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Personajes con historia

UN HÉROE EN LA GUERRA Y LA PAZ JOSÉ FRANCISCO VERGARA

POR ANTONIO ROJAS GÓMEZ

Escritor y periodista

Político y hombre de empresa, José Francisco Vergara (1833-1889) ocupó un lugar destacado en la vida pública chilena de la segunda mitad del siglo XIX. Como la gran mayoría de la élite chilena decimonónica, estudió en el Instituto Nacional, en donde se especializó en

Agrimensura. Tras colaborar en la construcción del ferrocarril de Santiago a Valparaíso, arrendó la hacienda de Viña del Mar, que años después pasaría a sus manos tras casarse con Mercedes Álvarez, única heredera de la propiedad.

Dotado de una singular capacidad para los negocios, loteó los terrenos de la hacienda para construir lo que en el futuro sería la ciudad de Viña del Mar, para lo cual diseñó un sistema de grandes avenidas y parques, regados con embalses que construyó en los cerros aledaños al balneario.

Vergara fue un político muy activo. Como parlamentario impulsó las reformas secularizadoras de fines de siglo y fue partidario de la reforma al sistema educacional. Se desempeñó como ministro de Guerra y Marina del presidente Aníbal Pinto y ministro del

Interior del presidente Domingo Santa María. Era el sucesor cantado de Santa María para sucederlo en la primera magistratura, pero no vaciló en criticarlo desde el Senado y el periodismo cuando consideró que el mandatario se apartaba de sus principios liberales para caer en los vicios que ambos reprocharon a los conservadores. Entonces Santa María rompió con él y trasladó su apoyo a José Manuel Balmaceda, quien fue el próximo presidente. Con ácida pluma, José Francisco Vergara vapuleó a Santa María en artículos del diario La libertad electoral, en 1886, que firmaba como Severo Perpena.

Entre sus múltiples actividades fue también bombero destacado. Llegó a ser Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago entre 1885 y 1887, y fue uno de los fundadores de la Primera Compañía de Bomberos de Viña del Mar, que lleva su nombre.

Pero tal vez la etapa más conocida de su vida pública diga relación con su participación en la Guerra del Pacífico. El presidente Aníbal Pinto nombró a José Francisco Vergara secretario del entonces comandante en jefe del Ejército, Justo Arteaga. En ese momento, previo a la declaración de guerra, los militares tenían una posición distinta a la del gobierno y rechazaban la injerencia de civiles en los asuntos castrenses. La posición del gobierno de Aníbal Pinto, que Vergara representaba, era declarar la guerra y en el mismo

día bombardear la flota peruana que se sabía estaba en reparaciones en el Callao, dejando de este modo abierto el camino a Lima. Los militares, en cambio, pensaban que era necesario ir más lento, primero bloquear Iquique y luego hostilizar a los pobladores de Tarapacá, de tal modo que se fuera escalando paso a paso hasta llegar a Lima. No la tuvo fácil Vergara durante la guerra. Para entenderlo bien transcribo un párrafo de una carta que escribió, en octubre de 1879, a su hijo Salvador, que se encontraba realizando sus estudios en París.

“Tomo parte en todo o casi todo lo que se resuelve y asumo también una parte proporcional en las responsabilidades, lo que me obliga a seguir adelante con mis compromisos, porque no es conciliable con el honor y el respeto que uno debe a su nombre retirarse del peligro cuando van hacia él sus compañeros. Y en el caso mío la cosa sería más censurable aún porque nadie me ha excedido en tesón para trabajar por la guerra ofensiva y tremenda. No he podido pues recular y no cejaré hasta sucumbir o cumplir por completo con el deber como yo lo entiendo”.

Cumplió con su deber hasta dirigir la entrada en Lima del ejército chileno. Fue un soldado honorable y valiente. Sin embargo, era por convicción profunda, un pacifista. Debe de haber tenido un conflicto interno serio, que nos resulta difícil entender. Recordemos que su tiempo no es el nuestro. Nos cuesta ponernos en los sentimientos que un hombre albergó en lo íntimo de su ser hace ciento cuarenta y tres años. Era el siglo XIX; estaba lejos de iniciarse el XX, en el que se desencadenarían las dos guerras más terribles que ha presenciado la humanidad; no existían las máquinas de matar que conocemos hoy; no habían estallado las bombas en Hiroshima y Nagasaki. Tampoco existía el concepto de la aldea global ni la migración permanente entre países y continentes. El patriotismo tenía, tal vez, un sentido más fuerte del que tiene hoy día. No lo sabemos a ciencia cierta. De lo que sí estamos seguros es de que José Francisco Vergara ponía la inteligencia por encima de la fuerza de las armas. Nos lo demuestran las cartas que escribía a su hijo que, en París, se mostraba entusiasmado con seguir la carrera militar. Procuraba, con cariño paternal, hacerlo cambiar de idea.

“Veo que te apasiona e interesan mucho las cosas de guerras y aunque esto sea una tendencia natural, no la fomentes porque es para nosotros uno de los gustos más estériles”, le dice. Y acerca de los hombres que dedican su vida a la guerra sostiene: “Soldados hay siempre de sobra en todas las agrupaciones humanas, pero hombres que conozcan el camino de la civilización y que puedan guiar por él a sus semejantes, no sobran en ninguna sociedad y esos sí que son los verdaderos héroes de la humanidad”.

Como masón, Vergara fue iniciado en la R...L.. . Unión Fraternal número uno, de Valparaíso, el 19 de octubre de 1864. Elegido miembro del Consejo del Gran Maestro, por un periodo de tres años, el 1º junio 1868. El 6 de noviembre de ese año el Gran Maestro Arlegui le nombró en una comisión para revisar los nuevos catecismos de los grados primero, segundo y tercero. Fue elegido Gran Maestro el 21 de julio de 1881, pero sus obligaciones como ministro de Estado le impidieron ejercer como tal, correspondiéndole al hermano Manuel Rojas Mandiola, elegido Diputado Gran Maestro en la misma elección, encabezar la Orden. El Gran Maestro Vergara presentó su renuncia en varias oportunidades, hasta que le fue aceptada finalmente el 18 de agosto de 1882.

Murió en Viña del Mar el 14 febrero 1889.

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