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DOG & TIPS x Pili González
¡Woof! ¡Woof! ¡Guau! ¡Woof!
(Traducción: Mi historia, mi vida y mi familia prestada)
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Basado en una historia real.
Fotos: Ana Abdo
MI VIDA EMPEZÓ DEBAJO DE UN COCHE EN UN DÍA LLUVIOSO, MUY LLUVIOSO... NO SÉ SI RECUERDAS AQUELLA TEMPORADA DE LLUVIA EN MÉRIDA DE HACE DOS AÑOS. Aquella vez en la que se inundaron calles, casas y plazas. En esa semana nacimos mis 9 hermanitos y yo. Mientras nacíamos, unas humanas fueron a buscarnos porque estaban preocupadas por las condiciones en las que estábamos naciendo, y tenían miedo de que nos ahogáramos. En cuanto llegaron, aunque mamá estaba asustada, las dejó ayudarnos. Nos sacaron a todos, incluida a ella de abajo del coche y nos llevaron al veterinario. La verdad es que yo todavía ni abría los ojos, así que no recuerdo mucho de ese tiempo en mi vida.
Lo siguiente que sé es que las chicas de Sanando Patitas comenzaron a decirle “Lluvia” a mamá y empezaron a cuidarnos a todos. Nos decían que ellas estarían ahí, hasta que estuviéramos lo suficientemente fuertes para ser adoptados. Nos llevaron varias veces al veterinario para que nos pusieran vacunas y un medicamento que mata bichos de la panza, creo que se llamaba desparasitante, la verdad no ponía mucha atención porque estaba jugando con mis hermanos mientras el doctor nos revi-
saba. A las pocas semanas, el momento llegó, estábamos sanos y fuertes para ser adoptados, y así todos mis hermanos se fueron emocionados a conocer a sus nuevas familias.
Debo ser afortunado porque de todos mis hermanitos, solo a mí me invitaron a un “hogar temporal”. Debe ser porque yo era el más educado, siempre le dije a “Kobi” que no sacara la lengua, que era de mala educación, pero a él no le importaba, decía que era “cool”. Los hogares temporales son increíbles, a mí me dijeron que era como tener una familia prestada. Yo más bien creo que es como un campamento de verano antes de ser adoptado por una familia permanente. En un hogar temporal, los humanos te cuidan y te mantienen sano y seguro fuera de las calle, aunque es por un tiempo limitado (de semanas a meses) en lo que tu familia para toda la vida te encuentra. ¡Mi hogar temporal fue buenísimo! Vivía con una señorita que se llamaba Ale y con su mamá, además de 6 perros de todos los tamaños y edades, que al principio me hicieron sentir nervioso, pero eran muy buenos conmigo. Me enseñaron a jugar, a pedir las cosas por favor, a decir gracias y lo más importante: a no comerme su comida. Me encantaban las noches en las que Ale llegaba del trabajo y la acompañaba, mientras se relajaba en la sala. Sin embargo, mis momentos favoritos eran cuando “Emma”, la sobrina de Ale, venía a jugar conmigo. ¿Sabías que hay humanos chiquitos? Les dicen niños y Emma era la mejor. Además de jugar conmigo, me acariciaba hasta que me quedaba dormido en sus piernas. Así entendí lo que era sentirse querido por un humano. ¡Es el mejor sentimiento del mundo!
Pero la verdad no todo era juego y diversión…En el hogar temporal aprendí algunas reglas de convivencia. Por ejemplo, solo los humanos tienen la suerte de subirse al sillón y los zapatos son una cosa muy rara que va en los pies de la gente, pero no son comestibles. También aprendí a usar un collar que tiene una plaquita con mi nombre, creo sirve como identificación cuando conozca a otros perros, y ellos sepan cómo me llamo sin preguntarme.
