La fuerza de la misericordia. 1º capítulo

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George Augustin

La fuerza de la misericordia La plenitud del ser humano

Sal Terrae


Título original: Kraft der Barmherzigkeit. Mensch sein aus den Quellen des Glaubens Publicado en 2016 por Matthias Grünewald Verlag der Schwabenverlag AG, Ostfildern www.gruenewaldverlag.de El presente volumen se publica con la colaboración del Instituto de Teología, Ecumenismo y Espiritualidad «Cardenal Walter Kasper», vinculado a la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Vallendar (Alemania) © Kardinal Walter Kasper Institut, 2017 Director: Prof. Dr. George Augustin Traducción:

Álvaro Alemany Briz © Editorial Sal Terrae, 2017 Grupo de Comunicación Loyola Polígono de Raos, Parcela 14-I 39600 Maliaño (Cantabria) – España Tfno.: +34 942 369 198 / Fax: +34 942 369 201 info@gcloyola.com / www. gcloyola.com Imprimatur:  Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander 13-02-2017 Diseño de cubierta: Félix Cuadrado Basas, Sinclair Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com / 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 978-84-293-2640-6 Depósito legal: SA-70-2017 Fotocomposición: Rico Adrados, S.L. (Burgos) – www.ricoadrados.com Impresión y encuadernación: Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya) – www.grafo.es


Índice Presentación .......................................

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1. La misericordia. Una introducción.. 2. El mensaje de la Biblia: Dios es misericordioso ......................... 3. El rostro de la misericordia: Jesu cristo ........................................ 4. El poder de la misericordia sobre el pecado y la culpa ................. 5. Misericordia y esperanza de vida eterna ....................................... 6. Misericordia y justicia ................. 7. Lugares donde experimentar la misericordia divina .................. En la oración ........................ En la celebración litúrgica ... En el sacramento de la reconciliación . .......................... 8. Efectos de la misericordia en no sotros ....................................... Conocimiento propio ........... Conversión ........................... Renovación .......................... Transformación .................... Santidad y testimonio ..........

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índice

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9. El doble mandamiento insepara ble ............................................ 10. Las obras de misericordia . .......... 11. PrĂĄctica y testimonio de la miseri cordia en la Iglesia . ................. 12. Por una cultura de la misericordia . 13. La misericordia en el diĂĄlogo de las culturas y las religiones . .... 14. La fuerza de la misericordia para que el ser humano alcance su plenitud ....................................

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BibliografĂ­a ......................................... 136 Documentos pontificios . ............. 136 Libros .......................................... 137 Algunas publicaciones del autor ........ 140

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Presentación

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« ios mío, ¿quién eres tú y quién soy yo?». Esta pregunta es la cuestión capital de toda persona que piensa y que busca en el ámbito religioso. Resulta esencial para todo el que inquiere el sentido de la vida y busca a Dios. Cuando confesamos que Dios es misericordioso, ¿qué significa esto para nuestra autocomprensión como seres humanos? ¿Qué representa la misericordia para nuestras vidas? ¿Dónde y cómo la hallamos? ¿Es la fuente de energía de nuestro pensamiento y nuestra acción? La misericordia de Dios ¿puede contribuir al desarrollo y fomento de nuestra personalidad? A pesar del pecado, la culpa y el fracaso, ¿puede proporcionarnos nuevamente la posibilidad de atrevernos a empezar de nuevo? El mensaje de la misericordia está en el núcleo de la revelación bíblica y constituye la esencia de la vocación cristiana: «Sed mi

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sericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Si Jesús nos llama a ser misericordiosos como el Padre celestial, entonces la misericordia es la vocación y misión auténtica de los cristianos. Para poder vivir esa vocación y llevar a cabo esa misión, hay que redescubrir nuevamente la profundidad del evangelio de la misericordia. La misericordia es el centro del mensaje cristiano de salvación y el alma de la llamada a ser cristiano. Hay que tomar en consideración de forma nueva nuestro ser humano y cristiano desde la perspectiva de la misericordia. La misericordia humaniza al ser humano. El concepto de misericordia tiene diferentes niveles de significado. Hemos de distinguir tres dimensiones fundamentales con el fin de captar el significado profundo de la misericordia para nuestro ser cristiano y humano: • Se trata ante todo de la misericordia de Dios, que es expresión auténtica de su amor benévolo. En cuanto característica suya, es el nombre de Dios. • En un segundo nivel, se refiere al don de la misericordia divina. Al participar de la misericordia de Dios, el 10

