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ECONOMÍA CIRCULAR Y CONSUMO RESPONSABLE CLAVES PARA ENFRENTAR LA DESTRUCCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

Las jóvenes generaciones millennials y centennials han impulsado el desarrollo y consolidación de estas nuevas tendencias, exigiendo a las empresas dejar atrás los paradigmas de la producción lineal para ofrecer productos éticos y sustentables, que optimicen el uso de los recursos naturales y reduzcan la generación de residuos contaminantes.

Desde mediados del Siglo XX, la sociedad comenzó a practicar un consumo excesivo y exacerbado, donde el acto de adquirir productos o servicios pasó de ser una necesidad a un pasatiempo.

Sin embargo, dicho concepto derivó en un modelo que poco a poco se reveló como insostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental.

Frente a este escenario, no solo se hizo más evidente la necesidad de optimizar el uso de los recursos naturales, sino que también la propia sociedad adquirió cada vez más conciencia sobre el creciente daño ambiental que provocaban el consumo descontrolado y la producción lineal.

Y no se trata solo de expresiones retóricas. De acuerdo con recientes estadísticas de FAO y el programa económico de las Naciones Unidas, cada año más de 1.200 millones de toneladas de alimentos frescos se desperdician en todo el mundo.

A ello se suman más de 8 millones de toneladas de basura plástica vertidas en océanos y otros ecosistemas frágiles, y más de 39.000 millones de toneladas de ropa usada, que también terminan en vertederos o incineradores.

Cifras que demuestran el progresivo e insostenible deterioro ambiental, que se fue haciendo cada vez más elocuente durante el transcurso del presente siglo. Especialmente en términos de contaminación y emisiones de gases invernadero, que a su vez contribuyen a potenciar los efectos nocivos del calentamiento global y el cambio climático.

Ante dicha evidencia, surgieron cada vez más voces críticas, que hicieron eco de las advertencias científicas y forjaron nuevas tendencias de pensamiento orientadas a enmendar este desequilibrio.

Los casos más emblemáticos corresponden a las nuevas generaciones Millennials y Centennials (nacidos después de las décadas de 1990 y 2000, respectivamente), quienes asumieron el reto de enfrentar decididamente esta situación. Ya no solo desde un simple punto de vista filosófico, sino también como consumidores activos de productos y servicios.

Esto permitió, tal como explican los analistas de mercado, el surgimiento de un nuevo consumidor autodefinido como “ético, sustentable y comprometido con el medio ambiente”.

Son, como explican los expertos de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, “personas que ya no están dispuestas a consumir todo lo que la publicidad quiera venderles, sino que, muy por el contrario, decantan sus decisiones de compra hacia aquellos productos que puedan demostrar que no impactan negativamente al medio ambiente”.

ECONOMÍA CIRCULAR, LA CLAVE

Frente a este escenario de peligros y complejos desafíos, la economía circular surge como la respuesta precisa para encauzar la producción presente y futura hacia un escenario de más sustentabilidad, eficiencia y respeto por el medioambiente.

Esto se debe a que la economía circular establece un modelo de producción y consumo más sostenible, donde insumos y materias primas se mantienen durante más tiempo dentro de los ciclos productivos y pueden, de este modo, aprovecharse de forma constante y recurrente.

Ello permite reutilizar ingredientes orgánicos y sintéticos que, de otro modo, hubiesen terminado en la basura, con lo cual no solo se reduce la generación de residuos contaminantes y la emisión de gases de efecto invernadero, sino que además se optimiza el uso de suelos y de recursos escasos, como el agua y los suelos de cultivo, entre otros.

¿CÓMO SE PONE EN PRÁCTICA LA ECONOMÍA CIRCULAR?

Técnicamente, la economía circular es un concepto que intenta repensar y/o rediseñar los flujos de consumo y todo el sistema productivo en su conjunto.

Su objetivo es reducir el desperdicio y, al mismo tiempo, ahorrar energía y prevenir daños irreversibles en el medio ambiente, causados tanto por las actividades productivas, como por la comercialización de productos finales (artículos de consumo, alimentos, bebidas o, incluso, servicios).

Para alcanzar estos objetivos, la economía circular se basa en repensar la forma de desarrollar, elaborar y comercializar, de modo tal de asegurar el uso eficiente y la recuperación de los recursos naturales del planeta.

Según explican los especialistas internacionales, para ello es necesario minimizar la generación de residuos y favorecer el mantenimiento en el mercado, de productos, materiales y recursos, durante el mayor tiempo posible.

Esto implica implementar acciones claves como, por ejemplo, reparar y reciclar la ropa usada, reutilizar los electrodomésticos y dispositivos tecnológicos, y redistribuir las frutas y verduras desechadas de los mercados de exportación por su “mal aspecto”.

Todo ello orientado a construir y consolidar un nuevo modelo de producción y consumo de bienes y servicios, directamente basado en el respeto al medio ambiente y la sostenibilidad permanente.

Los principios básicos de la economía circular son los siguientes:

* Eliminar el desperdicio y la contaminación en la producción base.

* Mantener y reutilizar los productos y materias primas durante múltiples ciclos de uso.

* Regenerar la naturaleza.

Para abastecer este modelo productivo, se necesita implementar dos ciclos: biológico y técnico.

El ciclo biológico se encarga de actualizar las materias primas utilizadas en la producción de bienes o alimentos, permitiendo reinsertarlas en el medio ambiente después de su uso. Por ejemplo, en forma de compost para el abono de tierras de cultivo.

