Hay libros desgarradores. Crudos. Profanadores. Libertinos.
Hay escrituras de masculinidades ácidas y disidentes incluso con la propia disidencia, con la propia masculinidad -ya sea singular o colectiva-. Sin complacencia, sin filtro ni guiños, escriben. Se comparten en su intimidad más oscura, en la sensibilidad más profunda.
Leer a Sbarra es como leer a Pedro Lemebel o Nestor Perlongher: dolor y placer al mismo tiempo. Masculinidades exiliadas de las buenas conciencias que hoy lo poblan todo. Todo, ya no queda una sola impuresa, en la superficie todo es llanura y desierto. En el imperio de la perfección no queda ni una sola grieta o rajadura. Ya no se puede pensar o decir nada sin ser juzgadxs por las viejas y nuevas morales: desde las más rancias, derechosas y fascistas hasta las más alternativas, disidentes o progres.
Por eso lo invocamos.
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