Dosier de prensa
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«En principio, Kramp es un libro que se lee de soslayo; luego, con el corazón abrigado y, finalmente, con la idea de un viaje al centro de la nostalgia, y nos deja listos para excusarnos con que tenemos una basura en el ojo. Sin usar cifras ni datos pormenorizados, la novela de María José Ferrada hace eco en nuestra memoria, y qué bien que así sea.» El Dínamo
Foto: Ignacio de la Cuadra
María José Ferrada (Chile, 1977) es periodista y escritora. Sus libros infantiles han sido publicados en ocho países.
Kramp, su primera novela, ha sido la primera obra en ser galardonada con los tres reconocimientos literarios chilenos de mayor prestigio: el Premio a la Mejor Novela del Círculo de Críticos de Arte, el Premio a las Mejores Obras del Ministerio de Cultura (categoría novela) y el Premio Municipal de Literatura de Santiago.
El día que el hombre llega a la Luna, D empieza a trabajar como vendedor viajero de productos de Kramp: clavos, serruchos, martillos, picaportes y mirillas. Comienza también entonces la educación paralela de su hija, M. Convertida en ayudante y cómplice, se salta las clases a espaldas de su madre para acompañar a D en sus viajes, descubriendo un precoz sentido comercial y un talento inesperado para la picaresca mientras recorren los pequeños pueblos del sur chileno, un territorio plagado de fantasmas.
MARÍA JOSÉ FERRADA
KRAMP ALIANZA LITERATURAS 14,50 x 22,00 cm 128 páginas | Rústica 978-84-9181-454-2 3472715
€ 14,50
*HYYEZB|814542] EBOOK 978-84-9181-455-9
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Entrevista a María José Ferrada Kramp narra la historia de un vendedor viajero, D, y su pequeña hija, M. En alguna entrevista mencionaste que tu padre es vendedor viajero. ¿Es Kramp una novela autobiográfica?
infantil, una visión aguda que los adultos perdemos cuando crecemos. Tal vez sea porque los niños, para bien o para mal, hacen menos cálculos a la hora de actuar, decir y relacionarse.
Sí y no. Escribí esta novela porque quería contar la historia de los vendedores viajeros, un oficio que como tantos otros, ha ido desapareciendo. Para hacerlo utilicé los escenarios que recorrí junto a mi padre y algunas de las historias que escuché contar a sus amigos, también vendedores. Tal como la protagonista de la historia, yo debo haber tenido siete u ocho años y acompañaba a mi padre a vender. Las tiendas de pueblo con su orden caótico, los vendedores que se reunían a maldecir su suerte en las cafeterías, me parecían infinítamente más entretenidos que la escuela. En Kramp quise hablar de ese mundo, tomando mis recuerdos y creando a partir de ellos una ficción.
En los niños hay una especie de ser humano en estado puro, con todo lo bueno y todo lo malo que eso implica, insisto.
Kramp, el nombre de los productos que vende el protagonista, da título a la novela. ¿A qué se debe esa elección? Los personajes de Kramp son precarios. Como la mayoría de los seres humanos, necesitan verdades que los sostengan pero cuando miran a su alrededor encuentran poco y nada. Y la que mejor comprende la situación es la pequeña protagonista. En las primeras páginas dice “cada persona intenta explicarse el mecanismo de las cosas con lo que encuentra a mano. Yo, a los siete años, había estirado la mía y había dado con el catálogo de Kramp”. A partir de ahí intentan configurar un orden, el padre utiliza los productos y las imágenes que encuentra en las ferreterías para dar sentido al mundo que habitan e incluso llegan a inventar un dios al que llaman “El Gran Carpintero”. En un mundo tan frágil necesitan de los productos Kramp para sobrevivir, con todo lo que esta última palabra implica. La madre es un personaje que cobra protagonismo gracias a su ausencia. ¿Me hablas de ella? La madre es un personaje quebrado, ausente. Y es justamente esa ausencia –ella no notará que su hija, la pequeña M, prácticamente abandona la escuela para hacer de ayudante del padre– la que permite que la historia avance. Pero hay una razón para ese ensimismamiento. La madre es un personaje golpeado por la historia política, con un pasado que padre e hija desconocen. Es una figura fácilmente criticable. ¿Cómo puede una madre no saber en qué pasos anda su hija de ocho años?, una irresponsable, tal vez, pero como dice la niña, que parece ser la más sensata de todos, “más bien la vida había sido un poco irresponsable con ella”. ¿Por qué elegiste un narrador infantil? Justamente por esa falta de prejuicios con que los niños observan la realidad. Me parece interesante más allá del ámbito literario. Hay una sabiduría y una crudeza en la mirada
