Una peregración de confianza a valencia

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CRÓNICA

Una peregrinación de confianza en Valencia

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U

NA de las cosas más notables del año 2015 fue el desplazamiento de poblaciones: miles de refugiados y migrantes, especialmente de Oriente Medio, llegó a Europa huyendo de la guerra y de sus consecuencias, tratando de comenzar una nueva vida. A finales del año, un movimiento muy distinto convocó a unas 15.000 personas de toda Europa en Valencia, la mayoría de ellas entre 17 y 35 años. Todos los países de Europa estuvieron representados, los más numerosos Polonia (más de 3.000) y Ucrania (alrededor de 2.000). Estos jóvenes no huían de sus casas, sino que se dirigían a Valencia como parte de la «peregrinación de confianza a través de la Tierra», organizada por la comunidad de Taizé. Pasaron cinco días en la ciudad rezando, escuchando y compartiendo antes de regresar a sus casas con la convicción de que una «nueva solidaridad» entre las personas es posible.

Una comunidad internacional y ecuménica

Taizé es una pequeña aldea de la Borgoña francesa, donde desde hace 75 años vive una comunidad de hermanos inspirados en la tradición monástica. La comunidad de Taizé es internacional, con miembros de más de veinticinco países y es ecuménica, pues está compuesta de hermanos católicos, anglicanos, luteranos y reformados. Su fundador, el hermano Roger, llegó a Taizé en 1940 para asistir a víctimas de la guerra, pero, sobre todo, para empezar una comunidad cristiana concebida como «parábola de comunión». Era un signo del Evangelio en un mundo devastado por la guerra.

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Los hermanos intentan vivir una vida de sencillez que consiste en la oración común, el trabajo y la hospitalidad. En los años 60, jóvenes que trataban de buscar el significado de su fe descubrieron Taizé. Los hermanos se tomaron esa búsqueda en serio y se propusieron organizar encuentros con la duración de una semana para dar a los participantes la experiencia de rezar, de vivir en comunidad y de reflexionar sobre las fuentes de la fe. Desde entonces, cada año, decenas de miles de jóvenes de diferentes procedencias pasan un tiempo en Taizé. La comunidad nunca ha deseado crear una organización o un movimiento centrado en sí mismo. Pero sí alientan a los jóvenes a volver a sus Iglesias locales y compartir lo que han descubierto en su vida diaria. La comunidad siempre ha buscado caminos para ayudar a los jóvenes peregrinos a conectar sus experiencias de oración y de comunidad en Taizé y su manera de vivir en sus lugares. Una forma de hacerlo es organizando experiencias similares a las que se viven en Taizé en otros lugares del mundo,

especialmente en ciudades grandes. Su esperanza es animar a los jóvenes a darse cuenta de que cada uno puede vivir el Evangelio y compartir su fe no solo en un lugar concreto y especial, como es Taizé, sino en cualquier parte en la que se reúnen los cristianos. La comunidad de Taizé lleva organizando Encuentros europeos en grandes ciudades desde el año 1978. Durante cinco días, los participantes viven la experiencia de rezar juntos, reflexionar y compartir. Y todo ello con las Iglesias de la ciudad donde se lleva a cabo el encuentro. En 2012, más de 30.000 jóvenes fueron a Roma, donde rezaron en las grandes Basílicas orando en la Plaza de San Pedro con el papa Benedicto XVI. El año pasado fue en Praga, una ciudad que no destaca por su alto nivel de práctica religiosa.

La ruta hacia Valencia

En esta ocasión ha sido Valencia la ciudad que ha acogido el encuentro europeo de Taizé. El entonces arzobispo de la ciudad, Monseñor Carlos Osoro Sierra, fue a Taizé e invitó a los

hermanos a acudir a su archidiócesis en bastantes ocasiones. Su sucesor, el Cardenal Cañizares, acogió esa invitación. Así, en septiembre, un reducido grupo de hermanos de Taizé, junto a varias hermanas de la comunidad de San Andrés que colabora con ellos y un equipo de jóvenes de diferentes países viajaron a Valencia. Así empezó el encuentro, con la presencia de un sencillo grupo que pronto se convertiría en un gran encuentro de miles de jóvenes. Entonces visitaron las iglesias y las parroquias de la ciudad, invitándoles a acoger a jóvenes peregrinos, a organizar pequeños grupos de reflexión por la mañana y, especialmente, a abrir sus casas a los jóvenes. Finalmente, casi todos los peregrinos pudieron ser acogidos por familias sin tener que dormir en colegios o gimnasios. Este hecho dio al encuentro una dimensión de intimidad, que se acabaría convirtiendo en una gran reunión familiar: la familia de Dios. Durante el encuentro, el programa de la mañana se realizó en más de 150 parroquias. Al mediodía, los participantes llegaban al centro de la ciudad, al Jardín del Túria, donde se instalaron dos grandes carpas. Se distribuía una comida caliente bajo el Puente del Real, seguida de la oración del mediodía en las carpas, la Catedral y en la Iglesia de Santa Catalina. Por la tarde se ofrecían alrededor de Jóvenes entre 17 y 35 años reunidos para rezar y veinticinco talleres sobre temas es- compartir, convencidos de que una «nueva solidaripirituales, sociales y culturales. Uno dad» es posible. de los más numerosos fue, por la relevante situación europea, AcérFestival de las naciones, con canciones canos a Dios Misericordia, con rey danzas de todos los países presentes. presentantes de la comunidad judía, El primero de enero, los jóvenes commusulmana y cristiana. partieron la comida con sus familias de Tras los talleres y la cena, los paracogida, para ya por la tarde regresar ticipantes se reunían de nuevo para la a sus lugares de procedencia. oración de la tarde en las carpas y en las Iglesias, antes de volver a sus familias de acogida. El 31 de diciembre Una experiencia de Iglesia tuvo lugar en las parroquias de acogiCada encuentro europeo, orgada una oración por la paz seguida del nizado por la comunidad de Taizé,

