Libros y Lecturas

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LIBROS Y LECTURAS Nro 45 Coordinador: Óscar Jairo González Hernández Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín

Medellín. Junio/Julio 2018


IMPULSOS (DES)ANIMADOS Por: Ana Sofía Buriticá (19-)

A los que se van sin esperar retorno


MESES ALEATORIOS ABRIL Fuimos dos corazones atravesados Por las botellas, El desenfreno nos arropó con amor, Él, conoció mis miedos Y yo no tuve tiempo Para dormir de nuevo con la luz encendida, Lo quise ciento de veces, Pero todo lo que pasa por mis manos, Termina saliendo por la escalera de incendios. NOVIEMBRE Soy la geografía perdida de todas las letras del mundo.


OCTUBRE Desparezco dentro de mí, Me desdibujo, me fracturo y lloro. Mi paso por este sendero entristece a los jardines, Ninguna flor sonríe, y sin embargo, entrego mi corazón al viento, Lo dejo libre en el trayecto de las semillas, Estéril en el pico de las aves, Incapaz de germinar en la fragilidad del suelo, Rodando en un sinfín de hectáreas vacías. AGOSTO Nacer del fuego Para consumirse en llamas ajenas No hacer caso a las quemaduras Exponer la memoria al dolor de una cicatriz


Perpetuar el sufrimiento de la incineración Mientras el alma Quieta Clama con vergüenza La salvación de su única parte humana: La Escritura. JULIO Sentir su corazón contra el mío Fue como tener un ave agitando sus alas En mitad de la primavera Cuando ninguna hoja cae Pero todos los árboles sufren la belleza del mundo.


LOS SILENCIOS DEL MAR OCEANOGRAFÍA DEL MAL Es feroz la poesía que arrastra al cuerpo del ahogado, Sus dedos viejos y su desesperanza, Se van a medida que avanzan las olas, No hay un nombre para el desconocido, Ni un pecado que obligue a Satán a subir del infierno, Sus ojos cadavéricos se instalan en el cielo Esperando encontrar consuelo en el cansancio de Dios. De mis pechos Salieron disparadas las gaviotas, Mi boca guarda con se su boca.


CENTRO DE MEDELLÍN NIQUITAO La tristeza prende fogatas bajo los puentes, Alimenta su estómago y su cabeza con pegante amarillo, No mira a los ojos, Se detiene a juntar basura para darle mayor fuerza a su llama, Se arropa y se arrastra despacio Con la memoria roída en la planta del pie, Mientras por la ventana del bus se nos revela la belleza de su imperfección, El rostro del hombre, Y esa gran nostalgia que es el Centro de Medellín, Cuando ya se nos acaba la cerveza. Que tristes los gatos vistos desde la estación San Antonio,


Húmedos, Hurgando la basura Mientras mi cuerpo se revela a continuar Detrás de línea amarilla, Porque no hay hombro amigo ni cerveza fría Para enderezar los pasos y dejar caer las lágrimas, Cuando los metros se confunden Y mi ritmo se pierde en el destino de los hombres.

PARQUE DEL PERIODISTA La ciudad en donde vivo me tiene en su memoria Y yo no hago más que vivir en ella, Si pudiera le gritaría a cada uno de sus muros Que sus finas vigas son incapaces de sostenerme, Y que yo mientras tanto, miro cómo la furia del hombre


Termina meando sus sucias paredes, Desearía mañanas

olvidarme

de

mi

rostro

perplejo

en

las

Cuando me descubro tumbada al lado de un grupo de libros borrachos, Y quedo con la sensación de ser un perro que sueña con un disparo Para dejar de buscar su vida entre canecas.

AVENIDA LA PLAYA

Todo debe ser reinventado en el mundo ya no hay nada Ni siquiera las cosas de las que no se puede prescindir de las que parece que depende nuestra existencia Gherasim Luca Las palabras me muerden la lengua Para que no las diga,


Trato de combatirlas con mis dientes afilados, Pero su quebranto es más grande que mi batalla, Y el ritmo de las arpas comienza a irse Como se van las líneas del chat, Y yo simplemente no tengo nada para decir, Ningún pretexto para interrumpir su furia, Ningún abrazo para ocultarme en el interior de sus acrílicos, Y sobrevivir la vida, Que también Es un milagro.

TESTIGOS DE JEHOVÁ EN LA ORIENTAL Transito con dolor cada una de las calles del tiempo, Desde los cinco a los veintidós años,


Sufro el exilio de su maternal abrazo. En ella, Soy como un animal que da pasitos temerosos y tiernos, Una reinvención de Eva triste, Un pecho que sufre entre ángeles, Una pasión que navega por el río de la muerte, Sustancia inmaterial entre las cañerías.

NOTAS DE VIAJE MOMPICHE, ECUADOR Carga mi cuerpo dolores antiguos, Me fragmento en la mitad del mundo.

Cali es el sueño de los hombres tristes, Una ciudad con los dientes afilados. Mi incapacidad de atender la tortura


Ha pintado la pesadilla en mis ojos, Me desconozco Y desconozco mi palabra, Todo en mí ha muerto joven, Menos yo.

CARTAGENA DE INDIAS, CALLE DE LA AMARGURA Mi espíritu solitario Siente el peso de los días muertos, No he podido aprender a danzar En mi propia quietud.


Impulsos (des) animados. MedellĂ­n. Fallidos Editores. 2017. PĂĄgs. 16, 17, 19, 21, 23, 28-29, 32, 33-34, 34, 39, 41.


MARCA Y RESONANCIA Por. José Rojas (1978-)

A la de Delgados Pies. De quien el olor de sus piernas y más envuelve de repente como una manzana madura y provoca en mí ya viciado pensamiento un recuerdo que se me desliza a la oca como una sonrisa inesperada.

XII Llovías sobre mi desierto de sal, para causar una primavera inesperada, sobre mis siglos de polvo y arena; festiva, sobre las laderas de las dunas fabricas una vendimia en una mirada, bajo la inagotable caída de tu espalda, correspondencia y dicha de almendras y frutas dulces. E iluminabas todo con tus auroras-sonrisas, asesina de demonios y de sombras,


un amanecer en tus piernas generosas, la gracia divina de esta coincidencia casi una razón para creer en la sabiduría de las cosas, te seguiré buscando en medio de las olas… XIII Cuentas historias de furia y celo, en tu regazo salvado por el frio del otoño, hojas de fuego sobre tu mirada de olvido que evocan la calidez de tu vientre la dulzura de tus entuertos. Furia y celo de avaricia, exigiendo reciprocidad para tu gesto tiempo sincero del egoísmo, devoradora de bienaventurados universos. Y yo, víctima de tu furia signo de tu celo, adoro esa, tu mirada de fuego, como el abrazo de una estrella que indica una promesa y un destino. XXIII Y paso pues el terror y el pánico, y sonó en el trasfondo el primer timbre. Y creí entonces que la función empezaba en el proscenio de tus pestañas ahogado de sesgo, infatuado de luz, la de tus uñas, de tus ruegos y creí que la noche había pasado pero aun la oscuridad de tu costado se cernía sombría sobre mi razón, y supe pues, que tu noche, ahora era un reflejo que me asalta, y supe entonces que, aunque la función seguía, el hilo de plata de tu boca unía, sin saberlo, las líneas de mis escenas, tuya, la de delgados pies.


XIV Causados los deslizamientos, vaya ídolo de las tormentas hecho de carbón y cieno, culpa en la sensibilidad rota; ahí está pues tu soledad aparente, tus noches blancas y tus lunas frías merecedor de las victorias sin triunfo, tu conquista es un barco que se hunde en la saliva de tus sueños. No hables de oraciones con intención, ya los corazones sobre la calzada bien indican el camino de susurros o sonrisas. Inocente jamás, tus zapatos anduvieron el recorrido y esa, tu causal disertación es prueba de tu historia, chacal. Ahí está pues tu soledad aparente, disfruta del fondo de tu océano, dibuja en la oscuridad la mirada, el recuerdo. XV Aún te espero en medio de las olas, asesina de pies pequeños, mi mascarón de proa lleva tu nombre, tormenta de velas rotas, tu, amorosa abrazo feroz de lluvias calcáreas, boca dulce como un naufragio vientre fugaz como peces en las velas, inolvidable como una pérdida. Aún te espero en medio de las olas, sol de otros meridianos, que desconoces, en tu indolencia la invaluable precariedad de mis llamadas.


Marca y resonancia. Medellín. Editorial Ojo Mágico. 2018. Págs. 33, 35, 37, 39, 45, 55.


LA MUCHACHA DE LOS CABELLOS DE ORO Por: Jorge Iván Grisales Cardona (1956-)

Era el verano con sus colores brillantes. Libre de toda preocupación y feliz bajo aquel sol que sale para todos, se tumbó sobre la tierra negra, para contemplar las nubes por encima de las plantas verdes de millo mecidas por los vientos que se cruzan, y los pájaros. El aire le trajo los aromas y los ruidos de los animales que pastaban en el hermoso valle. Respiró como se hace por primera vez al llegar a un lugar deseado y navegó con el velero de su mente. En su cabeza puso a Odiseo en busca del vellocino de oro. Volvió a ser el mismo muchacho que salía todas las tardes al río que corría por los montículos de piedra formando caídas espumosas, hasta el remanso, que lo sosegaba en la transparencia, donde miraba su alma uniendo la tierra y el cielo, creyendo saludar a Dios cuando hundía las manos en el agua. Pensaba que


era la única parte donde lo tenía y donde estaba más cerca de Él, porque después lo olvidaba pensando que Él también hacia lo mismo. Con las figuras de los árboles sobre las montañas, donde nacía el río, se inspiró para contarse la historia que siempre se contara desde niño: eran los hombres que en el crepúsculo subían a las colinas en pequeños grupos para ver aparecer, antes que el sol se ocultara, y solo durante esa hora, a la muchacha que se peinaba sus cabellos en la mitad del remanso. Sus cabellos eran dorados, y en el pueblo se tejían increíbles historias: si alguien le cortara los cabellos sería rico, pero a costa de perder la alegría. Él nunca la vio. Pero para volverla a imaginar, en su casa o en cualquier lugar de su trashumancia, sacaba la cajita de ébano construida por él, donde guardaba los cabellos que encontró, un día de su adolescencia, enredados en una rama en las orillas del río. Allí, tumbado, eran un cemento y las chimeneas y de donde había venido erraba más cerca de sí que crea el ser humano transformar la materia perdición.

recuerdo leve las torres de de la gran ciudad donde vivía para visitar su pueblo. Allí, mismo y lejos de la polución en busca de poder, de querer para su enriquecimiento o su

Subió hasta las pequeñas colinas al lado de los hombres de su invención que ahora le parecían gigantes. El cuento de la muchacha estaba en algún recodo de su memoria, en aquel atardecer de azules y rojos, y en los verdes de los árboles. Vio el pueblo extendido sobre el valle y los campos encendidos de millos; su casa estallada en guayacanes amarillos. Allí, tumbado, todo eso se fue juntando en su memoria. Fue reduciendo la respiración gradualmente hasta ponerla en un punto blanco, blanco y brillante como la nieve sobre el volcán dormido de su interior. Temblaba de asombro por la desaparición de todo vestigio humano, de todo recuerdo, de todo deseo. Su


vida y el paisaje entero se contenían en ese blanco luminoso. Sucedió en menos de un segundo, pues el blanco desleído dejó ver nuevamente los árboles de donde surgieron bandadas de garzas. El esplendor del azul y los arreboles le descubrieron a la muchacha que bañaba sus cabellos. ¡Era la primera vez que la veía! Vio también el filo del cuchillo que venía de la prolongación del río en la mano del hombre que cortaba los cabellos. La muchacha salió del río; con un sollozo que después era una risa en las caídas del agua, se refugió en su memoria para toda la vida. Alelado, vio perderse al hombre y fue hasta el remanso donde había estado la muchacha, y encontró a una mujer del lugar. “¿Eres real o una aparición?”, le preguntó. Ella le respondió con una risa que lo pasó de un umbral a otro. Se sentó, no porque quisiera, sino porque le fallaron las fuerzas. Cuál no sería su terror al descubrir que la mujer tenía la boca como la ventosa de los peces y las orejas-agallas de ellos. Recordó la cara del pescado encima de la mesa de la cocina una vez que llamó a su madre para que lo calmara, pero ahora ella no estaba allí y él estaba muy grande para creer en tales asuntos. Sin embargo, se quedó quieto sintiendo la respiración de pez. Ella le pidió que la besara. Él se dijo por dentro que no era posible besar semejante monstruo. Ella explicó que no era más que el cuento de una muchacha que bañaba sus cabellos en el remanso del río y que cuando un hombre cortara sus cabellos, se convertiría en pez hasta que llegara otro y la besara para convertirse luego en… Él no la dejo terminar; la besó cerrando los ojos para dominar su repugnancia. Al abrirlos, se encontró con la muchacha ribereña tostada por el sol del verano y en un suspiro los volvió a cerrar. Pasado un tiempo, que no era tiempo real sino el de la ensoñación, los abrió nuevamente, miró los montes


donde los hombres se apostaban al atardecer, pero estos no estaban, la muchacha tampoco. Se levantó de la tierra negra del valle, tranquilo, pues dejaba el cuento donde le placía, para retomarlo, reiventándolo, cada año por la época en que venía a visitar a sus familiares, ahora más viejos.

