Cromañón Nunca Más - Imágenes de lucha

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¡Cromañón nunca más! : imágenes de la lucha / Virginia ... [et.al.] ; compilado por Nilda Gómez ; Silvina Gómez ;Virginia. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Familias por la Vida, 2012. 170 p. ; 30x21 cm. ISBN 978-987-27971-0-2

1. Narrativa Testimonial. I.Virginia II. Gómez, Nilda, comp. III. Gómez , Silvina, comp. IV.Virginia, comp. CDD A863

Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Impreso en Argentina . Printed in Argentina ISBN 978-987-27971-0-2

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular de los derechos de la propiedad intelectual, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. Ejemplar de distribución gratuita.

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AGRADECIMIENTO Queremos agradecer la colaboración y la participación de todos los luchadores que con sus fuerzas hicieron posible que la Masacre de Cromañón no quedara en el olvido. El movimiento Cromañón nació del dolor en lo más profundo de las entrañas, se formó con la lucha de toda una sociedad y creció exigiendo Justicia. En el camino, de esta lucha desigual, nos organizamos y reorganizamos, formamos parte de distintas asociaciones (Aphac, Avisar, Asamblea 30 de diciembre, Memoria y justicia por nuestros pibes, Que no se repita, Sobrevivientes Autoconvocados y Familias por la Vida, entre otras) y muchos sin pertenecer a ninguna de ellas no abandonaron el reclamo y aún continúan y continuamos todos juntos exigiendo Justicia y Memoria, porque no OLVIDAMOS: Familia Castillo Hilda Tabaré Familia Chaparro Mónica Schild Familia Espínola Monges Familia Ruiz Kanneman Familia Fernández Familia Del Canto Cristina Ventos Familia Giovanini Familia Barbalace Familia Benítez Familia Viegas Méndes Familia Gómez Ortega Familia Pata Familia Rojas Familia Maggio Andrea Pelc Familia Ruiz Familia Cordero Familia Mansilla Familia D’Agata Familia Marchiano Silvina Gómez Familia Tello Padre Pablo Barreiro (MSF) Familia Vitale Fabiana Puebla Familia Lasota Familia Peryra Silva

Nicolás Vittoriello Familia González Torrico María Luján Matías Altamore Natalí Tello Vanesa y Morella Familia Ramirez Familia González Familia Valsangiacomo Familia Belascuain Familia Soliz Familia Giralt Beatriz y Alejandra Santana Miguel Katz Natalia Racciatti Monseñor Lozano Sra. Patricia Patricio Poplavsky Aldo Bustos Camila Lagos Sandra Bertero Antonella Bendini Adriana Rodríguez Palanca Marie Ana Laura Ateca Yesica Riemersma Melisa Marín Susana Inés Rico Carlos Ariel Chiapari Alumnos de escuelas visitadas

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SUMARIO 3 8 9 10 12

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AGRADECIMIENTO A USTEDES QUERIDO LECTOR INTRODUCCIÓN 30 DE DICIEMBRE DE 2004 DE “NI LA BENGALA NI EL ROCK AND ROLL” A “LA BENGALA, EL ROCK Y LA CORRUPCIÓN” PARA MI TERKO CÓMO VIVÍ CROMAÑÓN ME ACUERDO HACIENDO UN CLIC SANTIAGO: ABRAZO, LÁGRIMAS, GOLPES, DOLOR, ALEGRÍA Y RISAS. «PAPÁ, VOY A ESCUCHAR MÚSICA CON MIS AMIGOS, SOLO NECESITO DOS PESOS» ESCRACHE EN LA CASA DEL JUEZ BRUZZONE ÁNGEL DE LA GUARDA EL TIEMPO UNA AMISTAD QUE RESCATÓ LO MEJOR DE MÍ PARA MATY ¡FUERZA, ANDREA! ENTRE PELEAS, REENCUENTROS Y TORTILLAS DE PAPAS SERGI, CON AMOR MI FAMILIA LOS MANSILLA LOS OJOS DE AGUA 30 DE DICIEMBRE DE 2004 TE SIENTO Y NO TE VEO A GUSTI, MI CHIQUITO VI A JESÚS VIVO CROMAÑÓN EN PRIMERA PERSONA ¿QUIÉN SOY? LUCECITAS DEL INFIERNO GISELA PORQUE ERAN AMIGOS MISIÓN MEDIOS EN LA VENTANA LA SABIDURÍA ES SABER HACER CON LO QUE SE SABE HOLA, PÁ TU MIRADA DEL BLOG DE LAURITA EXPEDICIÓN A TIGRE TU CORTA VIDA RECUERDOS QUE ME AYUDAN A RESPIRAR…


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RECORDANDO A GUIDO SEBASTIÁN MAURO JUAREZ 27 AÑOS MI AMIGO DEL ALMA SIENTO QUE NO TE FUISTE CARTA A MARIANELA LO ÚNICO QUE ME SALE ES LLORAR YA ME CANSÉ ABRAZOS QUE DAN CONSUELO ESTUVE Y NO ME VIERON, ESTARÉ Y NO ME VERAN LA CASA VACÍA SÓLO ME QUEDÓ CAMILITA JUGUETES PERDIDOS VIAJE SEREMOS CINCO OTRA VEZ PARA MI TESORO... PEDACITO DE MI CORAZÓN EN LA ESPERA BREVES PALABRAS HASTA SIEMPRE EN NUESTRO CORAZÓN DIEGO MI HERMANO DESTRUIDA POR DOBLE IMPUNIDAD PROFE MI VIDA CAMBIÓ MI PRIMO SERGIO EL PITUFO DE LA FORMA DE LA JUSTICIA YO QUIERO A MI BANDERA DOLOR EN EL ALMA... MARCHA FAMILIA A QUIEN CORRESPONDA ¡JUSTICIA ES LO QUE QUIERO Y NECESITO YA! LA PIEDRA «… POR MUCHO TIEMPO...» PABLO OASIS EN EL DESIERTO IMPUNIDAD ES LO QUE NO QUIERO LO QUE VI PARA MARIANO ALEXIS BENITEZ LILA ENTRE TODOS SEÑORES PADRES DE CROMAÑÓN DOLOR INSOSLAYABLE MARIANO UNA NOCHE SIN OLVIDO QUERIDO WALTER NAVIDAD SIN BRINDIS QUERIDOS LECTORES CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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A USTEDES El propósito de la presente es simplemente agradecerles a todos y a cada

uno de ustedes, a aquellos que vinieron y pudieron compartir el viaje de

escribir, a aquellos que no vinieron y lo hicieron igual, a aquellos que no

pudieron venir o que no pudieron hablar o escribir. De eso se trata, de

agradecer los tiempos vividos y compartidos, simplemente compartidos;

los espacios plasmados en anécdotas, sentimientos, emociones y recuer-

dos; las comparaciones que, sin ser odiosas, manifestamos con dolor, an-

gustia, fuerza, impotencia y, por qué no, deseo; los dolores que siendo diferentes se asemejan y confluyen en el mismo dolor, dolor de ausencia;

las lágrimas y las caricias que apenas sugieren un acercamiento al prolongar nuestra existencia desnuda de falsedades.

A ustedes, gracias.

Ada Sirlin

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QUERIDO LECTOR El proyecto de la creación de este libro, que refleja todas las vivencias de

estos años de lucha a partir de la Masacre de Cromañón, surgió como una necesidad en numerosas reuniones de los miembros de la ONG Familias por la Vida.

Esta organización, formada por los padres, los familiares, los amigos, las

parejas de fallecidos y los sobrevivientes de la Masacre, tiene, como uno

de sus objetivos principales, llevarle a la población, especialmente a la

juventud, testimonios, recuerdos, etc., de la mayor tragedia no natural

de la República Argentina, contados por sus protagonistas. La propuesta se abrió a todo el movimiento Cromañón, e invitó a éste a que participe

de talleres, ya sea en la sede de la ONG o en forma itinerante en los domicilios de las familias.

La necesidad de contar y mostrar en imágenes los sentimientos, las tris-

tezas, las alegrías, las decepciones, los logros, las experiencias enrique-

cedoras, en el plano de la acción y de las relaciones humanas, surgió a

partir de querer que el lector tome conciencia de que «lo que pasó no

puede volver a ocurrir», de que «tenemos todo el derecho de salir a di-

vertirnos y volver a nuestras casas», de que «es necesario que la justicia

actúe para impedir estos hechos de corrupción y proteja, de esta forma,

la vida de los ciudadanos». Así es como se organizaron talleres literarios para la elaboración del libro, para ayudar a poner en palabras los recuer-

dos de estos siete años de lucha, acompañado por las fotos que eternizan

los momentos vividos. Surgieron anécdotas, poesías, relatos, descripcio-

nes, etc. Pero lo importante es que todo este material es el fiel reflejo de lo pasado, para que intentemos modificar el presente y, de esta manera,

nos aseguremos un futuro mejor, digno de ser vivido, especialmente

para los jóvenes a quienes debemos garantizar el derecho a la vida.

ONG Familias por la Vida CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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INTRODUCCIÓN 30 DE DICIEMBRE DE 2004 En lo personal, debo decir, que ese día es especialmente imborrable para mí. Sé que muchos me dirán lo mismo. Sé que todos recuerdan qué estaban haciendo esa noche. Generalmente, cuando ocurren acontecimientos de la magnitud de lo sucedido en Cromañón; como los atentados a la AMIA; a la Embajada de Israel; o a las Torres Gemelas, en Estados Unidos.; uno recuerda dónde estaba en ese momento, con quién y qué hacía. Pero, en lo particular, debo decir que ese mismo día –30 de diciembre–, me encontraba festejando mi cumpleaños, junto a mi esposa, familiares y amigos. Creo que las casualidades no existen, sí las causalidades. Cromañón ha ocurrido el mismo día de mi nacimiento. Creo que eso no pudo haber sido porque sí. Ello me recuerda una charla rápida, pero muy amena, que tuve en épocas de la causa judicial, cuando los abogados involucrados vivíamos corriendo para todos lados. En el pasillo del Juzgado de Instrucción N.º 1 (séptimo piso de Tribunales), me encontré con el Dr. Eduardo Guarda, quien tenía la difícil misión de defender al grupo Callejeros -por ende, “mi contrincante jurídico” en la causa-. Allí, justamente, nos sacamos el traje de abogados de veredas opuestas y pudimos entender la «causa Cromañón» desde la espiritualidad. Estábamos de acuerdo en que, no por nada, cada uno –abogados, magistrados, víctimas, imputados, etc.– teníamos una misión en esa «causa» más allá de nuestra labor concreta. Si bien solo la podríamos saber «algún día», era indudable que, por algo, debíamos estar en ese momento y, de algún modo, «conectados» a Cromañón. Así lo tomé yo. Sentí que lo ocurrido me tocaba especialmente desde un lugar diferente al de un abogado. Volviendo a los hechos de ese fatídico día, recuerdo que estábamos regresando con mi esposa –también abogada y socia– a la quinta

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en la que vivían sus padres, en la localidad de Pilar, ya que estábamos en ese momento en plena mudanza –hacía muy poco que nos habíamos casado–. Cuando llegamos a la madrugada –no me pregunten por qué–, encendí la televisión y me horroricé con las imágenes como todos ustedes. La cifra de chicos fallecidos aumentaba por minuto, las informaciones eran completamente imprecisas. ¿Había sido en una bailanta?, ¿en un boliche?; ¿había habido un incendio? La confusión reinaba. No había nadie del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que se estuviera haciendo cargo de nada. Los heridos iban en ambulancias, patrulleros, camionetas y autos particulares. No había vallados, controles ni nada. Me hacía acordar a lo que había sucedido en la AMIA o en la Embajada de Israel. Nuestros gobernantes, nuevamente, no habían aprendido nada. De inmediato, con mi esposa, tomamos el teléfono y empezamos a llamar a familiares y conocidos, obviamente cualquiera podía haber estado allí. Al otro día, 31 de diciembre de 2004, los medios seguían cubriendo sin pausa la noticia. El horror había superado cualquier expectativa posible. Cromañón se había convertido en una macabra lotería, donde los resultados se daban en las planillas que los hospitales ponían es sus puertas con el listado de fallecidos. Esa noche de fin de año debe de haber sido la más triste de la historia de nuestro país. Nadie tenía ganas de festejar nada. Sin embargo, recuerdo que muchos igual lo hicieron e, incluso, usaron pirotecnia, la misma que había acabado con la vida de los 194 chicos. Otra vez, la falta de respeto y la indiferencia se habían convertido en cómplices de los responsables de lo ocurrido en Cromañón. «¡Eran todos faloperos!, ¡drogadictos!, ¡borra-


chos!, ¡negritos! Yo a mi hijo jamás lo hubiera dejado ir». Muchos, increíblemente, amparados en el desconocimiento de lo que en verdad había ocurrido, se sentían impunes de decir cuanto se les cruzara por la cabeza. Así estaba nuestra sociedad, y Cromañón fue el triste broche de oro de una Argentina individualista y antisolidaria. Con el tiempo, y como hemos podido, intentamos que se supiera la verdad: que los chicos solo cometieron el pecado de quererse divertir; y que, muy a pesar de algunos, en las pericias realizadas a los cuerpos de los fallecidos, no se encontraron ni drogas, ni alcohol en exceso, ni nada. Murieron simplemente envenenados. Así también derribamos otro mito que dice que los chicos murieron en un incendio. Si bien se quemó la media sombra que cubría el techo, lo cierto es que ese fuego fue mínimo. Lo que los mató fue el veneno que se desprendía de él. A ello, claro, debemos agregarle que el local contaba con una innumerable cantidad de infracciones administrativas, que su salida de emergencia estaba cerrada con candado y que la cantidad de chicos que había ese día sobrepasaba excesivamente la cantidad autorizada. Chabán, Callejeros, funcionarios policiales y funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires lograron que República Cromañón fuera una gran trampa de perfecto funcionamiento, que lamentablemente tenía, como destino final, llevarse las hermosas vidas de 194 chicos, de 194 hijos, de 194 seres humanos. Cromañón ha marcado un antes y un después en nuestro país, ya nada será igual a partir de ese maldito 30 de diciembre de 2004. En nosotros, y nada más que en nosotros, se encuentra la posibilidad de haber aprendido algo de aquello. No podemos permitir que

194 chicos hayan dado su vida por nada. Esos chicos, que hoy no están físicamente entre nosotros, pero sí en otro lugar guiándonos y ayudándonos, se han convertido ahora en nuestros juzgadores. Ellos juzgarán nuestra labor como sociedad, ya que nos han transmitido una fundamental responsabilidad en cuanto a determinar qué camino queremos que tenga y de qué forma y modo queremos que sea nuestro país, el de nuestros hijos y el de las generaciones futuras. No podemos permitir que 194 chicos hayan dado su vida porque sí. Sería imperdonable para todos nosotros hacerlo. Para los que creemos en el destino, sabemos que su misión era tan sagrada que tuvieron que ofrendar su vida física para que millones podamos aprender. Ahora es nuestro turno. Los 194 fueron un reflejo de nosotros mismos, de nuestra sociedad. Allí había chicos de todas las religiones, razas, credos, edades, posiciones económicas, etc. Del otro lado, funcionarios corruptos, empresarios ambiciosos y músicos codiciosos, que lo único que pretendían era llenarse los bolsillos sin importar si había seres humanos en riesgo de perder la vida o su integridad física. Cuando comenzó el juicio oral dije, ante los medios y en el alegato final, que, en este juicio, no solo se juzgaría a Chabán, a Callejeros y a los funcionarios, sino que se lo haría con toda la sociedad. Creo que eso terminó ocurriendo. Espero, estimado lector o lectora, que los testimonios que leerá en esta publicación sirvan para que pueda finalmente decidir si se hizo justicia o no, en qué país quiere vivir y cuál quiere dejarles a sus hijos. Patricio Poplavsky

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DE “NI LA BENGALA NI EL ROCK AND ROLL” A “LA BENGALA, EL ROCK Y LA CORRUPCIÓN”

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FUE MATI, AMIGO DE LOS CHICOS, DIJO: «NO PODEMOS ESTAR ASÍ, ALGO TENEMOS QUE HACER, PREPARÉMONOS PARA LA

MARCHA, VIEJO. TENEMOS QUE PINTAR LA CAMIONETA CON EL

NOMBRE DE LOS CHICOS, HACER CARTELES E IRNOS A ONCE».

2 de enero de 2005. Habíamos llegado de sepultar a Gustavo y a Mariano, creo que cerca del mediodía. Nilda, mi esposa, estaba tirada en la reposera con la cara desfigurada por el dolor y una tristeza en sus ojos que jamás pensé que pudiera existir. Carolina, con los ojos enrojecidos por el llanto y una cara con mezcla de bronca y tristeza, y un dolor que parecía brotar de todo su cuerpo. Los amigos de Mariano y Gustavo, mis sobrinos y otras personas que estaban acompañándonos daban vueltas por el patio como si no entendieran que pasaba, al igual que yo, que miraba incrédulo, que no podía entender nada. Un nudo en el pecho parecía no dejarme respirar, y las lágrimas, de rato en rato, eran como un desprendimiento del alma que salían sin poder contenerlas. De pronto, alguien, que creo que fue Mati, amigo de los chicos, dijo: «No podemos estar así, algo tenemos que hacer, preparémonos para la marcha, viejo. Tenemos que pintar la camioneta con el nombre de los chicos, hacer carteles e irnos a Once». Y arrancamos. Matías, Pelo y «el Mono» pintaban la camioneta: «Mariano», de un lado; «Gustavo», de otro; «La Renga»; «La Cova-

cha»; «La Mancha de Rolando»; «Callejeros». Emilce, Cecilia y Caro pintaban un trapo blanco que decía: «¡Justicia! Mariano y Gustavo viven». «La Renga», en letras grandes; y

en letras chicas, «Callejeros». Yo buscaba restos de pinturas en el taller y recortes de madera para preparar pancartas, y Nilda se levantó de la reposera donde estaba tirada y, CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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con una fuerza increíble, dijo, o mejor dicho ordenó: «Las pancartas, las vamos a hacer con la foto de Mariano y Gustavo», mientras las lágrimas le rodeaban el rostro. «Yo busco donde están las fotos y hago fotocopias con la de los dos, mientras ustedes pintan la camioneta y la bandera». Habíamos reaccionado, éramos un pequeño ejército que se preparaba para la lucha. Trabajamos el domingo organizando todo. De pronto, surgió que necesitábamos algo con que hacer ruido para que nos escucharan.

...NILDA SE LEVANTÓ DE LA REPOSERA DONDE ESTABA TIRADA Y, CON UNA FUERZA INCREÍBLE, DIJO, O MEJOR DICHO ORDENÓ: «LAS PANCARTAS, LAS VAMOS A HACER CON LA

FOTO DE MARIANO Y GUSTAVO», MIENTRAS LAS LÁGRIMAS LE RODEABAN EL ROSTRO.

Me acordé de que Mariano estaba juntando plata para que compráramos un Torino viejo y lo restauráramos entre los dos; ¡¡era nuestro sueño!! Le dije a «Pelo»: «Mañana a primera hora, voy a San Miguel y compro un equipo como esos que son para hacer propagandas y se lo pongo a la chata». El lunes a las dos de la tarde estábamos listos para la lucha. Éramos catorce o quince, creo. Bandera, pancartas, la camioneta pintada y los parlantes colocados, de eso se encargó Marcelo, mi sobrino, junto con «Pelo», ya que ellos estaban acostumbrados a trabajar con equipos de música, pues formaban parte del grupo Fa Sostenido. Marcelo cantaba y «Pelo» era la primera guitarra. A eso de las tres de la tarde, nos subimos a la chata y salimos rumbo a Plaza Once. Estábamos parados 14

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en el peaje de la Panamericana y la Ruta 202, cuando Marcelo, que iba a mis espaldas –yo manejaba– empezó a cantar con mucha bronca y con mucha fuerza, una especie de ensayo: «Escúchenlo, escúchenlo. Ni una bengala ni el rock and roll, a nuestros hijos los mató la corrupción». Y poco a poco comenzaron a cantar todos los que iban en la chata, y el canto fue copando todo y a todos. Se mezclaba con la bronca, la impotencia y el llanto, era un deshago. ¡Con qué fuerza sonaba! Marcelo se acercó y me dijo: «¿Sabés de dónde saqué esta canción?». «No», le dije. «La letra es de algo que vos dijiste». «¿Qué dije?». «Cuando estábamos en el hospital, después que fuiste a firmar la autopsia, se te acercó un periodista y te preguntó cómo te sentías y quién era responsable de lo que había pasado, y vos le dijiste que si de algo estabas seguro era de que la culpa de lo que había pasado no era de la bengala ni del rock and roll, sino de la corrupción encabezada por el Jefe de Gobierno, la Policía y todos los responsables de cuidar la vida de los chicos. La corrupción es la única responsable. ¿Sabías que, con esa declaración, estuviste en todos los canales?, ¿y que te analizaron desde psicólogos para arriba, y todos dicen que cómo dentro de tanto dolor podías tener un razonamiento tan claro y tan contundente?». Y la verdad es que esto lo venía masticando desde que me subí al auto en Mar de Ajó y empezamos el camino de regreso cuando nos avisaron que Mariano estaba en un boliche que se estaba incendiando y prendimos la tele y vimos que había nueve muertos, que todo era un desastre. Me subí al auto a eso de las once y media, y emprendimos el regreso con Nilda. Carolina llamaba por teléfono y nos decía que no se podía comunicar con su hermano; que había ido con Gustavo, «el Japo», a ver el recital de Callejeros; que el boliche se había incendiado


y que se estaba yendo para Once con los amigos de Mariano a ver si lo encontraban; que volviéramos tranquilos y con cuidado, que ella nos mantendría al tanto de todo. Encendí la radio del auto –creo que Radio Mitre–, el locutor comentaba lo que ocurría en el boliche; que los muertos eran mas de cien; que todo era un gran desorden, en el boliche, en la calle, en los hospitales; que la gente se agolpaba en las comisarías y en los hospitales tratando de saber cuál era la situación de sus familiares; todo era un caos. El locutor abría la comunicación telefónica para que la gente

opinara sobre lo que estaba pasando, y comenzaron a opinar. Decían que el local se estaba incendiando por una bengala que había tirado un chico, que ellos eran los culpables de lo que estaba pasando, que el rock nunca traía cosas buenas, que todos los que iban a los recitales eran unos borrachos y unos drogones, que cómo los padres no cuidaban a sus hijos y los dejaban concurrir a un lugar tan peligroso, que la culpa la tenían el rock and roll y la bengala. Todo esto escuchaba mientras manejaba y pensaba qué pasaba con Mariano que Caro y sus amigos no lo podían

FUIMOS A LLEVAR LA MUESTRA DE FOTOS A MAR DE AJÓ Y A DAR UNA CHARLA SOBRE PREVENCIÓN. ES LO QUE HACEMOS HOY:

ES UNA FORMA DE PERMITIR QUE LA MUERTE INÚTIL DE NUESTROS HIJOS SIRVA PARA QUE NO VUELVA NUNCA MÁS A PASAR OTRO «CROMAÑÓN».

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...MARCELO, QUE IBA A MIS ESPALDAS –YO MANEJABA– EMPEZÓ A CANTAR

CON MUCHA BRONCA Y CON MUCHA FUERZA, UNA ESPECIE DE ENSAYO:

«ESCÚCHENLO, ESCÚCHENLO. NI UNA BENGALA NI EL ROCK AND ROLL, A NUESTROS HIJOS LOS MATÓ LA

CORRUPCIÓN». Y POCO A POCO

COMENZARON A CANTAR TODOS LOS QUE IBAN EN LA CHATA, Y EL CANTO

FUE COPANDO TODO Y A TODOS. SE MEZCLABA CON LA BRONCA, LA

IMPOTENCIA Y EL LLANTO, ERA UN

DESHAGO. ¡CON QUÉ FUERZA SONABA! encontrar. El auto volaba por la Ruta 2. Nunca había andado tan rápido y nunca había tardado tanto en recorrer los 400 km que separan a Mar de Ajó de Buenos Aires. Cuando llegamos, nos dirigimos al Hospital Durand, donde, en una lista, apareció un Alexis Benítez. Yo esperaba que no fuera mi hijo, pero, lamentablemente, era mi Mariano y estaba muerto. Yo no entendía nada, me volvía loco, no sabía qué hacer; y, en ese momento, se me acercó un periodista y me preguntó esto de la bengala y el rock, y mi respuesta fue la siguiente: «La culpa no es de el que tiró la bengala ni de la música del rock and roll. No tienen la culpa. La culpa la tiene el Gobierno de la Ciudad, el Sr. Ibarra y todos los responsables de esta gran corrupción que permite que estos lugares estén abiertos». Y de estas palabras Marcelo sacó esta canción que sería la marcha del pequeño ejercito que se dirigía a Plaza Once para exigir justicia y castigo a los responsables de la muerte de nuestros hijos. Hoy, 10 de julio de 2011, después de 6 años y 7 meses, vuelvo a desandar el camino de

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aquella noche fatídica, vuelvo de Mar de Ajó a Buenos Aires; pero la situación es diferente. En la chata, la que pintamos con los chicos el 2 de enero de 2005, llevo cuatro caballetes, la foto de 194 chicos y más de 70 imágenes, retratadas por Matías Tello, de estos casi 7 años de lucha. A mi lado, va Jorge, mi hijo del corazón desde hace poco más de cuatro años. Hoy tiene 12 años y una sonrisa hermosa y una charla preguntona y simpática. El ánimo es diferente al de la noche del 30 de diciembre de 2004. Fuimos a llevar la muestra de fotos a Mar de Ajó y a dar una charla sobre prevención. Es lo que hacemos hoy: es una forma de permitir que la muerte inútil de nuestros hijos sirva para que no vuelva nunca más a pasar otro «Cromañón». Se podría decir que estoy satisfecho con el viaje y los dos días de actividades que tuvimos en Mar de Ajó. Gente macanuda, dispuesta, de un gran corazón, nos hizo sentir que lo que decimos es importante y que cada semillita que sembramos hablando de prevención, cuidado y seguridad es común a todos. La gente que nos invitó fueron Gladis Cabezas y Eduardo Arias –un periodista de puro huevo que dice las cosas como las siente, aunque a los señores del poder no les guste–. La verdad es que fue una jornada maravillosa, fue tan impactante que estoy contento, y pienso en Mariano, lo extraño, lo necesito… «Son casi 7 años. ¿Cuántos años sobreviviré a mi hijo?, ¿ lo volveré a ver en el más allá?», digo. Pienso en el próximo 30 de diciembre: «Qué bueno sería un homenaje a los chicos donde participaran los músicos del rock, con su armónica, con su canto; o Patricio Rey. Pero, ¡qué ingenuo soy!, estos señores nunca rendirán un homenaje a nuestros chicos, estos señores solo se mueven por plata, son igual que Callejeros, tienen su propia empresa, recaudan cientos de millones al año». ¿Alguien


se preguntó cuánto recauda Patricio Rey al año haciendo recitales donde mete no menos de 40.000 personas en cada uno? Es el propio productor de sus recitales. Tiene su propia seguridad, su propio sonido, su propia productora de CD. Todos son iguales, solo les interesa el dinero, qué triste. A estos tipos seguían nuestros hijos. En fin, pasaron casi 7 años, seguimos luchando, el pequeño ejército sigue adelante. Algunos soldados quedaron en el camino, se alejaron o simplemente se cansaron de luchar; otros cuantos –14 creo– murieron en la búsqueda de justicia, padres que no soportaron sobrevivir a sus hijos. Pero un pequeño grupo seguimos luchado, marchando todos los 30, todos los meses, escrachando al corrupto de Ibarra, charlando con los pibes en los colegios para que no haya más «Cromañones». Qué distinta es la vida sin Mariano, cómo lo

extraño, como el primer día. Cuánto hemos andado estos 77 meses, cuánto hemos aprendido. En la marcha, ya no se canta «Ni la bengala ni el rock and roll…». Muchos hoy pensamos que a nuestros hijos sí los mató la bengala, sí los mató el rock, sí el rock y no el rock and roll, no la música, pero sí los músicos: primero, Callejeros; después, la corporación roquera a la que solo le interesa hacer plata con sus seguidores, pero no le importa que se sigan tirando bengalas en los recitales ni que otros chicos se mueran por algún idiota que enciende una bengala. Si hoy me preguntaran nuevamente si el rock y la bengala mataron a nuestros hijos, diría: «Sí, los mató la bengala, los roqueros que no se hacen cargo y la corrupción de la cual ellos también forman parte». Nino Benítez 10.07.2011

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PARA MI TERKO Qué difícil es expresar con palabras todo lo que vivimos juntos, acompañándote papá y yo en las distintas etapas de tu vida… Verte crecer, tan bueno, tan sensible, tan grande y pequeño al mismo tiempo… Compartir tus emociones, tus alegrías, tus enojos, tu compañía… «Terko de mi vida», como yo te decía, como te sigo diciendo, cada día, cada noche cuando te quiero abrazar y te pido que me llenes de vos, que nos protejas, que me digas cómo seguir… Han pasado casi 7 años, y todavía no puedo concebir tu ausencia, pero miro tu cuarto y todo está allí..., tu compu, tu música, tu guitarra; y te imagino a vos tocando y a mí cantando una canción de ese grupo que tanto dolor nos causó. Tus carpetas del cole, tus libros, la remera de egresados que te pinté con

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el nombre de tus grupos favoritos… Tu presencia está allí y en todos los lados de la casa, del barrio, de tu escuela; en tus amigos… Estás allí, y brillás en cada corazón de las personas que te conocieron antes de lo que pasó y después… Este dolor inmenso se transformó en una lucha interminable junto a otros 193 papás que piden lo mismo que pedimos papá, Romina y yo: ¡justicia! Por eso, «Terko de mi vida», una vez más te digo que te quiero mucho –como siempre lo hacía–, que te extraño tanto tanto que a veces cierro los ojos para imaginarte, escucharte... Por sobre todo, quiero decirte que mis promesas siguen intactas: esas, las que te digo siempre muy despacito, mientras te abrazo...


Lectores, también quiero compartir una nota publicada en el suplemento S!, del diario Clarín, el 30 de diciembre de 2005, a un año de «Cromañón». LA GUITARRA DEL «TERKO» Ya es una leyenda en el rock local: la guitarra de una víctima de Cromañón, que paso por las manos de La Renga, Cielo razzo y otros grupos, y que se convirtió en un símbolo de memoria. «Siempre que muera volveré a nacer» («El Terko», La Renga, 1998)

Esta guitarra me la dio el padre de uno de los desaparecidos en Cromañón: le decían «el Terko». El último 9 de julio, en Vélez, «Chizzo» encaró a la multitud con una Ibanez verde. Tiró un acorde con bronca y atacó con Panic Show, justamente el tema favorito de la banda favorita del dueño de la guitarra. Desde entonces, la misma viola pasó por shows de Cielo Razzo, El Bordo y todo grupo de rock and roll que quisiera esgrimirla como homenaje y pedido de justicia explícito. Por ahora, un año des-

MIRTA VA A LAS MARCHAS CON UNA BANDERA

DONDE EL LOGO DEL GRUPO ESTÁ ENCERRADO

EN EL SÍMBOLO DE «PROHIBIDO». EL ESTANDARTE, CON EL QUE COINCIDEN ALGUNOS PADRES Y FAMILIARES, TIENE UN TEXTO: «NO HAY PEOR

TRAICIÓN QUE EXIMIRSE DE TODA CULPA PARA

SALVARSE EL PROPIO PELLEJO, OLVIDANDO QUE

LOS MUERTOS ERAN TUS SEGUIDORES, LOS MISMOS QUE TE LLEVARON A SER LO QUE SOS».

pués del trágico 30 de diciembre, la única de las intenciones consumada es la primera. «El Terko» era Cristian Viegas Mendes. «De tanto llamarlo así sus amigos, me había olvidado de su nombre», trata de poner una sonrisa su mamá Mirta, sentada sobre la cama del cuarto vacío, pero intacto, en la casa ubicada cerca del centro de San Justo. «Lo de “el Terko” se le puso porque se la pasaba con los juegos en red y ese era su nick», completa. Papá Jorge recuerda el día en que entraron por la puerta de su casa ¡12 monitores!: «¡Armaron un ciber y se quedaron todo el día jugando en red!». Cristian había nacido el 16 de noviembre de 1986. La biografía básica, según su mamá, es concreta y sentida. «Era mi compañero. Un chico muy bueno, muy solidario. Sus pasiones eran la música y su computadora. No se llevaba materias. Terminó con promedio de casi 8. Era muy buen alumno. Era hincha de River, medio vago para la gimnasia. ¿Novia?, que yo sepa, no. Ropa, siempre la misma: remera de La Renga, Callejeros, Cielo Razzo. Vivía para la música. Estaba inscripto en la Universidad de La Matanza –empezaba en enero– y había planificado con los chicos ir al Gesell Rock. Iban a ser sus primeras vacaciones solos». «Los chicos», sus amigos, son los que rodean una botella de Coca alrededor de una larga mesa rectangular. Federico y Juan son sobrevivientes de aquella noche. «¿Sabés por qué les sigo abriendo la puerta?, porque así siento que lo sigo teniendo acá». No hubo flores en el velorio de «el Terko». Sí, una bandera de los egresados del Juan XXIII, de Ramos Mejía, CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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«EL TERKO» ERA CRISTIAN VIEGAS MENDES. «DE TANTO LLAMARLO ASÍ SUS AMIGOS, ME HABÍA

OLVIDADO DE SU NOMBRE», TRATA DE PONER

UNA SONRISA SU MAMÁ MIRTA, SENTADA SOBRE LA CAMA DEL CUARTO VACÍO, PERO INTACTO, EN LA

CASA UBICADA CERCA DEL CENTRO DE SAN JUSTO. los pósters que tenía en su habitación, la presencia de «Tete» (La Renga) y música de Callejeros. A Mirta, el grupo de Villa Celina le genera sentimientos muy encontrados. «A mí Callejeros me duele. Yo los defino en dos palabras: ambición e ignorancia. El amaba a esa banda y no conocía ni a Chabán ni a Ibarra. Fue a verlos a ellos, que tienen la misma responsabilidad. Pero, al mismo tiempo, a veces necesito escucharlos; es una forma de estar con Cristian». Mirta va a las marchas con una bandera donde el logo del grupo está encerrado en el símbolo de «prohibido». El estandarte, con el que coinciden algunos padres y familiares, tiene un texto: «No hay peor traición que eximirse de toda culpa para salvarse el propio pellejo, olvidando que los muertos eran tus seguidores, los mismos que te llevaron a ser lo que sos». «El Terko» tenía 13 años cuando sus padres le regalaron la guitarra. Empezó

CUANDO FUIMOS A VÉLEZ A VER A LA RENGA, Y EMPEZARON A TOCAR EL TEMA CON SU

GUITARRA, ENSEGUIDA ME IDENTIFIQUÉ CON ESOS MILES DE CHICOS QUE SALTABAN. Y A CRISTIAN, POR SUPUESTO, LO UBIQUÉ BIEN ADELANTE,

DONDE MÁS LE GUSTABA IR EN LOS SHOWS», DICE

MIRTA. ACASO PORQUE, MÁS ALLÁ DE LA TRAGEDIA QUE SE LLEVÓ A SU HIJO, NO QUIERE QUE LOS JÓVENES VIVAN SIN PASIÓN.

