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Cuento de la “ »π”
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Aquella mañana, Pata y Pato volvían de hacer una visita a sus primas las ocas, que viven con Odín, el ogro bueno. Por el camino, Pata cogió peras del peral para desayunar y Pato recogió pimientos y patatas para poder preparar después la comida.
Iban muy contentos hasta que, de pronto, oyeron a alguien llorar: era Pepa, la perdiz de patitas rojas, que caminaba muy despacito saltando a la pata coja y gimiendo:
–¡Ay! Mi pobre patita. ¡Ay! ¡Cuánto me duele!
–¿Qué te pasa, Pepa? –preguntó Pata.
–¡Ay! Me he pinchado la patita con la punta de una espina –se quejó la perdiz.
–No te preocupes, Pepa, ven con nosotros, seguro que Aurelio y Julieta te pueden ayudar.
Pepa se apoyó en sus amigos Pata y Pato y se pusieron en marcha hacia la casa grande.
Tal y como Pata y Pato esperaban, Aurelio y Julieta tenían remedio para todo. Recogieron un montón de flores de letras y las aplastaron hasta hacer una pintura plateada. Después la pusieron en una paleta y, con un pincel, pintaron una pequeña tirita de plata en la pata de Pepa, otra en el ala de Pili y otra en la cabeza de Pipo, mientras decían estas palabras mágicas:
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Con la “p” de “piruleta”, con la “p” de “pirulí”, Pepa, Pili y Pipo se curan así.
¿Las repetimos todos juntos?
Con la “p” de “piruleta”, con la “p” de “pirulí”, Pepa, Pili y Pipo se curan así.
Por arte de magia a Pipo se le quitó el hipo, a Pili se le curó el ala y a Pepa se le curó la patita. Después de dar las gracias a sus amigos los jardineros y a Pata y Pato, el pececito volvió contento a su casa en el fondo del estanque y Pepa y Pili se fueron volando juntas presumiendo de sus tiritas de plata, y con mucho cuidado para no volver a hacerse daño.
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En ese momento, algo salió del agua silbando como un cohete.
–¿Quién me necesita? –dijo el sapo, mientras subía y subía, casi hasta tocar las nubes.
–Por favor, Soso, ¿puedes bajar mi sombrero? –le pidió Úrsula con amabilidad.
–¡Por supuesto! –dijo el sapo y, de un salto, llegó a lo más alto del sauce, cogió el sombrero de Úrsula y se lo colocó en la cabeza, justo antes de caer otra vez en el agua a toda velocidad, salpicando por todas partes. Susa y Úrsula aplaudieron entusiasmadas:
–¡Bravo Soso! ¡Eres un súper sapo! –Gracias. Estoy entrenando mucho, porque quiero ganar el premio al mejor saltador del mundo. Quiero llegar a las nubes… Quiero llegar a las estrellas… ¡Quiero llegar al Sol! –respondió entusiasmado el sapo saltarín.
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–En el Sol te asarías. ¡Hace demasiado calor! Mejor sería que fueras a Saturno –dijo Susa burlándose del sapo, pero con cariño.