La princesa de Macao. Gregorio León. Algaida

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ARCHIVO DEL AUTOR

Gregorio León nació en Murcia un día muy caluroso de 1971. Se gana la vida desde hace más de veinte años como periodista de Onda Regional, la emisora autonómica de Murcia. También ha hecho televisión. Tiene cinco novelas publicadas: Murciélagos en un burdel (Premio Ciudad de Badajoz), El pensamiento de los ahorcados (Premio Diputación de Córdoba), Balada de Perros Muertos (Premio Valencia de novela), El último secreto de Frida K. (Premio Alarcos Llorach) y La emperatriz de jade. Igualmente ha recibido el Premio Alfonso Grosso de relatos y el Miguel de Unamuno, entre otros. Su obra ha sido traducida al francés. @GregorioLeonOR

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En el amor lo único sensato es la locura. Ese es el lema de Diana, la protagonista de este thriller sentimental fabricado de dolor, exotismo y pasiones imposibles. Un homenaje a las historias de siempre, aquellas fáciles de leer y difíciles de olvidar.

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Diana le robaba el libro de recetas a su madre cuando era niña. Ahora trabaja en Las Delicias, la confitería más conocida de Alicante. Unas cartas de amor la llevarán a la otra parte del mundo, a Macao, en los años 40 del siglo pasado, cuando todas las aventuras eran posibles. Su novio Ramiro, encerrado en un campo de concentración que no necesita alambradas, porque está rodeado de desierto, en pleno corazón de África, es quien empuja equivocadamente a Diana a los brazos de otro hombre. Se llama Bruno Oliveira, y le enseñará todos los secretos de una ciudad que mezcla Asia y Europa: Macao, colonia portuguesa que se ha convertido en la Casablanca de Oriente. Espías, traficantes, piratas, vividores y estrellas del cine coinciden en los casinos, mientras sampanes entran y salen del puerto de la ciudad con mercancías ilegales. En el amor lo único sensato es la locura. Ese es el lema de Diana, la protagonista de este thriller sentimental fabricado de dolor, exotismo y pasiones imposibles. Un homenaje a las historias de siempre, aquellas fáciles de leer y difíciles de olvidar.

Gregorio León LA PRINCESA DE MACAO ALGAIDA NARRATIVA 15,40 x 23,00 cm 400 páginas | Rústica 978-84-9067-895-4 2961251

€ 20,00

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ENTREVISTA ¿Por qué arrancas la novela en Alicante, justo en 1939? Alicante guarda muchas historias alrededor de la guerra. Es la ciudad que se convierte en esperanza de los últimos republicanos. El viaje del Stanbrook es conocido, con el papel heroico del capitán del barco, Archibald Dickson. Pero hay otros episodios que han sido olvidados. Los dos protagonistas de esta novela, Diana y Ramiro, se conocen en un bombardeo. Alicante tuvo su propio Guernica. Fue el 25 de mayo de 1938. Los aviones Savoia italianos, que habían salido de Mallorca, lanzaron noventa bombas, causando un número de víctimas tremendo: 311 (la mayoría mujeres y niños), según datos oficiales. Las sirenas empezaron a sonar cuando las bombas ya estaban cayendo. No dio tiempo a buscar los refugios. El mercado estaba a tope, porque había entrado mucha sardina, fundamental en aquellos tiempos de hambre. Estas cifras superan la tragedia de Guernica. Y fue el bombardeo que más víctimas mortales produjo en toda la guerra civil.

A la confitería de Diana acuden italianos poco después de la victoria de los rebeldes nacionales. ¿Es verdad que tuvieron presencia en Alicante? Sí, así fue. Las divisiones del general Gambara son las que se quedan en la ciudad. Llama la atención que el primer periódico que se editó en el Alicante nacional fue Il Littorio, redactado en italiano, impreso en los antiguos talleres del diario comunista Nuestra bandera. Un hecho poco conocido fue que los italianos dragaron el puerto, recuperando joyas que arrojaron al mar los republicanos que quedaron ahí concentrados, esperando los barcos que no llegaron (salvo el Stanbrook). Los soldados de la División Littorio instalaron su campamento a las afueras, junto a San Juan, alojándose en pensiones y casas particulares, y echándose novias. Surgieron romances fugaces. El hijo de uno de esos italianos me dejó ver las cartas de amor que, ya en Italia, su padre le escribió a aquella alicantina de la que se había enamorado.

El buque Stanbrook, capitaneado por Archibald Dickson.