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como autodidacta, después dejó de tocar y, el último año, había empezado con un profesor. Cuando preguntamos cuál era su guitarrista favorito, papá Jorge encaró el monitor y buscó un archivo. Ahí aparece una clínica del sueco Yngwie Malmsteen, haciendo una escala hiperpirotécnica. «Era boludo para elegir», buscó complicidad Jorge. Con algunos de sus amigos había formado una banda a la que llamó Efectos Secundarios. «Era el que se calentaba cuando había que hacer las cosas, era un líder. En la banda, lo mismo», se prende Juan, en el mismo living donde se juntaban a ver videos y a tomar helado. «En la banda, tocaba “el Topo” (Federico Nahuel González), que también falleció esa noche. De una barra de 8, quedamos 6». También recuerdan con ironía los tiempos en que iban a bailar y le pedían al DJ que pasara a Callejeros. «Nos decían que era una negrada. Ahora los pasan y dicen que es un “homenaje”. Me dan ganas de cagarlos a trompadas, les pego en la cabina el calco que dice “Que no se repita”». Aquella noche, «el Terko» iba a confirmar su asistencia perfecta en el triplete de Cromañón. Eso lo haría perderse el cumpleaños de su prima, pero tal como le había dicho a su mamá: «Son tres shows distintos». «Llegamos del cumpleaños y un amigo de acá a la vuelta me llama para decirme: “¿No te enteraste de lo que pasó?”. Estuvimos toda la noche buscándolo. Fue interminable», recuerda Mirta. La muerte de «el Terko» llevó a la peregrinación de su bien más preciado: la guitarra. De mano en mano, fue pasando por los rockeros que más admi-


HAN PASADO CASI 7 AÑOS, Y TODAVÍA NO PUEDO CONCEBIR TU AUSENCIA… PERO MIRO TU CUARTO Y TODO ESTÁ ALLÍ... TU COMPU, TU MÚSICA, TU GUITARRA Y; TE IMAGINO A VOS TOCANDO Y A MÍ CANTANDO UNA CANCIÓN DE ESE GRUPO QUE TANTO DOLOR NOS CAUSÓ...

raba. Y hasta «Teté», con su familia, terminó comiendo un asado en la casa de San Justo. «Cuando fuimos a Vélez a ver a La Renga, y empezaron a tocar el tema con su guitarra, enseguida me identifiqué con esos miles de chicos que saltaban. Y a Cristian, por supuesto, lo ubiqué bien adelante, donde más le gustaba ir en los shows», dice Mirta. Acaso porque, más allá de la tragedia que se llevó a su hijo, no quiere que los jóvenes vivan sin pasión. Detrás de las paredes La onda expansiva «post-Cromañón» generó una sensación asfixiante. Antes del 30 de diciembre, los grandes festivales patrocinados ya venían estampando un sello: «calidad» (devenido ahora en «seguridad»), a la bonanza masiva del rock y del dance. Pero las escenas emergentes y de bajo presupuesto (entradas a menos de $10) fueron borradas del mapa por una avalancha de clausuras. «Prohibido bailar, coger, moverse», advertía un cartel en un pub donde se bailoteaba mientras se bebía. Ahora, poco

falta para que las autoridades puedan clausurar hasta una fiesta de cumpleaños. Los músicos son echados de las plazas. La diversión quedó acorralada en un circuito de fechas y fiestas casi secretas (comunicadas por cadenas de correo electrónico), al filo de la clandestinidad. Grupos como los Músicos Unidos del Rock (www.movimientomur.com.ar) encarnan la resistencia de las bandas. Y las cáusticas medidas del Gobierno no fueron acompañadas de un plan para generar nuevos espacios o acondicionar los existentes. Esta es la gran cuenta pendiente para el 2006.

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CÓMO VIVÍ CROMAÑÓN Silvina y Marcelo habían decidido ir a ver a Callejeros invitados por la hermana de Marcelo. Ese día, 30 de diciembre de 2004, por la mañana, recorrí con Sil todo Lomas de Zamora y todo Lanús buscando una malla para mí, ya que en enero viajaba a Gesell. No conseguí ninguna que me quedara bien. Así que, después de desistir de la búsqueda, al ir a buscar el coche, pasamos por la iglesia Sagrado Corazón, de Lanús, donde me había casado hacía ya 34 años en ese entonces; y no se por qué le pedí a Sil entrar, y así lo hicimos. Fue algo inexplicable lo que me pasó, ya

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que aun hoy no se por qué comencé a llorar, y no podía parar. Salimos y volvimos cada una a su casa. A la noche ya me había olvidado de que los chicos salían, así que, después de cenar, nos acostamos con mi marido. Al rato, sonó el teléfono, y era Sil, quien entrecortadamente dijo: «Mami, se incendió el lugar, pero estoy bien». Inmediatamente, encendí el televisor y puse el canal Crónica. Así me enteré de lo que estaba pasando. Llamé al padre de Marcelo, y fuimos a buscarlos, él, mi marido, un tío de Marce y yo.


DESPUÉS DE UN LARGO TIEMPO APARECIÓ UNA PERSONA CON UNA LISTA DE FALLECIDOS Y

NOMBRÓ A MARCELO. NO LO PODÍAMOS CREER. SILVINA Y EL PADRE DE ÉL ENLOQUECIERON Y YO, HASTA QUE NO ME MOSTRÓ EL NOMBRE EN LA

LISTA, LE DECÍA AL SEÑOR QUE ESTABA EQUIVOCADO, QUE SIEMPRE SE EQUIVOCABAN QUE… PERO ERA MI DESEO Y NO LA REALIDAD.

Al llegar al Hospital Durand, encontramos a Silvina toda mojada, descalza y temblando, sin poder mover uno de sus brazos. Decía que había traído a Marcelo hasta el Hospital en una ambulancia junto con otras víctimas – creo que fallecidas–, haciéndole a Marcelo respiración artificial, obedeciendo las órdenes de quien ella creía doctor, pero que resultó ser un camillero. Cuando llegaron, abrieron las puertas de la ambulancia y dijeron: «Estos ya están…», en ademán de seguir buscando. Sil comenzó a gritarles que Marcelo tenía pulso, así que volvieron, lo cargaron y lo llevaron a la guardia. No le dijeron nada más después de que lo entraron. Mientras estábamos allí, comenzamos a preguntar, y no nos daban información, era un caos. Entretanto, pedí asistencia para ella. La atendieron después de mucho solicitarla y le sacaron una tomografía y luego le inmovilizaron el cuello. Después de un largo tiempo, apareció una persona con una lista de fallecidos y nombró a Marcelo. No lo podíamos creer. Silvina y el padre de él enloquecieron; y yo, hasta que no me mostró el nombre en la lista, le decía al señor que estaba equivocado, que siempre se equivocaban que… Pero era mi deseo y no la realidad. Al día siguiente, sin habernos movido de ahí,

comenzó la odisea de recuperar el cuerpo: fuimos a la morgue del Hospital y lo vimos; pero, cuando hicimos los papeles para sacarlo, ¡oh!, ya no se sabía adónde lo habían llevado para hacerle la autopsia. Deambulamos por distintos hospitales, por el cementerio y por la morgue. Sin agua ni alimentos, nos quedamos hasta que confirmaron que estaba en la morgue, pero había que esperar el turno. Así lo hicimos, y vimos cómo los cadáveres apilados en el patio se descomponían. Era todo un horror. Cuando por fin hicieron su autopsia, nos llamaron para reconocerlo. Fue espeluznante entrar y ver cadáveres desnudos y quemados por todo el piso. A Marcelo lo subieron en una camilla para que lo viéramos. Estaba todo hinchado y de color negro, casi irreconocible para todos menos para Silvina, que dijo: «Sí, es Marcelo». El padre tuvo que buscar una mancha de nacimiento en el abdomen, tal era su estado. ¿Cómo vivieron ellos lo que pasó? Eso se lo dejo a Silvi, que lo narrará mejor.

Ana María Ortega Mamá de Silvina Gomez, sobreviviente de Cromañón. CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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NOS HAN UNIDO ESAS LÁGRIMAS Y ESOS ABRAZOS QUE SE FUERON CONVIRTIENDO EN FORTALEZAS, MOJONES INVISIBLES EN EL CAMINO DE LA BÚSQUEDA DE LA JUSTICIA. JUSTICIA QUE ES DESEADA POR TODOS LOS TOCADOS -DE UNA MANERA O DE OTRA- EL 30 DE DICIEMBRE DEL 2004. JUSTICIA QUE SE ESPERA COMPLETA, NO MIGAJAS, NO RETAZOS. JUSTICIA. NO MÁS. TAMPOCO MENOS. 24

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ME ACUERDO Eran las ocho u ocho y media de la mañana del 31 de diciembre de 2004. Hacía mucho mucho calor. No me acuerdo de si lo vi en el noticiero o si escuché algo en algún programa de radio. Pero de lo que sí me acuerdo es que me empezaron a llamar por teléfono familias amigas del Colegio San Alfonso y de la parroquia Nuestra Señora de la Anunciación, del barrio de Villa Urquiza, en Buenos Aires, para contarme que los chicos no aparecían. Que habían ido a un recital y no aparecían. Que había habido un incendio en el local, y los chicos no aparecían. No aparecían. Los llamados transmitían angustia y desesperación; algunos

eran pedidos de oración. Algunos chicos sobrevivientes fueron trasladados a hospitales y sanatorios. Así, fui al San Camilo, al Ramos Mejía, al de la Trinidad. Empecé visitando conocidos y, de a poco, fui llegando a otras familias, a otras situaciones que se unían en el dolor ante lo inexplicable. El camino que iniciamos ese día con esas familias y con muchas otras nos unió para siempre. Me acuerdo de la misa del primero de enero, en la Anunciación, por Lucas, un querido alumno del Colegio San Alfonso que murió en Cromañón. Fue una misa de abrazos, de llantos, de dolor, de silencios; pero,


sobre todo, de no entender qué pasó, por qué… Me acuerdo de los diálogos de esos días. En la esquina, se habían quedado durmiendo en carpas unos cuantos. También comenzó a levantarse un Santuario que evocaba la vida arrebatada. Por las tardes de ese enero, pasaba varias horas allí rezando, escuchando palabras y silencios hondos. Una vez, se sentó junto a mí, en el cordón de la vereda, una joven. Como en otros casos, el silencio fue una especie de introducción prolongada y necesaria. Y entonces, vino la palabra: «Padre, contame cómo es el cielo, porque yo sé que mi novio está en el cielo, pero no me imagino qué está haciendo». Un pétalo puede decir mucho, o poco y nada. Dependerá de quien lo observe en la palma de su mano. Algunos podrán decirnos a qué flor perteneció, en qué etapa de su evolución estaba en el momento de ser arrancado y otros datos más. Otros solo podrán decir: «Es un pétalo», o tal vez ni siquiera eso. Lo acontecido hace más de un año en República Cromañón es un pétalo que nos habla de la República Argentina. Podemos intentar acercarnos y escuchar algunas cosas que quiere decirnos. Quien se acerque con prejuicios solo escuchará voces confusas. Así comienza un texto que salió publicado en el diario La Nación al año de la tragedia, texto que firmé. Sigo reafirmando que aún escuchamos voces confusas y aún miramos los pétalos sin comprender la totalidad. Aún nuestra patria espera reaccionar con toda la potencia de los jóve-

nes para salir a cuidar la vida, la vida de todos, de punta a punta. Nos han unido esas lágrimas y esos abrazos que se fueron convirtiendo en fortalezas, mojones invisibles en el camino de la búsqueda de la justicia. Justicia que es deseada por todos los tocados –de una manera o de otra– el 30 de diciembre del 2004. Justicia que se espera completa, no migajas, no retazos. Justicia. No más. Tampoco menos. Y así termina aquel texto del diario. Y así quisiera que terminara este, que busca encontrar, en la memoria colectiva, un abrazo enorme en cada lugar de nuestra Argentina para cada uno de los pibes de Cromañón, para sus familias, para sus amigos. Un «me acuerdo» por siempre. Jorge Eduardo Lozano Obispo de Gualeguaychú. Como obispo auxiliar de Buenos Aires acompañó a las familias que perdieron a sus seres queridos en el incendio de Cromañón.

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HACIENDO UN CLIC Caminando las calles porteñas, gastamos zapatillas, suerte la nuestra que se gastaron y no se quemaron. Fueron noches en vela, pensando cómo seguir. Ellos son la luz de nuestro sol, el motivo de nuestro andar, la razón del cambio; nos ayudan a crecer día a día. Un día, en Buenos Aires, 194 chicos se fueron juntos de viaje. Esa noche, nosotros perdimos, pero no nos dejamos caer; así como ellos juntos se fueron, nosotros unidos nos quedamos luchando. Un día, un grupo de jueces dictó una sentencia. Ese día, empezó todo; a partir de ahí, empezó la búsqueda. Ese día, la cabeza de una

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adolescente hizo «clic», y empezó a ver y a valorar las cosas de otra manera. Ese día, la chica se dio cuenta de que había cosas más importantes en la vida y de que enojarse por tonterías no tenía sentido. Encontró, a lo largo de la búsqueda, un camino espiritual que la llevó a una conexión interior, que la hizo cambiar de pensamiento y entender que la vida se basaba en cosas simples y no tan complejas. Aprendió a escuchar y analizar de una manera distinta a como lo hacía antes. El principio del camino lo recorrió sola. Se las ingenió para llegar, se las rebuscó como pudo, lo que importaba no era cómo, sino


...ESE DÍA, LA CABEZA DE UNA ADOLESCENTE HIZO ‘’CLIC’’, Y EMPEZÓ A VER Y A VALORAR LAS COSAS DE OTRA MANERA. ESE DÍA, LA CHICA SE DIO CUENTA DE QUE HABÍA COSAS MÁS IMPORTANTES EN LA VIDA Y DE QUE ENOJARSE POR TONTERÍAS NO TENÍA SENTIDO.

estar ahí, ver las cosas en primera persona y escuchar los relatos de una luna que nunca va a olvidar, como las 194 vidas que se hicieron estrellas. Un día, vio a una madre con un grupo de sobrevivientes en la televisión y se quiso acercar. Quiso ayudarlos, brindarles su solidaridad por el momento que estaban atravesando. Ella también, año atrás, había perdido injustamente a un ser querido; para su edad, esa pérdida había significado un cambio importante, ella sabía lo que era el dolor de perder a un amigo. Todo comenzó desde ese lado, desde el sentir lo mismo y ver cómo nadie hacía nada para que no volviera a pasar; sintió que la impunidad también acompañaba su andar. Con su madre, un día, después de mucho tiempo ya, se decidió a hablar con familiares, amigos y sobrevivientes. Al ir, encaró un camino desde el sur de la Provincia de Buenos Aires –ubicándonos más exactamente, en el partido de Almirante Brown, en la localidad de José Mármol– hasta el lugar. Y ¿saben qué?, ¡lo logró! Llegó adonde quería, llegó a Bartolomé Mitre. Fueron meses los que separaron el día del encuentro con una mujer –por ahora no vamos a decir el nombre–, el 30 de diciembre de 2010, que encontró a esta joven con 18 años, 6 másde los que tenía la noche en que las

vidas volaron por el cielo porteño. Ese día, Camila, la chica en cuestión, se sentía en plenitud, estaba feliz, a pesar de cumplirse un nuevo aniversario. Tenía una alegría inmensa que, a la vez, se transformaba en lágrimas de dolor al ver que, tras 6 años de andar, no se había logrado el cometido inicial. Se encontraba con su madre en la Plaza de Mayo, esperando a la mujer y escuchando a una señora contarle a un caballero cómo sentía ella la ausencia de sus dos hijas. Le decía: «Yo perdí dos hijas. Una salió viva, y la otra falleció esa noche; la que salió viva se me murió a los pocos días». La gente caminaba muy apurada, unos yendo y otros volviendo, y Camila seguía sentada en el pasto junto a los héroes de Malvinas, que también estaban en la plaza reclamando ser reconocidos y poder gozar de los derechos por haber luchado por la patria. «Mirá, ma, ahí está, es ella», dijo la joven. «Andá a saludarla», respondió la madre. Cami sentía una ola de nervios que no la dejaban imaginar otra cosa más que ese abrazo que se venían prometiendo hacía meses y meses. «¡Soy Cami!», exclamó la joven. En ese preciso momento, se encontraron en un inmenso abrazo lleno de amor y agradecimiento mutuo. Luego de terminar con la lectura de los textos armados por los familiares, comenzó la mar-

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cha. Nos dirigíamos desde Plaza de Mayo hasta Once, hasta el Santuario que se encontraba metros delante de la entrada de un lugar sin salida. Esa noche, hubo canciones, hubo videos; fue una noche en la que nadie dejó de pensar un segundo en su amigo, en su familiar; fue una noche en la que la adolescente permaneció abrazada a su madre, rogando que nunca le faltara en su vida. Al finalizar, Camila se acercó a la mujer, que, entre lágrimas, les agradecía a los padres de la joven el buen trabajo que habían hecho con la crianza de su hija. Siguiendo en el mar de lágrimas, la muchacha abrazó a la señora como si fuera su propia madre sin querer soltarla ¡nunca! Agradezco a la mujer que me enseña, me escucha, me aconseja y me entiende; es un honor para mí poder decir que la persona de 28

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la que hablo en esta historia es la señora Nilda Gómez. Le agradezco a mi madre, que siempre estuvo al lado mío, me acompañó en la búsqueda y nunca me dejó sola. También quiero agradecer a Sonia Cansinos, que me permitió llegar a Marcelo Santillán, el autor de la canción Basta ya. Él me contó lo que vivió esa noche; a través de este hombre, pude llegar a Silvina Gómez y a Fabiana Puebla, dos mujeres geniales, adorables y, sobre todo, grandes personas y luchadoras, que ¡nunca se dejan caer! ¡Ni la bengala ni el rock and roll, a nuestros pibes los mató la corrupción!

Camila Belén Lagos 22.2.2011


SANTIAGO:

ABRAZO, LÁGRIMAS, GOLPES,

DOLOR, ALEGRÍA Y RISAS.

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«PAPÁ, VOY A ESCUCHAR MÚSICA CON MIS AMIGOS, SOLO NECESITO DOS PESOS» CROMAÑÓN NUNCA MÁS


...HEMOS DE LLEVAR ESPIRITUALMENTE CON NOSOTROS A ESA DULZURA

AUSENTE; A ESA PRESENCIA EN AUSENCIA QUE NO MORIRÁ JAMÁS PORQUE NO

SE LO HA OLVIDADO; QUE ESTÁ SIEMPRE A NUESTRO LADO; QUE NOS

CONVOCA TODOS LOS DÍAS A SEGUIR SOÑANDO; QUE ESTÁ AQUÍ TAN

CERCA NUESTRO AUNQUE NO LA PODAMOS VER NI TOCAR NI OÍR.

El recuerdo trae a mi memoria una anécdota íntima, breve, familiar entre un hijo y su padre. El simple pedido de dos monedas en aquel 30 de diciembre de 2004 provocó en mí una respuesta trivial: «¿Cómo, hijito mío, vas a un festival con solamente dos pesos?». «Sí, papá» fue su respuesta. «Porque necesito un peso para ir en colectivo y otro para regresar. Solo eso». Resulta hoy casi innecesario decir que nunca volvió y que solo el Señor conoce el destino de la restante moneda perdida. Pensar «Cromañón» supone muchas conceptualizaciones de índole intelectual, tales como traducir que constituyó una tragedia, un incendio en un local, una Masacre, un infortunio, etc. -sin dejar de tener en cuenta la legítima búsqueda de la verdad y de la justicia, de las responsabilidades inherentes a toda conducta humana y sus posibles consecuencias-. Mas, no obstante, desde la perspectiva de lo espiritual, conjeturo que sucesos como «Kheyvis», «Cromañón» y similares holocaustos constituyen verdaderos misterios, cuyos efectos todavía no sabemos ni podemos comprender por qué ocurrieron. ¿Quién conoce los designios de Dios? Ni un solo pájaro cae en la tierra sin el consentimiento del Padre que está en el cielo... ( Mt. 10. 29-30 ). En la muy preciosa vida de Osvaldo, muchas fueron las circunstancias que adornaron su corta existencia de 17 fecundos años: su pasión por el deporte entendido como virtuosa práctica de vida sana, como ejercicio que fomenta

la amistad, el compañerismo, la solidaridad; su condición de buen alumno en el Colegio del Salvador, donde consta su nombre como graduado; su pasión por la música que se plasma en su integración en una banda denominada La Morada, con sus compañeros de colegio, en cuyo conjunto vocalizaba y tocaba la armónica; y, quizás, en lo más alto del edificio de su vida, emerja el culto que tenía por la amistad,

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por el amor a sus amigos. Solo puedo añadir mi agradecimiento humilde al Señor por haberme dado la gracia de conocer un poco, durante los mencionados 17 años, a tan delicada criatura. «Papá, solo necesito dos pesos» fue su último deseo. Miro con atención una fotografía obtenida durante un viaje a Tierra Santa, de San José, el Patrono de la Buena Muerte, acompañado en su lecho de agonía por María y Jesús –impresionante mosaico donde puede observarse que todos ostentan sendas aureolas de santidad–; y, al escribir estas líneas, viene a mí una expresión de André Maurois: «Sin una mujer y sin hijos, el hombre está solo en el mundo, tiritando de frío». La célebre maga Medea dejó calificada la angustia por la pérdida de un hijo como el dolor más acerbo de todos; y ha ocurrido, en nuestro caso, que la Providencia permitió semejante tribulación. Si entonces añadimos esta consideración a lo anterior mencionado, todo ello nos inspira para testimoniar que, en nuestra situación, lamentablemente, no estaremos en el ins32

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tante supremo con nuestro amado hijo. Pero quiero pensar que tampoco debemos estar tiritando de frío, porque hemos de llevar espiritualmente con nosotros a esa dulzura ausente; a esa presencia en ausencia que no morirá jamás porque no se lo ha olvidado; que está siempre a nuestro lado; que nos convoca todos los días a seguir soñando; que está aquí tan cerca nuestro aunque no la podamos ver ni tocar ni oír. Queridos padres, compañeros en el dolor, les pido que me permitan traer al presente unas pocas palabras del Padre Pío de Pietrelcina en su correspondencia con Rafaelina Cerase: «Mientras estemos en la aflicción, recordemos que, después del Calvario, viene el Tabor». «Papá, solo necesito dos pesos».

Osvaldo Ruiz Papá de Osvaldo Ruiz Kannemann 10.2011 Buenos Aires


ESCRACHE EN LA CASA DEL JUEZ BRUZZONE

Noche de invierno. Fuimos a escracharlo. Cuando terminamos, una señora se acercó y me dijo que la Policía se había llevado a uno de los nuestros. Dos civiles, casi en silencio y sin que nadie lo notara, lo tiraron al piso y, a los golpes, se lo llevaron. Me fijé quién faltaba y no encontré a Huguito. Ahí mismo nos movilizamos a la comisaría después de hablar con el comisario a cargo de nuestra custodia –algo que se les hizo costumbre porque aun hoy, cuando un grupo de padres nos movilizamos, siempre hay algún policía, con uniforme o sin él, «custodiándonos»–. Después de horas y horas de gestiones, logramos que liberaran a Huguito. Huguito ya no está con nosotros. Es uno de los tantos muertos «post-Cromañón» que integra nuestra lista. Huguito, te llevaremos siempre en el corazón por toda la fuerza y la garra que le pusiste a esta lucha, peleando por Jaqueline y los 193 que partieron con ella. Santiago Maggio 29.3.2011

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ÁNGEL DE LA GUARDA Yo me llamo Carlos Gaspar Castillo, papá de Carlos Javier Castillo, sobreviviente de la tragedia. La mamá se llama Teresa Benítez. Esa noche del 30 de diciembre de 2004 fue para nosotros una pesadilla, realmente una pesadilla de la que, gracias a Dios, pudimos despertarnos y contarla. Recuerdo que esa noche estábamos cenando y mirando televisión cuando, de repente, mostraron un flash informativo en Canal 13, solo por audio, en el cual decían que había un incendio en un boliche bailable, pero que no sabían si era una bailanta u otro tipo de local. Yo empecé a preocuparme porque, unos días

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antes, mi hijo me había mostrado una entrada que acababa de comprar. Yo le pregunté dónde quedaba el lugar, dónde tocaba la banda, y me contestó que era en la zona de Once, pero que no sabía bien en qué lugar. Cuando en la tele confirmaron que ahí estaba tocando una banda llamada Callejeros, inmediatamente, y en forma desesperada, empezamos a tratar de ubicarlo por teléfono y no teníamos respuesta, hasta que una de mis hijas fue al cuarto de su hermano y encontró su celular, se lo había dejado olvidado. La novia de mi hijo, que no había ido con él porque estaba enferma, tenía un ataque de


TENÍAMOS SENTIMIENTOS

ENCONTRADOS: POR UN LADO, ESTÁBAMOS FELICES POR HABER

HALLADO VIVO A NUESTRO HIJO; Y, POR EL OTRO, SENTÍAMOS

MUCHO DOLOR Y ANGUSTIA

POR ESOS PADRES Y FAMILIARES

QUE NO TUVIERON ESA SUERTE. ¡QUÉ DOLOR, POR DIOS!

nervios, se había enterado de lo que estaba pasando, y ya se hablaba de víctimas fatales. No había forma de pararla; a pesar del estado en que se encontraba, quería ir al lugar de la tragedia. El padre, con mucho esfuerzo, pudo convencerla para que se quedara junto a su madre, que le decía que aquel iría junto conmigo, mi esposa, mi hija y mi yerno. Tomé mi auto y traté de buscar el camino más rápido por la desesperación que teníamos todos, escuchando la radio, en la cual informaban de una víctima, de dos, de tres, de cuatro, de cinco víctimas, de varios heridos graves, y así sucesivamente. Realmente, era un infierno lo que estábamos viviendo. Nunca en mi vida me tocó pasar un calvario como ese, ni comparándolo con la muerte de mis padres. Por fin, llegamos al lugar, en medio de llantos y gritos desgarradores, sirenas de ambulancias y patrulleros, y la gente, desesperada, preguntaba y preguntaba por sus seres queridos. Realmente era una película de terror que ni siquiera el mejor director de cine del mundo podría imaginar.

Empezamos a entrar de a poco, como podíamos, a ese inmenso infierno –sinceramente, al borde de un ataque cardíaco– a buscar a nuestro hijo. Cada chico, cada persona que encontrábamos tirada, tratando de sobrevivir, desgarraba el alma y el corazón. Difícil de explicar a alguien que no haya vivido, por lo menos, algo similar. No pudimos avanzar más, la Policía no nos dejó, nos dijeron que preguntáramos en el Hospital Ramos Mejía porque ya habían derivado a varias personas ahí. Gracias a Dios, cuando salimos del lugar, recibí un llamado a mi celular, y me informaron que mi hijo estaba en la guardia del Hospital Méndez. Nos abrazamos todos y lloramos sin parar, era tanto el peso del dolor y la angustia que no podíamos parar. Pero también teníamos sentimientos encontrados: por un lado, estábamos felices por haber hallado vivo a nuestro hijo; y, por el otro, sentíamos mucho dolor y angustia por esos padres y familiares que no tuvieron esa suerte. ¡Qué dolor, por Dios! El mejor amigo de mi hijo había ido con él al recital, pero, lamentablemente, falleció. Se llamaba Sergio Daniel Avendaño. Ahora creo en los milagros de Dios y en el Ángel de la Guarda, que para mí es mi madre que está en el cielo, siempre lo sentí y lo creí así. Por fin, llegamos al Sanatorio Méndez, donde CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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HASTA EL DÍA DE HOY, NO SABE CÓMO SALIÓ DEL INFIERNO

NI SABE QUIÉN O QUIÉNES LO

SACARON. ESTABA SENTADO ENTRE

estaba mi hijo. Pregunté por él, buscaron en la lista, y él estaba primero. Estaba en la sala de guardia, donde lo encontré sobre una camilla prácticamente desnudo, mojado, totalmente negro por el humo, solo se le podían ver el color blanco de los dientes y los ojos, impresionante. Yo seguía sin poder parar de llorar. Él me dijo: «Papi, no llores más, ¿no ves que estoy vivito y coleando?». «Gracias a Dios», le dije. «Carlitos, no sabés lo que está pasando ahí afuera», y él me contestó: «Papi, no me digas nada, yo lo viví ahí adentro». Unas horas después, lo trasladaron a la Clínica Basterrica, donde estuvo internado de diez a once días. Hasta ese momento, no se sabía que su mejor amigo había fallecido. Lo encontraron en la morgue de Chacarita. Mi hijo preguntaba insistentemente por el amigo. Por orden médica, no podíamos decirle que ya nunca más podría verlo. ¡Qué triste! Muy triste era todo. ¡Qué dolor! De esos diez u once días que estuvo internado, por lo menos ocho, despidió algo negro por la boca y la nariz, era todo lo que había respirado adentro. Volviendo un poco más atrás en el relato, dije que yo creía en los milagros y en el Ángel de la Guarda y que estaba seguro de que era mi madre. Mi hijo me contó –nos contó–, después de pasado un tiempo, cómo había escapado de esa trampa mortal y que el amigo lo había tomado del brazo y llevado para el escenario diciéndole que, detrás de él, debía de haber una puerta por donde salía la banda. Cuando llegaron al vallado del escenario, se les dificultó pasarlo, debido a la altura, hasta que lo lograron y cayeron sobre unos parlantes. Justo en ese momento, se cortó la luz.

DECENAS DE CHICOS TIRADOS...

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Contó que era imposible respirar, que estaba agotado y que ya no sabía qué hacer. Se resignó a todo, se ató la remera a la nariz y a la boca, se puso la mochila de capucha y quedó sentado sobre un parlante escuchando gritos desgarradores de auxilio y de dolor, y llantos desesperados. Lo recuerda hoy y le duele el alma. Se dijo a sí mismo: «Hasta aquí llegué, no aguanto más». Cuando volvió en sí, se encontraba en la vereda sentado en medio de cuerpos tirados, algunos sin vida, según comentaban los chicos que auxiliaban a amigos. Hasta el día de hoy, no sabe cómo salió del infierno ni sabe quién o quiénes lo sacaron. Estaba sentado entre decenas de chicos tirados, pero tuvo la suerte de que, cuando llegó la primera ambulancia, lo llevaron a él y lo auxiliaron. ¿Cómo no pensar que fue un milagro de Dios? Quiero dirigirme a esos padres, hermanos y familiares con quienes compartimos ese inmenso dolor. Sé que no es lo mismo vivirlo de afuera, pero muchas veces no siento felicidad completa porque pienso en ustedes, pienso en esas heridas del corazón que nunca se curarán. Solo hay que creer y tener mucha fe en Dios, solo ese ser podrá aliviar tanto dolor. Primero pienso que fue un accidente desgraciado, obviamente una tragedia. Por ahí, todos tenemos un poquito de culpa, unos más, otros menos… También pienso: «¿Quiénes querrían matar gente?, menos aún, teniendo familiares ahí dentro». ¡Fuerza papás! ¡Fuerza mamás! ¡Fuerza hermanos! ¡Fuerza familias! ¡Fuerza amigos! Que Dios y el tiempo ayuden a aliviar tanto dolor. Familia Castillo Merlo


EL TIEMPO

Sería cruel asumir que el tiempo lo cura todo. Cuál es el reloj que nos dice la hora exacta en que tienen que pasar las cosas. Cuál es el reloj que nos marca el momento exacto en que las historias dan un giro exacto de 360 grados. Cuál es aquel que te atrasó dos minutos, que dejó el semáforo en rojo. Cuándo se pondrán de acuerdo los segundos que tardamos en reaccionar. Qué preciado que es aquel que nos trae un futuro inesperado, recuerdos del pasado (y un presente tan escaso que los oasis no alcanzan cuando el agua no corre). Las discusiones surgen cuando no se puede controlar su paso. El tiempo que cumple años, que marca distancias, que corre ambulancias, que abre la puerta, que la cierra, que

me cobra. Me presiona al salir, me da la oportunidad de encontrarte o me la quita en instantes. Me da tu mano, me da tu voz. Me da silencios… Se encapricha en la lentitud y toma velocidad de golpe. Es el tiempo que me sacó canciones, la transpiración de tu piel. Avanza insolente, no da tregua. Nunca más se me ocurrirá desafiar su capacidad de destruir. Me costaría contemplar opción alguna de construir bajo su mirada. Le doy una personalidad fuerte en la necesidad de entender cómo funciona, pueden decir que esta costumbre se asemeja al realismo mágico. Yo lo llamo temor. María Luján CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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UNA AMISTAD QUE RESCATÓ LO MEJOR DE MÍ

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Aquella noche, con Mary –mi esposa–, escuchamos la noticia y la referimos a alguno de los boliches de baile popular del barrio de Once, donde solía ir la gente humilde. Nos dijimos:«Pobre gente, siempre desprotegida». Magda, nuestra hija, esa noche había salido con un amigo. Por la mañana del día siguiente, tomando mate, de la conversación surge que Natalí, la amiga del alma de Magda, había ido a ese boliche –Cromañón– y que Magda también había sido invitada, aunque, como tenía otro plan, no fue. Ahí empezamos a darnos manija sobre si le habría pasado algo malo a Nata. Entonces, Magda se comunicó con la casa de ella y se enteró que su amiga había estado en terapia intensiva y que ahora estaba en intermedia. Urgente fuimos al sanatorio. Mary y yo, y los papás de Nata –Lila y Horacio–, éramos amigos entrañables desde nuestra juventud, pero –como a veces sucede en el devenir de la adultez– ya no nos veíamos tanto y recibíamos las noticias indirectamente a través de Magda y Nata, y no por el contacto directo. Cuando llegamos al sanatorio, en la sala de planta baja, vi a Lila. Nos fundimos en un abrazo y en un llanto que me devolvieron a la intensidad del cariño de juventud, que me representó a Magda y a Nata,


A PARTIR DE ENTONCES,

HUBO MUCHO DOLOR. apenas de meses, bañándose en la misma bañera de casa; o entrando, el primer día de clases, al jardín de infantes tomaditas de la mano con sus guardapolvitos verdes; y tantas otras situaciones. A Matías –hermano de Nata–, con su espada de He-Man, blandiéndola sobre las cabecitas de Magda y Nata, –azoradas– y espetándoles su «¡¡Por el poder de Grayskull!!» sin que ellas entendieran un pito; o al «Gordo», Horacio –papá de Nata–, alzando de la cuna a Pili –mi hija menor– y malcriándola porque no podía escucharla quejarse. Entonces, Lila nos dijo que Nata seguía recuperándose y nos contó lo de Martín y que aún no podían decírselo a ella, que a cada rato preguntaba por él. Pronto le dieron el alta a Nata, y vino la tristeza sin fin de haber perdido a Martín, de quien lo último que recuerda es haber estado tomados de la mano. Ese enero de Nata con Magda, en Mar del Sur, fue un enero triste. A partir de entonces, hubo mucho dolor. Para los chicos sobrevivientes, fue un crecer de golpe; fue golpearse contra el mundo adulto, contra la burocracia judicial y del Gobierno; fue no entender esa rigidez del Código Penal. Pero también hubo lucha, no se bajaron los brazos. Las manifestaciones, las vigilias, la unidad de los familiares, la comprensión y la simpatía de la sociedad respecto de esa lucha, la presión de los familiares y sobrevivientes sobre el Poder Judicial, que logró decisiones impensadas –visto desde mi punto de vista de abogado civilista, profano en lo penal, pero conocedor de la rigidez del Código–. El dolor de los padres

y de la madres, que les devolvió la transparencia –porque, luego de la pérdida de un hijo, ya casi nada tiene sentido y menos este maldito mundo de apariencias–. «El Gallego» hacía justicia «desde abajo», impulsado por su corazón. Nilda, persistente; y Lila también .Y los abogados penalistas la luchaban. Y tantos otros .Todos formaban, de alguna manera, una gran «familia Cromañón». ¡Qué contradictorio!, ese nombre emparentado con el dolor para siempre. Sin embargo, también refiere a quienes han quedado hermanados de por vida en algo nuevo, porque la lucha continúa contra la codicia de empresarios inescrupulosos y la negligencia de los funcionarios que asumen para hacer negocios personales y que hacen la vista gorda ante «cromañones» o edificios que se derrumban, etc., etc.; y continúa en el esfuerzo de los chicos sobrevivientes por superar aquella tristeza. Y ahí está la fuerza de Nata: primero con los «Ángeles de Cromañón», estudiando Medicina; y ahora también, a punto de recibirse. O la de Vanesa, que está decidiendo tener su hijita con Pablo y hacerse la casita. Y la de tantos otros. Yo soy afortunado de poder sentirme, humildemente, parte de esa «familia Cromañón». Y fue Nata la que me llamó. Y fue el inmenso cariño de Magda por su amiga el que me lo permitió; fue la fuerza de esa amistad que me devolvió lo mejor de mí mismo, que una vez más le dio sentido a mi vida y a mi profesión.

