Sobre la nostalgia. Damnatio memoriae. Diego S. Garrocho. Alianza editorial

Page 1

DOSIER DE PRENSA

LU00167001_dosier_nostalgia.indd 1

4/3/19 11:42


¿Podemos echar de menos algo que nunca hemos vivido? ¿Existe un pasado que tiene la paradójica condición de no haber sido nunca presente? ¿Podemos añorar lo que nunca ha existido? Es muy probable que sí y que tales experiencias, por paradójicas que puedan parecer, se relacionen de una manera u otra con lo que comúnmente denominamos “nostalgia”, una emoción, una enfermedad o una pasión de la que curiosamente conocemos la fecha exacta de su cuño. Fue en el año 1688 cuando un joven médico suizo, Johannes Hofer, compuso una extraña palabra de apariencia griega en la que se reunirían dos términos —el regreso (nóstos) y el dolor (álgos)— para describir la enfermedad que sufrían los soldados destacados lejos de su patria. Los franceses denominaron a aquella enfermedad “mal du pays” y algunos testigos cuentan que también los españoles de los viejos tercios de infantería llegaron a hablar del “mal del corazón”. Aquella palabra inventada, propia de una enfermedad de soldados, fue transformándose hasta nombrar una de las experiencias más universalmente humanas: echar de menos aquello que un día perdimos.

FOTO: UXÍO DA VILA

DIEGO S. GARROCHO es profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad Autónoma de Madrid desde donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Doctor con mención internacional en Filosofía, completó su formación en Boston College y en el Massachusetts Institute of Technology. Es autor de Aristóteles. Una ética de las pasiones (2015) y ha editado volúmenes colectivos y traducido a filósofos como Jacques Derrida. Codirector de la revista Índice desde 2013, Garrocho ha escrito, además de en publicaciones científicas, en medios generalistas como El Mundo, El Español, El Confidencial o Público. Desde 2016 es miembro del Instituto Universitario de Derechos Humanos, Democracia, Cultura de Paz y no Violencia DEMOSPAZ.

DIEGO S. GARROCHO

SOBRE LA NOSTALGIA

DAMNATIO MEMORIAE ALIANZA ENSAYO 15,50 x 23,00 cm 160 páginas | Rústica 978-84-9181-458-0 3492720

El pasado es siempre problemático. Si los días pasados fueron dolorosos su recuerdo nos perseguirá en forma de trauma. Todavía más terrible sería entonces recordar una felicidad perdida que vendría a demostrar la precariedad de nuestra circunstancia presente. Parece probado, pues, que tener buena memoria es una forma de condena peor que muchas otras. Cómo escapar de esa condena es un callejón sin salida, pues hasta la fecha nadie se ha atrevido a construir algo así como una ciencia del olvido. Si el cuño de la nostalgia coincidió con una fecha determinante para la Modernidad (1688 es el año de la Glorious Revolution de Inglaterra) no cabe duda de que en las últimas décadas del siglo XX aquella tendencia acabó por marcar el nacimiento de una era especialmente nostálgica. Tiempo después, la postmodernidad y sus derivas detonaron una pulsión memorativa y retrospectiva, como demuestra el auge de una creciente industria de la nostalgia. Las políticas de la memoria, la Mode Rétro o la memoración idílica de algunas revoluciones pasadas revelan el desencanto y la imposibilidad de seguir confiando en el porvenir futuro. Alguien llegó a advertir que el futuro ya no es lo que era. Por más que hace unos años los jóvenes de una generación vistieran camisetas con el lema contradictorio pero verdadero de “juventud sin futuro”, la esperanza es un recurso que se demuestra irrenunciable aunque tenga que ejercerse de forma retrospectiva. Cuando la confianza no puede dirigirse hacia el tiempo por venir resulta demasiado tentador volver la mirada hacia atrás, intentando convertir cualquier futuro imaginado en pasado; incluso, y esto es capital, antes de que este llegue a hacerse presente. Echar de menos algo, aunque no sepamos exactamente el qué. Desde Ulises hasta el Renacimiento, desde Platón al vintage, puede que esa ausencia distante y difusa sea algo más que el signo de nuestro tiempo. Esa añoranza inconcreta, esa conciencia memorativa de una falta inespecífica tal vez sea la marca más inconfundible del animal humano.

