Los jardines del presidente. Mushin Al-Ramli. Alianza editorial

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«En el tercer día de Ramadán de 2006, en un país sin platanares, los habitantes del pueblo se despertaron con la llegada de nueve cajas para transportar plátanos. En cada una de ellas estaban depositados la cabeza degollada de uno de sus hijos y el documento que lo identificaba…» En las cajas se encuentra la cabeza de Ibrahim, un hombre al que todo el mundo apreciaba por su bondad y discreción, y por su particular filosofía de saber afrontar las tragedias aceptando su destino. Había nacido y se había criado en un remoto pueblo del norte de Irak, junto a sus eternos amigos de la infancia: Tarek, de vida acomodada y al que siempre sonrió la vida; y Abdulá, huérfano y depresivo, a quien llaman Kafka por su manera de pensar y por haber devorado las obras de aquel autor. Los «Hijos de la grieta de la tierra», MUHSIN AL-RAMLI (Irak, 1967) es uno de los más importantes novelistas y dramaturgos iraquíes, además de traductor de varios clásicos españoles al árabe. Vive en España desde 1995, año en que fue empujado al exilio por el régimen de Sadam Husein. Es hermano del también escritor Hassan Mutlak, considerado como el «Lorca iraquí» por parte de la intelectualidad de su país, que fue ahorcado por el régimen en 1990 tras haber participado en un intento de golpe de Estado. Fundador de la revista cultural Alwah en 1997, de la que es coeditor, desde 2004 es profesor en la Universidad de San Luis, Madrid. Su novela Los jardines del presidente estuvo en 2013 entre las finalistas del premio IPAF, conocido como el «premio Booker árabe», y ganó el English Pen Award.

© Khaled Kaki

«Si cada víctima tuviera un libro, todo Irak sería una enorme biblioteca, imposible de catalogar.» MUHSIN AL-RAMLI

Traducido del árabe por NEHAD BEBARS Versión castellana revisada en colaboración con ELENA M. CANO e ÍÑIGO SÁNCHEZ-PAÑOS 15,50 x 23,00 cm 368 páginas | Rústica 978-84-9181-276-0 3472628

€ 19,00

*HYYEZB|812760] EBOOK 978-84-9181-277-7

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CRÍTICA DE LOS JARDINES DEL PRESIDENTE DE MUHSIN AL-RAMLI:

AMOR, MUERTE E INJUSTICIA EN IRAK Robin Yassin-Kassab. The Guardian Una afirmación de la importancia de la amistad en medio de la opresión, esta vívida epopeya de la vida en una zona de guerra está tejida a partir de las historias reales de los que viven allí. Desde 1980, el pueblo de Irak ha sufrido una guerra casi ininterrumpida, así como levantamientos, represiones, sanciones y enfermedades relacionadas con el conflicto. Los jardines del presidente, publicada en árabe en 2012, por fin nos proporciona un relato épico de esta experiencia desde una perspectiva iraquí. «Si cada víctima tuviese un libro, Irak en su totalidad se convertiría en una enorme biblioteca, imposible de catalogar». Esta novela está centrada en Ibrahim, apodado “Ibrahim Quisma”, cuya vida se narra con mayor detalle y cuya cabeza, que aparece en una caja de plátanos, abre y cierra la novela en 2006. Los amigos de Ibrahim desde la infancia, Tarek “el Asombrado” y Abdulá, conocido como «Kafka», también son esenciales en la historia. Tarek es un maestro de escuela, enérgico y atildado, un imán sonriente y pragmático. Como tal, se libra del servicio militar y prospera en su aldea, adaptándose al sistema de gobierno. Abdulá, un «príncipe de los pesimistas» que describe los acontecimientos contemporáneos como «historia antigua, perdida y muerta», es llamado a filas en 1988 durante la guerra contra Irán, es capturado y encarcelado como prisionero de guerra, junto con 100.000 hombres más, durante los siguientes 19 años. En Irán es torturado, privado de alimento y aleccionado en “jomeinismo”. Los presos están separados según su afiliación religiosa, pero los «penitentes» que adoptan la ideología de la República Islámica someten a los no conversos. No hay sectarismo en la narración. Los personajes principales, del norte de Bagdad, son probablemente musulmanes suníes, pero el lector debe tener conocimientos más allá del texto para hacer esta suposición. Sus viajes por los bellos paisajes del país y los terribles paisajes de guerra trasmiten tanto un claro sentido de comunidad iraquí como un sostenido desdén hacia el nacionalismo excluyente y propagandístico. «Cuando miro la bandera de cualquier país», dice Abdulá en su arranque, «no veo nada más que un trozo de tela desprovisto de cualquier color o significado». Si la conducta habitual de Abdulá es el nihilismo, la de Ibrahim es una gentil resignación. «Todo es destino y ley» es su eslogan, y llama a su hija Quisma, o «destino». Estéril a causa del gas venenoso en la guerra de Irán, queda cojo durante la invasión de Kuwait. Encuentra un trabajo en los jardines paradisíacos que dan título al libro. En estas extensiones secretas dentro de Bagdad, tachonadas por los palacios de Sadam Hussein, el agua de la fuente se mezcla

