José María Caparrós y Magí Crusells
Las películas que vio Franco (y que no todos pudieron disfrutar) Cine en El Pardo, 1946-1975 Prólogo de Paul Preston
CÁTEDRA
D O S I E R
D E
P R E N S A
LAS PELÍCULAS QUE VIO FRANCO es el resultado de una investigación llevada a cabo, durante más de cinco años, por José María Caparrós y Magí Crusells, profesores de la Universidad de Barcelona, con prólogo del historiador británico Paul Preston, de la London School of Economics. Caparrós y Crusells analizan la afición privada de Francisco Franco por el cine, tras localizar en el Archivo General del Palacio Real las tarjetas/invitaciones de las sesiones programadas en su residencia, desde 1945 hasta sus últimos días. Su interés por el Séptimo Arte tenía una doble vertiente: primero como medio de propaganda y luego como entretenimiento.
José María Caparrós Lera (1943-2018), catedrático emérito de Historia Contemporánea y Cine de la Universitat de Barcelona, donde en 1983 fundó el Centre d’Investigacions Film-Història. Fue crítico de cine (Mundo, Cinestudio, Nuestro Tiempo) y desde 1991 editó la revista Film-Historia. Autor de más de 40 libros especializados – la mitad dedicados al cine español - , fue miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
Magí Crusells Valeta (1966), doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de Barcelona y profesor asociado en la misma Universidad. Actualmente es el director del Centre d’Investigacions FilmHistòria y de la revista Filmhistoria Online. Especialista en el cine de la Guerra Civil española y en el noticiario NO-DO, ha publicado diversos libros, compaginando su labor docente con la presentación de comunicaciones en congresos españoles y extranjeros, en torno a las relaciones Historia y Cine.
JOSÉ MARÍA CAPARRÓS LERA; MAGÍ CRUSELLS VALETA
LAS PELÍCULAS QUE VIO FRANCO CINE EN EL PARDO, 1946-1975 SIGNO E IMAGEN 16,50 x 24,00 cm 320 páginas | Rústica 978-84-376-3807-2 191177
€ 20,00
*HYYETH|638072] catedra.com
LAS PELÍCULAS QUE VIO FRANCO (y que no todos pudieron disfrutar) Cine en El Pardo, 1946-1975 Prólogo de Paul Preston La caza y la pesca eran unas de las aficiones mas destacadas y conocidas de Francisco Franco. Sin embargo, pese a que durante sus últimos años también pasaba mucho tiempo frente al televisor, es desconocida para muchos su afición por el cine. No obstante, es sabido que entre 1946 y 1975 visionó cerca de 2.000 películas en el Palacio de El Pardo: dos largometrajes comerciales por semana, junto a varios noticiarios de NO-DO y otros documentales. El interés por el cine tiene dos vertientes. La primera está relacionada con su ambición, ya que conocía la eficacia de los medios de comunicación para la proyección de su propia imagen; la segunda era puramente placentera. La dimensión lúdica del interés de Franco por el cine tiene una cierta importancia histórica, por lo que aporta a la contextualización de su personalidad. José María Caparrós y Magí Crusells explican en este libro no solo el interés de Franco por el cine, sino que hacen un recuento de todas las sesiones cinematográficas privadas llevadas a cabo, gracias a las tarjetas-invitaciones que se imprimieron. Los autores destacan en el libro que las relaciones de Franco con el cine son múltiples y variadas y vienen de lejos. En España, la afición al cine de la máxima autoridad del país es anterior a la llegada al poder de Franco. Alfonso XII ya invirtió dinero en varias empresas cinematográficas para lograr un cine nacional que
contrarrestara la imagen del país que se tenía entonces. Con la llegada de Franco se destacan también sus películas como operador amateur, lo más singular de su bibliografía cinéfila. Con su primera cámara, una Pathé-Baby, rodó varias películas de su experiencia en África, aunque sin duda su episodio más conocido es su participación como guionista en la película Raza, un intento por convertirse en líder a la manera de Mussolini y Hitler. La exhaustiva investigación llevada a cabo por los autores desmonta ideas preconcebidas sobre los gustos cinematográficos de Franco, alejándonos de un cine de barrio casposo y castizo. La mitad de las películas proyectadas en El Pardo son producciones norteamericanas y de todo tipo de géneros, directores e intérpretes. Entre las películas que vio hay que destacar algunas que aún no habían sido censuradas e incluso un par de ellas que no fueron proyectadas comercialmente en las salas de cine: Christopher Columbus (1949), de David Mcdonald, película inglesa que tuvo su “réplica” con Alba de América (Juan de Orduña, 1951), y la célebre Viridiana (1961), de Luis Buñuel. «Esto y mucho más de la relación entre Franco y el cine, como fuente de propaganda y fuente de placer, está confirmado en este amenísimo libro que nos aporta la fascinación de saber exactamente cuáles fueron los placeres cinematográficos de los que el dictador no se privaba» concluye Paul Preston en el prólogo.