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hombre experimenta su fuerza, que marca y transforma la vida. Es obra de la gracia de Dios en nosotros y nos capacita para vivir la misericordia. • La misericordia como actitud y característica de los seres humanos, que cobra expresión al realizar el amor al prójimo, sobre todo siendo misericordiosos para con los pobres y necesitados. Es el tercer aspecto de la misericordia. Solo al contemplar estas tres dimensiones en su unidad y mutua referencia puede desplegarse el pleno vigor de la misericordia, que mueve los corazones y da alas a las almas. Conocer la belleza de la misericordia divina y experimentar su hondura en nuestra vida hará que podamos vivirla en todos los ámbitos de nuestra existencia. El Evangelio de Jesucristo revela a Dios como Padre misericordioso. En el centro de su mensaje se halla la misericordia del Padre celestial. Por ello el contenido del Evangelio de Jesucristo es la misericordia de Dios. Al mismo tiempo, Jesucristo revela la plenitud del ser humano. Nos muestra lo que

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el hombre propiamente debería ser, lo que realmente es. Jesucristo ilumina la tiniebla del mundo: «El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz intensa; a los que habitaban en sombras de muerte les amaneció la luz» (Mt 4,16). Como cristianos estamos llamados a proseguir la misión de Cristo en medio de nuestro mundo. El mensaje de Cristo comporta un salto cualitativo. Solo es inteligible en el contexto del mensaje del reino de Dios, que se hace presente en su persona. Por eso el alcance pleno que tiene el encargo de Jesús de ser misericordiosos como el Padre celestial (cf. Lc 6,36), solo se hace patente a quienes han optado por el reino de Dios y están dispuestos a aceptar a Jesucristo como Dios y Señor de sus vidas, a emprender su seguimiento y a vivir y actuar en su Espíritu. La misericordia expresa de un modo nuevo y estimulante cómo el ser cristiano es, por la gracia, efecto conjunto de Dios y de los hombres: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). La misericordia pertenece, por tanto, a la identidad cristiana. Ahora bien, todos los hombres de buena voluntad son capaces de percibir en esas palabras una melodía que 12

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puede tocar y mover su corazón. El mensaje de la misericordia no solo es esencial para la Sagrada Escritura, sino que representa un tema de calidad humana que es entendido universalmente más allá de las fronteras de naciones, culturas y religiones. La misericordia es lenguaje del corazón y de la relación. Forma parte del auténtico carácter humano de la persona y pertenece por ello a la herencia de la humanidad. Es intemporal, transcultural y comunicable universalmente. Tiene, por tanto, permanente actualidad e importancia práctica rompedora. La misericordia es la más humana de todas las propiedades humanas; distingue a la persona y visibiliza lo bello de ella. Este libro se plantea, pues, la tarea de reconsiderar de forma nueva el ser humano a la luz de la fe. La práctica de la misericordia está vinculada esencialmente a la revitalización de la fe. Allí donde la fe tiene vitalidad, vive la misericordia. Donde la misericordia de Dios despliega su fuerza, el ser humano alcanza su plenitud.

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1 La misericordia

Una introducción

La misericordia no es un tema marginal,

sino que constituye la esencia de lo humano y, por tanto, de lo cristiano. Está al alcance de toda persona de buena voluntad. Descubrir la fuerza de la misericordia significa experimentar cómo el ser humano puede cobrar nueva vitalidad desde las fuentes de la fe. Pues la misericordia de Dios, que está en la base de la creación y alcanza su punto culminante en la obra redentora de Jesucristo, es el corazón del Evangelio. Sin embargo, la misericordia no parece tener una valoración muy alta en nuestro actual contexto social y secular. A veces se interpreta como signo de debilidad. Si tomamos en consideración nuestra vida cotidia