tiene muchas dimensiones: espiritual, social y cultural. Pero para nosotros, los hermanos de Taizé, lo esencial es vivir juntos una experiencia de Iglesia, de comunidad. No Iglesia como institución religiosa con sus particulares ritos, sino como una experiencia de reunirnos en una asamblea (ekklesia) alrededor de Jesucristo, de comprender que el hecho de pertenecer a Dios hace que formamos parte de una familia universal, la familia de Dios. O, dicho de otra manera, tomar conciencia de que, como amigos de Jesús (Juan 15, 15), formamos una gran red mundial de amigos. En Cristo, la diferencia de edad, nacionalidad, clase social o la historia personal de cada uno no importa, porque todos somos uno en Él (Gálatas 3, 28; Colosenses 3, 11). A menudo, esta unidad puede parecer simplemente una cuestión teórica, pero las experiencias como en las de los encuentros europeos, hacen de esto algo muy concreto. Rezando, compartiendo, comiendo y celebrando juntos, las personas de diferentes procedencias descubren una pertenencia común. Y esto, precisamente, lo que proporciona a los jóvenes cristianos la fuerza necesaria para regresar a sus propias realidades y entornos, donde a menudo se sienten solos e incomprendidos, y así continuar tratando de vivir su fe. Muchos jóvenes que participan en los encuentros y, otros que siguen buscando su fe y el significado de sus vidas, pueden descubrir en el mensaje de Jesucristo no algo abstracto, sino algo real, algo con lo que vivir sus vidas.

Ecos de los participantes

Oxana, una joven grecocatólica de Ucrania, que llegó a Valencia con un grupo de su país compartió: «Cada vez que participo en un encuentro europeo de Taizé, hallo más inspiración para avanzar en mi vida.

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Una peregrinación de confianza en Valencia

El hermano Roger fundó la comunidad de Taizé, que posibilita la experiencia a jóvenes de rezar juntos, reflexionar y compartir.

Recibo paciencia y paz interior. Por supuesto, también hemos venido a rezar por la paz en nuestro país». Szymon, un voluntario de Polonia dijo: «Esto es fantástico, en un encuentro como este tienes cinco días solo para Dios, para ti, para los demás. Así sí que es posible renovar tu conexión con Dios». Pablo, natural de España, decía: «Soy sacerdote diocesano de la ciudad de Valencia. Creo que unidad no significa lo mismo que uniformidad. Una melodía no puede sonar bien si todas las notas son las mismas. El encuentro en Valencia es una oportunidad de compartir nuestros valores y descubrir cómo comunicarse mejor, independientemente de nuestras diferencias». Testimonios como estos se multiplican por miles. En el Encuentro europeo cada participante tiene su experiencia personal, pero no es solo individual. Lo que toca cada uno de ellos es la oportunidad de compartir una experiencia común con otras muchas personas. En un mundo que cada vez es más individual, y donde las personas que son diferentes son vistos cada vez más como una amenaza para el bienestar, aparece una experiencia de comunidad, con una sentimiento de solidaridad que derriba fronteras, se convierte en un soplo de aire fresco

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o, como decimos los cristianos, el soplo del Espíritu Santo.

Hacia una Nueva Solidaridad

Hace algunos años, el hermano Alois, el prior de Taizé, escribió una carta abierta a los jóvenes bajo el título Hacia una nueva solidaridad. Frente a crisis de todo tipo que amenazan la vida contemporánea, afirmó que la única forma de encontrar soluciones era unirse para descubrir una esperanza común. Pedía, por tanto, la búsqueda de una «nueva solidaridad» para avanzar. Desde entonces, los jóvenes se han estado reuniendo en Taizé y en cualquier otra parte para reflexionar sobre sus situaciones personales y descubrir y compartir signos de esperanza a su alrededor. Las personas están preparadas para descubrir en sus vidas pequeños caminos, una nueva visión de la sociedad, un mundo de justicia y paz. En Valencia el hermano Alois señaló que esa búsqueda mundial todavía continua, específicamente sobre la base de las tres palabras que forman la Regla de Taizé, que describen la vida de acuerdo con la palabra de Dios y que los hermanos buscan incesantemente: «A la largo de los tres próximos años, las tres palabras alegría, sencillez y misericordia acom-

pañaran nuestro camino. En 2016 comenzaremos por la misericordia». Esto, por supuesto, sigue la línea del Año Jubilar de la Misericordia, proclamado por el papa Francisco. En consecuencia, todos los participantes en el Encuentro europeo en Valencia recibieron un texto con cinco propuestas para poder continuar en esta línea al regresar a sus casas. Cinco puntos: «Confiarnos al Dios que es misericordia: Perdonar una y otra vez. Acerquémonos a una situación de sufrimiento. Ensanchar la misericordia a sus dimensiones sociales y Misericordia para toda la creación». El texto incluye también sugerencias concretas para poner estas propuestas en práctica. En las próximas semanas y meses, antes de los encuentros en verano en Taizé y del próximo Encuentro europeo en Riga (Letonia), se espera que jóvenes y no tan jóvenes de toda Europa continuarán esta búsqueda en las condiciones concretas de su existencia. De esta forma, el encuentro en Valencia no quedará solo en un bonito recuerdo, sino que será una llamada a transformar nuestras vidas a través de las líneas del Evangelio, para hacer una verdadera «peregrinación de confianza con Cristo». Hermano John, Comunidad de Taizé


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