Ojosnegros

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ojos negros

un relato de

Ricard MĂ gar


ojos negros

Ricard Màgar

Estimado lector:

Ojos negros, junto a otros cinco relatos que he escrito últimamente, formará parte de la primera entrega de la obra De canciones de cuna a réquiem, recopilación de relatos que publicaré en electrónico durante el mes de julio de 2013. Mi intención es ir publicando una nueva entrega cada año, siempre en electrónico, hasta completar la obra con veintidós relatos, momento en que se realizará la edición final en papel. Debido a que no voy a poner protección anti-copia en ninguno de mis trabajos, en caso de que este u otro relato llegue a tu dispositivo electrónico, ruego que hagas la máxima difusión y me contactes en Twitter (@ricardmagar) para seguirme y expresar tu más sincera opinión al respecto. Sin más motivo que agradecer de antemano la atención a las líneas que vendrán a continuación, aprovecho la ocasión para saludarte muy cordialmente.

Ricard Màgar, junio de 2013.

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ojos negros

Ricard Màgar

ojos negros

—No me lo puedo creer… —susurró Meryl. Boquiabierta, parecía que su semblante se había petrificado tras escuchar el nuevo relato de Daniel, un joven escritor forastero que había conocido días antes en una vieja librería de la ciudad. A solas con ella, el autor dibujó una enigmática sonrisa tras su dramática narración. En aquella noche tempestuosa, estaba a punto de hacer realidad un imperante deseo que había ido creciendo desde el momento en que la vio ojeando, delante suyo, un raro ejemplar de los Cuentos de Edgar Allan Poe. Bastante apartada del núcleo urbano, Meryl vivía de alquiler en una pequeña casa de madera junto a un frondoso bosque y un lago, lugar que consideró ideal para inspirar su creación artística. Desde su primer día allí, empezó a decorar desordenadamente las paredes de la estancia principal con los cuadros que ella misma pintaba. Paisajes luminosos, trazos cortos de óleo sobre lienzos, colorido vibrante, fondos opacos, reflejos de luz natural… La pintora impresionista era la abanderada de un nuevo movimiento de cotizados artistas que exponían sus obras en las más selectas galerías de arte del mundo. —Pero la historia que voy a contarte ahora es más aterradora que cualquiera de mis relatos… —dijo Daniel con su seductora y engolada voz. Meryl aún permanecía con la expresión de horror marcada en el rostro. ‐2‐


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Ricard Màgar

—Dicen que se han dado casos, y siempre en extrañas circunstancias, de niños que aparecen necesitando ayuda… Exigen entrar en casa para hacer una llamada, acceder a un coche para ser acompañados a algún sitio. Siempre necesitan algún tipo de auxilio de sus víctimas… —¡No, por favor!… ¡no sigas! —Sí… —murmuró Daniel, dando lugar a un breve silencio. El escritor dominaba la situación por completo. Con la incesante lluvia y a merced del viento, algunos ramajes hacían chirriar el vidrio de la ventana que daba al bosque. Parecía como si un destartalado y viejo violín articulara sus notas más agudas desde el exterior. Daniel prosiguió con su narración. —Estos niños aparecen de la nada, de manera inexplicable, casi siempre en parejas… Se cuenta que un aura sobrenatural y maléfica les envuelve. Estremecida por un fuerte escalofrío, Meryl se arropó con una manta que siempre tenía en el reposabrazos del sofá. —Se dice que, nada más aparecer, el miedo se apodera por completo de sus víctimas, paralizadas ante el aparente peligro que les supone encontrarse en esa situación. —¿Peligro? —Sí… Con un nuevo silencio, mientras las paredes de la casa crujían como los árboles del bosque cercano, la lluvia se dejaba oír al repicar insistentemente en el tejado de madera. —Parece ser que, si accedes a lo que los niños te piden, nunca vuelves a ser el mismo… —prosiguió Daniel, deleitándose con cada una de las palabras que acababa de pronunciar—. Y… ¿puedes imaginarte por qué, Meryl? ‐3‐


ojos negros

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La pintora no fue capaz de mediar palabra ante aquella pregunta con semilla de respuesta. —¡Porque tienen los ojos completamente negros!… —gritó el escritor—. Una vez que entras en contacto visual con ellos, y te das cuenta de que sus pupilas, iris e incluso la esclerótica son completamente negros, utilizan sus habilidades mentales para persuadirte hipnóticamente a hacer lo que ellos desean… Esa mirada negra, vacía, casi muerta, te perseguirá para siempre… El extraño entusiasmo de Daniel al relatar la historia contrastaba con el horror que estaba padeciendo Meryl en aquel preciso instante. La pintora no podía disimular la incomodidad que le había producido escuchar tantas historias tétricas durante la noche. —Pero… ¿será una leyenda urbana, no? —Eso es lo mejor de todo, Meryl. Es completamente verídico… El primer caso del que se tiene referencia se produjo en 1998, cuando un periodista que se encontraba en el aparcamiento de un centro comercial fue testigo directo de la aparición de este tipo de criaturas. Por suerte para él, no accedió a dejarlos entrar en su coche. En cuanto emprendió la huida del aparcamiento, los niños desaparecieron. Desde entonces, se han descrito encuentros similares en multitud de sitios de todo el mundo con el mismo denominador común… Niños de ojos completamente negros pidiendo ayuda. —No me lo puedo creer… ¿Y qué se sabe de esos niños? —Se cree que pueden ser entidades diabólicas, a buen seguro vampiros, por la imposibilidad que tienen de acceder por sí mismos en propiedades ajenas. Necesitan ser invitados, como en las antiguas leyendas vampíricas centroeuropeas. —Daniel… Creo que ya se ha hecho demasiado tarde —interrumpió Meryl mientras se levantaba del sofá. —¿Quieres que me quede? —pronunció el escritor con total precipitación. ‐4‐