De vez en cuando, mis rescatistas venían a visitarme y traerme comida al hogar temporal. En una de sus visitas escuché que le decían a Ale que, como yo ya no estaba con ellas, mi cama se había liberado y otra perrita que habían rescatado de la calle podría utilizarla. Me dio mucho gusto escucharlo porque no es divertido vivir en la calle, no hay camas y no hay humanos que te cuiden, te acaricien y jueguen contigo; ¿Te imaginas? Bueno, eso me contaba mi mamá “Lluvia”. Ella vivió muchos años
en la calle y debe de tener razón, pero no sé si me lo decía para asustarme cuando me portaba mal. Viví muy feliz ese mes con Ale y su familia en mi hogar temporal. Después me dijeron que era momento de irme, mi familia definitiva me había encontrado y querían que me mudara con ellos pronto. Entonces, me vestí con mis mejores galas. Mi estilo lo heredé de Lluvia, mi mamá.
Estaba muy nervioso y emocionado cuando fui por primera vez a la casa de mi nueva familia. El nerviosismo se me quitó cuando conocí a Natalia, una niña de la misma edad que Emma, quien estaba muy feliz de que yo estuviera en su casa. Incluso me dijo que dormiría con ella en su cuarto. La situación se puso aún mejor cuando apareció Santiago, ahora tendría dos niños con los que podría jugar y disfrutar las tardes ¡No podría ponerse mejor!
Escuché decir a la mamá de Santiago y a Natalia que se sentía nerviosa porque ya tenían una perrita y no sabían si ella me iba a aceptar. Ella no siempre se llevaba bien con otros perros y sin su aprobación, yo no podría quedarme. Natalia, Santiago y yo nos quedamos helados, ya que estábamos muy felices conociéndonos. En ese momento apareció “Cocoa”, la perrita de la familia. Recordé todas las lecciones que me enseñaron los otros perros en el hogar temporal. Saludé a Cocoa amablemente, y le dije que no se preocupara, yo ya había aprendido a ser educado y que no me iba a comer su comida. Afortunadamente, me creyó y nos hicimos amigos ¡Fiuf!
Fue así como mi nueva familia me recibió, hicieron el trámite de adopción para que les dieran mi custodia, mi información médica y LO MEJOR DE TODO: mis fotos de chiquito. Me fui a vivir con ellos y nombraron “Falcor”. Ya llevo dos años viviendo con mi familia y me encanta la vida de adoptado, juego todos los días en el parque con Santiago y Natalia. Cocoa y yo dormimos mucho y nos encargamos de cuidar la casa cuando ellos no están. He conocido a más niños que vienen a la casa a jugar y a hacer tareas, pero lo mejor son las “fiestas”. Resulta que los niños van haciéndose más altos con el tiempo, y hay que festejarlo invitando a los compañeros de la escuela a la casa. ¡Es lo mejor! No solo jugamos con muchos niños, sino que igual hay un montón de comida y siempre se les cae algo, por lo que Cocoa y yo disfrutamos mucho que Natalia y Santi se sigan haciendo más altos cada año.
Ale pide fotos de mí y dice que me puse muy guapo (yo creo que me vería mejor con cejas, pero son inseguridades mías). Ale está orgullosa de lo bien que me porto y seguro la veré pronto.
A veces veo a mis hermanos. Aunque ellos no lo vivieron, cuando nos reunimos les cuento lo importante que son los hogares temporales para nosotros los perritos que nacimos en la calle. Les cuento que no solo nos ayudan directamente a nosotros que vivimos en sus casas, preparándonos para la vida de adoptado definitivo, si no que les permiten a las rescatistas seguir ayudando a más perros que lo necesitan.
El 70% de los perros de México viven en la calle, yo creo que tuve suerte de que me encontraran ese día y de tener una casa en la que me quieran mucho. Ale me dice que estoy equivocado, que fue ella la que tuvo suerte de compartir su vida conmigo un mes, ya que disfrutó mucho mi presencia y ver a Emma jugar conmigo. Mi familia adoptiva también cree que ellos son los afortunados, pues dicen que son más felices desde que llegué a vivir con ellos. De cualquier forma, estoy feliz de que así resultara mi historia.
Si te interesa ser hogar temporal o quisieras más información, te recomiendo que busques a Sanando Patitas o a las asociaciones y rescatistas de tu zona.