La compania del padre Hoyos

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Javier Burrieza Sánchez

LA COMPAÑÍA DEL PADRE HOYOS Contexto jesuítico y devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Sal Terrae Santander – 2010


Índice

1. El momento de la expulsión de 1767: un paso para el olvido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La forma de presentar la vida de un santo

9

......

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3. En un siglo de esplendores y persecuciones . . . . . .

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4. En un ámbito jesuítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

51

5. Los estudiantes de gramática latina . . . . . . . . . . . .

67

6. Ser jesuita en el siglo XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . .

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7. El «mundo al revés» de un noviciado

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..........

8. El estudiante que descubrió el Corazón de Jesús

.

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9. El origen moderno de la devoción al Sagrado Corazón . . . . . . . . . . . .

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10. «Reinaré en España » . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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11. La última probación antes de alcanzar la gloria . .

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12. Las pervivencias hagiográficas de un jesuita . . . . .

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ÍNDICE

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9 El origen moderno de la devoción al Sagrado Corazón

E

punto de partida del culto público al Sagrado Corazón de Jesús, el «de inflexión en la historia de la espiritualidad del Sagrado Corazón», como indica Vicente Escandell1, se encontraba en las apariciones que Margarita María de Alacoque afirmó haber tenido entre los años 1673 y 1675. Esta monja francesa de la Visitación era hija espiritual del rector del colegio de la Compañía de Paray-le-Monial, el jesuita Claudio de La Colombière. Diferentes posibles focos de influencia contaba Margarita María para alcanzar estas revelaciones. En primer lugar, los escritos de los fundadores de su orden religiosa, la de la Visitación de Nuestra Señora, por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal. Doctrinas sobre el amor divino que se podían desarrollar en las obras del primero, tanto en la «Introducción a la vida devota» como en el «Tratado del amor de Dios». Por otra parte, la celebración del Corazón de María fue concedida a la diócesis de Autun. En una localidad de la misL

1.

Vicente ESCANDELL ABAD, op. cit., p. 319.

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ma, Vérosvres, había vivido Margarita María, y allí había ejercido su apostolado San Juan Eudes. En el monasterio de Paray también era conocido el culto al Corazón de María. Sin embargo, las primeras raíces de esta espiritualidad, para la Compañía, pueden estar en los Ejercicios Espirituales. Algunos de aquellos primeros jesuitas –como Pedro Fabro, Jerónimo Nadal o el propio Francisco de Borja– hablaban de la devoción al «costado herido de Cristo». Más tarde, en el propio ámbito vallisoletano, Luis de La Puente comenzó a desarrollar el tema del Corazón de Jesús. En Francia se hizo a través de las misiones populares, editándose en 1628 algunos manuales de devoción, meditaciones e incluso el Oficio. Éste y la misa para los Sagrados Corazones de Jesús y de María fueron aprobados por el arzobispo de Rouen, aunque solamente eran usados en las casas fundadas por Juan Eudes y por los benedictinos de Montmartre de París. Por eso, sin ser exclusivamente una devoción francesa, tardará en contar con una popularidad generalizada en el conjunto de la Iglesia. Con las revelaciones de Margarita María, la devoción acentuaba ese amor de Cristo que se había visto agraviado y que necesitaba una reparación. Se relacionaba de forma inmediata con el misterio de la Eucaristía, dentro del carácter contrito que debía tener la vida espiritual de un católico. Una devoción que compensaba las «ingratitudes» con que los hombres –algunos consagrados a Dios– ofendían al «Corazón amante de Jesús Sacramentado». Por eso, en las intenciones y finalidades de esta devoción se encontraban muy unidas, también en el calendario, a la reafirmación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Asimismo, en estas revelaciones se configuró la iconografía clásica del Corazón de Jesús: «Después de esto, se me presentó el Corazón divino como un trono de llamas –afirmaba Margarita María–, más

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ardiente que el sol y transparente como un cristal, con su adorable llaga. Estaba rodeado de una corona de espinas que simbolizaba las punzadas que nuestros pecados le inferían; y una cruz encima significaba que desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que fue formado este Sagrado Corazón, fue implantada en Él la cruz. Desde aquellos primeros momentos se vio lleno de todas las amarguras que debían causarle las humillaciones, pobreza, dolor y desprecio que la Sagrada Humanidad debía sufrir durante todo el curso de su vida y en su Sagrada Pasión. Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado de los hombres y de apartarlos del camino de perdición [...] Es preciso honrarle bajo la figura de ese Corazón de carne, cuya imagen quería que se expusiera y que llevara yo sobre mi corazón, para grabar en él su amor, llenarlo de todos los dones de que Él estaba hecho, y destruir todos sus movimientos desarreglados. Y dondequiera que esta imagen fuere expuesta para ser honrada, derramaría sus gracias»2.