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Ramiro acaba en mitad del desierto, encerrado en un campo de concentración. ¿Qué base real tiene ese personaje? Toda. Sin duda, el campo disciplinario más siniestro fue el de Hadjerad M’Guil, en Argelia, donde queda recluido Ramiro. Lo llamaban “El valle de la muerte”. Las condiciones eran extremas. Estaba dirigido por un corso fascista al que llamaban Bocanegra, cuya consigna era: “¡Nadie saldrá vivo de aquí!”. El catálogo de torturas es casi interminable. Podían ser obligados a permanecer en el tumbeau, una fosa a modo de tumba que el reo debía cavar, tumbado, soportando temperaturas de hasta cincuenta grados por el día y bajo cero por la noche. Hay que tener en cuenta que estas compañías de trabajo estaban constituidas, en muchos casos, por intelectuales y hombres de profesiones liberales, poco acostumbrados a trabajos que requerían un esfuerzo físico extraordinario. Trabajo de pico y pala, vigilado por

militar de Argel juzgó y condenó a los responsables de Hadjerat a cuatro sentencias de muerte. ¿Has llegado a conocer a algún superviviente de aquellos días trágicos? Conocí a uno de esos españoles que tuvo que escapar, Cayetano Zaplana, uno de los organizadores de la CNT en la zona. Investigando, me di cuenta de que vivía muy cerca de donde yo nací, en el Pilar de la Horadada. Así que cogí el coche y me planté en su casa, grabadora en mano. Aunque era renuente a entrevistas (“yo no soy un héroe”), accedió a hablar conmigo, contándome mil anécdotas. Me llamó la atención, aparte de su lucidez, el orden perfecto de su biblioteca, que me enseñó con orgullo. Prometí hacerle una visita en un par de meses. Pero cuando volví, ya no pude hablar con él. El desierto no lo derrotó, pero sí un ictus. Tenía 97 años. Esta novela también sirve de homenaje a hombres, como él, que vencieron a todas las dificultades, le ganaron la partida a la muerte en los tiempos más oscuros. ¿Qué era exactamente el Transahariano, que es la obra en la que se ve obligado a trabajar Ramiro? Era un proyecto que Francia quiso desarrollar en la Gran Guerra, y que recupera el gobierno de Pétain para la segunda Guerra Mundial, con el nombre de “Mediterráneo-Níger”. El objetivo: construir 3.000 kilómetros de vías férreas, a través del desierto del Sáhara, de tal manera que el ferrocarril uniría el puerto de Argel con el Mediterráneo con el de Dakar, en el Atlántico. O sea, cruzar el Sáhara de Norte a Sur. Así, la Francia colonial podría mover todo el material que salía de las minas, como manganeso o carbón. El problema que tenía Vichy era la mano de obra, y encontró la solución con los

Cartel de propaganda de Stalin en Alicante.

destacamentos coloniales de goumiers, o sea, de tropas de montañeses marroquíes. Un esfuerzo, en ocasiones, inútil, porque se esmeraban todo el día levantando estructuras de tierra por donde luego pasarían los raíles del tren, y luego una tormenta de arena podía destruirlo todo, y al día siguiente tenían que empezar de nuevo. Era un suplicio interminable. Las torturas podían ser físicas, con palizas, y más refinadas, como echarle puñados de sal a la sopa que le servían para comer. En ese campo murieron torturados once internos, de los que cinco eran españoles. Una vez liberado, un tribunal

Gregorio con Cayetano Zaplana, en cuya figura se inspira el personaje de la novela.

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Obreros construyendo el ferrocarril Transahariano francés.

miles de refugiados que llegaban a África, a los que alistaban en compañías de trabajo. Los informes de Cruz Roja Internacional en Marruecos hablan de 14 campos y 4.000 internados, la mayoría, republicanos españoles, a los que pagaban sueldos ínfimos, que iban de 0,50 a 2 francos diarios. Diana, que es junto a Ramiro la gran protagonista de la novela, acaba en Macao. ¿Por qué te la llevas exactamente a esa ciudad? Macao era una colonia portuguesa. La ciudad fundía dos culturas, la europea y la asiática, con carteles escritos con dos grafías, la portuguesa y la china. Eso, para empezar, me ofrecía un elemento exótico. Pero Macao me abría otra perspectiva aún más interesante: Portugal permaneció neutral en la Segunda Guerra Mundial, pese a las presiones de los aliados y de Alemania. El dictador Salazar lo definió con una frase muy clara: “Portugal es como un gato que se pasea sobre una mesa llena de vasos, los roza a todos, sin tirar ninguno”. Los japoneses fueron poco a poco ocupando territorios de China. Cayó Hong Kong, y el único reducto, el único refugio para miles de ciudadanos, fue Macao, que se convirtió en una especie de Casablanca de Oriente. Con espías, traficantes, prostitutas… La población de la ciudad se multiplicó por dos. Y vivía con la permanente amenaza de que Macao iba a ser invadida por los japoneses de un momento a otro. Las condiciones de supervivencia eran extremas. Hay documentados episodios de canibalismo. Se desató una epidemia de cólera. Fueron sacrificados perros para alimentar a la población. Y en medio de todo ese caso, Macao optó por ser solidaria. Ofrecer amparo frente a la muerte.

