Dossier «Un sillón que mira al Sena»

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Dossier de Prensa


Un sillón que mira al Sena no sólo nos ofrece un recorrido por los últimos cuatro siglos de esta venerada institución, sino también por la cultura europea en su conjunto. Maalouf nos hace descubrir lo permanente y lo mutable del género humano en este caleidoscopio cultural. Todo con la mirada inteligente, desde su sillón junto al Sena, de este escritor mediterráneo: libanés de nacimiento, francófono de educación y universal por vocación.

26 mayo

AMIN MAALOUF

UN SILLÓN QUE MIRA AL SENA ALIANZA LITERARIA (AL) 16,00 x 22,00 cm 296 páginas | rústica 978-84-9104-384-3 3472536

€ 16,50

*HYYEZB|043843] EBOOK 978-84-9104-385-0

AMIN MAALOUF nació en Líbano,

En 2012 Amin Maalouf entró en la Academia Francesa para ocupar el sillón 29. El mismo del que anteriormente fueron titulares Claude Bernard, Ernest Renan, Henry de Montherlant y Claude Lévi-Strauss, entre otros. En Un sillón que mira al Sena, Amin Maalouf rinde homenaje a sus dieciocho predecesores, uno a uno, en un gesto de gratitud humana e intelectual. A través de sus vidas y obras vamos asistiendo a los cambios culturales, sociales, científicos y políticos que se han ido produciendo en los últimos cuatrocientos años: los poderes crecientes y decrecientes de reyes, nobles, clero; las intrigas de palacio, las revoluciones, las guerras; el ascenso o la caída en desgracia en distintas épocas de filósofos, dramaturgos, poetas, novelistas; la evolución y los contrastes de ideas, las luchas entre egos en las que se vieron envueltos Voltaire o Victor Hugo... Todo contado con la amenidad, el encanto y el entusiasmo que caracterizan al exquisito narrador que es Amin Maalouf, destacando curiosidades, anécdotas y a veces paralelismos que él mismo desconocía antes de escribir este libro, como la de Pierre Bardin, el primer titular del sillón, que se ahogó en el Sena, o el conocido Montherlant, que se suicidó en un cuarto con vistas a ese mismo río que baña la Academia.

en 1949. Estudió economía, política y sociología. Trabajó en el diario An Nahar como responsable de la sección de internacional. En 1975, cuando estalló la guerra de Líbano, se exilió en Francia en donde trabajó como redactor-jefe de la revista Jeune Afrique. Actualmente se dedica en exclusiva a la creación literaria. Cultiva la narrativa, el ensayo y la ópera. Toda su obra está publicada en Alianza Editorial. Entre los numerosos premios que ha recibido cabe destacar el Maison de Presse por su novela Samarcanda, el Goncourt por La Roca de Tanios, y el Príncipe de Asturias 2010 en reconocimiento a toda su obra y a su empeño en estrechar lazos entre Oriente y Occidente. En junio de 2012 ingresó en la Academia Francesa.

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L’EXPRESS

AMIN MAALOUF, UN SILLÓN QUE MIRA AL SENA 14 de junio de 2012, Quai de Conti: durante su discurso de recepción, el franco-libanés Amin Maalouf hace, como es debido, el elogio de su predecesor, Claude Lévi-Strauss, y evoca a otro ilustre titular del sillón número 29, Ernest Renan, amigo del Líbano. El autor de La Roca de Tanios se quedó con las ganas de mencionar a Joseph Michaud, académico e historiador de las Cruzadas, cuyas obras nutrieron su primer ensayo. Bien decidido a pagar su deuda, el nativo de Beirut investiga y, de lectura en lectura, se inclina ante sus predecesores en la Academia Francesa. En 2004, con Orígenes, se dedicó a sus ancestros libaneses. ¿Tiene la impresión de consagrarse hoy en día a su segunda familia, los académicos? Hay una filiación simbólica, en efecto. Desde 1634, dieciocho personajes –más políticos y científicos que hombres de letras, por cierto, que forman una genealogía–, se han sentado en este sillón. Auscultarles es mi forma de entrever cuatro siglos de historia de Francia. La mayoría de mis predecesores son o bien protagonistas, como el cardenal Fleury, ministro de Luis XV, o bien testigos de los grandes acontecimientos, como el fabulista Florian y el ministro Gabriel Hanotaux. ¿Ha sido fácil para un nativo de Beirut inscribirse en ese linaje? En la Academia siempre ha habido gente de orígenes diversos; si bien es cierto que con Lévi-Strauss, nacido en Bruselas, o conmigo mismo, esta noción se ha ampliado. Aunque el nacimiento de Joseph Michaud en el ducado de Saboya fue igualmente significativo para su época. Sujeto del rey de Piamonte, nunca obtuvo, al parecer, la nacionalidad francesa. Es considerado un extranjero. Y cuando el tercer ocupante del sillón partió para instalarse en Burdeos durante la Fronda, fue como si emigrara. Recuerda que esta Academia nació de la amistad entre unos jóvenes. La Academia de hoy en día es bastante diferente, ¿no es así? Es cierto que en 1634 Valentin Conrart, el núcleo de ese grupo de amigos, era veinteañero. Y que luego se eligió a gente de treinta, cuarenta años. Esto sería impensable en nuestros días. Pero es el mundo el que ha cambiado, no la Academia. Nuestra visión de la edad y de las instituciones ha evolucionado. Ahora, se espera que los posibles elegidos sean ya consagrados, reconocidos. ¿El protectorado ofrecido, o casi impuesto, por Richelieu, instauró relaciones ambiguas entre la Academia y el poder? Los jóvenes que disfrutaban de sus reuniones entre amigos no se entusiasman, en efecto, cuando Richelieu les ofrece su protección. Pero si quieren seguir reuniéndose, no tienen elección. De hecho, Richelieu desea realmente dotar de credibilidad a la institución. Sigue el juego y se limita a expresar su cólera cuando una elección no es de su agrado. A pesar de todo, se abre la puerta a los cortesanos. El tercer ocupante de mi sillón, el joven abo-

