Historias de miedo para contar en la oscuridad - Primeros capítulos

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LEE ESTE LIBRO, SI TE ATREVES. Por primera vez, esta icónica antología de cuentos de terror se reúne en un solo volumen que recoge las historias publicadas en los libros

Historias de miedo para contar en la oscuridad, Más historias de miedo para contar en la oscuridad e Historias de miedo para contar en la oscuridad 3.

HISTORIAS DE MIEDO

PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD Selección de ALVIN SCHWARTZ Ilustrado por BRETT HELQUIST

El folclorista Alvin Schwartz nos ofrece algunas de las historias más inquietantes de horror, venganza y eventos sobrenaturales de todos los tiempos. Junto a las ilustraciones de Brett Helquist, estos relatos han sido durante años fuente de inspiración en la obra de Guillermo del Toro, quien por fin ha logrado llevarlos a la gran pantalla en una deslumbrante superproducción.

PRODUCIDA POR GUILLERMO DEL TORO

SEAN DANIEL JASON F. BROWN J. MILES DALE ELIZABETH GRAVE BASADA EN LA SERIE DE ALVIN SCHWARTZ SCREENSTORY DE GUILLERMO DEL TORO GUION DE DAN HAGEMAN & KEVIN HAGEMAN DIRIGIDA POR ANDRE ØVREDAL

LAS HISTORIAS QUE INSPIRARON LA NUEVA SUPERPRODUCCIÓN DE grantravesia /

www.grantravesia.es

@OceanoGTravesia

978-84-948414-8-4

#HistoriasdeMiedo

GUILLERMO DEL TORO


HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD



HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD Recogidas del folklore popular y adaptadas por Alvin Schwartz

Con ilustraciones de Brett Helquist


Historias de miedo para contar en la oscuridad Este volumen recoge las historias publicadas en los libros Historias de miedo para contar en la oscuridad, Más historias de miedo para contar en la oscuridad e Historias de miedo para contar en la oscuridad 3. Título original: Scary Stories to Tell in the Dark Texto © 1981, Alvin Schwartz Ilustraciones © 2007, Brett Helquist Título original: More Scary Stories to Tell in the Dark Texto © 1984, Alvin Schwartz Ilustraciones © 2010, Brett Helquist Título original: Scary Stories 3: More Tales to Chill Your Bones Texto © 1991, Alvin Schwartz Ilustraciones © 2011, Brett Helquist Traducción: José Manuel Moreno Cidoncha Diseño de portada: D.R. © 2017, Editorial Océano, S.L. Milanesat 21-23, Edificio Océano 08017 Barcelona, España www.oceano.com www.grantravesia.es D. R. © 2017, Editorial Océano de México, S.A. de C.V. Eugenio Sue 55, Col. Polanco Chapultepec, C.P. 11560, Miguel Hidalgo, Ciudad de México www.oceano.mx www.grantravesia.com Primera edición: 2019 ISBN: 978-84-948414-8-4 Depósito legal: B Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. impreso en españa

/ printed in spain


“La Cosa” se adaptó de un relato sin nombre incluido en Bluenose Ghosts de Helen Creighton con la autorización de McGraw-Hill Ryerson Ltd., Toronto. Copyright 1957, The Ryerson Press. “La casa embrujada” se adaptó del cuento “The Haunted House”, incluido en American Folk Tales and Songs de Richard Chase, con la autorización de Dover Publications. Copyright 1956, Richard Chase; 1971, Dover Publications. “Los huesos de Aaron Kelly” se adaptó del relato “Daid Aaron II”, incluido en The Doctor to the Dead: Grotesque Legends & Folk Tales of Old Charleston de John Bennett, con la autorización de Russell & Volkening, Inc., que actuó como agente del autor. Copyright 1943, 1971, Bennett. “¡Átame si puedes, intrépido caminante!” se adaptó del relato “The Rash Dog and the Bloody Head”, incluido en Hoosier Folklore Bulletin, vol. 1, 1942, con la autorización del doctor Herbert Halpert, recolector del relato. “Caimanes” se adaptó de “The Alligator Story”, incluido en Sticks in the Knapsack and Other Ozark Folk Tales de Vance Randolph, con la autorización de Columbia University Press. Copyright 1958, Columbia University Press. “El lobo blanco” se adaptó del relato “The White Wolf”, incluido en The Telltale Lilac Bush and Other West Virginia Ghost Tales de Ruth Ann Musick, con la autorización de University of Kentucky Press. Copyright 1965, University of Kentucky Press. “Un caballo nuevo” se adaptó del relato “Bridling the Witch”, incluido en Up Cutshin and Down Greasy: The Couches’ Tales and Songs (reeditado bajo el nombre Sang Branch Settlers: Folksongs and Tales of an Eastern Kentucky Family) de Leonard W. Roberts con la autorización del doctor Roberts. Copyright 1980, Leonard W. Roberts. La notación musical en las páginas 34 y 55 fue transcrita e ilustrada por Melvin Wildberger.