Los

viajeros

de

mis

sueños.

Medellín. Editorial Universidad de Antioquia. 2014. Págs. 44-47.


EL CORAZÓN DE LA SECUOYA Por: Andrés Madridesco (1989-)

Por: Alejandra Arcila A la memoria de mi hermano Mauricio Madrid Corazón, corazón en fuga herido de dudas de amor Silvio Rodríguez

Dicen que la muerte no tiene solución y yo pregunto: ¿Desde cuándo es un problema? Aquellos que murieron viven


para siempre en el corazón de quienes los recuerdan. Viven porque la vida es inevitable. Isabel Allende

EL SUEÑO DE UN BARCO Por recomendación del abuelo he cerrado las ventanas y los ojos, pero un frío del que nadie puede escapar rodea las casas del pueblo, entra por los rotos de las ventanas y se acuesta en mi cama. Hay de nuevo una sensación de helamiento aquí en mis huesos. La gente dice que no hay nada más ardiente que el calor de hogar, pero como la profe también dice que el frío es la ausencia de calor, yo creo que es mi papá el que se trae la helada del cementerio pensando que todavía está vivo. Un día antes de arrancar las motas de algodón de mi dibujo, la profe Martha nos hizo otro experimento: cuando el papel se diluye queda en grumos y con esas bolitas uno puede hacer niños. Pero los niños hechos con papel diluido no son de mi agrado. Son como niños de nieve. Se caen, se fracturan, se desaparecen. Son como niños campesinos, como yo, testigos víctimas y desplazados. Bueno, yo si me caigo a cada rato, pero gracias a la virgencita, nunca me he fracturado. No me han desaparecido. Las florecitas necesitan mojarse mientras duermen, pero llevo más de quince días sin dormir y solo me entretengo con la sensación de dibujar entre el diluvio y la noche, el barco, que en sueños, mi abuelo intenta navegar hacia una orilla de cocodrilos. No puedo ver lo sueños de mi abuelo, pero él me los cuenta. Yo sí que tengo imaginación. El barco de madera soñado por mi abuelo también está hecho de papel y ahora no es más que una pequeña barca de madera vieja, abandonada a la orilla de la laguna. Pero el barco tiene un sueño. Luego de haberlo soñado, el abuelo lo diseñó con papel y lo transformó en madera. Por eso el barco también es hijo del árbol.


El abuelo dice que todos los sueños son frondosos y no se mojan, porque están rodeados de árboles grandes como una sensación de alivio. Su madera vieja da cuenta de que el papel viene del árbol y está juiciosamente elaborado con un material que me impide imaginarlo. Todo lo demás que cuenta el abuelo, es verdad. También las manos de mi abuelo fabricaron gran parte de las casas que rodean La Quiebra. “Las cosas se parecen a su dueño”, dice mi abuelo. El frío también produce una sensación de miedo dentro de los sueños. De los sueños, por ejemplo, cogí un tronco de pino que alguien abandonó y sentí que me orinaba del susto al sentirme abandonado como ese árbol. –Porque en los sueños uno puede abandonar cosas y también personas. Mi mejor amigo de la vereda donde yo vivía, soñó que la mamá lo abandonaba en medio de una recua de mulas; él sin moverse se puso a llorar y cuando sintió que una herradura se asentaba en su frente, despertó-. El abuelo dice que algunos sueños son premonitorios, como el de construir un baro estando dormido. Por ejemplo, cuando mi amigo abrió los ojos, ya había sido abandonado; la mamá si lo quería, pero los señores de las pistolitas no querían a la mamá de mi mejor amigo. Aunque huérfano, él siguió amando a sus enemigos y soñando. Al respecto, mi abuelo aconseja hacer todo con amor: “Los sueños se llenan de más árboles cada vez que uno desea algo con muchas ganas y hace todo con amor”, me dice, no comprende que los muertos no pueden amar. “El amor es la calurosa sensación contra el frío y el olvido”. Esas frases las aprendí de mi abuelo. El tiempo ha caído de nuevo con la lluvia sobre Sonsón. Mi abuelo, mi mamá, el señor de la esquina que va a cumplir cien años, los niños de la escuela yo, estamos más viejos; se nos nota en la mirada, en la voz. Y eso que apenas voy a cumplir once años. Pero la secuoya, que tiene un poco más de doscientos años, sigue ahí tan alegre y tan niña. Tan sola. El silencio del abuelo invade al silencio de un pueblo silenciado como este: “Porque, una cosa es hacer silencio y otra muy distinta, es que nos callen la boca”.


Me es imposible aceptar que un barco tiene sueños. Más bien creo que tiene sueño; hace días está ahí, durmiendo tranquilamente, tirado en la orilla de la laguna como un papel que contamina con su nostalgia y hace continua su escritura anónima. Porque si usted se pone a mirar, el barco de madera que una vez estuvo hecho de papel, y que es más imaginario que real, se ha puesto triste. Como el abuelo, la sensación de tristeza es un barco encallado en portarretrato. El mar al otro lado se ve tan lejano siendo parte de uno mismo. Y yo todavía retratado. Y yo todavía en la misma tarea. Pero hago la misma tarea con amor en memoria de mi abuelo; en memoria del hombre que soy.


El corazón de la secuoya. Medellín. Fallidos Editores. 2017.Págs. 19-21.


“LA VISITA” Y OTROS RELATOS Por: Raúl Mejía (1963-)

ECLIPSE SATÁNICO - ¡Se nos hizo el milagro! - dijo algún vampiro creyente. “Ahora podremos darnos banquetes sin incómoda luz solar”, decía para sí. Todo comenzó el día anterior. Mucho se había especulado sobre inminente eclipse. Se dictaron clases, vendieron filtros, gafas especiales e incluso viajes a zonas propicias para contemplaciones del eclipse del fin de milenio. Sólo algo alteró ánimos y fue resentida maldición proferida por alumna bizca, medio sorda del grado noveno del colegio "Sole...”, a ella no le dieron implementos para apreciar dicho


fenómeno, ignorándola. “Tracamanada de descarados, ojalá este eclipse dure años, que perversas criaturas se los lleven al infierno. Deseo que no haya más luz”maldijo. Obviamente hubo burlas sobre tan disgustada bizca. A las doce del día, en pleno descanso escolar, inició el espectáculo estelar en medio del paisaje despejado. Veíamos cómo la luna lentamente ocultaba al sol. La sensación era maravillosa y, por supuesto, nadie recordó maldiciones de aquella alumna quien, dicho sea de paso, se disponía a utilizar crucifijos, dientes de ajo. A las doce y treinta de la tarde la luna ocultó por completo al "astro rey": oscuridad plena. Se oyeron murmullos, gritos de admiración. Ancianos se fueron a acostar, animales tornaron a nichos. Actividades se paralizaron ante el poder del fenómeno. Sin embargo, sensaciones de pánico fueron apoderándose de nosotros: la luna no se movía, tanto ella como el sol permanecían estáticos y justo ahí, alumnos, directivas, profesores del colegio "Sole…", recordamos aquella maldición, buscando a su causante para que la des-hiciera. Fracaso. Enojada, se había ocultado en incipiente capilla y desde allí sabría protegerse de lo que pronto ocurriría: ¡espantosa invasión de vampiros (la mayoría con mal aliento), satánicos que ya no necesitarían vestir chaquetas negras, sino ropa blanca salpicada de sangre, vendedores de afiches estivales para crecientes nostalgias de playas! Al promediar el atardecer, ágiles vampiros habían drenado a trescientos sujetos obesos, a cuarenta delgados -hay nosferatus dietéticos-. Sacrificaron, también, quince cerdos para aquellos folclóricos que les agregan a sus festines tocino. Al comenzar la noche, ávidas discotecas abrieron puertas, muchos gozaron frenéticamente "del baile del vampiro" que (por fin), dejaría de oírse en detestables emisoras matutinas. Al siguiente día novedades: gallos no cantaron, dejaron de circular carros recolectores de basuras e iglesias ya no pudieron ofrecer asilos, pues estaban atestadas de laicos místicos. Al cabo de dos meses, la hecatombe era total. Sólo quedaron vampiros, "pogueadores" nocturnos, sepultureros y aquel rector, dueño del colegio "Sole…” donde inició todo,


redactando nuevo PEI sobre oscuros ejes de docencia satánica. MONÓLOGO ¡Hey, esperen! ¿Podría participar? Vaya, se van, se abalanzan. ¿Están tantos invitados? Impactante, anda afinada maquinaria que provee fiestas, carnavales en cuanto apéndice folclórico sea posible. Recién han seducido a equívocos colibríes, abejas e insectos extraviados a libar silletas, empotradas a fuerza de imágenes, cámaras de desbordados neo ecologistas. Protégenos fría patrona, ¡Santa Helena de brumas! ¿Por qué no invitaron? Ha de ser por misantrópicas tendencias al suicidio de cometas. – Divago, son numerosos eventos que desordenan este gregoriano, atestado almanaque. Medellín registra, displicente, secuelas de exiliados sarcásticos, no todo ha de ser almacenado en secciones de extrovertidos, huéspedes tras aquelarres mediáticos- Suspendo caminatas, aplazo escucha de multimillonarios videos, avanzo hacia mutismos como programado aeroplano atravesando horizontes- ¿Qué aires cunden permeados de citas, suspiros, vacíos? He estado con poetas, ¿quién no? ¡Abundancia! Incluso actrices avejentadas se quejan de ellos: no hay iglesia, plataforma, parque, escuela, aula, paraninfo, teatro, bar o sótano donde no habiten. Medellín ahíta de bardos, poetisas, recitales y sus graves, consecuentes efectos tras abrasivos lirismos locales. Poetas caminantes, poetas avalados por “Avon, Ponds y Max Factor” para estrechos espacios fotogénicos en carteles, Facebook, Instagram (y demás). Poetas conferencistas, poetas traductores, poetas henchidos de logos, blogs… Y, aun así, no convidan. - “Medellín feriada, frívola”. Se rumorea que han perfeccionado ominoso Hades, pero que ningún redivivo Prometeo quiere atreverse a épicas urbanas. Poetas arrieros, montañistas, ávidos del trasero empapado de díscola señorita. Poetas internacionales perfeccionando trueques, poetas hermanados, poetas remunerados, poetas resucitados, poetas autotraducidos, poetas inmobiliarios. ¡Poetas, poetas! Vecinas vigilan oscilantes ropas, muelles se