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na en esta sociedad ávida de logros, surge espontáneamente la pregunta: ¿es el espíritu de misericordia el que configura la actuación humana? Y, por otro lado, la mayor parte de la gente siente anhelo de misericordia, una misericordia que cada cual espera recibir. Todos querrían una sociedad humana y una praxis humanizadora. Nuestra contribución como creyentes reside en mantener viva en la conciencia humana una actitud de misericordia. En el debate sobre los valores hacemos referencia así a un presupuesto necesario, que el discurso social no puede darse a sí mismo (y que los seres humanos no podemos en definitiva procurarnos por nosotros mismos). En la actual situación de cambio radical en el terreno cultural, político y social, la Iglesia tiene la tarea de llevar a cabo una reflexión espiritual y religiosa sobre el ser cristiano desde la perspectiva de la misericordia divina, que sea fecunda pastoral y espiritualmente. No se trata de entender lo cristiano como un añadido a lo humano, sino como su pleno desarrollo en el ámbito de la gracia de Dios. No hay contradicción alguna entre ser humano y ser cristiano, pues el Dios uno es 16

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el creador y redentor de todas las personas, origen y plenitud de la vida. La misericordia forma parte por ello de lo más hondo de la condición humana. El hombre, por ser humano, tiene ya la capacidad de ser misericordioso, independientemente de si se considera creyente o no creyente, religioso o no. Por eso cada persona tiene también el deber de desarrollar esa predisposición verdaderamente humana y volverse cada vez más misericordiosa. La misericordia es la más humana de todas las virtudes, una virtud básica de la humanidad y no una moral particular de los cristianos. Ser misericordioso para con los demás no es solo una vocación cristiana; es una capacidad interna, una tendencia, una predisposición, una fuerza interior establecida por Dios en el corazón de los hombres. Por eso Jesús puede reclamar que se lleve esa disposición a su pleno desarrollo. «Sed pues perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mt 5,48). Dios quiere lo que él es: misericordia. «Misericordia quiero, y no sacrificios» (Mt 9,13; cf. Os 6,6). Esta disposición creatural de la misericordia es en verdad humana; hay que seguir de

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sarrollándola en la línea del Creador y llevarla a su perfección. Todos debemos buscar caminos para hacer operativos en la acción cotidiana los sentimientos de compasión y atención benevolente. Un corazón misericordioso nos proporciona una mirada misericordiosa sobre nosotros mismos y sobre los demás. La misericordia que Jesús revela y anuncia, no vale solo para los cristianos, sino para toda persona de buena voluntad. Su mensaje está dirigido a toda la familia humana. Cada ser humano está concernido por él personalmente. Cristo, el juez universal, preguntará al final en persona a cada hombre si ha llevado a cabo hechos de misericordia o no (cf. Mt 25,31-46). Con todo, la misericordia no es en primer término un principio social para configurar la sociedad. Si no ha de tratarse de «bonita retórica», de una floja «fórmula mágica» para teorizar la mejora del mundo, sino de un principio vital de humanidad que todo lo determine, hemos de hacer patente novedosamente su más profundo significado, que solo se puede aprehender en el marco de la relación viva entre Dios y el hombre, entre Creador y criatura. 18

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Precisamente porque la misericordia ha de servir de orientación para nuestra actuación humana, no la podemos reducir meramente al plano interhumano. En su encíclica Dives in misericordia sobre la misericordia divina, el papa Juan Pablo II señaló claramente este peligro de un horizontalismo unilateral: «Cuanto más se centre en el hombre la misión desarrollada por la Iglesia; cuanto más sea, por decirlo así, antropocéntrica, tanto más debe corroborarse y realizarse teocéntricamente, esto es, orientarse al Padre en Cristo Jesús. Mientras las diversas corrientes del pasado y presente del pensamiento humano han sido y siguen siendo propensas a dividir e incluso contraponer el teocentrismo y el antropocentrismo, la Iglesia en cambio, siguiendo a Cristo, trata de unirlas en la historia del hombre de manera orgánica y profunda. Este es también uno de los principios fundamentales, y quizás el más importante, del Magisterio del último Concilio. Si pues en la actual fase de la historia de la Iglesia nos proponemos como cometido preeminente actuar la doctrina del gran Concilio, debemos en consecuencia volver sobre este

