Hermana. (Placer). María Folguera. Alianza editorial

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Hermana. (Placer)

María Folguera

María Folguera Hermana. (Placer)

Dosier de prensa

AlianzaLit


Hermana. (Placer) se plantea ya desde el título como una identidad doble. ¿Son dos novelas en una?

© Danilo Moroni y Juan Carlos Toledo

María Folguera (Madrid, 1984) es escritora, dramaturga, directora de escena y gestora cultural. Ha recibido distintos premios de narrativa y teatro.

Hermana. (Placer) es una labor de orfebrería en la que se engarzan de forma magistral la amistad, los placeres, la vida. Sabina Urraca María Folguera consigue conjugar sabiduría y desfachatez de forma sorprendente. Christina Rosenvinge Un libro lleno de apuntes brillantes sobre la maternidad, la escritura y el teatro (símil y contrapunto de la experiencia), un diálogo con las vivas y con las muertas, y una guía para entender mejor lo que nos hizo el año 2020. Aixa de la Cruz

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Pero inseparables. Se apoyan una en otra, se reflejan mutuamente: la historia de una amistad entre dos mujeres, de los veintiséis a los treinta y seis años, de personalidades muy diferentes; y la investigación de la protagonista sobre el placer en las escritoras para escribir una Enciclopedia de Buenos Ratos de las Escritoras. La amiga resulta fascinante a la protagonista precisamente por su búsqueda libre (en apariencia) del placer, y su casi obsesión por la consecución del deseo, mientras que ella vive entre tareas, deberes y compromisos. La protagonista investiga además sobre la influencia de la amistad, «la búsqueda de interlocutora», que diría Carmen Martín Gaite, y eso le lleva a reflexionar sobre cómo su amiga y ella se inspiraron mutuamente para crear. Elena Fortún y Carmen Laforet, Elena Fortún y María Lejárraga, Ana María Matute y Colita… nuestro canon femenino se ha contado tradicionalmente a través de figuras solitarias, pero basta mirar un poco más de cerca para entender que todo trabajo está sostenido por más de uno, sea en forma de escucha fructífera, de apoyo material, de acompañamiento. Escribir no es una tarea solitaria. Como mínimo, necesitas que los demás te dejen un rato en paz. Por eso me interesaba dar visibilidad a las dos tramas en el título, y que el paréntesis funcionara como vínculo, como insinuación de que una palabra puede contener a la otra. En esa contestación a la mitología habitual en torno a escritoras, hablas de canon maltrecho, de martirologio: «Silvita metió la cabeza en el horno, Emilita enloqueció, Virginita se echó al río con piedras en el bolsillo». ¿Es un ajuste de cuentas? En los últimos años algunas cosas han cambiado en torno a la literatura escrita por mujeres, sobre todo en la sensación de mayor disponibilidad y diversidad: reediciones, nuevas traducciones, conmemoraciones que se convierten en reivindicaciones… La cultura popular está absorbiendo esa revisión del canon y ojalá muy pronto esa crítica que la narradora hace del «canon maltrecho» quede pronto obsoleta. Cuando yo tenía veinte años, allá por 2002, sí sentía una falta de referentes válidos: todas las autoras que me interesa-


ban –porque habían llegado a mí a través del prestigio, la mayoría anglosajonas, efectivamente: Plath, Dickinson, Woolf, etc– me eran presentadas antes que nada con un aura de fracaso vital y dolor, de imposibilidad. El mensaje subrepticio: «es imposible escribir y vivir como mujer, como madre, como chica sensible». A mí esto me afectaba, sentía que la escritura estaba cargada de peligro contra mí misma y mi entorno. Estos tiempos, como digo, me han traído nuevas visiones de las vidas de las autoras del canon; incluso de las partes dolorosas. La aparición, por ejemplo, de Lucia Berlin, me ayuda a entender la relación que quiero tener con la escritura, o más bien la única que puedo, por el momento, tener con la escritura. Yo también estoy con el día a día a cuestas, yo también descontrolo, y no quiero dejar de escribir aunque no tenga las condiciones idóneas para ello. No soy una persona respetable con una rutina bien organizada, y la mayoría de las veces no tengo un cuarto propio. Estoy respondiendo a esta entrevista en la mesa de una cocina, a punto de que una niña despierte, mientras escucho el siseo del aceite en la sartén. ¿Crees que es posible escribir sin referentes sobre otros escritores? Lo que sé es que la mayoría de escritores/as necesita esta mitología personal. Me encanta hacer la prueba en una conversación: muchas veces existe la necesidad de aparentar autonomía, originalidad, decir «Yo no soy nada mitómana», pero a continuación, poco a poco, se revela esa panoplia de referentes acerca de otros escritores, de sus vidas y del papel que deben o no deben jugar las circunstancias personales de cada uno en esa escritura. Drogas, maternidad, trabajo asalariado, espacio físico de trabajo, familia, soledad. Ponerse a escribir es reflexionar acerca de ello, de lo que nos permite ponernos a escribir. Has mencionado a distintas autoras anglosajonas, pero en el libro la narradora se centra en autoras españolas. Sí. Sin duda hay algo de reivindicación; nos atrae el glamour de lo anglosajón, hasta para lo sórdido y lo cotidiano. Preferimos identificarnos con una Lucia Berlin en la lavandería californiana antes que con una Carmen Martín Gaite haciendo el café en Salamanca. Se ha hablado mucho de madres, abuelos y abuelas, de generaciones anteriores obligadas a la estrategia de supervivencia, silenciosa o si-