tienden mascotas, mas no cesan vibraciones, carnavales. ¿Cuántas veces fuiste obligado? Discreción abismal. ¿Qué les decías? Difícil recordar. ¿” ¿Por qué”, preguntaban, “semejantes filas”? Cientos de chicos dispersos, depresivos docentes, asalariados guías fingiendo audacias, miles rondando desolados libros. Paralelo, al siguiente día, exagerados episodios noticiosos, calculado éxito de otra feria del libro: ¡de ferias estás siendo densificada, Medellín! ¿Ir, pues, al discurso con acidez política del líder de premios literarios? No, fuese mejor describir menos catedrales que aquel fanático de su primera persona. Pero incurrías, docente pagado, cual flautista de “Hamelin”. Años después, fracasas al querer demostrar potencial de liróforo (no invitado), narrador versátil, enlistado periodista del magnánimo evento, pero impertérrita vigilante advertía que “basta”, dosificara ínfulas y esperara hora exacta. No ingresé, no volví, no iré. Medellín, te quedas sin suficiente material nostálgico; efervescente, si, al igual que mal laxante de melancolías. Te citan, visitan, atropellan poetisas, poetisos, novelistas, columnistas, artistas, directores, actores, políticos, turistas, forzando semánticas genuflexiones. Cruzan escindidas aves, ejecutan comedias en azoteas próximas, tragedias en penumbrosos sótanos y no pocas tragicomedias se articulan entre tus entramados, máscaras y coturnos, oh ciudad dramática, superflua, desgastada: el abuso es permitido. Medellín subliminal, pseudosurrealista, pseudoexpresionista; capital de lúgubres, tangos, flores, certámenes, literatos: te asemejas, masoquista, a inútil heraldo que deja de proveer sensateces, serenidades. - ¡No esperen! No quiero participar…


PENURIAS DESDE EL ANONIMATO ¿Por qué eliminé contactos? ¿Por qué no he vuelto a actualizar mi presencia? Vale que haya estado más tranquilo, menos asediado de “etiquetas, cadenas, mensajes” en su mayoría ridículos. Vale, también, admitir que he extrañado fotos, videos y eventuales publicaciones dignas de ser leídas. Pero esto que ha ocurrido recientemente me ha puesto en “modo regresivo”: ¡están atentando contra el festival Prosi-leteo! ¡No puede ser, es un crimen! ¿Qué va a pasar con niñas, niños, advenedizos proclives a selfies y exultaciones lírico-maquilladas (no tanto por,) que asedian, ahítan escenarios contaminados por versos mal leídos? Con razón tendrán que llevar sus ánimos a cortes espontáneos de cabellos y variaciones editadas en video. Van a padecer multitudes: según trasciende por las “redes”, el Ministerio de Justicia ha querido llevar al Congreso ley de rebaja de penas para aquellos presos que, digamos, soporten al menos un recital: quien lo logre tendría deducción de tercera parte de su condena; es más, quienes sean capaces de medio deglutir lo escuchado, presentando escueto resumen, se les dará amnistía. Excelente fórmula para desocupar celdas infestadas, promoviendo placeres poéticos. Otro asunto, ¿qué pasará con millardos de turistas que, cansados de ver monumentos, secundar a menores de edad, sentirse cohibidos de espacios para superar resacas, se vean limitados de honrosos escenarios donde pasar morriñas, mientras loables vates leen? ¡Hay que protestar, gritar, refunfuñar, movilizarse! Sea pues, reabro Facebook, Instagram, Twitter (¿hay más?), vuelvo a enviar solicitudes, a escribir mínimo diez veces al día aquellos ciento cuarenta caracteres y, por supuesto, a tomarme fotos: es la mejor forma de reaparecer. Lo terrible es que el tiempo apremia, por lo que veo ya van mil páginas de poetas por doquier firmando (es excelente forma de aprehender geografía) para que este inmaterial signo de exquisitez poético NO vaya a verse reducido a espurios. Reabro oxidados perfiles, empiezo alfabéticamente, sólo con la “a” tuve doscientos contactos. A este paso, cuando me arrime a la “t”, iré -calculo- por


los cuatro mil novecientos. ¿Seguirán todos vivos, activos, proactivos? Varío tácticas, me limito a aquellos que han ostentado poder mediático, les saludo, exulto, escribiéndoles enfervorizados párrafos. Horas después, cero respuestas, ninguno los ha leído. Otra estrategia: me acerco a los que tienen “blog”, revista o espacio de masas: “¿Quién sos vos?”, responden. ¿Qué?, me cuestiono, ¿no saben quién soy? Penurias del anonimato, concluyo apabullado. No me desalienta, creo perfil en periódicos locales y nacionales, empiezo a hacerme a un “nombre” al destazar aleatorias columnas sobre políticos, luego escribo a los directores y, finalmente, inserto virulenta perorata en apoyo al lloriqueo mancomunado por la reducción de aportes. Sin embargo, ¡putas!, editan, recortan mi texto, quedando como patético forista que no sabe escribir. ¿Quién dijo miedo?, ¡ah sí!, que me dirijo a la sede de dichos dueños sean noveles, alternativos o veteranos del festival. Primera dificultad, ¿dónde están ahora? Según amplísimas redes sociales, pareciera que andan por soterrados del paseo del río (es mi inicial impresión, quien quita que anden explorando novísimos espacios) o reciclando tallos de claveles para especulativas honras fúnebres. Hago caso omiso, me allego a inmediaciones del centro de Medellín: “por ahí o por allí han de estar en proselitismos”, pienso. A cambio de recibir volantes sobre cooperativas de préstamos, profilaxis dentales, cursos de capacitación, esoterismos y pluralidad de sitios sexis, les pregunto si han visto a enojados poetas. Ríen, no saben. Dos o tres me dicen que si son los de espacio urbano. Mmm… “Espacio urbano”, no suena mal, (Jajajajaja) pero no son ellos. Les muestro fotos de sus fundadores, pero creen que corresponden a aquellos cuyos bustos están sobre la avenida la Playa. “¡No!”, estos son otros timadores, perdón, otros conquistadores. Ya son ellos los que se ríen. Intento con fotos panorámicas, en donde se ven multitudes, teatros, campos. “¡Claro, yo los he visto! enfatiza adolescente (a la que tuve que comprarle simcard), ellos son parte de mi grupo de oración, los de mi culto. Reconozco esos sagrados lugares” … No pude más. Caminé, bebí algo, volví a casa. Durante el trayecto, en taxi, le solicito al conductor que


reduzca volumen a su radio. Opta por preguntarme sobre novedades del fútbol, apenas si farfullo. Minutos después, vaya conglomeración de autos. ¿Qué ocurre?, le pregunto. Mordazmente me dice: “son los poetas del festival, marchando hacia la sede del ministerio”. ¿Sí?, vaya, vaya. Le cancelo hasta ese punto del recorrido, me apeo, avanzo hacia la manifestación. Poco a poco reconozco a mis cuatro mil novecientos ochenta y tres contactos, a poetisas modelito, al anacrónico supérstite del penúltimo ismo del siglo pasado, inveterados asistentes y al “Esmad”… Salvadora lucidez: estos sujetos podrán no conocerme, pero de seguro responderán contundentemente a mi furia contestataria. Me detengo, avanzan contactos, contemplan -indiferentes- internacionales liróforos, pasan quejosos, plañideros, maniqueístas, mediocres, vagos, oportunistas, pero no aquellos policías…


“La

visita” y otros relatos. Medellín. Editores. 2018. Págs. 74-75, 88-90, 104-107.

Léanlo


OFRECIMIENTOS CON PISADAS PALOMA Las grandes tempestades vienen con pisadas de paloma. Friedrich Nietzsche

Por: Víctor Raúl Jaramillo (1960-)

Hay quien observa que para algunos, un segundo es la

eternidad; para otros, no hay suficiente tiempo.

Buscar una claridad sobre la vida y la muerte, estableciendo varias dimensiones del morir y del vivir, genera una cierta amplitud que el campo de la filosofía sólo podría mencionar como aproximaciones, como tentativas. El desarrollo de estas reflexiones no es otra cosa que esto, acercamientos, tanteos, fugas en torno a cierto tipo de orden producido por la lógica de la escritura y su tiempo. Muestra dubitantes en medio del tiro al blanco.


Aunque estos puntos de vista sean diferentes al usualmente aceptado, serían soportables como lo dijimos anteriormente, puesto que buscan crear un sentido. Mas su formulación no pasa de ser una especie de juego donde el lenguaje, si no accede a una participación clara de lo dicho con lo que se escucha de lo dicho mismo, sólo cobrará un cansancio en las personas que esperan una respuesta a esa serie de expectativas que traían antes de sentarse a escuchar. La respuesta, entonces, el sentido que esas personas logren capturar. Lamentablemente, el sentido no nos llega de afuera como una aparición, sino que debe ser creado diariamente, porque todos los días es el origen y habríamos de crearlo a partir de nuestras más íntimas razones, desde el modo en que nuestro ánimo nos proyecta ante la vida diaria. Lo que no podríamos soportar es ausentarnos de nosotros mismos. Además, sería una verdadera insensatez creer que las posibilidades reales de vivir y acertar en un sentido o varios para la vida, están esperando por nosotros en este tipo de eventos y, más aún, en la vitrina de los supermercados o en los confesionarios de las iglesias o en los divanes autoconsagrados de la terapéutica. La mayoría de las ocasiones, el que busca encuentra; sin embargo, unas veces sin estar buscando,

encontramos; otras, nada hallamos porque sólo se puede buscar. Si supiera realmente qué es aquello que buscas, ya no tendía que buscarlo, pues, lo buscado ya habría sido encontrado. Esto significa que, por más que andes tras lo que te pone en falta, tras aquello que te hace estar en la búsqueda, yendo de aquí para allá en un viaje desesperado, eso que has puesto en otro lugar, eso, siempre ha estado contigo. Ya que aquello que te hace caminar hacia no se sabe dónde, eres tú misma, soledad.