PARA LOS CHICOS

SOBREVIVIENTES, FUE

UN CRECER DE GOLPE; FUE GOLPEARSE

CONTRA EL MUNDO

ADULTO, CONTRA LA

BUROCRACIA JUDICIAL

Y DEL GOBIERNO...

Aldo

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PARA MATY

Soy Hilda Tabaré, mamá de Franco Matías Ferreyra, masacrado en Cromañón. He tratado –de muchas maneras– de escribir algo para este libro. Pero ¿cómo se expresa el dolor, la impotencia? Me dijeron que podía contar alguna anécdota, que podía ser algo gracioso de la lucha de estos 7 años. Pero ¿saben?, no puedo contar algo gracioso porque es más fuerte el dolor que llevo por dentro, pensar en mi Maty… Y no puedo sentir otra cosa. Llevo en mi vida la terrible culpa de no haber estado a su lado, de no haberlo acompañado, de no haberlo tenido en mis brazos cuando 40

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me necesitó. Les voy a contar un poquito de Maty. Él era una personita llena de alegría. Su alegría eran sus hermanitas Anahí y Daniela (Anahí tenía nueve años cuando sucedió «Cromañón»). Como les contaba, Maty adoraba a sus hermanas y a sus sobrinos. Él trabajaba a media cuadra de casa, en un taller de carteras de cuero, de 8.00 a 18.00 hs. Los sábados y domingos, se juntaba con sus amigos a jugar a la pelota. Del barrio, fueron tres amigos los que se llevó este maldito «Cromañón»: Marianela Rojas, Ezequiel Agüero y Matías. Maty y «Quelo» se conocían con Mari desde


¡DIOS QUIERA QUE ESTE LIBRO PUEDA HACERLE ENTENDER A LA SOCIEDAD QUE NOSOTROS, CON LA LUCHA QUE LLEVAMOS, NO LO HACEMOS SOLAMENTE POR NUESTROS HIJOS, ES TAMBIÉN POR VOS, POR SUS HIJOS, SOBRINOS, NIETOS, PARA QUE NO VUELVA A PASAR OTRO “CROMAÑÓN”!

chicos por medio de amigos en común. Hace poco pudimos hacerles un homenaje en el colegio a donde los tres concurrían. Fue muy emotivo y provechoso para los alumnos de ese establecimiento, la Escuela Media N.º 1, de Rafael Castillo, Partido de La Matanza. Hace 7 años que venimos luchando en las calles, reclamando justicia, una justicia que se niega a reconocer que «Cromañón» se podría haber evitado. Nos quieren hacer parecer culpables de la muerte de nuestros hijos. ¡Dios quiera que este libro pueda hacerle entender a la sociedad que nosotros, con la lucha que llevamos, no lo hacemos solamente por nuestros hijos, es también por ustedes, por sus hijos, sobrinos, nietos, para que no vuelva a pasar otro «Cromañón»! Lo siguiente lo escribí hace mucho para Maty: El cielo estaba triste por la miseria de este mundo, y Dios quiso que 194 ángeles volaran al cielo para que sus almas tuvieran un poquito de alegría; y, entre ellos, estabas tú, que con tu ternura y picardía alegrabas la vida de todos los que te rodeaban. Yo, tu mamá, y tus hermanos jamás aceptaremos tu partida incomprensible. En estos 5 meses lejos de vos, siento que mi dolor cada día es poco con la inmensa necesidad de tenerte conmigo. Mis manos quieren tocarte, mis ojos quieren verte, mi corazón te necesita, los proyec-

tos se niegan a realizarse sin vos. Yo necesito estar bien para tus hermanos y hermanas, Dios sabe que es difícil. Yo miro tu foto y pido fuerzas. Yo sé que, donde estés, estás bien, y a mí me queda la esperanza de que algún día nos veamos, pero hoy tengo que seguir luchando por vos, por tus hermanos. Quiero recordar cada momento vivido en tu corta vida. ¡¡Maty te amo!! ¡¡Qué Dios ilumine esta sociedad, y se haga justicia!! Tu mamá HildaTabaré Mamá de Franco Matías Ferreyra

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¡FUERZA, ANDREA! Los siguientes escritos son de María Celeste Peón, los envío su mamá, Andrea Pelc, ya que es lo único que pudo hacernos llegar. Andrea se encuentra intervenida quirúrgicamente.

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ENTRE PELEAS, REENCUENTROS Y TORTILLAS DE PAPAS

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VEO TU CARITA CON LA EXPRESIÓN DE UN NENE DE 4 AÑOS, A PESAR

DE TUS 19, ENTRANDO A MI CUARTO Y DICIÉNDOME: «FELIZ CUMPLE,

NEGRITA CATINGA», Y ME ENTREGABAS CON ORGULLO, COMO

REGALO, UNA HOJA A4 ENROSCADA COMO UN PERGAMINO, EN LA

CUAL HABÍAS ESCRITO: «FELIZ CUMPLE, TÍA NEGRITA, TE QUIERO

MUCHO. MARIANO». HOY ESTÁ EN UN CUADRO COLGADO EN LA

PARED DE MI CASA Y ES, SIN DUDA, LO MÁS VALIOSO QUE TENGO.

Son casi las 23, tomo la foto de Mariano, me meto en la cama, me acomodo y coloco el portarretratos sobre ella, frente a mí: «Negro, hoy no es una noche más en la que te hablo antes de dormirme», le digo. «Hoy voy a escribir sobre vos y se me está tornando muy difícil, mi cielo. Me he propuesto contarle a todo el mundo cómo y quién sos, pero no sé porque carajo no puedo parar de llorar». Los momentos y recuerdos lindos se borran de mi mente y comienzo a revivir una vez más, el vía crucis del 30 de diciembre de 2004, más o menos desde esta hora hasta las 14 del 2 de enero de 2005. Mi mente se transforma en una pantalla de cine y me veo como la protagonista de una película de ciencia ficción, buscándote desesperadamente en la noche del 30, entre miles de personas que estaban, como yo –repitiéndome, una y mil veces, que eso no nos podía estar pasando a nosotros, eso les pasaba a otras personas, y nosotros solo lo veíamos por la tele–, de hospital en hospital, en los pasillos, en las terapias, en las salas, entre los muertos y nada…, no estabas… A medida que pasaban las horas, saltaba del pánico a la esperanza. «Quizás ya esté en casa», me decía. Llamaba por teléfono a los que te estaban esperando en casa, Edu y Fabi, por si llegabas, y la respuesta era «No». A las 6 de la mañana, te encontramos. Ya sabíamos cómo y dónde estabas, pero no te podíamos llevar, la maldita burocracia nos lo

impedía, primero había que hacer la autopsia. El 31 fue interminable, yendo y viniendo al centro, y nada... «Las cero horas» marcaban el comienzo de un nuevo año… El cielo se iluminaba con luces de todos los colores, el 2005 comenzó con 15 interminables minutos de fuegos artificiales y cohetes lanzados por los que, como yo, hasta ese momento, vivían una tragedia solo por la tele. Abrazada a Caro, a Seba, a Marcelo y a nuestra amiga Josefina, sentados en el cordón de la vereda de la morgue, lloraba en silencio. Con espanto veía cómo fotógrafos y camarógrafos se lanzaban como caranchos hambrientos en busca de su mejor foto (o nota) encima de los familiares que se revolcaban en el piso gritando de dolor. La noche fue muy larga y peleada, los detalles aparecen en mi mente unos tras otros, una y otra vez, pero para qué contarlos... A las 6 del día primero (32 horas después de la Masacre), un administrativo me llamó y me dijo –con un tono imperativo y falto de sensibilidad, dada las discusiones previas–: «Ya está todo en orden, se puede llevar a su sobrino». De forma inmediata, emprendimos el viaje hacia Grand Bourg, donde vos, Marianito, serías velado junto a Gustavo, tu amigo de toda la vida. Vos, Marianito, en una ambulancia, y nosotros en el auto de Josefina detrás de ella. CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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...EL 2005 COMENZÓ CON 15 INTERMINABLES MINUTOS DE FUEGOS ARTIFICIALES Y COHETES LANZADOS POR LOS QUE,

COMO YO, HASTA ESE MOMENTO, VIVÍAN UNA TRAGEDIA SOLO POR LA TELE.

Ya no puedo seguir escribiendo, mi mente se nubla, no recuerdo nada con claridad, no te rías Marianito, por favor, ayudame, sabés que te tengo prohibido que me permitas recordar ciertas cosas, prefiero pensar que te fuiste a recorrer el mundo de mochilero y que por eso tardás tanto en regresar. Hace media hora que te estoy mirando y, en el transcurso, me tomé una copa de vino; parece que hizo efecto, porque me siento un poquito mejor. Recuerdo cuando, por primera vez, deseé escribirte algo. Dejé plasmado en una placa: En un mundo donde la hipocresía y la falta de valores reina, donde los sentimientos se muestran oscuros y fingidos, vos, eras una isla difícil de encontrar, bueno, honesto, transparente, casi inocente. Así eras y así te amé, y te amo con todo mí ser. Cierro mis ojos y, como entre tinieblas, me veo peleando con tu madre los domingos a la mañana a ver a quién besabas primero. Te veo parado en el portón con las zapatillas en la mano gritando: «Esperen, esperen…», para que no nos fuéramos de compra sin vos. Nunca me voy a olvidar el día que me di cuenta de que ya no eras un adolescente. Caminábamos por Unicenter, y te tomé del brazo, y vos nada; cuando, unas semanas atrás, caminabas tres metros delante o detrás de nosotras y te ponías furioso si hablábamos o nos reíamos fuerte. ¡Y ni que hablar de que nos fuéramos a probar prendas que no íbamos a comprar! En coro te decíamos: «¿Se puede saber a qué venís si no compartís nada?» Y vos, muy suelto de cuerpo, decías: «Para que después me lleven a comer a 46

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McDonald’s». Amabas los McPollo. Recuerdo la facilidad que tenías para hacerme enojar, tus amigos decían: «Las peleas de la tía Negrita y Marian son colosales». Luego de un par de horas, me abrazabas y me eructabas en la cara mientras me decías: «Te quiero». Y yo te gritaba: «¡Soltame, asqueroso!». Veo tu carita con la expresión de un nene de 4 años, a pesar de tus 19, entrando a mi cuarto y diciéndome: «Feliz cumple, Negrita Catinga», y me entregabas con orgullo, como regalo, una hoja A4 enroscada como un pergamino, en la cual habías escrito: «Feliz cumple, tía Negrita, te quiero mucho. Mariano». Hoy está en un cuadro colgado en la pared de mi casa y es, sin duda, lo más valioso que tengo. Cuando hice mi cursillo de colores, me escribiste una carta y la pusiste en un sobre amarillo, al que adornaste con stickers, que habías hecho con tus propias manos: «No sé dónde estás ni que hacés, pero espero que la estés pasando bien junto a tus vecinillos, si esto te gusta…, si alguien te trata mal me avisás así lo agarro a patadas, te quiero mucho. Mariano. P.D.: lo que más extraño es no sentir tu olor a catinga en toda la casa». Recuerdo que, cuando tus padres no estaban, yo espera a que regresaras de Grand Bourg. Por supuesto, aprovechabas y te demorabas un poco. Yo estaba supernerviosa, me ponía como loca tu tardanza y, obvio, cuando llegabas, nos peleábamos (era una constante entre nosotros). Me decías, dando un portazo: «No te metas en mi vida y no te quiero ver más en mi casa». Yo me iba, y al rato entrabas. Con cara de enojado, me decías: «Tenés 5 minutos para hacerme una tortilla de papas, si no te quiebro las dos piernas y te estrangulo». Yo te echaba, y al rato regresabas y me decías, con tu más dulce sonrisa: «Si me hacés la tortilla, te perdono». Yo te volvía a


echar y, a la media hora, nos encontrábamos peleando otra vez porque no me querías convidar un pedacito de la tortilla que te había hecho. Para mí era un placer hacerte tortillas de papas y milanesas con papas fritas, ya que eran tus comidas favoritas. ¡Cuántos momentos lindos vivimos, Mariano!, ¡miles! ¡Y cuánto peleábamos y cuánto nos queríamos…! Me cuesta tanto escribirte, pero me resulta tan fácil hablar contigo y de ti, lo hago constantemente, siempre tengo algo nuevo que contar de vos. En la oficina conocen tus frases y palabras, como tu «¡¡Hoooolaaa!!» cuando querías remarcar que primero nos miráramos a nosotros antes de hablar de otro. Recuerdo una vez, cuando alguien entró a mi oficina, y comentando con otra persona, se refería a la fealdad de la esposa de otro. Vero, mi compañera, sin sacar los ojos de lo que estaba haciendo, dijo: «Hoooolaaa» y, sin mirarnos, nos reímos sabiendo lo que eso significaba. Pero no pasó inadvertido, ya que quien hablaba te conocía y sabía de tu «Hoooolaaa» y de lo que eso quería decir. Fue un momento de maravillosa complicidad entre nosotras. Estás continuamente conmigo y, por las noches, desde la mesita de luz, junto al abue y a Mauri, protegés mi sueño. Mi último de los miles de recuerdos tuyos es del 28 de diciembre de 2004, a las 21.15 «p.m.» (como te gustaba decir a vos, «ni sabés la hora y decís “p.m.”», muerto de risa). Nos habíamos peleado a la tarde (como siempre), yo me iba, vos entrabas con dos botellas de cerveza en las manos, me abrazaste fuerte y

me apoyaste las botellas heladas en la espalda mientras me decías: «Perdoname, Negrita catinga, no te voy a hacer enojar más». Yo te grité: «¡Soltame, me estás congelando!, no te perdono nada, estoy muy enojada, no te voy a hablar nunca más», y… nunca más te pude hablar de otra manera que no sea

esta, con tu foto en mi pecho. Pero, cuando nos volvamos a encontrar, nos vamos a hablar, a pelear, a reír, a llorar y a querernos «muchiiio», como siempre. Todo va a ser igual, salvo que vos vas a tener siempre 20 maravillosos años y yo lo que Dios decida. Te quiero y te extraño «muchiiio». Seguro que te estás riendo a carcajadas y diciendo: «Negrita catinga, no te hagas ilusiones, no te van a dar un premio Nobel de Literatura por esto que acabas de escribir», y siento tu risa, y escucho tu risa…, y me río con vos. Tu tía Negrita

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SERGI, CON AMOR Hace ya varios años que no estás a mi lado, que no puedo acariciar tu cabello ni jugar como lo hacíamos todas las tardes. Hace tanto que Tobías comprendió que ya no te iba a tener más junto a él, que ya no iba a dormir junto a tus pies ni se iba a esconder bajo las frazadas mientras vos estudiabas. Yo lo buscaba por toda la casa, y vos no decías nada, pero estaba sobre tu pecho. Se me hace difícil todo; a veces, cuando miro la carita sonriente de ese niño junto a su mamá, en la fotografía que está en mi mesita

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de luz, todo parece extraño. «Extraño», porque fuimos terriblemente felices, aunque eras bastante cascarrabias. Y yo, una mamá tan exigente y a la vez tan protectora, siempre vigilándote, siempre con miedo… Y, en el momento en que te solté la mano, fue la muerte la que te la extendió y te robó de mi lado. Espero, y es mi deseo más grande, vos lo sabés, que estés junto al Señor y que sea su mano la que te guíe y te proteja, de la misma manera que espero que su mano haga justicia por haberte robado la vida tan injustamente en el


...FUIMOS TERRIBLEMENTE FELICES,

AUNQUE ERAS BASTANTE CASCARRABIAS.

Y YO, UNA MAMÁ TAN EXIGENTE Y A LA VEZ TAN PROTECTORA, SIEMPRE VIGILÁNDOTE,

SIEMPRE CON MIEDO… Y, EN EL MOMENTO

EN QUE TE SOLTÉ LA MANO, FUE LA MUERTE LA

QUE TE LA EXTENDIÓ Y TE ROBÓ DE MI LADO.

momento más feliz que estabas pasando. Recuerdo que, el 8 de diciembre, había ido a ver a la Virgen del Perpetuo Socorro, a llevarle la única rosa Maryland que el rosal había dado, en agradecimiento por todo lo que nos concedía, todos los estudios, (algunos terminados), y como vos recién empezabas tu carrera de Veterinaria y encima trabajabas como pasante universitario… Todo perfecto. ¿Por qué? No lo sé, y se lo he preguntado tantas veces a Cristo que mis ojos, que tantas lágrimas derramaron, ya están casi secos. El otro día me miré al espejo y me di cuenta de que ni pestañas tengo. Mi piel perdió color, mi cabello ya empieza a ponerse blanco. Pero aun así, mi adorado hijo –y me doy el privilegio de llamarte «adorado» aunque Dios no me lo permita, que luego me pase cuentas–; mi queridísimo hijo, aquí está tu madre terrenal para pelear por justicia le guste a quien le guste. Y si en el camino quedo, será porque habré caído en la batalla. No voy a parar porque yo sé que no tengo mucho para dar, pero vos sí tenías. Es larga

esta vida, es una rueda y en ella caemos todos. Yo sé que los responsables de haberte apartado de mi lado no se quedarán sin pagar su responsabilidad. Mi vida, te extraño tanto y no quiero hacerlo, pero no puedo evitarlo; aún, cuando cocino, me vienen tus preferencias, en especial, los mantecados famosos que, desde que te fuiste, solo dos veces los hice. Te amo y sé que, aun después de mi final, ese amor va a perdurar. Amelia 25.6.2011 Ciudad Autónoma de Buenos Aires

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MI FAMILIA Somos una familia grande, Ricardo Estela y seis hijos: Ignacio, Francisco, Juliana, Victoria, Ricardito y Josefina. Papá es ingeniero, muy dedicado a su trabajo y a su familia; yo, siempre dedicada a los chicos, por elección. Fuimos muy felices… Estudio, deporte, amigos… era lo que siempre fomentábamos. La base de nuestra familia es la sencillez y la hermandad. En once años, nacieron los seis, y debo decir, como mamá, que fueron, son y serán mi mayor tesoro. Un día las cosas cambiaron. Decidieron ir al recital y lo llevaron a Ricardito, que era la primera vez que iba, ¿cómo decirles que no a sus hermanos mayores si lo cuidaban como a un tesorito? 50

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Partieron de nuestra casa cerca de las cuatro de la tarde con mucha alegría. Despedí a tres hijos felices, solo regreso uno. Todo cambió. Vimos lo que pasaba y salimos enloquecidos, pero sin tener idea de la real dimensión, por eso llevamos a Victoria y a Josefina, que con 9 añitos tuvo que vivir esa trágica noche de esa manera. No pudimos evitarlo. Rápidamente, tuvimos la noticia de que Francisco estaba bien. Al empujarlo un grupo, se separó de sus hermanos y quedó solo; así es que, ya sin aire, decidido a morir, pensó en nosotros, toco una pared y se tiró. Cayó como un gato. Cuando me dijeron de mi Nachito, supe que Ricardito había sufrido la misma suerte.


“(FRANCISCO) NO TIENE

RENCORES, VOLCÓ Jamás Nacho lo habría dejado, se salvaban los dos o ninguno. Siguieron juntos hasta el final. Pasamos esos días interminables, y hoy, a casi siete años, espero verlos llegar cada día, y sé que eso no sucederá... Francisco se casó con Silvana, formó su familia y tiene dos nenas que son dos soles, Ignacia y Francesca. Le faltan pocas materias para ser ingeniero y trabaja en una empresa. Tiene una gran contención de su nueva familia –yo creo que ellas le salvaron la vida–. Sigue siendo un ser maravilloso –resalto de él–, no tiene rencores, volcó todo para el lado del amor a sus seres queridos, a su familia, a sus amigos. Jamás una queja. ¡Qué orgullosa estoy, Fran, de vos!... La vida de la familia siguió como pudimos, levantándonos con cada tropezón, que fueron muchos. Hoy, un poco más equilibrados; pero el dolor estará por siempre. Las chicas, Juliana es psicóloga, Victoria es estudiante de Recursos Humanos y Josefina quiere ingresar a Medicina. Ponen realmente mucho, como todos. Ricardo y yo, como papás, nos sostuvimos y seguiremos sosteniéndonos. Creo que ahí está la base, el amor. Pero quiero terminar con una característica de cada uno. Nacho: buen amigo, compañero, familiero. ¡Cómo te extraño!, crecí con vos, tan divertido, con ese humor rápido, tan cuida de tus hermanas..., de eso sí podés estar tranquilo, dejaste todo en manos de Francisco, que cumple bien la función. Ricardito: un dulce, cariñoso, ado-

rado por sus hermanos. Fran y Nacho decían que era la versión mejorada de ellos, el orgullo de todos – bueno, creo que nunca le tuve que decir siquiera «tenés que bañarte», «se prolijo»–. Se levantaba a las 6.30 para bañarse, y el peinado le llevaba varios minutos…, su uniforme y su perfume, un amor. Querido por sus compañeros. Así es que, en el boulevard de la esquina de casa, los amigos de los chicos –gestión de por medio con la Municipalidad– levantaron un monumento en homenaje y le pusieron

TODO PARA EL LADO

DEL AMOR A SUS SERES QUERIDOS, A SU

FAMILIA, A SUS AMIGOS.

JAMÁS UNA QUEJA. ¡QUÉ ORGULLOSA

ESTOY, FRAN, DE VOS!...

a la plazoleta el nombre «Hermanos Cordero». Agradezco profundamente a la comunidad de Luján todo el apoyo; a nuestra familia; y a la gran cantidad de amigos que nos sostuvieron y nos sostienen día a día. Ya perdimos, irrecuperable, solo justicia... Estela Cordero CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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LOS MANSILLA No sé en qué momento pasó, fue todo tan rápido. Me acuerdo de que estábamos en una reunión en la ONG, las que teníamos todos los jueves con Patricio, y, así como al pasar, escuché que le comentabas a María Inés que tenías un bultito en una mama y que no sabías si ir o no al médico. Pasó, no lo pudimos hablar, había mucha gente. ¿Te acordás de esas reuniones tan acaloradas, siempre enojados por la falta de justicia, siempre pensando en diferentes estrategias para conquistar a la esquiva justicia? Vos estabas tan enojada con todos los aboga-

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dos y se lo decías en la cara cada vez que podías (en verdad, en casi todas las reuniones). Tu dolor por la partida de Jorgito, «Riquelme», como le decían sus amigos y hermanos, no te daba paz, como a ninguno de nosotros, y querías una justicia pronta y real. A los pocos días, el diagnóstico cruel, el peor, «cáncer de mamas»; y la urgencia con que la muerte te reclamaba, rayos, quimioterapia, cuidados intensivos, nada la pudo detener, y tu partida fue cuestión de días. Te recuerdo en las marchas, con tu cabeza cubierta por un pañuelo, y a pocas horas de salir de la quimioterapia, tomabas la bandera


TE RECUERDO EN LAS MARCHAS, CON TU CABEZA CUBIERTA POR UN PAÑUELO, Y A POCAS HORAS DE SALIR DE LA QUIMIOTERAPIA, TOMABAS LA BANDERA DE LOS CHICOS Y CAMINABAS CON LA FUERZA QUE SIEMPRE TE CARACTERIZÓ...

de los chicos y caminabas con la fuerza que siempre te caracterizó, e iniciabas la marcha sin parar, a pesar de tus terribles dolores. No paraste, seguiste marchando hasta que no pudiste más, solo la internación te sacó físicamente de la lucha, porque, aunque estabas internada, seguías exigiendo justicia por la partida absurda, temprana e inentendible de los chicos. Estuvimos con vos hasta el último momento. Recuerdo que ese día te acompañaron María Ester y Amelia, que fueron las encargadas de darnos la terrible noticia de tu fallecimiento… ¡Cuánta tristeza! Pero, en el fondo, sabíamos que estabas junto a tu hijo y a los nuestros, vaya a saber dónde, pero con ellos. No pasó mucho tiempo para que Mario, con sus dos ausencias a cuesta, comenzara a manifestar en su cuerpo el daño irreparable que tanto dolor le había causado, y también enfermó al poquito tiempo, y también después de un cáncer fulminante se reunía con vos y Jorgito. La casa quedó vacía, tu casa quedó vacía, ese hogar en el que nos habíamos reunido tantas veces para pensar cómo seguir, para apoyarnos, para darnos consuelo, para hacer más llevadera nuestra vida sin nuestros hijos. Los D’Agata, los Medina, amigos inseparables, nosotros y todos tus compañeros de la ONG nos quedábamos con la sensación amarga de la partida de nuestros hermanos en el dolor, nuestros compañeros inseparables de luchas, de marchas, manifestaciones, reuniones y alguna que otra salida. Tus amigos y compañeros de la ONG quere-

mos rendirte homenaje, Mirta Giménez de Mansilla, a vos y a Mario Mansilla, porque lo único que pudo pararlos para no seguir en esta lucha desigual y absurda fue la muerte. Hoy seguimos igual, sin justicia, sin los chicos y sin ustedes. Tanto Dani como Marce, tus nueras y nietos la continúan, llevan la foto de los tres, esa que se sacaron un poquito

antes de que sucediera la Masacre, Jorge en el medio, y vos y Mario a los costados, esa foto es el fiel reflejo del estrago producido por la injusticia de un hecho que no debió producirse nunca y por la Justicia, tan lenta en resolver, ya que todavía estamos esperando que algunos de los responsables vayan presos. Queridos Mirta y Mario, nuestro recuerdo y admiración por la lucha que no abandonaron nunca. Los queremos y extrañamos. Los queremos, padres luchadores y ejemplares.

La gente de la ONG CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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LOS OJOS DE AGUA Cuando pienso en escribir, la mente se me pone en blanco. Y no sé cómo empezar, no quiero ponerme a llorar, aunque no sé si me quedan lágrimas. A veces parece que mis ojos son de agua, pero, sin embargo, ellas, las lágrimas, caen y mojan, mojan todo lo que me rodea, mojan y me mojan. Siento que tengo un mar adentro llenando los lugares en donde antes tenía vísceras, entrañas, porque me siento vacía, y ese vacío tiene un nombre: Mariano. Es un vacío que me llena, un vacío que 54

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no deja lugar en mi interior para nada más que su ausencia. Y no me deja espacio para otra cosa que no sea pensar en él y maldecir, una y mil veces, la Masacre que se lo llevó. Y pienso y sueño despierta con una vida sin «Cromañón», pero es casi imposible que ese sueño se prolongue porque se me estruja el corazón, y las imágenes se oscurecen y se disipan e, irremediablemente, vuelvo al 30 de diciembre de 2004, momento a partir del cual se desarrolla mi vida, lo que queda de mi vida.


NO QUIERO PONERME A LLORAR, AUNQUE NO SÉ SI ME QUEDAN LÁGRIMAS. (...) SIENTO QUE TENGO UN MAR ADENTRO LLENANDO LOS LUGARES EN DONDE ANTES TENÍA VÍSCERAS, ENTRAÑAS, PORQUE ME SIENTO VACÍA, Y ESE VACÍO TIENE UN NOMBRE: MARIANO.

Y lo peor de todo es pensar que él no está y que a casi nadie le importa. Él no está, y yo sigo respirando, él no está, y yo no morí. Él no está, y yo camino, camino sin él. ¿De qué madera está hecha una madre que, a pesar de no tener a su hijo, sigue viviendo? Él no está y mi corazón sigue latiendo, pero con un solo sentido, por una sola razón: late por él y para él. Late porque, aun sabiendo que no está, lo sigo esperando… ¿Quién me puede asegurar que esto que hoy vivimos no sea una horrible pesadilla pronta a terminar? ¿Quién puede convencerme de que debe ser así, de que no va a volver? ¿Quién podrá convencerme de aceptar lo que se supone que es la realidad? Y en esta espera tan difícil, mi mar se agita, y mi vacío se incrementa, y la ansiedad duele, y otra vez me quedo sin palabras, y las lágrimas vuelven a llenar mis ojos. ¡¡Mariano!! ¡¡Mi Mariano!! Nilda

Y LO PEOR DE TODO ES

PENSAR QUE ÉL NO ESTÁ Y QUE A CASI NADIE

LE IMPORTA. ÉL NO ESTÁ, Y YO SIGO RESPIRANDO,

ÉL NO ESTÁ, Y YO NO MORÍ.

ÉL NO ESTÁ, Y YO CAMINO, CAMINO SIN ÉL.

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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30 DE DICIEMBRE DE 2004 POR MESES NO PUDE ENTRAR EN MI HABITACIÓN; CADA VEZ QUE LO HACÍA, SENTÍA QUE ME ESTALLABA EL CORAZÓN DE TANTA TRISTEZA. ELLA NO HABÍA PODIDO CUMPLIR CON SU PROMESA, Y YO LA SEGUÍA ESPERANDO.

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CROMAÑÓN NUNCA MÁS


A LOS POCOS MINUTOS, LLEGABA CON UNA SONRISA EN SU CARA

QUE NO VOY A OLVIDAR JAMÁS… ESTABA MUY FELIZ POR PODER PRESENCIAR, UNA VEZ MÁS, EL RECITAL.

Volvía del trabajo a mi casa, pero, en vez de eso, fui al negocio de mi mamá. Por ser vísperas de año nuevo, en el local, había varias personas así que mucho no podíamos hablar. Yo sabía que, en pocas horas, mi hermana se estaría yendo al recital, por lo que decidí llamarla; fui hasta el locutorio y le dije que quería verla, que pasara por el negocio antes de irse… A los pocos minutos, llegaba con una sonrisa en su cara que no voy a olvidar jamás… Estaba muy feliz por poder presenciar, una vez más, el recital. Tomamos unos mates mientras me contaba lo mucho que había disfrutado de la noche anterior, ya que también había ido. Fue en ese momento que me dijo que fuera con ella, que era la última fecha y que iba a ser inolvidable; a lo que yo le contesté que no porque estaba muy cansada, y le dije que la próxima vez iríamos juntas. A pesar de ser dos años menor que ella, siempre la protegí como si fuera mi hermana menor así que el acuerdo fue el siguiente. Le dije: «Te dejo ir, pero con una condición; cuando yo me levante para ir a trabajar, tenés que estar durmiendo en tu cama». Después de prometerme que así sería, llegó el momento en que emprendía el viaje…

Por meses no pude entrar en mi habitación; cada vez que lo hacía, sentía que me estallaba el corazón de tanta tristeza. Ella no había podido cumplir con su promesa, y yo la seguía esperando.

Anabela Hermana de Mayra D’Agata

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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TE SIENTO Y NO TE VEO Te fuiste un 30 de diciembre Fuiste a divertirte… Y todavía te sigo esperando. Te fuiste físicamente, Pero tu alma está a mi lado.

David, daría mi vida Por volver a verte. Vos y los chicos de Cromañón Siempre seguirán presentes. Te siento y no te veo, Sé que estás a mi lado. Tu sonrisa sigue viva y En mi pecho te llevo tatuado.

Cuántas puertas más Tendremos que tocar Para exigir justicia y Ustedes puedan descansar en paz.

Qué difícil es conseguir justicia En esta tierra de nadie Donde la corrupción y la impunidad Están en todas partes.

Juré sobre tu cajón, En medio de tan profunda confusión, Que los responsables de tanto dolor Paguen por todos sus errores Y, de una vez por todas, Se acabe la corrupción. Y no pienso callar ante nadie Hasta que entren en razón, Que esto no fue una tragedia, Fue la Masacre de Cromañón. Te siento y no te veo, Pero sé que estás a mi lado. Tu sonrisa sigue viva y En mi pecho te llevo tatuado.

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CROMAÑÓN NUNCA MÁS


Y NO PIENSO CALLAR ANTE NADIE HASTA QUE ENTREN EN RAZÓN,

QUE ESTO NO FUE UNA TRAGEDIA, FUE LA MASACRE DE CROMAÑÓN.

TE AMAMOS POR SIEMPRE... PAPÁ, MAMÁ, LUCILA Y NEHUÉN. FAMILIA DE DAVID CHAPARRO.

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A GUSTI, MI CHIQUITO

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TU PRESENCIA SIGUE EN CASA, EN MI CORAZÓN, EN TODA LA

FAMILIA, EN TUS AMIGOS Y EN TODOS LOS QUE TE CONO-

CIERON AUNQUE FUERA POR POCO TIEMPO.

Grand Bourg, 24 de Junio de 2011. Hoy te escribo para contarte que tengo taquicardia, que siento bronca e impotencia… Sé que este sentimiento estará en mí por siempre, no concibo mi vida sin vos. Me levanto pensándote, me acuesto pensándote. ¿Sabés qué cosas vienen a mi mente? Todas esas que te decía cuando estábamos juntitos: «Mi tesorito», «Pedacito de mi corazón». Te veo llegar por las noches con esa carpeta enorme de diseño, como cuando volvías de la facultad. Te veo asomándote a la puerta de la habitación, diciéndome: «¿Qué haces, madre?» ¿Sabés, mi chiquito?, tenés una sobrina preciosa. Cuando está en casa, y pregunto: «¿Dónde está el tío Gusti?», ella muestra tu foto. Tu presencia sigue en casa, en mi corazón, en toda la familia, en tus amigos y en todos los que te conocieron aunque fuera por poco tiempo. Te amo y te extraño tanto que por momentos siento que mi corazón va a estallar. Yo sé que vos nunca querrías verme sufrir así, pero no podré dejar de llorarte porque sos lo más maravilloso que me pasó en la vida, y cada día que pasa me siento más orgullosa de haberte tenido como hijo. Te amo, te amaré por siempre, mi adorado chiquito. Estarás por siempre en mi corazón. Tu mamita

P.d.: Mamá seguirá luchando a pesar de todo, para que se haga justicia por esta partida tuya, tan temprana y tan injusta.

