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Soy Dethoria y esta es mi historia
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“Más de una vez me siento expulsado y con ganas de volver al exilio que me expulsa y entonces me parece que ya no pertenezco
”
a ningún sitio, a nadie. Mario Benedetti
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Redacción: Dethoria Kodi Thomasiana con la ayuda de Pablo Ortiz de Eribe Diseño y maquetación: Amaia Vitoria Impresión: Donostia – San Sebastián, julio 2015
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Me llamo Dethoria y soy de la República Democrática del Congo Belga. Mi vida en el Congo era más bien humilde, sin grandes sobresaltos, allí cultivaba la tierra junto a mi familia: mis padres y mis nueve hermanos. Las tierras no eran nuestras sino que estaban cedidas por el gobierno, gracias a ellas podemos subsistir ya que en mi país no hay mucho donde trabajar. Los conflictos armados en los que está involucrado nuestro país desde los años 60 hace que la vida allí no sea muy próspera. Hay familias que solo se pueden alimentar dos veces al día, y lo hacen con alimentos muy básicos. Nuestro acceso a la atención sanitaria es muy limitado, puesto que no hay Seguridad Social como aquí y el médico, medicinas, etc... te lo tienes que costear de tu bolsillo, en cierta manera no puedes enfermar. Puedes ir al curandero, que a base de hierbas y métodos tradicionales o alternativos, quizá te alivie los síntomas. En mi país tenemos creencias ancestrales, por las cuales creemos que también hay enfermedades del espíritu y no del cuerpo, que los médicos no son capaces de curar. ¿Educación obligatoria? No la hay como aquí, que es obligatoria hasta los 16 años. ¿Colegios? Para quien se pueda permitir darle una educación a sus hijos. No hay becas. Por suerte una de mis hijas ha podido hacerse con estudios pero la situación es preocupante, no sé si mis nietos podrán ir a la escuela. A parte de la ayuda que doy a mi familia, realizo trabajos de voluntario, lo que aquí conocéis como voluntario de DYA o Protección Civil. El salario medio sería de unos 200-250€, pero con unos 150€ podrías sobrevivir un mes justito, ¿parece increíble, no? Por eso lo común es comer dos veces al día: un tentempié hacia las 10:00 de la mañana a base de té o café y el que puede, un poco de leche (es carísima). La 2ª comida se hace en torno a las 5 de la tarde a base de arroz mezclado con casi cualquier otro alimento, bien sea alubias, pescado, carne, etc… también tenemos el “fufú” (un alimento elaborado con una mezcla de raíces con contenido de almidón). A los más necesitados sólo les llega para un poco de agua con azúcar y un poco de pan. Después de todo, a pesar de que mí país es rico en materias primas, minerales, ser el 2º pulmón del mundo por sus bosques ecuatoriales y de tener el 80% de las reservas mundiales de coltán, ese mineral tan preciado por el primer mundo para sus aparatos eléctricos, he sido el único de mi familia en salir de África con la esperanza de dar una vida mejor a mi familia o simplemente ayudarles en lo que pueda.
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Para llevar a cabo mi objetivo de ayudar a mi familia, era imprescindible salir de mi país y dirigirme a Europa. Corría el año 1989 o 1990, inicié mi periplo hacía Sudan y más tarde a Uganda, en donde me encontré, para mi desgracia, con sendas guerras civiles. Viví un año allí realizando trabajos de primeros auxilios como camillero, recogiendo heridos en los enfrentamientos armados. Oía los silbidos de las balas sobre mi cabeza, mientras me apuntaban para que saliera a socorrer a los heridos. Viendo que por ahí me sería difícil seguir con mi andadura, volví sobre mis pasos y retorné a mi país. Un año más tarde emprendí mi segundo intento de llegar a Europa. Esta vez opté por ir hacia la República Centroafricana, allí, gracias a la Cruz Roja, pude sobrevivir aquel mes que estuve antes de marchar hacia Camerún. En Camerún tuve la mala suerte de encontrarme con otro país como el mío, inmerso en una guerra civil, así que decidí irme a su capital económica, Douala. Allí me coloqué como guarda de seguridad, trabajando para personas adineradas aunque cobrando salarios precarios, de unos 35.000 a 45.000 francos CFA, lo que vendrían a ser unos 50 o 70 €/mes. Tuve que adaptarme a aquella vida de pocas comodidades durante 12 años más o menos. A duras penas pude ahorrar dinero suficiente para continuar mi camino hacia Nigeria. Conseguí avanzar parte del recorrido en un especie de taxi que me llevó por un trayecto plagado de puestos de control militar en los que debía sobornar a los soldados para poder continuar, pero decidí terminar con esta odisea de sobornos en Níger.
