NAPFLIO - ARGÓLIDA

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NAFPLIO ARGÓLIDA



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La magia de las costas de Argólida, los montes pelados, las llanuras doradas, la grandeza de los monumentos y la eternidad de sus mitos dan una impresión difícil de olvidar. En esta “roja y llameante tierra argiva”, como recuerda el poeta, “donde más se inflama la amapola”, se escuchan las voces mas divinas de Grecia: Homero, Sófocles y Esquilo. HISTORIA De 1.600 a 1.100 a.C., la Argólida se convierte en el corazón de Grecia con Micenas. Con la decadencia de Micenas, los dorios regían los destinos de la región hasta la sumisión de Grecia a los romanos. Después del período bizantino, la Argólida sigue la misma suerte que el resto del Peloponeso. Pasa a manos de los Francos, de quienes la toman los turcos en 1460, a excepción de Nauplia (Nafplio), conservada por los venecianos hasta 1540. Nauplia fue la capital del recién creado estado griego entre 1828 y 1834, fecha en la que se trasladó la capital a Atenas.


NAFPLIO - ARGÓLIDA El acercamiento a la tierra argólica en este itinerario se producirá por el sur, por el Arkadiko Astros. Diez kilómetros mas allá, las ruinas de la antigua Lerna, donde el mítico Heracles mató la Hidra de Lerna, un dragón con cuerpo de serpiente y nueve cabezas. La carretera de la costa continua hasta Nauplia, capital de la provincia, una de las ciudades más bellas de Grecia. Nauplio, ubicada a orillas del mar, dominada por dos impresionantes fortalezas, Acronauplio (85 m) y Palamidi (215 m), bellos ejemplos de arquitectura militar de la Edad Moderna. Nauplio conserva el sabor del Mediterráneo oriental junto al ardiente esfuerzo neoclásico y europeizante de la Guerra de Liberación. Bellas casas neoclásicas, hermosas calles y balcones de madera marcan, pues, la fisonomía de la parte antigua de la ciudad. Nauplio tuvo un primer asentamiento en Neolítico y en la primera parte de la Edad del Bronce. Durante el Heládico Reciente quizá fuera el puerto de Micenas y estuvo poblada durante la Época obscura. A principios del Arcaísmo se constituyó como polis independiente pero se vio sometida a Argos a finales del siglo VII, que la convirtió en su puerto. En el siglo III se fortificó Acronauplio. La ciudad parece declinar a lo largo de la dominación romana, de modo que en el siglo II d.C. quedó desierta. Quizá comenzara a habitarse de nuevo en los primeros siglos del período bizantino y, desde luego, comenzó a despuntar a partir del siglo XII, momento en el que se volvió a fortificar Acronauplio. Posteriormente la ciudad es un buen ejemplo de las vicisitudes por las que atraviesa el conjunto del Peloponeso. Ocupada por los francos en 1210, pasa en 1389 a manos venecianas y a partir de 1540 a los turcos. Los venecianos la conquistan en 1686. Durante esta época de dominio veneciano se fortifica Palamidi y, en 1715, Nauplio es ocupada nuevamente por los turcos. Liberada en 1821, se convirtió en la primera capital del Estado griego entre 1829 y 1834. En 1833 Otón I, el primer rey de Grecia, desembarcó en Nauplio, hollando por primera vez la sagrada tierra de Grecia. Además del casco antiguo, destacan la plaza de Syntagma (Constitución), donde se reunió el primer Parlamento de los griegos (1827-1834) en la antigua mezquita de Vuleftikó. Varias iglesias, como la de San Jorge (de finales del XV y principios del XVI) y la Ayios Nikolaos del siglo XVIII y sobre todo su bellísimo puerto con la mole oeste sobre el espigón submarino llamado Porporella, sus cañones venecianos y la isleta de Burtzi, en la bocana, llamado Castel Pasqualigo, construido por los venecianos y modificado en numerosas ocasiones. En sus terrazas puede tomarse un tradicional café frapé y adormecerse en ensoñaciones filhelénicas.


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Nauplia está repleta de alegría de vivir. Es la nobleza y la tranquilidad que encontramos en los frescos minoicos; es la plaza de Sintagma, que cada vez parece más hermosa, más atractiva; son los establecimientos del paseo marítimo, los cines al aire libre, los bares y la música que todas las noches une a los hombres con el mar y las estrellas.

AL OTRO LADO DEL MAR El primer pueblo costero que se encuentra después de dejar Nauplia es Tolo, construido en una pintoresca bahía. Sus tabernas de pescado miran al mar. Con cada bocado se puede respirar la sal del mar. Se oye el run-run del motor de las barcas que pasan frente a la islita Remvi, que se encuentra enfrente. Los mas románticos se dirigen hacia Asine, lugar que inspiró al premio Nobel, Yorgos Seferis, para crear uno de sus más hermosos poemas. Una escarpada roca al borde del mar adornada con ruinas antiguas. Es la Acrópolis de la antigua Asine, que menciona el primer poeta griego, Homero.