¿Qué pervive hoy de aquel Macao? Sin duda, el juego. Muchos taxistas de los famosos rikshaw (medio de transporte que se mueve con fuerza humana, y que tantas veces hemos visto en las películas), se podían jugar a la noche el sueldo de todo un día de duro trabajo, apostando si la matrícula del próximo coche que apareciera por la calle acababa en número par o impar. Y los casinos estaban en pleno apogeo, como el que regenta Bruno Oliveira. A los suicidas, a aquellos que se quitaban la vida por quedarse ya sin ninguna esperanza, completamente arruinados por culpa del juego, se les metía dinero en los bolsillos para que nunca se pudiera vincular muerte y juego. La policía no debía unir una cosa y otra. ¿Aparte del juego, que otros negocios florecían en Macao? El tráfico de cualquier mercancía. Los piratas controlaban la entrada de mercancías legales, y sobre todo, ilegales del puerto de Macao. Los cargamentos de opio

Fachada de mercado en Macao.

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no dejaron de entrar en la ciudad, que vivía con la amenaza permanente de ser invadida por los japoneses, que manejaron varias fórmulas para reducir los focos de resistencia. Una de las ideas que barajaron fue lanzar ratas desde el aire, sembrar de ratas Macao, para que propagaran enfermedades. Es curioso, pero en una de esas incursiones aéreas, lanzaron ratas en el lugar equivocado, y 1.600 soldados japoneses murieron infectados. Modalidades de guerra biológica para que la peste bubónica o el cólera, convertidas en epidemia, fueran diezmando a la resistencia. ¿Quiénes fueron más crueles, los nazis o los japoneses? La novela aporta una visión novedosa sobre el desarrollo de la guerra en Oriente. Son muy conocidas las atrocidades cometidas por los nazis, pero se ha hablado mucho menos de la crueldad sin límites de los japoneses: ensartar bayonetas en mujeres embarazadas, hijos forzados a violar a sus madres, concursos para ver quién era el primero en cortar con una catana 100 cabezas… Y no olvidemos que los japoneses se inspiraron claramente en la Gestapo para crear su propia policía secreta: el Kempeitai. En La princesa de Macao, su líder en Macao es Tanaka, que mantiene una extraña relación de conveniencia con Bruno Oliveira. El poder de la ficción es otro de los asuntos que aborda La princesa de Macao ¿no? Quería que la novela rindiera homenaje a los libros maravillosos que crean en nuestra mente mundos ilusorios y que sin embargo, nos parecen tan verdaderos. Si Diana acaba en Macao, es por culpa de unas cartas que le escribe su novio Ramiro. Le miente para que no sufra. En vez de confesarle que se pasa el día acarrando raíles en mi-

tad del desierto, prefiere contarle que está trabajando de médico para una pareja de actores, en Macao. Un Macao idílico que nada tiene que ver con el real. Se puede pensar que Ramiro la está engañando, pero luego te paras a pensar y te dices: ¿Quién no escribiría unas cartas así para evitar que su novia sufriera? ¿Qué es mejor, decir la verdad y añadir dolor, o atenuarlo? La paradoja de la novela es que Ramiro, buscando el fin noble y comprensible de que su chica no sufra, la acaba mandando a los brazos de otro hombre. En el amor todos los viajes y todas las aventuras son posibles, es una fuerza tan poderosa que es capaz de competir con la ficción, que crea mentiras tan perfectas que nos parecen reales, pero que no dejan de ser mentiras. De ahí que una de las frases que repite Diana es que “en el amor lo único sensato es la locura”. La ficción siempre tiene ese punto loco. Lo contrario sería como leer artículos del Código Civil. ¿Cómo has acomodado estructura y lenguaje? Siempre acometo el oficio de la escritura con un componente lúdico. Cuando escribo, vuelvo a ser niño. Como cuando me daban un mazacote de plastilina y plena libertad para crear con mis manos lo que quisiera. Por eso me gusta dar saltos temporales, que el lector sienta el calor y la sed del Sáhara en un capítulo y pasearlo por un casino lujoso de Macao en el siguiente, jugar con las cartas que le escribe Ramiro a su novia como otro elemento de ficción, como una historia paralela, insertar textos periodísticos o desarrollar el monólogo de un personaje bajo los efectos del opio... Y al mismo tiempo que le propongo al lector un juego y se lo pongo un poco difícil con la estructura, luego se lo pongo fácil con el lenguaje. Huyo de la prosa artificiosa, narcisista. Antes buscaba la palabra bella; ahora busco la palabra justa.

Puerto de Macao.

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