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PARADOJAS EN TIEMPOS DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Los librepensadores y laicistas no debemos descansar en su defensa, pues, en pleno siglo XXI y pese a tener la mayor cantidad de información y conocimiento acumulado en la historia y con niveles de acceso increíblemente abiertos y transversales, es posible aún revisar en las noticias situaciones increíbles causadas por personajes capturados por un dogmatismo, fanatismo y fundamentalismo que raya lo inverosímil en la sociedad y el mundo actual. Paradójico, por decir lo menos. Lamentable, bajo mi prisma. Desafiante, espero, para los laicistas de esta década y las siguientes.

Así, textualmente finalicé el texto de la edición pasada, donde recordé sobre las tareas pendientes de los laicistas en esta era de la información y hoy con una fuerte arremetida, además, de la inteligencia artificial como tecnología cotidiana.

¿Por qué menciono lo de la inteligencia artificial?

Porque hoy en día tanto en las redes sociales como en los medios de prensa se está hablando mucho de la aplicación chatGPT y de sus alcances, potencialidades y, los más agoreros, conservadores u apocalípticos, de su potencial colaboración en difusión de fake news, información errada (como si ya no estuviéramos plagados de ello) y la destrucción del mundo y la humanidad, los más graves. Bueno, uno de los usos de la inteligencia artificial es justamente la capacidad de obtener, cotejar, comparar y resumir grandes cantidades de información. Como bien decía en el artículo pasado, la cantidad de la que disponemos el día de hoy es ingente e in crescendo. Aquí la invitación es, entonces, a ser integrados, en vez de apocalípticos [Eco, 1968].

Así, la información, cultura global y distintas vi- siones del mundo y de la vida son asequibles de un extremo del globo al otro en segundos, bueno en realidad en milisegundos. Podemos investigar sobre temas académicos con información del país que elijan en el mundo o recorrer las distintas manifestaciones culturales con un par de clicks. Ello aplica para todo tema. El que se imaginen e incluso el inimaginable o que jamás pasó por nuestra cabeza, alguien en el mundo ya escribió al respecto... y podemos leerlo. Si me pongo exagerado, hasta podemos descargarlo en el idioma original y pasarlo por el traductor que hace el trabajo (incluso a veces sugerido en el navegador y de modo automático) en tiempo real. Así los idiomas árabe, chino, japonés o el que imaginen, ni siquiera es traba o impedimento.

Ahora, la situación presentada constituye un escenario y condiciones sin precedentes para el ejercicio de la libertad, la sensatez y el arte de pensar. Pero, la realidad nos baña con hechos que rayan en lo inverosímil. No había alcanzado a terminar la lectura de Occidente de abril, cuando leo una noticia sobre el inicio de uso de tecnología de punta, en cuanto seguridad y seguimiento, en un país del sur de Asia. En particular me refiero a Irán, la república islámica ubicada en el mismo lugar del otrora Imperio Persa, que se caracterizaba por su política tolerante y tolerancia religiosa. Dicha república comenzará a utilizar la tecnología para implementar el “plan de castidad e hiyab”, que reimpone el uso del velo en las mujeres y multa al comercio que permita mujeres sin velo o hiyab.

Revisando las noticias en el periódico hammihanonline, era posible leer un profundo debate, aunque mermado por las circunstancias culturales, con pinceladas de libertad entre el lamento y la resignación. “Para mí, la ira fue el sentimiento que más sentí este sábado. ¿Hacia dónde nos llevará este sábado? “Inyectar miedo a las mujeres es antisocial y nos hace sentir más presionadas”, señalaba una entrevistada por la reportera Zahra Jafarzadeh. La desazón femenina contrastaba con el tono amenazante de los hombres encargados de la “seguridad” y las leyes. Ahmad-Reza Radan, comandante de Fuerza Disciplinaria de la República Islámica de Irán, señalaba en el portal de noticias de la policía: “...En una iniciativa de la policía para evitar cualquier tensión y conflicto con los conciudadanos al establecer la ley del hiyab, se utilizarán herramientas y cámaras inteligentes en lugares y vías públicas que identificarán a las personas que infrinjan las normas y enviarán las imágenes y mensajes al celular como advertencia a los infractores de la Ley de Hiyab y Castidad Pública, en el momento y lugar se les informará de las consecuencias legales de la reincidencia en este”. “Las cámaras de seguridad no cometerán errores” indicó Radan, además, en unas declaraciones en el periódico ‘Hammihan’ durante la procesión del Día de Quds.