Para ello había que comulgar adecuadamente, casi con un carácter reparatorio. En sus revelaciones, el Corazón de Jesús expone a la monja salesa cuáles eran las adecuadas condiciones, y por eso le indica que no debía olvidar comulgar los primeros viernes de cada mes en aquellos momentos de comunión no tan frecuente, indicándole que en la noche del jueves tenía que reproducir lo que Cristo había sentido de dolor en el Huerto de los Olivos: «te levantarás entre once y doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, la faz en tierra, ya para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia por los pecadores, ya para dulcificar de al-

2.

José María SÁENZ DE TEJADA, Vida y Obras de Santa Margarita, Apostolado Mariano, Sevilla 2003, Carta CXXXIII, Cuarta de Avignon al Padre Croisset, pp. 333-334.

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gún modo la amargura que sentí en el abandono de mis apóstoles»3. Se añadían cinco visitas al Santísimo Sacramento, como acción de gracias por haber instituido esta fiesta, por los beneficios que había recibido de él y para reparar las injurias que los no católicos –es decir, los que se llamaban «herejes»– cometían contra la presencia real de Cristo en la Eucaristía4. Recalcaban que este sacramento no se encontraba lo suficientemente subrayado en la vida de los católicos. El hombre devoto del Sagrado Corazón no se diferenciaba en mucho de los comportamientos que debía demostrar un religioso. Entregaba su libertad y voluntad al amor de Jesús en su Corazón, para no apartarse en nada de Dios, en lo que hacía, pensaba y sentía. Por eso sus cinco sentidos se orientaban hacia el logro de su santidad, siendo una persona obediente a lo que sus confesores y directores espirituales le indicasen. Una santidad basada también en la reparación de lo que otros no hacían y con lo cual ofendían a Dios. El mensaje de Paray expresaba el deseo del Corazón de Jesús de recibir culto público y solemne. Con los años, el mensaje se plasmó en la obra del director espiritual de Margarita María, Claudio de La Colombière, bajo el título «Retiros espirituales» (1684), especialmente a través de la «Autobiografía» de la propia monja salesa: «te pido que sea dedicado el primer viernes después de la octava del Santísimo

3.

4.

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Margarita María DE ALACOQUE, Autobiografía de... copiada textualmente de la que dejó ella misma por orden de su director, el P. Rolín, SJ, traducida por el P. Ángel Sánchez Teruel, de la Compañía de Jesús, El Mensajero del Corazón de Jesús, Bilbao 1931, pp. 96-98. Pedro DE CALATAYUD, «Práctica de saludar el Corazón de Jesús Sacramentado quando está patente al entrar en el Templo, al acabar la Oración mental o después de aver comulgado», en Incendios de amor sagrado y respiración amorosa de las almas devotas con el Corazón de Jesús su enamorado, cit., desde p. 62.

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Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día y reparando su honor por medio de un respetuoso ofrecimiento, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares»5. ¿Qué aportaciones realizaban estas revelaciones en la forma de entender la devoción? Vicente Escandell lo cifraba en los siguientes conceptos. En primer lugar, la consagración, siendo entendida en correspondencia al amor divino. La monja salesa indicó en sus revelaciones que el Señor deseaba la consagración a su Corazón. En segundo lugar, el concepto de reparación6, ligado al culto eucarístico, como hemos visto antes, con peticiones para los primeros viernes de mes. Se asociaba y vinculaba especialmente al valor redentor de la cruz. Un interiorismo que no estaba reñido con el ejercicio de la caridad para con los prójimos. Unas revelaciones que conducían al apostolado, a que una monja de clausura fuese llamada a ser una «contemplativa en la acción», definición propia de los ministerios de los jesuitas. No podía ser de otra forma si se pretendía expandir esta devoción. Los puntales de la misma serían las propias monjas salesas y los jesuitas que las dirigían espiritualmente, además de los seglares que fueron constituyéndose en congregaciones. Es, pues, una espiritualidad que ha abandonado su dimensión privada, propia de los místicos e incluso de autores de notable éxito, y se ha manifestado pública gracias a ese intenso apostolado. Las propias salesas se sintieron distinguidas por haber recibido una de ellas estas revelaciones («he aquí ese precio-

5. 6.