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ARGOS Desde Tirinto la carretera finaliza en Argos, después de atravesar la llanura Argólica. Hombres y mujeres trabajan en los campos mientras amargos aromas y el zumbido de las abejas acompañan al viajero. Campesinos sentados en barcos improvisados venden en las orillas de la carretera jugosas uvas, naranjas o albaricoques, según la época. Argos, histórica cuidad del Peloponeso, es en la actualidad el centro agrícola y comercial de la provincia. La ciudad conserva algunas casas neoclásicas, el mercado neoclásico y los cuarteles de la época de Kapodistrias. Después de la destrucción de Micenas y Tirinto se desarrolló Argos, que alcanzó un gran esplendor y se convirtió en una de la ciudades griegas más poderosas del siglo VII a.C. Grandes obras salidas de los talleres artísticos de la cuidad adornaban templos y santuarios. El visitante las encuentra, vencidas por el tiempo, en el Ágora Antigua, en la carretera que llega a Trípoli. A 9 kms de Argos, siguiendo la carretera, se llega a la ladera de la colina Evia (Eubea), donde se encuentran las ruinas del santuario de Hera, el Hereo, uno de los más importantes de la antigüedad. El paisaje, sencillo y hermoso, conserva en su interior la emoción y el recuerdo del culto a la diosa.


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TIRINTO Desde Nauplia la carretera llega al pueblo de Tirinto (Tirinza), después de atravesar un fértil y verdísimo valle. A escasa distancia se encuentran las ruinas de la Acrópolis micénica de Tirinto, con sus fortificaciones ciclópeas, más antiguas que las de Micenas. Los antiguos creían que la habían construido los cíclopes (seres de fuerza sobrehumana). Homero la menciona entre las ciudades que tomaron parte en la guerra de Troya como "la rica en murallas". En el punto más elevado de la acrópolis estaba el palacio, y en el centro el megaron con el trono real. En Tirinto se han encontrado fragmentos de frescos que testimonian la riqueza y el lujo de los palacios y se hallan expuestos en el Museo Arqueológico de Nauplia y en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.


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EL TESORO DE MICENAS Del Hereo, la carretera continúa hacia la "dorada Micenas" (Mikines). En el corazón de un paisaje seco hacia el norte, que mejora hacia el sur, se descubre la Acrópolis, una roca gris sobre la que se encuentran las marcas del cíclope. Hay que tocar estas gigantescas piedras para entender la tranquilizadora seguridad que ofrecían a los micenios. Aquí dentro, los dirigentes acumulaban los botines procedentes de las guerras de expansión, oro y diademas, tazas y tapices purpúreos. Micenas fue la fuerza, el esplendor y la potencia hegemónica en Grecia hasta el año 1.100 a.C., cuanto fue destruida por un incendio. Volverá a revivir, unos siglos más tarde, con los poetas trágicos, Esquilo y Sófocles, con la magia de sus palabras. La entrada a la Acrópolis se efectúa por la Puerta de los Leones, la muestra más antigua de escultura monumental de Europa. En el Museo Arqueológico de Atenas están expuestos la mayor parte de los ricos hallazgos de la zona: frescos, diademas de oro, así como la máscara de oro que, según se dice, perteneció a Agamenón.


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EPIDAURO Desde Nauplia a Epidauro (Epidavros), la carretera transcurre entre viñas y centenarios olivos, con los montes que se vislumbran al fondo, mientras que exactamente encima de Epidauro se alza el monte Arajneo. Así lo citaba Esquilo en su tragedia "Agamenón". El viento trae oleadas de aromas del bosque, resina y terebinto. En la ladera de una colina, dentro del recinto, se encuentra el Teatro de Epidauro (siglo III a.C.), el más conocido y mejor conservado de los teatros antiguos. Tiene una capacidad para 14.000 asientos y está construido con piedra porosa. Todos los veranos revive. Es una auténtica experiencia mística asistir a una representación de drama antiguo en el teatro de Epidauro. Un momento inolvidable. Catarsis del alma. En Epidauro no es necesario gritar o hablar en voz alta. Su acústica es de tal calidad que la menor palabra llega hasta la última fila de las gradas. Al norte del teatro se encuentra la entrada del santuario. En este lugar fue adorado Asclepio, el dios que fue fulminado por Zeus porque quería hacer que desapareciera la muerte. Amantes del teatro y de las antigüedades, procedentes de todos los rincones de la tierra, comen y charlan bajo un cielo cuajado de estrellas. En los árboles se oye el indiferente canto del grillo. Esta tierra es una continua canción.




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