Esta disposición de las palabras quiere decir que en muchas de las ocasiones sólo hay que esperar y dejar que el mundo siga su marcha, no ir sobre las pisadas de nuestros antepasados ni de ningún otro. ¿Para qué seguir tras las huellas de los que ya han vivido? ¿Estar en camino es seguir lo antes recorrido? No. Es abrir una brecha. Lo que hay que hacer es crear el


sonido de algo remoto, su resonancia. NO su semejanza. Ya nos lo enseñó Matuso Basho. De llegaremos al lugar en donde estamos.

todos

modos,

Las cosas que han de ser para nosotros lo serán a pesar de todo. Y esto significa que hay que trabajar para que lo sean. Sentarse y esperar, funciona en una única dirección: descansar de la pesquisa y hacer un mapa con señales apropiadas para evitar encuentros infortunados. Como cuando el sueño nos enseña que estar sin muerte no es precisamente acontecer sin morir. O que al conocer el morir, lo que realmente hacemos es negarlo. Esto sería como si la cerradura de tu puerta no reconociera la llave que siempre ha permitido tu entrada en aquella casa amada que también es una tumba. Quizás así consigamos aceptar nuestra derrota cuando hayamos fallado en el viaje acosados por la desesperación. Recobrar la calma e ingresar en el terreno de la memoria que nos dice que no somos los mismos o que lo somos irrevocablemente, nos propondrá nuevas formas de caminar, nos abrirá otras formas del viaje, del enigma. Sin la muerte, no habría ni filosofía ni artes ni ciencia; no habría posibilidad de movimiento; no tendríamos el ánimo de ir tras nuestros sueños. Y lo más importante, no existirían amantes dulces e ingrávidos circulando por los terrenos del ardor y el entusiasmo. Lástima que todavía se use el sexo únicamente como forma de procreación en la mayoría de las culturas. Imposición religiosa para una humanidad a punto de reventar. ¿Podríamos abandonar por un momento el terrible sexo de engendramiento que calienta las camas de humillados y ofendidos, de príncipes y doncellas, de los que quieren verse repetidos en un rostro para olvidar su finitud, para compensar los deseos que no pudieron ver realizados? Recordemos que no estamos preparados para ser padres, a pesar de que nos inyecten fórmulas psicológicas y de urbanidad que sólo consiguen, en la gran mayoría de casos, repetir un sistema cada vez más determinista e inhumano, pues, no podemos anticipar qué pueda fructificar de tal embarazo, sin dioses o bestias. Lo que se propone desde este pequeño texto es una adopción masiva de los niños derrotados del mundo; un


traer a la mudanza, al afecto, al amor sin fronteras, valiente y decidido, hacia los niños hambrientos y agazapados por el frío del abandono, tal y como lo hacemos empecinadamente con gatos y perros. La educación no es propiedad de las escuelas únicamente, también lo es de padres responsables y comprometidos con una sana convivencia, con un dirigir a sus hijos hacia sí mismos, abiertos al conocimiento plural, a la lectura, a la escritura, al tercer mundo del diálogo; que demuestren ser libres en la enseñanza de las visiones varias de la vida y de los hombres y mujeres de otras culturas que nunca serán enemigos si sus corazones así lo quieren. Creadores del nuevo planeta, de la familia del mundo. Algo para pensar. “Pensar no significa encontrar otro ser que sería todavía del ser, sino inventar lo que no es de ninguna manera, ni como apariencia ni como realidad”. Estas palabras de la filósofa francesa Jeanne Delhomme, me confirman una vez más lo que veo en la voluntad de crear, en el destello que preña y en el posterior trabajo del alfarero. Un artista crea de la manera en que Delhomme piensa el pensar. Es decir, posiblita lo inédito, cruza la costumbre para darnos lo naciente. Engendra, dispone el crecimiento de la mejor manera para darnos a conocer lo que no había antes. Abre una brecha sin más.


Pensar la vida y la muerte y otras banalidades. Medellín. Bogotá. La Valija de Fuego Editorial. 2017. Págs. 33-39.


HABITADA PALABRA Por: Claudia Trujillo (1963-)

… y la palabra estaba junto a dios… y Dios era la

palabra Evangelio de Juan, Génesis AMOR PRIMERO 1 abrazo de silencio primero allí la palabra apenas eco de guijarro sobre las aguas del origen


3 ¿en qué remotos territorios atrás antes de por siempre eternamente la palabra en mí para verter el alma? ¿cómo ocurrió su ángel en mi boca? ¿dónde? ¿en cuál patio de infancia su acompañar de luz para romper la soledad de estar acá como en un abandono de estrella sola en la cuna del mundo? palabra casa mía sólo mi pan mi tiempo en la tierra sólo blando su lecho donde recuesto el corazón


en cada día cuando llega la noche

5 palabra en cuyo umbral despojo el alma respiro su aire purificado con incienso bebo su agua que bautiza la sílaba acudo a su corazón incorruptible a su lugar intacto de dolor a su vocablo jamás herido por el miedo en su pureza declino mi orgullo indecible refugio de lo sagrado

7


palabra inicial certeza del mundo aliento que unge las cosas para que existan no hay sĂ­labas para la muerte lo disuelto en el viento no tiene nombre no hay atributos ni colores para lo que duerme en la oscuridad del tiempo eterna fogata en boca del que nace a la vida de las palabras 10 palabra casa de los hombres Ă­mpetu para franquear la niebla y la noche travesĂ­a camino piedra de luz


lugar de la gracia

11 las palabras redimen de la nada del sinsentido la cólera el amor que nunca fue hogar y lecho en la ventisca oración bajo la lluvia lengua viva de espíritu anuncio de los días que no cesan alta magia que ignora la muerte

16 ¿qué de mi corazón? ¿qué ha sido de mí todo este tiempo? ¿dónde mi alma refugiada adentro para no ver


no pensar no vivir el dolor de saber que no soy esa luz por la que vine? ¿dónde yo sin la palabra plena del poema vago ni siquiera triste por entre hombres ajenos a las sílabas del mundo sagrado en vano? arrojada a la tiniebla en el centro del cielo mis ojos calcinados por la razón extranjeros no perciben camino extraviados mis oídos oyen tan solo el canto de los pájaros murmurando el paraíso consolando mis horas en la tierra


PEREGRINAJE POR LA SĂ?LABA

2 miro por la hendija el corazĂłn de las palabras he visto al tiempo hacerse viejo tocando la puerta de su casa y en tantas ocasiones nadie abre pero a veces el poema se yergue huracanado y devasta con azogue de oro a quien insiste

4 uno se entrega a las palabras aguardando que su agua le cure su tierra le albergue su luz le calcine uno se entrega ilusionado a su pureza a su misterio


uno confĂ­a todo a las palabras para entrar a la vida

Habitada palabra. MedellĂ­n. Editorial Universidad de Antioquia. 2017. PĂĄgs. 11, 13-14, 17, 22, 23, 28-29, 34, 35, 41, 42.


UN TONO DE FILOSOFÍA Por: Stanley Cavel (1926-2018)

Con el pensamiento podemos salirnos de nosotros en el buen sentido. Junto a nosotros continuamente.

las

leyes

más

grandiosas

se

cumplen

Walden, capítulo V

OBERTURA (FRAGMENTO) Cualquiera que haya sido reclutado para luchar en nuestras actuales guerras académicas y culturales parece tener una respuesta a la pregunta por la filosofía. Unos dicen que la filosofía es literatura, otros dicen que es ciencia, otros que es ideología, otros que no importa si, en realidad, es alguna de estas cosas. A mí sí que me importa, pues todas estas identificaciones resultan discutibles. Dado que no hay una posición irrebatible desde la que pueda zanjarse la disputa, adoptaré, en mi capítulo introductorio una posición autobiográfica, de acuerdo con dos intuiciones orientadoras: en primer lugar, que hay una relación interna entre la filosofía y la autobiografía, que cada una de ellas es una dimensión de la otra; en segundo lugar, que hay momentos en la


vida propensos a la filosofía. Esta segunda intuición se expresa con la siguiente pregunta: ¿en qué consiste una educación por medio de la filosofía? Si lo que distingue la obra del filósofo no es que él o ella conozca algo que los demás no conocen, entonces esa educación se basa en la convicción, formulada con las palabras de Emerson, de que “cuanto más profundamente el investigador escarba en sus presentimientos más íntimos y secretos, encuentra, para su asombro, que son las más aceptables, públicos y universalmente verdaderos”. Dicho de otro modo, es una educación que nos depara el reconocimiento de vivir simultáneamente vidas de absoluta separación e infinita comunidad, triviales y sublimes. De este modo, cuando describa la filosofía como una exigencia de hablar para el ser humano –por tanto, en los términos de cierto uso universal de la voz-, llamaré a esta exigencia arrogación. Concibo, además, una arrogación sistemática de la voz, o la arrogante asunción del derecho a hablar a los demás, como el fundamento filosófico del último Wittgenstein y de mi maestro J. L. Austin, los llamados filósofos del lenguaje ordinario. (…) I LA FILOSOFÍA Y LA ARROGACIÓN DE LA VOZ (FRAGMENTO) (…) Una razón práctica para hablar de mí mismo consiste en que, al recordar la frecuencia con la que, en los últimos treinta y cinco años, mis opiniones y puntos de vista han resultado excéntricos, ya no sabría con qué perspectiva hablar que no fuese la mía. Tal vez me he detenido más en las diferencias entre las tradiciones filosóficas de lo que otros filósofos consideran productivo, tratando de pensar, en la medida de lo posible, en la brecha de la mentalidad filosófica occidental representada, en mi opinión, por la distancia que media entre los propósitos angloamericanos y los francoalemanes. Tal vez insisto en la diferencia de la filosofía respecto a otras perspectivas más de lo que otros filósofos parecen dispuestos a hacer en la actualidad, porque creo que


es importante mantener esa diferencia contra la idea de que la filosofía sea ciencia (como los positivistas tardíos aún afirmen o asumen), o de que la filosofía sea literatura (como las recientes influencias francesas parecen insinuar). Cuando niego, además, que la filosofía sea psicoanálisis, muchos filósofos querrán saber por qué pienso que estos campos sean tan parecidos que haya que garantizar su distinción. Hay varias respuestas a esto. Una antigua respuesta sería, y podría recobrar, en cualquier momento, una aspiración terapéutica, al considerarse guía del alma o de la identidad, encerradas en sí mismas, en su camino hacia la luz o al desarrollar el instinto de libertad. Una respuesta moderna sería que he llegado a desconfiar de la negativa de Freud a considerar que el psicoanálisis sea filosofía; una desconfianza, que podría decirse, del fundamento psicoanalítico que Freud niega con demasiada frecuencia. Una respuesta más cercana a mi propósito es el modo en que ambas respuestas niegan, aunque por motivos opuestos, la pertinencia de lo autobiográfico en su tarea. Para la filosofía, hablar de uno mismo es algo, digámoslo así, demasiado personal; para el psicoanálisis, lo que solemos llamar autobiografía es lago, en cierto sentido, erróneamente personal, que se refiere a la persona equivocada y contribuye a impedir que se oiga (parafraseando más o menos a Lacan) a quién está dictando tu historia. Adoptaríamos un punto de vista más positivo de la filosofía, en mi opinión, si considerásemos la relación que tiene con su auditorio. Podría decirse que la ciencia carece de auditorio, pues nadie puede entenderla por completo si no se dedica a ella; podría decirse que el arte ha de crear o recrear en cada caso su auditorio. La filosofía es esencialmente incierta respecto a quién trata de interesar. Ni siquiera evitando la exclusividad podría tolerar la opinión común. Así habló Zaratustra, de Nietzsche, lleva el subtítulo de “Un libro para todos y para nadie”, y podría compararse con lo que Emerson solía decir, de manera informal, a los lectores informales: que él manifestaba una “intuición [que] nos exponía a todos y cada uno, a nosotros mismos tanto como a los demás”. La incertidumbre esencial de la filosofía respecto a su auditorio es lo que podría parecer esoterismo: no


por su capacidad de guardar secretos (lo que yo creo que precisamente repudia en contraste con la religión), sino por su poder para dividir a uno o a una de sí mismo, o de los demás, en aras de la salud o de la tranquilidad, de modo que parezca oscilar entre la urgencia y la frivolidad, entre la oscuridad y la evidencia, entre la seducción y la repugnancia. Thoreau dice en Walden: “Perdonaréis cierta oscuridad, pues hay más secretos en mi oficio que en el de la mayoría de los hombres, secretos que no guardo voluntariamente, sino que son inseparables de su propia naturaleza”. Considero que está no es una señal oscurantista de su rigor filosófico, sino una señal de franqueza, que no confunde sino que orienta. Una frase de Ecce Homo, de Nietzsche, dice: “¿Me habrán entendido?”, aunque no esté claro que hubiera podido ser más claro. Wittgenstein es más explícito: “Puesto que todo está a la vista, no hay nada que explicar. Lo que está escondido no nos interesa”. ¿Qué es, entonces, lo que la filosofía tiene que decir? La filosofía está dispuesta a admitir lo que yo suelo llamar la amenaza del escepticismo, a negar la existencia de este mundo y de lo que sea el otro: una trayectoria constante en mi línea filosófica. Hay una razón menos práctica de mi giro hacia la autobiografía, tal vez más sistemática delo que la ambivalencia de la filosofía sugiere: no es que me haya perdido y trate de encontrarme (en la situación corriente del mundo intelectual, sin ir más lejos, ésta sería una causa suficiente de muchas autobiografías recientes), sino que siento la necesidad de retomar todo cuanto he escrito, de juntarlo, como si en los logros de los que me enorgullezco hubiera dejado innecesariamente algo por decir, que ahora requiere que se diga. (…) Los filósofos que evitan lo autobiográfico han de encontrar otro camino hacia la autoridad filosófica, hacia, digamos, lo a priori, para hablar con necesidad y universalidad (la lógica, diría Kant, es ese camino), y han de dar otra interpretación de su arrogancia (la superioridad inherente a la filosofía, en inteligencia o pureza, siempre es un camino que convienen tomar).