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En Níger consigo una plaza en un vehículo todo-terreno con el que atravesaría el desierto del Sahara. En dicho vehículo viajábamos unas 25 o 30 personas apiladas como podíamos durante una semana. El viaje se tenía que realizar durante el día porque a la noche las patrullas fronterizas están muy atentas a las luces de los transportes que transitan el desierto, esto significaba soportar calores infernales, viento, polvo, escasez de agua… todo ello sin contar con la incomodidad de viajar entre tanta gente. Cada cierto tiempo el conductor paraba en seco, se bajaba del coche y trataba de orientarse en aquel inhóspito lugar. Me pregunto cómo lo haría. Me habían contado historias sobre cómo resultaría el viaje pero lo que no me esperaba es que yo fuera el protagonista de una de ellas… Me aseguraron que durante la travesía se solían hacer sacrificios humanos como ofrenda para que el viaje fuera propicio. En una de esas pausas que el chófer realizaba para orientarse, se dirigió a la parte de atrás del todo-terreno y sin mediar palabra me escogió de entre todos los pasajeros que íbamos para usarme como ofrenda en un ritual para que la expedición tuviera un buen desenlace. Me agarró y zarandeó con intención de bajarme del vehículo, incluso llegó a golpearme con el machete que llevaba en la mano. Por miedo o por mi sangre fría no pude revelarme, no le hice frente y, no se cómo explicarlo, pero me salvé de ser ejecutado. Reanudamos el camino y mis compañeros, viendo mi estado, me animaron y me felicitaron por mi templanza al no enfrentarme al conductor, pues habría sido liquidado sin más miramientos. Aquel día algo o alguien me tuvo que salvar… La culminación de esta etapa debía ser Tamanrasset pero por seguridad el conductor nos dejó a unos 40 o 50 kms de esta ciudad. Estos últimos kilómetros los completamos andando en aquel desierto, casi sin agua y con la visión de esqueletos humanos salpicando el camino. Una vez llegados a Tamanrasset nos tuvimos que alojar en la montaña en un campamento con más gente y así preservarnos de la policía. Teníamos contacto con varias personas del pueblo, las cuales nos ayudaban a comprar comida allí. No podíamos exponernos, si lo hacíamos nos detendrían y nos enviarían a Níger, donde solo hay desierto y una muerte segura. Tuve que permanecer aquí un mes más o menos, hasta contactar con los que nos llevarían a Argel. A unos 30 kms de Tamanrasset nos esperaban dos guías y el vehículo que nos trasladarían a Argel. Pagado previamente al conductor, unas 30 personas nos hacinamos en el vehículo y así nos encaminamos en una etapa de unos 150 kms. Al ser un trayecto tan largo debíamos buscar otro vehículo para completar el viaje. En esta búsqueda ocurrió algo fuera de lo común. Un hombre que no me conocía de nada me previno de no subir al autobús que me llevaría a Argel, me dijo que no me subiera porque tenía una bomba. Finalmente consigo billete en otro autobús y mientras recorría el tramo hacia mi destino, pude comprobar con mis propios ojos que el autocar que primeramente iba a coger yacía en la cuneta calcinado con el pasaje dentro.
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Me quedé atónito con lo ocurrido, si no llega a ser por aquel hombre que me avisó, hubiera muerto en aquel transporte. Continúo el viaje hasta las aproximaciones de Argel. Preguntando, nos orientan hacia la periferia, a un pueblo llamado Dely Ibrahin, donde me alojé en una casa a medio construir junto a otros africanos (subsaharianos). Estando aquí viviendo, coincido con un viejo amigo, Guesa, con el que conviví varios años en Douala (Camerún). Un fatídico día, tras una confrontación con un camerunés, mi amigo resultó muerto tras ser golpeado con un garrote en la cabeza. En Dely Ibrahim vivíamos en edificios de 5 o 7 plantas de altura. Un día hubo una redada, aquello se llenó de policias por todos lados. Hubo gente que para escapar, saltó desde un 4º o 5º piso. Yo tuve mucha suerte, gracias a mi documentación que me acreditaba como socorrista pude librarme de males mayores. Arrestaron a muchos, familias enteras, muchos compañeros. Allí también estabamos organizados por países. Para que os hagáis una idea, éramos como unas 50 o más personas de diferentes nacionalidades, aunque la mayoría de nosotros éramos subsaharianos. De vez en cuando por aquel lugar pasaban empresarios en busca de mano de obra para trabajar en la construcción, trabajar el campo o para la carga y descarga de mercancías, etc… El que tenía suerte trabajaba y los que no, nos veíamos obligados a permanecer alerta ante la policia y las redadas que pudieran hacer. A todo esto, la policía también enviaba personal de incógnito. En varias ocasiones desaparecieron compañeros, los cuales eran extraditados y enviados a Niger (¿Recordais lo mencionado con anterioridad sobre Niger? Desierto y posible billete al cementerio). Yo siempre les enseñaba mi documentación de socorrista de Cruz Roja. Cierto día, en una de las redadas de la policía, a mi amigo Tomas lo detuvieron y lo expulsaron del país. En el viaje que realizó para ir a la frontera con Niger, Tomas escapó del coche saltando, con la fatalidad de que al caer rodando por la carretera se golpeó la cabeza y murió en el acto. Vivíamos en muy malas condiciones, dormíamos en camas hechas con cartones, con muy poca higiene, por no decir ninguna. Era realmente muy duro, lo pasé muy mal. Decidí continuar mi viaje ya que disponía de dinero para continuar. El destino sería Aljer-Mahgnia, frontera de Argelia con Marruecos. Durante este viaje tuve la mala fortuna de que me robaran todas mis pertenencias excepto el dinero, ya que lo llevaba a buen recaudo, escondido en mi cuerpo. Hay muchas formas de esconderlo, aunque parezca increíble hay situaciones en las que no queda otra que comerlo para esconderlo. Yo lo introducía dentro de la Biblia o bien descosía las costuras del calzado, lo introducía y lo recosía. Lo de llevarlo dentro del cuerpo únicamente lo hacía cuando tenía que pasar fronteras, y así no me lo requisaba la autoridad “competente”.
