Revista Occidente Nº 516 | Mayo 2021

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¡Hagamos llover! POR JOSÉ LEANDRO URBINA Escritor. PhD U. Católica, Washington

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e los rituales ideados por la humanidad para vérselas con la naturaleza, las danzas y cantos para pedir lluvia, en la época seca en que los campesinos claman al cielo por ayuda, están entre los más misteriosos. Aunque variados son los libretos empleados en las distintas culturas, las danzas para invocar a la lluvia son universales. De Oriente a Occidente estas prácticas tienen un piso común en la historia de la agricultura y la crianza de animales. El agua rige la vida, así como Dios y los dioses rigen el universo. La creación de un mecanismo para comunicarnos con él o ellos, para hacerle(s) saber de nuestras necesidades, son prioritarios para los pueblos que trabajan en la tierra. Es sugestivo el hecho de que todos estos ritos involucren a la comunidad, que estén vinculados a creencias religiosas y tengan consecuencias importantes y compartidas más allá de un nivel puramente formal. Popularmente conocidas son las danzas de los indios de América del Norte, los cherokees, y también las de los pueblos del sur de África. Los grupos europeos no ponen tanto énfasis en la danza, pero la acompañan con elaboradas oraciones y con sacrificios de animales a los dioses. El cristianismo borró la huella de muchas tradiciones consideradas paganas; por eso, son menos conocidos, pero no menos interesantes, los rituales para pedir lluvia de la antigua Grecia y de otros pueblos mediterráneos que eran practicados en conjunto por sacerdotes y campesinos en contextos de fiestas religiosas. Algo que admira a los historiadores es cierta continuidad entre las antiguas prácticas y las modernas. Eso puede deberse a que hay ciertas fórmulas probadas que persisten en el tiempo, aunque también sean capaces de admitir cambios que no alteran el núcleo principal de la práctica.

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ZEUS EL DIOS PADRE DEL CIELO

Por ejemplo, aunque los griegos antiguos consideraban a Zeus el dios padre del cielo, el que hacía llover y manejaba el trueno y el rayo. En los tiempos de la era cristiana, esa figura fue reemplazada por figuras del repertorio católico que retienen elementos mitológicos. San Isidro y San Pedro se encargan ahora de las lluvias: “San Pedro lloroso, junio lluvioso”, dice el refrán y hay decenas de ellos. Pero si se trata de sequía es a la virgen María a quien se recurre. No es extraño entonces que hoy, en el hemisferio norte, haya sacer-

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R E V I STA OCC I DE N T E


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