€ 16,00 EBOOK 978-84-9181-459-7

alianzaeditorial.es

LU00167001_dosier_nostalgia.indd 2

4/3/19 11:42


ENTREVISTA AL AUTOR ¿Qué te llevó a escribir sobre la nostalgia? Supongo que, como todo libro, este está motivado por circunstancias estrictamente personales. Desde hace algún tiempo había detectado que la referencia a la nostalgia era un recurso singularmente habitual, en contextos políticos y desde luego estéticos. Tanto a nivel individual como colectivo vivimos una época nostálgica en la que la repetición de demasiados fenómenos queda probada por la insistencia con la que empleamos, sobre todo en el contexto anglosajón, el prefijo re. Repensar, revisitar… son palabras espantosas que sin embargo han tenido un extraordinario éxito. Muchos políticos han vuelto a capitalizar el eslogan de Reagan del Make America Great Again. Lo perverso no es la ideología que inspire el lema, sino la dinámica inscrita en ese “great again”; la conciencia de pérdida de un pasado mítico pero recuperable me parecía un recurso omnipresente y digno de estudio. A partir de ahí comencé a investigar y la casualidad hizo que la “nostalgia” fuera una palabra con una historia absolutamente fascinante. Conocemos su fecha de datación exacta. Nació como una palabra esencialmente falsa, que parece griega pero que no lo es, que originalmente aspiró a nombrar una enfermedad de soldados… Hay un conjunto de accidentes fascinantes que convierten la “nostalgia” en un concepto especialmente fecundo no sólo para la reflexión sino incluso para la narración de ficción. Su historia está plagada de anécdotas que se narran en el libro y que a veces parecen demasiado buenas para ser reales. Pero sí, la historia de algunas palabras está plagada de secretos y avatares absolutamente sorprendentes. Una antigua enfermedad que hoy nombra un sentimiento no parece ser un objeto especialmente idóneo para la reflexión filosófica. Creo que la nostalgia es una vivencia o una totalidad afectiva esencial para el ser humano. Si la filosofía aspira a pensar realidades, acciones o emociones determinantes para la vida humana, la nostalgia es un candidato absolutamente pertinente para la reflexión. En este libro, aunque aspira a ser un ensayo filosófico, conviven nombres de filósofos con el de literatos, artistas, fisiólogos, médicos, magos o incluso chamanes. No me importa tanto el canon como nuestra tradición cultural, simbólica, emocional… Y ahí conviven, muchas veces sin distinción, demasiadas disciplinas. No me parece que haya una frontera estricta que nos permita distinguir qué es un objeto de estudio específicamente filosófico. Creo que hay realidades relevantes para la vida y otras, que curiosamente gozan de cierto prestigio académico o filosófico, que son absolutamente irrelevantes. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Es obvio que no y que incluso esa pregunta sólo tendría sentido responderla circunscribiéndonos a un contexto determinado y en función de algunas variables muy concretas. Depende de quién responda y en qué sentido los días pasados fueron o no mejores. Lo que he querido rescatar en este libro no es una lectura privada o histórica de la clausura de cierto optimismo histórico, sino que he intentado analizar el mecanismo que nos conduce a idealizar el tiempo pasado. Existe una motivación psicológica y defensiva, pero también una querencia narrativa, casi literaria, que nos lleva a ficcionar el pasado. La memoria, como diría John Banvillle, es una sutil fingidora. Por ser finos, porque a veces es una hipócrita descarada. Nadie está dispuesto a pensar que su biografía o que la historia de su país o de su comunidad política es absolutamente mediocre cuando estadísticamente lo más probable es que sea así. Por eso, en

