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Cuento de la “ ”

Como recordaréis, Pata, Pato y los niños y niñas del Jardín ayudaron a Queca, la maquinista, y a Quique, el quiosquero, a descargar el tren de mercancías que había llegado al Jardín. ¿Os acordáis de lo que había en los vagones? Uno estaba lleno de cosas para el quiosco, otro de barquillos y otro de quesos, ¿verdad? Bueno, pues había un vagón más, el último, pintado de azul con una parte rojiza. Nuestros amigos se sorprendieron mucho al ver lo que llevaba dentro, ¿adivináis qué? ¡Calzado! Calzado de todo tipo: zapatos, zapatillas, zuecos… de todas las formas, tallas y colores posibles.

–¡Atiza! –exclamó Pata asombrada–. ¿Por qué has traído tantos zapatos Queca?

–¡Yo no tenía ni idea de que llevaba un vagón de zapatos! –respondió la maquinista.

De entre las zarzas y la maleza que había en una zona cercana donde ellos estaban, salió un zorro de nariz afilada que, ladeando un poco la cabeza con timidez, dijo: –Yo sí sé por qué hay tantos zapatos en el tren.

Encontraron al jardinero en un huertecito con cerezos y manzanos donde crecían calabazas, calabacines, zanahorias y cebollas. Estaba haciendo una zanja y, como es zurdo, llevaba una azada en la mano izquierda. Pata y Pato le presentaron a Zoilo y le explicaron todo. Cuando terminaron de hablar, Aurelio cogió una calabaza y dijo: –Creo que tengo la solución. Traed una taza de zumo de manzana y una cazuela. Aurelio cogió diez flores de la “z”, las desmenuzó, las echó en la cazuela con el zumo de manzana y lo mezcló todo. Luego regó la calabaza con la mezcla mientras recitaba: “zumba, zumba, danza, danza, calabaza, calabaza”. La calabaza empezó a dar vueltas como una peonza hasta que, ¡ZAS!, se convirtió en una carroza. Zoilo estaba muy contento. Era un zorro muy fuerte y sabía que podría tirar de la carroza llena de zapatos hasta Zulandia. Pero, para que tuviera energía, antes de que se marchara, le ofrecieron un banquetazo a base de pizza, bizcocho y zarzamoras.

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Estuvieron aproximadamente una hora excavando y en ese rato encontraron un montón de piedras bonitas y otras cosas muy chulas, como semillas y conchas de caracol vacías. Pero lo más extraño lo encontró Pato tirado en una explanada en la que crecían las flores de la letra “x”: era un palo largo terminado en una bolita negra. –¡Qué guay! Parece una varita mágica –dijo Pato recogiendo el palito del suelo.

Nada más agarrar la varita, la bola que tenía en el extremo empezó a brillar y oyeron un ruido muy fuerte, como la explosión de un trueno en una tormenta. Se asustaron tanto que cerraron los ojos y, cuando los abrieron vieron…, ¡madre mía!, ¡una nave espacial!

La puerta de la nave se abrió haciendo xxxxxxxxxx, y de ella salieron dos extraterrestres muy expresivos. Sin dejar de sonreír, los extraterrestres dijeron:

–Hola, terrícolas, somos Xana y Xano, del planeta X. Hemos venido en este taxi espacial para recoger una cosa que habíamos perdido y que vosotros habéis encontrado.

¿Qué sería?

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