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—¿Cómo dices? Se miraron fijamente durante unos instantes hasta que Meryl se apartó indicando el camino hacia la puerta. —Creo que es mejor que te vayas… Esta noche no es buena idea que te quedes. Cabizbajo, y como si alguna extraña obsesión le estuviera rondando por la cabeza, Daniel empezó a arrastrar los pies sobre el piso de madera en dirección hacia la puerta. —¿Y si alguien llama en mitad de la noche? —preguntó el escritor sin levantar la mirada del suelo. —No abriría por nada del mundo… La pintora volvió a arroparse con la manta que aún llevaba sobre los hombros mientras parecía que el temporal iba en aumento en el exterior. —¿Y si alguien necesita tu ayuda? —insistió Daniel, detenido justo delante de la puerta de espaldas a Meryl. —¿Niños de ojos negros?... Tú mismo has dicho que estoy a salvo si no les dejo entrar, ¿no? —¿Y si ya les has dejado entrar?—gritó Daniel girándose hacia Meryl. Paralizada, como si hubiera visto aparecer al mismo demonio delante suyo, su expresión desencajada fue el preludio del grito más afónico y espeluznante que nadie pudo oír en la distancia…

Meses más tarde…

—¡Es aquí! ‐5‐


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Delante de la casa de madera junto al bosque y el lago, una pareja de recién casados estaban a punto de acceder a la parcela con un juego de llaves en la mano. Ya habían pasado algunos meses que no se sabía nada de la anterior inquilina, una famosa pintora que desapareció sin pagar el alquiler. Tras quedarse con la fianza, la agencia inmobiliaria puso aquella bucólica casa de nuevo en el mercado, pero nadie se había interesado desde entonces… —¡Por Dios!… —pronunció asombrada la joven esposa, justo en el momento en que accedió al salón principal, casi a oscuras por un denso cortinaje que no dejaba apenas pasar la luz del exterior. Ante ella, decenas de cuadros mal colgados servían de funesta y desordenada decoración en la estancia. Todos y cada uno de los lienzos habían sido mutilados, despedazados en algún detalle, grotescamente repintados... —Esto sólo puede ser obra de un auténtico genio de la pintura—comentó fascinado el marido tras acceder al salón y contemplar aquella impresionante imagen. Su esposa continuó recorriendo la pequeña casa a solas, mientras se hacía una idea objetiva de la vivienda que tenían intención de alquilar. En uno de los lienzos de la estancia principal, lo que parecía haber sido una bella estampa de campo, llena de luz y colorido, ahora se representaba una escena barroca muy propia del tenebrista Caravaggio. Entre los rostros dibujados que fijaban su mirada hacia el exterior del cuadro destacaba uno en especial. Lentamente, el joven visitante se acercó como atraído magnéticamente por aquella mirada oscura, vacía, casi muerta… Un alarido cortó el aire denso desde una de las habitaciones al otro lado de la casa. Mientras el joven corría en busca de su mujer, tropezando con algunos enseres y golpeando con violencia el piso de madera a cada zancada que daba, ella seguía gritando sin parar… Ante él, al acceder a la habitación en la que su esposa estaba casi paralizada con ambas ‐6‐


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manos en la cabeza, cientos de grabados tapizaban las paredes y el techo de la pequeña estancia. Se quedó atónito, siendo incapaz de articular palabra alguna. Como si se tratara del más profundo claroscuro, cuartillas con rostros deformados y expresiones imposibles parecían suplicar a quien los observara. Pendidas de clavos oxidados, mal colocadas unas encima de otras, las ilustraciones dibujadas con carboncillo tenían un detalle en común… Todos los rostros martirizados tenían los ojos completamente negros, vacíos, sin vida. Cada una de aquellas miradas se clavaban en lo más profundo del alma de quien accediera a mirarlas fijamente…

La pareja de recién casados no acabó alquilando la casa. Sólo se sabe que se separaron a los pocos días de haber realizado aquella visita y que, como Meryl, han desaparecido.

Existe un novelista, best-seller escribiendo relatos y novelas de terror, que a veces utiliza el nombre de Daniel al presentarse.

A día de hoy, la pequeña casa de madera al lado del bosque y el lago continúa en alquiler. Nadie se ha hecho cargo de los lienzos y grabados que aún cuelgan a oscuras en aquellas paredes. Quién sabe si en alguna galería de arte, el día menos esperado, encontraremos una de esas obras mirándonos fijamente con los ojos completamente negros, vacíos, faltos de vida… Quién sabe si desde entonces, ya no volveremos a ser los mismos.

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