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Cuento de la “ »√”

¿Verdad que os acordáis de la última aventura que os conté? Después de cenar con su amiga la araña, la cigüeña Toñi se quedó a dormir con ella. Al día siguiente todos los vecinos y vecinas del Jardín se levantaron temprano para despedirla y llevarle regalos a la valiente viajera: un casco de aviadora para que volara más segura, y un vestidito de volantes y velo de telaraña para vestir y envolver al niño durante la travesía. –¡Gracias! Me voy, pero os prometo que volveré en cuanto pueda –dijo Toñi. Estaba a punto de moverse y emprender su veloz vuelo a través del viento, cuando algo la detuvo. Había oído un ruido: un zumbido muy muy suave, parecido al sonido que hacemos a veces para diferenciar la uve de la be: vvvvv vvvvvvvvv vvvvvvvv.

–¿No oís eso? Viene de detrás de las uvas de la parra que hay junto a esa ventana –dijo, señalando la casa en la que viven Inma, Úrsula, Ana, Emilio, Óscar, Pata y Pato. Todos fueron a ver qué era aquel sonido. ¿Queréis que lo veamos nosotros también?

La vocecita era de Viola, una violeta de hojas verdes, muy vivaracha y vistosa, amiga de todas las avispas. A las avispas les encantan las flores y sobre todo las flores tan simpáticas y especiales como Viola, que era una violeta violinista. –Cuando tus amigas oigan vibrar mi viejo violín vendrán volando sin perderse. ¡Seguro! –dijo la violeta y, con mucha delicadeza, empezó a tocar un vals. Tocaba de maravilla. ¡Y tenía razón! Desde el otro lado de la verja, las avispas perdidas oyeron el violín y siguieron la música hasta llegar al avispero. Al verlas aparecer todos vitorearon a Viola: ¡VIVA! ¡VIVA LA VIOLETA VIOLINISTA! –Gracias, Viola –le dijeron las avispas, dándole besos en los pétalos.

Viola, que es un poco vergonzosa, se puso colorada y le entró mucha sed, pero los niños la regaron con un vasito de agua y así pudo seguir tocando feliz el resto del día.

–¡Son un yak y un yacaré! –exclamó el rey Yolo, señalando a los nuevos visitantes. Aunque los cuernos del yak y los colmillos del yacaré daban un poco de miedo, enseguida supieron que eran buenos. Nuestros amigos les invitaron a acercarse. En una pausa de la música, el yak y el yacaré les dijeron que se llamaban Yayo y Yiyo. También ellos habían oído el sonido del violín y querían conocer a Viola. Como cada vez tenía más público, la violeta siguió tocando. Cuando ya parecía que no iba a llegar nadie más, de pronto, entraron… ¡cuatro payasos! Tres de ellos iban haciendo piruetas con sus yoyós y el cuarto cojeaba apoyado en un cayado, que es un tipo de bastón. Los payasos se llamaban Yopi, Yoco, Yula y Yimbo. Al oír la música y ver tanta gente reunida habían pensado que en el Jardín se celebraba una fiesta.

–Veníamos corriendo y, por el camino, Yimbo se cayó en un hoyo. Por eso ahora se apoya en el cayado y ya no puede lanzar el yoyó –les explicó Yopi.

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