lenciada, y eso también sirve para reflexionar sobre escritoras y placer. Nuestra relación con el autoexamen es muy diferente de la del mundo anglosajón, el imperio cultural que habitamos, porque venimos de un esquema católico. Una de mis citas más queridas incluidas en el libro es ese pasaje en el que María Lejárraga recuerda un momento placentero, y a la vez siente la necesidad de disculparse y condenar su propio egoísmo frívolo, porque una vez fue feliz sentada en un sillón mientras veía caer la nieve. Este libro me ha dado la posibilidad de interrogar a esas escritoras de generaciones anteriores, preguntarles acerca de ese supuesto egoísmo, celebrar que alguna vez tuvieron un momento de paz y de disfrute. Y compararlo con un fragmento de un escritor hombre: en el libro incluyo una cita de Juan Ramón Jiménez en la que él enumera, orgulloso, los placeres de su día a día, sin que por supuesto tenga la necesidad de autoflagelarse o sentirse en falta por hacer «lo que le apetece». La pandemia mundial de covid19 irrumpe en la trama casi por sorpresa. ¿Por qué elegiste ambientar el final en la primavera de 2020? Empecé a escribir el libro –después de varias versiones previas descartadas en los años anteriores– en enero de 2020. Había decidido que la relación entre las dos amigas se contaría desde su inicio hasta la primavera de 2020. La amiga en la que se inspira el personaje, «en la vida real», tenía previsto irse a vivir a Texas y me parecía interesante esa diferencia abismal entre ella y yo. Era una pregunta inevitable. ¿El libro está basado en una experiencia personal? Sí, la protagonista está inspirada en mi propia experiencia personal. Yo, al igual que ella, «me hundo en el arraigo», vivo entre tareas, deberes y responsabilidades. Pero a partir de ahí altero, ficciono, hago y deshago. Decía que las circunstancias me trajeron una pandemia global, que impuso un desenlace diferente al que imaginaba. Sé que al elegir la pandemia como marco estoy generando la situación incómoda de hablar del presente inmediato, de un acontecimiento que nos desborda y sobre el que cualquier conclusión será precipitada o insuficiente. No pretendo dar el protagonismo a la pandemia, sino contar cómo la amistad entre estas dos mujeres se enfrenta a diferentes retos, incluyendo una catástrofe mundial.


Si deseas más información y/o entrevista al autor:

Raúl Muñoz García

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José de Montfort

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MARÍA FOLGUERA HERMANA. (PLACER) ALIANZA LITERATURAS 14,50 x 22,00 | 144 pp | Rústica 978-84-1362-355-9 | 3472773

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Hermana. (Placer) está basado en hechos reales, pero ficciona y fantasea. La autora indaga sobre lo que callaron algunas escritoras que admira: Elena Fortún, Rosa Chacel, Matilde Ras, Carmen Laforet, María Lejárraga, o Teresa de Jesús. Sus textos, escritos desde la represión, la ambigüedad, el menudísimo goce o la duda, la ayudaron en aquella primavera de 2020, cuando su amistad se miró a la luz de una rotura inesperada.

13 MAYO

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Esta es la historia de una amistad de diez años, de los veintiséis a los treinta y seis, pero podría ser la fábula del rizoma y la mariposa: la protagonista se hunde en el arraigo -vive en la casa familiar, tiene una hija, escribe-, mientras su amiga es actriz, cantante, torbellino de photocall y planea irse por enésima vez, huir de Madrid, a Texas quizá. También es la historia de un empeño: la narradora escribe la Enciclopedia de los Buenos Ratos de las Escritoras, una obra que conseguirá hablar de placer. Se acabó el martirilogio, se acabaron los dramas y el sacrificio como única versión disponible.


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