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Para salir de Argel e intentar llegar a Rabat me encaminé junto a un grupo de 10 personas en una etapa de unos 100 kms por el desierto. Sin saber por qué, bien por las altas temperaturas, bien por la desidratación, me quedé ciego, no podía ver y mucho menos continuar la marcha del grupo. Ante esta situación los compañeros, incluido el guía, me dijeron que tenían que abandonarme allí mismo, que debía hacer testamento porque en aquel lugar, en medio de la nada, acabarían mis días. Era consciente de la situación y me invadía un miedo atroz. Por fortuna, aunque sin la aprobación del guía y la de algún que otro compañero, un buen amigo mío se ofreció a llevarme consigo y así poder salir de aquel infierno llamado Maghnia. Así es como llegué a Oujda, la primera ciudad en la que estuve de Marruecos. En Oujda tuve que ingeniármelas para hacerme con documentación falsa, esta vez haciéndome pasar por estudiante senegalés estudiando en Rabat. Subí en un autobús para regresar supuestamente a Rabat. De pronto la policía comenzó a realizar un control cuando el autobús estaba a punto de partir. Llegan a mi asiento, me piden la documentación y se me quedan mirando. No se fían de mis papeles y consultan y susurran entre ellos, al final me interrogaron para ver si mostraba algún signo que me delatara. Tras una media hora de interrogratorio deciden llamar al comisario jefe. Este llega y sin rodeos, me mira, me pregunta varias veces si mis papeles son reales y finalmente opta por dejar que continúe el viaje hacia Rabat. Aquí paso 6 meses viviendo junto a un compatriota congoleño. Hacíamos todo tipo de trabajos para seguir reuniendo dinero para continuar con nuestro peregrinaje a Europa. Es aquí donde ya transcurridos 12 años desde que partí de casa, consigo por fin contactar con mi familia, la cual tiene que comunicarme un fatídico suceso, mi padre había fallecido.
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Imรกgenes proporcionadas por Dethoria.
Campamento de Marruecos.
Campamento de Marruecos.
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El paso de Tetuรกn a Ceuta.
Esperando el momento oportuno para dar el salto.
