De profesión: apóstol. Autor: Gerardo Villar Maciñeiras SJ

Page 1

709

DE PROFESIÓN: APÓSTOL. APUNTES PARA HOY DE UN VIEJO OFICIO Gerardo Villar Maciñeiras, sj*

Fecha de recepción: junio de 2017 Fecha de aceptación y versión final: julio de 2017

Resumen La Iglesia es esencialmente misionera. De ahí que todos los que tienen la experiencia de haberse encontrado con el Resucitado son enviados a comunicar esa Buena Noticia. Este artículo presenta la tarea del apóstol como un preparar horizontes que sean espacio de encuentro y susciten una respuesta de fe en los destinatarios del anuncio. se señalan también algunas de las interferencias que pueden dificultar la transmisión del kerygma; y, por último, se recorren algunas de las herramientas –tomando como modelo el sentido de misión ignaciano– que el apóstol de hoy debe tener en cuenta en su tarea de anunciar a jesucristo. PALABRAS CLAVE: evangelización, invocación, misión, experiencia, lenguaje.

By trade: apostle Notes on an ancient profession for today Abstract The Church is in essence missionary, thus all who have encountered the Resurrected are called upon to proclaim the Good News. This article gives an overview of the apostle’s mission to shape horizons that serve as a meeting point and elicit a response of faith from those who listen to the message. It also highlights some *

Director del Centro Loyola de pastoral universitaria y jóvenes adultos. Valladolid. <gerarsj@gmail.com>.

Sal Terrae | 105 (2017) 709-722


710

gerardo villar maciñeiras, sj

obstacles that may hinder the transmission of the kerygma; and lastly, it mentions some of the tools –drawing from the Ignatian sense of mission as a reference– that the apostle of today must consider in his mission of proclaiming jesus Christ. KEY WORDS: evangelisation, call, mission, experience, language.

––––––––––––––– Introducción No imaginaba Francisco Javier que, cuatro siglos después, sería recordado como el Apóstol de las Indias. Corría el siglo XVI cuando, con los títulos de Nuncio papal y Embajador de Portugal para los países de Oriente, se embarcó con fervor a tierras desconocidas con un objetivo: comunicar un mensaje. No importaban las dificultades. El reto de salvar almas y ganarlas para Cristo era suficiente para mover su corazón apostólico, en una época en que la cantidad de bautizados (¿conversiones?) primaba sobre una calidad y unos métodos propios de la teología y la pedagogía de la época. ¡Eran otros tiempos! Hay enfoques pastorales y prácticas del pasado que admiramos por su heroísmo, pero que difícilmente responden a la sensibilidad y mentalidad de una mente postmoderna. De ahí que sea necesario que el progreso y la creatividad pastoral sigan dinamizando la evangelización como lo vienen haciendo desde los comienzos. La historia continúa. Y este mandato de Jesucristo de extender su mensaje de vida y esperanza sigue poniendo en jaque a hombres y mujeres para abrazar uno de los oficios1 más antiguos: el de apóstol. ¿Qué características tiene? ¿Qué retos encontramos en la actualidad para llevar a cabo esta tarea? ¿Qué herramientas siguen siendo útiles? Son algunas de las cuestiones, que, con un matiz ignaciano, abordo en las próximas líneas.

1. Permítaseme el uso pastoral de la palabra. Sirvan para este fin las acepciones de la RAE, como ocupación, cargo, ministerio y función propia de una cosa. Sal Terrae | 105 (2017) 709-722