Se hace necesario un respiro demasiado largo para poder aquilatar todo lo referente a este dogmatismo impuesto desde el Estado. No por nada he recalcado tantas veces la necesidad del laicismo en la vida cotidiana, que no es nada más que la separación del Estado y las religiones de turno. El Estado tiene un peso específico demasiado grande y desequilibrante en la vida de las personas que aceptamos gustosos el contrato social de un Estado de Derecho. El auge de los Estados y repúblicas islámicas en la zona del Oriente Medio ha golpeado con fuerza en los últimos cincuenta años. De hecho, no toda la vida pasada fue igual en la zona y la capacidad de elegir, decidir y pensar, es decir, unos de los componentes más importantes de la libertad, era palpable. Hace menos de un año exponía unas fotografías de los años cincuenta del siglo pasado de una universidad en Egipto, que aún estando en blanco y negro mostraba una cantidad muy menor de mujeres con el velo de manera voluntaria. En contraste una del siglo XXI, a todo color, con la totalidad de las mujeres con velo o hiyab. De hecho, uno de los puntos de quiebre en ese sentido, está consensuado por los historiadores en la revolución islámica en Irán el año 1979 y la invasión a Afganistán por parte de la URSS, hechos que a la larga sostuvieron la tesis del fundamentalismo islámico que ve lo contemporáneo y la modernización como la causa de todo el mal presente en el mundo musulmán [López de Miguel y Angeoletto, 2016].

No obstante, aunque en expresiones distintas, ni América ni Europa se salvan del auge de los fundamentalismos y hoy vemos corrientes religiosas ultraconservadoras no sólo llegar al poder, a través de las urnas, es decir, con apoyo mayoritario de la población, sino el reflotar de varios dogmatismos que alguna vez creimos extintos o en vías de. Al igual que en la zona asiática, la religión vio en la política un elemento poderoso para el proselitismo o, lisa y llanamente, la imposición de dogmas. Y aun cuando en este lado de occidente no se generan revoluciones como la iraní, el punto débil de nuestras democracias, quizá con la excepción mexicana, es que no está normada la inclusión de la religión en la política.

Y si bien la caja de resonancia de la democracia es menor que una agitada revolución, lo permeable del sistema de partidos no impide la intromisión implícita o explícita de las religiones con intereses particulares en los gobiernos. No hace mucho, por ejemplo, una ministra de educación, pastora evangélica, en Brasil, recalcaba que los niños debían vestir de celeste y las niñas de rosado. O en el Paraguay las leyes y congresos médicos, en particular los ligados a la investigación reproductiva, están cooptados por grupos religiosos. El caso de República Dominicana, país con concordato vigente y amplia influencia, sino cooptación, en la política, es un punto negativo a destacar, pues dada esa coerción, la educación sexual, anticoncepción y otros derechos femeninos están limitados. Ello los tiene como el país con mayor embarazo adolescente en Latinoamérica, rozando el veinte por ciento. Y así podemos mencionar muchos casos que, a modo de efecto colateral de no tener un Estado laico o no considerar las bondades del laicismo, nos muestran cómo un descontrol de esa relación entre creencias y Estado perjudica a sociedades enteras en términos de libertad, librepensamiento y, en los casos como este, en el diario vivir.