No evitar lo autobiográfico significa correr el riesgo de convertir el discurso filosóficamente crítica en un discurso clínico. Pero esto no es nuevo en la filosofía desde su aceptación, del escepticismo moderno, pues Descartes se preguntó si sus dudas acerca de su existencia no le incluirían en el grupo de los locos y Hume confesó que sus pensamientos era una enfermedad incurable. Si los siguientes experimentos autobiográficos son filosóficamente pertinentes, tendrán que contrastar la crítica con los casos clínicos, lo que significa desconfiar de su oposición. (El estricto discurso clínico es tan fascinante como el cinismo. Un buen ejemplo es el conocimiento, propio de un corredor de apuestas, del deslizamiento habitual, hipócrita de Thoreau, que salí de su aislamiento para procurarse comida cocinada gratis, como si la moraleja oficial, o supuesta, de su economía fuera, más o menos, la de Polonio: ni pedir prestado ni prestar, mientras que la necesidad de dar y recibir, el reconocimiento de una deuda incancelable, que los demás ni se imaginan que pueden pagar, está tan implícita en cada palabra de Walden como la madre del escritor, en lo que Thoreau llamaba su lengua materna.) ***

¿Por qué invocar estas memorias aquí, en esta ciudad?

Sobre Jerusalén –si logro escapar a su inexorable interrogatorio sobre mi sensibilidad a la diáspora y la impresión del gueto interior de mi padre- contaré una historia que simboliza que éste es un lugar de historias, que cualquiera tiene en él su historia, comenzando por la historia de cómo ha llegado aquí y hace creíble para uno mismo el extraño hecho de estar aquí. Ésta es, seguramente, la razón de que me sienta capaz de contar en público, por primera vez, ciertos fragmentos de mi vida, que en cierto modo forman parte de una historia que se refiere al motivo por el que no estoy aquí, con la confianza puesta en saber que aquí se sabe que nadie llega a vivir si no conoce tanto sus penas como sus alegrías. Porque aquí se conoce lo peor y, por esa razón, se sabe que el dolor específico de alguien, grande o pequeño, pero dolor, no debe quedar sin decir ni acompañar. Ningún otro


lugar advierte con más seriedad que, al querer de nuestra vida tenga un carácter representativo, se ha de tener en cuenta también su limitación y conmemorar lo que nos supera. Nadie puede pretender ser único ni negar que los demás lo sean. (Tal vez sea esto lo que Emanuel Lévinas quiere decir al atribuir la infinidad al otro cuando interpreta un pasaje de la tercera de las Meditaciones de Descartes que, en mi opinión, se refiere al destino finito del otro.) (…)

Colección dirigida por VALERIANO BOZAL Filosofía, serie dirigida por FRANCISCA PÉREZ CARREÑO Traducción de ANTONIO LASTRA

Un tono de filosofía. Ejercicios autobiográficos. Madrid. Visor. 2002. Págs. 13-14, 27-29, 32-33.


PALIMPSESTOS (1982) Por: Gérard Genette (1930-2018)

XL La transformación seria, o transposición, es sin ninguna duda la más importante de todas las prácticas hipertextuales, aunque sólo sea –lo veremos en el curso de la exposición- por la importancia histórica y la calidad estética de algunas de las obras que se incluyen en ella. También lo es por la amplitud y la variedad de los procedimientos que utiliza. La parodia puede resumirse en una modificación puntual, y mínima, o reductible a un principio mecánico como el del lipograma o el de la traslación léxica; el travestimiento se define casi exhaustivamente por un tipo único de transformación estilística (la trivialización); el pastiche, la imitación satírica, la imitación seria resultan de inflexiones funcionales añadidas a una única práctica (la imitación), relativamente compleja pero casi íntegramente prescrita por la naturaleza del modelo;


y, con la posible excepción de la continuación, cada una de estas prácticas no puede dar lugar más que a textos breves, son pena de exceder inoportunamente la capacidad de adhesión de su público. La transposición, por el contrario, puede investirse en obras de vastas dimensiones, como Fausto o Ulysse, cuya amplitud textual y ambición estética y/o ideológica llegan a enmascarar o hacer olvidar su carácter hipertextual, y esta productividad misma está ligada a la diversidad de los procedimientos transformacionales que emplea. Esta diversidad nos obliga a introducir aquí un aparato de categorización interna que hubiese sido completamente inútil –además de inconcebible- a propósito de los demás tipos de hipertextos. Esta subcategorización no funcionará, sin embargo, como una taxonomía jerárquica destinada a distinguir en el seno de esta clase subclases, géneros, especiales y variantes: salvo algunas excepciones, todas las transposiciones singulares (todas las obras transposicionales) derivan a la vez de varias de esas operaciones, y no se dejan reducir a una de ellas más que a título de característica dominante, y por condescendencia hacia las necesidades del análisis y las comodidades de distribución. Así, Vendredi de Michel Tournier resulta a la vez (entre otras) de la transformación temática (inversión ideológica), de la transvocalización (paso de la primera a tercer persona) y de la translación espacial (paso del Atlántico al Pacífico); me referiré solamente, o principalmente, a la primera que es sin duda la más importante, pero la novela ilustra también las otras dos, de las que también podríamos legítimamente hacerla depender: todas las signaturas siguientes serán más o menos aproximadas. Por tanto, no se trata aquí de una clasificación de las prácticas transposicionales, en las que cada individuo, como en las taxonomías de las ciencias naturales, vendría necesariamente a inscribirse en un grupo y sólo uno, sino más bien de un inventario de sus principales procedimiento básicos, que cada obra combina a su manera y que voy a intentar solamente disponer en lo que me parece ser un orden de importancia creciente, orden que apenas atiende a otro criterio que el de mi apreciación personal, y que cada uno está en su derecho de discutir, y en condiciones


de invertir, al menos mentalmente. Dispongo, pues, estas prácticas elementales en un orden creciente de intervención sobre el sentido del hipotexto transformado, o más exactamente, en un orden creciente del carácter manifiesto y asumido de esta intervención, distinguiendo por este hecho dos categorías fundamentales: las transposiciones en principio (y en su intención) puramente formales, y que sólo afectan al sentido accidentalmente o por una consecuencia perversa y no buscada, como la traducción (que es una transposición lingüística), y las transformaciones abiertas y deliberadamente temáticas, en las que la transformación del sentido forma parte explícitamente, y oficialmente, del propósito: es el caso ya mencionado de Vendredi. Dentro de cada una de estas dos categorías he tratado de avanzar según el mismo principio, si bien los últimos tipos de transposición “formal” estarán ya muy fuertemente, y no siempre a su pesar, comprometidos en el trabajo del (sobre el) sentido, y la frontera que los separa de las transposiciones “temáticas” parecerá muy frágil, o porosa. En lo que no veo inconveniente alguno, sino al contrario. Traducción de CELIA FERNÁNDEZ PRIETO

Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid. Taurus. 1989. Págs. 262-263.


LA DANZA DE LOS BOHEMIOS Por: Tom Wolfe (1931-2018)

Los más importantes movimientos del Arte Moderno, a excepción de De Stijl, el Dada, el Constructivismo y el Surrealismo, son anteriores a la primera guerra mundial, pero todavía ahora nos parecen cosa de los años veinte. ¿Por qué? Porque fue durante esos años cuando el Arte Moderno empezó a ser considerado elegante en París, Londres, Berlín y Nueva York. La gente distinguida hablaba y escribía sobre arte, convirtió el arte en objeto de su entusiasmo y tomó prestadas muchas cosas del arte. De préstamo calificaría yo el hecho determinante del espaldarazo


social definitivo: los decoradores empezaron a copiarlo en los apartamentos de Belgravia y de los alrededores de la calle 16. Esas cosas, el dinero, la publicidad, las copias, la gente distinguida y lo chic, no debería contar en la historia del arte, de acuerdo… pero, gracias a los propios artistas, cuentan. El arte y la moda forman, actualmente, una especie de águila de dos cabezas; los artistas se quejan de la segunda, pero no pueden prescindir de ella. La cosa sucedió así: Hacia 1900, el terreno del artista, el lugar donde buscar honor, gloria, comodidad, Éxito, había sufrido desplazamientos. Literal e incluso psicológicamente, durante el siglo XVII el artista fue el huésped de la nobleza y de las familias reales (excepto en Holanda); estética y vida cortesana significaban lo mismo por aquel entonces. En el siglo XVIII, el escenario se desplazó a los salones, en las mansiones de la burguesía adinerada y en las de los aristócratas, donde los miembros cultos de las clases dominantes recibían asiduamente a selectos escritores y pintores. El artista aún era un Caballero, no un Genio. Después de la Revolución Francesa, los artistas empezaron a desertar de los salones y los cambiaron por los cenáculos: hermandades de almas gemelas amontonadas en lugares como el café Guerbois, en lugar de las antiguas mansiones; solía aglutinarles alguna figura romántica, mejor un artista que un hombre de mundo, alguien como Víctor Hugo, Charles Nodier, Théophile Gautier o, más adelante, Edouard Manet. Animaba a aquellos cenáculos un simpático y belicoso espíritu que todos hemos conocido y amado: épatez de la bourgeoisie!, ¡duro con la clase media! Muy en especial el cenáculo de Gautier… con Théophile Gautier y sus atuendos rojos, negras bufandas, sombreros excéntricos, airados pronunciamientos, enormes borracheras e inglés insaciables… la moderna imagen del Artista empezó a tomar forma: el espíritu sencillo pero libre, plebeyo pero aspirando sólo a declararse, liberarse para siempre de los vínculos que impone la burguesía codiciosa e hipócrita, ser aquello que más tema el burgués adiposo, cruzar la línea dondequiera que la pongan, mirar el mundo de un modo inédito,


tenerlo todo y vivir como la nada, ser joven para siempre… en resumen, ser un bohemio. Hacia 19OO, la era de Picasso, Braque & Co., el moderno juego del Éxito Artístico ya estaba en marcha. Pintor o escultor, el artista llevaría a cabo una obra que afrentara o subvirtiera la acogedora visión burguesa de la realidad. Como individuo, el artista… bueno, eso era algo más complejo. Como bohemio, había abandonado los salones de las clases altas, pero no su mundo. Para librarse de la burguesía no hay nada como empaquetar lienzos y caballetes y marcharse a Tahití, incluso a Bretaña, que fue la primera parada de Gauguin. Pero ¿qué otro pinto ha llegado hasta Bretaña desde entonces? Ninguno. Los demás no fueron más allá de Montparnasse, que ¿a cuánto están los Champú Elisées? ¿A cuatro kilómetros quizá? Y lo mismo en los Estados Unidos: creedme, se pueden comprar cantidades industriales de tubos de pintura Wilson & Newton en Cincinnati, pero los artistas continúan emigrando a Nueva York… Se les puede ver seis días de cada semana… todavía con el carlocillo del aeropuerto de Carey, alineados frente a la agencia de la propiedad inmobiliaria de Broome Street con idénticos blue jeans, botas de goma y chaquetones impermeables… obviamente en busca de la inevitable Buhardilla… No, por las razones que sea, el artista siempre quiere estar a cuatro pasos… Escoge su alojamiento precisamente en la esquina de… le monde, la esfera social tan bien descrita por Balzac, el medio de todos los que juzgan importante estar al día, una órbita de aristócratas, burgueses adinerados, editores, periodistas, empresarios, actores todos que desean estar “donde pasan las cosas”, el fascinante pero reducido ámbito de aquella creación debida a la metrópolis del siglo XIX, el tout le monde, el Todos qué empleamos en “Todos dicen…” … en una palabra, la gente distinguida… “distinguida”, con sus modulaciones de refinamiento y de cinismo. El artista ambicioso, el artista aspirante al Éxito, tenía que ser capaz del siguiente doble registro psicológico. Conscientemente se dedicaría a los valores antiburgueses del cenáculo de turno, a la bohemia, a la vida de Bloomsbury o en la orilla