ÍNDICE INTRODUCCIÓN. COSAS EXTRAÑAS Y ESPELUZNANTES, 11 1. ¡AAAAAAAAAAAH!, 15 El dedo gordo del pie, 17 La caminata, 21 ¿Para qué has venido?, 23 ¡Átame si puedes, intrépido caminante!, 27 Un hombre que vivía en Leeds, 31 Una vieja muy flaca y gris, 33

2. ÉL OYÓ UNOS PASOS SUBIENDO POR LAS ESCALERAS DEL SÓTANO, 35 La Cosa,37 Frío como el hielo, 39 El lobo blanco, 43 La casa embrujada, 47 Los invitados, 51

3. ELLOS SE COMERÁN TUS OJOS, ELLOS SE COMERÁN TU NARIZ, 53 La canción del coche fúnebre, 55 La chica que se puso sobre una tumba, 57


Un caballo nuevo, 59 Caimanes, 63 Sitio para uno más, 65 El Wendigo, 69 Los sesos del hombre muerto, 75 ¿Puedo llevar su cesta?, 77

4. OTROS PELIGROS, 79 El garfio, 81 El vestido de noche de satén blanco, 85 Luces largas, 87 La niñera, 91

5. ¡AAAAAAAAAAAH!, 95 El ratero, 97 El ático, 99 El gran babosín, 103 Los huesos de Aaron Kelly, 105 Espera a que llegue Martin, 109 El fantasma de los dedos ensangrentados, 111 Abreviaturas, 115 Notas, 117 Fuentes, 129 Bibliografía, 139 Agradecimientos, 149


Para Dinah A. S.



INTRODUCCIÓN

COSAS EXTRAÑAS Y ESPELUZNANTES

L

os primeros colonos norteamericanos solían entretenerse contando historias de miedo. Se reunían al anochecer en alguna cabaña, o alrededor de un fuego, y competían para demostrar quién era capaz de asustar más. Algunas chicas y chicos hacen lo mismo hoy día. Se reúnen en la casa de alguien, apagan las luces, comen palomitas de maíz, y se pegan unos sustos de muerte. Contar historias de miedo es algo que la gente ha hecho durante miles de años, y a la mayoría de nosotros nos gusta que nos asusten de esa manera. Dado que no acarrea peligro, consideramos que se trata de algo divertido. Hay un gran número de historias escalofriantes que contar. Existen historias de fantasmas. Hay cuentos de brujas, demonios, hombres del saco, zombis y vampiros; así como relatos de criaturas monstruosas


y de otros peligros. Hay incluso historias que nos hacen reír con todos sus horrores. Algunas de estas leyendas son muy antiguas, y se cuentan en diversas partes del mundo. Y la mayoría de ellas tienen el mismo origen. Se basan en hechos que las personas vieron o escucharon o experimentaron, o que al menos piensan que así fue. Hace muchos años un joven príncipe se hizo famoso por una historia de miedo que comenzó a contar, pero que no terminó. Se llamaba Mamilio, y probablemente tenía nueve o diez años de edad. William Shakespeare habló de él en El cuento de invierno. Fue en un oscuro día de invierno cuando su madre, la reina, le pidió que le contara una historia. —Para el invierno lo mejor es un cuento triste —dijo él—. Conozco uno de duendes y aparecidos. —Procura que tus aparecidos me asusten —dijo ella—. Tú sabes cómo hacerlo. —Lo contaré en voz baja —repuso él—. Para que no lo oigan esos grillos de ahí. Y comenzó a narrar: —Había una vez un hombre que vivía junto a un cementerio… —pero eso fue todo lo que dijo, pues en ese momento entró el rey, apresó a la reina y se la llevó lejos. Justo después de eso, Mamilio murió. Nadie sabe cómo habría terminado su historia. Si tú la comenzaras como él lo hizo, ¿qué contarías? 12