Marisa CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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VI A JESÚS VIVO

Querido Juani: Quería compartir con vos algo de lo vivido ayer. Es solo el compartir algo de lo mucho que me pasa por el corazón con alguien que ayer, como compañero de camino, vivió esta misma experiencia aunque, tal vez, de un modo diferente, por el hecho de que, en cada uno, las mismas cosas repercuten de modo diverso. Para mí, lo de ayer fue muy fuerte, tanto que me quedé sin palabras. Tuve que ir a mi parroquia porque era la despedida de Edu, el seminarista, y casi no hablé, no podía hablar. Estaba asombrada, sorprendida, admirada de lo que había vivido unos instantes antes. 62

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

Y si tuviera que explicarte mis sentimientos, te diría que debo haber experimentado algo muy parecido a lo que vivieron las mujeres cuando fueron al sepulcro y encontraron corrida la piedra..., el mismo asombro..., el mismo estupor ..., la misma sorpresa: «¡Ha resucitado!». Ayer, por primera vez en mi vida, experimenté de un modo tan fuerte la Resurrección de Cristo. Ayer, ¡lo vi resucitado! Y creo que vos, Quique, César, Ro y Ale también. ¡Fuimos elegidos ayer por Dios, Juani, para verlo resucitado, para vivir esta experiencia única! Él estaba vivo en cada uno de los presentes y en cada testimonio de cada mamá,


...PORQUE ES COMO SI

DIOS ME DIJERA:

«NO TE PIDO QUE LES

DEDIQUES MÁS TIEMPO,

SOLO TE PIDO QUE, EN ESE TIEMPO QUE

LES DEDIQUES, LOS

AMES Y LES ENTREGUES

TODO LO QUE TENGAS PARA DARLES...

papá y hermano; nos hizo tangible su presencia y hemos visto cómo su amor nos salva, ¡cómo venció a la Muerte con la Vida! Fijate que todos ellos han sido salvados de la muerte, del sin sentido de la vida, por el amor de Dios. Cada uno lo fue diciendo y expresando desde su experiencia... Ayer, mientras iban dando el testimonio en el gimnasio, pensaba y exclamaba dentro de mí: «¡Dios mío, cuánta fe!». Y pensaba también en nuestra misión cuando nos agradecían tanto la cercanía, el amor y el acompañamiento que les brindábamos. A mí siempre me surgía la sensación de que tenía que acompañarlos más, dedicarles más tiempo, más espacio, y me sentía un poco mal de no poder hacerlo... Pero ayer, cuando escuchaba todo lo que nos agradecían, me di cuenta de que estaban agradeciendo mucho más de lo que les pude haber dado; entonces, comprendí que lo que habían recibido a través de mí, no se lo había dado yo, sino que había sido Dios, porque nosotros no pudimos haberles dado tanto como lo que ellos expresan haber recibido. Y esto me dio mucha paz, porque es como si Dios me dijera: «No te pido que les dediques más tiempo, solo te pido que, en ese tiempo que les dediques, los ames y les entregues todo lo que tengas para darles, que será más valioso cuanto más vivas unida a mí. La salvación de sus vidas, el con-

suelo de mi amor, los frutos de tu tarea dependen de mí, no de vos. Así que quedate tranquila, hace solo lo que puedas hacer, pero eso sí, entregate entera en lo que des y viví muy unida a mí, porque si no tu esfuerzo será estéril». Te cuento que lloré mucho toda la noche y ahora casi no puedo hablar y, si alguien me preguntara qué me pasa, le diría: «¡No sabés lo que me pasó!, ¡ayer lo vi a Jesús resucitado! ¡Esa vigilia pascual que celebramos el sábado a la noche y el domingo de Pascua es verdad!, ¡yo ayer lo vi resucitado! Bueno, Juani, gracias por haber leído esto, por haberme permitido compartir con vos, que tenés una sensibilidad tan especial, todo esto que vivimos ayer. Te mando un beso enorme, hermanito. Te quiero mucho y le agradezco a Dios el haberte puesto en mi camino. Sandra Bertero

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CROMAÑÓN EN PRIMERA PERSONA Era el 30 de diciembre de 2004. Esperaba que Marcelo llegara del trabajo para decirle que no quería salir, que no quería ir al recital. Mi dolor de cabeza, el calor y algo, no se qué – ¿intuición tal vez?–, me decían que no fuera, si total era una banda que no conocíamos… Cuando Marce llegó, me pidió que fuéramos, que su hermana y sus primas nos esperaban en la puerta y que no quería dejarlas solas. Le dije: «Está bien, vamos. Esperá que me ducho y me tomo un “migral” para el dolor de cabeza, y vamos». Así hicimos. Nos subimos al 64

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

auto y salimos, con la guía en mano, rumbo a las calles Mitre y Jean Jaures (no sabíamos dónde quedaba el lugar). Al llegar, nos encontramos con las chicas, hicimos la cola en la vereda de enfrente y, cuando nos avisaron, ingresamos. En la puerta, un cacheo minucioso me hizo sentir rara; nos sacaron hasta las zapatillas, pero, a la vez, veía cómo algunas personas pasaban por el costado sin que las revisaran. Todo me sonaba raro, y pensé que así serían los recitales de rock ––era mi primer recital de rock–. La banda soporte em-


A PARTIR DE ESE

MOMENTO, MI VIDA

FUE UN CAOS… PERO,

A LA SEMANA, ESTABA

MARCHANDO

EXIGIENDO ¡¡JUSTICIA!!, COMO LO SEGUIMOS

HACIENDO TODOS

LOS 30 DE CADA MES CON LOS PADRES,

FAMILIARES, AMIGOS

Y SOBREVIVIENTES…

pezó a tocar. «Ojos Locos» se llamaba. Como no los conocíamos nos sentamos en el piso junto a una valla que rodeaba al sonido y esperamos a que terminaran, ya que, a estas alturas, nos habíamos separado de las chicas: ellas se sentaron en la escalera que daba hacia los baños. Comenzaron a escucharse algunos cohetes llamados «rompe portones»; y, desde que empezó a tocar Ojos Locos, se veían bengalas. Mientras sonaba el tema Jijiji, de los Redonditos de Ricota, para separar los shows de las dos bandas; las bengalas, los tres tiros y los cohetes se intensificaron. Omar Chabán, el gerente del lugar, bajó la música y empezó a insultar a los chicos; les decía que pararan con la pirotecnia: «Si se prende fuego esto, no salimos todos por esa puerta…», y señaló la puerta de ingreso. Siguió: «Somos seis mil personas acá dentro, no salimos. ¿Qué quieren?, ¿que pase lo mismo que pasó en Paraguay?», refiriéndose a Ycuá Bolaños, el supermercado que se había incendiado unos meses antes en Paraguay, donde murieron 396 personas porque los dueños cerraron las puertas para que nadie se fuera sin pagar. Todo era raro. Ya sentía un poco de miedo. Y no sé si era el miedo que me paralizaba o que no era suficiente como para sacarme de ahí, o era que no entendía nada de lo que pasaba; pero nos quedamos. Cuando empezó a tocar Callejeros, el cantante solo preguntó: «¿Se van a portar bien?». Todos dijeron: «Siiiii», y comenzaron a tocar, y volvieron a verse bengalas, esta vez eran más.

A los dos minutos, aproximadamente, desde que comenzó a tocar Callejeros, vi como una bengala golpeaba en la media sombra, y comenzaba a hacerse un agujero en ella, y caían gotas de plástico derretido y caliente sobre la gente. Lo miro a Marce y él le estaba haciendo señas a las chicas, que estaban en la escalera, para que nos fuéramos, pero no las vimos; así que le agarré la mano que tenía levantada y lo tironeé para la puerta por la que habíamos entrado. Caminamos unos pasos –estábamos bastante cerca de la salida–, llegamos a unas puertas tipo cine; y, en ese momento, se cortó la luz, y solo se veían las luces de algunos celulares de los chicos. Ahí fue cuando se hicieron avalanchas porque las puertas de salida estaban cerradas, y los chicos rebotaban contra ellas. Yo perdí una zapatilla y, al perder la segunda, caímos al piso. Sentí cómo empezaban a caer más chicos y más, arriba de nosotros, hasta que ya no pude moverme. Solo escuchaba gritos. En ese momento, Marce me dijo: «Estamos muertos, Silvi». Y yo pensé: «No me voy a morir en este lugar de mierda». Pero era imposible respirar, y pensé que si retenía el aire duraría más, y así lo hice hasta que sentí que ya no podía; no podía moverme, solo escuchaba gritos y me entregué. Dije la frase: «¡Ay, Dios!», y cerré los ojos. A Marce no lo volví a escuchar, pero todavía lo sentía en mi mano –nunca lo solté–. Cuando terminé de cerrar los ojos, sentí que me agarraban de las axilas e intentaban pararme; yo no podía sostenerme y me desplomaba; y esCROMAÑÓN NUNCA MÁS

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OMAR CHABÁN, EL GERENTE DEL LUGAR, BAJÓ

LA MÚSICA Y EMPEZÓ A INSULTAR A LOS CHICOS; LES DECÍA QUE PARARAN CON LA PIROTECNIA:

«SI SE PRENDE FUEGO ESTO, NO SALIMOS TODOS POR ESA PUERTA…», Y SEÑALÓ LA PUERTA DE

INGRESO. SIGUIÓ: «SOMOS SEIS MIL PERSONAS

vi que eso le estaban haciendo los chicos. El camillero le tomaba el ACÁ DENTRO, NO SALIMOS. ¿QUÉ QUIEREN?, pulso a Marce y me decía: «Seguí ¿QUE PASE LO MISMO QUE PASÓ EN PARAGUAY?», que tiene pulso, seguí que tiene pulso...». No había médico en la amREFIRIÉNDOSE A YCUÁ BOLAÑOS, EL SUPERMERbulancia, y a los chicos de atrás CADO QUE SE HABÍA INCENDIADO UNOS MESES nadie los asistió, pensé que estaban muertos. Yo mucho no podía ANTES EN PARAGUAY, DONDE MURIERON 396 hacer… PERSONAS PORQUE LOS DUEÑOS CERRARON LAS Así llegamos al Hospital Durand. PUERTAS PARA QUE NADIE SE FUERA SIN PAGAR. Ahí abrieron las puertas traseras de la ambulancia, miraron a los chicos y dijeron: «Estos ya están…» – ¿muertos?–. Y se fueron a atender a cuché que alguien dijo: «Ayudame a subírla ambulancia que venía atrás. Yo me puse a mela al hombro que se me cae». Ahí llegué a gritar que Marce tenía pulso, así que volviever que era un chico de remera blanca. Me ron y se lo llevaron a la guardia. No me dejacargó al hombro, y me desmayé. Me desperté ron entrar… afuera sentada en el cordón de la vereda, pedí Unas cuatro o cinco horas después, salió un agua y alguien me llevó hasta el autobomba policía con el listado de fallecidos, donde fiy me puso bajo el chorro de agua. Ahí me enguraba el nombre de Marcelo Taborda, mi contró una prima de Marce –no recuerdo marido. cuál–. Le vi un celular en la cintura, se lo A partir de ese momento, mi vida fue un saqué y llamé a mis viejos: «Se incendió el caos… Pero, a la semana, estaba marchando lugar, pero estoy bien», les dije. La miré a la exigiendo ¡¡justicia!!, como lo seguimos haprima de Marce y le pregunté: «¿Marce donde ciendo todos los 30 de cada mes con los paestá?». «En la esquina», me dijo. Le pedí que dres, familiares, amigos y sobrevivientes… me llevara, y me cargó en los hombros con Una frase de mi papá me quedó grabada: otra chica porque yo no podía caminar, las «Pensar que esto yo lo miraba por la tele…». piernas no me sostenían. Cuando llegué a la esquina, vi que le estaban haciendo respiración boca a boca y masaje cardíaco. En ese momento, llegó una ambulancia. Entre cuatro chicos, lo subieron por la puerta lateral; y por las puertas de atrás, subieron a cuatro chicos más. Yo –no sé cómo– me puse de pie y me subí también. Alguien –después se supo que era camillero– le puso a Marce una manguera de oxígeno en la boca porque no había mascarilla. Yo empecé a presionar y a soltar su pecho como si le hiciera resucitación, porque

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Por los chicos y los sueños que se murieron en Cromañón, por nuestros hijos, sobrinos, nietos… Por los que vendrán… ¡¡CROMAÑÓN NUNCA MÁS!! ¡¡JUSTICIA!!

Silvina S. Gómez Sobreviviente y esposa de Marcelo Taborda


¿QUIÉN SOY? Yo soy Roxana, la hermana de Cristian. Es mi identidad ante «Cromañón» y es como me gusta que me llamen, ya que es una forma de pertenecer y seguir escuchando el vínculo con mi hermano. Si bien comenzamos siendo muchos y ahora somos pocos, siento que los que estamos somos los que tenemos que estar. No es lo que “debería”, pero así es. Somos pocos, pero seguimos. Me da tristeza y orgullo a la vez ver, en las primeras fotos de las marchas, a Magalí. Mi hija, con 9 años de edad, era una nena que pedía justicia por su tío. A la vez, esas fotos reflejan el paso del tiempo. Ahora, Magui tiene 15 años y es una mujercita.

Que no haya angustia en la muerte, que haya pensamiento en vida. Si no existe la memoria, todo lo nuestro es suicida… (Los Piojos)

Roxana Rojas Hermana de Cristian CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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LUCECITAS DEL INFIERNO Las lucecitas del infierno, tan impactantes a lo lejos. Se lucen en un show de azufre y de cerca se sufre.

Como una señal de lo que estaba sucediendo en otro lugar de Buenos Aires, parte de esa imagen apareció el mismo día, vaya a saber si a la misma hora, en un barcito de San Telmo, pero no estabas para comentar lo sucedido, ni para disfrutar del espectáculo de rock que dio una parte de nuestra sangre en ese escenario de mitos; lástima que no estabas ahí, pero entonces ¿dónde? Algo tenía en

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claro cuando me invitaste en Navidad y, por esas cosas de la vida, me negué a lo que, desde más chico, me hiciste descubrir y tanto disfruto, siempre infaltable. Pero tenía otra necesidad, todavía no me imagino si hubiese sido diferente la historia. Algo se sentía distinto aquella noche; y, en la radio del taxi que nos traía de vuelta a la familia, nos informaban, en toda su ignorancia, que, en una bailanta llamada El Reventón, había habido un incendio. Nos causó un efecto trágico por las muertes, pero todavía no llegábamos a imaginarlo.


Ya en mi sueño, pasada la medianoche, el sonido del teléfono nos advirtió –no me acuerdo quien atendió, capaz fui yo medio dormido–. Era mi hermana, nuestra hermana, y dijo: «Diego estaba en el incendio». La cabeza se me llenó de dudas ahí mismo; y el corazón, de grietas; el hilo de esperanza siempre intacto, pero no alcanzaba. Los medios ya mostraban en vivo aquel infierno, y los números iban aumentando por segundo. Leandro trataba de calmarme, y me pidió que fuera a dormir porque, al otro día, tenía que reemplazarlo en el quiosquito, el último día del año. No lo logré, me quedé observando la tele. Toda la familia ya estaba movilizada para ubicarte, le pedí de rodillas a Dios por vos y, más tarde, logré conciliar el sueño. Por la mañana, todavía no se sabía nada. El tiempo y la mente son jodidos, me quitaban todo, y las cosas que imaginé son imposibles de decir. Esa mañana fue interminable. Entre llamados, y viendo el dolor de los padres por la televisión, quedamos en encontrarnos todos en casa al mediodía; fui lo más rápido que pude…, subte, tren colectivo y a pata. Fui el último que llegó. El ruido de las llaves sacó a Julián y a

Leandro hacia el pasillo; sus caras ya decían todo, y un abrazo a pura lágrima lo verificó. Estaban todos. Me saqué el collar que me regalaste en Navidad, o mejor dicho, que te saqué por envidia al haber recibido esa camisa que yo quería y solo grité con dolor: «¡¡Hijos de puta!!», mientras mis puños golpeaban la mesa del comedor, esa de los sábados, donde se veía que disfrutabas de nosotros, y nosotros de tu sonrisa. No había que saber mucho para darse cuenta de que no había sido un accidente, por eso el insulto al aire. Estuve muchos años esperando que entraras por esa puerta, ahora pienso que el mismo ruido de llaves que sacó a nuestros hermanos al pasillo es el mismo que me hace saltar de la silla del comedor: sueño con «el día». Mientras tanto, te extrañaré junto a la familia y brindaré por vos, ya que –nunca te lo dije y no sé si tenía la intención– eras mi modelo, mi héroe, eras «el hermano mayor», que, a pesar de todo uno lo respeta, lo envidia y lo quiere… Y motiva poesías…

...SUEÑO CON «EL DÍA». MIENTRAS TANTO,

TE EXTRAÑARÉ JUNTO

A LA FAMILIA Y BRINDARÉ POR VOS, YA QUE

-NUNCA TE LO DIJE Y

NO SÉ SI TENÍA LA INTENCIÓN- ERAS MI

MODELO, MI HÉROE, ERAS «EL HERMANO MAYOR»...

Jorge Maggio

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GISELA: Enero de 2005. Qué raro esto de la conducta humana, qué desgarrante «este dolor». Hoy, siendo profesora de Lengua, ni siquiera sé cómo escribir. Creciste rodeada de afectos y por qué no de desafectos o afectos mal transferidos. Pero siempre supiste, y muchas veces lo hablamos, que los padres no nacen aprendiendo a ser tales y, sin embargo, tengo la sensación de que siempre supiste ser hija. El dolor no para, el dolor no cesa, pero vos, Gisela, ya no vas a volver. Recuerdo cada una de tus actitudes frente a las injusticias que te rodearon tu lucha incansable para poder superarlas, utilizando, en cada caso, las instancias o recursos adecuados, consultándonos cuando te fue necesario. 70

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Hoy me doy cuenta de que se trataba, se trata y se tratará del uso inadecuado del poder. Sé que las personas somos diferentes; sé que vos, Gisela, eras diferente; sé qué valores tenías porque yo me encargué de transmitírtelos a lo largo de estos diecisiete años de convivencia; y, por sobre todas las cosas, sé cómo querías y deseabas la vida. Una vez escuché a un profesor decir: «Todo texto es culpable»… y volvemos al uso inadecuado del poder. Un discurso del presidente que nunca llegó; el de Ibarra que ni se escuchó; el de los diputados que lo dicen todo con la no interpelación; el del abogado de Chabán, porque este último, a pesar de «su


EL DOLOR NO CESA, EL DOLOR SIGUE

INTERMINABLE; PERO TU SONRISA, TUS

PALABRAS, TUS BESOS, TUS ABRAZOS, TUS

LUCHAS Y TU INJUSTA MUERTE ME LLEVARÁN A LUCHAR POR LA ADECUADA

ADMINISTRACIÓN DE LA JUSTICIA,

cultura», se quedó sin voz; y el de una de tus bandas preferidas, como Callejeros, que no es coherente con sus propias letras: - Porque ellas, vos y tres mil chicos estaban ahí. - Porque quisiste compartir con todos el placer de sentir su música en tu cuerpo. - Porque necesitaste identificarte con un grupo social, con un grupo humano. - Porque, simplemente, quisiste sentir placer. ¿O acaso no supieron ellos que tenían el poder? Sí, el poder ante esos tres mil adolescentes. El poder para decir: «acá no tocamos», el poder para que ustedes, para que vos, Gisela, entendieran que los adultos eran y son ellos, y que la responsabilidad de las vidas humanas no pasa por el bolsillo, sino por la razón, por el sentido común. El dolor no cesa, el dolor sigue interminable; pero tu sonrisa, tus palabras, tus besos, tus abrazos, tus luchas y tu injusta muerte me llevarán a luchar por la adecuada administración de la justicia, que será para tu hermana Daniela, para tu primo Mauro, para cada uno de los alumnos a mi cargo y para todos los adolescentes que hoy no comen vidrio, que hoy saben que las malas palabras no existen; y porque si designan a alguien «pelotudo», es sencillamente porque es imposible nombrarlo de otra manera y no porque no sepan utilizar el léxico apropiado. Te quiero, te extraño, te amo…

QUE SERÁ PARA TU HERMANA DANIELA,

PARA TU PRIMO MAURO, PARA CADA UNO

DE LOS ALUMNOS A MI CARGO

Y PARA TODOS LOS ADOLESCENTES QUE HOY NO COMEN VIDRIO...

Tu mamá Ada

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PORQUE ERAN AMIGOS Mi nombre es Patricia, soy una persona que sufre los daños secundarios de la tragedia de Cromañón y creo que, como yo, existen muchas otras personas. Tengo dos hijos, Ariel (26 años) y Mariano (22 años), ellos están bien, no fueron al recital del 30 de diciembre de 2004. Pero no es de ellos sobre quienes voy a escribir, sino de dos personas que hoy no están y fueron una parte muy importante de nuestras vidas. No están porque murieron esa maldita noche. Ellos fueron compañeros de mis hijos, los varones eran los mejores amigos entre sí. La amistad fue creciendo; al principio, impulsada por nosotras, las mamás, cuando los llevábamos a

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los dos en cochecito; pero fue creciendo a la par que ellos crecían hasta transformarse en la más bella amistad que pude ver en la vida. Se llevaban de maravillas, se entendían con solo mirarse, pasaban horas y horas juntos. Compartieron el jardín y parte de la primaria, tomaron juntos la Primera Comunión, se confirmaron, jugaron al fútbol en el mismo club, se quedaban a dormir uno en la casa del otro, eran muy felices juntos, hacían travesuras, crecían en tamaño, años y amistad. Dari lo cuidaba a Mariano, era unos meses mayor y una cabeza más alto; y Mariano lo hacía reír. ¡¡Que dúo!! Cuando tomaban la leche en mi casa, él era el único que


levantaba la taza de la mesa, y yo decía: «Es el único de mis hijos que levanta la mesa». Le gustaba la leche tibia, aun en verano, y yo, gustosa, se la entibiaba para él. Ya en la adolescencia, y sin permiso, Mariano compró un ciclomotor; Dari le prestó parte de la plata porque no le alcanzaba. Como a mi casa no se animó a traerla, la subieron tres pisos por escalera y la guardaron en el balcón del departamento donde vivía Dari. Más vale que me enteré enseguida, y terminaron perdiéndola, ya que se la dieron a alguien para arreglarla y nunca se las devolvió. Pero lo gracioso fue que habían hecho, por escrito, un «pacto de caballeros», en el que anotaron las normas a seguir para el uso del ciclomotor, y al final, se comprometían a cumplirlas con las firmas y sus números de documento. Ambos eran hinchas fanáticos de Boca, hasta que, un domingo después de que su equipo perdiera con Independiente, se hicieron hinchas de Argentinos Juniors y empezaron a ir a la cancha con sus hermanos.

DARI LO CUIDABA A MARIANO, ERA UNOS

MESES MAYOR Y UNA CABEZA MÁS ALTO; Y MARIANO LO HACÍA REÍR.

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MISIÓN

Soy Matías Altamore, sobreviviente de la tragedia que tuvo el país el 30 de diciembre de 2004. Estuve 13 días internado en el Hospital Cosme Argerich. Ya pasaron 7 años, y seguimos luchando para pedir justicia, todavía estamos con tratamientos médicos y psicológicos. Por otro lado, estoy muy agradecido de todos los médicos, directores, enfermeros y de Dios, sobre todo; porque estoy acá con ustedes. Si Dios me regaló otra vida, es para disfrutarla a pleno. También tengo una importante misión que cumplir acá: hacer justicia por nosotros, por los chicos que no están; ayudar a los padres de alguna manera; entre más cosas. ¡¡Justicia por los chicos de Cromañón, ahora y siempre!! 31 de diciembre de 2004: me niego a olvidar esa noche.

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Para qué el Odio si existe el Amor. Para qué la Tristeza si existe la Alegría. Para qué el Olvido si existe la Memoria. Para qué la Muerte si existe la Vida. Para qué la Guerra si existe la Paz. Para qué la Maldad si existe la Bondad. Para qué la Soberbia si existe la Humildad. Para qué la Envidia si existe la Admiración. Para qué la Mentira si existe la Verdad. Para que la Oscuridad si existe la Luz. Para qué un Diablo si existe un Dios.

Matías Altamore


MEDIOS EN LA VENTANA Leo estaba lavando los platos frente a la ventana del 7.º piso. Se escuchaba un gran alboroto que venía de la calle. Hacía pocos días, habían soltado a Chabán, y este no tuvo mejor idea que ir a vivir a la casa de su madre en este edificio. Por supuesto, familiares y sobrevivientes de la Masacre de Cromañón permanecían en la puerta protestando por su liberación. A ellos se les sumaba la Policía, que había hecho una valla en la entrada. También la prensa trataba de conseguir cualquier imagen y comentario que pudiese. Realizaban reportajes a los involucrados, vecinos, porteros, etc., todo el mundo opinaba, porque era impensable aceptar que uno de los responsables de la muerte de 194 chicos estuviese de lo más cómodo en una casa en vez

de estar en la cárcel. Los periodistas querían obtener una foto de Chabán y hablar con él. Pero, ante la negativa, trataban de inventar mil recursos para llevar noticias a sus respectivos canales, radios o diarios. Leo seguía lavando los platos; pero, de pronto, vio que por la ventana surgía un hombre con micrófono montado a una grúa y que, muy tranquilamente, le quería hacer un reportaje; le preguntó qué sentía y qué opinaba sobre que Chabán estuviese viviendo en ese edificio.¡Qué situación loca y bizarra!: alguien que lava platos en un 7.º piso y alguien que, en el vacío, se permite ejercer la profesión de periodista.

Virginia CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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LA SABIDURÍA ES SABER HACER CON LO QUE SE SABE Desde que supe que tenía que dar mi testimonio para este libro, me vengo preguntando a quién escribirle, cómo empezar, qué decir… Todavía no encontré respuestas a estas preguntas, sin embargo, el no tenerlas me hace más consciente y responsable de lo que voy y quiero decir como «testigo de esta larga, desigual y dolorosa lucha». Conocí a Nino y Nilda en la capilla 76

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del Seminario MSF «María Reina». En esa época, yo ya era religioso y hacía mis estudios de Teología en el Colegio Máximo, de San Miguel. El 31 de diciembre de 2004, la Argentina amaneció enlutada. Rápidamente, conocimos la triste noticia, a través de los medios de comunicación social, que nos entristecía a todos. Al principio, la titulamos «La tragedia de Cromañón», pero no


EN LA COCINA DE LA CASA, REZÁBAMOS LA MISA (...) FUERON

MOMENTOS FUERTES, DE ESCUCHARNOS EN EL SILENCIO Y EN EL GRITO, EN LAS LÁGRIMAS Y EN LAS PREGUNTAS QUE TODA LA

REALIDAD SUSCITABA; MOMENTOS DE ESTAR UNO CON EL OTRO,

DE SABER QUE, EN EL DOLOR, PODÍAMOS SOSTENERNOS CON EL AMOR, LA AMISTAD, LA CERCANÍA Y LA ESCUCHA.

tardamos mucho en comprender que esa no era la forma de llamarla, que el mejor nombre con el que podíamos designar lo que había sucedido era «La Masacre de Cromañón», ya que, detrás de lo que allí ocurrió, se trabaron una serie de responsabilidades por las que aún «la lucha es larga, desigual y dolorosa». La Masacre nos entristecía aún más al saber que nuestra querida Argentina era «La República Cromañón». Enseguida pudimos comprender que la Masacre de Cromañón tenía dimensiones que iban más allá de los 194 muertos. Se trataba de nombres y apellidos criollos, indios, españoles, italianos, polacos, judíos, como un mapa étnico de nuestra querida Argentina. Eran estudiantes, empleados, motoqueros, músicos, desocupados. Eran nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros nietos, nuestros novios y novias, eran nuestros amigos. Nino apareció entre los padres entrevistados. Todo era confusión. Buscaba a Mariano, pero no lo buscaba con vida. Mariano estaba entre los contados como víctimas de la Masacre. Nos pusimos en contacto con los chicos del grupo misionero y fuimos al velorio. En el responso que el Padre Pepe tuvo que realizar, tomó como lectura el Evangelio de

Lucas, capítulo siete, versículos del once al diecisiete, donde se narra la resurrección del hijo de la viuda de Naím. Pepe nos hablaba – en especial, con Nino y Nilda– invitándonos a la confianza de saber que Jesús, con su resurrección compartida con nuestra humanidad,

ya les devolvía a Mariano vivo. Fue un momento de profunda fe. Era incitarnos a creer que solo alguien que nos ama como Dios nos da el ser para siempre. Este es el paso más profundo de la fe, es el que rezamos siempre en CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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comunidad cuando decimos «creo en la resurrección de la carne», es decir, «creo que todo lo que soy, y con todo lo que soy, seré para siempre en Dios, y con mis hermanos y hermanas». En más de una ocasión, hablé con muchas personas sobre esto. Creerlo es una locura, locura que solo se entiende desde nuestro amor y desde el amor de un Dios que no quiere la muerte, que no quiere desaparecidos, ni un «Cromañón»; que no quiere la muerte por accidentes de tránsito, ni las violaciones y muertes que nos hemos habituado

ENSEGUIDA PUDIMOS COMPRENDER QUE LA MASACRE DE CROMAÑÓN TENÍA

DIMENSIONES QUE IBAN MÁS ALLÁ DE LOS 194 MUERTOS. SE TRATABA DE NOMBRES Y

APELLIDOS CRIOLLOS, INDIOS, ESPAÑOLES, ITALIANOS, POLACOS, JUDÍOS, COMO UN

MAPA ÉTNICO DE NUESTRA QUERIDA

ARGENTINA. ERAN ESTUDIANTES, EMPLEADOS, MOTOQUEROS, MÚSICOS, DESOCUPADOS. ERAN NUESTROS HIJOS, NUESTROS

HERMANOS, NUESTROS NIETOS, NUESTROS

NOVIOS Y NOVIAS, ERAN NUESTROS AMIGOS. escuchar en cada noticiero, pero que parecen no tocarnos porque «no son nuestras»; muertes de las que responsabilizamos a Dios, como si él estuviese jugando a la ruleta para ver quién será la próxima víctima; «muertes de las que nadie se hace cargo, y muchas quedan impunes»; muertes que Dios no solo no quiere, sino que Él ya hace todo lo posible enviando a su hijo al mundo para salvarlo, no 78

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para condenarlo, para que la vida venza, siempre venza. En febrero de 2005, nos fuimos unos días a la costa con Nino y Nilda. También fueron Carito y más miembros de la familia. Estuvimos cerca de una semana en Mar de Ajó. Aquella fue una linda oportunidad para descansar, jugar a las cartas, hacer compras, caminar por la playa, charlar y charlar y charlar mucho; y también fue un lindo momento para rezar. En la cocina de la casa, rezábamos la Misa, como muchas veces lo habíamos hecho en el taller de la carpintería de Nino, cuando, con los jóvenes del grupo misionero, nos juntábamos para hacer pequeños trabajos para vender a fin de recaudar fondos para la misión. Fueron momentos fuertes, de escucharnos en el silencio y en el grito, en las lágrimas y en las preguntas que toda la realidad suscitaba; momentos de estar uno con el otro, de saber que, en el dolor, podíamos sostenernos con el amor, la amistad, la cercanía y la escucha. ¡Cuánto aprendimos juntos! ¡Cuánto vivimos juntos! ¡Cuánto, y hasta sin saberlo, rezamos juntos! De regreso a Buenos Aires, nuestro desembarque fue en la ONG. Nino y Nilda querían estar allí para la marcha del día 30, y yo estuve allí, con ellos. Marchamos, caminamos juntos. Eso significó mucho para mí, fue como si la familia hubiera crecido. Recuerdo que Nino y Nilda ya me habían dicho que, para ellos también, «Cromañón» significaba la misma experiencia. A partir de ella, se comenzaron a encontrar con muchas heridas sociales que claman por justicia y a las que, tal vez, antes no le daban importancia. Después de marchar, entramos en la ONG para su reunión habitual. Al principio, todo parecía ser una «reunión normal»: organizar la agenda, ver la disponibilidad de alguien para asumir algún compromiso, nada fuera de lo habitual. Pero las cosas no quedaron so-


lamente ahí, en la superficie. Allí había dolor, muchas historias aún no contadas; historias de ausencias, de vacíos que quedaron después de aquella noche de la madrugada del 31 de diciembre de 2004; historias llenas de impotencia, porque nada de lo que se hiciera de ahí en adelante, ni a nivel político ni a nivel judicial, iría a volver las cosas atrás. Salí de esa reunión desolado, sin saber qué decir y preguntándome cómo podría ayudar. Pero la desolación se me volvió amargura cuando, en la semana, escuché algunos comentarios que decían que todas las personas de «Cromañón» estaban bien muertas, ya fuera porque pertenecían a una clase social más baja, fuera porque se vestían diferente, fuera porque escuchaban otro estilo de música, etc., etc., etc. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo se puede pensar así? ¿Cómo alguien puede llamarse cristiano y juzgar a los demás de esa manera? Confieso esto con mucho dolor. Sin embargo, escuchar eso aumentó mi ánimo para estar más tiempo con Nino y Nilda. Nosotros ya sabíamos que, en poco tiempo, yo viajaría al exterior por cuestiones de estudio y me ausentaría de la Argentina por un largo período. Sin embargo, el tiempo previo a mi partida, fue intenso, acompa-

ñando desde el caminar como hermano en la escucha, desde el caminar poniéndome al lado en la protesta, en las marchas. Tuve algunas oportunidades para ponerme disponible a aquellos papás que quisieran aprovechar un momento de charla con un sacerdote. Muchos acudieron. Lloraban, contaban su rabia, su dolor, su angustia, su sentimiento de abandono hasta por parte del mismo Dios. Yo, simplemente los escuchaba y les decía que ellos tenían que decirle todo eso a Dios, que tenían que quejarse, que eso no estaba mal, que esa era la oración más linda que podían ofrecerle. Rezar como nos enseñan los salmistas, por ejemplo: «¿Dónde está Dios?; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?; mis lágrimas son mi pan día tras día», etc. Así también rezó Jesús, así también debemos rezar nosotros. Partí, y partí lejos, sin embargo llevé esta experiencia guardada conmigo y en mi corazón sacerdotal. Confieso que de todos esos papás no he podido olvidarme nunca. Rostros tristes, marcados por la impotencia, y muchas veces por el prejuicio social; manos llenas de las durezas que el trabajo forja en ellas; corazones cargados del dolor por la muerte de sus hijos, de sus nietos, de sus sobrinos, de CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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sus hermanos, de sus amigos, de sus novios, de sus esposos… De algunos, incluso, recuerdo hasta su nombre; sin embargo, a la gran mayoría no los he vuelto a ver. Aun así me siento muy cerca todos los días cuando, al finalizar la jornada, rezo por ellos y por su causa, que para mí no es otra que la causa del Reino, que ellos buscan hasta, tal vez, sin saber y que les llega sin darse cuenta. «Busquen primero el Reino de Dios, y lo demás se les dará por añadidura», dijo Jesús. Desde lejos, también siempre me mantengo informado sobre lo que sucede en la ONG y sobre las iniciativas de concientización que, a partir de allí, se generan. Con Nino, Nilda y toda su familia aún mantenemos más cercano el vínculo. Nos encontramos habitualmente en mis visitas a Buenos Aires o, en otras ocasiones, ellos vienen a verme a mi destino en el exterior. A través de ellos, puedo saber cómo marcha todo, y así, marchar con ellos. El dictado popular dice que «la sabiduría es saber que hacer con lo que se sabe». ¡Qué 80

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lindo, qué sabio! Desde afuera de la Argentina, vivo preguntándome cómo puede ser que aún no hayamos aprendido. «Cromañón» es una muestra más de lo que no queremos que hagan con nuestras vidas; es una muestra más de lo que nosotros mismos no queremos hacer con nuestras vidas ni con las de las generaciones más nuevas, sin ningún tipo de prejuicios. «Cromañón» es una herida social, profunda y dolorosa; una herida que necesita del bálsamo de una Iglesia que queremos más samaritana y próxima con el que sufre no solo desde los discursos o las bellas homilías, sino también desde la presencia consoladora y misionera, herencias que recibió desde el mismo Jesús. Presencia amiga, presencia al lado del que clama por justicia, caminado con él, luchando con él, sin estar contando cuántos de estos vendrán a Misa o si se habrán confesado o no. Ojalá todos y cada uno sepamos qué hacer con lo que sabemos. Yo, en la ONG Familias por la Vida, puse lo que sé por muy poco tiempo. Sé escuchar porque aprendí con ellos, sé acompañar porque me senté al lado de ellos, sé caminar al lado porque marché con ellos, sé dar una palabra de aliento porque ellos me animaron, sé animar en la fe porque rezamos juntos. ¿Cuántos más sabemos esto? Padre Pablo Hernán Barreiro 4.11.11 Peñaflor, Chile


HOLA, PÁ

3 de noviembre de 2011

Desde Mar del Plata, les escribe el papá de María Lilia Vitale. El 3 de noviembre, cumple 26 años, y cada día que pasa la extraño más. Realmente, todos los días, cuando el teléfono suena, atiendo esperando escuchar ese «Hola, paaa», que seguramente todos los padres queremos oír; pero bueno, sé que está… Gracias, hija querida, por dejarme un montón de enseñanzas; sos lo mejor que me pasó en la vida. Te extraño cada vez más. Tu fuerza y el amor que das, me hacen seguir. Te amo.