Volviendo al Medio Oriente, y tras leer algunos periódicos y portales persas, es inconcebible, para quienes amamos el arte real del pensar y de la investigación racional, por sobre cualquier teoría sobrenatural, como la intelectualidad iraní, en este caso, no levanta la voz en busca de mejores condiciones y expandir el cerco que hoy limita el marco donde es posible la búsqueda. No es un llamado tampoco a salir con metralletas a derrocar un régimen político, pues la batalla del librepensamiento, del laicismo, es indiscutiblemente intelectual. Es en ese terreno donde los pensadores laicos y laicistas tenemos que pisar y llevar la discusión. Y en Irán, así como en todo el mundo, los hay. A veces quizá en número muy menor, pero siempre encontrarán apoyo y eco en la sensatez, ya sea del mundo académico o de los círculos, por pequeños que sean, que propagan los ideales de libertad de pensamiento en el mundo. Claramente ese es el camino, porque si bien el cristianismo, con casi la mayoría de sus variantes, el islamismo y en general las religiones vigentes no son incompatibles, es difícil y casi imposible que el laicismo nazca o provenga como iniciativa de las religiones. El laicismo es una construcción política que siempre se ha encontrado con resistencias en los países cristianos, como ahora la encuentra en los musulmanes [Bauberot, 2005].

En esa misma línea, es imprescindible recordar que la búsqueda del Estado laico estará siempre guiada por el sentimiento de libertad e igualdad que son, en definitiva, pilares de la construcción de la tolerancia, que es el valor más importante al momento de convivir en sociedad, en detrimento de agrupaciones que pretendan, al contrario, utilizar sus redes o influencias para efectos de proselitismo que no sólo aseguren su porvenir o sobrevivencia, sino que terminen imponiéndose a sus “competidores”, por llamarlos de alguna manera.

Una razón central del surgimiento del Estado laico es la protección de la conciencia frente a las amenazas externas. Desde el punto de vista de la relación entre Estado e Iglesias, las instituciones del Estado laico son autónomas con respecto a las organizaciones confesionales. Son neutrales en cuanto que no optan por una creencia particular en detrimento de las demás, sino que garantizan a todos los individuos libertad de religión y de culto, sin establecer entre las religiones ni un sistema de privilegios ni un sistema de control [Yturbe, 2006].

En ese sentido y compartiendo el razonamiento de Yturbe, es necesario recalcar que la amenaza al laicismo no es la creencia o religión propiamente tal, y es por ello que el Estado no debe intervenir y se refuerza el sentido de la neutralidad. Cuando digo no intervenir, es que no debe involucrarse con la entidad particular que pueda estar buscando el desequilibrio como tal, sino establecer los marcos para que de manera indirecta, es decir, lejos de cualquier animadversión, se impida a esas instituciones maniobrar en ese sentido.

La doctrina del laicismo sostiene no sólo la separación política y jurídica entre Iglesia y Estado, sino también los derechos individuales de libertad respecto de esos dos poderes. El corazón de la laicidad está en la garantía, ofrecida por el Estado, de la libertad de conciencia para todos [Yturbe, 2006]. Y esa libertad de conciencia, limitada al punto de la inexistencia en Irán y en los Estados musulmanes radicales, donde el fundamentalismo se ha impuesto a la fuerza, es la que debemos defender, proteger y no descuidar. Los pensadores de hace no más de cincuenta años, así como el sentido mismo de la tolerancia que reinaba incluso siglos antes de esta era, común en los tiempos del Imperio Persa, jamás imaginaron esta debacle y este nivel de intolerancia. Nunca intuyeron que esa pequeña alianza político-religiosa iba a terminar cercenando las alas de la sociedad asiática del sur y, sobre todo, de las mujeres que son las que más sufren el impacto en esta situación, no sólo reñida con el laicismo, sino literalmente opuesta al sentido mismo tras esa doctrina.

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