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Cuento de la “ »µ”
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Hace algún tiempo, Inma plantó una semilla en una maceta marrón, la cuidó con esmero y de allí nació Mimi, una margarita muy mimosa que ahora quiere a Inma como si fuera su mamá. Todas las mañanas Inma va a ver a Mimi y hablan un momento. Antes de marcharse, Inma riega la maceta y Mimi mueve sus pétalos hacia el agua y suspira:
–¡Ummmmmmmm! ¡Me gusta mucho que me mojes, Inma! Después, la niña mueve la maceta hasta otro sitio del Jardín para que la margarita pueda ver mundo. De esa forma, Mimi viaja muy cómoda y ni siquiera necesita un mapa. Otras flores, como las malvas o la madreselva, que están plantadas en el suelo, no pueden viajar como Mimi, así que, cuando Inma lleva a Mimi junto a ellas, les cuenta miles de cosas que ha aprendido en sus viajes y todos la llaman la maestra margarita.
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Esa mañana, Inma había dejado la maceta de Mimi entre el manzano y el mandarino que hay justo al lado de donde crecen las flores de la eme. El Jardín parecía muy tranquilo.
Mimi daba su lección a las amapolas, mientras las moscas le hacían cosquillas y las abejas zumbaban haciéndole mimos para que les diera un poquito de miel. Todo iba de maravilla, cuando llegó la mejor amiga de Mimi, Masi, la mariposa más maja del Jardín.
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–¡Mimi, Mimi! ¡Ven a ver lo que hay al otro lado de la montañita! –exclamó nerviosa.
–¡Dime, dime! ¿Qué es lo que hay? –le preguntó Mimi nerviosa también.
–¡No! Tienes que venir a verlo tú misma –insistió Masi.
–Pero Masi, sin Inma no puedo ir. ¿Quién moverá mi maceta? –se lamentó Mimi.
Al oír esto, los insectos, que querían mucho a la margarita, decidieron ayudarla.
Zumbando, zumbando todas las abejas, las moscas, los mosquitos, las mariquitas y las mariposas del Jardín unieron sus fuerzas para levantar la maceta volando y llevarla hasta el otro lado de la montañita que había señalado Masi. Y allí encontraron algo asombroso. ¿Queréis saber qué era?
¡Un mercadillo! ¡Y un grupo de muñecos que tocaban instrumentos musicales! Era una compañía de teatro ambulante que iba de pueblo en pueblo haciendo funciones para divertir a la gente. En el grupo había una marioneta con un vestido morado, un murciélago malabarista, una marmota que tocaba las maracas y un mapache enmascarado. ¡Qué locura! Mimi pensó que todos estaban majaretas, pero era muy gracioso. Mimi pidió a Masi que fuera a avisar a todo el mundo, y pronto estuvieron allí Inma, Emilio, Ana, Úrsula, Óscar, Pata, Pato y también Aurelio y Julieta, claro. Todos disfrutaron muchísimo con la actuación. Cuando la función terminó, el público aplaudió de lo lindo. También Mimi habría aplaudido un montón si hubiera tenido manos, pero como solo tiene hojas, las agitó con todas sus fuerzas porque, ¿sabéis?, así es como aplauden las margaritas.
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La tormenta había tirado troncos, ramas, flores y algunas tejas del cobertizo. ¡El Jardín estaba hecho un desastre! Topito, que no ve muy bien, iba tanteando el camino para no tropezar. Tami, a su lado, también andaba despacito, moviendo lentamente una patita tras otra. Algunos llaman a Tami la tortuga tardona, pero ella sabe que, pasito a pasito, siempre llega a tiempo a todas partes.
Tras pasar por debajo del tobogán, llegaron hasta el sitio de donde salía el sonido de la trompeta, justo entre un montón de flores de la “t” tumbadas, retorcidas y hasta, algunas de ellas, rotas también. ¿Queréis saber quién tocaba la trompeta?
¡Pues era Pato! Estaba llamando a todos los habitantes del Jardín para pedirles ayuda.
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–¿Qué pasa, Pato? –preguntó Topito. –Como veis la tormenta ha estropeado algunas cosas y tenemos que arreglarlas entre todos. ¿Os apuntáis?
–¡Pues claro! –dijeron Topito y Tami, y se unieron a sus amigos para poner a punto el Jardín.