Fernando Vitale

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TU MIRADA 1 de octubre, pero 12 años atrás, nos conocíamos en Museo Rock, de San Telmo, y empezaba una gran historia de amor, la más linda de todas, la más pura e inocente, éramos chicos y no había maldad, a veces pienso en que pasó tanto tiempo y en que una parte de mí quedó congelada, esos recuerdos que a veces parecen tan vivos... Recuerdo lo bien que la pasábamos, nos divertíamos y también peleábamos, como cualquiera, no todo era color de rosa. Al principio, no fue fácil la convivencia, pero de todo eso aprendimos y nos fuimos acomodando. Podíamos disfrutar de cada salida, yendo a

QUIERO PODER DEJARTE IR DE UNA BUENA VEZ Y DEJARTE DESCANSAR EN PAZ, PERO NO PUEDO

TERMINAR DE DESPRENDERME,

NO HASTA QUE HAYA JUSTICIA Y

TODOS PODAMOS ESTAR EN PAZ.

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la cancha a ver a nuestro River Plate, yendo a recitales, saliendo a cenar, a disfrutar una noche con amigos, etc., Nos conocíamos tanto que, con tan solo una mirada, nos decíamos todo, si estábamos enojados o estábamos felices; esa mirada que a veces congelaba el tiempo y hacía que siguiéramos compenetrados; tu mirada, mientras yo dormía y cuando despertaba; ahí estabas, con todo ese amor que te caracterizaba, tanto por mí como por la gente que querías. Fuiste un gran amigo, compañero, compinche y, muchas veces, el pilar de mis emociones; siempre que te necesité estabas ahí para


darme ese abrazo que me hacía falta y ese: «Estoy con vos y no te dejo sola». Teníamos tantos proyectos que quedaron truncos la maldita noche del 30 de diciembre de 2004. Todavía queda grabada esa imagen nuestra, de cómo fue todo: nuestras caras, el pánico, la desesperación y las voces..., esas que siguen cada noche en mi cabeza; la oscuridad, el pedido de ayuda y la impotencia de no poder hacer nada por el otro, ya que no podíamos hacerlo ni por nosotros mismos. Quiero poder dejarte ir de una buena vez y dejarte descansar en paz, pero no puedo terminar de desprenderme, no hasta que haya justicia y todos podamos estar en paz. Te cuento que hoy tengo algo más que un tesoro preciado, y es mi hija Valentina, ella, «la más linda del amor", mi luz entre tanta oscuridad. Me hizo ver que todavía estoy viva y que tengo mucho amor para dar. Aprendí a seguir y, aunque me costó mucho, acá estoy, tratando de continuar; y siempre estás ahí, en

mi corazón que late como el primer día… Sé que vos me cuidás desde lo más alto y que, cuando me toque dejar este mundo, estarás ahí para darme la mano junto a mi mami. Estoy eternamente agradecida por todo lo que hiciste por mí, por darme la oportunidad de amarte, de vivir…, y por demostrarme siempre lo importante que yo era para vos (como lo decías en tus cartas que todavía conservo). Te amé y te amo, y fueron hermosos los años compartidos. Hoy te guardo en lo más profundo de mi corazón; jamás te olvido y tampoco abandonaré la lucha por justicia. Por siempre y para siempre, tu mujer, Fabi (¡que te extraña con locura!) ¡CROMAÑÓN NUNCA MÁS!

Fabi Mujer de José Cantale (22.4.78 - 30.12.04) CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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DEL BLOG DE LAURITA Hola ahora soy Flor, la hermana mayor de Laurita. Primero y, antes que nada, quiero agradecer de todo corazón las cosas hermosas que escriben, los e-mails, las cartitas y las palabras de apoyo. Son muy importantes y nos dan fuerza y apoyo para seguir adelante con esta lucha en busca de la verdad, la justicia y la paz. También les quiero contar que «nuestro» –¡porque es de todos!– angelito era y es un ser muy especial, ya tenía alas acá, pero no se las veíamos... Era de lo más cariñoso y comprensivo –a pesar de su corta edad–; nos entendía y acompañaba a cada uno de los integrantes de la familia... ¡Si me habrá escuchado estudiar Medicina, o hecho masajes mientras lo hacía!; ¡si habrá

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hecho de paciente para que yo pudiera practicar las maniobras médicas!; ¡si me habrá escrito cartitas antes de los parciales para desearme suerte!... Sus caricias, sus abrazos asfixiantes, sus besos de todo tipo, su ternura y amor realzaban su persona... Me acompañaba al súper o a la librería, y siempre caminábamos de la mano saltando, jugando a «María de la Paz, la paz, la paz...» y también cantando -así me enseñó algunas canciones de Callejeros-. Siempre me apoyó en gimnasia y en mi carrera aunque no le gustara el hecho de que no pudiera compartir tanto tiempo –especialmente de vacaciones– con ella por estas dos actividades... Amaba a los animales, se divertía mucho con ellos y sufría si los veía mal


¡ERA UNA PERSONA TAN MARAVILLOSA! POR ESO SENTIMOS TANTO SU AUSENCIA FÍSICA; PERO, A LA VEZ TENEMOS SU ALMA QUE NOS DA FUERZAS PARA SEGUIR ADELANTE CON TODAS NUESTRAS ACTIVIDADES.

o solos... Tocaba la flauta como ella sola, era un ángel…, ¡si la hubieran escuchado!... Jugaba a la pelota súper bien; fanática de Huracán –por ella yo también soy de ese equipo–; excelente nadadora, ¡si habrá ganado torneos!, ¡ya nadaba desde bebé! El último año también hizo gimnasia rítmica en la Parroquia Santa Rosa, donde yo era la profe. Era superobediente, autoexigente, constante y perseverante... ¡¡Ah!!, también era guía –como ya sabrán–, con un amor por la naturaleza…, por su grupo y por su guiadora Fer. ¡Era una persona tan maravillosa! Por eso es que sentimos tanto su ausencia física; pero, a la vez, tenemos su alma que nos da fuerzas para seguir adelante con todas nuestras actividades. Yo pensé que no podría, pero se puede. Le dedico a ella mi carrera, cada parcial le prendo una velita... ¡¡Ella está con nosotros!! La amo con todo mi corazón y mi alma. La extraño muchísimo, y ¡tantas veces me gustaría volver a verla, sentirla…! Pero sé que ese día llegará pronto; y entonces espero que se alegre de todo lo que hice por ella, por mí y por los demás…, así como todos están tan felices por todo lo que nos dejó como recuerdo de su persona. Flor Hermana de Laurita Fernández

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EXPEDICIÓN A TIGRE La verdad es que no sé de dónde sacaste tanta fuerza, no dejaste nunca la lucha, a pesar de que tu edad ya te da signos inequívocos de que la juventud de tus casi ochenta años está disminuyendo. No te perdiste una, viejito querido, hasta Tigre nos seguiste cuando tomamos la lancha en busca del escondite (guarida de Chabán). ¿Te acordás? Íbamos en la lancha; «el Gallego» y Nilda repartían sándwiches y gaseosas; y, a nuestro lado, tal cual una película americana, dos lanchas pequeñas y muy rápidas iban con periodistas y camarógrafos tratando de no perderse de nada de 86

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lo que allí pasaba. Hoy creo que estaban seguros de que íbamos a lincharlo. ¿Te acordás cuando bajamos de la lancha en esa isla inhóspita? Ahora te lo confieso, iba muerta de miedo, pero vos y todos los padres y algunos sobrevivientes me daban la confianza de que nada nos pasaría. Y empezamos a caminar cual expedición en el medio de una selva en busca del enemigo y ¡qué enemigo! Estaba custodiado por la infantería, prefectura, ¡cuántos! ¡Hasta tenían un montón de carpas de campañas! Imposible llegar a él, pero ¡cómo gritamos, cómo gritaste! Y, de


...VIEJITO DE MI CORAZÓN, YO NO CONOCÍ NI A TU HIJO NI A TU NIETO,

¿QUÉ PUEDO DECIR DE ELLOS?». Y AHORA ME DOY CUENTA DE QUE SÍ,

DE QUE SE PUEDE DECIR TODO DE ELLOS DESCRIBIENDO AL PADRE Y ABUELO QUE SOS, CON TU INMENSO AMOR Y TU PROFUNDA TRISTEZA POR LO ANTINATURAL DE TENER QUE ENTERRAR A TU HIJO Y A TU NIETO.

pronto, ¡dejaste de escuchar! ¡Sí!, entre los intentos por forzar la entrada; entre corridas y gritos, te quedaste mirando el piso, buscando, yo te veía y no entendía, te llamaba porque tenía miedo de que algo te pasara, pero vos no escuchabas, claro, ¡habías perdido tu audífono! Lo peor de todo es que no se lo pudimos cobrar a Chabán, claro, si no pagó por 194 muertes, cómo iba a pagar por tu audífono. Hoy, cuando me llamaste a la mañana y me dijiste que no podías ir al taller literario porque tenías médico y me pediste que yo escribiera algo por vos, te dije: «Pero, viejito de mi corazón, yo no conocí ni a tu hijo ni a tu nieto, ¿qué puedo decir de ellos?». Y ahora me doy cuenta de que sí, de que se puede decir todo de ellos describiendo al padre y abuelo que sos, con tu inmenso amor y tu profunda tristeza por lo antinatural de tener que enterrar a tu hijo y a tu nieto. Puedo escribir sobre ellos y honrarlos contando un poquito de la lucha que comenzaste junto a muchos, que, a pesar de tus achaques, todavía mantenés. ¡Qué orgullo, viejito

Calderón, verte todos los 30 en el Santuario antes de empezar la marcha, qué ejemplo para nosotros, que somos un par de años más jóvenes que vos. ¡Cuánto amor para Roberto y Matías Calderón, masacrados en Cromañón, el 30 de diciembre de 2004! Nilda

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TU CORTA VIDA

Naciste un 4 de mayo de 1988. Te pusimos Jonathan porque significa ‘enviado de Dios’. Pero solo viviste 15 años. Un día 30 de diciembre de 2004, saliste y me dijiste: «Mamá, voy a la plaza a ver qué van a hacer los chicos para festejar fin de año». Pero el destino quiso que te regalaran una entrada para ir al recital de Callejeros. Partiste junto a tu amigo Abel sin saber que les esperaba una trampa mortal. Nunca más te volvimos a ver. Tu mamá, tu hermana y tu abuela quedamos sin tu presencia, sin tu alegría; porque eras la alegría de la casa, con tus risas y tus payasadas. Siempre nos hacías sentir bien, de buen humor. 88

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Fuiste, con tus 15 añitos, un chico bondadoso, gran compañero, y te destacaste en el colegio. Todos tus profesores y maestros que pasaban a tu lado me felicitaban por tu forma de ser: educado, respetuoso y buen alumno. Siempre dispuesto a ayudar a los demás. Hoy no estás más, y la casa está vacía. Nosotros, con una gran tristeza y angustia porque la casa no es igual. Te extrañamos mucho. Ya no hay alegría. Solo tristeza. Te amamos. Tu mamá Ana Calcara


RECUERDOS QUE ME AYUDAN A RESPIRAR…

Mis hijos eran toda belleza. La vida estaba llena de belleza en sus risas y tenían un futuro lleno de dicha y prosperidad. Pensaban en todo lo que iban a hacer después de estudiar, organizaban sus horarios y hobbies para poder hacer todo y no perderse de nada. Tal vez sabiendo que se acababa su tiempo, que su futuro estaba por terminar. Por eso armaban sus agendas, querían estar en todos lados, compartir con sus amigos. No les faltaban las fuerzas para multiplicarse y estar con todos sus amigos y con nosotros. Estaban tan llenos de vida, tenían tanta fuerza en sus miradas pícaras y dulces… Cuando logro soñar con ellos, quiero que el tiempo se detenga. Y vuelven los recuerdos entre sueños y sueños. Imagino sus caras, sus gestos, sus actitudes, sus miradas permanentes y profundas. Esos recuerdos que me ayudan a seguir, esos recuerdos que me ayudan a respirar… Teodora Mamá de Nelson y Jorge Pereyra Silva CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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RECORDANDO A GUIDO Señor Director:

El 15 de enero de 2006, Guido cumplió 17 años. No hay nada ni nadie que pueda arrancarlo de nuestro corazón, ni siquiera la muerte, porque está vivo en cada uno de quienes lo conocimos. Ningún humo, por más espeso y negro que sea, puede apagar la luz de sus ojitos de cielo. Ninguna puerta cerrada puede hacer que se quede quieto; él sigue bailando y saltando en nuestra memoria y en nuestros corazones; y, todas las mañanas, sigue despertando con su canto a sus compañeros de curso. Ningún empresario inescrupuloso va a borrar el brillo de su sonrisa ni el sonido de sus carcajadas, que si90

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guen resonando en nuestros oídos. Ningún comisario coimero va a evitar que la bandera con su foto, que hicieron sus compañeros de Boca Juniors, siga corriendo por todas las canchas de voleibol en las que, por medio de ellos, Guido sigue jugando. Ninguna autoridad corrupta va a hacernos olvidar todos los valores que tenía, con los cuales nos enseñó a ser cada vez mejores y a sentir que el que camina a nuestro lado es verdaderamente nuestro hermano. Es su segundo cumpleaños sin su presencia física, sin sus palabras siempre justas y acertadas, pero, hoy más que nunca, está con todos los que lo ama-


NINGUNA AUTORIDAD CORRUPTA VA A HACERNOS OLVIDAR TODOS LOS VALORES QUE TENÍA, CON LOS CUALES NOS ENSEÑÓ A SER CADA VEZ MEJORES Y A SENTIR QUE EL QUE CAMINA A NUESTRO LADO ES VERDADERAMENTE NUESTRO HERMANO.

mos y recordamos cada momento compartido. Sentimos tanto orgullo por nuestro hijo que, aunque el dolor nos desgarra por dentro, vamos a seguir luchando día a día y codo a codo con los demás papás de «Cromañón», para que, de una vez, en este país, se haga justicia, y algo así no vuelva a ocurrir. Su ternura, su pureza y su inocencia se merecen eso y mucho más. Guido, te amamos con todo nuestro corazón y solo esperamos el momento en que podamos volver a estar juntos para siempre. Como dice la canción: «Sería mejor el marchar los tres que quedarnos dos». Tu mamá y tu papá Stella y Alejandro Del Canto

RESPuESTA DE REDACCióN

Señor Director:

Quiero, por este medio, solidarizarme con Stella y Alejandro Del Canto. Con ellos y con todos los padres que han perdido, en el incendio de Cromañón, lo más importante en la vida de cualquier persona: un hijo. La carta publicada en La Nación, el 25.01.06, es maravillosa. Como madre de dos adolescentes de 17 y 15 años, me emocioné y lloré profundamente. Ojalá todos los padres encuentren al menos el consuelo de ver castigados a los culpables y responsables de esta Masacre. Andrea Giménez

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SEBASTIÁN MAURO JUAREZ 27 AÑOS

TU BONDAD, TUS VALORES Y TU AMOR POR LOS DEMÁS HICIERON QUE DIERAS TU PROPIA VIDA ESE DÍA

TAN TRÁGICO. ENTRASTE DOS VECES A SALVAR A OTROS;

Y DE LA TERCERA VEZ, YA NO SALISTE...

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Hijo mío, qué difícil es hablar de vos y tratar de, en pocas líneas, describirte y expresar lo que significaste en mi vida... Cada prueba del destino trato de superarla, pero, sin lugar a dudas, tu pérdida fue lo más doloroso que me pasó. Te busco en cada gesto, en cada cosa tuya, en cada estrella; aun después de todo, espero que vuelvas. Extraño tus cartitas, las que me dejabas diciendo: «Ma, te re amo»; extraño cuando ponías Creedence, del que eras fanático, a todo volumen. Tu deseo era formar una familia, tener hijos, y me decías que ibas a darme la nieta mujer que no tengo... Tus hermanos están destrozados; tu mellizo, sin consuelo. Ustedes eran inseparables, y ahora le cuesta mucho seguir sin vos. Tus amigos y los de él tratan de ayudarnos, pero este dolor no cesa con nada; ya sos mi segundo hijo que pierdo, y el dolor es inmenso. Por todo esto y más, luchamos y reclamamos justicia. No queremos que ningún padre tenga que vivir la pérdida de lo más sagrado: «un hijo». Tu bondad, tus valores y tu amor por los demás hicieron que dieras tu propia vida ese día tan trágico. Entraste dos veces a salvar a otros; y de la tercera vez, ya no saliste...

Muchos me dicen que te fuiste como un héroe. Tal vez fue así. Pero, a cada instante, pienso: «¿Por qué no estás con nosotros?». Tu grandeza es infinita, ni yo me hubiera animado a hacer lo que hiciste. Aunque sienta mucho dolor en mi corazón, quiero que sepas que estoy muy orgullosa de vos. Donde tu alma esté, que descanse por toda la eternidad en completa paz por lo que fuiste y serás... Siento un amor inmenso e imposible de explicar… No sé qué es justo y qué no, solo sé que algún día nos volveremos a encontrar. Gracias por todo, hijo querido…

Tu mamá.

Cristina Ventos Mamá de Sebastián Mauro Juárez (27) CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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MI AMIGO DEL ALMA Era el miércoles 29 de diciembre de 2004 cuando salude por última vez a mi queridísimo amigo Sergio; me acuerdo como si hubiera sido ayer. Nos prometimos arrancar a entrenar boxeo en el Leopardi el lunes siguiente, pero eso nunca se pudo concretar. Al otro día, me junté con amigos a cenar en un tenedor libre. Cuando el que manejaba la tele del lugar sintonizó, entre tanto zapping, a Crónica TV; esta comunicaba, en su famoso cartel rojo: «Incendio en bailanta de Once». A simple vista, la noticia no alertaba la tragedia que fue, y la información del canal sangriento por excelencia no me llamó la atención como lo hubiera hecho el titular:

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«Incendio en recital». Ahí sí se me habría venido a la mente el recital del grupo del que disfrutaban tanto Sergio, su hermano Betín, su primo Cacho como otros amigos, Fede, «el Negro» Cristian, Batato, Mastro, y seguramente me olvido de alguno. Lo que no me olvidaré jamás es de lo que viví la mañana siguiente. ¿Por qué la mañana siguiente?, porque, luego de detenerse un instante en Crónica TV, el zapping siguió, y no recuerdo haber vuelto a prestarle atención a la «caja boba»; entre brindis va, brindis viene…, se pasaron las horas, y yo me había comprometido a ir al cumpleaños de un compañero de trabajo, por lo que me fui a mi casa, me bañé y me tomé el co-


lectivo hacia Palermo. Al llegar a destino, mi compañero se había ido a buscar a otra persona, y yo no conocía a nadie. Me serví un vaso de bebida y salí al balcón. Recuerdo que, en ese momento, me dije a mí mismo: «¿Qué estoy haciendo acá?, no conozco a nadie. En vez de quedarme con mis amigos…». Pero, bueno, ya estaba ahí, y «cuando estás en el baile –como se dice–…, hay que bailar». Así se hizo de día, y la fiesta terminó; me tomé el colectivo de vuelta a casa. Cuando llegué, no alcancé a sacar las llaves del bolsillo que mi mamá ya estaba abriendo la puerta. Alcé la vista y la vi primero a ella, atrás a mi hermano Cristian y más atrás al resto de mi familia. Les pregunté qué pasaba y no me respondían… Hasta que de atrás saltó mi hermano y, sin mediar palabras, me abrazó fuerte y me dijo: «Se murió Sergio». Caminé hasta mi pieza, me senté en la cama 3 segundos, me volví a levantar y dije: «Me voy a la casa…, esto no puede ser». Me dijeron que esperara, que llamarían a un remís, yo ya quería estar en la casa de él y que me atendiera y me dijera: «¡Cualquiera!…¿Quién te dijo?». Pero eso tampoco sucedió. Llegó el remís. Cuando estábamos doblando por la esquina de la casa, el panorama me arrancaba las esperanzas, había gente en la puerta. Corrí y fui arriba, donde encontré a María Amelia (como llamaba él a su mamá para molestarla). Al mirarla, asintió con los ojos llorosos y me confirmó la peor noticia de mi vida. Aquel compañero que conocí en se-

gundo grado y que solo dejé de frecuentar por seis meses (él se había alejado para comprobar lo que era la amistad, según confesó ante las insistentes invitaciones denegadas), con el que éramos como hermanos… Inexplicable el dolor que causa la pérdida física de alguien amado, ya sea hijo, padre, madre, hermano, amigo, familiar. Inexplicable lo que causa el amor al dinero, que invita a la suciedad de la corrupción, que transforma el lujo de la gente de mierda en la muerte de la gente de bien. Dicen que el amor enceguece; yo digo que todos los sentimientos enceguecen cuando uno no se rodea de gente de buen corazón que sea capaz de abrirnos los ojos para no pasar por encima de nadie y para acompañar a la sociedad hacia el bienestar. Pero, claro, el egoísmo y el desprecio por el prójimo están reflejados, en su máxima expresión, en la ciudad, donde si no le afecta a uno, decimos: «Menos mal, zafé», y

...CUANDO VEO CADA

VEZ MENOS GENTE EN LAS MARCHAS, ME

PREGUNTO DÓNDE

ESTÁN AQUELLOS QUE QUIEREN LO MEJOR

PARA NUESTRA GENTE.

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INEXPLICABLE EL DOLOR

QUE CAUSA LA PÉRDIDA

FÍSICA DE ALGUIEN

AMADO, YA SEA HIJO,

PADRE, MADRE,

HERMANO, AMIGO,

FAMILIAR. INEXPLICABLE

LO QUE CAUSA EL

AMOR AL DINERO, QUE

INVITA A LA SUCIEDAD DE LA CORRUPCIÓN,

QUE TRANSFORMA EL

LUJO DE LA GENTE DE

MIERDA EN LA MUERTE

DE LA GENTE DE BIEN.

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dale que va. Hoy veo el esfuerzo de los padres en lucha, de los que todavía no se dejan vencer por la mala sangre que viene inyectando en sus venas, desde el 30 de diciembre de 2004 hasta el día de la fecha, el aparato corrupto armado por la complicidad entre el Poder Ejecutivo y el Judicial. Mucha gente no se da cuenta de qué es lo que le sucede a alguien a quien le arrancan un pedazo de corazón; y por eso, es intolerante, ya sea al tocar una bocina en plena marcha porque se le enfría el agua para el mate que aún no puso a calentar, o al hacer comentarios como estos: «Encima de que les dan subsidios, siguen molestando, ¿qué más quieren?». Está claro que no entienden, porque ellos siguen con la alegría ilimitada con la que uno nace. No saben lo que es que le pongan límite al disfrute; que le borren el presente de sus recuerdos; que, a partir de ser afectado por una terrible e injusta situación, el organismo baje sus defensas… Y, en contraposición, ayudan a las lacras políticas, como Ibarra y compañía, a seguir lucrando con la vida; a empresarios como Chabán, que manejan, como un quiosquero miserable, sus negocios, donde las golosinas en mal estado y en estantes pestilentes terminamos siendo nosotros, las personas que, por no esperar un tiempo (ya sean horas, días o años – ¿porqué no?, si, al fin y al cabo, el tiempo cada vez se pasa más rápido–), nos amontonamos en lugares precarios donde nos encarcelan para evitar que entre gente sin pagar, sumando un granito más al

desprecio gratuito por la vida que te inculca la cultura citadina; al aparato policial –no hace falta aclarar qué tan corrupto es– cuando vemos los extra sueldos que logra por sus vistas gordas en prostitución, protección forzosa de comercios y tantos otros negociados. Por eso, cuando veo cada vez menos gente en las marchas, me pregunto dónde están aquellos que quieren lo mejor para nuestra gente. Tal vez una respuesta como «No, yo no voy porque me hace mal, me trae malos recuerdos» sea moneda corriente. Pero, aunque sea difícil darse cuenta, lo que llena el corazón y el alma nunca puede hacernos mal. Me llena de orgullo y de ganas de seguir ver a los padres, hijos, familiares y amigos de «los pibes» luchando no solo para obtener la justicia que nos deben, sino también para articularse con otras víctimas de hechos impunes, como lo son las desapariciones en democracia, «el gatillo fácil», los accidentes automovilísticos –aunque, si se puede evitar, no es accidente–, como tantos otros. Si no generamos una conciencia colectiva sincera y contundente, los hijos del poder van a seguir atropellándonos a todos nosotros, que solo queremos que nuestra gente querida nos acompañe el resto de nuestras vidas y no el resto de vida que nos quieran regalar los ineptos, corruptos y pusilánimes que se postulan para puestos que solo la gente idónea y con vocación de servicio debería ocupar. Nicolás Vittorello Amigo de Sergio Javier Ruiz


SIENTO QUE NO TE FUISTE

Soy Susana, mamá de tres hermosos hijos porque para mí siempre van a ser tres-. Mi Carlita, mi nena querida, tenía 21 años recién cumplidos. Estaba feliz, vivía feliz. Tenía muchísimos amigos y amigas. Era querida por todos, ¡maravillosa! Estudió en el Colegio La Salle, donde realizó la primaria y la secundaria. Siguió sus estudios en la Facultad de Veterinaria. Y así como le gustaba estudiar, también disfrutaba de salir y divertirse. El 30 de diciembre de 2004, cerca del mediodía, fuimos a hacer unas compras. Me acuerdo como si hubiera sido ayer. Llegamos a casa, y me dijo que iba a ir a un recital; total, después empezaba la “facu” y ya no podría salir más –qué paradoja, ¿no?–. Se fue linda como todos los días, saludando a todos con un beso, como lo hacía siempre. Tengo por costumbre, cada vez que mis hijos

salen, acompañarlos hasta la puerta. La miré hasta que llegó a la esquina y entré. Ese fue el último día que hablé con mi hijita, con mi Carla. Me la quitó ese maldito boliche, que nunca debió haber estado abierto. Me la quitaron la corrupción, las puertas con candado, las coimas, los corruptos. Me arruinaron la vida… Desde ese día, no duermo; desde ese día, lloro todos y cada uno de mis días… Desde ese día, mi vida se transformó completamente, y extraño y necesito a mi hija… Carlita querida, seguís viviendo en nuestros corazones y en el de todos los que te queremos. Te queremos tanto que siento que nunca te fuiste.

Susana Perri Mamá de Carla Giovanni

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CARTA A MARIANELA

Esta carta la escribí en el 2005 para tu cumple y la compartí con los demás papis el 30 de octubre de 2005. Ahora quiero compartirla con ustedes.

¡Hola, negrita! Estés donde estés, sé que me vas a escuchar. Seguro que andás de nube en nube, pintando sonrisas a los angelitos que están tristes o extrañando, como lo hacías cuando estabas entre nosotros. 98

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¿Sabés, negrita? Te amo como cuando me enteré que estabas dentro de mi panza. ¡Te amo! Y perdón por no habértelo dicho tantas veces, como ahora, que ya no estás. Perdón por no haber podido llegar a tiempo a darte el último abrazo. Pero, ¿sabés?, estoy orgullosa de vos. Hoy descubro que a pesar de tu ausencia, estás a mi lado, en los recuerdos, en el cariño de tus amigos que no nos dejan solos.


...¿SABÉS?, ESTOY ORGULLOSA DE VOS, HOY DESCUBRO QUE A PESAR DE TU AUSENCIA, ESTÁS A MI LADO, EN LOS RECUERDOS, EN EL CARIÑO DE TUS AMIGOS QUE NO NOS DEJAN SOLOS.

Sos una personita especial y me das la fuerza para seguir luchando contra esta corrupción. Veinte años atrás, festejaba tu nacimiento, ¡mi vida se llenaba de alegría! Hoy, tengo tanto dolor, odio, sed de justicia… ¡Todos queremos Justicia! Pero son muchas las trabas que nos ponen. Hay mucho poder político, mucha suciedad, pero eso no basta para que bajemos los brazos, nos están fortaleciendo ante tanta impunidad. No vamos a detenernos, porque hacerlo sería decir que «Cromañón» no pasó, que el asesinato de 194 vidas quedará impune. Y es hora de que digamos «¡Basta!». Basta de que nuestros hijos sean asesinados; merecen un futuro mejor y, si nosotros no se lo damos, ¿quién va a hacerlo? ¿Un Jefe de Gobierno que, dando manotazos de ahogado, dice que las pruebas de la muerte de 194 vidas es una falsedad? ¿Que la persona encargada del SAME es un excelente profesional? Puede serlo, pero las ambulancias no tenían oxígeno; y la que sí lo tenía, no tenía máscara. El desorden, los pibes apilados…, y no lo decimos los que llegamos tarde, sino los propios pibes que sobrevivieron, que son los mejores testigos de la verdad, de ese horror. Hoy seguimos con «Cromañón», siguen los chicos cayendo en depresiones e intentando lo irreparable.

¡Despierten argentinos! «Cromañón» son las estufas de gas con pérdidas. «Cromañón» son los hospitales sin atención adecuada por falta de suministros o mejoras sociales. Son los muertos por el hambre en un país rico. Son los chicos, que hoy hombres, sobrevivieron en una guerra hace 23 años. Son los chicos muertos por gatillo fácil. Son los que se mueren por asesinos al volante, o a los que violan, o raptan para prostituir. Son los que van muriendo de a poco por la droga. Un pueblo ignorante, sin educación, sin

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salud, creen que va a ser un pueblo fácil de gobernar. Están equivocados porque, si el precio es la sangre de nuestros hijos, yo y muchos más decimos «¡Basta!» Yo no escuché el llanto ni el dolor de los padres que, antes del 30 de diciembre de 2004, habían perdido un ser querido injustamente. Hoy lloro, al igual que ellos. ¡Luchemos para que nadie más sufra! Y que se escuche «¡Mamá, volví!».

¡DESPIERTEN ARGENTINOS!

«CROMAÑÓN» SON LAS ESTUFAS DE GAS CON PÉRDIDAS.

«CROMAÑÓN» SON LOS HOSPITALES SIN ATENCIÓN ADECUADA POR FALTA DE

SUMINISTROS O MEJORAS SOCIALES. SON LOS MUERTOS POR EL HAMBRE

EN UN PAÍS RICO.

SON LOS CHICOS, QUE HOY HOMBRES,

SOBREVIVIERON EN UNA GUERRA

HACE 23 AÑOS.

SON LOS CHICOS MUERTOS POR GATILLO FÁCIL.

SON LOS QUE SE MUEREN POR

ASESINOS AL VOLANTE, O A LOS QUE

VIOLAN, O RAPTAN PARA PROSTITUIR.

SON LOS QUE VAN MURIENDO

DE A POCO POR LA DROGA.

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Hoy hace 6 años de esta carta, y seguimos igual, un poco más viejos y cansados, la misma ausencia, las mismas lágrimas, dolor, odio, y la justicia sin llegar… Todo sigue igual, con la diferencia de que, hoy, le digo a con quien pueda conversar: «Cuidate, aprendé a entrar, pero también a salir, aunque te digan “careta”. Fijate en la salida de emergencia, en los matafuegos. Avisá dónde estás. Mi hija, mi hija ¡no volvió!».

Negrita, te amo, te extraño –qué puedo decirte si vos ya lo sabés–, porque no puedo abrazarte, ni verte pero vos siempre estás, seguís cuidando de tus hermanos, tus sobrinos, y sosteniéndome para que no me caiga y siga luchando… Y como siempre te pido: «Dame la fuerza para seguir luchando, la cordura para no enloquecer de dolor y la paciencia para esperar nuestro reencuentro». ¡¡Tu familia lucha para jamás bajar los brazos!! Tu mamá y toda tu familia

NO HAY PEOR MURTE QUE EL OLVIDO. MATA DOBLE LA INJUSTICIA, PERO MÁS MATA OLVIDAR. SI NO HAY JUSTICIA, NO HAY FUTURO.


LO ÚNICO QUE ME SALE ES LLORAR

Hace tanto que no tengo tiempo para pensar en mí, en lo que siento, que al tener que escribir algo, en este momento, solo me sale llorar. Y ni siquiera sé por qué lloro… No hay un motivo concreto, no sé… Tal vez es un todo… Justo anoche no podía dormir, y vinieron a mi mente todas las imágenes de aquella noche, y hacía mucho que no me pasaba… Pero me pasó otra vez. Contaría de nuevo todo lo vivido, pero siento que es repetitivo, que cansa a los demás. Hoy, lo único que quisiera es tener mi medicación y llorar y llorar y llorar… Muy seguido siento que no puedo más, que el cuerpo no me da para más. Sin embargo, sigo y sigo porque, por más que yo lo diga, nadie escucha y eso me angustia, y quiero llorar y no puedo, no tengo mi momento para hacerlo. Tal vez por eso, hoy, acá, sin mis hijos, y pensando que tengo que escribir algo, lo único que me sale es llorar. Silvina

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YA ME CANSÉ Érase un 30 de diciembre de 2004, y los recuerdos comenzaron a manifestarse. Mi cara, mi piel, mis manos, mis piernas, mis brazos, mi cabeza, mi cerebro y mi corazón se refieren a los recuerdos de esa calurosa y odiosa noche y los reflejan. No sé muy bien cómo y cuándo pasó, pero los recuerdos volvieron a surgir… El futuro se fue esa noche y, con él, se llevó las risas y trajo dolor, tristeza y amargura. Ya los días eran distintos… ¡¡Qué lejos estaban los días alegres y qué triste pintaba el futuro!! ¡Cuánta fuerza necesité para levantarme!... ¡Cuánta! ¡Qué difícil se me hace seguir sin ella!, ¡qué difícil es seguir sin ella! Si supieran cuántas fuerzas necesito para seguir viviendo. Pero los recuerdos vuelven y, con ellos, su rostro, su voz, su perfume, su proyecto y su sueño.

Ada Ruth Sirlin

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ABRAZOS QUE DAN CONSUELO

Soy Aída Isabel Rodas de González. Vinimos de San Salvador de Jujuy con mi marido Carlos y mis hijos en 1993. Veníamos en busca de trabajo. Abel, mi hijo, entró en una escuela técnica de Boedo. Allí encontró amigos y compañeros. Pero uno era como su gemelo, y con él y otros dos amigos (Jhonatan y Osvaldo) salieron un jueves y no volvieron más. Abel, en casa quedamos todos esperándote. Solo me quedó luchar para que se haga justicia. Apoyando a otros padres como yo y llorando tu ausencia, te sigo esperando noche tras noche. Esto no se acaba nunca. Los chicos ya no están, y abrazándonos entre nosotros, todos seguimos en la lucha. Aída isabel Rodas de González

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ESTUVE Y NO ME VIERON, ESTARÉ Y NO ME VERAN

Empezamos esta lucha de tantos años junto con mi familia y amigos compañeros de Chalo. Ahora, cada día que pasa, estoy más sola, pero pienso seguir hasta el fin de mi vida y espero ver que se haga justicia. Escribió Chalo unos días antes de que la Masacre se lo llevara: «Estuve y no me vieron, estaré y no me verán» (Chalo del Cortijo). María Ester Mamá de Chalo

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LA CASA VACÍA

Te fuiste una noche de diciembre, mes de fiestas y alegrías, y nos dejaste sumidos en la pena y tristeza, y también la casa vacía. Extrañamos tu risa, tu encanto y bondad, también tu nobleza, alegría y sinceridad Fuiste, sos y serás un ángel, un hijo que nunca olvidaremos,

Las lágrimas salen de los ojos sin cesar, por la tragedia de no verte nunca más. Físicamente partiste a un mundo celestial, pero espiritualmente día y noche siempre presente estarás.

