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Cubierta: Elsa Suรกrez Girard / www.elsasuarez.com. Foto: Getty Images
DOSIER DE PRENSA
«Hwang Sok-yong es sin duda la voz más poderosa de la novela asiática actual.» Kenzaburo Oe
«En Todas las cosas de nuestra vida, el gran escritor coreano aborda de nuevo la realidad social de su país. Revela la otra cara del milagro económico. Más allá del mero naturalismo, Hwang Sokyong sonsaca de lo real la magia de una cultura popular empapada de lo espiritual.» «Hwang Sok-yong es uno de los escritores coreanos más leídos en su país y uno de los más conocidos fuera. Activista a favor de la democracia y la reconciliación con el norte, en sus novelas une con talento su lucha política con el imaginario cultural de su país.» Le Monde
«La realidad, la ficción y la fantasía se mezclan aquí estrechamente, dando a su escritura una fuerza sin precedentes. La empatía de Hwang Sok-yong por sus héroes siempre va acompañada de una ferviente furia contra los poderosos.» Le Monde Diplomatique
Otros títulos del autor:
“El mundo es como una bandada de pájaros que levanta el vuelo y revolotea en el aire. Espero que mis novelas les permitan posarse de nuevo en tierra.”
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© Raphael Gaillarde
Livreshebdo
Hwang Sok-yong es uno de los principales escritores asiáticos actuales y uno de los más representativos de las letras coreanas. Es un autor muy sensibilizado con la problemática social y política de su país, lo que le ha valido la cárcel y el exilio. Su obra ha sido reconocida con numerosos premios literarios y la traducción a las principales lenguas del mundo. En Alianza Editorial están publicadas sus dos anteriores novelas, Shim Chong. La niña vendida y Bari, la princesa abandonada.
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«La vendedora, con la nariz tapada, depositó aquellos harapos en el cubo de basura, donde iniciarían un nuevo recorrido que, antes o después, los llevaría nuevamente a la Isla de las Flores.» Jeongho tiene catorce años y mirada felina. Lo llaman Ojos Saltones. La escasez de ingresos de su madre les obliga a ambos a trasladarse a Nanjido, la Isla de las Flores, un inmenso vertedero al oeste de Seúl donde las orquídeas cedieron lugar a la basura y millares de personas malviven en chabolas engarzadas a las montañas de desperdicios. Una sociedad muy jerarquizada y codificada en la que todo, desde el trabajo a la ropa y la manutención, proviene del vertedero, y gana más quien consigue posicionarse mejor en la recuperación de la basura.
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HWANG SOK-YONG
TODAS LAS COSAS DE NUESTRA VIDA Traducción de Luis Alfredo Frailes Álvaro ALIANZA LITERARIA (AL) 15,50 x 23,00 cm 208 páginas | Rústica 978-84-9104-879-4 3472598
€ 18,00
*HYYEZB|048794] EBOOK 978-84-9104-880-0
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Ojos Saltones encuentra en Trasquilón, un niño medio calvo, a un amigo que le irá mostrando los secretos de tan sórdido y nauseabundo lugar, donde el alcohol, el juego y la violencia son cotidianos. De la mano de Trasquilón y de una pandilla de jóvenes marginados, acudirá al encuentro de los espíritus de los antiguos moradores cuando el lugar era un fértil terreno de cultivo donde se rendía culto a las tradiciones chamánicas. Un mundo invisible donde reina tanta armonía como falta en el real. Ambientada en la Corea del despegue económico de los años setenta, marcada por la modernización deshumanizada y sin escrúpulos, Hwang Sok-yong nos descubre la otra cara del progreso, la de los marginados y excluidos, la de los desechos humanos que viven de los desechos de la sociedad de consumo. Hwang Sok-yong combina realidad, ficción y fantasía en una novela de tintes dickensianos que, pese a la dureza de la vida que describe, emana lirismo, emociones y buenas dosis de humor. Una novela optimista y esperanzadora que resalta la belleza de vivir, incluso en ambientes que no animan a ello.