de profesión: apóstol

711

¿Quién puede ser un apóstol? La Iglesia es misionera por naturaleza y siempre ha tenido conciencia clara de su misión de llegar a todas las gentes y pueblos. A esta tarea arriman el hombro muchas personas de Iglesia que tienen un rol activo en la tarea de comunicar el kerygma: anunciar a Cristo muerto y resucitado, para así suscitar la fe en Él. Un apóstol, etimológica y pastoralmente, es un enviado. Ya desde los comienzos hay un rasgo distintivo e inconfundible que lo caracteriza: el movimiento centrífugo de salir allá donde todavía no se conoce a Jesucristo. Unos eran pescadores, otros recaudadores de impuestos o fabricantes de tiendas; conversos o viejos cristianos; de familia adinerada o provenientes de los suburbios. Pero todos, sin excepción, fascinados y apasionados por Jesucristo. No hace mucho, en el Centro Penitenciario donde suelo acudir a celebrar la eucaristía los domingos, uno de los internos, de los que se ponen en primera fila y no dejan de besar su rosario colgado al cuello, me dice: «Últimamente estoy pensando que quiero ser sacristán y que si hay que estudiar mucho para eso». Sonrío. Él continúa diciéndome que esto de Dios le gusta y que quiere contarlo a otros: «Leo mucho sobre jesús. Cuando salga, me gustaría echar una mano en la Iglesia, ya me dirá cómo puedo hacer». Este muchacho, todavía sin ser del todo consciente, está ejerciendo de apóstol en su módulo. En su rostro, cada domingo se percibe el consuelo de un encuentro. Se palpa su fe sencilla y cómo Dios va llenando un corazón maltratado por la vida. El término «apóstol» no estaría reservado solo para los grandes nombres de la Iglesia. También incluiríamos a agentes de pastoral, educadores, catequistas, teólogos e incluso voluntarios de ONG’s con proyectos evangelizadores. En definitiva, abarcaría a todos los que tienen parte en la tarea de comunicar la Buena Noticia: sacerdotes, religiosos y laicos. Ellos y ellas. Cada rol con su matiz particular. Podrá variar la manera de llevar a cabo este oficio; serán diferentes los destinatarios; pero el objetivo no varía: anunciar a Alguien. Bien en el siglo I o en el XXI. Sea con palabras, con gestos o con imágenes. Sal Terrae | 105 (2017) 709-722


712

gerardo villar maciñeiras, sj

Una misionera en Sudán del Sur, un catequista de adolescentes en una parroquia, una profesora de Sagrada Escritura o un jubilado voluntario de Cáritas, si su intención (recta intención, que diría Ignacio de Loyola) es la de anunciar y dar a conocer a Alguien más allá de sí mismos, eso les convierte en apóstoles. No necesitan más título que el de su fe viva, ni más motivación que la de compartir ese tesoro que han encontrado en el campo (Mt 13,44).

Una inmensa minoría No son muchos los que se definen a sí mismos como apóstoles. Es un término difícil para gran parte de nuestra sociedad. Una palabra que posee connotaciones negativas en los indiferentes y alejados (¡que son los destinatarios de ese kerygma, no lo olvidemos!). Los que estamos dentro la usamos frecuentemente en documentos institucionales de diócesis y congregaciones; en proyectos pastorales; en nuestras liturgias, catequesis y homilías. Tanto que, al igual que sucede con las palabras comodín, se desgasta y pierde mordiente. Por el contrario, es utilizada en otras disciplinas que trabajan con la intención de extender una idea (o, en este caso, un producto). Me refiero al marketing. Así, se habla de apóstoles de la marca para indicar a un consumidor ideal, que se encargará de recomendar el producto en cuestión y ser agente multiplicador del mismo. Y lo mismo sucede con los partidos políticos, sindicatos, colegios o empresas: cada uno persigue que sus miembros sean apóstoles que comuniquen las bondades de sus respectivas ofertas y actividades. Muchas veces el apóstol se afana en ese fervor cuantitativo de Francisco Javier –al que se le cansaba la mano de bautizar a tantos– y utiliza como único criterio de éxito pastoral el número de destinatarios que han participado en una acción evangelizadora. Sería una manera sesgada de ver la realidad. La experiencia nos va mostrando que el deseo universal de llegar al mayor número posible se concreta luego en algo que es para una inmensa minoría. Desde hace más de dos milenios, la mies sigue siendo mucha, y los obreros siguen siendo pocos. Por eso el apóstol de todas las Sal Terrae | 105 (2017) 709-722


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.