La tarde que te fuiste, te despediste con alegría sin saber el destino traicionero, que no esperaba. Es por eso que mamá, papá decimos con tristeza: la casa está vacía.

ESTE POEMA ESTÁ DEDICADO A

NUESTRO HIJO GUSTAVO ALBERTO

BELASCUAIN CON TODO AMOR

Y CARIÑO, E INCLUSO A TODOS LOS CHICOS FALLECIDOS EN LA

MASACRE DE CROMAÑÓN.

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SÓLO ME QUEDÓ CAMILITA Me llamo Rosa María David, soy la madre de Mariano Leonel Valsangiácomo, de 31 años, y Verónica Laura Valsangiacomo, de 25 años, tenían esa edad cuando ocurrió el desastre de República Cromañón. Verito era soltera, y Mariano tenía una nena, Camilita, de 5 añitos, fruto de su pareja con Elsa Meilán. Vivían juntos en casa porque estaban haciendo su departamento arriba para ellos. Recuerdos, tengo muchos, ¡mi vida es un recuerdo! Marianito hizo el primario en la Escuela N.º 2, donde ahora va su hija, y el secundario en

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la Escuela N.º 32. Trabajaba como chofer –era lo que había en ese momento–. Verito también hizo muchos trabajos (panadería, consultorio odontológico, etc.), pero también iba a la facultad. Hizo el secundario en la Iglesia San Cayetano y dejó la facultad cuando una amiga mayor que ella, Andrea, hija de su madrina Mary, falleció de leucemia a los 30 años en 1998. Fue un golpe muy duro. Pero, un tiempo después, la convencimos, y volvió a la Escuela de la Policía, donde hizo el curso de Grafóloga Forense, del cual se recibió una semana antes del 30 de diciem-


¿QUIÉN IBA A DECIR QUE

LUEGO DE IRSE TAN CONTENTOS, NO VOLVERÍAN? PARA NOSOTROS, ESTÁN ACÁ, AUNQUE LA CASA ESTÁ VACÍA.

bre de 2004 –todavía tengo que ir a buscar el certificado, pero cuesta,¡no saben cuánto!–. Jamás voy a olvidar algunas de sus frases. Se asomaba a la puerta de su habitación y me decía: «¿Y?, ¿para cuándo está ese té? –¡era tan cómica a veces!–. Marianito –como le decíamos– jugaba al fútbol, era arquero suplente; hizo giras con Deportivo Español y luego dejó de jugar. Era muy compañero y a veces me decía: «Mami, ¿compartimos una cervecita?». Con el padre salían mucho juntos. Verito era una compradora compulsiva, se la pasaba comprándose ropa. Iba a bailar a lugares brasileros; cuando cerró adonde ella iba, fue cuando le pidió al hermano que la acompañara a recitales, pero él no quería ir porque quería ahorrar para su casa. Doy gracias a Dios que Elsi y la nena no fueron. Ese día asistieron porque Verito le puso a Mariano, como regalo en el árbol de Navidad, «la entrada» –ese fue el último año en que se armó el árbol en mi casa–. A la semana se fueron para siempre. Para Verito, Camilita era la «luz de sus ojos» –así decía ella–, y la nena le decía «Tiiti». Cuando no tenía ganas de hablar, Very me escribía cartitas. Una vez lloró como dos horas seguidas con el padre, conmigo y con Mariano porque se sentía frustrada, ya que no había logrado que nosotros tuviéramos la chapa de «Psicóloga» en la puerta. Nuestra respuesta fue breve: «El mejor título es el de buena persona, que nadie tenga nada que

decir». Y así fue, le dimos a los dos la mejor educación que pudimos, con mucho esfuerzo. Y ahora, ¿cómo voy a terminar esto?, con el recuerdo de las últimas palabras de ellos. Yo estaba preparando la comida para el 31, Mariano me dijo que se iban a ver a Cacho Castaña, riéndose; y Very, como me sacaba lo que preparaba, me dijo: «No te hagas problema, no te voy a jorobar más». ¿Qué fue eso?, ¿una premonición? Todavía me lo pregunto sin encontrar respuestas. Ahora es todo más difícil, eran nuestros únicos dos hijos; pero a Carlos (mi esposo) y a mí nos ayuda Camilita, que ya tiene 12 años y, según mi criterio, todos los genes de Very –es igual–. Me hubiese gustado tener un hijo de Very, habrían sido más llevaderos este dolor y esta angustia que pasamos. ¿Quién iba a decir que luego de irse tan contentos, no volverían? Para nosotros, están acá, aunque la casa está vacía. No voy a seguir porque me hace mucho mal, pero es necesario que sepan quienes eran mis hijos, cuánto los extraño y los amo. Jamás jamás los olvidaré, como todos los que compartimos esta lucha. Solo pido justicia. Y, por último, diré que se fueron juntos. Él, sacando gente y buscando a su hermana. De ella, no supe nada. Solo queda dolor. ¡Justicia para todos!

Rosa María David

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JUGUETES PERDIDOS

Camilita, nuestra hija, tiene ojos color cielo. Fue al preescolar al mismo Club de Liniers en el que Mariano era arquero; ese mismo lugar donde «la Tiiti», la tía Verito, brilló bailando el vals de sus quince. La tarde del sábado primero, le dije que papá y la tía Verito ya no volverían a casa, que habían ido a cuidar a la abuela Juana. Clavó sus ojos cielo en los míos, me miró y dijo: «Me voy a jugar». Mi linda cuñadita siguió a su hermano mayor, Mariano, por «los lugares ricoteros». Verito tenía la risa fácil, como su mal humor. Le encantaba bailar. Extrañaba a Andrea, su amiga y hermana mayor, que se fue antes que ellos. Mi cuñadita era seis mesina, y Carlos, mi suegro, le gritó: «Viviste apurada, hijita, y 108

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te fuiste rápido». Amaba a Cami con locura, como todos. La noche del 30, minutos antes de entrar al boliche, me llamó Mariano y me dijo: «Te amo, negra». Camila sabrá algún día que su padre salió ileso, pero volvió a entrar varias veces a sacar gente. Le faltó Verito (no la encontró). Él murió en el Hospital Penna. A Veri la encontramos en la Morgue Judicial. Cami se duerme con su canción preferida; Mariano le cantaba Juguetes perdidos. Y entonces, cuando venga el día, seguirá jugando, como le hubiera gustado a Mariano.

Elsa Esposa de Mariano Valsangiacomo


VIAJE

Hoy he vuelto a sentir el mismo dolor de hace 6 años y 4 meses. La misma bronca. La imposibilidad de verte. Solo sé que estás en mis recuerdos y en mi corazón, al igual que en el de toda la familia. Extrañamos tu risa, tus abrazos, todo lo tuyo. Este dolor que tenemos solo se va a terminar cuando nos encontremos. Viajarás por los cielos, surcarás los mares, solo regresarás a la tierra si hay justicia. Recién ahí, tu alma descansará en paz. Santiago Maggio 12.4.2011

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SEREMOS CINCO OTRA VEZ

Aquel 30 de diciembre de 2004 terminaba un año, pero también terminaba el futuro. Se truncaba la vida de mis hermanos; ya no habría más comidas en familia ni cumpleaños. Me robaron la posibilidad de un futuro en familia. Me quitaron las ilusiones, la vida… Todo se fue con ellos y me quedé sin fuerzas. Y pasó mucho tiempo antes de volver a sentir, dentro de mí, las fuerzas necesarias para dejar de llorar y empezar a gritar. Hoy sé que mi grito es por ellos, aunque nadie quiera escuchar… Sigo gritando porque a veces siento, dentro de mí, tanta fuerza que quiero que todos sepan que mi 110

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vida se quedó allí, con ellos, esa larga noche de verano. Y otra vez los recuerdos…, recuerdos calurosos y muchas veces insoportables. Como aquel día en que nada pude hacer, lloré. Recordé y lloré. Recordé y grité…, grité…, grité… Grité tan alto sus nombres que no hubo eco que respondiera a semejante desgarro. Lo bello es esperar el futuro en el cual ustedes y yo nos volveremos a juntar y, como siempre decíamos, seremos cinco otra vez.

Su hermana Andrea Felisa Pereyra Silva


PARA MI TESORO... PEDACITO DE MI CORAZÓN

¡Mi adorado Gusti! Sé que nunca hubieras querido verme tan triste, ¡¡perdoname mi amor!! No quiero que sufras, si me ves sufrir; no quiero que llores, si me ves llorar. No quiero que mis lágrimas apaguen tu luz, necesito esa luz de tus ojitos que me muestran el camino, necesito de tus palabras, con tanta paz, para que mi alma, tenga un poquito de la tuya. Necesito de tu risa, que la escucho lejana. Ayudame para que perduren en mí tantas cosas buenas que me enseñaste.

Mi dulce chiquito, ¿volverás a mis sueños? Seguiré esperando, ¡¡volverás!! Quisiera ir gritando por la vida «¡¡Te amo, Gustavo!!». Pedacito de mi corazón, ¡¡te amo y te extraño tanto!! ¡¡¡Te amo y te amaré por siempre!!! Donde quiera que estés, me esperarás y yo te encontraré… ¡¡Hasta pronto mi vida!!

Mamita

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EN LA ESPERA

Fuerza sentí en su beso en mi rostro. Fuerza sentí en su abrazo a las tres de la tarde de ese caluroso día. Fuerza sentí en su mirada, tan tierna y tan dulce… Fuerza… Fuerza… Tal vez esa fuerza que solo se manifiesta en forma externa. Esa fuerza que me hace decir, hablar, exponer, comentar, discutir, fundamentar y, por qué no, gritar. Fuerza que solo es exterior, porque mi interior se vuelve vulnerable, flaqueante y muchas veces insoportable. Fuerza que quema la piel, que me desgarra sin siquiera advertir semejante dolor. Entre tanto dolor, apareció la belleza que me da fuerzas para seguir viviendo. La vida siguió, el futuro llegó y, aunque ustedes (Nelson y Jorge) no estén conmigo, yo sé que algún día nos volveremos a ver. Ese futuro es el que yo espero y anhelo. Sé que lo mío es una larga espera, que no será dulce como la de las futuras mamás, pero se asemeja porque es una espera… Yo espero, espero que vuelvan, o espero dormir para siempre y encontrarme con ellos.

Teodora Silva Ortiz, su mamá

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BREVES PALABRAS Recuerdo que ese día, cuando caminaba hacia la estación para ir al recital, Mayra pasó por mi negocio. A pesar de que estaba apurada, se detuvo a saludarme; con breves palabras me comentó que después de que finalizara el recital irían a festejar por el año que se terminaba y el nuevo que comenzaría. Zuni Tía de Mayra D’Agata

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HASTA SIEMPRE

PERDÓN POR NO HABER ESTADO ESA NOCHE, AMIGO FIEL, NUESTRA VIDA NUNCA VA A SER LO MISMO SIN VOS.

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Estuve muy deprimido, eso me hizo perder a mis amigos. El único que se quedó a mi lado, fuera de la familia, fue Martín. Martín, semanas antes de «Cromañón», me invitó al recital, al cual me negué a ir porque un primo de Suiza venía a visitarme y quería conocer Mar del Plata. Allá, la noche del 30, salimos con mi primo, luego nos fuimos a dormir y, a las cinco de la mañana, me llamó mi papá y me dijo algo que no olvidaré: «Vuelvan a Capital, hubo un accidente en el recital. No pasó nada…, Nata está bien». Yo no me di cuenta de la magnitud del siniestro. Cuando me subí al micro con mi primo, pensábamos: «Nata se debe haber caído…», o alguna cosa no muy grave. En el micro, me dieron un diario y vi una foto del boliche Latino Once y muertos por doquier. Inmediatamente, cerré el diario y pensé: «Pobre gente», ignorando que los muertos eran de Cromañón y que este quedaba a media cuadra. Al llegar a Capital, mi viejo me llamó y me dijo: «Nata está en el hospital. Carlos te va a pasar a buscar para que vengas». Me subí al auto de Carlos y le dije: «Cuando lo vea a Martín, lo mato porque no cuidó a Nata». Car-

los, sabiendo lo que había pasado, no dijo una sola palabra. Llegué al hospital y vi que había más de veinte amigas de Nata llorando. La vi a mi mamá y le dije: «¿Dónde mierda está Martín? Lo voy a matar». Mi mamá, con los ojos llenos de lágrimas me

dijo: «Martín murió». Inmediatamente, caí de rodillas y no dejé de llorar. Perdón por no haber estado esa noche, amigo fiel, nuestra vida nunca va a ser lo mismo sin vos. Matías Tello CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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EN NUESTRO CORAZÓN Mi nombre es Ana María, soy la mamá de Walter Soliz, de 26 años, que murió en Cromañón. Tenía toda una vida por delante porque era joven y bueno. Nos quitaron un pedazo de nuestros corazones y, en la angustia, la tristeza y el dolor, conocí a Jesús, que es el que nos consuela y nos da fuerzas para seguir adelante, porque es un sufrimiento que nunca va a pasar. Siempre estará en nuestro corazón. La verdad es que conocí a muchos papás que se esfuerzan y siguen en la lucha para que no pase más otro «Cromañón»; hay mucha impunidad hoy en día, y a nadie le importa el dolor del otro. Walter, o Maxi, como lo llamábamos, era un chico sano, no tomaba, no fumaba, era trabajador, lo único es que era fanático de la música rockera y cayó en esa trampa que les quitó la vida a tantos jóvenes. Es difícil para muchas familias, pero la vida continúa, tenemos más hijos. Maxi tiene cinco hermanos más, y su lugarcito siempre está porque, aunque no lo podamos ver, sentimos

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que él está siempre. Yo le doy gracias a Dios por la fuerza y la fortaleza que nos da, cada día, a mi esposo, a mí y a mis hijos para seguir adelante. Maxi trabajaba en una imprenta desde los catorce años y uno de sus hermanos quedó trabajando en su lugar. Ahora esa imprenta se incendió. Justo en ese momento, el hermano de Maxi estaba enfermo, así que no había ido. Se quemaron dos compañeros de su sector: uno está grave, tiene el 75% del cuerpo quemado; o sea que no hay seguridad en ningún lado. El dueño estuvo preso, pero salió libre. Para ellos, la plata es todo. Pero bueno…, así trabajan…, con impunidad. El país está así. Le doy gracias a mis amigos, a los papás, que son de fierro y luchan para que estas cosas no sigan pasando. Seguimos adelante con fuerza y fortaleza… Son siete años de sufrimiento y parece que fue ayer…. Ana María Soliz


DIEGO MI HERMANO: Cuatro Navidades, nunca más un año nuevo, una copa vacía, las nuestras a medias y en la mesa un lugar te espera. Cuatro años, y parece ayer que en aquella Navidad con vos brindé, te perdí y quedó tanto por decir, ¡tenías tanto por vivir! Una sobrina no conocida, que jamás la verás, cuando pase el tiempo, más te voy a extrañar, sos una herida sin cerrar, tu recuerdo entre anécdotas, risas y lágrimas, una foto, una mirada y esa copa siempre vacía. Llora mamá, papá y nosotros tus hermanos, sobrinos, amigos, aquellos del barrio, espero que sepas cuánto te extrañamos y que por vos seguimos luchando. Tu hermano Jorge Maggio

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DESTRUIDA POR DOBLE IMPUNIDAD Nuestra familia, hace 9 años atrás, estaba constituida por dos excelentes hijos, Lourdes Mariela y Derlis. Lourdes Mariela, a los 22 años, cuando terminaba su magisterio, en el colegio Echegaray, en un control médico se le pronosticó cálculos en la vesícula, por lo que tuvo que ser sometida a una operación. Recurrí al Hospital Bonorino Udaondo, de la Capital Federal, perteneciente al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El 4 de noviembre de 2002, entró al quirófano sin ninguna complicación; y, según los médicos, la intervención duraría muy poco tiempo. Algunas horas después, salieron dos personas, el doctor Jorge Monestes (cirujano) y Olga Viviana Soto (anestesista), a informarnos que nuestra hija se encontraba en estado de coma y a decirnos que rezáramos porque tal vez no pasaría las 72 horas con vida, sin más explicación. Ni siquiera le sacaron los cálculos. Cinco días después, nuestra hija fue trasladada a la Terapia Intensiva Neurológica del Hospital Fernández. Desde ese momento, nuestras vidas se destrozaron, nuestro hogar se transformó en un hospital, y pasamos día y noche junto a ella. La realidad de hoy es que a Lourdes Mariela le cortaron los sueños, los proyectos, la vida, ya que está en estado vegetativo «internada» en nuestro domicilio con la familia destruida, impotente, sin ninguna respuesta de la justicia. Para los jueces no fue «mala praxis», sino «mala suerte». Así cerraron el caso. Nosotros nos preguntamos: «¿Nadie es responsable de esto?». Pero la vida nos seguiría dando sorpresas. Cuando nuestra hija todavía estaba en el 118

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Y MI HIJO ESTABA AHÍ, PARA ESCUCHAR

MÚSICA Y DIVERTIRSE UN RATO CON GRUPOS DE AMIGOS Y VECINOS, PARA DESPEJARSE

Hospital Fernández, ocurrió la Masacre de Cromañón, donde se perdieron 194 vidas inocentes. Doble dolor; nuestro hijo Derlis, de 20 años, estudiante, que cursaba su 3.er año del Profesorado de Historia, en el Instituto Joaquín V. González, de la Capital Federal, se encontraba esa noche en el boliche y no salió, no volvió. Nuestro pequeño, el que nos brindaba el apoyo y la fuerza para luchar contra la terrible adversidad que había postrado para siempre a nuestra hija, también había sido asesinado; el que nos llenaba de esperanzas y, a pesar de su gran dolor e impotencia, estudiaba y dedicaba su tiempo a cuidar de su hermana, esperando día a día que ella volviera a la vida. Él partió esa noche horrible y nos dejó inmersos en el más profundo dolor y agonía. Derlis, un chico transparente, muy querido por todas las personas que lo conocieron, vecinos, amigos, compañeros…, siempre alegre y amante de la música; el 29 de diciembre, un día antes de la Masacre, estando en el Hospital junto a su hermana, me dijo: «Madre, mañana no voy a venir porque quiero salir, pero te prometo que el 31 voy a venir temprano para peinar a Mariela», así se despidió y se fue a nuestra casa. Ese jueves 30 de diciembre –eran más o menos las veintidós–, tuve una descompensación y me quedé dormida un rato. Tuve una pesadilla. Luego, cuando me desperté asustada, vi en la televisión que estaban dando la terrible noticia de un incendio en Cromañón. Y mi hijo estaba ahí, para escuchar música y divertirse un rato con grupos de amigos y vecinos, para despejarse un poco de la terrible situación diaria que estábamos viviendo, pero solo encontró la muerte. Empecé a buscar a mi hijo. Quizás lo trasladaran al hospital en el que estábamos, pero no, no figuraba su nombre en la lista. Pasé

UN POCO DE LA TERRIBLE SITUACIÓN DIARIA

QUE ESTÁBAMOS VIVIENDO, PERO SOLO ENCONTRÓ LA MUERTE.

por la guardia de emergencia, por terapia intensiva y, finalmente, entré en la morgue. Había como 200 personas sin vida, pero mi hijo no estaba entre ellos. Sentí tanta desesperación y mi corazón estaba a punto de reventar porque no podía salir a buscarlo a otro lugar para no dejar a mi hija sola. Recién a las 5 de la mañana del 31, pude recorrer hospitales, clínicas, sanatorios, morgues y demás lugares, durante 2 días y sus noches sin parar, con la esperanza de encontrarlo con vida, pero lamentablemente no lo encontré. El día 2 de enero, mi sobrino encontró e identifico su cuerpo sin vida en la morgue de Chacarita, totalmente deteriorado. Me lo entregaron en un cajón cerrado y ni siquiera pude verlo por última vez, darle un beso, un abrazo, y apretarlo en mi pecho de madre. Desde ese momento, se me terminó la esperanza, nos quedamos desamparados, muertos en vida, llenos de dolor y tristeza, con nuestra hija en estado vegetativo y el hermano muerto, sin consuelo y sin justicia por los dos. Solo nos queda la esperanza, confiar en al justicia divina de Dios Todopoderoso, que no se compra ni se vende. Justicia por los pibes de Cromañón, y por Lourdes Mariela. ¡¡Presentes ahora y siempre!!

Felicia Monges y Aureliano Espínola CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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PROFE: La clase pasada vos dijiste que teníamos que romper las estructuras y escribir lo que sentíamos así que, aunque me parezca raro, voy a dejar de lado el «usted» y voy a hablarle a mi «profe de Lengua». Hace tiempo que quería escribir algo como esta carta, pero no me animaba porque no quería faltarle el respeto a nadie escribiendo o hablando de lo ocurrido en Cromañón, hecho que te involucra, hasta donde yo sé, por la pérdida de un ser querido, tu hija menor. Desde que entré al 3.er ciclo, te tengo como

O NO ENTIENDO

MUCHO LA PARTE

POLÍTICA QUE SE

RELACIONA CON

«CROMAÑÓN». TAM-

POCO ENTIENDO

CÓMO A OMAR CHA-

BÁN LE DA LA CARA

PARA LLORAR EN CÁ-

MARA (QUE ES UN PAPELÓN), Y QUERER

JUSTIFICAR LO INJUSTI-

FICABLE, LAVÁNDOSE

LAS MANOS SIN HABLAR

NI ASUMIR SUS

RESPONSABILIDADES. 120

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

profesora de Lengua, y fuiste nuestra «primera profesora», la primera que nos puso límites de los cuales, en un principio, nos quejábamos y a los cuales después me acostumbré sin darme cuenta, y dándome cuenta de que era lo mejor que podía hacer para crecer. Por eso y por la buena onda, aprendí que existen profesores piolas que saben ponernos límites que a veces pedimos, pero que a la vez, con algunas indirectas o con un simple y corto comentario, nos hacen sentir cómodos y hacer que se nos escape una sonrisa. Por esto y por la necesidad de decir «Yo estoy»,


...ME TEMBLABAN LAS MANOS

CUANDO ESCRIBÍA ESTA CARTA Y, POR MOMENTOS, TENÍA QUE

DEJAR DE HACERLO PORQUE SE

ME CAÍAN LAS LÁGRIMAS MIENTRAS SE ME CRUZABAN IMÁGENES, Y PENSABA POR LO QUE MI

PROFESORA DE LENGUA, COMO TANTOS OTROS FAMILIARES,

ESTABAN PASANDO; ESAS MISMAS LÁGRIMAS QUE DESPEDÍAN MIS OJOS CUANDO MIRABA EL

RELATO DE LOS SOBREVIVIENTES EN LA TELEVISIÓN

hoy escribo esta carta, que es la primera más allá de un «Te quiero mucho» a una maestra de 1.er grado. Yo quiero que sepas que todo el grado te respeta, te apoya y está con vos para entenderte, y eso lo sé porque, cuando te tomaste licencia el año pasado, antes de ponernos contentos por perder un par de clases hasta tener una maestra suplente, nos pusimos mal por saber que esa profesora que había empezado a dar clases en marzo con una fuerza increíble, ya no daba más. Y era entendible. Hoy, todavía no sé cómo hacés para estar trabajando y no querer revolear un banco por la ventana. Había clases en las que te escuchaba hablar y miraba tu cara y deseaba que terminara la hora para que pudieras irte a descansar sin pensar en que el día seguía.

Yo no entiendo mucho la parte política que se relaciona con «Cromañón». Tampoco entiendo cómo a Omar Chabán le da la cara para llorar en cámara (que es un papelón), y querer justificar lo injustificable, lavándose las manos sin hablar ni asumir sus responsabilidades. Hoy, hay 194 personas que ya no están, y no lo entiendo porque no se lo merecía ninguna de ellas, como tampoco deberían haber pasado por ninguna situación similar en un día de festejo. Hoy, no tendría que haber sobrevivientes que se lamenten por estar vivos y no haber podido salvar a algún conocido; y llamo también sobrevivientes a los familiares, amigos y conocidos que hoy están luchando por justicia. Solo los sobrevivientes pueden contar la mera verdad. No sé si se debe culpar a Callejeros porque ellos también tuvieron familiares fallecidos, pero sí creo que son parte de los responsables. No sé si tienen que tocar o CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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HOY, NO TENDRÍA QUE HABER SOBREVIVIENTES

QUE SE LAMENTEN POR ESTAR VIVOS Y NO HABER PODIDO SALVAR A ALGÚN CONOCIDO; Y LLAMO TAMBIÉN SOBREVIVIENTES A LOS FAMILIARES, AMIGOS Y CONOCIDOS QUE HOY ESTÁN LUCHANDO POR JUSTICIA.

no, pero, si hay alguien que se va a sentir incómodo, dolido o algo semejante, que piensen bien antes de hacerlo y que lo hagan con respeto para no lastimar a nadie. Ahora, yo me pregunto por qué «Cromañón» es parte de la historia argentina si nunca tendría que haber existido. A mí me temblaban las manos cuando escribía esta carta y, por momentos, tenía que dejar de hacerlo porque se me caían las lágrimas mientras se me cruzaban imágenes, y pensaba por lo que mi profesora de Lengua, como tantos otros familiares, estaban pasando; esas mismas lágrimas que despedían mis ojos cuando miraba el relato de los sobrevivientes en la televisión; o las mismas lágrimas por las ganas de decirle «Vos podés, profe» a mi profesora de Lengua cuando nos contaba que ese día estaba torcida y tenía una cara en la que se reflejaban los peores sentimientos vividos. Profe, una vez vi tu espalda y en tus manos una hoja, cuando estabas en un escenario en un acto sobre «Cromañón», ¿eras vos? Creo que sí, aunque no pasaron nada más o yo vi el informe cuando terminaba. Después, durante días, miraba los noticieros del verano de 2006 para ver si lo pasaban, y así asegurarme de que eras vos, pero no vi nada. Y el otro día, cuando dijiste que vos podías leer algo en una marcha, me acordé de eso. Todo esto y hasta clases que hemos tenido con vos se lo conté con orgullo y una sonrisa en la cara a mi familia, y creo que lo voy a seguir haciendo en las charlas que surjan en mi vida 122

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

porque para mí fue un ejemplo, y aún lo es, haber tenido una profesora como vos. Yo creo que sos una persona muy valiente, fuerte y capaz. Muchas veces escucho hablar a otros chicos o a otras personas y comento con mis amigas: «Tendría que tener a Ada como profesora», porque siempre tenés una explicación para todo, y te imagino como una persona que las pasó todas. Absolutamente todo lo que dije es lo que siento, y por eso no quiero que pienses que estoy mintiendo, pero para mí sos una genia, y te aprecio mucho, ya que el trato que tenés con los alumnos pocos profesores lo tienen. Te pido disculpas porque, cuando escribo cosas serias, suelo ponerme nerviosa y no fijarme en cómo escribo y, por esta razón, tener faltas de ortografía por escribir muy rápido para no olvidarme de poner nada (aunque después termino escribiendo el doble de lo que pensaba escribir), y en ese curso puedo llegar a escribir una palabra dos veces y de distinta forma. Espero no haber molestado, y ya sabés que, como alumna, estoy dispuesta a hacer lo que esté al alcance de mis posibilidades para que el país sepa que los adolescentes de hoy estamos queriendo justicia y descanso en paz para las víctimas y los sobrevivientes. Antonella Bendini Estudiante de la ESB N.° 24, de 9º año


MI VIDA CAMBIÓ «Recuerdo» es una palabra hermana y triste, que me hace revivir aquella noche de tragedia, aquella noche de infierno en que tantos chicos fallecieron en ese lugar llamado Cromañón. No sé si sabía que mi hijo Maxi iba a ese lugar. Cuando me enteré, eran las siete de la mañana. Fue un dolor tan grande que, desde ese momento, mi vida cambió, como la de tantos papás. La desesperación de saber cómo estaba Maxi era un calvario, era una lucha para encontrar a los chicos, no solo a mi hijo, sino también a todos los que estaban en ese lugar al que habían ido a divertirse, no para morir ahí. Así empezó el calvario de mi vida…

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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MI PRIMO SERGIO Me cuesta mucho relatar lo acontecido esa noche, ya que, a través del dolor, se puede decir la verdad y demostrar que no estamos tan locos como dicen o como pueden llegar a pensar los demás. Era 30 de diciembre de 2004, yo ya tenía mi entrada. Salí del trabajo como todos los días, llegué a mi casa, me cambié y me fui a buscar a mi primo Sergio Javier Ruiz. Recuerdo que el estaba con sus dos sobrinos y su hermano mayor, jugando en la puerta de su casa. Él se cambió, y nos fuimos para Ciudadela, en donde estaban nuestros amigos Federico Elías Rodríguez y Cristian Velázquez. Tomamos un par de cervezas como todo joven y nos fuimos para Once en el 146. Entre risas y llantos, estábamos felices de ir a ver a esa banda que, en aquellos tiempos, era nuestra favorita. Llegamos a once y nos fuimos a un bar que 124

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

estaba a la vuelta del boliche República de Cromañón, y de ahí nos fuimos para el recital. También recuerdo algo que mencionó mi primo en aquella ocasión: «Si fuera por mí, nos quedamos en el bar y no vamos a ver a la banda». Pero, por esas cosas del destino, nos fuimos al recital. Recuerdo que nos revisaron hasta las medias. Entramos, y el lugar estaba lleno de gente, tanto que costaba pasar entre persona y persona. Como pudimos, nos fuimos a la parte de arriba al lado del baño. Lo último que le dije a mi primo fue «Aguantame que voy al baño y vuelvo». Cuando salí del baño, había perdido a mis dos amigos y a mi primo. Pensaba que después los iba a encontrar, y me fui al medio frente al escenario y debajo de la media sombra, un poco más adelante. Cómo no recordar que, antes del recital, sonó Hablando de la libertad, de La Renga, y Jijiji, de Patricio Rey y sus redondi-


YO DORMÍ CUATRO HORAS

Y ME DESPERTÉ SIN PODER

COMPRENDER LA INJUSTICIA QUE HABÍAMOS VIVIDO ESA

tos de ricota. Al terminar los dos himnos del rock nacional, salió al escenario el innombrable Omar Chabán a decir que tengamos cuidado con las bengalas -si su palabra hubiera tenido valor, no hubiese cerrado la puerta de emergencia con candado-. Como todos saben, no llegó a terminar el primer tema que se incendió la media sombra. Vi unas bolas de fuego y después un círculo gigante también de fuego que se expandió por el lugar. Fue un segundo en el cual de estar cantando y saltando pasé a luchar por mi vida. Ya sin poder ver nada y tragándome el humo, recuerdo que intenté salir por la puerta de emergencia, mientras saltaba a la gente. Ya con poca visión a lo lejos, llegué a ver una valla que separaba el escenario de la gente. Me arrimé a la valla, agonizando, y la pasé por arriba arrastrándome. Una vez del otro lado, estiré mi mano derecha, toqué una pared y, con mi pierna izquierda, pateé un cajón de botellas. Con el último aliento y casi sin respiración, me saqué la remera que tenía agarrada al costado del pantalón y, mirando hacia arriba, grité: «¡Ya fue! ¡Matame, la concha de tu madre!». Después de cinco minutos o media hora, escuché la voz de mi primo Roberto Alejandro Ruiz (hermano mayor de Sergio Javier Ruiz), que había ido con sus amigos por otro lado diciendo: «este es mi primo vamos a sacarlo, vamos a sacarlo». Entre él y tres personas más, me sacaron y me llevaron enfrente del hotel que estaba al lado, casi llegando a la esquina. Yo empezaba a preguntar por mi Sergio entre llantos, lágrimas y abrazado con una chica de mi edad. A todo esto, mi primo Beto entró nuevamente a buscar a su hermano Sergio. Volvió y me llevaron de los brazos entre él y su amigo. Mientras, nos sacaron una foto, y mi reacción fue pegarle al fotógrafo. Seguí caminando y escuché que un po-

NOCHE, PERO AÚN MENOS

licía me dijo que PODÍA ENTENDER LA INJUSTIme apurara -dicen que le pegué, pero CIA QUE HABÍA SUFRIDO MI no me acuerdo-. PRIMO SERGIO JAVIER RUIZ. Seguí caminando hasta que llegué a una ambulancia y le pregunté al camillero si me llevaba al hospital, y me dijo: «Vos estás en condiciones de ir solo al hospital». Recuerdo que le dije que tenía razón, pero que salvara a esa gente. Salí a la Av. Rivadavia y le pregunté a un pibe con una moto si me llevaba al hospital. Me dijo que sí, pero yo no quería molestar a nadie así que le agradecí, y justo un amigo de mi primo Beto me llevó en un auto al Sanatorio Antártida, en el cual, minutos menos o minutos más -no recuerdo-, cayó mi amigo Federico. Familiares, mi mamá, mi papá, hermanas, exnovia y amigos ya estaban en el Sanatorio; y, sin dejar de preguntar por Sergio, seguía escupiendo cianuro -escupía una cosa negra-. Ante mi insistencia por saber qué había pasado con Sergio, se miraron entre la doctora y mi mamá y me dijeron lo que yo no quería escuchar: Sergio había fallecido. A todo esto, eran casi las tres de la madrugada. Con bronca y desesperación, me quise arrancar el suero y me inyectaron un calmante que supuestamente te hace dormir doce horas. Yo dormí cuatro horas y me desperté sin poder comprender la injusticia que habíamos vivido esa noche, pero aún menos podía entender la injusticia que había sufrido mi primo Sergio Javier Ruiz. Desde acá, siempre te recordamos y seguimos luchando por tu nombre y el de los 193 chicos que ya no están. Carlos Ariel Chiappari Sobreviviente CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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EL PITUFO

Después de la sentencia, salimos del Palacio de Tribunales con toda la furia que nos dio la indignación de que habían absuelto a algunos de los responsables de la Masacre y les habían dado muy pocos años de cárcel a otros. Peor aún era que, hasta que la sentencia no estuviese firme, nadie iba preso. La gente que estaba afuera gritaba su bronca, y muchos querían entrar para descargar su impotencia ante tanta injusticia. Fue en ese momento cuando llegaron los carros de asalto, la infantería y los camiones hidrantes. Matías, al ver venir el chorro azul que pintaba todo a su paso, se acurrucó atrás de una ambulancia que a los pocos minutos arrancó. Y, como en las películas cómicas, quedó expuesto in fraganti. En ese momento, Giralt 126

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

-padre de una de las víctimas que murió el 30 de diciembre tratando de auxiliar a los chicos que no podían salir por sus propios medios- enfrentó a los policías. Les habló de igual a igual y les explicó la falta de justicia y el porqué de la bronca de todos. Pero no pudo evitar que lo bañaran con azul de arriba abajo. Decidimos marchar hacia el Santuario. Al comenzar a caminar por la Av. Corrientes, Girard, al lado mío, me hablaba indignado por la represión sufrida. De pronto, me di cuenta de que estaba todo pintado de azul: pelo, cara, bigotes, torso, etc., etc., etc. No sé si fueron los nervios o qué, pero no podía dejar de reír mientras le decía: «Giralt, sos un pitufo, te falta la gorrita blanca».