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En mi viaje hacia Tetuán me veo sumergido en un trayecto plagado de diferentes puestos de control militar en los cuales, cómo no, he de cumplir con el ritual de soborno. Hay lugares clave en los que saben que hay gente con intención de dirigirse a Europa, y tienen muy claro que aquellos que lo hacemos somos personas con dinero para pagarles por su “vista gorda”. Es un negocio seguro, de ahí que se aprovechen de ello. Llego a Tetuán, dónde he de refugiarme en un campamento en las montañas. Digamos que el campamento esta organizado por países, en los cuales existe una jerarquía de miembros, una especie de “gobierno”. Desde un presidente, pasando por miembros para mantener el orden, etc. A mí me correspondió la tarea de ir organizando a la gente según llegaba, les intentaba animar y les ofrecía mi apoyo. Fueron 4 meses de esfuerzo hasta que se presentó mi oportunidad de continuar hacia Ceuta. Mi paso a Ceuta tendría que hacerse por mar, pero no con embarcación, sino que sería a nado. Existe una organización que se encarga de ello. Me dotaron de un traje de neopreno, gafas y aletas, pero no de un chaleco salvavidas. El itinerario consistía en dejarme llevar por un miembro de esta organización, unido a él por un cabo y “haciéndome el muerto”. Esto no lo olvidaré jamás, la cantidad de agua que tragué, Dios mío, el trayecto me pareció una eternidad y solo fue una hora. De tanta agua que tragué, casi me quedo inconsciente, hasta el punto de que tuvieron que zarandearme y abofetearme para que reaccionara. Dudaron en dejarme ahí mismo, de hecho, un compañero que durmió la noche anterior junto a mí, murió y tuvieron que abandonarlo a merced de la marea. Este no fué el unico contratiempo en esta odisea, también teníamos que sortear la vigilancia costera de la Guardia Civil. Si te cogen, te extraditan a Marruecos, donde has de cumplir una condena de 5 años de cárcel. Al llegar a la playa de Ceuta, otro miembro de esta organización nos espera con ropa seca y dinero para un taxi que nos llevaría hasta el CETI (Centros de Estancia Temporal
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de Inmigrantes). Estando en el CETI un compañero me cede un documento con el cual puedo presentarme en Cáritas e ingresar en sus instalaciones. Aquí encuentro un pequeño paraíso en todo este periplo, donde consigo asearme, comer y descansar. Con un documento que me extiende Cáritas voy a la policía, dónde recogen mis datos y quedo ya registrado en una base de datos. Cuando la cosa se “normaliza” damos aviso al campamento de Tetuán de que estamos a salvo, donde se alegran por nosotros. A raíz de este aviso es cuando el organizador de nuestro paso al otro lado de la frontera recibe el pago por pasarnos. Por cada diez inmigrantes que logran pasar la frontera, uno tiene estancia gratis en el campamento. Este mismo es el que pasa a ser el presidente del campamento. Todos ejercemos algún cargo y todos debemos buscar un sustituto que se ocupe de las labores de nuestro cargo cuando abandonemos nuestro puesto en el campamento.
Viviendo en el centro de ayuda al inmigrante (CETI) y una vez registrado puedo salir a la calle con toda tranquilidad. Puedo ir a la playa, a la iglesia… por las tardes acudo a la Cruz Roja como voluntario. En el CETI tengo la posibilidad de aprender algo de castellano pero mi cabeza estaba demasiado ocupada centrada en mi objetivo, Europa. En cuanto llegamos al CETI, todos pedimos asilo político, incluído yo. Me asignaron un abogado de oficio al cual relaté el por qué de mi solicitud de asilo, le expliqué la situación de mí pais, desastrosa por las continuas guerras, los problemas de corrupción, etc. Al rechazarme el asilo político, mi abogado recurrió a la pérdida de visión que tuve en el desierto. Mientras esta petición estuviera en trámite no podía abandonar el país, lo que por una parte no estaba tan mal, ya que a los tres años en España podría solicitar el arraigo. Finalmente, quedo en una situación de ilegalidad permitida pero sin opción a pedir permisos de trabajo y sin poder salir del país, gracias a que mi abogada consigue que no se me expulse de España. Transcurridos cuatro meses, la policía de inmigración me llama para decirme que tengo una vacante en un barco para dirigirme a Algeciras. Al llegar me encaminé junto a otros compañeros hacia la Cruz Roja. Como sólo estoy de paso, me preguntan a dónde quiero dirigirme, me dan el dinero para el billete y me indican dónde puedo comprarlo, además, entre Cruz Roja y Cáritas me dan referencias de destinos a los que puedo viajar y me ofrecen un bocadillo. En España no conozco nada, ni el idioma, tan solo sé que Madrid es la capital por lo que wdecido marchar allí. Por lo menos no me encuentro solo, voy a la capital española acompañado por dos compatriotas. Estando aquí, desde Cruz Roja nos dicen que hemos de ir a la policía a registrarnos.
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Una vez hecho esto tenemos opción de hospedarnos durante un mes en un albergue. Las habitaciones son compartidas con más gente, unas 8 o 10 personas, aquí solo podemos pernoctar, durante el día hemos de abandonarlo y con ello buscarnos la vida. Transcurre el mes y finalmente hemos de dejar el albergue: nos quedamos en la calle. Ahora las noches serán a la intemperie. Nos dedicamos a hacer de aparcacoches (gorillas), o ayudando con las compras en los supermercados, o llevando maletas de los pasajeros en el aeropuerto. Con ello la gente nos daba uno o dos euros, dependiendo del día conseguíamos unos 20€. Para comer nos dirigíamos a Cáritas, donde nos daban un bocadillo o una comida, digamos, normal. Trasladarnos por Madrid era un poco temeroso, lo hacíamos a espensas de estaciones donde no había una vigilancia por parte de guardias de seguridad o estaciones donde era fácil colarse en el metro. Uno de mis compañeros tuvo la gran suerte de encontrar una persona española que le acogió en su casa. Mi otro compañero y yo continuamos nuestro viaje, rumbo a Francia a través de Bilbao. Aunque mi intención era quedarme aquí, mi amigo consigue convencerme en que intentemos establecernos en Francia ya que él tiene familia allí, y eso nos ayudaría en los primeros pasos. Tras pasar un día en Bilbao, finalmente cogimos un autobús en dirección a París, elegimos este medio de transporte porque era menos arriesgado que ir en tren. Llegados a París, mi amigo me sugiere por enésima vez que vaya con él y con su familia pero yo no quiero ser una carga y decido continuar mi camino solo.