El ciclo técnico, a su vez, está reservado para la restauración de productos que ya han sido utilizados, mediante la reutilización, reparación y reciclaje. Con ello se elimina el desecho de ropa, plásticos, cauchos y otros materiales dañinos para el entorno natural.

Implementar este modelo productivo ético y sustentable, no solo permite reducir el impacto negativo de las industrias sobre el medio ambiente; también representa un valioso aporte para la economía mundial.

De hecho, según estudios del Foro Económico Mundial, que cita cifras de la consultora Accenture, introducir estos cambios en el modelo productivo y de consumo podría entregar beneficios totales de hasta 4,1 billones de euros, solo durante la presente década.

A su vez, la Organización Internacional del Trabajo calcula que la transición a una economía circular podría crear más de seis millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Todo ello a medida que las empresas dejen atrás el antiguo modelo de ganar dinero “extrayendo, fabricando, utilizando y eliminando” productos en forma indiscriminada.

Pero la economía circular también trae consigo la promesa de la eficiencia. En tal sentido, los estudios del Foro Económico Mundial predicen, por ejemplo, que los fabricantes de automóviles que adopten un enfoque circular podrían aumentar sus beneficios en un 150%.

Esto ha impulsado a grandes empresas multinacionales como Nestlé, Renault y Peugeot, entre otras, a implementar procesos circulares en sus respectivas líneas de producción.

Ejemplo que muy pronto deberán seguir los demás protagonistas del mercado mundial, en la medida que los nuevos consumidores éticos y sustentables, decanten sus opciones de compra por productos que sean efectivamente circulares.

De hecho, según estiman los analistas de mercado, quienes no se sumen a esta tendencia, corren el riesgo de perder poco a poco las preferencias de sus clientes y desaparecer del mercado.

¿CÓMO INSERTARSE?

Estas nuevas tendencias de consumo ético y sustentable le han dado, precisamente, mayor realce a la necesidad de profundizar el modelo de producción y consumo circular en todo el mundo, incluyendo Chile.

Esto se traduce en la implementación de diversas políticas basadas en las siguientes grandes líneas de acción:

Disminuir el desperdicio alimentario Esto se logra mediante iniciativas que, por ejemplo, reutilicen materias primas para elaborar nuevos productos y bebidas, o que redistribuyan frutas y verduras des- echas en packaging, ferias libres y supermercados. Reducir la generación de basura, especialmente ropa, artículos tecnológicos, caucho y los dañinos plásticos de un solo uso (que en Chile están siendo prohibidos gracias a la entrada en vigencia de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor o REP).

Impulsar la movilidad sostenible, priorizando los sistemas de transporte público por sobre los automóviles particulares, y reduciendo el parque de vehículos de combustión interna reemplazándolos por tecnologías eléctricas o de hidrógeno verde.

Cada una de estas acciones implica reducir la huella de carbono de las empresas y de los consumidores, contribuyendo a mitigar los efectos del calentamiento global, el cambio climático y la degradación de ecosistemas terrestres y acuáticos.

Econom A Circular Y Consumo Responsable

A partir de todas estas variables ya expuestas, es posible concluir que la economía circular es la mejor estrategia para consolidar las nuevas tendencias de consumo responsable, impulsadas por las jóvenes generaciones Millennials y Centennials, quienes a diario expresan, tanto en su interacción cotidiana como a través de su presencia en redes sociales, actitudes críticas y comprometidas con el medio ambiente.

Una de las formas más características de manifestar estas nuevas tendencias, consiste en preguntar cuáles han sido las condiciones sociales y ecológicas en las que se han elaborado los productos que consumen. De este modo, son capaces de orientar su decisión de consumo solo hacia aquellos productos que consideren verdaderamente éticos y sustentables.

Este nuevo consumo responsable-circular está conformado por tres ejes:

* Consumo ético

* Consumo solidario

* Consumo ecológico.

Esto implica que, para las nuevas generaciones de consumidores es importante elegir productos fabricados en condiciones laborables dignas y con el mínimo impacto negativo sobre el medioambiente.

Pero, al mismo tiempo, también es importante para ellos dejar de comprar lo que es innecesario, con el objetivo de no malgastar los recursos naturales del planeta Tierra.

Para los analistas esto también implica que el nuevo consumidor responsable no solo elige los productos de acuerdo con el criterio tradicional de precio-calidad, sino también teniendo en cuenta cómo fueron fabricados, quién se lleva el beneficio y cuál es la conducta de las empresas que los ofrecen. Actitudes que, al mismo tiempo los han llevado a ceñirse cada vez más a los siguientes principios:

* Moderar el consumo.

* Informarse sobre el producto, origen y eventual impacto sobre el medioambiente de su proceso de fabricación.

* Privilegiar aquellas empresas que priorizan la reutilización, el reciclaje y la agricultura orgánica.

* Denunciar las malas prácticas comerciales que generen desigualdad, desperdicio de recursos e impactos negativos en el ambiente.

* Analizar el ciclo de vida de los productos y favorecer aquellos que son más duraderos.

* Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y preferir los naturales.

* Rechazar productos del tipo “usar y tirar”, y que utilicen envases o envoltorios innecesarios.

Acciones críticas que poco a poco han obligado a las empresas a reorientar el tradicional modelo de la producción lineal, y que permiten avizorar un futuro más promisorio, no solo para el medio ambiente, sino también para el conjunto de la sociedad.

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