DE LA FORMA DE LA JUSTICIA

Que duele, Que encierra, Que quema. Que se vuelve intolerante, Que aprovecha el dolor, Que toma la vida y la esconde. Que se compra, que se paga. Que es vana, difusa. Que inclina la balanza. Que muerde tu mano, que muerde la mía. Que se enceguece ante el dinero. De su forma ¿qué depende? ¿Será la de un búmeran? ¿Una cerca, una reja? Se hace luz Y se extiende como una sombra. Se luce con ironía, Se disputa, Se regala. Su forma rectangular, A veces circular, Se hace voz, Se calla, Es tan elástica como se puede Y se adapta al material que lo llene.

María Luján Sobreviviente

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YO QUIERO A MI BANDERA Este escrito se lo envió a Natalí Tello la rectora del colegio en el que se recibió. Fue creado y leído por una alumna de 4.to año para festejar el Día de la Bandera en el 2005. Nata es sobreviviente de la Masacre de Cromañón, en donde perdió a su novio Martín, y fundadora, junto con otros sobrevivientes y amigos, de «Ángeles de Cromañón». Así se expresó la rectora. 128

CROMAÑÓN NUNCA MÁS


...YO QUIERO QUE MI BANDERA ENVUELVA A LAS VÍCTIMAS DE “CROMAÑÓN”, A LOS TRABAJADORES, A LOS ESTUDIANTES A LOS QUE DICEN QUE LA ÚNICA LUCHA QUE SE PIERDE ES LA QUE SE ABANDONA. Querida Nati: Al escucharla, te recordé y me emocioné con tu lucha y fortaleza. ¡Ánimo!, y espero te sirva... Te deseo lo mejor.Cuidate mucho. Gaby

20 DE JuNiO

Este día celebramos, la creación de nuestra bandera. La blanca y celeste, la que recordamos en época de partidos, de mundiales o de elecciones. Es un texto fácil el que me toca escribir este 20 de junio. ¿Qué puede ser más fácil y aburrido que hablar de una tela con dos colores que nos representa? Mejor hablemos de lo que somos como pueblo, como sociedad. Mejor hablemos por los que no pueden hablar porque les apagaron las voces. Todos nosotros, los alumnos, somos hijos de la democracia. Una vez, me preguntaron si yo consideraba esto que nos toca vivir una democracia; y, sonriendo, respondí que sí, que si se podía votar era una democracia. Error. El voto es un derecho más dentro de un librito. Por supuesto que es importante. Pero cómo podemos hablar de democracia en un país en donde una noche se nos van 194 pibes, cómo podemos darnos el lujo de hablar de una democracia si gran parte de la población está dentro de los índices de la miseria. A mí no me importa aceptar que un pedazo de tela nos represente, siempre y cuando que sea nuestro, sea propio. Yo no quiero que mi bandera llore porque ve, en su sombra, el dominio de Estados Unidos y la impotencia de su pueblo frente a la pobreza y el hambre. Yo quiero que mi bandera

envuelva a las víctimas de «Cromañón», a los trabajadores, a los estudiantes, a los que dicen que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Entonces, en este acto del 20 de junio, yo le escribo a la bandera que me representa como individuo en el mundo y no al pedazo de tela que el mismo mundo la obliga a ser. Porque algún día, en un futuro no tan lejano, mi bandera va a ser libre e independiente. Porque tenemos que confiar, por ellos que no están, que algún día va a ser justa la felicidad.

Alumna 4.to año, Colegio Ecos

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DOLOR EN EL ALMA...

FUERZA TE DOY

PARA QUE SIGAS ADELANTE...

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MARCHA FAMILIA Un día nos despertamos sin ganas de luchar, Es que el ángel que nos inspira, salió a dar un paseo, Debemos continuar, y cuando regrese con el roce de sus alas El entusiasmo volverá.

Marisa

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A QUIEN CORRESPONDA: Témperley, 4 de noviembre de 2011

Quiero que sepas que hoy –y hace tiempo de esa noche de Masacre– sigo sin poder olvidar todo el horror vivido. Los gritos, los golpes, los llantos, los muertos, los que quedaron, el fuego, el humo, lo negro… Después de un tiempo, cuando ya comprendí que «Cromañón» realmente había sucedido, que no era una pesadilla y que era verdad que Marcelo había sido masacrado…, y comprendí también que ya no volvería…, comencé a pensar: «Si mis sueños, mis proyectos, mi futuro se había hundido en Cromañón, ¿qué sería de mí?, ¿qué sería de mi futuro? ¿Quién iría a querer estar conmigo con esta mochila que llevo, con los médicos, el psicólogo, el psiquiatra, que ya son parte de esta carga y que no puedo dejar? ¿Quién se va a bancar mis lágrimas y mi mal humor 132

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

en muchas ocasiones? ¿Quién va a tolerar mis pesadillas y dormir conmigo con la luz encendida? ¿Quién me va a acompañar en la lucha, en las marchas sin sentirse mal?». Ciertamente, debería ser alguien muy muy especial. Y entonces comencé a preguntarme si existiría ese ser especial y siempre me respondía: «¡NO!». Pero el destino, o mejor dicho, la vida, me sorprendió y mucho, ya que lo conocí a él (Fer), que, sin saberlo, era ¡esa persona tan especial! ¡Sí, existía y estaba muy cerca! Sin darnos cuenta, nos fuimos acercando, nos fuimos enamorando, y se convirtió en mi compañero, en la persona que me ayuda, me banca, me acompaña, me tolera y marcha conmigo exigiendo justicia. Y no sabía que él me daría mis dos razones de vivir, mis dos pequeños hijitos, las lucecitas de mis ojos: Maty y Nachi.


¿SABÉS?, CUANDO QUEDÉ EMBARAZADA DEL

MAYOR, «MI LOQUERA» -COMO YO LE DIGO A LOS PSICÓLOGOS- ME DIJO QUE ESE BEBÉ ERA LA ÚNICA CONEXIÓN CON LA VIDA QUE PUDE

ENCONTRAR. ¡Y SABÉS CUÁNTA RAZÓN TENÍA!...,

TODO LO HAGO POR ELLOS… MI LUCHA AHORA TAMBIÉN ES POR ELLOS, POR SUS DERECHOS.

¿Sabés?, cuando quedé embarazada del mayor, «mi loquera» –como yo le digo a los psicólogos– me dijo que ese bebé era la única conexión con la vida que pude encontrar. ¡Y sabés cuánta razón tenía!..., todo lo hago por ellos… Mi lucha ahora también es por ellos, por sus derechos. Hoy, a casi siete años de la Masacre de «Cromañón», sigo luchando por justicia, por los 194 chicos, pero también porque no quiero que vuelva a pasar… Quiero que nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros nietos, los tuyos, los míos, los que están, los que vendrán, todos, podamos salir a divertirnos con el derecho de volver a casa sanos y salvos. Que podamos ir a recitales, a bailar, a caminar, viajar o lo que queramos hacer sin tener que preocuparnos por la regularidad de los lugares a los que asistamos. Acordate… «Cromañón» nos pasó a todos como sociedad; y, hoy por hoy, todos somos prevíctimas. Puede pasar un «Cromañón» – como sinónimo de tragedia– en cualquier lado, si no acordate de Marcela Iglesias, la

nena que falleció en el Paseo de la Infanta, en Palermo, cuando se le cayó una escultura encima. Acordate de Kheyvis, un boliche de Olivos donde en un incendio fallecieron 17 chicos. Acordate de Miguel Ramírez, que falleció por una bengala en La plata cuando fue a ver a La Renga. Acordate del choque entre dos trenes y un colectivo en Flores, que causó 11 muertes y cientos de heridos. Acordate de Rubén Carballo, asesinado por la represión policial en el recital de Viejas Locas. Acordate, puede volver a pasar… Pero podemos evitarlo si la justicia condena a los responsables con una sentencia ejemplificadora que advierta las consecuencias de la evasión de las leyes y las normas. Por un ¡Cromañón nunca más! Sigo luchando… Silvina S. Gómez Sobreviviente

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¡JUSTICIA ES LO QUE QUIERO Y NECESITO YA!

PORQUE DESEO VIVIR UN POCO MÁS TRANQUILA.

ALEJANDRA HERMANA DE LUIS SANTANA

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LA PIEDRA

El distraído tropezó con ella. El violento la usó como proyectil. El emprendedor construyó con ella. El caminante cansado la usó como asiento. Para los niños, fue un juguete. Drummond hizo poesía con ella. David la usó para matar a Goliat. Miguel Ángel extrajo de ella la más bella estructura. Y, en todos los casos, la diferencia no estaba en la piedra, sino en el hombre.

No existe piedra en el camino que no podamos aprovechar para nuestro propio crecimiento. Nosotros hacemos la diferencia...

Alejandra

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«… POR MUCHO TIEMPO HAS RESISTIDO A UN MUNDO LLENO DE DESILUSIÓN. PERO AL FINAL HAY UNA FUERZA QUE NOS GUÍA, QUE NOS UNE POR UNA RAZÓN MAYOR…». LOS REDONDOS

VANESA Y MORELLA 136

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PABLO Cuántas noches en vela esperando que abras la puerta, me digas: «Papá disculpame la demora, aquí estoy», y me abraces. Sé que una de estas noches se hará realidad y entonces estaremos juntos por toda la eternidad.

Papá Miguel Katz

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OASIS EN EL DESIERTO

Misterioso encuentro de retoños cortados antes de tiempo, esperanzas truncas y defraudadas, promesas rotas por el horror del infierno. Burlas, prepotencias azotan sus rostros, son los padres del dolor, son los padres del amor. Ellos sí saben de amor. Yo no sé nada de esa palabrita mágica, que digo y repito y enseño y explico. Ellos sí saben de amor. Guerreros invencibles, sus miradas lo dicen todo, hay una mezcla de paz, 138

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y de dolor, de Pascua en su interior. Robles invencibles, profetas del desierto, buscadores de Verdad. Nada los detendrá, ni la vergonzosa impunidad, ni la triste complicidad. Robles invencibles frente a esos muñones de hombres, si es que merecen el título de tales. Profundo respeto y admiración emerge de mi alma, que pide permiso para mirarlos, para acercarme y beber de estos pozos que dan seguridad, que dan paz, que enseñan a vivir de verdad.


Su voz quema dentro de mí, son flechas punzantes, que quitan máscaras, ante quienes la mentira se derrite y muestra su insostenible y fugaz vacuidad. Sus vidas han cambiado, ya no hay retorno, parte de ustedes se ha ido con sus hijos, y ya no volverá más. Sin embargo, algo ha emergido de lo profundo del dolor, sus lágrimas han regado, fecundado y fortalecido ese fruto maduro que brindan a quien a ustedes se acerca. Imposible explicarlo, lo que sus corazones irradian,

mezcla de paz, de calor de hogar, de sombra protectora en el camino, de confianza ilimitada, de conquistadores de tesoros que a manos llenas desean entregar y regalar a quien se asoma al misterio de sus vidas. Fue una tarde en San Ramón que el cielo descendió al patio florido y lo regó, ángeles que pasaron y con sus alas rozaron y dejaron huella profunda en mi triste alma. Sus desafinados cantos, sus risas contagiosas, sus miradas cómplices mi corazón levantaron,

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y a este pobre peregrino sin hogar y sin descanso, lo hicieron sentir en casa. Algo eterno se posó esa tarde, una paz de cielo invadió mi noche oscura. No eran solo ustedes, eran sus 194 ángeles que poblaron este patio como anticipo y regalo del futuro y ansiado Reino. Por favor, no mezquinen nunca ese aire fresco, esa joven mirada, ese corazón inquieto. Los necesitamos para seguir caminando, para seguir creyendo. Sus hijos les han legado y heredado esa mirada y ese anhelo. Esa rebeldía que no transa, esas tóper que no se detienen, 140

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

ese flequillo rolinga bajo el cual se oculta y se muestra esa mirada infinita que abre horizontes nuevos, de paz, de fraternidad, de igualdad y justicia. No lo guarden, no lo escondan, porque es agua fresca en el desierto. Sigan engendrándonos y regalando vida. Apenas sin darse cuenta, van ampliando sus familias, su paternidad y maternidad ya no tienen límites y han expandido sus brotes hasta nosotros, que con orgullo y respeto, nos atrevemos a llamarnos sus hijos.

Monasterio de Santa Clara, Moreno, 4.12.2006


IMPUNIDAD ES LO QUE NO QUIERO; TAMPOCO CORRUPCIÓN. ¡¡BASTA YA! MATÍAS!!

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LO QUE VI Las manos iban despacio hasta el broche del monedero, y de allí salía la foto de una imagen feliz. «Era mi sobrina», decía, y parecía revivir. Hablaba de momentos compartidos, de cómo era ella, y despacito se caía en las ilusiones perdidas, en los sueños truncados, y allí estaba el dolor desgarrador otra vez. «El papá trajo a mi nena, porque el rock era lo que más amaba, quería compartir con ella su gran pasión, aunque fuera así tan chiquita, quería que creciera rodeada de música...». «¿Cómo no íbamos a venir si eran los pibes del barrio? Mi hermana los vio nacer y se vino con su hija, y entonces dejé que viniera, estaban tan contentas». ¿Cuántos testimonios de dolor escuché? Fueron muchos. Ninguno tenía sentido, el dolor

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era tan grande tan injusto, tan reciente que parecía irreal, que todo era un mal sueño del que íbamos a despertar. En la misa del domingo, en el Santuario, para los familiares, a un curita joven le brillaban los ojos. «¿Qué les puedo decir?, te juro que se me parte el corazón de verlos, que injusto es todo esto, realmente quisiera abrazarlos y llorar con ellos». Y la guardia en el Santuario… Una comunidad que se armó para que no se olvide, para que no se oculte todo rápidamente y se pierda lo ocurrido en los calores del verano. Los que tenían dónde volver fueron regresando a sus casas a tratar de juntar los pedazos, a ver cómo seguía la vida. Fueron quedando en la carpa los más solos, los que


¿CUÁNTOS TESTIMONIOS DE DOLOR ESCUCHÉ?

FUERON MUCHOS. NINGUNO TENÍA SENTIDO,

EL DOLOR ERA TAN GRANDE TAN INJUSTO,

TAN RECIENTE QUE PARECÍA IRREAL, QUE TODO

ERA UN MAL SUEÑO DEL QUE ÍBAMOS A DESPERTAR.

habían hecho de «Cromañón» su familia. Estaban quebrados, vivían el vértigo de ver día a día la fuerza del amor de los que se acercaban para «recuperar» un poquito de sus hijos, y el de los profesionales que entregaban su tiempo y sus almas para tratar de paliar tanta angustia; y las miserias de algunos que parecían estar «a la caza de un sobreviviente» solo para lograr algún beneficio personal; profesionales, funcionarios, algún desamparado de la vida que pretendía haber estado allí a ver si «ligaba» algún subsidio. Grandezas, mezquindades, algunos recordaremos aquellos días con amor, pasión, alguna triste alegría, un gran desconsuelo. Pero hay otros que llevan un espacio vacío en su mirada: ya no los ven, pero ellos viven en su corazón. Son los que perdieron a su persona amada, su hijo, su hermano. Perdieron esa noche una parte de su vida y, en vez de agotarse en el llanto de su profundo dolor, toman fuerzas para luchar y que esto no vuelva a repetirse. Buscan justicia, respeto, no olvidan. Elizabeth Adriana Rodríguez Palancas Psicóloga social CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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PARA MARIANO ALEXIS BENITEZ Hijo de mi vida, mi niño ausente, si supieras cuánto dolor produjo tu temprana partida en todos los que pudimos gozar de tu corta existencia. Hoy quiero comentarte mi vida, solo algunas pequeñas cosas, solo algunas de las muchas que tus amigos, familiares y conocidos te escribieron y me hicieron llegar, recuerdos preciosos guardados para siempre en el lugar más puro y cuidado de nuestros corazones.

Yo me acuerdo de la primera vez que lo vi. Estaba sentada en el hombro de mi papá, que me llevaba por un pasillo claro hasta que nos chocamos con una ventana redonda de una puerta que se abría cuando la empujabas con el brazo. Me acuerdo de vos, mami, en la cama del hospital con un camisón celeste de florcitas celestes y me acuerdo de Mariano, chiquitito chiquitito, que dormía todo arrugado al lado tuyo. Mi hermanito había llegado… Carolina

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CROMAÑÓN NUNCA MÁS

¿Cuál es la imagen de Mariano que guardo?, la que me quedó de niño, cuando jugaba con Caro en tu casa. Las sillas con el nombre de Carolina y Mariano que Nino había hecho. El clima familiar y tu preocupación por ella, pues recién habían descubierto el problema que tendrían con sus riñones en el futuro. La maravillosa sonrisa, el brillo vital de sus ojos –en realidad, una característica de tus dos hijos–. Me alejé después geográficamente, pero no con el corazón porque, cuando pasó lo de Cromañón, sentí mucha angustia, y se me hizo presente tu rostro, Nilda, amiga-hermana; llamé a mi


tía Elvira y confirmé la causa de mi dolor y de tu cara tan presente... Desde entonces, me siento en mayor comunión contigo y, desde entonces, converso con Mariano lo cotidiano para que él se lo cuente a tu corazón...

Frío, tan frío como una noche de invierno, como una parte de él (o lo que quería mostrar...). Frío que hoy corre por las venas avisándome que es hora de despertar...

Lili Caraballo Luna

Yo adoraba y sigo adorando a Mariano como a todos mis sobrinos, no deja de angustiarme su partida, no era el momento todavía, los mayores no somos quienes tenemos que enterrar a los jóvenes, debería ser al revés, duele mucho y la herida no cicatriza jamás. Lo que siempre recuerdo era tu enojo con Nino porque lo llamaba «Cascote», y a vos eso no te gustaba para nada. Otra de las cosas que recuerdo es una vez que vi su cara de felicidad cuando vio la tortilla de papas que le había hecho mamá, dijo: «¿Y es toda para mí, abuela?». «Sí – le dijo mami–, sí, hijo, es toda para vos», le dio un beso, y él se llevó la tortilla. Podría estar horas escribiendo sobre nuestro ángel. Mariano, jamás te olvidaré. Tu tía Miriam

Mariano, ser maravilloso, a pesar de todo lo q paso y de las distancias, siempre te sentí cerca y, si hay algo de lo que siempre me voy a arrepentir, es de no haber compartido más momentos con vos. El dolor que siento es inexplicable. El día que te fuiste, parecía que todo dentro de mí estallaba en miles de millones de pedazos, que me hacía chiquita, y el dolor era tan grande e inmenso que me ahogaba; y parece que, aún hoy, a casi 7 años, ¡nunca me va a dejar escapar! Tu prima Candela

Este libro es necesario para que todos sepamos las historias de cada una de esas vidas y jamás jamás olvidemos lo que pasó, y veamos lo que pasa hoy. Tengo unos escritos que me inspiró ese morocho inolvidable y único... Mariano.

Pero caliente, cálido como la Vida como su Alma (esa hermosa Alma…). Calor que también corre por mis venas empujándome a que no me rinda, a avanzar...

Y yo... con mi propia Alma que muere y renace una y otra vez, una y otra vez por él... Sueños y despertares y, en cada uno de ellos, él y su sonrisa..., sonrisa que me lleva y me trae, que me hace volar a otros lugares..., a otros tiempos... Sueños y despertares, y, en cada uno de ellos, él y su mirada..., mirada que me hace ver y sentir, que me muestra el sonido y el silencio, que me enseña la lágrima y la alegría...

Hoy cierro los ojos, y el viento es su andar, y el sonido de las hojas en los árboles

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DOLOR QUE SIENTO ES INEXPLICABLE. EL DÍA

QUE TE FUISTE, PARECÍA QUE TODO DENTRO DE

MÍ ESTALLABA EN MILES DE MILLONES DE PEDAZOS,

QUE ME HACÍA CHIQUITA, Y EL DOLOR ERA TAN GRANDE E INMENSO QUE ME AHOGABA;

Y PARECE QUE, AÚN HOY, A CASI 7 AÑOS, ¡NUNCA ME VA A DEJAR ESCAPAR! es su voz... Hoy abro los ojos, y ahí están... su mirada y su sonrisa por siempre conmigo...

Seguiré esperando tu locura..., tu hermosa locura... Seguiré esperando y sonriendo pese a los vidrios rotos..., y las guitarras que suenan más dulces y más terribles hoy Seguiré buscándote... esperando volver a ver tus ojos una vez más...

Marie, tu amiga de ese verano inolvidable

Yo conocí a Mariano. Lo conocí en el colegio (IEA). Conservo, en mi mente y en mi corazón, muchos recuerdos de él y con él. Me gustaría decir que lo quise mucho, él fue mi gran amor de la adolescencia; el que, una madrugada del 4 de octubre de 1998, me dio mi primer beso, algo que una mujer nunca olvida, y mucho más si, como en mi caso, fue con alguien especial… Aún conservo, entre mis cosas, una foto que él mismo me dio y envolvió con sus propias manos… Y también recuerdo que un día me esperó con una flor cortada por él mismo de no sé donde, y ese día casi me morí. Él y yo nunca fuimos el uno para el otro, pero siempre va a estar en mi corazón porque forma parte de mis recuerdos, de mi adolescencia… La verdad, tengo miles de anécdotas más, pero solo quisiera agregar que, sin él, mi adolescencia no hubiera sido lo que fue... y mi vida tampoco... Ana

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Cuando pienso en Mariano, se me viene a la mente el día en que lo conocí. Hacía unos meses que nuestros vecinos Sebastián y Gabriela se habían mudado a otro barrio, mis hermanos y yo estábamos muy tristes, ya que eran nuestros amigos. Recuerdo que era un día de mucho sol, y estábamos jugando en el patio cuando, de repente, escuchamos que, en la casa construida recientemente al lado de la nuestra, ingresaba un camión de mudanzas. Le dije a mi hermano: «¡Llegaron los vecinos nuevos!». Los conocíamos de vista, ya que son primos de Gabi y Sebas. Ese mismo día, Mariano se nos acercó y nos preguntó cómo nos llamábamos. Desde ese momento, Pablo y él de convirtieron en amigos. Mariano tenía mi edad. Era, en la infancia, el mejor amigo de Pablo, mi hermano, un año más chico que nosotros. Pasábamos mucho tiempo juntos, ya que éramos vecinos. Recuerdo que con Caro íbamos a patinar en rollers a la canchita del barrio; por supuesto, se colaban Marianito y Pablito, ellos siempre terminaban en problemas por una u otra causa. Una vez que nos habíamos juntado a jugar en su casa, Angi, mi hermanita más pequeña, había llevado su muñeca, esa muñeca pepona de la cual no se había separado nunca hasta esa tarde cuando mamá Mabel nos llamó a tomar la leche. Al otro día, Mariano se asomó al alambrado que separaba nuestras casas y, con un fuerte «¡¡¡Paaaaabloooooo!!!», llamó a mi hermano para jugar. Al rato, fui a ver qué hacían y vi que, en la mesa que había debajo del árbol del patio, estaba la muñeca, que había sido sometida a múltiples operaciones. Les pregunté qué hacían, y me dijeron que estaban jugando al doctor. Enojada, les saqué de las manos los restos de «Caty», y en eso llegó Nilda. Después de haber escuchado mi versión de los hechos, llevó a su hijo a la habitación para hablar –de hecho, recuerdo que siempre lo hacía cuando se mandaba una «macana»–. La verdad es que no sé qué le dijo Nil, pero Mariano, en


MARIANO, ESE SER SONRIENTE, CURIOSO, TRAVIESO Y CARIÑOSO SIEMPRE DISPUESTO AL JUEGO COMPARTIDO, SUPO RECREAR CON VÍCTOR MOMENTOS DE NIÑEZ MUY PRECIADOS POR AMBOS: JUGAR A LA PELOTA, MIRAR TELEVISIÓN, LEER HISTORIETAS, COMPARTIR VACACIONES EN LA PLAYA, E IR AFRONTADO LAS ETAPAS DEL CRECIMIENTO...

un mes, reunió el dinero necesario y le compró una muñeca nueva a Ángela; previo a esto, le pidió disculpas no solo a ella, sino a mis padres también. Ángela aún conserva esa muñeca, a la que bautizó con el nombre de «Mariana». Un día, Caro y Mariano nos llamaron a Pablo y a mí para jugar en su pileta, ¡la pasamos tan bien ese día! Mamá y Nilda tomaban mate con tortas fritas mientras nosotros nos divertíamos. No sé en qué momento nuestras madres se fueron adentro cuando los varones nos pidieron que saliéramos del agua; nosotras, sin darnos cuenta de que ellos tenían preparadas tortas de barro para tirarnos, salimos de la pileta. Allí comenzó la batalla de barro. Pareciera ser que no les había alcanzado con embarrarnos a nosotras porque, cuando con Caro nos fuimos a bañar, ellos decidieron embarrar ¡las paredes de la casa! Hasta que apareció Nino. Fue el fin del carnaval de barro. Los chicos estuvieron hasta tarde limpiando; hasta que las paredes no quedaron nuevamente blancas, no pararon. Mariano me enseñó a nadar. Con Mariano hice, por primera vez, papas fritas una noche en que Caro no se sentía bien. Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, conversábamos con Mariano, me decía que le gustaban mucho los bebés. Un día me preguntó cómo lo iba a llamar. Yo le dije: — Si es nena, le pondré Anabel Marianela. — ¿Y si es varón? —me preguntó. — No lo sé —le respondí—. Solo sé que su nombre debe empezar con la a. «Alexis» le voy a poner.

— Yo me llamo Alexis. — Ya lo sé. A mí me gusta mucho ese nombre. — Ponele «Damián» —se reía. — Está bueno ese nombre también, a ver cómo queda... «Alexis Damián Escalante Ateca», ¡si!, ¡me gusta!

Ese es el nombre que decidí para mi hijo. ¡Ese día y junto a Marianito! Mi hijo hoy tiene 10 años, se llama Alexis Jesús Damián. No llegó a conocer a Mariano, pero sabe quién fue y qué significó para mí ese ser tan especial... Ana Laura Ateca

Conocí a Mariano apenas unos días después de su llegada a este mundo. Días antes, había conocido a Nilda, su mamá, en forma circunstancial, ya que ella estaba de licencia por maternidad, y yo recién había tomado horas en la escuela de la noche, donde compartimos muchos años. Comenzamos a conversar y a darnos cuenta de que teníamos suficiente sensibilidad en común para ser amigas. Y, de esa amistad, surgieron paseos y visitas donde Mariano, Víctor, Carolina y Mayra también comenzaron a conocerse. Mariano, ese ser sonriente, curioso, travieso y cariñoso, siempre dispuesto al juego compartido, supo recrear con Víctor momentos de niñez muy preciados por ambos: jugar a la pelota, mirar televisión, leer historietas, compartir vacaciones en la

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SEGUIRÉ ESPERANDO TU LOCURA..., TU HERMOSA LOCURA...

SEGUIRÉ ESPERANDO Y SONRIENDO PESE A LOS VIDRIOS ROTOS...,

Y LAS GUITARRAS QUE SUENAN

MÁS DULCES Y MÁS TERRIBLES HOY SEGUIRÉ BUSCÁNDOTE...

ESPERANDO VOLVER A VER TUS OJOS UNA VEZ MÁS...

playa, e ir afrontando las etapas de crecimiento, etapas que también hacen que los amigos no se vean tan frecuentemente, pero que siempre se recuerden y se respeten. Esos recuerdos muestran una hermosa niñez compartida. Pero, una mañana, muy temprano, justo cuando yo no estaba en casa, Víctor prendió el televisor para descubrir que, la noche anterior, el «fuego de la corrupción» había devorado la vida de su amigo Mariano, el amigo de su niñez. Su espíritu partió traumáticamente, y no en la forma y el tiempo en que deberían partir los seres buenos y nobles como lo era Mariano. Una gran tristeza nos rodea cuando recordamos el día de su partida, pero sabemos que su hermosa alma ha encontrado refugio en el cosmos de los seres de luz. Y con esta certeza en nuestro corazón, solo viene a nuestra memoria la franca sonrisa de Mariano, a quien nunca olvidaremos. Para vos Mariano, este recuerdo. Mabel, José Luis, Mayra y tu amigo Víctor Zarranz

Lamentablemente, no tuve la gran dicha de pasar muchos momentos con Marianito, y la verdad es que me hubiese encantado, pero los pequeños momentos compartidos con el fueron muy lindos. Uno que recuerdo muy bien fue una noche que fuimos a ver a Banquete de Pordioseros, en Los Polvorines. Yo fui sola con mi papá; estaba su tío Hugo, su «Chuchú»; Josefina (que nunca entendí si fue su novia, iban y volvían); y su amigo que se fue con él, «el Japo». Ese día fue genial, escucha148

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mos la banda y después nos quedamos jugando al pool. Marian y yo no teníamos ni idea de cómo jugar así que nos quedamos mirando cómo jugaban los demás mientras él me preguntaba: «¿Vos sabés jugar a esta mierda?»; «No», le dije yo; «Yo menos», me respondió con esa risa que jamás olvidaré. Después nos fuimos con mi papá, con Hugo y los llevamos a sus casas a Mariano y al «Japo». Me acuerdo de que Mariano estaba sentado atrás en el medio; «Japo», del lado de la derecha; y yo, en la izquierda. Mi papá manejaba; y Hugo, al lado de él. Mariano lo jodía a mi papá diciéndole que me iba a dar besos y me los daba en el cachete, cosa de que él se enojara. Me acuerdo patente de esos besos, tan bueno que él era… Y, según Josefina, él me quería mucho. Llegamos a su casa y ahí dejamos a los dos. Nos saludaron desde la puerta y ese fue el momento que nunca olvido, su último saludo antes de que el maldito día llegara y se los llevara a ambos. Fue una gran pérdida, siento que me quedaron muchas cosas por compartir. Estuve muy triste y no podía superarlo hasta que una noche lo soñé. Él estaba en el quiosco de mi escuela, y yo sentada en una mesa; me saludaba de lejos y con una sonrisa, y me dijo: «Estoy bien, quedate tranquila que yo estoy bien». Desde ese día, mi vida siguió su rumbo con mucha tranquilidad porque él me afirmó que estaba bien. Quise mucho a Mariano y siempre lo recuerdo con su mejor sonrisa. Melisa Marín


AÚN CONSERVO, ENTRE MIS COSAS, UNA FOTO

QUE ÉL MISMO ME DIO Y ENVOLVIÓ CON SUS

PROPIAS MANOS… Y TAMBIÉN RECUERDO QUE UN

DÍA ME ESPERÓ CON UNA FLOR CORTADA POR ÉL

Una anécdota con Mariano... No sé si MISMO DE NO SÉ DONDE, Y ESE DÍA puedo hablar de una; en realidad, mi recuerdo de él son muchas sensaciones, mucha alegría, mucha diversión... Tenía el apodo de «Loco» no por nada, puedo estar acá y vos te tuviste que ir?..., ¿qué es pero era de esos loquitos que te alegran la vida... lo que me hace especial a mí para que las cosas se Hasta el día de hoy, me la alegra cuando recuerdo hayan dado de esta manera? Y llegué a la conclulos momentos vividos. sión de que yo no soy especial, el especial era él… Me acuerdo de cuando pasaba por las cinco esquiPorque, con sus locuras, tenía una inocencia y nas, y él estaba sentado en la heladería con el resto una bondad que no eran para este mundo corrupto de la banda. Yo pasaba haciéndome la desentene inescrupuloso en el que vivimos. ¡Él era demadida porque sabía que si no algo me iba a gritar..., siado!, en todos los sentidos. pero nunca dejó de verme y de gritarme: «¡ChiRecuerdo una vez que nos habíamos peleado, lo chooooooooo!» (aunque a mí me decían Chechu, él que ya no me acuerdo es por qué. Me parece que no podía ser como todos, por supuesto). me había cargado de una manera que a mí no me Hace un tiempo, fui a verlo al Santuario a presencayó bien. Estuvimos varios meses enojados en el tarle a mi bebé, y pensaba frente a su foto, ¿por cole, que ni nos saludábamos. Un día, en un cumqué yo puedo tener esto y vos no?..., ¿por qué yo

CASI ME MORÍ.

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TENÍA EL APODO DE “LOCO” NO POR NADA, PERO ERA UNO DE ESOS LOQUITOS QUE TE ALEGRAN LA VIDA... QUE HASTA EL DÍA DE HOY, ME LA ALEGRA CUANDO RECUERDO LOS MOMENTOS VIVIDOS.

pleaños, nos encontramos en la puerta del baño esperando para entrar. Yo estaba con una amiga, y él con uno de los chicos, y quedamos espalda con espalda esperando. Él me tocó sin darse vuelta, yo me puse la mano en la espalda, y me la agarró fuerte. Nos dimos vuelta y nos abrazamos. No se necesitó nada más, ese era Mariano... y esa era mi amistad con él. Solo necesitábamos darnos la mano, no necesitábamos palabras. Y quiero pensar que, algún día, cuando sea mi momento, voy a tener esa mano en la espalda, y me voy a dar vuelta para abrazarlo una vez más. ¡Gracias, Nilda, por regalarme a ese ser especial que fue Mariano! Porque si él era así, era por vos y por tus enseñanzas y las de Nino... Porque te conozco a vos también, y sos una persona maravillosa. Y gracias también por permitirme

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recordarlo, por todo lo que hacés junto a todos los padres para que tengamos justicia, para que no vuelva a ocurrir, para que, aunque nosotros no podamos recuperarlos a él y al «Japo», nadie más tenga que pasar por esto, que a nadie más le arranquen un pedazo de su corazón, como nos pasó a nosotros. Quiero que sepas que siempre estás en mis recuerdos, al igual que él. Y, cuando necesites alguien con quien hablar y sentirte acompañada, me sentiría orgullosa si pensaras en mí. ¡Te quiero muchísimo! Y acá estoy para vos... Jésica Riemersma


LILA QUIERO QUE SEPAS QUE TE EXTRAÑO Y QUE NUNCA DEJARÉ DE HACERLO EN MI VIDA.

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ENTRE TODOS ¡Cómo sanan los abrazos y los besos! Quiero seguir adelante a pesar de todo, si no ¿qué les queda a los que se quedaron? Pero no puedo hacerlo, solo necesito que nos comprendan y nos escuchen. Los necesito para seguir llorando y reírnos juntos en esta lucha que tuvo un principio, pero no un final…

Cromañón – Ycua Bolaños.

Cromañón – Comunidades indígenas del Norte Argentino.

Cromañón – Aniversario del asesinato de José Luis Cabezas.

Encuentro de víctimas en Chapadmaldal. Edgardo Alós. papá de Carolina.

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Tribunales de Dolores – Juicio por el asesinato de Mara.

Cromañón – Lapa – Familias unidas.

Tribunales de San isidro. Veredicto al asesino de Sonia Colman.

Rubén Carballo, papá de Rubén asesinado en el recital de Viejas Locas.

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SEÑORES PADRES DE CROMAÑÓN:

Ante todo, quiero expresarles la admiración y el respeto que siento por cada uno de ustedes. Recibí de todos muchísimos reconocimientos, pero esta invitación a incluirme en el libro, que solo les pertenece a ustedes y a sus hijos fallecidos, me llenó de emoción. No voy a contar todo lo que experimenté durante estos casi siete años de lucha, no vale la pena, solo quiero decirles que cada momento difícil que desde lo personal me tocó vivir reforzó aún más mi decisión de no claudicar y continuar en ella. Permítanme sí decirles que debo agradecerles a todos los que me alentaron y contuvieron en esta lucha, esencialmente a mi padre y a mi hijo, pilares fundamentales en mi vida. Hasta la Justicia siempre…

Dra. Susana Inés Rico

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DOLOR INSOSLAYABLE

No hay tiempo, No hay distancia. No hay tiempo ni distancia Que me separen de vos.

No hay palabras, No hay acciones. NO hay palabras y acciones Que me separen de vos.

No hay ruido, No hay silencio. No hay ruido ni silencio Que me separen de vos.