Margarita María DE ALACOQUE, Autobiografía..., cit., pp. 154-155. María Jesús FERNÁNDEZ CORDERO, «Historia de la espiritualidad reparadora», en (VV.AA.) Retorno de Amor. Teología, historia y espiritualidad de la reparación, Sígueme, Salamanca 2008, pp. 224-238.

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so tesoro que se manifiesta a vosotras, particularmente, por el tierno amor que tiene mi Hijo hacia vuestro Instituto»7). Desde los muros de Paray, Margarita María –que fue nombrada maestra de novicias– continuó contribuyendo a la extensión de esta devoción, aunque también se desataron las primeras críticas. Surgieron las oposiciones de algunas religiosas relevantes de la comunidad que afirmaban que esta labor de apostolado se oponía a la legislación de la orden de la Visitación. Todo ello provocó, incluso, que la superiora impusiese silencio a Margarita María, hasta que las monjas que se habían opuesto llegaron a celebrar ellas mismas la festividad del Sagrado Corazón. El padre de La Colombière, hasta su muerte en 1682, intentó la mayor expansión de esta devoción, no sólo a través de su correspondencia y la dirección espiritual, sino también gracias a los sermones. La sanción del jesuita contribuyó a una mejora del ambiente del monasterio con respecto a Margarita María, llegando incluso la casa de las salesas de Dijon a solicitar a Roma la festividad del Sagrado Corazón. La vinculación entre la Compañía y el monasterio de las salesas de Paray era muy estrecha, pues desde su fundación habían sido sus directores espirituales. La Colombière, tras un primer encuentro con la monja salesa, afirmó que ésta no era una visionaria, sino que detrás de ella se hallaba el espíritu de Dios. Éste, su director espiritual, aunque fue enviado a Inglaterra con María Beatriz de Este –que se había casado con Jacobo II Estuardo–, continuó manteniendo el contacto con Margarita María. Aprovechó aquella ausencia para llevar a cabo la evangelización en Inglate7.

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José María SÁENZ DE TEJADA, Vida y Obras de Santa Margarita, Apostolado Mariano, Sevilla 2003, Carta XC, Carta de Margarita María de Alacoque a la Madre de Saimaise, Dijon, julio 1688, pp. 219-220.

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rra a través del culto eucarístico y extender, dentro de las libertades que se permitían a los católicos, la devoción del Sagrado Corazón. Tenía claro el jesuita que, para avanzar más, era menester ganarse a los más influyentes y poderosos. Una empresa que, al menos en aquellas tierras, concluyó con el encarcelamiento de este jesuita y su expulsión de Inglaterra en 1679. Una vez en Francia, La Colombière contribuyó de nuevo a la difusión, a través de su nombramiento como director espiritual del Colegio de la Santísima Trinidad de Lyon, donde trataba con los escolares en filosofía de la Compañía de Jesús. Entre ellos se encontraba uno de los continuadores de esta misión de apostolado: el mencionado padre Jean Gallifet. Por otra parte, Margarita María le considerará a su muerte como un auténtico santo, y siempre habló de él en estos mismos términos. Todavía vivía la monja salesa cuando esta labor la retomó el también jesuita Jean Croisset, muy cercano a Margarita María, de quien fue confidente y colaborador. Entre ellos se mantuvo una intensa correspondencia, entre 1689 y 1690, solamente dada a conocer en 1888 y en la que se pueden aprender los principales datos de las revelaciones recibidas8. También la propia monja salesa inició lo que se ha conocido como «apostolado de las estampas», ya que la primera imagen del Corazón de Jesús fue realizada por la propia religiosa después de que se lo solicitasen sus discípulas. Se trataba de un dibujo a plumilla sobre el papel, en la que se representaba el propio corazón coronado por una cruz, rodeado de la corona de espinas y con los nombres de José, María, Joaquín y Ana. Junto a la herida de este costado sangrante aparece la palabra «charitas». Más que la iconografía 8.

José María SÁENZ DE TEJADA, Vida y obras completas de Santa Margarita María de Alacoque. Evangelizadora de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, pp. 297-298.