con perfume, los camellos pastan entre los rosales y los cocodrilos nadan en las piscinas. Naturalmente, los horrores acechan bajo esta superficie. Quisma es independiente, asciende socialmente, y se muestra algo avergonzada de su padre. La descripción de los remordimientos tácitos de esta relación, y del amor entre Ibrahim y su esposa, que florece en el último momento, es sensible y poderosa. El pueblo natal sin nombre, donde «cada historia llega a todos los oídos», es un escenario tan intenso como el Macondo de García Márquez. Una historia de vergüenza oculta forma una de las subtramas, el confinamiento doméstico refleja el encarcelamiento organizado por el estado. La trama es hábil, sazonada con premoniciones bien ubicadas, secretos y revelaciones. Entre las partes más asombrosas están los relatos de las condiciones en el Kuwait ocupado, reclutas iraquíes saqueando la ciudad o ardiendo en el desierto, así como representaciones vívidas de la carnicería en la carretera bombardeada a Basora y la caída caótica de Bagdad a manos estadounidenses en 2003. El realismo alucinatorio, trufado de detalles simbólicos, alcanza un tono que recuerda a Vasili Grossman, como cuando un Ibrahim herido levanta los ojos y ve un perro con rostro humano ... pero luego la narración se corrige a sí misma: no, es un perro que lleva una cabeza cortada en sus mandíbulas. Ocasionalmente, la escritura también es «tolstoiana», en su enfoque sobre la interacción de los personajes con el río del tiempo «que fluyó a través de ellos y sobre ellos», y en su sentido de las vidas individuales que se conectan con la sociedad en general. Las divagaciones seniles de la madre de Ibrahim, por ejemplo, le hacen «sentir que toda su vida fue una gota más en un vasto y enorme océano de innumerables gotas que abarcaban todo a su alrededor: personas y sus historias, ser y posesiones». La novela está tejida a partir de historias reales que el autor ha experimentado o le han sido referidas. Muhsin Al-Ramli, ahora un profesor y traductor de El Quijote radicado en Madrid, se ha convertido en una estrella de la literatura árabe contemporánea. El hermano de Muhsin Al-Ramli, el poeta Hassan Mutlak, fue ejecutado por Sadam en 1990. Aunque están firmemente enraizadas en su contexto, las preocupaciones de Los jardines del presidente son universales. Es una investigación profundamente conmovedora sobre el amor, la muerte y la injusticia, y una afirmación de la importancia de la dignidad, la amistad y la razón en medio de la opresión. La novela es, sin duda, una tragedia, pero su ligero y persistente humor hacen que su lectura sea un enorme placer. alianzaeditorial.es

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Muhsin Al-Ramli describe los terribles hechos que le inspiraron y la notable recepción de Los jardines del presidente. personales e información sobre dónde fueron enterrados. Después de la caída del régimen, ayudó a muchas familias a encontrar los restos de cadáveres de sus seres perdidos. Me llevó cerca de cuatro años escribirla, pero el trabajo no fue continuo. Escribía y me detenía para escribir otras cosas, luego regresaba a la novela, buscaba más información y volvía a ella, pedía consejo a mis amigos, y así sucesivamente. Fue escrita en cuatro lugares: comencé en Madrid y seguí en Granada e Irak, donde fui por un corto tiempo e investigué más. Terminé el primer borrador en Asturias, en el norte de España. Después de eso, hice varias revisiones en Madrid, así que la escritura comenzó y terminó allí, donde vivo. La novela ha sido recibida mucho mejor de lo que esperaba. Las opiniones críticas expresadas me aseguraron que era técnicamente sólida. Los puntos de vista de los lectores, que son los más importantes, me hicieron sentir que esta novela había transmitido el mensaje que pretendía. He recibido llamadas y cartas de lectores que siguen mis escritos, que dijeron que «esta es la novela que hemos estado esperando que escribieses». Otros dijeron: «Ahora entendemos lo que estaba sucediendo en Irak y las razones de lo que está sucediendo ahora». Algunos confesaron que su punto de vista había cambiado por completo: anteriormente simpatizaban con el dictador derrocado de Irak y lo apoyaban contra sus enemigos. Algunos en las redes sociales escribieron sobre su esperanza de que los gobernantes lo lean, para que el torbellino de violencia en este mundo árabe se aplaque. Y había alguien de Irak dándome las gracias porque había logrado expresar su dolor».

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Diseño de cubierta: Elsa Suárez Girard. Foto: aci_editorial. Dosier: proyectos gráficos PGA

«Comencé a escribir Los jardines del presidente en 2006 después de recibir la noticia del asesinato de nueve de mis parientes, que estaban ayunando en el tercer día de Ramadán. La gente de la aldea solo encontró sus cabezas en cajas de plátanos, junto con sus documentos de identidad. Dediqué la novela a sus almas. Fue un gran shock para mí. Me horrorizó y, en un principio, la novela fue una reacción a este hecho emprendida sin planificación ni una visión clara. Así que la dejé de lado en la esperanza de alcanzar una vieja ambición de escribir una novela que abarcara lo que la gente común ha sufrido a través de las violentas tragedias de Irak en su historia moderna, una novela como El puente sobre el Drina del novelista yugoslavo Ivo Andric, que relata la historia de su país a través de varias generaciones y en las cuales el puente es el punto que unifica los diferentes acontecimientos y periodos del libro. Otra motivación ha sido que cuando he participado en actividades y eventos culturales en muchos países, he visto la dificultad que tiene la gente para comprender la complejidad de la situación iraquí, y me siento extremadamente triste y enojado cuando la prensa mundial informa de las víctimas iraquíes como si fueran números. Empecé a recopilar información sistemáticamente. Viajé a Siria para reunirme con mi hermano y su hijo para pedirles más detalles. No comencé a escribir nuevamente hasta fines de 2008, después de leer una vieja y breve noticia sobre alguien cuyo trabajo era enterrar a personas anónimas ejecutadas en Irak y que guardaba de manera secreta algo que les pertenecía, ya fuera una tarjeta, un reloj o un anillo. Él registraba algunas de sus características

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