No hay realidades, No hay sueños. No hay realidades ni sueños Que me separen de vos.

Deseo que vuelvas. Tu retorno es mi anhelo. Si tan sólo supieras… Lo doloroso de este vuelo.

Sombras que aparecen, Lágrimas que humedecen. Dolor que me desgarra Insoportable y sofisticadamente.

Entre irradiación ferviente Y tu luz intermitente, Tus ojos llevo… Al océano complaciente.

Brillo y energía del pasado, Fuerza e ilusión del presente, Inmenso sol del futuro… Componente de nuestro andar. CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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No hay emociones, No hay sentimientos. No hay emociones ni sentimientos Que me separen de vos. Mirada infinita, Sostén de mi existencia… Quisiera complacerte Con mi sola presencia. No hay colores, No hay voces. No hay colores ni voces Que me separen de vos.

Espera insostenible, Agobiante y eterna. Sombras que se encuentran… Sin que nadie lo advierta.

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NO hay angustia ausente, No hay pensamiento inerte. No hay angustia ausente ni pensamiento inerte Que me separen de vos. Surge un «te quiero», Palpito un «te amo», Pero solo me escucho… Un tremendo «te extraño».

Resurge un «te quiero», Palpito un «te amo», Pero solo me escucho… Un desesperado «te extraño».


MARIANO Conocí a Mariano pocos meses antes de su partida cuando, por primera vez, fui al Consejo Escolar de José C. Paz a tomar horas para enseñar Inglés. Para mí todo era nuevo y desconocido, estaba repleto de gente, todos muy apurados, y sabían muy bien cómo manejarse. Yo me sentía sapo de otro pozo, completamente perdida. En las dos mesas que había, atendían mujeres mayores, y a mí, sinceramente, me daba una terrible vergüenza averiguar porque no sabía ni dónde estaba parada. De pronto, pasó un muchachito joven con una montaña de papeles. No sé si por la edad o por qué, me sentí más identificada y

me dio menos miedo o vergüenza preguntarle a él cómo tenía que hacer para inscribirme y en cuál de todos los listados, puesto que era la primera vez que lo hacía. Él me respondió: «Esperá que dejo esto». Apoyó lo que llevaba sobre una mesa que había detrás de un escritorio y se quedó hablando con una de las mujeres que atendía. Después, salió y me acompañó hasta una lámina que había y me explicó cómo tenía que hacer. Volví entusiasmada a preparar todos los papeles y, en pocos días, estuve otra vez ahí con todo listo para intentar debutar como profe. Iba a los actos públicos todos los CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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ENCONTRÉ A UNA MUJER QUE, A PESAR

DE TANTO DOLOR, NO DEJA, NI UN DÍA DE SU VIDA, DE DAR AMOR A TODOS LOS

QUE LA RODEAN; DE AYUDAR; DE HACER

DOCENCIA CON SU DESGRACIA; DE ENSEÑAR SUS RESPONSABILIDADES A QUIENES YA

DEBERÍAN SABERLAS; DE LUCHAR CON EL

DOLOR DE LA AUSENCIA Y CON EL FANTASMA DE LA IMPUNIDAD Y LA INJUSTICIA.

martes, pero no volvimos a cruzarnos hasta que un día nos vimos y me preguntó: «¿Y, conseguiste algo?» Le conté de todas las horas que había tomado y noté que de verdad se había alegrado. Desde entonces, siempre que nos cruzábamos, nos saludábamos con simpatía. Un día nos encontramos nuevamente, pero esta vez fuera del Consejo. Estaba en Tronkos, en San Miguel, y escuché:«¡Profe!». Me di vuelta, y era el chico del Consejo Escolar que me había ayudado. Cuando me sentí identificada en el Consejo, no me había equivocado; compartíamos el mismo ámbito, la misma música, la misma forma de vestirnos, las mismas zapatillas. Estaba sentado con un montón de chicos y chicas en dos mesas que habían juntado. Esa vez hablamos más; ahí me enteré que se llamaba Mariano y que la ayuda que me había brindado aquel día había sido de pura «gauchada» porque él no se dedicaba a eso, sino que se ocupaba de ingresar datos en el sistema. Él tampoco sabía cómo tenía que hacer para inscribirme, pero lo había averiguado para ayudarme. De ahí en adelante, todos los martes pasaba a saludarlo e intercambiábamos unas palabras. La noche del 30 de diciembre, con mi hermano, no dormimos. Nos quedamos mirando por televisión las terribles imágenes; desconcertados, conmovidos, asustados, 158

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

viendo cómo se incrementaba esa maldita lista de chicos fallecidos con el correr de las horas; y esperando noticias de nuestros amigos y conocidos que habían ido a Cromañón. Unos días después, fui a una de las escuelas donde trabajaba a retirar un cheque para cobrar las horas. Hablando con la secretaria, ella me dijo: «¿Viste que uno de los chicos que falleció en Cromañón trabajaba en el Consejo?». En ese momento, sentí una sensación que no puedo explicar; sabía que, casi seguro, era Mariano. Sentí una mezcla de tristeza, bronca, ganas de que no fuese así y dolor por alguien que había conocido muy poco, pero a quien le tenía mucho cariño. De las madres de «Cromañón», había una que me causaba una especial admiración, una que tenía siempre la palabra justa, con una voz pausada, fuerte, una forma de hablar clara. Expresaba perfectamente lo que yo sentía hacia los responsables. Una persona, que, lejos del resentimiento, pedía que nunca más hubiera un «Cromañón» y luchaba por la seguridad de los hijos de otros. Una madre que, a pesar de su entereza, no podía disimular su dolor y la ausencia de ese hijo al que, según ella, seguía esperando. Una vez mi papá me dijo: «Hoy escuché en la radio a la señora de “Cromañón” que te gusta a vos y escuché que es de José C. Paz». En ese momento, pensé que podía ser la mamá de Mariano, pero dudé porque la foto que ella llevaba en el pecho parecía ser de un chico más chiquito. Recién varios meses después, cuando fui por primera vez a una marcha,


DE LAS MADRES DE «CROMAÑÓN», HABÍA

UNA QUE ME CAUSABA UNA ESPECIAL

ADMIRACIÓN, UNA QUE TENÍA SIEMPRE LA

PALABRA JUSTA, CON UNA VOZ PAUSADA,

FUERTE, UNA FORMA DE HABLAR CLARA.

EXPRESABA PERFECTAMENTE LO QUE YO SENTÍA HACIA LOS RESPONSABLES. UNA

PERSONA, QUE, LEJOS DEL RESENTIMIENTO, PEDÍA QUE NUNCA MÁS HUBIERA UN «CROMAÑÓN» Y LUCHABA POR LA

SEGURIDAD DE LOS HIJOS DE OTROS.

pude ver la foto de cerca y comprobé que era la carita de Mariano, solo que con diferente corte de pelo y unos años más chico. Cada tanto iba a las marchas, pero nunca me animaba a hablarle porque sentía que no tenía palabras suficientes. Unos años después, pude hablar con ella y preparamos juntas un homenaje a los chicos en la plaza de José C. Paz junto con los padres de la ONG Familias Por La Vida. Tuve la suerte, en una circunstancia muy dolorosa, de conocer a una persona impresionante que hizo de la lucha por justicia para los chicos de «Cromañón» el eje central de su vida; de conocer a esa maravillosa familia, tan incompleta, tan dolida, pero tan unida. Encontré a una mujer que, a pesar de tanto dolor, no deja, ni un día de su vida, de dar amor a todos los que la rodean; de ayudar; de hacer docencia con su desgracia; de enseñar sus responsabilidades a quienes ya deberían saberlas; de luchar con el dolor de la ausencia y con el fantasma de la impunidad y la injusticia. Tuve la grandísima suerte

de poder formar un lazo y que ese lazo sea cada vez más fuerte. Querida amiga, quiero aprovechar este momento para decirte que te quiero muchísimo, que sos para mí un ejemplo incomparable de madre y que ojalá puedas sentirte apoyada y acompañada por mí, aunque sea un poco, en este camino tan duro que te toca andar. A Mariano lo conocí muy poco, pero tengo de él el mejor recuerdo. ¡Cómo quisiera haberte conocido cuando estaban juntos y felices! Natalia Racciatti

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UNA NOCHE SIN OLVIDO Había una vez un grupo de siete amigos, entre ellos, dos hermanos. Se acercaba fin de año, y habían decidido festejarlo de una manera diferente... Su grupo preferido presentaba tres recitales seguidos. La primera noche fue muy emocionante, todo era alegría y fiesta, nada importaba, eran solo el grupo y ellos. Terminó el primer recital, y volvieron a sus hogares cansados de saltar y gritar. La segunda noche empezó, y nuevamente la euforia, la adrenalina y las ganas de saltar. Cuando ese show increíble ya se había terminado, otra vez volvieron 160

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a sus casas para irse a dormir contentos. La tercera y última noche, los hermanos presentían que algo iba a pasar. Antes de que comenzara el recital, se le había pedido al público que no encendiera bengalas porque el lugar era demasiado chico y cerrado. Luego empezó el espectáculo, la emoción que sentían era increíble, la despedida del año era la mejor de sus vidas… Pero toda esa alegría, de repente, terminó. Cuando el cantante comenzaba el primer tema, una persona prendió una candela, y con esta se


HERMANO. EN ESE

DESASTRE, ÉL LA

ENCONTRÓ TIRADA,

LLENA DE HOLLÍN,

MOJADA, ASUSTADA,

PERO VIVA. UN PATRU-

LLERO DE LA POLICÍA

LA LLEVÓ AL HOSPITAL, incendió el techo... Los hermanos estaban juntos y no podían creer lo que veían. Entonces, él abrazo a su hermana e intentó sacarla de ese caos. La luz se cortó y la puerta de emergencia estaba trabada. Cuando la abrieron, ellos cayeron al piso con una montaña de personas arriba, era imposible salir; pero él, en medio del desastre, le tomó la mano y la tranquilizó diciéndole que saldrían. Ella ya no podía respirar, aunque seguía luchando por él. En ese momento, las corridas de la gente hicieron que se separaran. En la desesperación de no ver a su hermano, ella se desmayó. Se despertó en la calle, rodeada de personas que la ayudaban a recuperarse, y solo preguntaba por su hermano. En ese desastre, él la encontró tirada, llena de hollín, mojada, asustada, pero viva. Un patrullero de la policía la llevó al hospital, pero ahí todo parecía una escena de guerra..., gente herida…, gente muerta.... Él decidió llamar a su casa y avisar que estaban vivos, pero, mientras, su familia había salido a buscarlos; entonces, esperaron la llegada de

sus padres. Fue la noche más triste de sus vidas, lloraban sin consuelo. Al otro día, ella decidió irse a su casa, necesitaba estar con sus amigos, su familia, su mamá. El tiempo fue pasando, y su felicidad no volvió ni volverá a ser la

PERO AHÍ TODO

PARECÍA UNA ESCENA

DE GUERRA...,

GENTE HERIDA…,

GENTE MUERTA....

misma, pero ella y su hermano están más unidos que nunca, porque lo que vivieron es algo inolvidable…, y más para mí..., porque «ella» soy yo. Daniela Cuturie Sobreviviente CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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QUERIDO WALTER Mi nombre es Nélida, el de mi esposo es Jorge. Nos casamos en 1971 y fuimos padres en 1973 y 1976. Fueron dos embarazos deseados, el de Walter y el de Gustavo. Ya embarazada, solo podíamos pensar en el día del nacimiento. El 25 de abril de 1973, rompí bolsa y di a luz a Walter. Entonces nos embriagó una gran felicidad, fuimos padres, ¡qué alegría! Lo mismo pasó con el nacimiento de Gustavo, el 10 de noviembre de 1976. Pero esta alegría fue compartida con Walter, él ya tenía su hermanito. Pasaron los años y fueron creciendo muy sanos. Estudiaron; y ya más grandes, Gustavo decidió seguir Electrónica y también piano, y Walter, a los 13 años, se recibió de profesor de guitarra. A él también le gustaba cantar, y comenzó a vocalizar. Llegó a presentarse en el Tortoni, El Farol, el Café de los angelitos. Además, representó a su escuela, 162

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Liceo N.º 8, de Mataderos. En Canal 9, ganó la prenda «Yo sé» cantando el tema «El amor desolado». Luego fue llamado para probarse en la orquesta de Armando Cupo. Walter trabajaba en marroquinería, y Gustavo, en electrónica. Walter inició un curso de cocina, quería ser chef. Gustavo le decía: «Wal, si a mí me va mal con la electrónica, me prendo con vos; y si es negativo lo tuyo, venís conmigo». Sueños, sacrificios y futuro quedaron truncados en la tragedia más grande no natural de la Argentina: «Cromañón». El 30 de diciembre del 2004, siendo las 23.40, recibí un llamado telefónico. Era mi hijo Gustavo. Me decía: «Mamá, se incendió Cromañón, y perdí a Walter. Ya entré varias veces y saqué chicos, pero a Walter no lo pude encontrar. Vénganse». En ese momento, comenzó un estado de locura, llanto, miedo y desesperación. Su papá, familiares y amigos, todos


salieron al encuentro de Gustavo; y así, juntos, deambulamos por hospitales, sanatorios, morgues, y entre montañas de cadáveres. Abriendo bolsas, logramos encontrarlo. Luego de dos días, y con el féretro cerrado, se pudo velar cristianamente el cuerpo de nuestro amado hijo y amado hermano, para luego quedar todos enfermos del corazón, del alma y de la mente. Una familia destruida. Después, transcurrían los días, y se apoderaba de la casa un silencio profundo. Entre el dolor y la angustia comenzaba la lucha. «¿Cómo vivir con la ausencia de Walter y tratar de sanar a Gustavo cuando también nosotros estábamos enfermos?». Pero Gustavo llevaba una semana en cama tapado hasta la cabeza sin querer comer ni tomar agua. Su novia, Marcela, nunca lo dejó solo. Cuando ella se ausentaba, venía a dormir Gabriel, su hermano del alma. «Falucho», el perrito de Walter, dormía debajo de su cama. Quería morder si alguien intentaba sacarlo. Por las tardes venían a casa familiares y amigos que, durante mucho tiempo, nunca nos dejaron solos. Pasaron los días y comencé a sentirme inquieta: Walter no estaba en casa. «Tengo que traerlo, ¿cómo lo hago?». El 4 de enero de 2005, ya estaba en la calle. Fui a San Justo, nos reunimos con el intendente Balestrini, y nos dijo que nos iba a ayudar. En esa reunión, conocí a una asistente social. Le di mis datos y, el 5 de enero, me llevó a ver a la señora Alicia Kirchner, a quien le pedí los restos de mi hijo Walter. Me dijo que era imposible, pero llamó a un abogado para consultarle lo que yo solicitaba; y este le dijo que no, que el cuerpo pertenecía a la causa «Cromañón», que no lo podía autorizar. Yo pensaba: «Walter es mío, mi hijo me pertenece». Al fin, Alicia Kirchner me mandó a ver al ministro Aníbal Fernández; y, gracias a su intervención, la jueza María Angélica

Crotto y Hernán Canessa, secretario, me autorizaron la cremación el 7 de enero de 2005. ¡Por Dios!, ¡qué momento cuando pedí reconocerlo! No lo veía desde el 30 de diciembre de 2004; y sabía que iba a ser la última vez, pero no fue así, pues su imagen quedó lacrada en mi mente, doy fe de que siempre lo veo. En esta instancia, fui acompañada por mi hermana Mercedes, mi sobrino Jorge y mi compadre Luis Santomauro. Por fin, Walter estaba en su casa, con mamá, papá y su hermano. Transcurrieron los días con grandes confusiones. Teníamos que tratar nuestra salud. Lo hicimos en el Hospital Santojanni con la doctora Silvia Chevel. Solo hicimos tratamiento mi hijo Gustavo, sobreviviente, y yo. Mi esposo Jorge me dijo: «Yo no hago tratamiento. Nadie puede sanar la herida que tengo en mi alma».

Gustavo se trató en neumonología e hizo terapia grupal. Fue pérdida de tiempo y de salud. Después de un par de sesiones le dijeron: «Hasta aquí llegamos, no podemos ayuCROMAÑÓN NUNCA MÁS

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darlos más, porque de arriba nos están apretando». Yo le dije a Gustavo que hiciera la denuncia. Él me dijo: «No, mamá, nos dijeron la verdad». Fueron las licenciadas Nélida Jabalera (matrícula N.º 3812) y Claudia Contreras (matrícula N.º 13872). La doctora Silvia Chevel, coordinadora del programa «Cromañón», me atendió muchísimas veces, tantas como fueron necesarias y algo más. Fue y es mi terapeuta. Cuando yo me sentía mal, ella lograba recomponerme. Siempre me dijo: «Usted tiene que homenajear a su hijo Walter». Entonces hice otra bandera con la cara de Aníbal Ibarra y Chabán. La titulé «El mundo sabe quiénes son los asesinos de “Cromañón”», y a todo conocido que viajaba al extranjero le daba la bandera con el rostro de Walter o una pancarta chica donde decía: «Walter Pata, una de las 300 víctimas de “Cromañón” en la Argentina». En el extranjero, cuando veían que sacaban fotos con la bandera o con la pancarta, preguntaban: «¿Qué es eso?» Siempre se trataba de que alguien pudiera traducir y explicar que «Cromañón» había sido una tragedia no natural y que los responsables eran el empresario Omar Chabán y Aníbal Ibarra, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ambos cómplices corruptos y asesinos que, por ambición, mataron a nuestros hijos.

Walter, cómo poder olvidar esas noches de pesca a orillas del río Paraná comiendo asado y pescando. Igual que los días que compartías en casa con los chicos y tu hermano, guitarreada y asado. Como estos, podría contar infinidades de muy buenos momentos que a mí y a mamá nos hacían tan felices…, verte sonreír junto a tu hermanito…

Jorge Horacio Pata y Nélida Andrade Mamá y Papá

Hermano, tengo tantas cosas lindas para recordar que no sé qué contar. Extraño tus abrazos, tus 164

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

sonrisas. Las noches de películas con Marce y papá, las noches de play, recitales y muchas cosas más… Solo espero que esta vida pase rápido para volvernos a juntar, ya que esta noche maldita nos separó para siempre sin avisar. Te quiero, te extraño y te pido perdón porque, la noche que más me necesitaste, te fallé y no te pude ayudar. Lo intenté, pero no sé por dónde te me escapaste. Sé que si hubiera sido al revés, vos no me ibas a fallar. Desde esa noche, hay una herida grande en mi corazón que solo cicatrizará el día que te tenga frente a frente, y me vuelvas a abrazar. Gustavo Horacio Pata, alias «el Tito» Hermano de Walter

Wal, quiero que sepas algunas de las muchísimas cosas que día a día extraño tanto de vos. Extraño tus interminables abrazos, tu gran sonrisa sincera, tu simpatía, tu inmensa bondad de dar sin esperar nada a cambio. Extraño ver películas con vos, como lo hacíamos todos los fines de semana a la noche. Los juegos, tu sentimiento al cantar, tu voz, todos los momentos que compartimos y quisiera seguir compartiendo. Te extrañamos y nos duele, en cada nuevo paso que damos con tu hermano, el no tenerte junto a nosotros. Pero te aseguro que estás hoy, siempre, en nuestros pensamientos y corazones, como en el de todos los que te conocieron, porque es imposible olvidar a una persona tan especial como vos. Te quiero. Tu cuña Marcela Marcela Bocchicchio Cuñada

En esta etapa de mi vida, me hace tanta falta «el Negro». Podía hablar cualquier cosa con él, y sí que sabía aconsejar. Sabía de verdad… Mirá si sabía, que me ayuda a crecer hoy sin estar acá. Camilo Ahijado


RECUERDO QUE UNA NOCHE DE ESAS EN LAS QUE PERDEMOS UN POCO EL RUMBO, EL DESTINO NOS ENCONTRÓ CARA A CARA. GRACIAS POR ESAS PALABRAS QUE RETUMBARÁN EN MI CORAZÓN. GRACIAS POR TANTA GRANDEZA. GRACIAS POR TANTO AMOR, MI VIEJO AMIGO.

Waltercito, al pasar por la escuela primaria, te distinguiste por tu presencia simpática, voluntariosa y de buen compañero. Que brille siempre tu personalidad y el recuerdo en el lugar que ocupaste, ¡pequeño artista! Te recuerda, tu maestra Susana, de primer grado, con todo cariño. Susana Maestra

Walter era una de esas personas con ese encanto especial que no pasaba desapercibida para nadie y, al contrario, se hacía querer por todos. Claudia

Conocí a una persona maravillosa, llena de paz, alegría y amor, que solo con su sonrisa podía iluminar cualquier oscuridad. Osvaldo

Walter es, para mí, un hermano de la vida. Tenemos siempre presente su alegría, su emoción cuando cantaba, lo potente de su voz al defender lo que creía y anhelaba. Un amigo realmente entrañable e inolvidable. Donde quiera que estés, hermano mío, te digo, no te llevó «Cromañón», no pudo detener tu vida, porque vives en nosotros, tus amigos, que no te olvidan jamás. Ya nos encontraremos, amigo. José Luis Amadeo

Recuerdo cuando me llamaba por teléfono, o llamaba yo, para decirnos: «Poné tal canal que están dando un documental de Maradona o tal película. Me llamaba y yo atendía, y me gritaba: «¡¡El nene!!». Con Walter, nos reíamos mucho. Como cuando el tocaba la guitarra y cantaba algún recitado, y yo lo molestaba mucho hasta hacerlo enojar. Le hacía muecas, ruidos, o le cambiaba la letra de lo que el iba cantando hasta que terminaba riéndose conmigo. Unos de los más lindos recuerdos en los últimos momentos, que fue cuando yo me operé la rodilla, en octubre de 2004, fue que no dejó nunca de ayudarme ni de hacerme compañía. Lo que nunca voy a olvidar es que fue la persona que me enseñó a abrazar, a trasmitirle el sentimiento y decirle a un amigo lo mucho que se lo quiere mediante un abrazo. Gabriel Bonavena

Querido Walter: Ese diciembre trágico para todos los argentinos pegó en mí y en toda mi familia de una forma muy especial. Te fuiste de nuestra vida cotidiana de una manera increíble e inesperada. Extrañamos tu simpatía y tu gran ingenuidad para todo; tu gran fanatismo por Boca, tus cargadas hacia mí cuando tu querido club nos ganaba (casi siempre). Me llenabas la casa con globos azul y oro. Siempre con un gran respeto hacia todos nosotros. Cuando pasabas por la fábrica (Alfajores Guaymallén), siemCROMAÑÓN NUNCA MÁS

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CON WALTER, NOS REÍAMOS MUCHO. COMO CUANDO EL TOCABA LA GUITARRA Y CANTABA

ALGÚN RECITADO, Y YO LO MOLESTABA MUCHO HASTA HACERLO ENOJAR. LE HACÍA MUECAS,

RUIDOS, O LE CAMBIABA LA LETRA DE LO QUE EL IBA CANTANDO HASTA QUE TERMINABA RIÉNDOSE CONMIGO.

pre parabas a saludar. Fuiste «un grande». Recuerdo tu espectacular canto, con esa voz preciosa que Dios te había dado (esas zambas eran hermosas). Recuerdo también esas trasnochadas cuando Boca jugaba en Japón, cuando no dormías esperando el partido con marchas partidarias. Walter querido, quiero que me creas que te extrañamos mucho, y a tu bondad, tu hombría de bien, tu simpatía. Hugo Basilotta y familia

Walter, «Patita» o «Yugo», como te decíamos y seguimos diciéndote. Como siempre cuando, en cualquier momento del día, me acuerdo de todos los momentos vividos juntos. Siempre me acuerdo de vos, aunque, como ya sabés, «soy un colgado» y quizás, como ahora, ni recuerdo el día de tu cumple. La verdad es que te extraño mucho, ya que vivimos una amistad que, hasta el día de hoy, nos une; y todavía, cuando paso por los lugares en que anduvimos juntos, me vienen a la mente los recuerdos de esas tardes, noches y amaneceres que nos encontraron. Tus risas, tus abrazos, tus palabras, todo todo todo sigue guardado en este corazón. Te quiero mucho.

Eduardo Daniel Amodeo

Te elegí amigo, te convertiste en mi hermano. Allí donde pisaste, quien te haya conocido se iluminó para siempre con ese amor que desbordabas en la mirada, en las palabras y en el abrazo... ¡Cómo se extraña ese abrazo!, cada día, hasta el bendito re166

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

encuentro, mi Walter amado. ¡¡Gracias!!

Andrea Martino

Recuerdo que una noche de esas en las que perdemos un poco el rumbo, el destino nos encontró cara a cara. Gracias por esas palabras que retumbarán en mi corazón. Gracias por tanta grandeza, gracias por tanto amor, mi viejo amigo. Dicen que los verdaderos, que los verdaderos amigos, se cuentan con los dedos de una mano; con tu ida, yo me quede manco… Te extraño, hermanoooooo. Tito Testa

Recordar en pocas palabras un alma tan grande es una tarea imposible. Su sonrisa; su corazón; su vida traducida en una canción; su disposición al amigo, al conocido, al desconocido, en resumidas cuentas, a la gente; eso solo es posible en un alma de Dios, en un alma clara, transparente, que se despertaba y brillaba con cada palabra de sus canciones. Donde me hablen de canciones, alma escapando por ellas, ahí pienso en Walter. Sin dudas, la mejor voz del cielo… Cuando a él le cantes, decile que aún sos nuestro. Siempre presente en nuestros corazones. Leo, de «No tan distintos»


FUISTE «UN GRANDE». RECUERDO TU ESPECTACULAR CANTO, CON ESA VOZ PRECIOSA QUE DIOS TE

HABÍA DADO (ESAS ZAMBAS ERAN HERMOSAS).

Walter, mi familia y yo te recordamos con todo el corazón. Rogamos pidiéndole a Dios que tengan una justicia digna todas las víctimas de Cromañón. Que en paz descanses, Walter. Siempre estás en nuestras oraciones. Juancito, Agustina, Mirta y Sergio Pata, tu primo

Walter, extraño tus caricias, tus besos y tus retos. Las noches que me quedaba en la cocina sentado en la silla hasta altas horas de la madrugada esperándote para irnos a dormir juntos a la cama. Me encantaba apoyar mi cabeza en la almohada, esperaba que vos me taparas y me abrazaras. Nunca voy a olvidar todas las veces que me cu-

briste cuando venía Neli a sacarme de la pieza, y yo solo metía mi cabeza debajo de la cama pensando que así no me veía. Escuchaba a ella decir que me sacaras afuera, y vos siempre respondías: «Sí, “Falucho” no esta acá…, yo no lo veo». Gracias por ayudarme a ganarme un lugar en la familia, por hacerme sentir uno más de ella. Gracias a vos nunca tuve una cucha, porque mi lugar siempre estuvo dentro de tu pieza. Gracias por todo el amor que me diste. Solo espero que, el día en que mi tiempo acabe acá, vos estés esperándome con los brazos abiertos, porque quiero volver a sentirte abrazarme. Te ama y te extraña. Tu perro «Falucho» El mejor amigo de Walter

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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NAVIDAD SIN BRINDIS

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CROMAÑÓN NUNCA MÁS


...LE DOY LAS GRACIAS A TODOS LO QUE, SIN HABER PERDIDO A NADIE EN CROMAÑÓN, NOS HAN ACOMPAÑADO UNA Y OTRA MARCHA, UNA Y OTRA MANIFESTACIÓN EN CONTRA DE LOS RESPONSABLES, NOS HAN BRINDADO SU APOYO Y NOS HAN PRESTADO EL HOMBRO PARA QUE APOYEMOS NUESTRAS CABEZAS SACUDIDAS POR EL LLANTO...

30 de octubre de 2011. Acabamos de terminar la marcha, como todos los 30 de cada mes, y van no sé cuántas, no sé si setenta u ochenta. Volvemos en el subte, desde Plaza de Mayo, Isabel, Moni, Hilda, somos siete u ocho. Las mujeres van al baño de la estación de Once; «el Conde» y yo caminamos hasta el Santuario desde la estación de subte, como lo hacemos todos los 30. Nos sentamos en uno de los bancos de cemento y comenzamos a charlar mirando las fotos de los chicos, que cuelgan del techo de chapas. ¿Te acordás, «Conde», de la primera Navidad que pasamos juntos en el 2005? ¿Cuántos éramos? Como 50, ¿no? Los Mansilla, los D’Agata, los Medina, «el Turco», nosotros y ¿cuántos más?, no me acuerdo, se me hace difícil recordar después de casi 6 años. Me acuerdo de «el Croto», Horacio Medina, ¿te acordás? ¡Cómo preparaba la mesa! Acomodaba todo, no quería que faltara nada, se movía con sabiduría, sabía lo que hacía; fue mozo toda su vida, o gastronómico, como le gustaba decir a él. A medida que se acercaban las doce, las cosas se nos iban poniendo difíciles: no estábamos en nuestras casas, estábamos en una oficina vieja del ferrocarril Sarmiento, el espacio era enorme, había una mesa bien servida con un montón de comida que casi nadie probaba y no teníamos nada frío para tomar. Para solucionarlo, se nos ocurrió poner el vino en el dispenser de agua para que se enfriara. Mario Mansilla, con una sonrisa en sus labios, decía que no iba a fun-

cionar. Pero funcionó, y fue el primero en servirse un vaso de vino frío. Eran casi las doce. Los recuerdos comenzaban a golpearnos muy duro, a todos nos faltaba lo mismo: los pibes no estaban, nuestros hijos no estaban en la mesa. Los ojos se nos llenaban de lágrimas y el corazón se nos estrujaba dentro del pecho. Sonó una sirena, eran las doce del 24 de diciembre de 2005. Nadie levantó la copa, no hubo brindis. Solo se escuchaban los sollozos que rompían el silencio húmedo por las lágrimas. No alcanzábamos a entender, era la primera Navidad sin nuestros hijos, la primera de todas las Navidades que pasaríamos sin ellos. Alguien tomó una botella de sidra, una copa y dijo: «Vamos al Santuario». Salimos callados, en fila, como en una procesión, arrastrando los pies que parecían de plomo, el llanto ahogado, la bronca y la tristeza. Cien metros nos separaban del Santuario. ¿Te acordás? Fuimos llegando de a uno, creo que no íbamos parando frente a la foto de nuestros respectivos hijos, tratando de encontrar una explicación a tanto sufrimiento. Yo me paré acá, en este lugar, al lado mío se puso «el Croto», fue la primera vez que lo escuché quejarse. La sonrisa se le hizo una mueca de dolor, me puso la mano en el hombro y se preguntó en voz alta: «¿Qué carajo hice yo de malo para merecer este castigo?». Había perdido a su hijo, a su único hijo. Me acuerdo como si fuera hoy. Vos estabas en un costado, te acercaste despacito, pusiste una mano en el hombro de cada uno y nos apretaste contra CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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SONÓ UNA SIRENA, ERAN LAS DOCE DEL

24 DE DICIEMBRE DE 2005. NADIE LEVANTÓ LA

COPA, NO HUBO BRINDIS. SOLO SE ESCUCHABAN

LOS SOLLOZOS QUE ROMPÍAN EL SILENCIO

HÚMEDO POR LAS LÁGRIMAS. NO ALCANZÁBAMOS A ENTENDER, ERA LA PRIMERA NAVIDAD SIN

NUESTROS HIJOS, LA PRIMERA DE TODAS LAS NAVIDADES QUE PASARÍAMOS SIN ELLOS.

ALGUIEN TOMÓ UNA BOTELLA DE SIDRA,

UNA COPA Y DIJO: «VAMOS AL SANTUARIO».

vos y casi en un susurro exclamaste: «¡Qué hijos de puta, lo que nos hicieron! ¡Estos hijos de puta la van a pagar!» Y nos abrazaste fuerte. En ese momento, me di cuenta de que estabas ahí, al lado nuestro como desde el primer día, y yo no sabía ni cómo te llamabas. Te decíamos «Conde». Solo sabía que eras amigo de «el Turco» y que eras hincha de Huracán. ¿Te acordás de esa Navidad?, le pregunto. Me mira con los ojos llenos de lágrimas, como en aquella fiesta sin brindis de 2005, y me dice: «Yo soy así, estoy con ustedes como en aquella Navidad y como estaré en todas las Navidades sin brindis que nos queden por vivir». Y si, acá estamos, con «el Conde», en el Santuario, como todos los 30 de cada mes después de la marcha, acordándonos de los que hoy ya no están: Huguito, Mirta, Mario, Carmen, Horacio –o como le decíamos nosotros, «el Croto»). Lo miro, y me vuelvo a preguntar: «¿Cuánto sé de él?» Lo mismo que sabía en el 2005, 170

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

solo que ahora sé cómo se llama, que está siempre en las marchas y camina al lado nuestro, que siempre lleva una foto de alguno de los chicos colgada en su pecho, que es un soltero empedernido y un porteño de pura cepa y que ya hace casi 7 años que, para el día del padre o de la madre, nos hace llegar un mensaje de texto que nos da aliento para seguir adelante, siempre formando parte de este grupo de locos que marcha todos los 30 de cada mes reclamando justicia para los chicos de «Cromañón». Gracias, «Conde», por estar, por acompañarnos, por tus mensajes para los cumpleaños, para el día del padre y para cualquier otra cosa que se te ocurra. Sos un gran tipo, aunque yo casi no sepa ni quién sos. Y, en este «gracias» que te doy a vos, le doy las gracias a todos los que, sin haber perdido a nadie en Cromañón, nos han acompañado en una y otra marcha, en una y otra manifestación en contra de los responsables; los que nos han brindado su apoyo y nos han prestado el hombro para que apoyemos nuestras cabezas sacudidas por el llanto; los que nos han dado fuerzas para seguir adelante. A todos los anónimos que no nos dejaron solos: ¡gracias!


QUERIDOS LECTORES Antes de concluir la edición de este libro, ocurrió un hecho que nos

conmovió a todos y que tiene que ver, nuevamente, con la muerte evitable. El 22 de febrero de 2012, la Ciudad y el país volvieron a estar de

luto por la tragedia del ferrocarril Sarmiento, en la estación de Once, a

una cuadra del Santuario de Cromañón.

Ante la repetición de situaciones que atentan contra la vida y que, en la

mayoría de los casos, tienen el mismo origen (corrupción, ambición

desmedida, etc.), sostenemos que es tarea de todos nosotros exigir que

se cumplan las normativas vigentes y fomentar el ejercicio de la memoria colectiva en cada uno de los ámbitos en donde nos desempeñemos o nos encontremos.

Desde nuestro humilde lugar, queremos compartir con ustedes lo que

aprendimos: que la memoria se construye entre todos; marchando; editando un libro; pintando murales; dando charlas y conferencias en di-

ferentes contextos; y, por sobre todas las cosas, defendiendo, como lo venimos haciendo hace más de 7 años, la permanencia del Santuario

erigido en forma espontánea por la sociedad, que sufría, y en memoria de los chicos de Cromañón, ubicado sobre la calle Bartolomé Mitre,

entre Jean Jaures y Ecuador.

El Santuario es el mayor testigo de lo que allí sucedió, y le cabe el des-

tino de perpetuar en la memoria de todos los argentinos, no solo por lo

que allí sucedió, sino además por las causas y las consecuencias de

ello, para que, cuando logremos internalizarlas, podamos generar con-

ciencia y, algún día, todos gritemos: «¡¡CROMAÑóN NuNCA MÁS!!»

CROMAÑÓN NUNCA MÁS

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Primera edición: marzo de 2012 2.000 ejemplares

Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2011 Av. de Mayo 525, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Impreso en Argentina en Imprenta Mimeográfica Lavalle 2007 1º B, CABA.




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