El objetivo de la mayoría de las historias de miedo es, por supuesto, el de ser contadas a otras personas. De esta manera resultan más terroríficas. Pero, es importante cómo se cuentan. Como bien sabía Mamilio, la mejor forma de hacerlo es en voz baja, para que tus oyentes se inclinen hacia adelante con la intención de escuchar tus palabras, y hablar despacio, para que tu voz suene más temible. Y el mejor momento para contar estas historias es por la noche. En la oscuridad y la penumbra es fácil para alguien que escucha imaginar todo tipo de cosas extrañas y aterradoras.

Alvin Schwartz Princeton, Nueva Jersey

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¡AAAAAAAAAAAH! Este capítulo está lleno de “historias que hacen saltar” y que puedes utilizar para que tus amigos SALTEN de miedo.


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EL DEDO GORDO DEL PIE

U

n niño estaba excavando en un jardín cuando vio un dedo gordo del pie. Intentó extraerlo, pero estaba pegado a algo. Así que le dio un buen tirón y se le quedó en la mano. Entonces oyó un gemido y salió corriendo. El muchacho llevó el dedo del pie a la cocina y se lo mostró a su madre. —Tiene un aspecto fresco y rollizo —dijo ella—. Voy a ponerlo en la sopa y lo comeremos en la cena. Esa noche su padre cortó el dedo del pie en tres partes, de modo que cada uno de ellos se quedó con un trocito. Luego sirvieron los platos y cuando se hizo de noche se fueron a la cama. El niño se quedó dormido casi al instante. Pero en mitad de la noche, un sonido lo despertó. Era algo que provenía de la calle. Se trataba de una voz, y lo llamaba. —¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz.


Cuando el niño oyó esto, se asustó mucho. Pero pensó: No sabe dónde estoy. Nunca me encontrará. Entonces escuchó la voz una vez más, pero ahora estaba más cerca. —¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió de nuevo la voz. El muchacho puso las mantas sobre su cabeza y cerró los ojos. Voy a dormir, pensó. Cuando me despierte, se habrá ido. Pero pronto escuchó abrirse la puerta trasera, y otra vez se oyó que la voz decía: —¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz por tercera vez. Entonces el chico oyó unos pasos que atravesaban la cocina, el comedor, el salón, y el vestíbulo principal. Luego, lo que fuera que hubo entrado en su casa, comenzó a subir las escaleras lentamente. Los pasos se oían cada vez más cerca. Pronto alcanzaron el pasillo de arriba. Ahora estaban al otro lado de su puerta. —¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió aterra­ doramente la voz. Su puerta se abrió. Temblando de miedo, escuchó los pasos acercarse lentamente hacia su cama a través de la oscuridad. Entonces el sonido de los pasos cesó. —¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz con estruendo. 18


(Llegados a este punto, haz una pausa. Luego salta hacia la persona que tienes a tu lado y grita:) “¡LO TIENES TÚ!”

“EL DEDO GORDO DEL PIE” también tiene otro final. Cuando el chico oye la voz pidiendo su dedo, se encuentra con una criatura de aspecto extraño en el interior de la chimenea. El muchacho está tan aterrado que no puede moverse. Sólo se queda allí de pie, observando al monstruo. Al fin, pregunta: —¿P-p-p-para qué tienes unos ojos tan grandes? Y la criatura responde: —¡Para mirar den-trooo, muy den-trooo de ti! —¿P-p-p-para qué tienes unas garras tan grandes? —¡Para ca-vaaar tu tum-baaa! —¿P-p-para qué tienes una boca tan grande? —¡Para tragar-teee en-teee-rooo! —¿P-p-para qué tienes unos dientes tan afilados? —¡PARA MASTICAR TUS HUESOS! (Al recitar la última línea, salta sobre uno de tus amigos.)

