provocó un fuerte malestar y le dije que no me gustaba esa cara de lástima con la que me miraba. ¿Acaso realmente se preocupaba por mí? ¿O esto no era más que una excusa barata para evitar su culpa? Mi duda continúa hasta ahora, pero me inclino más por la segunda opción.


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Hablamos otro poco y él trató despedirse de mí. Mejor despidámonos como amigos, ¿vale? Salió de la cama y se acercó a mí con los brazos extendidos, mientras, yo tenía una cólera exorbitante que reprimía en mis adentros. Rechacé el abrazo: Juandi me comentó que me daba él abrazó si no me disgustaba e inmediatamente le dije que no lo hiciera, fue lo cuasiúltimo que hice en esa casa y me marché con una cara de amargura. Cuídate, que yo lo haré… Esas fue mi frase, la frase de despedida dirigida hacia la persona que en esos momentos yo más amaba. Me despedí de los demás con sumo desagrado y emprendí el camino a casa. En mi trayecto iba pensando con mucha prisa, rememoraba todo lo que me había dicho, todo lo que había conseguido de ese desgarrador encuentro, todo lo que me enojó su poca hombría para afrontar la situación, todo lo que me guardé para conmigo. Todas mis memorias desagradables salieron a la luz, me había despedido de mi padre desde el día anterior, pero no me despedí de mi novio – ése novio que nunca fue mi novio… eso es lo que más me dolió -.


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En camino a la parada de autobuses me topé con muchas figuras humanas que me circundaban, recorrían las mismas banquetas que yo, pero no eran como yo, no me sentía de ánimos para ver a los demás cómo lo hacía siempre, ahora era un tiempo para mí y mi soledad. Caminé durante varios minutos y crucé varias calles. Ya en ruta directa a mi destino encontré tirado un edredón, medité desde que lo vi en el otro extremo del camino sobre lo mal que estaría no satisfacer mi curiosidad, además, estaba envuelta de una manera bastante peculiar - parecía alojar el cuerpo de un niño pequeño que estaba inmóvil -. Cavilaba sobre lo terrible que sería morir y tu cuerpo quedara abandonado, con nada más que un pedazo de tela sucia cubriéndote, sin más qué esperar tu pronta descomposición. Me acerqué y levanté una de sus esquinas para ver mejor lo que contenía, entonces noté algo que a mi parecer eran las costuras de la misma colchoneta y me sentí aliviado cuando confirmé que no tenía nada sospechoso en su interior. Levanté la mirada, percibí a una chica examinar mis movimientos desde lejos – probablemente también


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estaba curiosa por saber qué tenían esos harapos, pero no me preguntó nada, solo me vio pasar de largo - y continué mi camino. En todo el tramo me sentí decepcionado, porque quería notificarle a Juandi que estaba enojado, muy enojado con él, muy triste, muy apabullado, pero, lo más importante de toda la lista recorría mi mente sin cesar. Tomé la decisión más importante de todo mí día y me dije a mí mismo firmemente - realmente firme -: ¡Sí, es necesario! Recorrí nuevamente las mismas calles, callejones, puestos, parques, carreteras y demás lugares que ya había cruzado - pero esta vez en sentido contrario -. Ya cuando me encontraba en el frente del departamento toqué la puerta. Tommy me recibió consternado, al parecer no comprendía que hacía allí, hace unos cuantos minutos le había dicho que no iba a regresar y repentinamente me encontraba ahí parado. Le comenté que iba a pasar un momento al cuarto y entré sin mayor precaución. En cuanto me di la vuelta noté que hablaba con su familia – ¡Skype, por supuesto! -, escuché la voz de su madre por segunda vez en ese día y no fue nada consolador.


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Juandi me miró con angustia, con sorpresa, con rareza, con miedo y con muchas otras emociones ambivalentes. Yo tomé nuevamente la silla - esa que había quitado para poder cerrar la puerta sin causar revuelo –, me senté y le dije que no importaba, que lo esperaba. Mientras, él buscaba la mejor manera de terminar la conversación con su madre sin causar sospechas - tal y cómo me lo había recomendado con anterioridad -, yo me sumía en un abismo de dudas y quejas incesantes, pero… ¿cómo iniciar? O bueno, ¿con qué iniciar? ¿Cuál de todas las cosas que iba a vomitar era la adecuada? En tanto, yo logísticamente me organizaba para hablar con él – ahora sí, definitivamente, sería la última vez – y él daba la excusa perfecta para interrumpir a su madre: Me voy a bañar – le dijo – e hizo su laptop a un lado y empecé mi discurso: Mientras iba caminando a mi parada me di cuenta de que realmente es la última vez que te voy a ver… y… es que me di cuenta de que me guardé muchas cosas. Ya he reprimido mucho mis emociones y no quiero seguir haciéndolo.