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El escritor Hwang Sok-yong: ¿Qué legado dejaremos a los jóvenes? Hwang Sok-yong es uno de los escritores coreanos más leídos en su país y más conocidos en el mundo. Un activista por la democracia y la reconciliación con el Norte. En sus libros fusiona la lucha política con el imaginario cultural coreano. Le Monde. 17/03/2016
En sus últimos libros usted vuelve sobre el pasado. ¿Por qué esa mirada al pasado, a la memoria? Yo vuelvo sobre las heridas sociales dejadas por la modernización forzosa de Corea del Sur. En mi libro El ocaso del día, un célebre y anciano arquitecto recuerda su infancia en las “Villages de la lune” (las chabolas de Seúl en la década de 1960-1970) y se arrepiente de haberlas borrado de su memoria. Escribí El ocaso del día después de haber visto un documental que me causó gran impacto. El reportaje trataba sobre la muerte de Jeon Tae-il, un obrero de 22 años que se quemó a lo bonzo en 1970 para protestar contra las condiciones de trabajo en los miserables y pequeños talleres textiles del mercado de Dongdaemun, en Seúl. Tras su trágica muerte, Tae-il se convirtió en uno de los héroes de la lucha obrera. El director del documental encontró al dueño del taller, un hombre mayor, de clase media, y cuando le preguntó si conocía las condiciones de vida de sus empleados, respondió que su vida había sido también muy dura, que empezó con una sola máquina de coser, pero que desconocía que sus trabajadores sufrieran tanto, y entonces se puso a llorar. Yo construí mi novela sobre sus lágrimas. Las lágrimas de un servidor del capitalismo salvaje. ¿Qué legado dejaremos a nuestros jóvenes? Para mí esta es la dolorosa cuestión. En Todas las cosas de nuestra vida evoca otro lugar, ejemplo de ese capitalismo sin freno, un inmenso vertedero a cielo abierto en la isla del río Han. Allí, en chabolas, en medio de esa montaña de basura, viven numerosas familias que no tienen nada. Usted, cuando era un niño y aquello todavía era un lugar bello y agradable iba a jugar
allí. Actualmente la isla está unida a tierra firme y la montaña de basura recubre la vegetación. No queda ni rastro de ese pasado... Los críticos han calificado mi novela como “novela social”. En mi opinión se trata más de un alegoría de la relación entre el hombre y los objetos. Nanjido “ La isla de las flores” era una tierra cultivada en la que, según las creencias chamánicas, habitaban un gran número de pequeñas divinidades: espíritus malignos y duendes bondadosos y bromistas que llamamos tokebi. En la montaña de basura los desheredados, los niños y los pobres de espíritu mantenían que los objetos tienen un alma, que el objeto que ha pertenecido a alguien está impregnado de esa persona. Detrás de cada objeto se perfila un hombre o una mujer. En el basurero había centenares de miles de objetos abandonados pero siempre contenían el espíritu de los que los habían utilizado. ¿Cómo explica que esas creencias se mantengan en una sociedad moderna como es la actual Corea del Sur? La irracionalidad subsiste en las costumbres coreanas contemporáneas. El chamanismo está enraizado en nuestra cultura. Lo sobrenatural perdura, sin duda también, en las relaciones de familia, en las tradiciones, en el respeto a nuestros mayores y en los ritos destinados a mantener nuestra memoria, que son mucho más fuertes aquí que en Occidente. En mis novelas, evocar los espíritus malignos es la manera de que los vivos dialoguen con los muertos, de hacer coexistir la realidad con lo sobrenatural y de entrecruzar el pasado y el presente.
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Acaba de publicar su biografía en Corea... Sí, llegó el momento. Con mi testimonio quiero explicar mi generación y la implicación de esos hombres y mujeres que crecieron en un país dividido, bajo el yugo de la dictadura. Para comprender por qué vivimos en una sociedad que tiende a revivir épocas anteriores a la democratización de finales de los años 80, es necesario remontarse en el tiempo. En mi opinión, la situación política actual en Corea del Sur es muy grave por el retroceso en las esperanzas que albergamos hoy respecto a las que alimentábamos al final de las dictaduras militares.