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LA CAMINATA

U

n día, mi tío estaba caminando por un solitario camino de tierra. Entonces se encontró con un hombre que también recorría ese camino. El hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre tenía miedo de mi tío, y mi tío sentía miedo de ese hombre. Pero siguieron caminando, y empezó a oscurecer. El hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía mucho miedo de mi tío, y mi tío sentía mucho miedo de aquel hombre.


Pero siguieron caminando y llegaron a un gran bosque. Estaba anocheciendo. Y el hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía un miedo terrible de mi tío, y mi tío sentía un miedo terrible de aquel hombre. Pero siguieron caminando, internándose en las profundidades del bosque. Se estaba haciendo más oscuro. Y el hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía un miedo espantoso de mi tío, y mi tío sentía un miedo espantoso de: (¡Ahora GRITA!)

“¡AAAAAAAAAH!”

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¿PARA QUÉ HAS VENIDO?

H

abía una anciana que vivía apartada y en soledad. Una noche, sentada en la cocina, dijo: “Oh, cuánto me gustaría tener un poco de compañía”. Tan pronto como ella hubo hablado, bajaron por la chimenea dos pies a los que se les había podrido la carne. A la anciana se le saltaron los ojos de terror. A continuación, dos piernas cayeron por la chimenea y se adhirieron a los pies. Después cayó un cuerpo, luego dos brazos y una cabeza humana. Mientras la anciana miraba atónita, las partes se reunieron conformando un gran hombre desgarbado. El hombre comenzó a bailar sin cesar alrededor de la habitación. Cada vez más rápido. Entonces se detuvo y la miró a los ojos: —¿Para qué has venido? —preguntó la anciana con un hilillo de voz que temblaba y se estremecía.



—¿Qué para qué he venido? —respondió él—. ¡He venido por ! (Cuando grites la última palabra, zapatea y salta sobre alguien que tengas cerca.)

TI

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¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!

H

abía una casa encantada donde cada noche una cabeza ensangrentada bajaba por la chimenea. Al menos eso es lo que se decía. Así que nadie se quedaba allí durante la noche. Entonces, un hombre rico ofreció doscientos dólares a quien quisiera hacerlo. Y un muchacho dijo que lo intentaría si podía llevar a su perro con él. De modo que todo fue acordado.


La noche siguiente el chico fue a la casa con su perro. Para hacerlo más agradable, encendió la chime­ nea. Luego se sentó frente al fuego y esperó, y su perro esperó con él. Durante un buen rato nada sucedió. Pero un poco después de la medianoche escuchó a alguien entonar un canto triste en voz baja que provenía del bosque. La melodía decía algo así: “¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!” Es sólo alguien que canta, se dijo el chico a sí mismo, pero estaba asustado. Entonces su perro… ¡respondió a la canción! Con un tono grave y triste cantó:

“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!” El niño no podía dar crédito a sus oídos. Su perro nunca antes había pronunciado palabra. Entonces, unos pocos minutos después, oyó el canto de nuevo. Ahora se percibía más fuerte y más cerca, pero las palabras eran las mismas:

“¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!” Esta vez el muchacho trató de impedir que su perro respondiera. Tenía miedo de que quien fuera que estuviera cantando, lo oyera y viniera en pos de ellos. Pero su perro no le prestó atención, y cantó de nuevo: 28


“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!” Media hora más tarde, el muchacho oyó el canto otra vez. Ahora fue en el patio trasero, y la letra de la macabra canción era la misma:

“¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!”

Una vez más, el chico intentó mantener a su perro en silencio. Pero el perro cantó más fuerte que nunca:

“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!”