Esta decisión hace que me dirija a la Cruz Roja. Me derivan a Beauvais, dónde pasé cuatro meses. Me facilitaron una habitación para vivir, me trataron muy bien y francamente estuve muy cómodo allí. Realicé algo de formación técnico-sanitaria e impartí clases a otras personas, compaginando con horas de voluntariado en el mismo centro. Mi trabajo consistía en ayudar a la gente recién llegada, informándoles de a dónde tenían que dirigirse, yo era como un punto de información. Aquí me otorgaron un certificado europeo por mis labores de voluntario y otro certificado en técnicas de primeros auxilios. No era un trabajo remunerado pero la directora me daba alguna que otra gratificación. Esto hizo que me hablaran de Emaús, me extendieron un documento con el cual me presenté allí. En Emaús me dedicaba a sacar cafés, animar a la gente, etc. Vuelvo a pedir asilo político. Tengo otra vista donde explico otra vez mis motivos por los cuales abandoné mi país, explico su situación política, lo complicado de ejercer mi trabajo… La Cruz Roja aporta información sobre las labores que llevo a cabo con ellos y con Emaús. Todo indicaba que se me concederá el asilo, pero en cuanto me recogen las huellas dactilares les aparece todo mi itinerario desde Ceuta, cómo solicité asilo en España y cómo no debía abandonar territorio español durante 3 años. Para mi desgracia yo de esto no sabía nada y desde inmigración en Francia me indican que he de regresar a España, porque mi solicitud de asilo en España no ha terminado su trámite. 9
La vuelta la realizo escoltado por la policía francesa, sin nada más que con lo puesto, no me dejaron coger ninguna de mis pertenencias. Después de un viaje no muy tranquilo (era mi primer viaje en avión) llegué a Madrid,
donde fui entregado a las autoridades españolas, me llevaron a comisaría. Me extendieron un documento y me volví a quedar en la calle, como quien dice, con una mano delante y otra detrás.
Volví a dedicarme a lo de antaño para ganarme la vida, a buscarme la vida bien de aparcacoches o ayudando a la gente con sus compras. Así logré sobrevivir durante 5 meses. Contacté con un buen amigo con el estuve 12 duros años viviendo en Camerún, ahora más que nunca necesitaba un buen aliado, lo localicé en Santander y me fuí para allá sin pensarlo. Pasé tres años sin trabajo, no porque no quisiera, sino porque no podía conseguirlo sin tener un permiso de trabajo que me habilitara para ello. Comí durante bastante tiempo en los comedores de Cáritas y mi amigo me ayudaba en lo que podía. Incluso cuando iba a El Congo de vacaciones contactaba con mi familia, les contaba que estaba con él, que estaba bien. Aunque en verdad no fuera cierto yo no quería que mi familia se preocupase por mí. Transcurrieron cuatro largos años y finalmente contacté con una ONG (África-Avenir) donde me ofrezco como voluntario y animador. No me pagaban pero me ayudaron con el tema de los dichosos papeles. Aun así no estaba muy contento; mi amigo se encargaba de costearme prácticamente todo. Decido ir a Cáritas para ver si ellos me podrían ayudar por lo menos en el pago de la habitación y me concedieron esa ayuda durante 2 años o más, gracias a ello pude aliviar la carga a mi amigo. En la ONG los dos o tres años que estuve como voluntario, cada navidad me disfrazaba de Papa Noel. De hecho en Santander me conocen por el “Papa Noel negro”. Pasados los tres años, solicito el arraigo por estancia a través de la asistenta social, enviaron la documentación a inmigración y mi amigo me ayudó a que en la ONG me contrataran como animador. Es así como por fin consigo los tan ansiados papeles, por fin me encuentro en una situación legal, con permiso de trabajo y de residencia. Definitivamente en 2008 tengo mi DNI X846*****.