izquierda, a la buhardilla vida de Broadway y a su miseria divina, a la sombra adusta, en fin, al negro atuendo funerario del aire polucionado por el tráfico de Manhattan, que cubría con un dedo de espesor los cadáveres de cucarachas sobre el hornillo eléctrico a la hora del desayuno… No sólo eso, además había que dedicarse a las sagradas innovaciones de la vanguardia. Nuestro artista debía quemar sus atentas pestañas para captar el nuevo matiz en el contenido del cariz implantado por la recientísima lección aprendida del cerebro al que se debiera la novísima especulación de la Ruptura Vanguardista del Siglo para el próximo otoño… Y todo ello sólo para obtener notoriedad, contar entre los mismos artistas. Es más, tenía que ser sincero al intentarlo. Al mismo tiempo, su otro yo debía estar pendiente de que alguien, de le monde, se fija en él: -¿Todavía no se han enterado de que existo? ¿Han tenido ya la noticia del nuevo estilo, del trabajo que mis amigos y yo estamos haciendo? ¿Es que no conocen el Tensionism, o el Slice (Arte a rebanadas), el Niho, el Inneris, el Dimensiona Creamo (La masilla dimensional) o el que sea? ¡Eh, vosotros! Y es que, como cada artista siente en lo más íntimo, y sin importar las veces intentando cerrar los ojos y pretender otra cosa (¿Oh, Historia, Historia! ¿Dónde tu redención?), el Éxito era real cuando era reconocido por le monde. Nuestro artista podía cerrar los ojos y esforzarse en creer que lo único importante era que él supiera que su obra era grande… que la Historia registraría necesariamente sus logros, etc… pero en su fuero interno sabía que estaba engañándose: -¡Quiero tener un Nombre, maldita sea! Al menos eso, un nombre. Un nombre en los labios de los directores de museo, dueños de galería, coleccionistas, mecenas, miembros de consejo o de comisión, un nombre en los labios de los guías y de los intelectuales y periodistas que les escuchan, un nombre en su Time o en su Newsweek.


-¡Si, señor, incluso eso. Time y Newsweek! ¡Oh, sí!(¡Preguntad a los espíritus de Jackson Pollock y de Mark Rothko!), ¡incluso quiero a estos malditos periodistas! Durante los sesenta se pudo observar con claridad meridiana el desarrollo de todo un completo mecanismo en virtud del cual le monde, los enterados, exploraban la vanguardia y empujaban hasta el Éxito al joven artista elegido. A principios de cada primavera, dos observadores del Museo de Arte Moderno, Alfred Barr y Dorothy Millar, se dejaban caer desde el emplazamiento del Museo, calle 53 Oeste, por Sant Mark´s Place, Little Italy, la calle Broome y alrededores, para echar un vistazo a las buhardillas de artistas conocidos o no, enterarse de todo, hablar con todos y hacerse una idea, en fin, de todo aquello que resultaba nuevo y de interés no… pues bien ¡Dios mío!... desde el instante en que se echaban a la calle 53 para tomar un taxi, una especie de radar de la Bohemia empezaba a detectar la expedición. -¡Que vienen que vienen! Y a lo largo de Manhattan se dejaba sentir un latido unánime, como el Acorde Cósmico del que nos hablan los teósofos: -¡Llévame

contigo, llévame contigo!... ¡Oh, maldita ciudad!

contigo,

llévame

¡Negadlo por todos los medios a vuestro alcance si os lo preguntan!... pero lo que uno guarda en su traicionero corazón y lo que uno dice son cosas bien distintas. Tal fue el ritual de acoplamiento artístico desarrollado a principios de siglo en París, Roma, Londres, Berlín, Munich o Viena y, no mucho después, Nueva York. Como se ha visto, el ritual consta de dos fases: 1ª. La Danza de los Bohemios, en la que el artista exhibe su género en los círculos, camarillas, movimientos e ismos de su vecindario –es decir, la bohemia- como si le importara muy poco todo lo demás,


incluso como si tuviera entre los dientes un cuchillo presto para atacar el vano mundo de la Ciudad. 2ª. La Consumación, en la que los enterados, procedentes de esa Ciudad, le monde, exploran los diversos movimientos de vanguardia y conocen a los nuevos artistas bohemios, escogen a quienes creen más rutilantes, importantes, originales –no importa por qué razones- y vuelcan sobre ellos las recompensas de la celebridad. En los tiempos de la primera guerra mundial, el proceso ya era similar al conocido en los tugurios de París de época como baile apache. El artista corre con el papel femenino: da patadas de afirmación en el suelo, grita desafiante unas veces su perseguidor con absoluto desprecio… recibe su poquito de zarandeo y arrastre… y, finalmente, con un grito agónico maravillosamente ambiguo, ¡dolor, éxtasis!... se entrega rendida… ¡Plas, plas, plas, plas!... ¡Es mi hombre!... Se encienden las luces y Todos, tout le monde, aplauden… Lo que obtiene el pintor es bastante obvio. Se lleva precisamente lo que Freud considera las ambiciones máximas del artista: fama, dinero y amantes hermosas. Pero ¿qué obtienen a cambio los enterados, los representantes de la sociedad en esa danza?, ¿qué obtiene le monde? Parte de su recompensa radia en el ascentral y semi-sagrado status de Benefactor de las Artes. Las artes siempre han sido un buen trampolín social y, hoy en día, en las grandes ciudades, las iglesias han tenido que ceder esa función a las juntas de museo, consejos de asesoramiento artístico, patronatos de fundaciones, inauguraciones, fiestas y reuniones de comités. Pero ¡aún hay más! El artista de vanguardia puede corresponder hoy a su benefactor con una recompensa especialmente moderna: la convicción de que él, el benefactor, al igual que su compadre el artista, está desvinculado y por encima de la burguesía y de las clases medias… la sensación de que si bien perteneció a esas clases, ya no se cuenta entre ellas… el sentimiento de ser un camarada del artista, o al menos un ayudante de campo, un guerrillero honorario en la marcha de la vanguardia


por el país de los filisteos. Se trata de una necesidad muy de nuestro tiempo, una moderna redención (del Pecado de la Opulencia) bastante extendida entre la gente bien del mundo occidental, tanto en Roma como en París o en Nueva York. Por eso las personas que más incómodas se sienten con respecto a su opulencia económica son precisamente las más atraídas por económica son precisamente las más atraídas por la idea de coleccionar arte contemporáneo, arte de vanguardia, calentito y recién sacado de la Buhardilla. -¿Lo veis? No soy como ellos, los Jaycce, los Consejeros de la United Fund, los Jóvenes Dirigentes, los estúpidos de New York A. C. gentiles de aspecto porcino y corbata a rayas, malditos-encantadores-desaludarle-hijo-de-perra, glotones de marisquería. El arte de vanguardia, más que cualquier otra cosa, despoja al dinero de las reliquias de Mamón y Moloch y le pone pantalones Lévi & Strauss, jerseys de cuello de cisne, zamarras de piel y otras prendas y laureles de gracia bohemia. Por eso los coleccionistas de hoy en día no sólo buscan la compañía de los artistas que patrocinan, sino que también quieren mezclarse en sus vidas, pagarles juergas y entrar en sus círculos. Quieren coronar las vertiginosas escaleras de los edificios abuhardillados de la calle Howard, que se elevan cinco pisos sin curvas ni recodos -¡directo hasta arriba, como en un sueño de los que se confían al propio diario!-, y acabar con el corazón rebotando contra las costillas en su taquicardia, que no sólo es consecuencia del esfuerzo sino también de la curiosa anticipación enervante: al otro lado de esta puerta situada en lo más alto… en esta buhardilla… me espera lo bueno… los cuadros y las esculturas, indiscutiblemente vanguardistas, de la nueva ola, de la nueva escuela… algo inencogible, exótico, guerrillero, a prueba de burguesía. Traducción del inglés DIEGO MEDINA


La palabra pintada. El arte moderno alcanza su punto de fuga. Nueva York. 1975. Barcelona. Editorial Anagrama. 1976. Pรกgs. 19-29.


PROLEGÓMENOS A UN TERCER MANIFIESTO SURREALISTA O NO (1942) Por: André Breton (1896-1966)

LAS GRANDES TRANSPARENCIAS El hombre quizá no sea el centro, el punto de mira del universo. Podemos llegar a pensar por encima del hombre, en la escala animal, existen unos seres cuyo comportamiento parece al hombre tan ajeno al suyo con éste pueda serlo con respecto al de la efímera o al de la ballena. Nada se opone, necesariamente, a que estos seres sean perfectamente ajenos al sistema de referencias sensoriales del hombre, merced a las alteraciones de la naturaleza que cada cual quiera imaginar, pero cuya posibilidad queda sugerida por la teoría de la forma, y por el estudio de los animales miméticos. No cabe la menor duda de que esta idea nos abre un inmenso campo de especulaciones, aun cuando


también es cierto que tiende a situar al hombre en aquellas modestas circunstancias de interpretación de su propio universo en que se encuentra el niño que se complace en imaginar a una hormiga vista desde abajo, después de atizar una patada al hormiguero. Al considerar perturbaciones cual la del ciclón, en las que al hombre no le queda más remedio que limitarse a interpretar el papel de víctima o de testigo, o aquellas otras cual las de la guerra, a cuyo respecto senos han ofrecido versiones notoriamente insuficientes, no sería absolutamente imposible, en el curso de una vasta obra en la que jamás debería dejar de estar presente la más audaz labor de inducción, estudiar hasta otorgarles verosimilitud la estructura y la complexión de dichos seres hipotéticos, de estos seres que se nos manifiestan a través del miedo y del sentimiento del azar. Me creo en el deber de hacer observar que al decir lo anterior he estado muy cerca del testimonio dado por Novales: “En realidad vivimos en un animal del que somos parásitos; la constitución de este animal determina la nuestra, y viceversa.” Y también creo que no he hecho más que seguir el pensamiento de William James: “¿Quién sabe si en la naturaleza no ocupamos un lugar tan insignificante, con respecto a unos seres cuya existencia ni siquiera sospechamos, cual el lugar que los gatos y los perros ocupan con respecto a nosotros, en nuestras casas?” Los propios sabios no se oponen a esta opinión: “Alrededor de nosotros quizá circulen unos seres construidos igual que nosotros aunque diferentes, tal como, por ejemplo, hombres con las albúminas verticales”. Así hablaba Emile Duclaux, antiguo director del Instituto Pasteur (1840-1904). Traducción ANDRÉS BOSCH

Manifiestos del surrealismo. Madrid. Visor Libros. 2002. Págs. 215-216.


MEMORÍA LÍTICA Por: Juan Mares (1951)

LA PIEDRA ESPACIAL BALSA DE AUYAMAS Y DE PIEDRAS Piedra de fe penetrante y muda, lapidado estaré en el lapidario. ¡Es tan dura la piedra de la ira! la del placer nos queda como un cielo. Consuelo eternizado de pasiones. Quien no ha merecido la piedra del Olimpo, no ha escalado nubes en mal tiempo. Flores campánulas y amarillas del zapallo, piedra blanda y alimenticia de los campos.