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Te quería decir que estaba enojado contigo, enojado porque nunca pude encontrar sentido a lo que pasaba contigo. También estoy triste, triste por lo mucho que me duele que nunca me hayas amado… Contigo tuve que vivir muchos duelos: Primero lloré porque te ibas en unas cuantas semanas, después fue porque entendía que no querías comprometerte conmigo, también entendí que no querías estar conmigo y entendí que no me amas… Sí, ése fue el más doloroso de mis duelos: aceptar que no me amas. Tengo la suerte de que aprendí a amar desde que soy muy pequeño y yo me dispuse a compartirme contigo. Pero tú nunca quisiste estar conmigo y por eso lloré. Habrás notado que nunca lo llamé Mi Juandi y es exactamente porque nunca se compartió conmigo, aunque él si me podría pronunciar como suyo. Una de las muestras de afecto que yo considero más importantes es dormir con el otro en la misma cama, lástima que nunca lo pude cumplir contigo… A mí no me avergüenza que me vean tomado de la mano contigo, ni que me vean en la cama recostado


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contigo. ¡No me avergüenza que me vean con la persona que amo! Por lo que pude ver, tú si te avergüenzas de estar conmigo… Cuando tú entraste a mi vida pasé por muchas cosas, tuve que aceptar mi bisexualidad, la cual tenía reprimida porque desafortunadamente me tocaron psicoterapeutas homofóbicas que me decían que la homosexualidad era una patología, algo antinatural, un Edipo negativo y que debía de impedir que aflorara en mí. Igualmente desafortunado fue el que yo les hiciera caso. Ahora me amo, me amo más por saber quién soy… y te dejé entrar a mi vida después de todas estas pruebas… y te dejé entrar a mi vida con amor. Con ese amor que aún te tengo. Entonces… ya sabes que te amo. Pero… ¿tú me amas a mí? Él solo negó con la cabeza y lloré en mis adentros, aunque mis ojos lo expresaron y se aguaron por tanta desesperación que sentí por su causa. ¡Eres la persona más exasperante que conozco! Agité los brazos y apreté mi palestina con fuerza. Sin querer vi su rostro, por primera vez lo veía diferente, ya no


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era frío o incoherente con lo que decía; por primera vez en todo el tiempo que lo conocí lo veía avergonzado, culpable, con la mirada hacia el suelo e incapaz de verme. Fue un alivio, al fin se había permitido ser vulnerable, al fin lo conocía como el ser humano que es…. al fin podía intimar con él. Yo quería que tú me amaras… En mi cabeza no había explicación alguna para esa revelación que me hizo y yo le pregunté por qué. ¿Por qué? ¿Por qué querías que te amara? No sé qué tanto dijo, pero nunca respondió lo principal, nuca me dijo por qué quería que yo lo amará. Mira, contigo yo me tengo que dar permiso para tocarte, para besarte, para abrazarte. Mientras que con Víctor yo lo besaba, lo tocaba y abrazaba porque quería…. Mis oídos se taparon, no escuché lo que decía Juandi y mis lágrimas inundaron mis ojos, dudo que me respondiera en alguna ocasión de manera concreta el porqué de su necesidad afectiva, esa necesidad tan grande que lo llevó a relacionarse con alguien a quién no amaba - pobrecito… siento lástima por él… -.


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En cuanto reaccioné ante su silencio, lo vi fijamente a su cara y con la seguridad que me daba el sentirme liberado le dije algo que ya sabía desde tiempo atrás. Desde que yo era pequeño, muy pequeño, siempre he querido intimar con los demás y contigo no lo había hecho hasta apenas… Eso me alegra… Esbocé una ligera sonrisa y él me respondió de una manera que no esperaba: No te preocupes, de todos modos yo no dejo que cualquier persona contacte conmigo, así que no te frustres. Dejé un largo silencio mientras meditaba en mi siguiente oración. Probablemente soy la persona más confiable que posiblemente conocerás y es porque hace tiempo entendí qué no quiero nada de ti. No puedo esperar nada de ti… No podía esperar que pasaras tiempo conmigo, que me quisieras ver, que me llamaras o que me tomaras en serio… no me puedo dar ese lujo. Eso me duele, me duele mucho. Él tomó la palabra, aunque saqué muy buenas cosas de ello. Por eso no quiero seguir con esto: no quiero hacerte daño ni lastimarte. No quiero que te pase lo que a mí.