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Para poder renovar los permisos he te cotizar 6 meses durante un año. Trabajé de mozo de almacén y de peón en la construcción. Cuando llevaba 5 meses y 20 días, maldita mi suerte, me quedo sin trabajo y con ello pierdo la oportunidad de renovar los permisos durante dos años más. Regreso a una situación de ilegalidad así que acudo a Cáritas para que me ayuden. Localizo una habitación y arreglo las cosas para que Cáritas ingrese el dinero en la cuenta corriente del arrendador. En este tiempo me dedico a hacer un curso de Ayuda a Personas Mayores, formo parte de una escuela taller del ayuntamiento... pasé así unos 2 años. Tenía un incentivo de 2€ al día, unos 60€ al mes. En este periodo la ONG África-Avenir cesa su actividad, por eso he de acudir a Cáritas, donde como y me dan una vale para ir al Banco de Alimentos. Disponía así de 30 euros para canjear cada 15 días. Dentro de las posibilidades del Banco de Alimentos, podía elegir la comida. A mí me hubiese gustado que me hubieran dado el dinero en metálico pero no podía ser así, supongo que hubo gente antes que yo que hizo mal uso de esta ayuda.
Colaboraba con Cáritas y Cruz Roja. Siempre hacía de rey mago. Podría decir que era hasta famoso, como Amaral. Salí varias veces por TV , incluso me reconocían por la calle. Pero llegó el funesto día en que la policia me detiene, me retiran el permiso (ya caducado), La expulsión era inminente. Les pedí que por favor me dejaran contactar con Cáritas, y suerte que tuve que gracias a ellos me proporcionaron un abogado de oficio para que revocaran la orden de expulsión. Aunque esto lo consiguen, me imponen una multa de 501€, de la cual se hizo cargo Cáritas, y me vuelvo a quedar en una situación de ilegalidad. He de quedarme en el país durante 3 años sin poder salir y sin opción a trabajar hasta que solicite de nuevo el arraigo por estancia. Esto tuvo lugar hacia el año 2010 o 2011. Ya en 2012 la cosa esta muy difícil, no puedo trabajar, no veo futuro en Santander y comienzo a pensar a dónde dirigirme, voy descartando destinos hasta que pensé en San Sebastián. Tenía un amigo aquí, así que contacté con él. Me dice que no puedo ir a su casa porque su situación no es muy buena. Expliqué en Cáritas de Santander que necesitaba cambiar de aires. Aunque ellos me sugieren que me quede mi decisión ya estaba tomada, mi “fortuna” tenía que buscarla en San Sebastián. 11
Me pagaron el billete y siempre tendré las puertas abiertas en Santander por si no me salen bien las cosas aquí, siempre podré volver con mi “gran familia”.
Cogí el autobus para venirme a Donosti. Como de costumbre, me dirijo hacia lo desconocido, a la aventura. Llegué a Donostia más o menos al mediodía, bajé del autobus con todos mis bártulos, anduve unos 20 metros y me detuve en seco, miré a todos lados, izquierda, derecha, arriba, abajo y finalmente me pregunté: “¿y a dónde voy ahora?”. Una nueva hazaña daba comienzo. Pregunto por la iglesia y me indican que hay una al lado del Aterpe. Aunque no pude pasar la noche allí al menos pude comer algo y dirigirme al SMUS por recomendación del Aterpe. Allí les cuento mi caso y me derivan al albergue de Rentería, donde paso 3 días. Esto ocurrió, si no recuerdo mal, el 21 o 22 de junio de 2012. Gracias a que la policía local me escribió la dirección, voy hacia el albergue de Renteria. Como no bastaba con que no conozcía la zona, resulta que Renteria tiene dos paradas de topo, Galtzaraborda, que vaya nombre del demonio, y la parada en la que me tenía que bajar. Confuso por la situación me pasé las dos y no me quedó más remedio que preguntar, una señora amablemente me explicó que tenía que haberme bajado en la parada anterior en la que estaba, así que volví sobre mis pasos y al fin llegué a Rentería, donde me dijeron que me encontraba cerca del albergue. Por fín llego al albergue, donde consigo tranquilizarme un poco y como digo yo “calmo mi cabeza”. Tenía reservada la plaza y durante los siguientes tres días tuve techo y comida asegurados. Desde aquí poco pueden hacer por ayudarme, excepto orientarme para ir, pasados los tres días, al albergue de Intxaurrondo. Llego a Intxaurrondo muy desorientado por el desconocimiento de por donde ando, aunque finalmente encuentro el albergue y paso los tres días reglamentarios, poco más pude hacer allí, aunque sí pudieron guardar mis pertenencias durante 1 semana. Otra vez me encuentro en la calle, sin rumbo fijo.