La situación política actual en Corea del Sur es muy grave por el retroceso en las esperanzas que albergamos hoy respecto a las que alimentábamos al final de las dictaduras militares. Cuando estaba preparando una recopilación de 101 novelas para homenajear a nuestros mayores y contemporáneos, tomé conciencia de que la historia avanza en espiral. Guerras alternas (1950 a 1953), una primera dictadura que frenó el movimiento estudiantil, un efímero paréntesis democrático antes de la vuelta a las dictaduras marcadas por los arrestos y las torturas y una masacre de la población civil de la ciudad de Gwangju por las tropas de élite, en mayo de 1980. La democratización no comenzó hasta ocho años más tarde. La literatura ha seguido este movimiento en espiral. Desde el punto de vista de la creación literaria, los años 70 fueron sin duda el período más fecundo. Ante la censura, la palabra escrita se erigió como grito de protesta y buscó influir en política. Pero ya en los años 90, se volvió a la introspección, a la esfera privada, a uno mismo. En torno al 2000, volvimos a un periodo de dificultades y de injusticias, y el mundo literario se dividió en dos: en los que piensan que el relato
siempre es necesario y los que se interrogan sobre su idoneidad y sobre otras posibles expresiones narrativas. La jerarquía de géneros que abogaba por la literatura como un arte más noble que el cine o la música se rompió en pedazos. El compromiso de los jóvenes escritores de hoy es distinto al de mi generación. La juventud actual es más individualista, más irónica, en cierto sentido más anarquista, y con una visión destellante innata en esta juventud. ¿En la autobiografía que acaba de publicar en su país recoge el momento actual? No. Mi autobiografía finaliza en 1998, con mi salida de prisión. Pasé cinco años encerrado por viajar a Corea del Norte sin autorización, y según la ley de seguridad nacional, adoptada en tiempo de la dictadura y actualmente todavía en vigor, es motivo de cárcel. Mientras estuve encerrado no quise comportarme como un intelectual: no leía libros y simpatizaba con los presos comunes. Redescubrí la parte más banal de la vida: comer, dormir, reír con historias picantes. Pero mi vida a partir de ahí es más difícil de analizar, por lo que me contenté con resumirla en un epílogo. Cuando en 1998, al llegar al poder el presidente Kim Dae-jung, me liberaron, volví a mis actividades de escritor, sin embargo, rápidamente constaté que a pesar de nuestras luchas y nuestros esfuerzos la situación en Corea casi no había mejorado. La tendencia es ir a peor: el gobierno actual reescribe los manuales de historia y borra las páginas más negras de las dictaduras: ha alcanzado un acuerdo con el gobierno de Japón sobre “las mujeres de consuelo” –las mujeres que fueron obligadas por la armada imperial japonesa a prostituirse durante la guerra– sin tener en cuenta las voces de las supervivientes. Ha reformado el mercado de trabajo para facilitar todavía más los despidos y acaba de adoptar medidas antiterroristas que refuerzan el poder de los servicios secretos, como si la ley de seguridad nacional no fuera suficiente para el arsenal represivo. ¡Le voy a hacer una confidencia, a veces estoy tentado por el exilio! alianzaeditorial.es
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Foto: Douglas Knisely. Isla de Jeju, Corea. 2006
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Encuentro en Seúl con el autor de Bari la princesa abandonada
Hwang Sok-yong, un novelista fuera de norma Lunes 19 de agosto de 2013, por MARTINE BULARD
Raras veces un escritor ha entretejido tan íntimamente la lucha política y el compromiso poético. A sus 70 años, Hwang Sok-yong es uno de los escritores surcoreanos más conocidos tanto en el extranjero como en su propio país. No puede dar dos pasos en Seúl sin que le pidan posar para una foto tomada con un móvil o firmar un autógrafo. Con una locuacidad y un humor desbordantes alza la voz, en cuanto un tema le resulta de interés –¡y casi todos los temas resultan ser de su interés!–. Las relaciones con la República Popular Democrática de Corea (RPDC). La situación política y social de su país. Las condiciones vitales de los trabajadores, coreanos o inmigrantes. Es muestra de ello Bari. La princesa abandonada, una novela escrita en 2007 (...). Según una leyenda coreana, Bari es la séptima hija del rey, quien decepcionado por no haber engendrado aún un varón, la abandona antes de caer enfermo. Sin embargo, es ella quien recorrerá el mundo en busca del remedio que podría curar a su padre. Si bien Hwang Sok-yong describe con finura este clásico coreano cargado de chamanismo, sumerge su pluma en las realidades de hoy día –las de la inmigración, las confrontaciones culturales y religiosas, de la miseria y la explotación. Su princesa Bari, nace en la RPDC en el seno de una familia más bien próspera; como la mayoría de norcoreanos conocerá el hambre y el periodo de las sospechas y las purgas políticas. Bari huye y se refugia al otro lado del río, en China, junto a su abuela de quien heredó sus dones de videncia y los ritos chamánicos, a menudo en simbiosis con la naturaleza –generosa, aunque incapaz de asegurarles la supervivencia. Bari deberá partir hacia la ciudad.
