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Cuento de la “ ÀÞ”

Habían pasado unos días desde su aventura en la nube azul. Era de noche y Emilio miraba las estrellas del cielo tumbado en la hierba, al lado del estanque. Pata, Pato, Ana, Óscar, Úrsula e Inma estaban junto a él. Jugaban a encontrar formas, como lo hacemos cuando unimos puntos en un cuaderno de dibujar. Era muy entretenido.

–Veeeeeeo, veeeeeeo… ¡una escalera!, ¡y un escorpión! –señaló Emilio.

–Pueeeeees, yo veeeeeo… ¡un elefante! –dijo Inma apuntando a las estrellas con el dedo.

–A veeeeer… ¡Eh! ¡Mirad! ¡Eso es un esqueleto! ¡Qué miedo! –dijo Ana.

Emilio se asustó y a sus amigos les dio la risa y se echaron a rodar por la hierba.

–¡Eeeeeeh! ¡Cuidado! ¡Que me espachurráis! –gritó una vocecilla.

Era Elmo, el pequeño erizo, que salía de entre la plantas de la letra “e”.

–Perdón –se disculpó Emilio–. Pero ten cuidado tú, no nos pinches con tus espinas.

–¡No son espinas, son púas! Y, tranquilo, que tengo mucho cuidadito –dijo Elmo.

–Échate aquí a nuestro lado para mirar al cielo, Elmo –lo invitó Ana.

Al darse cuenta del miedo que le tenían, el escorpión dijo con mucha amabilidad:

–No os asustéis, ¡no voy a picaros! Soy Eladio, un escorpión escritor. Mi aguijón no es para picar, me sirve para escribir. Lo mojo en zumo de letras y escribo hermosas historias. ¿Queréis que os cuente alguna?

–¡Síiiiiiii! ¡Qué bieeeeeeen! –exclamaron todos los amigos a la vez.

Y como la noche era preciosa, decidieron hacer una acampada para poder escuchar a gusto las historias de Eladio. Cuando se hizo muy tarde se echaron a dormir bajo el cielo estrellado, en compañía de sus nuevos amigos Elmo, Eloy y Eladio.

Aurelio y Julieta fueron a darles las buenas noches y, con mucho cariño, les taparon con un enorme edredón porque, ¿sabéis?, en el Jardín, por las noches, siempre refresca.

¡Pues era un ogro! Un ogro de grandes ojos oscuros y orejas picudas, con un oso obediente, muy quietecito, a su lado. Los dos se habían sentado sobre las flores de la letra “o”, que estaban todas rotas y mordidas. El ogro no dejaba de gruñir y quejarse:

–¡Oh, qué doloooooor! ¡Oh, qué doloooooor!

–¡Ooooooooh! –susurraron las ocas muy asustadas.

–¡Ogro!, ¡oso!, ¡lo habéis roto todo! ¡No os comáis las oes del Jardín! –gritó Óscar.

Al oír los gritos, sus amigos se despertaron y fueron corriendo hasta el lugar.

–¡Ojo, Óscar! ¡Cuidado! No hagas que se enfade el ogro –le dijo Inma.

El ogro, sorprendido, soltó la “o” que tenía en la mano y, bajito para no asustarles, dijo:

–¡No, no, no, no! ¡Tranquilos! Yo soy un ogro bueno. Me llamo Odín. Mi amigo el oso Opi y yo acabamos de mudarnos a la casa que hay en el olivar. Como no teníamos nada para el desayuno, hemos pensado que podríamos comer unos cuantos roscos de estos. Pero debían de estar pochos, porque ahora nos duele mucho la barriga.

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