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Así fueron mis siguientes 3 ó 4 días, hasta que me llamaron la atención. Me avisaron de que si me volvían a ver domir allí llamarían a la policía así que tuve que buscar otro sitio en el que pasar las noches. Mientras buscaba otro lugar me encontré con la iglesia Corazón de María, en Gros. Me dio un pálpito al verla, tuve una corazonada y fuí a hablar con el párroco. Aunque consigo hablar con él, le informo de mi situación desesperada, de como mis pertenencias las tengo guardadas temporalmente en el albergue, este no accede a mis suplicas pero al final de mucho insistirle me concede el favor de, por lo menos, guardar mi equipaje. La mayor parte de mis pertenencias consigo dejarlas en la iglesia a buen recaudo. Esto me posibilita poder andar más ligero, así que me dirijo a la Cruz Roja, les cuento mi andadura en Francia, del trabajo que realice con ellos, de los diplomas que me concedieron y pregunté si era posible que aquí pudiera ejercer como lo hice en Francia. Su respuesta fue un no rotundo, que aquí funcionan de otra manera y que no había ni tan siquiera trabajo. Termino hablando con la asistencia social de Cruz Roja, la cual no me ofrece ninguna alternativa a mis necesidades, me dejó de piedra, desilusionado. Yo me considero de la “familia” de Cruz Roja, deseaba ejercer mi voluntariado con ellos y ni tan siquiera podían darme un sitio para dormir. Mientras tanto, mi amigo de Santander insiste en que regrese pero yo no quiero, he comenzado mi nueva etapa y he de continuar. Me doy de plazo un año y si mi situación no cambiaba en ese plazo, entonces regresaría a Santander. Poco a poco voy haciendo contactos entre africanos que me voy encontrando por San Sebastián. Sigo teniendo que pasar mis noches a la intemperie, esta vez en un banco cerca de la estación de tren de Ategorrieta. Una noche la policia me despierta, me pregunta a ver qué hago ahí, que ese no era un buen sitio para pasar las noches porque me pueden hacer daño. Llega el día en que tengo cita con la asistencia social de SMUS, de la Cruz Roja, les cuento mi situación. Sólo logran decirme que he de pasar 6 meses en Donostia para poder empadronarme, que puedo acudir a Cáritas todos los días para tomar algo de café caliente y cenar pero que el asunto de dormir era ya otro tema. Desde Cáritas me explican que hay mucha gente en mi misma situación, me proponen que en mi tesitura lo mejor sería encontrar algún edificio abandonado donde poder pasar las noches algo más resguardado que en la calle, pero no tengo suerte así que me veo obligado a continuar durmiendo a la intemperie. Un buen día, un chico que trabajaba en un bar cercano de donde yo dormía se interesa por mí, me dice lo que la mayoría, que no es buen sitio donde estoy. Me llegó a dar 5€ para que pudiera desayunar ese dia por lo menos. Por casualidades de la vida, me topo con un transeúnte marroquí que me aconseja ir a una explanada por la inmediaciones de Ategorrieta, (ahora ya construido, pero por aquel entonces era un terreno boscoso), donde había materiales de construcción. Había tubos de hormigón donde en su interior uno podía habilitarse un catre y poder así pasar la noche. Había cuatro de estos tubos y yo ocupé uno. Al menos no estuve sólo los 5 o 6 meses que pasé allí, había gente de Marruecos, de Mali, etc.
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Comienzo a acudir a la iglesia de Gros todos los domingos, como era el único africano que acudía, pronto empiezan a conocerme. Me ayudan un poco, me solían dar algo de dinero para poderme tomar un café, algo de ropa… Insisto en Cruz Roja, vuelvo a coger cita con la trabajadora social, ella me indica que me dirija a Cáritas, más concretamente al SMUS. Insistín en que me citaran con María, que me ayudó mucho anteriormente y en esta ocasión se dedicó a ayudarme con el pasaporte. A través de Cruz Roja y el SMUS y gracias a mi, porque no decirlo, terquedad, logro que me costeen el billete a Madrid para hacerme el pasaporte. Finalmente lo consigo. Regresé y por fin me puedo empadronar en San Sebastian, en el Paseo de Mons, despues de tres duros y largos meses. Aún estando empadronado, he de seguir sobreviviendo en la calle y la policía me sigue parando y poniéndome multas. Acudo a Haize, en la Cruz Roja, para informarme de qué tengo que hacer con estas multas porque no tenía cómo pagarlas pero tenía miedo de los problemas que me pudieran acarrear. Todas eran por dormir en terrenos particulares, en condiciones pésimas, con fuertes dolores de espalda, entre ratas, entre suciedad… Por entonces la Cruz Roja me daba dos vales semanales que me permitían ducharme en la playa. Transcurridos seis meses me llaman del Esmus y me informan de que van a empezar a haber cambios en mi situación. Empiezan a hablarme de Emaús y del programa Isla pero primero pasaría a Portuenea. Hice la entrevista en noviembre y me dan la fecha de