parte, tendemos a fabular y a imaginar los días sidos en forma épica. Gil de Biedma decía que él no quería ser poeta sino que quería ser poema y, en cierto sentido, es como si cada individuo aspirara a convertir su vida en un poema épico. Es curioso cómo, precisamente, uno de los poemas épicos fundacionales de nuestra tradición, la Odisea, es una oda a la nostalgia en su sentido más literal: la añoranza de la patria perdida. ¿Es la nostalgia una emoción culturalmente construida o una experiencia humanamente universal? Esa pregunta es enormemente compleja y, previsiblemente, no podría responderse con rotundidad en una dirección u otra. Creo que existen suficientes testimonios culturales desde la Antigüedad hasta nuestros días para justificar que el ser humano es un animal que añora y que, incluso, somos capaces de echar de menos cosas que no hemos conocido nunca. Sin embargo, esa querencia tan humana se ha visto acelerada y potenciada históricamente a partir de ciertos mecanismos y dispositivos culturales. En este sentido creo que la nostalgia es una experiencia esencialmente moderna por cuanto suele ser consecuencia de una emancipación. Echamos de menos no sólo la casa del padre sino también la autoridad perdida, las certezas antiguas, el relato omnicomprensivo y totalizante que nos permitía enmarcar nuestra existencia. En este sentido podríamos decir que somos más humanos que nunca en la medida en que la historia ha precipitado la radicalización de una posibilidad que nos es radicalmente propia. El ser humano es un animal que echa de menos. ¿Hay cura para la nostalgia? Esta es otra de las paradojas fascinantes de la nostalgia. La pregunta sólo tendría sentido si, en efecto, concediésemos que la nostalgia es una enfermedad. Desde la segunda mitad del XIX no sólo no se considera una patología sino que llegó a asumirse como un rasgo de distinción, como antes lo fue la melancolía. En cualquier caso es más que interesante preguntarnos cómo querríamos reparar la nostalgia: con una cura de memoria o con una terapia de olvido. Si existiera algo así como una memoria objetiva y fehaciente podríamos confiar en que esa memoria terapéutica nos demostraría que los días pasados no fueron tan felices como los imaginábamos. Otra opción sería recurrir, como señalara Nietzsche, al olvido como un fármaco, como un recurso defensivo. En tal caso se haría enormemente difícil ejecutar dicho recuerdo porque nadie puede ni enseñarnos ni obligarnos a olvidar. Cuentan que el propio Kant escribió en su escritorio el imperativo de “olvidar en nombre de Lampe”, su mayordomo. El problema es que cada vez que nos recordamos la conveniencia de olvidar estamos haciendo imposible ese olvido, del mismo modo que cada vez que Kant leía ese mandato se hacía imposible su cumplimiento. Si existiera verdaderamente una “ciencia del olvido” creo que todos acudiríamos de inmediato a la academia donde se impartiera esa disciplina. Una universidad que enseñara a olvidar tendría mucho más éxito que ese entrenamiento de la memoria al que, a fin de cuentas, se ha consagrado nuestra tradición pedagógica desde Simónides hasta nuestros días. No conozco a nadie que no quiera olvidar algún capítulo de su vida y que, sin embargo, no puede hacerlo. Lo que no tengo tan claro es qué preferiríamos olvidar: si el pasado más doloroso o los días que fueron felices y que, sin embargo, perdimos.

alianzaeditorial.es

LU00167001_dosier_nostalgia.indd 3

4/3/19 11:42


alianzaeditorial.es

Diseño de cubierta: Elsa Suárez Girard. Foto: © Getty Images. Dosier: proyectos gráficos PGA

«Condenar la memoria no es más que daño que se anuncia como las antorchas una estrategia para intentar que la me- enemigas en el perfil de la montaña, ese moria no nos condene a nosotros». dolor imaginado, ese aviso, mantiene no «Más que un buen futuro, la tentación sólo su vigor sino que se sirve de la enorpasa por construirnos un buen pasado». me potencia amenazadora que infunde el desconocimiento». «Nadie es capaz de confrontar su mediocridad con aceptación y prácticamente «Podrán arrebatarnos el futuro, pensatodos y cada uno de nosotros requeriría rán algunos, pero lo que nunca nadie podrá arrebatarnos es la capacidad de fapara sí un pasado heroico». bular retrospectivamente con lo que un «La amenaza de un dolor es mucho más día fuimos». temible que la vivencia de un sufrimiento en tiempo presente. Todo dolor que «Más vale desconfiar de aquellos que acontece física o espiritualmente, en al- nos felicitan por tener una extraordinagún grado, ha comenzado ya a pasar y ria capacidad para el recuerdo, ya que la nos ha dado ocasión de constatar que condena de la memoria puede que venga casi siempre somos más fuertes de lo determinada, antes que por el olvido forque creímos; el advenimiento de lo terri- zoso, por el recuerdo inevitable que hace ble nunca es peor que su preludio. Por que en ocasiones se haga imposible olviel contrario, el dolor que se avisa, aquel dar algo»

novela.algaida.es

LU00167001_dosier_nostalgia.indd 4

4/3/19 11:42


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.