gado François-Henri Salomon, es elegido porque es el protegido del canciller de Francia, mientras que Corneille está a la cola. En 1743, se prefiere al cardenal de Luynes antes que a Voltaire por razones dudosas y, en 1840, el científico Pierre Flourens le gana la partida a Victor Hugo... ¿Puede decirse que los debates de ideas que agitan la Academia vertebran la historia de Francia? Sí, la historia de Francia atraviesa la de la Academia. La emergencia de los filósofos y de la masonería, el caso Dreyfus, el ascenso del nacionalismo, la política colonial, todo repercute en ese hervidero intelectual donde se sientan pensadores de primer rango, como Claude Bernard, que tuvo un papel determinante en la relación de fe y ciencia, o Ernest Renan, un visionario sobre las nociones de nación y religión. Más que el hereje odiado por los eclesiásticos, Renan fue una bendición. Jugó un papel decisivo en el nacimiento de un Occidente diferente. El Líbano, su país de origen, ha sufrido los conflictos recientes y la crisis económica. ¿Cómo consigue ese pequeño territorio integrar a 1,5 millones de refugiados sirios, es decir, un tercio de su población? En Europa, todas las estructuras de apoyo se movilizan para los refugiados, lo que constituye un costo importante. En el Líbano es diferente: las obligaciones no son las mismas, se arreglan como pueden, improvisan y, sobre todo, piensan que es provisional. Pero la presencia de todos esos refugiados implica una hipoteca sobre el porvenir, sobre todo porque lo provisional parece perdurar. Es una de las características de nuestra época: las cosas que se creía que serían pasajeras, como la crisis o el combate contra el terrorismo, podrían perdurar indefinidamente. ¿Cuál puede ser el rol de la Academia en este tumulto? La palabra es libre y vivificante. En la Academia se habla de la lengua, por supuesto, pero también del papel de la cultura en el mundo. Por mi parte, estoy convencido de que todos los problemas, tanto si se trata de la identidad, de la integración o del fundamentalismo, son de orden cultural. Debemos salir de la lógica impuesta por el marxismo y el capitalismo, de la explicación económica de las cosas. No se trata solamente de conflictos de intereses.

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Amin Maalouf

en seis fechas

1949 Nacimiento en Beirut (Líbano) 1976 Periodista en An-Nahar, huye de la guerra civil y se instala en Francia con su familia. 1986 Adquiere la nacionalidad francesa y publica León el Africano. 1993 Premio Goncourt por La Roca de Tanios. 2010 Premio Príncipe de Asturias de las Letras. 2011 Elección en la Academia Francesa.

“Apasionado de la historia, a Amin Maalouf le gusta contar que durante su infancia tenía la costumbre de aprenderse de memoria los nombres de los reyes de Francia, de los presidentes americanos e incluso de los emperadores serbios. El libanés del Quai de Conti se ha decidido a perspectiva del historiador y del periodista que fuera en otra vida. Su ojo maniático del detalle no le ha impedido insertar la pequeña historia de sus protagonistas (los dieciocho titulares del sillón 29) en la gran Historia, la de Francia y la del mundo.”

LIVRES HEBDO

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narrar la novela de la Academia Francesa desde la

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