La desaparición parece ser un tema central de la novela. Desaparece un oficio, y también hay un “fantasma” que ronda la historia y que finalmente resulta ser un desaparecido político. Es una novela sobre la desaparición y también sobre los cambios. Lo grandes y seguros que nos sentimos, pero lo indefensos que estamos finalmente. El desaparecido político es la herida de la novela y lo que intenta este personaje es dibujar todo el radio en el que impacta una “situación política”, que nombrada así suena tan lejana. Es la Historia, con mayúsculas, que choca y termina quebrando las pequeñas historias personales, de manera irreparable. No puedes separar una cosa de la otra. Un país que se quiebra son afectos que se quiebran, historias que parecieran avanzar según un curso natural y se terminan torciendo. Es evidente en el caso de la violencia política que trunca una vida, pero también ocurre, con una intensidad distinta pero igualmente trágica, en el caso del oficio que retrata la novela. Si hace cincuenta años le hubieras dicho a un vendedor viajero que su oficio desaparecería, te habría dicho que eso era imposible. Y ya vemos. A pesar de todo esto hay humor en la novela, ¿por qué? Porque los vendedores viajeros eran así, divertidos y políticamente incorrectos. Se reían de las tragedias de los demás pero sobre todo de la propia tragedia. Son unos perdedores extremadamente lúcidos y por lo mismo, no le tienen miedo a nada. Su única sabiduría consiste en no tomarse nada muy en serio, tampoco a sí mismos. De alguna manera el humor fue algo que tomé prestado de ese mundo porque habría sido imposible retratar a los vendedores sin risotadas –y humo de cigarros– de fondo. Kramp, tu primera novela, recibió los tres premios literarios que entregan en tu país: el Premio a la Mejor Novela del Círculo de Críticos de Arte, el Premio a las Mejores Obras del Ministerio de Cultura (categoría novela) y el Premio Municipal de Literatura de Santiago. ¿A qué crees que se debió esta buena acogida? Imagino que todos sentimos algo de nostalgia por el tiempo en que podíamos explorar con libertad los mecanismos del mundo. Ese tiempo en que por absurdas que fueran las respuestas a las que llegábamos, encontrábamos en ellas algo parecido a la seguridad. Eso es lo que intenta hacer la protagonista de esta historia. Luego creces y te das cuenta de que no era tan simple.
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«Una bella novela sobre el amor, la pérdida y la destrucción.» Revista de Santiago
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«La expresión de la belleza en estado puro, el humor casual en apariencia y el control sobre el lenguaje son algunas de las herramientas que Ferrada maneja con precisión y esmero. Kramp consolida a una autora que entró al campo de la novela demostrando una inusual madurez y una envidiable soltura. [...] Nunca está de más insistir en algo: la simpleza es un atributo fenomenal cuando se administra con naturalidad y talento.» La Tercera
«Kramp es un pequeño volcán que, sin previo aviso, de pronto hace erupción, con una fuerza y un sentido privilegiado y sensato del peso de los afectos, y arrasa con un mundo entero. Se trata del fin de un oficio, del fin de una parte de la vida de su protagonista, del fin de la primera infancia y de los límites de la nostalgia y la perspectiva infantil, del despertar de la adolescencia y las prisas de crecer para quienes quieren entender el mundo.» The Clinic
Diseño de cubierta: Manuel Estrada. Foto: Joaquí Hernández Kiki . Dosier: proyectos gráficos PGA
«He aquí, en mi humilde opinión, la historia perfecta, la mirada perfecta, la música perfecta. Esta novela es un milagro.» Alejandro Palomas
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