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Cuento de la “ *+©”
from Leer 1
¿Os he hablado ya del cole del Jardín? ¿No? ¡Pues voy a hacerlo ahora! Como ya imaginaréis, nuestros amigos, además de jugar, correr, cantar, comer cosas ricas y colaborar en el cuidado del Jardín, también van al cole. Su profe se llama Cati. La casa de Cati está al lado del cole y por eso va a clase caminando. Cuando Cati camina, siempre canta, ¡porque le encanta la música! También le encanta contar historias y en el cole siempre cuenta muchos cuentos: de castillos y de caballeros, de casas secretas… ¡y hasta de camisas voladoras! Cati sabe cantidad de cuentos curiosos. Todos quieren mucho a Cati y, por eso, el día de su cumpleaños decidieron organizar una fiesta sorpresa. Óscar fue a recoger flores de letras para hacer una guirnalda. Quería escribir con ellas: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, CATI! Acababa de coger una hermosa “c” y la iba a poner en la canasta de las consonantes, cuando se fijó que había un bichito acurrucado dentro, como si la “c” fuera su cuna. ¿A ver quién adivina qué bichito era?
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Prepararon la fiesta a la sombra de un castaño que había cerca del cole. Así que, al salir de clase acompañada de Óscar, Inma, Emilio, Úrsula y Ana, Cati se encontró con Pata y Pato, Aurelio, Julieta, Topito, Tami, Mimi…, ¡y todos los demás! ¡Y no solo con ellos!, también habían acudido al cumple unos cuantos amigos de fuera del Jardín, como Cosme, el conejo cocinero, que llevó una deliciosa confitura de calabaza; Curro, el castor carpintero, que le regaló a Cati un coche de carreras; Cayo, el caballo castaño, que le dio una camiseta; y hasta Camilo, el cocodrilo de El Cairo, que llevó un cuenco lleno de caramelos de coco. Después de la merienda y los regalos, Cuco el caracol comenzó a cantar. ¡Y cuántas canciones cantó! Óscar y los demás le acompañaron coreando las canciones y tocando campanas y cascabeles. Cati estaba tan contenta como unas castañuelas. Cuando terminó el concierto, todos le cantaron “Cumpleaños Feliz”. –Gracias por tus canciones, Cuco –dijo Cati, dando un beso al caracol.
Y Cuco, que era un poco vergonzoso, se puso colorado y respondió: –¡De nada, querida Cati!
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Al llegar al estanque esperaban encontrar a Pata y Pato nadando, naturalmente, porque a los patitos no hay nada que más les guste que nadar. Pero ninguno de los dos estaba allí, ¡qué raro! Tampoco encontraron a Soso, el sapo, ni a Susa, la salamandra. El estanque estaba vacío y nuestros amigos no entendían nada.
–No hay nadie nadando, esto no es normal –dijo Ana muy extrañada.
–¡Pata!, ¡Pato! ¿Dónde estáis? ¿No nadáis con nosotros? –gritó Inma, buscándoles.
Al fin los encontraron echando la siesta a la sombra, bajo las flores de la “n”.
–¿Por qué no hay nadie nadando en el estanque? –preguntó Ana.
–Con tanto calor el agua quema. No nos apetece nadar –respondió Pato, muy tristón.
–Nos vendría muy bien algo fresquito, pero, ¿quién nos podría ayudar?
–¡Yo puedo ayudaros! –dijo entonces una voz en el cielo. ¿Quién sería?