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¿Qué? ¿Acaso es mi guardaespaldas para protegerme? No tenía que hacerlo, en ningún momento pedí protección. Pero, yo no le tengo miedo al dolor. Afortunadamente no le tengo miedo. El dañar y herir a los demás es completamente natural. Yo daño a los que me rodean todo el tiempo y con soltura resuelvo esos daños. No me preocupa el ser herido, ya que sé que de todo eso voy a prender. Así que no me des más excusas por favor… El silencio imperó durante unos instantes, muchos silencios más nos habían acompañado hasta el momento y este no sería el último. No tengo claro si lo que estoy a punto de decirte es honesto, pero puedes estar seguro de que en algún momento lo será: Te perdono, te disculpo por todo el daño que me has hecho, por haber jugado conmigo… Y también estoy seguro de que esto va ser totalmente honesto algún día: me perdono, me disculpo por haberme hecho tanto daño jugando contigo… Tú jugaste conmigo y yo jugué contigo. ¡Así que seamos adultos y dejemos de jugar! Te voy a decir esto:


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Así cómo te deje entrar a mi vida con amor, así, así te quiero dejar ir. Te dejo ir con amor, con ese mismo amor con el que te permití entrar a mi vida te dejo ir y te dejo ir con mi tristeza, te dejo ir con amor y te dejo ir con enojo, te dejo ir con amor… Y lo estoy repitiendo tanto porque tengo unas inmensas ganas de aferrarme a ti, de aferrarme a tus brazos y no soltarte. Pero… no lo haré, porque si me aferro a ti no me aferraría a tu verdadera persona, sería una ilusión, una idealización de la que me sostendría, sería un esbozo sumamente retocado de quién eres… Y eso… no lo quiero. Así que te digo adiós… Lo animé a que se parara y me diera un abrazo, ya no rechacé su presencia, me dolía el dejarlo pero era lo mejor. ¿Te acuerdas de esa pulsera que tenía en mi tobillo? Sí, esa que sentiste el día que me acosté contigo… ¿No? Bueno… pues esa pulsera era muy importante para mí, ya que me acompañó en todo lo que viví contigo y la quemé. Me sentí bien, me sentí libre y ahora me siento libre otra vez.


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Él también se despidió de mí y continuaba con su cara de vergüenza, pero me alegré de haber hecho todo lo que sentía que debía hacer y me fui en paz. Caminé nuevamente por las mismas calles, por los mismos parques, los mismos locales y los mismos lugares, aunque añadí nuevos porque fui a mi facultad. Llegué con una cara demacrada y muchos deseos de hablar con alguien para sacar todo lo que sentía con mis súbitos remolinos de recuerdos. Estuve como un zombi por bastante rato, aunque de vez en cuando me reía de un mal chiste. Fue hasta la noche que me sinceré con alguien, fue con Leo – mi buen amigo Leo -. Le conté todo lo que me venía a la mente, debo de admitir que fue muy poco, pude notar mi estado de shock con el que bloqueé toda memoria de ese evento. Eso no evito que le contara lo más importante: … lo dejo ir con amor, así como entró a mi vida, así lo dejo ir: con amor… Él me dio muchas palabras de aliento y consejería barata, nunca práctico escucha activa, pero eso es lo que menos me importa. Solo recalcó algo que me interesó mucho:


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Pues tú tuviste una oportunidad que muchos de nosotros no tuvimos y fue la de poder despedirte de manera decente de quién amas.

Me alegré al oír eso, él está pasando a través de un duelo bastante fuerte, dado por su ruptura amorosa con una chica a la que llevaba amando varios años. Ha llorado mucho, me lo imagino, además me ha dado muchas evidencias de su llanto sin querer, y es completamente comprensible el que haya empatizado conmigo. Me siento alegré porque sé que ya empecé mi duelo, tendré que batallarle mucho para salir, pero estoy seguro que lo lograré.


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XI Hoy en el camión me senté a media fila, me sentí triste y desesperado por contarle a alguien lo que me sucedía, necesitaba vomitar todo lo que tenía para poder continuar con mi vida. Entonces observé las caras de los pasajeros y los transeúntes, creo, no, corrijo: sé que por primera vez en mi vida me identifique con ellos. Tenían un aspecto sumamente melancólico, frustrado y desvalido, casi parecían estar muertos. Sí, me sentí identificado con ellos. Por primera vez no le sonreía a quién me propiciaba la confianza suficiente para hacerlo, por primera vez desde hace mucho tiempo me quedé sentado viendo cómo es que la vida pasaba –fueron solo unos minutos, pero fueron conmovedores -, por primera vez encontré esa parte humana que había rechazado por tanto tiempo y ahora me acogía entre arrullos melancólicos que propiciaban el ambiente perfecto para derramar lágrimas - no lo hice, desde hace tiempo tengo ganas de llorar, pero no he logrado concretarlo -. Reaccioné de mi trance cuando un artista de pesero subió a la Unidad, así que me paré, le entregué las