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A lo largo de la vida de Franco, hubo constantes indicios de su interés por el cine. Quizás el más llamativo fue a finales de 1940, cuando, según sus propagandistas, velaba solitario y alerta para evitar que Hitler empujara a España a la Segunda Guerra Mundial. Franco halló tiempo y la energía emocional suficiente para escribir el argumento cinematográfico de Raza (1941), en el que alude a los tres pilares del franquismo: la religión, la familia y la patria. En esta obra, claramente autobiográfica, a través de su heroico personaje principal, revelaba claramente y compensaba plenamente las frustraciones de su propia vida. Uno de los mitos creados por el propio Franco fue que él era un líder nacional que se sacrificaba en beneficio del pueblo, viviendo de forma austera. Finalizada la Guerra Civil, se habilitó en el Palacio de El Pardo el salón de teatro de los reyes como sala de proyección. Entre 1946 y 1975, visionó alrededor de 2.000 películas: dos largometrajes por semana, junto a varios números de NO-DO . La finalidad de NO-DO era la de mostrarlo como un gran gobernante que industrializa el país a través de enormes obras hidráulicas o de construcciones con una gran tecnología industrial, que proporcionan tanto riqueza como modernidad. Este noticiario tiene unas características fílmicas determinadas: - se incluyen vistas aéreas para dar una visión de la gran cantidad de gente que asistía - predomina el ángulo contrapicado, aquel donde la cámara se coloca per debajo de la persona porque así se muestra más engrandecido y se disimula la poca altura de Franco - las aclamaciones y vítores por parte de los asistentes hacia el Caudillo son magnifi-
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cados por parte de los técnicos de NODO, ya que aumentan el volumen cuando el locutor o el mismo Franco no habla. Se tiene constancia de que en ocasiones la noticia no se grababa con sonido, por no disponer del equipo adecuado, pero en la sala de montaje se añadía el sonido procedente de otras manifestaciones. El libro incluye el testimonio de tres personas que de una forma u otra participaron en las sesiones cinematográficas o en los rodajes de Franco: Juan Cobos –personal de servicio de El Pardo–, Jaime Moreno –un técnico cinematográfico de NO-DO– y Jorge Palacio –un operador de cabina–. Todo esto nos ha permitido aportar datos inéditos sobre el carácter de Franco. Cobos recuerda como un compañero de trabajo que, al jubilarse, quiso despedirse del Caudillo para manifestarle su honor por haber estado a su servicio durante tantos años, recibió esta fría respuesta: «Usted no me sirvió a mí; ha servido a la Patria». Franco tuvo el privilegio de visionar muchas películas antes de su estreno en las salas españolas, incluso estas ocho que aún no habían sido censuradas No hay tiempo para amar, Loquilandia, Alma en suplicio (que tuvo que pasar dos prohibiciones), Carrusel napolitano, Ulises, Feliz año, amor mío, Labios sellados y El Cid. En el caso de esta última, Franco fue un privilegiado, porque, a diferencia de los espectadores que asistieron a los cines, pudo ver los besos apasionados entre los dos protagonistas –Charlton Heston y Sophia Loren–, que la censura cortó. Otro ejemplo es el de Labios sellados, donde se suprimió la escena en que un militar que se ha conjurado con el enemigo durante la guerra de Corea recibe comprensión y ayuda por parte de un compañero. Por muy noble que fuera la acción, en la España franquista no se podía tolerar.