entrada en diciembre del 2012. Hasta mi entrada en Portuenea he de continuar durmiendo en mi tubo de hormigón. Al cabo de unos días veo cómo viene otra vez la policia, esta vez junto a una grúa. Así, me quitan el tubo y con esto lo único de lo que disponía para dormir. Otra vez estaba en la calle, sin mas techo que las estrellas pero con el apoyo de mis amigos de Bilbao y Santander animándome para que aguante y continúe. A través de la Cruz Roja pude inscribirme en un curso de limpieza general impartido por Emaús de Irún. Me daban dinero para el transporte hasta allí y comía en Cáritas de Gros. A día de hoy continúo manteniendo el contacto con todas las personas que me ayudaron, SMUS, La Cruz Roja, Maria, Haize… Lo de las multas, bueno, eran sólo avisos y no las tuve que pagar. Por fin entro en Portuenea, por fin tengo un techo donde cobijarme. Me parecía increible, ¡una habitacion para mi solo! Como a todo usuario en Portuenea, me hacen un análisis de sangre y con los resultados descubrimos un problema de salud. Esto hace que me ingresen de urgencia, permanecí una semana ingresado. Después de este susto vuelvo a Portuenea donde poco a poco voy haciendo amigos, allí me encontre con Aitor, con Pablo... pero aún estando bajo cobijo en Portuenea la sombra del miedo no me deja en paz, mi cabeza no paraba de pensar en que volvería a la calle. En Portuenea me aseguran que puedo estar tranquilo que de ahí me encontrarían sitio, que no volvería a la calle. A los 4 meses de estar en la Casa del Mar, me indican que he de hacer una entrevista en Uba y así fue, hice la entrevista con Rebeca y me dieron fecha de entrada en el programa Isla. El 17 de agosto de 2014, comienzo a hacer los trámites para solicitar el Permiso de Residencia por arraigo. En un mes o poco más recibí la resolución. Mientras tanto voy yendo a la EPA para mejorar mi castellano pero no sin contratiempos, cómo no. La policia me paró un día cerca de la EPA y me pidieron los dichosos papeles y como era de esperar, no los tenía aún. Esto ya me ocurrió anteriormente cuando vivía en la calle, me llevaban a comisaría, me asignaban un abogado de oficio y finalmente me comunicaban que no podía salir del país en los proximos 3 años. La correspondiente multa quedaba ahí, en el “limbo”. Naturalmente yo no podia hacerme cargo, de hecho creo que hoy en día sigue vigente. La policía siempre me para, me piden los papeles pero ahora el decirles que estoy en Emaús me ayuda a no añadir multas a mi colección. Una vez en Emaús puedo solicitar una ayuda económica que me permite enviar algo de dinero a mi familia, y así ayudarles a pagar luz, comida, colegios, etc… Después de una larga y dura temporada, me encuentro muy bien en Emaús, veo que poco a poco se van solucionando los problemas. Aquí hago talleres, voy a la EPA, lo cual me ayuda por lo menos a que mi cabeza no le dé tantas vueltas al tema de los papeles. Es muy preocupante el asunto, hasta el punto en que un buen amigo se me ofreció a hacerme un contrato de trabajo y así poder solicitar el Permiso de Residencia. No obstante, decido consultarlo en casa, incluso lo consulte con la
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abogada de Cruz Roja y me informan de que si hacía eso perdería los derechos a la ayuda social, ya que estando dado de alta en la Seguridad Social no podría cobrarla. Es por ello que continúo mi solicitud por la vía del arraigo por estancia. Actualmente sigo realizando las gestiones oportunas para solicitar la residencia por arraigo. Tras una primera sentencia favorable por parte del Gobierno Vasco, me encuentro con que el Gobierno Estatal (Gobierno Español) me deniega la residencia. Con esto, realizo una reposición del permiso de residencia que me deniegan, aún cumpliendo con todos los requisitos que me piden. Hoy día he solicitado justicia gratuita para recurrir vía judicial al permiso de residencia, reuniendo por enésima vez la documentación necesaria para así poder tener la tan ansiada residencia en el país. Sigo con mi lucha por una vida mejor para mí y los míos. Esta es mi historia, espero que os haya gustado y sobre todo que os sirva de ayuda, y muchos ánimos compañeros y luchad por un futuro mejor. Me llamo Dethoria y continúo con mi viaje… Finalmente me gustaria dar las gracias a todas las personas que me han ido ayudando en esta odisea, especialmente a los profesionales de las diferentes entidades sociales y muy especialmente a los servicios prestados por la Fundación Social Emaús. No me gustaría dejar fuera a ninguna las personas, compañeros, que me he encontrado en mi viaje, gracias a todos/as y mi más sentido agradecimiento amigos míos, siempre os recordaré.
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TRADUCCIÓN: Beauvois a 2 de Junio de 2004 El señor Kiodi Thomas participó activamente en el funcionamiento de la sala de acogida y nos ha prestado una valiosa ayuda en este refugio desde Marzo de 2004.