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principio con fe, con mente abierta y con el corazón»1. Solo desde la infinita misericordia de Dios podemos interpretar adecuadamente la condición «humana» del hombre e iluminar la realidad vital del mundo. Pues antes de volverse orientación ética, la misericordia es una experiencia existencial, ante todo y primariamente un regalo de Dios que hemos de aceptar y que ya está aceptado en nuestra existencia2. En la fe cristiana, este regalo del ser humano es conocido y reconocido con gratitud. Al principio está el amor misericordioso y benevolente de Dios, que es la fuerza motivadora de todo nuestro hacer por la ex Juan Pablo II, Dives in misericordia, Encíclica sobre la misericordia divina, 1. 2 «La existencia de las criaturas es inmerecida y no se debe más que a la bondad de Dios»: Walter Kasper, La misericordia: Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Nueva edición, Sal Terrae, Santander 2015, 103, citando a Tomás de Aquino (ed. orig.: Barmherzigkeit. Grundbegriff des Evangeliums – Schlüssel christlichen Lebens, Herder, Freiburg im Breisgau 20155, 103. [En la edición en lengua española de este libro de Walter Kasper se mantiene la paginación de la edición original alemana. (N. del T.)]. 1

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periencia de la misericordia de Dios y por la permanencia en ella. El hecho de encontrarnos con Jesucristo –que es la misericordia de Dios en persona– y de seguirlo nos permite captar la hermosura y la inmensidad de la misericordia de Dios: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»3. Por eso, la actitud de considerarse personas receptoras tiene importancia decisiva para descubrir la inmensidad del amor de Dios. Antes de hacer algo, soy alguien que recibe. Somos y vivimos sobre todo de recibir: de Dios y de los demás. Porque recibo, puedo en definitiva ser, y solo lo que recibo, puedo a mi vez darlo. La misericordia vive de una relación, la relación entre Dios y el hombre, entre Creador y criatura, y de la relación mutua entre los hombres que se consideran como criaturas y como hijos de Dios. El agradecimiento provocado por la misericordia divina da vida 3

Benedicto XVI, Deus caritas est, Encíclica sobre el amor cristiano, 1.

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a la relación con Dios. Desde la gratitud por la misericordia recibida de Dios pueden los seres humanos sentir la necesidad de seguir regalando misericordia. La misericordia graciosamente regalada por Dios es, por tanto, don y tarea a la vez y da lugar a una relación nueva de los seres humanos entre sí. Recibir la misericordia de Dios obliga al hombre a ser también misericordioso, pero recibir ese don supone a la vez capacitación y estímulo para manifestar misericordia. La vida cotidiana de la misericordia no siempre es evidente. Presupone una comprensión determinada de Dios y de su existencia a favor nuestro. El contexto de la relación entre Dios y los hombres hace perceptible una imagen humana: la existencia del ser humano viene determinada por la misericordia de Dios regalada y recibida. Esta determinación humana por gracia es el supuesto fundamental y la base de posibilidad para practicar la misericordia. Desde esta perspectiva, la ética cristiana se vuelve ética de la misericordia. Pero toda la fuerza de la misericordia solo aparecerá realmente cuando sea conocida y reconocida la realidad y la verdad de Dios, su alteridad, su santidad y excelsitud. 22

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Solo podemos comprender adecuadamente la plenitud y la profundidad, la hermosura y la fuerza del mensaje de la misericordia, si lo consideramos en el horizonte del amor trinitario de Dios. Por eso en el tema de la misericordia hemos de partir de la cuestión que todo lo determina en nuestra vida y nuestra fe: la cuestión de Dios. Antes de que la misericordia sirva de orientación para una actuación verdaderamente humana, antes incluso de que sea una característica del actuar de Dios con sus criaturas, es sobre todo y primariamente una propiedad divina, de acuerdo con las palabras de Jesús: Habéis de seguir el camino de la perfección para llegar así a haceros como el Padre celestial es perfecto (cf. Mt 5,48). Solo en esa perspectiva de la perfección de Dios podemos captar todo el alcance de la misericordia.

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