Hoy soy porfía de piedra alada, con dirección al infinito de mi vientre, luz y fuerza de hierro entre mis huesos. ¿Qué otra balsa puede ser esta esfera azul flotando en el espacio? Un zapallo enorme con el jugo vital de las delicias. Juan Bosco soñando paraísos. Azul topacio, laca amatista, corindón veteado: toda junta: piedra sagrada, piedra de ara, piedra de infinito. Y esa balsa por el Sinú llena de piedras para afilar cuchillos e igual con los cuchillos hierro, acero, sílex para cortar las cucurbitáceas o los zapallos. Ritornelo de fuentes nutritivas, piedras de carne regadas en la campiña florecida. Flor del borrachero en los hechizos y piedra muda de golpes en los sesos.


RÍO DE LAS PALABRAS / PIEDRA RUMOR DEL LOS MONÓLGOS COMO UN RITUAL DEL VIENTO (FRAGMENTOS) O Piedra del grito manifiesto en las palabras, ese que se aferra de onomatopeyas y gestos agónicos con el agua al cuello cuando la inundación acaba con el abecedario de las vocales en Aracataca, excelentemente, chipichipi, sirimiri, topotoroto, sucusumucu y currucutú. Piedra como la del grito de Edvar Munch. Esta locura del acantilado y asombro ante lo por padecer. I Entre un acertijo de palabras, el malabarista palabrero, suelta su retahíla donde todos los idiomas secretos y todos los develados en la caligrafía del cielo, los que explosionan desde un repentísmo de intuiciones de luz, miel y esencia, llegan para perfumar la noche cuando ya vislumbra el día. Esa noche de claridades en el espejo de obsidiana de Novalis. Así sigo enhebrando cada letra como buscando encadenar palabras infinitas. III El ovillo de mi memoria deshilvana evocaciones sobre la abuela manivelando la Singer, para, de la vieja camisa de chaliz del abuelo, zurcir los primeros calzoncillos del nieto. Y éste, libélula en la plaza


de mercado al pie de las mujeres que viven en la calle de los olores cerca al matadero. IV Voy nombrando mientras me nombran. Voy saltando sustantivos mientras los verbos juguetean en boca del actor dando movimiento a lo existente. Y aparece la palabra orquídea como un aroma de mujer que se asoma a la ventana de mis sueños. VII Mientras giro llega y pasa el tiempo con una desmesura a latigazos, breve instante de la noche y rastros del castigo del astro sobre mi rostro. Mirándote mirándome ¿qué sabes tú de la espera si aquí soy muralla zurcida de líquenes y de helechos sobre el musgo? XI Todo el universo recreándose en una nebulosa sin distancias tras el empedrado estelar de mis círculos solares, más allá, donde la vida sigue y nombre y siembra y crece y se renueva. XII Piedra de la abscónditos.

paciencia

eterna

entre

misterios


SIN LA ESPADA DE TU BOCA No sé decir la luz de la piedra que se inflama, ni la lengua bífida que se petrifica en flor, sé del sueño entre balsámicas sabanas donde se cubre, milenario, el sol; y donde la memoria vaga en el vacío como un penetrar el viento orífico y órfico de las noches, donde la pica arranca chispas al misterio de la caverna sublime. Perdido entre las tardes y sobre las gramíneas de la lluvia, un paraguas giratorio me ha elevado entre nubes como una danza de estruendos silencioso. Y he sentido la mirada vulnerable de los cielos infinitos como un adobe blanco construyendo otras fuerzas de gravitación elípticas, de donde escapan rayos que vulneran el tiempo como un cuchillo azul en un queso gruyer. Suenan los timbales en la vibración del agua y un sol a lengüetazos absorbe mariposas como un vino de luces servido en las cascaras de huevo de gallineta montuna y sentir la piedra de topacio iluminar las yemas de sus dedos incansables. Dedos donde la piedra abruma y separa los cristales. Superficie sonora como un címbalo en tus senos de montaña donde un obelisco inmerso pellizca el cilicio del azul intenso. La piedra calcárea en el caracol del tiempo es el misterio que baja hasta el fango y sube luminoso sobre el manto del agua. Allí rizadas olas copulan con la lluvia y el viento unísono aúlla tras un tropel del agua entre cascadas. Solo sé de este cuerpo que vibra tras cada olor de hembra entre corolas y frutas maceradas de mortiño y dando una luz violeta sin la espada de tu boca.


PIEDRA DE TOQUE Oscuridad de superficie para la línea impura y delatora del brillo del oro y de la plata. Cuarzo amorfo de alúmina y cal, óxido de hierro y de carbón contra los ácidos de la preciosidad del brillo frente a la luz espejo que observa tu verdad de toque para el azogue de la rosa. Frotas tu palabra de oro como una esencia libre de prejuicio y linimentos, sobas esa bella turgencia de sílice y polvo de los vientos solares que atemperan tu verdad a prueba de la falsa lengua. Cantas tu palabra blanca de plata de aluvión narrativo entre la historia y al del mito como una lumbre de agua donde la luna lava el hollín que le impregna las galaxias. Piedra de toque imán de neodimio en la palabra clara y ahorrativa de las perífrasis como artilugio culebrero, remanencia de la palabra franca e iteración coercitiva del referente oculto. Piedra sin el tormento febril de la tormenta, palabra que decanta a canto rodado la palabra pueblo edificando el mundo.


POEMAS HUMANOS JENARO MEJÍA KINTANA 1957-2015 Rostro de corteza de árbol torturado por el rigor de los días desmadrados. Allí desde el eco de los silbidos del estaño. Cómo no evocar tus dedos dibujando sombras como hombres esfumados y mirarte mirándolos huecos como ojos de infinito en una calavera de totumo en rostro de hombre perdido entre los botalones de la ignominia: entre el paisaje de verdes esperanzas. Una cerveza de más y un abrazo entre el miedo, la rabia y la impotencia. Y en tu frente una piedra en sombras desde tu rostro de árbol. Tu cranear de bandera en tierra rota, mujer violada en desventura frente a las esencias de la madura emanación de vinagreta dulce. Y así tu paisaje de casas para el desarraigado de todas las desventuras. Tus colores teñidos del vivido color desde las cuerdas de los siete colores del iris, el rojo de los atardeceres y el intenso azul que amabas. Las banderas, la canoa bajando por el Atrato con ese dolor de faldas viudas con el oprobio sin nombre. Tus búsquedas de la Armonía que predicaba Aristóteles.


-PIEDRA MÍSTICA(O DE LOS POETAS BENDITOS) LA PIEDRA MÍSTICA Piedra sagrada o “piedra de Ara”, punto entre el cielo y la tierra, purifica este encantamiento de sílex de mi alma y dadme el valor fraterno de la libertad soberana, el verde eco de la libertad canora. Colibrí de vuelto estacionario con la miel filtrada en la corola y electrizantes los pistilos sueltan el polen entre los vientos. Allí de grito abierto se ablanda la maleza. Guapirreo infinito y sudorosos a piedra, donde se amella el fierro que en nuestras manos canta, piedra transpirada que teje nube en cuello e igual la sagrada que purifica al niño. La piedra decantada, cuesco y cuesco a cuesco como un sabor a piedra entre verano y agua, quiebre del cosmos, comba y corona de aerolitos, piedra reventada contra la luna y tierra santa. Vibra mi mano entera y el cuerpo se precipita por la empinada de piedras donde mi voz no es eco y loco allí del embeleco: la piedra que zumba y canta. WILLIAM BLAKE 1757-1827 Ética, intelectualidad y estética: como decir moral, instrucción en el conocimiento de las ciencias y una emoción y apreciación por lo creativo, no fue otro asunto tu visión del mundo. Todo rescate a la memoria de los tiempos olvidados como tu nombre a través de Borges memorioso.


Merecen tu verso emancipado una suma de estrofas entre mirtos y hojas de parra con su vid copiosa y observaren la noche la más profunda, la simetría serena y expectante de la mirada del tigre entre dos puntos como una recta de ágil movimiento. Como en los tiempos de la guerra (en todo tiempo hubo sed de gritos), hubo la miseria y hubo hambre y tu indignación fue piedra; iracunda piedra contra el maltrato hacia los niños, al cervatillo que en su ternura inspira las caricias de la mano sobre el pelaje del anca y del cuello vibrante ante digitaciones mudas.

LOS MALDITOS POETAS O DE LOS POETAS PIEDRA PUTOS GERARD DE NERVAL 1808-1855 “Una perla de plata brillaba en la arena; en el cielo brillaba una perla de oro” G. L. N.

La ignorancia no se aprende, es mencionar la piedra en el camino y se aprende el golpe, y se aprende el fuetazo de sol en la camisa sudorosa derramando la sal que se diluvia por tu rostro querido Gerard, frente a la distancia de los campanarios donde se agolpa el hierro y toma forma de flor con su pétalo en badajo y lejos, en la alta cumbre donde no llega el canto del gallo mañanero en la campiña, donde quedaron y aun sostenías tus primeros temores, deseos y sosiegos.


Aurelia, Beatriz, Laura, Ofelia, María, Nadja, Silvia, Sofía, Matilde, Margarita, Jennifer, Patricia, Magdalena, Lucía o Yadira son piedras femeninas que encantaron al poeta de ayer, a los de ayer igual que a los de hoy. Las emanaciones de ese perfume seguirán embriagando entre una piedra y otras, entre el sándalo y el bálsamo con un espíritu de sabor a cielo entre gramíneas, coníferas y la flor de Arizá con su rojo de encendidos atardeceres y noches de encantamiento entre vergeles al Adán de las palabras silvestres para el encantamiento y los hechizos del brebaje del amor entre oquedades y la penumbra del goce de los tiempos. Piedra sonora, piedra perfumada, piedra con sabor de sal de todo el cuerpo, piedra de horizonte en la alta cumbre, piedra en fin para ser tocada como a una flor de colores y ternuras en su caverna de rojo coridón y de lisuras sublimes como el caracol que escucha el embrujo marinero en oleajes donde se desliza el silencio y la ternura creadora del homínido sapiente. DARÍO LEMOS 1942-1987 Nadaísta empedernido de saludable embriaguez y lora domesticada. Ese tu dolor de hombre derretido como sin nada de esperanzas, ladrando a tus heridas por las calles y parque de tu Medellín de parias. Berreando las pústulas de tu pata y las del alma. Alguna vez te busqué por la Arteria y toda la Playa, para brindarte un pucho y calmaras tu sed de todo en los desiertos de tu nada. Y así tu boca ardiera al deslizarse las palabras como saliendo del cañón disparadas desde tu garganta. Gloria a tu empeño puto y a lo emputecido de tus palabras tras aquella sinfonía de sonidos antediluvianos desde tus entrañas mirando las montañas.


Tecla a tecla, como era la usanza, se despeñadero tu vivencia en unas páginas.

fue

al

Bronca piedra tu memoria con estoicismo ante la nada. Fue tu cordel un signo de ahorcado a gotas de amargura ya escanciada. El dolor se adueñó de tu nombre y llegaste a la cumbre de la muerte como todos: ese triunfo aún perdura con olor de mariguana macerada en el mortero de piedra de la quebrada rota entre las aguas.

GILBERTO LUQUE MESA 1958 “Con mis cuernos de diamante Me desprenderé esta noche del espejo” G. L. M.

