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Cuento de la “ *+∂”
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¿A que a veces os cuesta un poco despertaros por la mañana? ¡Claro! ¡Es normal! Pero hay que levantarse temprano para ir al cole, hacer deberes, ir al médico, al dentista… Incluso los sábados y los domingos hay que despertarse para hacer deporte, divertirse o, por ejemplo, ver a los abuelos. En el Jardín de las Letras hay un duende que se encarga de despertar a todos con dulzura y de forma divertida, para que empiecen el día de buen humor. Se llama Dindón y duerme dentro de un dedal, debajo de las flores en las que crece la letra “d”. Es un duende delgadito y algo despistado pero muy alegre, al que le gusta jugar al dominó y disparar dardos a la diana. Cada mañana toca su campanilla dorada, DIN-DON, DIN-DAN, DIN-DON, DIN-DAN, y dice: –¡BUENOS DÍAS DORMILONES!
Y después lanza un dado para decidir los alimentos que van a tomar cada mañana en el desayuno, porque ya sabéis que es importante desayunar muy bien.
Entonces entendieron por qué el duende no les había despertado aquella mañana. ¡Menudo problema! Tenían que ayudarle. Por suerte, Aurelio recordó que la campanilla y el dado de Dindón, como muchas cosas en el jardín, eran especiales:
–¡Ya sé cómo descubrir dónde están! Solo tenemos que llamarlos con unas palabras mágicas –dijo el jardinero y se las enseñó.
Si queréis, podemos decirlas todos juntos. Mirad, son estas:
¿Dónde está, dindondán, la campanilla de Dindón?
¿Dónde está, dindondón, el dado de don Dindón? La campanilla y el dado aparecieron volando. Dindón dio las gracias a todos con sonoros besos y prometió despertarles con más dulzura que nunca al día siguiente. Estaba tan contento que se pasó todo el día dando volteretas y haciendo din-don-dan.
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Lo más gracioso es que, para llamar a la puerta en casa de los ratoncitos, hay que rascar el árbol de la risa. Cuando lo rascan, el árbol se ríe, extiende sus ramas y hace cosquillas a quien llama. Aquel día, el árbol de la risa no paraba de reír y de hacer cosquillas, porque no dejaba de llegar gente. Resulta que al buscar la campanilla y el dado de Dindón, todos en el Jardín revolvieron sus armarios y encontraron cosas que no necesitaban o que estaban rotas. “Seguro que esto lo arregla Rita”, decían, o pensaban: “a Ramón le encantará coser estos trapitos”. Y lo metían todo en un carro para llevarlo a casa del ratón y la ratita. Aurelio apareció con una carretilla cargada con una regadera roja, una sierra y una rueda rota. Pata y Pato acarrearon entre los dos un reloj de pared. Úrsula les regaló un pantalón raído y un gorro raro con una cinta rizada. Emilio les dio un cuadro realizado con macarrones y trozos de turrón duro. Y Óscar, Inma y Ana fueron con tres tarros rellenos de arroz y arena coloreada.