Pronto, el niño escuchó nuevamente la melodía. Ahora bajaba a través de la chimenea:

“ ¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!” El perro cantó de nuevo en respuesta:

“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!” De repente, una cabeza ensangrentada cayó por la chimenea. Esquivó el fuego y aterrizó justo a un lado del perro. El perro la miró y cayó muerto de terror. La cabeza giró y miró al chico. Abrió su boca lentamente y… (Vuélvete hacia uno de tus amigos y grita:)

“¡AAAAAAAAAAAH!” 29



UN HOMBRE QUE VIVÍA EN LEEDS

H

abía una vez un hombre que vivía en Leeds que con cientos de semillas sembraba su jardín. Y cuando las semillas hubieron germinado, quedó todo blanco su gran jardín nevado. Y cuando al fin la nieve se empezó a derretir, llegó un barco que debía partir. Y cuando el barco se puso a navegar, era como un ave que no sabía planear. Y cuando el ave logró alzar el vuelo, era como un águila adueñándose del cielo. Y cuando desde el cielo se oyó una tempestad era la muerte que a mi puerta quería entrar. (Ahora baja la voz.)


Y cuando al fin la puerta comenzó a ceder, fue como una navaja atravesándome la piel. Y cuando por la espalda empecé a sangrar… (Apaga las luces.) ¡Yo estaba muerto, muerto de verdad! (Salta sobre tus amigos y grita:)

“¡AAAAAAAAAAAH!”

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UNA VIEJA MUY FLACA Y GRIS

Ésta era una vieja muy flaca y gris; vivía en una casa de marfil. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Ella pensó ir a la iglesia un día, para escuchar al cura decir la homilía. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Y cuando llegó a la iglesia de estilo barroco,


ella pensó parar y descansar un poco. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Al acercarse a la entrada, la anciana seguía cansada. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Pero cuando bajó su mirada del cielo, vio un cadáver que yacía en el suelo. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Desde su nariz hasta la barbilla los gusanos se arrastraban como una vil cuadrilla. ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! La mujer al cura preguntó: “¿Será ése mi aspecto cuando haya muerto?” ¡O-oh! ¡O-oh! ¡O-oh! Y el cura a la mujer respondió: “¡Ése sin duda será tu aspecto cuando hayas muerto!” (Ahora grita:)

“¡AAAAAAAAAAAH!”

És - tae-rau-na vie- ja muy

víaen u - na

ca - sa

fla - cay gris;

vi-

de mar-fil ¡O-oh! ¡o-oh! ¡o-oh!

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ÉL OYÓ UNOS PASOS SUBIENDO POR LA ESCALERA DEL SÓTANO En este capítulo hay fantasmas. Uno de ellos regresa como una persona real. Otro se venga de su asesino. Y también ocurren otros sucesos extraños.

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LA COSA

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ed Martin y Sam Miller eran buenos amigos. Ambos pasaban mucho tiempo juntos. En esa noche en particular estaban sentados sobre una valla cerca de la oficina de correos hablando sobre nada en particular. Había un campo de nabos enfrente de la carretera. De repente vieron algo arrastrarse fuera del campo y ponerse en pie. Parecía un hombre, pero en la oscuridad resultaba difícil saberlo a ciencia cierta. Luego desapareció.


Pero pronto apareció de nuevo. Se acercó hasta la mitad de la carretera, en ese momento se dio la vuelta y regresó al campo. Después salió por tercera vez y se dirigió hacia ellos. Llegados a ese punto Ted y Sam sentían miedo, y comenzaron a correr. Pero cuando finalmente se detuvieron, pensaron que se estaban comportando como unos bobos. No estaban seguros de lo que les había asustado. Por lo que decidieron volver y comprobarlo. Lo vieron muy pronto, porque venía a su encuentro. Llevaba puestos unos pantalones negros, camisa blanca, y tirantes oscuros. Sam dijo: —Intentaré tocarlo. De ese modo sabremos si es real. Se acercó y escudriñó su rostro. Tenía unos ojos brillantes y maliciosos profundamente hundidos en su cabeza. Parecía un esqueleto. Ted le echó una mirada y gritó, y de nuevo él y Sam corrieron, pero esta vez el esqueleto los siguió. Cuando llegaron a la casa de Ted, permanecieron frente a la puerta y lo observaron. Se quedó un momento en el camino y luego desapareció. Un año más tarde Ted se enfermó y murió. En sus últimos momentos, Sam se quedó con él todas las noches. La noche en que Ted murió, Sam dijo que su aspecto era exactamente igual al del esqueleto. 38