Demasiado joven para prostituirse, como hacen muchas de sus compañeras de viaje, se hace masajista antes de llegar a Londres tras innumerables peripecias. Londres y sus cuchitriles para inmigrantes a precio de oro. Londres y sus persecuciones a los sin-papeles, Londres y su solidaridad entre exiliados, ya sean musulmanes de Bangladesh o de Pakistán, hinduistas de la India, budistas o impregnados de chamanismo coreano. Tratándose de Hwang Sok-yong, la historia acaba siempre por encontrarse con la Historia. Cuando Bari se casa con un joven Pakistaní, la pareja se topa con el 11 de septiembre, la guerra de Afganistán, Guantánamo y sus prisioneros sin juicio. El autor logra el tour de force de construir una obra de múltiples resonancias, con unas magníficas pausas poéticas como la de ese inolvidable viaje de Bari al mundo de los muertos tras el accidente de su hija, con reflexiones filosóficas finamente entretejidas sobre la armonía y la pluralidad de las creencias, las culturas. Reivindica esos fecundos cruces narrativos a la par que insiste en situarse en las sociedades contemporáneas: «Con Shim Chong, la niña vendida (saga deslumbrante de una niña vendida con 15 años a unos traficantes chinos, prostituida en Taiwán antes de encontrarse como geisha en un prostíbulo en Okinawa y más tarde en Japón), he mostrado el destino de los pobres en el siglo XIX. Con Bari. La princesa abandonada, he querido abordar el tema de la inmigración en el siglo del neoliberalismo, el siglo XXI». Es una obra a imagen de su autor, fuera de norma, que se nutre de su propia experiencia, particularmente agitada.
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Cinco años de prisión por un viaje al Norte De hecho, Hwang Sok-yong nació en 1943 en la Manchuria entonces ocupada por Japón, sus padres eran inmigrantes coreanos. Tras la liberación, la familia vuelve a Pyongyang antes de instalarse en Seúl durante la guerra de Corea (195053). Posteriormente será enviado en un cuerpo expedicionario a Vietnam, por cuenta de los americanos –un aspecto de esa guerra desconocido al que Hwang Sok-yong aportará toda su dimensión real en La sombra de las armas (1985). A su vuelta a Corea del Sur emprenderá todas las luchas posibles contra la dictadura bajo la tutela de Park Chung-hee, el padre de la actual presidenta. Militará activamente contra la división de la península coreana y a favor del establecimiento de relaciones entre el Norte y el Sur. Cuando en 1989 viaja a Pyongyang para representar a los escritores del sur en el Congreso Mundial de Escritores, ya sabe que no va a poder volver a su país. Se ve obligado a exiliarse en Berlín (donde presencia la caída del muro), después a Nueva York. Tras la caída de la dictadura y la elección de Kim Young-sam, cree poder volver pero es condenado por «delito contra la seguridad del estado» a siete años de cárcel –de los que cumplirá cinco-. Deberá esperar al ascenso al poder del demócrata Kim Dae-jung para ser finalmente liberado. Obvia decir que Hwang Sok-yong conoce el drama del exilio, la miseria de las cárceles, el horror de las guerras… La que dividió a su país en dos y dejó cuatro millones de víctimas será sin duda la más dolorosa: una herida viviente. Del otro lado del paralelo 38, viven otros coreanos, como él. De Señor Han (1970) a El invitado (2001), Hwang no ha cesado de dejar al descubierto las desgarraduras, esos conflictos ideológicos que destruyen el amor, la amistad, los lazos sociales y familiares –cada bando creyéndose el poseedor de la verdad–. Por haber siempre rechazado ese maniqueísmo, Hwang fue a menudo acusado de comunismo o peor aún de «norcoreano» .«Durante mucho tiem-
po, antes de la democratización, el poder de Seúl inventaba asuntos de espionaje, especialmente en contra de los intelectuales», nos recuerda. Es de hecho a causa de esto por lo que fue encarcelado. Sin embargo sus novelas demuestran que siempre conservó una cierta distancia con Pyongyang, aunque al principio el régimen presentaba una cara más atractiva: con el éxito de la reforma agraria y con su desarrollo hasta el punto de que los intelectuales se habían aliado con el norte en la década de los 50, mientras que la dictadura los aplastaba en el sur. Hasta el punto de que, explica Hwang Sok-yong: «Siempre fue difícil para los intelectuales progresistas criticar a Corea del Norte. Tras la liberación, se refugiaron en el sur los colaboradores con Japón; la dictadura reinaba con el apoyo de Estados Unidos. En cuanto se emitía alguna crítica, se nos trataba de norcoreanos (…) Para los intelectuales era un motivo de orgullo no dejarse intimidar. A veces para contrarrestar ese diktat, teníamos más bien tendencia a los elogios –se trataba de una posición ética–».