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oficial del Sagrado Corazón, ella se inspiró sobre todo en el escudo de la Orden de la Visitación. Con todo, empieza la difusión de esta devoción mucho más por la imagen que por los libros, aunque la literaria también se desarrolla. La primera piedra son los mencionados «Retiros Espirituales», que, como indica Vicente Escandell9, se convirtieron en un auténtico «best-seller» entre los que constituían el círculo más cercano a las salesas de Paray. Las monjas también colaborarán a esta literatura, pues la madre Saudeilles publicaba en 1686 «La Devoción al Corazón de Jesús para los primeros viernes de mes», convertidas estas páginas en un auténtico devocionario que podía ser utilizado en la consagración, los actos reparadores y las letanías vinculadas con esta devoción. De gran éxito, aunque publicado de forma anónima, el jesuita Antoine Gette (1653-1729) publicaba un «Oficio del Sagrado Corazón». Con todo, las salesas son las que desarrollaron una literatura más inmediata para con esta devoción. Por ejemplo, en la obra de Juana Magdalena Joly –«La Devoción al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo» (1689)– se ofrecía el texto de la primera misa del Sagrado Corazón, anterior a la que se aprobó para Polonia y la Archicofradía de Roma en 1765. Vivía Santa Margarita cuando en el mencionado monasterio de Dijon se celebraba por vez primera esta misa. Mucho menos difundido, y en la línea en que se solicitaba por parte de los directores espirituales a sus dirigidos, se encuentra la «Autobiografía» de Santa Margarita, a partir de 1685, la cual fue escrita por mandato de su director, Francisco Ignacio Rolin, igualmente jesuita. A la desaparición de la salesa en 1690, el compromiso de la Compañía con el Sagrado Corazón se reducía al ámbito

9.

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Vicente ESCANDELL, op. cit., p. 338.

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de Paray. En las revelaciones también se había indicado que era a los jesuitas a quienes correspondía llevar a efecto el conocimiento de esta devoción –«está reservado a los Padres de tu Compañía hacer ver y conocer su utilidad y valor»–, prometiendo una serie de bendiciones para aquellos religiosos de esta orden que practicasen la citada devoción. Hasta ahora, los libros habían contado con una difusión reducida, especialmente entre las monjas de la Visitación y los seglares vinculados con el monasterio de Paray. Las cosas cambiaron a partir de 1691, cuando Jean Croisset publicó La dévotion au Sacré Couer de Notre Seigneur Jésus-Christ –«La devoción al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, por un Padre de la Compañía»– desde las prensas de Lyon, al que añadía el «Compendio de una religiosa de la Visitación», páginas en las que relataba las circunstancias que habían rodeado a las revelaciones. Croiset presenta esta devoción de un modo sencillo, con términos claros, siendo un título de gran repercusión social, a pesar de que no contó con el apoyo de la propia Compañía ni de la Curia Romana, siendo incluido en el Índice de Libros Prohibidos en 1704. Pensemos que son los años de gobierno del prepósito general Tirso González, impulsor del sistema moral de probabiliorismo, que suponía un mayor rigorismo con respecto a sus perseguidos –incluso dentro de la Compañía– probabilistas, a los que acusaba de laxistas. La práctica de la comunión todos los primeros viernes de mes podía chirriar con el sistema moral del primero. Así pues, se trataba de un libro en el que participó la propia Margarita María y sobre el que se cernieron las primeras sospechas en relación a su ortodoxia. A pesar de esta mala intención que reconoció Gallifet en algunos a la hora de la inclusión en el Índice, hubo prelados franceses que, a pesar de la prohibición, lo recomendaron. Progresivamente, se fueron recibiendo pequeños apoyos desde Roma, sacán9. EL ORIGEN MODERNO DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN

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dolo finalmente del Índice. Nuevas obras fueron publicadas con posterioridad por otros jesuitas, fundándose cofradías para la expansión de esta devoción –la primera en 1690–, además de la aprobación por parte de algunos obispos franceses para que el viernes posterior a la octava del Corpus Christi se celebrase la deseada festividad. Las cofradías se consideraron muy adecuadas para expandir la devoción entre los seglares. Habrá que esperar a 1718 para que apareciese la primera asociación de importancia vinculada con el Sagrado Corazón, establecida en este caso por la monja salesa Ana Magdalena Remuzat, a la cual veremos después induciendo al obispo de Marsella para que reconociese esta festividad y llegase a consagrar la ciudad al Sagrado Corazón. Mientras, el padre Gallifet, como asistente en Roma, procuraba la aprobación de cofradías, sin olvidarse de la necesidad de aprobar canónicamente –después de haber sido rechazada en 1697– la fiesta del Corazón de Jesús en el calendario universal de la Iglesia. A pesar de todos los apoyos recibidos, la Sagrada Congregación de Ritos, entre 1727 y 1729, no aprobó las peticiones solicitadas, aunque tampoco mostró un rechazo patente. De hecho, Gallifet publicaba en 1726 un nuevo libro esencial en esta devoción, De cultu Sacrosancti Cordis Dei ac Domini Nostri Jesu Christi, objeto de muchas reticencias por parte de los censores, aunque la auténtica intención de este autor a la hora de escribirlo era conseguir la aprobación de Roma. Para su redacción tuvo acceso a un importante número de documentos inéditos que habían pertenecido a Margarita María, una vez que se había abierto el proceso de santificación. Todo ello hizo posible que, por vez primera, en esta obra se incluyese en latín el texto original de la «Autobiografía» de la religiosa, además de un extracto de sus cartas, textos fundamentales todos ellos para el conocimiento del culto al Corazón de Jesús. Gallifet subrayaba que los orígenes de la fiesta del Corpus 124

