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Cuento de la “ »y”

Óscar, Inma, Emilio, Úrsula y Ana estaban disfrutando de la música que tocaba Viola, la pequeña violeta. También estaban allí Julieta, Aurelio, Pato y Pata, que se habían unido a ellos después de desayunar. La melodía era tan bonita y el viento la llevaba tan lejos que empezaron a llegar al Jardín muchos visitantes preguntando quién era la gran violinista. El primero en ir fue un rey llamado Yolo. Apareció montado en una preciosa yegua blanca que se llamaba Yiyi y que era veloz como un rayo. Yolo oyó la música cuando iba de camino al palacio de su hermano mayor que estaba en la playa.

–¡Ay, Viola, qué música tan bonita! –dijo–. Voy al cumpleaños de mi hermano mayor. Si te vienes conmigo para actuar allí, te daré todas las joyas que me pidas.

–Gracias, rey Yolo, pero no quiero joyas, yo solo quiero seguir en este Jardín, tocando para mis amigos –respondió la violeta. El rey lo entendió perfectamente y ya se marchaba cuando, de repente, aparecieron dos animales muy extraños. Uno era como un gran toro al que le hubieran puesto un abrigo peludo y el otro parecía un cocodrilo.

–¡Ay, ay, ay, ay, ay! ¡Que alguien me ayude! ¡Que me pongan una inyección! ¡Que me escayolen! –se quejaba Yimbo, que era un exagerado.

–Ay, amigo, ¡qué quejica eres! Seguro que no hace falta nada de eso –le dijo Yula.

Tenía razón. Julieta, que sabía muchos remedios, arrancó una “y” griega que crecía en el Jardín, la cortó, la mezcló con yogur y yema de huevo y se la untó a Yimbo en el pie. En un pispás, Yimbo notó que ya no le dolía. –¡Aleluya! –gritaron todos los payasos. Cuando concluyó el concierto, el rey Yolo invitó a Yayo, el yak, Yiyo, el yacaré, y los payasos Yopi, Yoco, Yula y Yimbo a que se fueran a la playa con él y con la yegua Yiyi para celebrar la fiesta de cumpleaños de su hermano mayor, y a todos les pareció muy bien.

–¡Yupi! –exclamaron y, después de darles las gracias a nuestros amigos por su hospitalidad, se fueron con el rey, sin dejar de bailar y de jugar con los yoyós.

algaida editores S.A. Nuevo jardín de las letras

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Era un fantasmita pequeño que llevaba puesta una bufanda de franela color fucsia. Al principio, nuestros amigos se llevaron un buen susto y gritaron: “¡fuera fantasma!”. Sin parar de sonreír, con mucha dulzura para no asustarles más, el fantasmita dijo:

–Creí que os faltaba un futbolista, por eso he venido. Me llamo Felipe, soy un fantasma muy futbolero y dicen que también soy un fabuloso jugador.

Para demostrar sus habilidades, Felipe hizo algunas piruetas con el balón.

–¡Fenómeno! ¡Podrías ser un futbolista famoso! –dijo Pato mientras todos aplaudían.

Nuestros amigos le pidieron perdón a Felipe por haberse asustado y le dejaron jugar con ellos. ¡Al fin eran cuatro contra cuatro! Se pusieron a jugar y lo estaban pasando de fábula cuando, de pronto, el balón salió disparado por encima de la portería, fue a dar a un cactus, se pinchó y se desinfló del todo. ¡Qué faena! ¿Qué podían hacer?

–Vamos a mi casa, seguro que mi mamá lo arregla. ¡Es magnífica arreglando cosas! –dijo Felipe.

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