Salir del estado de guerra Aún hoy en día la ley de seguridad nacional tacha de «crimen» cualquier elogio o cualquier opinión mínimamente positiva sobre algún aspecto del
«No ignoro las atrocidades cometidas en contra de los derechos humanos en Corea del Norte. Y no las apruebo, es evidente. Pero uno no puede limitarse a aullar con el resto de la manada, hay que tratar de entender también desde dentro.» norte. Y la caza de brujas no ha terminado del todo. «Por supuesto», añade Hwang Sok-yong, «no ignoro las atrocidades cometidas en contra de los derechos humanos en Corea del Norte. Y no las apruebo, es evidente. Pero uno no puede alianzaeditorial.es
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limitarse a aullar con el resto de la manada, hay que tratar de entender también desde dentro. Para Corea del Norte, el arsenal nuclear es el medio más seguro – y el más barato- de mantener su seguridad. Hace ya veinte años que Pyongyang reclama un mayor dialogo con los Estados Unidos. No dice más que «que nos dejen tranquilos» o «que garanticen nuestra seguridad respetando lo que somos». Aunque desapruebe todo tipo de chantaje –en absoluto eficaz– el escritor milita, como otros intelectuales, científicos o demócratas surcoreanos, a favor de una gran iniciativa de Seúl por un diálogo bilateral, que de entrada busque la paz «Estamos todavía bajo el régimen de 1953 en el que se ha firmado un armisticio (y no un tratado de paz) por los Estados Unidos y Corea del Norte, pero no por el sur! Estamos todavía en estado de guerra. Ya es hora de acabar con esto». Desde 2003, el escritor ha dejado de mantener contacto con los intelectuales norcoreanos. «He intentado llevar a cabo varios proyectos en común. Pero he sido instrumentalizado tanto en el norte como en el sur y los he abandonado.» Renunciar no está entre sus hábitos, entonces la escritura sigue siendo su principal arma.
Psy y el capitalismo coreano Otro caballo de batalla del escritor ciudadano: las condiciones de vida de los surcoreanos y de los jóvenes en particular. Narra la historia del barrio chic de Gangnam, cuyos excesos fueron inmortalizados en el clip «Gangnam style» del cantante Psy, y que, según él, resume la carrera desenfrenada al desarrollo en Corea del Sur. «En ese distrito, antaño pobre, había unos grandes almacenes cuyos muros se fisuraban. Pese a las alertas de los empleados y de los clientes, el propietario no quiso hacer caso. El gran almacén se derrumbó y hubo varias decenas de muertos. Pero se limpiaron los terrenos y se vendieron muy caros. Es una metáfora del capitalismo coreano que se ha desarrollado a toda velocidad y que ha conocido una primera crisis en 1997. Algunos lograron aprovechar para acaparar nuevas riquezas.»