Oye mi Ángel Oscuro, donde andes por las calles de una ciudad alebrestada. Cultiva el germen de la embriaguez como cultivas la asechanza, así con la ingenuidad del niño abandonado, con la solemnidad d de una mirada alta. Oye mi Ángel Oscuro, sembrador de la palabra tras los luctuosos días de la metralla, los escándalos de fuego y los aturdimientos delas granadas desperdigando el odio con sangre al azar de las mansalvas. Aquel Medellín del azar y la metralla y acá el Urabá alebrestado. Dónde han quedado tus trazos de futuro, de visiones lúdicas del dibujo y el recreo de los colores en tu infancia.


A dónde se fueron tus palabras del poema que desbrozabas para decir tu asombro ignorando otras miserias y delatando tu alma. Esta es mi plegaria a donde fueres en tu soberana indignación y gana. Es el jardín del Pablo Tobón tu residencia de hadas, tu morada al despejo y tu espanto de alas ante la mirada del amigo que de lejos busca tu perdida palabra, sin la lánguida esperanza. Dónde tu ideal o qué tu desespero en el desenfreno de las calles sin el pan, ¿sin más techo que la bóveda celeste y sin frazada? No hablemos del pasado y tampoco del futuro. Soberano ángel de los días y las noches.


Memoria lítica. Medellín. Todosgráficas. 2017. Págs. 31, 64-66, 79, 87, 98, 128, 145, 147.


ROTHKO Por: Carlos Andrés Jaramillo (1983-)

“En las hojas del tiempo esa gota del día resbala, tiembla” (Jaime Sabines)

-He ahí el Silencio. El basto cuerpo de la nada, su color. La oclusión de la luz. Su final. La imagen nunca antes lograda de mi alma- dijo. Y volvió a

dormir. Un sueño largo, que lo arrojó aturdido en la orilla de una oscuridad recuperada. El atardecer caía apenas, pero el estudio estaba en tinieblas. En la calle no distinguía ningún ruido y supuso que helaba. No sentía ganas de levantarse o moverse. Podía sentir cómo el contacto de la tristeza con su sangre iba formado una lenta sustancia que lo anulaba todo. Sintió asco y durmió de nuevo. A las siete, sin embargo, algo que todavía no era él, apretó las cejas, masculló algunas palabras ininteligibles, y atravesando algo que le pareció un túnel, quedó otra vez frente a sus cuadros. Era el 24 de febrero de 1970.


El invierno había sido helado, pero esa mañana no nevaba, ni nevaría durante algunas semanas más. La ciudad era un hervidero de gente, pero en el Upper East Side, el lugar que frecuentaban los artistas, reinaba una paz melancólica. Una luz fría hacía presencia en las cosas y sólo algunos autos cruzaban por la East 69th Street. Los pájaros guardaban un silencio conmovedor. El estudio lo había alquilado años atrás. Era amplio como un almacén de mercancías. Tenía un techo alto de madera de cedro, muros de ladrillo cocido y un piso de tabla, cuyo sonido seco le gustaba pisar. Había ordenado, como en Bowery, cubrir todas las ventanas con tablas, para que entrara sólo la cantidad de luz que creía conveniente para su obra. Cuando estuvo terminado el trabajo, el lugar parecía la cueva de los misterios. -Lacaux- dijo para sí mismo, con algo de acritud. En esa oscuridad, sabía, el alma debía enfrentarse a sí misma, alcanzar lo oscuro por lo más oscuro, según una antigua divisa alquímica, que en algún lugar de su pensamiento le alagaba. Dormitó. Despertó de nuevo. Encendió un cigarrillo, y dejó que la desolación flotara en el aire enrarecido de la habitación como un fantasma. Sentía frío. Pero no sabía si provenía de su tristeza o del clima. No sentía deseos de comer, sólo una nausea incesante, que no provenía del cuerpo. Sentía en la boca el regusto del licor y recordaba vagamente lo que había estado haciendo en la mañana y en la tarde mientras bebía. Nada. Había tenido la intención de llamar a Nancy, pero después de pasar una hora buscando una excusa creíble para hacerlo, había terminado por arrojar el aparato al suelo. Encendió la radio, y mientras escuchaba alguna canción, recordó con rencor algunos episodios del pasado y especialmente a los amigos, que habían dejado de serlo.

- ¿Sabes cuál es tu maldito problema, Mark? que no reconoces que te interesa más el dinero que el arte – hablas de la trascendencia como si estuviera al alcance de cualquiera - Los cuadros de Rothko, sin duda, expresan un estilo exhausto, que ha perdido su imaginación: caduco. -Han dejado de ser silenciosos, para competir con la mudez de los muros - ¿Por qué


haces de todo un problema? podrías dejar de beber. Y dejar de tomar pastillas como un adicto. -Son colores, Mark, no dicen nada Estaba en ropa interior, y el pensamiento de que debía vestirse, le hacía odiar a cualquiera que quisiera visitarlo en ese día. Desde que Nancy le había dejado, repudiaba cada vez más el trato con la gente y progresivamente se había aislado en su estudio. Afuera, había caído la noche y la luz de las lámparas alumbraba el asfalto vacío.

-He ahí la oscuridad temida por los antiguos. La noche de los lobos. La tiniebla habitada por Dios o por Nadie. La zozobra en la que caen los pasos de los ciegos. Los parpados de los muertos. El sol, para quienes no han regresado del sueño – Dijo al mirar sus cuadros, de pasada, porque iba hacia el baño. Sentado, sintió con desagrado el frío de la porcelana bajo sus piernas.

Sentía por sí mismo, desprecio. Se sabía egoísta, irascible, contradictorio. Era condescendiente a condición de ver en el otro a otro más bajo que él. Sólo él sabía qué cosa era el amor, qué era la amistad, y los seres que decían amarlo, falibles. Pero ese desprecio lo enorgullecía, lo confirmaba en su condición de hombre singular. Siempre estaría solo. Todo artista verdadero, todo hombre fuerte, lo está. Sentía en sí mismo una fuerza que no necesitaba refrendación de ningún crítico. Pero siempre dudaba. Sentía el peso de su vocación. Sentía, con especial angustia, la necesidad de hacer vivir a otros las emociones que sobre él pesaban. – Ahí está todo – Repetía - Lo sagrado y lo profano. La Nada que nos

conmina, la ira que nos crea, la lujuria que nos abraza y despedaza, el amor que nos fortifica. Nadie, pensaba con desdén, sabía qué esfuerzos había realizado para llegar a esa concreción, a esa intensidad que algunos cretinos juzgaban convencional. Muchas veces había tenido que explicar que sus cuadros no eran decorativos, que no intentaba dar una sensación de placidez como Matisse.

- He ahí lo que vibra sin nombre. Lo que late en las hojas y en el agua al caer la tarde. El portento, la revelación. La luz oculta en la noche, como un pensamiento. Las entrañas flotantes, húmedas, en la


densidad oscura de la carne. La bilis. El miedo, la desesperación, que hacen estremecer el cuerpo y el frío – dijo al despertar de nuevo. Fumó tres cigarrillos, uno después del otro, hasta aburrirse.

A menudo jugaba con la posibilidad de que Nancy volviera, entonces imaginaba para ella grandes esperanzas y se sentía el hombre más dichoso del mundo. En esos momentos se volvía magnánimo con los antiguos amigos, con Newman y con Still, a los que trataba con cariño durante un rato, y estaba dispuesto a reconocerles todos sus méritos, hasta que la expansión del corazón cesaba con algún episodio anodino del día o de su imaginación y lo precipitaba de nuevo a un rencor tan virulento como el anterior. Abrió una botella y tomó un par pasar el dolor de cabeza que fidelidad que hubiera deseado de una copa de coñac. Sobre el suelo botellas vacías.

de pastillas para lo seguía con la sus amigos. Bebió se acumulaban tres

Encendió una precaria luz que colgaba del techo. Las emociones las expresaba en colores. Pero no sólo había emociones en sus cuadros. Sino también intentos de apresar la totalidad, como los antiguos maestros Zen, que encerraban el vacío en círculos. Eso que, en ciertos momentos excepcionales, rozamos casi por error. ¿Acaso no siempre estamos al borde de decir lo esencial, sin conseguirlo? Por eso sus pinturas eran atractivas, porque persistía en ellas una ambigüedad que compartían con la vida. Sus cuadros, a medida que la soledad le ganaba, se habían hecho oscuros, pero estaban llenos, grávidos, de una luz primordial, como si en su seno Dios se estuviera gestando o destruyendo. No importaba que sus críticos los llamaran lúgubres, en su pintura asechaba siempre la inminencia de una revelación.

- He ahí el abismo del que hablaba Nietzsche. ¿Me he convertido en un monstruo? Intenté apresar la totalidad, y he ahí que no tenía forma. Tuve que atravesar las imágenes del mundo para estar frente a ella. – dijo con frustración. Había evitado abrir los ojos con la esperanza de asir algún girón del sueño y


continuar durmiendo. Más tarde tampoco los quiso abrir, quiso demorarse todavía en su malestar. El asistente, Oliver, llamó a las 10 p.m. para preguntar sí estaba bien. -Estoy bien, contestó. Sí, a la misma hora, mañana - Vagó por el estudio bebiendo otra copa de coñac y ni siquiera hizo el intento por avanzar en alguno de los cuadros. Las latas de pintura, las brochas, el aguarrás y los demás solventes se amontonaban debajo de las telas, esperando que él se decidiera a pintar de nuevo. Se dejó caer abatido en el mueble. Algo que pocos sabían era que sus cuadros querían ser lugares donde habitar, porque los hombres aman los lugares que se parecen a su alma. Por eso la desolación busca el desierto. Por eso la plenitud o la crispación, buscan el mar. Y él, que había conocido tan temprano el exilio, únicamente buscaba aquel lugar que, al entrar, lo dejara nuevamente afuera: en ningún lugar.

“¡He creado un lugar!” había dicho exultante un día al presentar a una crítica amiga el nuevo estudio en el Upper East Side.

Un lugar era también la tristeza. En ella, reconocía a las plantas y a los animales que la habitaban. Él mismo sentía los ríos y los charcos corriendo o abriéndose en su interior. (Y los charcos reflejaban las estrellas del pasado y la melancolía, las supernovas de la duda, las galaxias de la angustia). Reconocía también a la lluvia del interior, a la que llamaba tristeza amada.

-He ahí la soledad – dijo - Incluso Dios, por miedo a perder la suya, confundió las lenguas y derribó La torre con la que los hombres trataban de llegar hasta élEn la madrugada, concluyó, después de contemplar durante mucho rato uno de sus cuadros: -He ahí la profundidad de una tumba - y, poniéndose abatido en


pie, buscó la cocina. Había en su aspecto algo que recordaba un sonámbulo. El fregadero tenía algunos platos con sobras del día anterior. Trató de comer un bocado, pero desistió. La llave goteaba y se concentró en ella con aturdimiento durante un rato. Después, presa de un furor inesperado, viéndose actuar desde afuera, revolvió todos los cajones hasta encontrar unas hojas de afeitar que había comprado el mes pasado. Fue al baño donde encontró un frasco de calmantes, que tragó de una sola vez delante del espejo, con rabia, como probándose algo así mismo, con desesperación y con lamentable histrionismo. Después volvió a la cocina, y luego de envolver parte del filo de las cuchillas en papel, cortó las venas de sus antebrazos con un trazo perfecto y profundo. Sólo entonces se serenó, sabiendo que lo que había hecho era por fin irreparable, y se dejó caer en el suelo. No pensó en llamar a nadie. Lo que había hecho estaba bien. El frío, por primera vez ese día, era real. Podía comprobarlo en el temblor que estremecía su cuerpo. Sobre el suelo podía ver la sangre, y pensó que podía diluirla en aguarrás y pintar con ella. Y mientras la somnolencia le iba llegando se consoló diciendo que, fiel a la máxima alquimista, iba a lo desconocido a través de lo más desconocido: su propia muerte.


Toda la soledad que era mía. Medellín. Sílaba Editores. 2018. Págs. 67-72.


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