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monedas que había apartado con anticipación para él y bajé. Casi tropiezo y esbocé una ligera sonrisa por ello algo curioso de mí es que cuando me ocurre un accidente rio, sonrío o me infantilizo. Supongo que ha de ser uno de mis más encantadores mecanismos de defensa -. Estuve en los alrededores de mi facultad, esperando a que llegará Majito. A ella la amo, la aprecio con todo mi ser, es una lindura andante y una gran confidente mía. Cuando le dije que soy bisexual – con eso inicié nuestra charla - ella tomó una gran bocanada de aire, la retuvo y después dio un gran suspiro. Fue con ella que vomité todo lo que tenía que vomitar, fue con ella que me encarné en mis recuerdos – unos absurdos, otros melancólicos, otros altaneros, otros enojados y otros de alegría -, fue con ella que logré deshacerme de los alborotos que regían mi conciencia. Me alivié a lo largo de la conversación y la abracé muchas veces, me hacían falta esos abrazos largos que ella me da – abrazos con amor, diría ella -. El resto de mi día fue muy normal, aunque recibí una mala noticia: no participaré en un magno-evento que estaban organizando unas chicas. ¡Qué lástima! La verdad, no era tan importante, pero tenía ganas de asistir.


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Lo importante y más rescatable que pasa por mi mente es lo siguiente: él se va mañana, volverá en una semana, pero solo para recoger maletas, despedirse de los demás y volver a su ciudad natal. Estoy triste, no tan triste como hace horas, pero triste, probablemente no lo veré nunca más – afortunadamente ya me hice a la idea, aunque lo triste no se me quita -. Siendo honesto contigo, he percibido que llegué a un punto tal que me permito disfrutar de todas mis emociones por igual. Y como le comenté a Majito: …hace tiempo que no he estado triste y ¡quiero estar triste! Porque es muy raro que yo me sienta así. ¡Tú bien lo sabes! Casi siempre estoy regocijándome con los que están a mi lado y es raro que me sienta triste. Así que lo voy a disfrutar… Me sonrió y con una morisqueta me dijo: ¡Ah, pues disfrútalo! ¡Ay! ¡Qué linda es! Palabras más perfectas no podía haber pronunciado.


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XII Te informo que quise escribir este relato porque me he tragado mucho de lo que siento y necesitaba sacarlo de mi sistema. Tuve que recurrir a otros métodos para poder quedar integro tras mi separación y me alegra haberlo hecho, también debo dejar algo claro: nunca en mi vida había sucedido algo siquiera similar a lo que viví con él, pero es lindo haberme dado permiso de vivir mis afectos, aunque sea de forma efímera. Esta obra te la ofrezco, me la ofrezco y la ofrezco a quien la quiera como suya; cual tributo de este amor infranqueable que viví. Te hago una fiel recomendación como el amigo que eres para mí: No temas sufrir, el sufrir es natural, no le tengas miedo al dolor o a la vida, mejor vívelo y hazlo tuyo, porque el miedo, la tristeza, la melancolía, la alegría, el placer o el amor son como tú y yo. Sí, son como un cualquier humano con el que te topas en el camino, si lo sabes tratar aprenderás de él. Gracias por compartir conmigo un poco de tu tiempo y tu interés. No sé siquiera en qué manos caerá mi


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manuscrito, pero espero que cuando lo leas puedas conocer un poco de mí, no importa si yo no te conozco, de todos modos ya participaste en mi vida. ¡Muchas gracias por eso! Ya es tiempo de terminar lo que inicié, es tiempo de terminar esta ofrenda que tenía deseos de realizar para mi historia de amor única. Me he esforzado para que sea agradable a mis ojos y lo es - ¡qué feliz me siento! -. Durante este lapso de tiempo he vivido en el pasado, han sido varios días que he tratado de recordar mis vivencias con él, fueron muchas y muy variadas, pero las más importantes memorias te las he compartido y ya es tiempo de vivir mi presente y planear mi futuro. Estos últimos párrafos te lo dedico a ti Juandi, son las últimas palabras que nunca escribiré para ti, ¡así qué pon atención! He sufrido mucho en estos meses contigo, pero también he reído, he disfrutado, me has complacido, me has dejado entrar en esa pequeña parte de tu corazón que probablemente nunca más volverás a tocar y por eso te amo. Sin embargo, mi amor por ti algún día cesará, ya no estará y no sufriré por ello.


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Por todas estas razones, y ahora al encontrarme consiente de lo que he experimentado con este dificultoso amor que tengo por ti, decidí dejarte ir con amor… Te dejo ir… ¡Sé libre! Libre como siempre lo has deseado, vive bien y cuídate. Que yo por mi parte haré lo mejor por mí, de mí y para mí. Con cierto temor a ser cortante te doy unas últimas gracias. Gracias por todo… y con el amor que me queda me despido de ti. Gorki

De aquí tomé el título XD


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