Los escándalos financieros se multiplican pero la cosa sigue. Es lo que cuenta a su manera Psy, siguiendo la vieja tradición coreana de ironizar sobre uno mismo. Sobre esta loca carrera por el dinero, Hwang Sok-yong es inagotable: «Somos la decimoquinta potencia mundial, pero estamos
Para Hwang Sok-yong, la historia del barrio chic de Gangnam, cuyos excesos fueron inmortalizados en el clip «Gangnam style» del cantante Psy, resume la carrera desenfrenada al desarrollo en Corea del Sur. afectados por un cáncer –la enfermedad se desarrolla en el interior, no se ve, pero es peligrosa. Deberíamos parar, respirar un poco para reflexionar acerca de cómo construir una sociedad armoniosa. Hay que detener la omnipresencia de los grandes chaebols que lo controlan todo, desde la industria pesada hasta el pequeño café del barrio. Ni siquiera abogo por la revolución. Digo solamente: cambiemos un poco el carburante». Y añade para ser más explícito : «Hay que darse cuenta de que uno de los eslóganes del candidato de la izquierda para las presidenciales de diciembre de 2012 era garantizar al asalariado que pueda pasar las tardes en familia. A menudo los progenitores no pasan ni una sola de las comidas del día con sus hijos. ¿Qué clase de sociedad es esta?» En un país en el que, por muy sorprendente que parezca, está prohibido votar por un candidato independiente en las elecciones, ha participado activamente en la campaña electoral, contribuyendo al debate para convencer a los tres candidatos de la izquierda para reunir sus programas y presentar una sola candidatura. «Les insté a que dialogaran y prometí que distribuiría 3.000 de mis libros gratuitamente si ganaba la izquierda. –Por suerte, ¡perdieron!», añade con una gran risotada. Él no se inquietó por este activismo
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Militante activo contra la división de la península coreana y a favor del establecimiento de relaciones entre el Norte y el Sur, un viaje a Corea del Norte le supuso el exilio y la posterior condena a cinco años de cárcel en Corea del Sur. público, pero durante la campaña electoral, 137 jóvenes escritores firmaron una petición llamando a cambiar de gobierno, tan solo eso. Fueron literalmente acosados por los poderes públicos, convocados en repetidas ocasiones a las comisarías de su barrio… «Evidentemente, eso inquieta; entre ellos algunos han pensado que la próxima vez se lo pensarán antes de firmar.»
Qué país en el mundo El asunto es tanto más lamentable a sus ojos porque el cambio de gobierno es urgente, para los jóvenes sobre todo. Y desgrana las taras actuales: «¿Qué país en el mundo tiene una de las tasas de suicidio más elevadas del mundo (43 diarios)? Corea. ¿Qué país en el mundo tiene uno de los peores índices de felicidad de la OCDE? Corea. ¿Dónde se tiene el honor de trabajar más que en ningún otro país? En Corea, por delante de Polonia. ¿Dónde hay mayor número de accidentes
de trabajo sobre el porcentaje de trabajadores? En Corea. ¿Dónde se debe pagar más para financiar los estudios universitarios? Una vez más en Corea, ya que los Estados Unidos disponen de un sistema de becas que ni siquiera existe aquí. ¿Cómo podrían los jóvenes ser felices? No solamente no lo son, sino que la mayoría de las veces viven culpabilizados.» Al contrario que un gran número de los intelectuales entrevistados que piensan que los jóvenes no tienen más que una sola idea en la cabeza, con-su-mir, Hwang Sokyong piensa que «tienen una gran capacidad de movilización, son muy activos en las redes sociales, son individualistas pero libres, no tienen una ideología. Se movilizan cuando algo los revuelve. Se movilizaron contra la importación forzada de carne americana. Ayudaron a financiar la película de Chung-Ji-yong sobre la corbeta Cheonan», que pone en duda la tesis oficial según la cual el ejército norcoreano habría hundido el barco surcoreano, con un balance de 46 muertos. Pyongyang siempre lo desmintió. Chung Ji-yong tuvo las mayores dificultades para financiar la película y a su estreno, a principios de agosto, los militares surcoreanos reclamaron la prohibición de la película. En definitiva, concluye Hwang Sok-yong «estos jóvenes son valientes, teniendo en cuenta la vida que tienen, pero no han logrado crear una identidad propia a su generación.» Y el escritor se pone a soñar con el día en que ese espíritu tomará forma.
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