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también se hallaban en una revelación recibida por una persona, no habiendo sido ésta obstáculo para su aprobación. Las que sustentaban la futura fiesta del Sagrado Corazón no eran tan remotas. El culto al corazón humano se hacía considerándolo inseparable de su condición divina. La amplitud de estas páginas no hacía olvidar que se incluyese en la edición de 1726 un colofón acerca del culto que se dedicaba al Corazón de María. A juicio de Vicente Escandell, el mérito de esta obra radicaba en el hecho de que, además de ofrecer unas páginas sistemáticas acerca de esta devoción, el autor había trasladado la polémica, desde la autenticidad de las revelaciones de Margarita María, hacia los planteamientos teológicos que aportaba. Fueron precisamente los escritos de Gallifet los que influyeron para que un grupo de jesuitas españoles consolidasen la expansión de esta devoción. Síntoma de todo ello eran las setecientas cofradías del Corazón de Jesús que se hallaban censadas en todo el mundo en 1743, repartidas por lugares tan diversos como los de Europa, la India, China, México, Turquía y Persia. Por otra parte, la monja Margarita María iba adquiriendo un mayor protagonismo. Ya en 1729, tres años después de la primera edición del libro de Gallifet, se disponía de una biografía suya, titulada «La Vida de la venerable Margarita María de Alacoque», escrita por el arzobispo de Sens, Juan José Languet de Gergy. Páginas que se encontraban dedicadas a la reina de Francia, esposa de Luis XV, la polaca María Leczinska, la cual se había mostrado favorable a esta devoción, a la que atribuía el nacimiento de su hijo, el delfín Luis. El prelado pensaba que con ello alcanzaba el apoyo de la soberana para que, a su vez, se lo prestase a la hora de demandar ante Roma que se estableciera la festividad. Serán los sectores jansenistas los que denuncien el monopolio que los jesuitas parecían ejercer sobre esta devoción, ironizando acerca de las visiones que a 9. EL ORIGEN MODERNO DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN

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ella se encontraban vinculadas. Se trataba de crear una opinión negativa entre los fieles. Roma se mostraba cauta con respecto a todo ello, como hemos visto, a finales del XVII y en el primer tercio del XVIII. Al éxito devocional que habían manifestado algunos obispos en Francia era contrarrestado por la oposición del promotor de la fe de la Congregación de Ritos, el cardenal Próspero Lambertini, el cual, en el segundo tercio del siglo XVIII, se convirtió en el papa Benedicto XIV. Con todo, en su pontificado se aprobaron más de cuatro centenares de cofradías dedicadas a esta advocación. En realidad, la oposición de este cardenal podría deberse al hecho de que actuaba desde el campo de la filosofía. Incluso, el obispo de Marsella consagró su ciudad a esta devoción, multiplicándose las adhesiones episcopales en la Iglesia francesa. En el caso de Marsella, había intervenido de nuevo una monja salesa y su director espiritual, vinculando todo el movimiento con el brote de peste desencadenado en esta ciudad en mayo de 1720. Asimismo, el prelado, aconsejado por sor Ana Magdalena Remuzat, estableció la festividad en esta diócesis: «es honrar a la persona misma del adorable Salvador en nuestras almas». Sin embargo, un sector de la población se opuso a esta decisión episcopal, negándose a participar en el acto de consagración. No es extraño que el obispo tuviera que soportar la oposición de los grupos jansenistas, teniendo en cuenta lo beligerante que se había mostrado para con ellos. Con todo, gracias a salesas y jesuitas, la expansión en el catolicismo de la devoción al Sagrado Corazón –salvo en España, donde era muy desconocida– se había acelerado.

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