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Cuento de la “ Δ∫”
from Leer 1
No sé si os he dicho que el Jardín de las Letras, además de ser muy bonito, siempre está muy limpio y aseado, incluso después de los días de baile o de los que hay baratillo. ¿Queréis saber por qué? Pues porque nuestros amigos lo cuidan mucho y no tiran basura al suelo. Pero, además, si alguna vez ensucian algo sin darse cuenta, lo barre Berto el barrendero, que también se encarga de barrer las hojas que caen de los árboles. Berto es bajito y barbudo y siempre está de buen humor. Mientras barre no para de bailar, y cuando empuja los cubos de basura los golpea con ritmo, como si fueran una batería: ¡bim, bam, bum! Aquel día, Berto estaba limpiando el barro seco que había quedado tras el rescate de Juli, el pequeño jabalí, cuando de pronto… ¡BUM!, escuchó un golpe bárbaro, como un bombazo. ¡Algo había caído del cielo, justo entre las flores de la letra “b”! Cuando miró hacia arriba, vio alejarse una nube con forma de barco y dos bultos que bajaban volando. ¿Quiénes serían?
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Boni le explicó que eran tesoros recogidos de barcos hundidos y sitios abandonados. Berto estaba asombrado. Mientras buscaban el baúl, llegaron Pata y Pato acompañados de los niños y niñas del Jardín, y se pusieron a ayudar en la búsqueda.
–¡Aquí está! ¡Pero pesa muchísimo! –dijo Pato, intentando levantar el baúl él solo.
–Claro, por eso se nos ha caído. Pesaba demasiado y no podíamos con él. Hicimos un barco con una nube para llevarlo, pero la nube era demasiado blanda y el botín… ¡bum! –Nosotros no tenemos un barco. ¡Pero podemos fabricar un globo! Solo hay que inflar una letra “b” con un poquito de magia –dijo Berto. Cogió una be y recitó: –¡Alibabá, alibabú, bombín, bambú! Entonces la “b” creció, se infló y se convirtió en un globo con cestillo y todo. Basilio y Boni subieron el baúl al globo y se despidieron de todos desde el cielo lanzándoles muchos besos, mientras Berto les despedía tocando su batería de cubos: bim, bam, bum.
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Al oír su nombre, Ñami la araña tejedora apareció entre las flores de la “ñ”. Enseguida se dio cuenta de lo que pasaba y, a toda velocidad, entre unas cañas, tejió una gran telaraña muy fina, pero muy resistente. ¡La terminó justo a tiempo! El bebé en pañales cayó en ella y ¡no se hizo daño! ¡Ni un solo arañazo! Los niños y niñas del Jardín, con Pata y Pato se apiñaron alrededor del pequeñín para verlo de cerca. Estaban haciéndole cariñitos, cuando al fin se posó la cigüeña, todavía muy asustada. Mientras recogía al pequeño les dio las gracias a todos por su ayuda, y en especial a Ñami. Les explicó que se llamaba Toñi y que tenía que entregar el bebé en una cabaña cercana, a la mañana siguiente. Aunque estaba más tranquila, la cigüeña se regañó a sí misma: –¡Qué descuidada soy! ¡Ay, si se hubiera hecho daño! ¡Ay! ¡Ay!
–Tranquila, Toñi, por suerte no se ha hecho ni un solo rasguño –la calmó Inma.
Como ya era tarde, invitaron a Toñi a pasar la noche en el Jardín.
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–Tejeré una suave telaraña para tapar al niño, pero necesitaremos una cuna –dijo Ñami.