Franco pudo, incluso, ver un par de películas que no fueron estrenadas comercialmente: Christopher Columbus (1949), de David MacDonald –película inglesa que tuvo su réplica con Alba de América (1951), de Juan de Orduña- y la célebre Viridiana (1961), de Luis Buñuel, que fue duramente criticada por L’Osservatore Romano, el periódico de la Ciudad del Vaticano. Las películas de Estados Unidos fueron sus predilectas (917 proyectadas en El Pardo, el 46% del total), con obras tan «impúdicas» a ojos de la censura como Todos besaron a la novia, De aquí a la eternidad o Alma en suplicio. Las proyecciones nacionales no pasaron del 23%. Rafael Gil su director favorito y Fernando Fernán Gómez, Fernando Rey y Sara Montiel, sus actores españoles predilectos. Los actores americanos tenían una presencia predominante entre los favoritos
Fuente: Colección particular.
del dictador. Vio veinticinco películas de Gregory Peck y veintidós de John Wayne. Con evidente placer, recibió en El Pardo a James Stewart en noviembre de 1959, el segundo más visto de sus actores predilectos con veintitrés películas. Cada vez que se celebraba una fiesta infantil de alguno de sus nietos, programaba películas de animación de Disney. El primer largometraje de dibujos animados que se presentó en El Pardo fue la producción de Walt Disney La cenicienta (dir. Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, 1950), el 26 de noviembre de 1952. En la tarjeta se indica que la copia fue «facilitada por deseo expreso de Walt Disney para ser proyectada a SS. EE.».
Las sesiones cinematográficas estaban presididas por el Generalísimo y su esposa, doña Carmen Polo. La Señora –como la llamaba el servicio– invitaba
Fuente: Centre d´Investigacions Film-Història.
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Viridiana fue estrenada en diversos países del mundo, pero en España no lo pudo hacer hasta el 9 de abril de 1977. A la izquierda el cartel danés, y a la derecha el argentino. Fuente: Centre d´Investigacions Film-Història.
Cartel original de Raza. Fuente: Centre d´Investigacions Film-Història.
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a algunas amigas, como la marquesa de Huétor de Santillán; y asistían periódicamente el marqués de Villaverde y Carmen Franco, los almirantes Luis Carrero Blanco y Pedro Nieto Antúnez, con sus esposas; Camilo Alonso Vega –íntimo amigo de Franco–, que fue ministro de Gobernación (1957-1969) y capitán general, con su esposa; posteriormente, Carlos Arias Navarro y su mujer; el Jefe de la Casa Civil del Generalísimo, los ayudantes militares y del servicio; a veces, la cocinera y los niños del perso-
nal de El Pardo, sobre todo en las sesiones dedicadas a la nietas Carmencita y María de la O –la «niña de los ojos» de Francisco Franco–, a las que también habían asistido los «niños prodigio» del cine español, Marisol, Pablito Calvo y Jaime Blanch, el protagonista de Jeromín (Luis Lucia, 1953). Y entre los cineastas, habitualmente asistían los ya mencionados Cesáreo González, Rafael Gil y, mucho menos, José Luis Sáenz de Heredia, que proporcionaban películas españolas a El Pardo. MAGÍ CRUSELLS
Francisco Franco filmando en el río Eo en Ribadeo (Lugo) (10-4-1968). Fuente: EFE.
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