FRÍO COMO EL HIELO

U

n granjero tenía una hija a quien quería más que todas las cosas del mundo. Ella se enamoró de un mozo de labranza llamado Jim, pero el granjero no pensaba que Jim fuera lo suficientemente bueno para su hija. Para separarlos, él la envió a vivir con su tío al otro lado del condado. Poco después de que se fuera, Jim enfermó, se fue consumiendo lentamente y falleció. Todo el mundo dijo que murió con el corazón roto. El granjero se sentía tan culpable por la muerte de Jim que no era capaz de contarle a su hija lo que había sucedido. Ella siguió pensando en Jim y en la vida que podrían haber compartido juntos. Una noche, muchas semanas más tarde, se oyó un golpe en la puerta del tío. Cuando la chica abrió el portón, Jim estaba allí de pie. —Tu padre me ha pedido que viniera por ti —dijo él—. He venido montado en su mejor caballo.



—¿Sucede algo malo? —preguntó ella. —Eso no lo sé —respondió él. Ella guardó algunas cosas y se marcharon. Cabalgó a sus espaldas, aferrándose a su cintura. Pronto, él se quejó de un agudo dolor de cabeza. —Me duele terriblemente —le dijo a ella. La chica puso la mano en su frente. —¿Por qué será? Estás tan frío como el hielo —dijo ella—. Espero que no estés enfermo —y envolvió su pañuelo alrededor de su cabeza. Viajaron con tanta premura que llegaron a la granja en pocas horas. La chica desmontó rápidamente y llamó a la puerta. Su padre se sorprendió al verla. —¿No habías pedido que me trajeran? —preguntó ella. —No, no lo hice —respondió el granjero. Se volvió para mirar a Jim, pero él había desaparecido, así como el caballo. Corrieron al establo para buscarlos. El caballo estaba allí. Se hallaba cubierto de sudor y temblaba de espanto. Pero no había señal alguna de Jim. Aterrorizado, su padre le contó la verdad acerca de la muerte de Jim. Entonces, rápidamente, ella se dirigió a ver a los padres del muchacho. Ellos decidieron abrir su tumba. El cadáver se encontraba en su ataúd. Pero alrededor de su cabeza encontraron el pañuelo de la muchacha. 41



EL LOBO BLANCO

L

a situación con los lobos grises que vivían alrededor de French Creek se había ido de las manos. Había tantos lobos que los granjeros no podían evitar que mataran a sus reses y ovejas. De modo que el gobierno estableció una recompensa. Pagaría diez dólares a los cazadores por cada piel de lobo que les fuera entregada. Un carnicero de la ciudad llamado Bill Williams pensó que era muy buen dinero. Dejó de cortar carne y comenzó a matar lobos. Era bueno en eso. Todos los años mataba alrededor de quinientos ejemplares, así


que su fortuna superó los cinco mil dólares. Lo cual era una suma de dinero importante en aquellos días. Después de cuatro o cinco años, Bill había matado tantos lobos que casi no quedaba ninguno en la zona. Entonces, él se retiró y prometió que nunca más le haría daño a otro lobo, puesto que los lobos lo habían hecho rico. Entonces, un día, un granjero informó que un lobo blanco había matado a dos de sus ovejas. Él le había disparado y el disparo había dado en el blanco, pero las balas no habían tenido efecto sobre él. Pronto, ese lobo fue visto por toda la región: mataba y huía, nadie parecía capaz de detenerlo. Una noche entró en el corral de Bill y mató a una vaca que éste tenía como mascota. Entonces Bill olvidó su decisión de no herir nunca más a otro lobo. A la mañana siguiente fue a la ciudad y compró un cordero para utilizarlo como cebo. Se lo llevó a las colinas y lo ató a un árbol. Tras eso retrocedió unos cincuenta metros y se sentó bajo otro árbol. Con la escopeta en su regazo, esperó. Cuando Bill no regresó, sus amigos comenzaron a buscarlo. Finalmente localizaron al cordero. Todavía estaba atado a un árbol. Estaba hambriento, pero seguía vivo. Entonces encontraron a Bill. Aún se hallaba sentado contra el otro árbol, pero estaba muerto. Su garganta había sido desgarrada. 44


Pero no había señales de lucha. Su escopeta no había sido disparada. Y no había rastro de huellas en el suelo alrededor de él. En cuanto al lobo blanco, nunca más fue visto.

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