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ERRÁNTIO
Ser es Er r antes D ir e cción :
Alexandra Duarte Alejandro Giraldo Gil María Alejandra Solano
D ir e cción c r ea tiva: Natalie Pacheco
TEXTOS DE LOCURA Y CONTEXTOS DE CORDURA
Revista de los estudiantes de Lenguajes y Estudios Socioculturales
ÍNDICE L ocur a t eat r al : La c ordu ra f ic c ion al d e Ham l et y O fel ia. Por: María Paula Alarcón
S ueño y L ocur a - Ot r os t i p os d e l óg i ca Por: Claudia Rondón
Di ser t aci ones i nconexas d e un ar t i st a. Por: Alejandro Giraldo
Equipo editorial:
Equipo creativo: Andrea Mora David Hernández Paola León
Agradecimientos:
John Bernal Polo Ana María zapata Todos nuestros lectores y autores
B r eve h i st or i a d e un p osi bl e
DE-MENTE
Por: Julián David Villegas Gutiérrez
VIAJES
María paula Alarcón Alejandra Castro Pamela Crombie Alejandra Gómez Lucia Mesa Damaris Paola Roso Claudia Rondón Karen Natalia Villamil Laura Natalia Valbuena Leonard Vargas Stella quintero
El l unát i co en el césp ed .
Por: Nicolás Rodríguez Sanabria
U na cad a 8 h or as (o m i s am i gos l os p áj ar os) Por: Manu
Rel at os d e un bi p ol ar. Por: Lorena Posada Rada
Poem a # 666666 sobr e l os l ocos. Por: Nicolás Acosta
Los artículos publicados en esta revista no dan cuenta del pensamiento ni de la opinión de la Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, ni de los de la Universidad de los Andes.
EDITORIAL Me han llegado algunos casos sobre los que he reflexionado; uno de ellos de personalidad múltiple. Pero no como cualquier otro, éste es un genio. Lo que he pensado proviene de alguien distinto. Realmente yo, solamente yo, no he sido.
Y es que se divierte burlándose de mí, me hace creer que está loco. Me siento frustrado, no hay teoría para explicar los casos, ni qué me pasa. He rebuscado en mis libros, y después de mucho leer ya nada tiene sentido. Es caótico y a mí me gusta.
Es casi como un problema “identitario”… de muchos nombres. ¿Hablo por ellos (mis casos)? ¿Soy como un heterónimo de la locura? ¡Soy un heterónimo de la cordura!
¿o soy solo yo representándome a través de los diagnósticos? ¿Quién habla de quién? Pensar por pensar, buscar el sentido, tratar de entender… Es mejor leer, escribir y releer. Sí, ver diagnósticos y teorías, y también formas y discursos de manera diferente.
Hay que entender de otra forma los diagnósticos de este sobre.
Loc u r a t e a t r a l : La co r dura f ic c ion a l d e H a m l e t y Of e l ia . María Paula Alarcón
H
amlet es uno de los personajes más complejos de las obras de Shakespeare, pero precisamente el reto de las obras Shakesperianas radica en el juego que se genera entre el personaje y el público. Este personaje, uno de los más complejos ya que su dramatismo radica en la teatralización de la locura en la obra es fundamental en la literatura inglesa. Hamlet utiliza la locura como mecanismo de venganza que genera por pare del personaje un estado de fingimiento. De esta manera Hamlet pasa a ser el teatro en sí ya que su acción principal en la obra es hacerse el loco, por lo tanto ¿dónde está delimitado el margen entre la locura y la cordura en la obra si ambas se complementan y se ejecutan en el teatro?
Para responder a ello es necesario tomar un aspecto general de la obra que es la relación de Hamlet con los demás personajes para entender el por qué de su locura. Hamlet, al ser el centro de la obra empieza a desarrollar un plan que permite que el ingenio de este perso-
naje sobresalga por su capacidad de confusión con la locura que adopta para engañar a los demás personajes como Polonio, el Rey y la misma Ofelia. Para recordarle a su espectador que su acto se construye a partir del fingimiento de la locura, Hamlet establece de la disyuntiva moral presentada por él en su famoso monólogo:
Ser o no ser, ésa es la cuestión: Si es más noble para el alma soportar Las flechas y pedradas de la áspera Fortuna O armarse contra un mar de adversidades Y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, Nada más. Y si durmiendo terminaran Las angustias y los miles ataques naturales Herencia de la carne, sería una conclusión
To be, or not to be, that is the question: Whether ‘tis Nobler in the mind to suffer The Slings and Arrows of outrageous Fortune, Or to take Arms against a Sea of troubles,
Seriamente deseable. Morir, dormir: Dormir, tal vez soñar. Sí, ése es el estorbo; Pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno Ya libres del agobio terrenal.
And by opposing end them: to die, to sleep No more; and by a sleep, to say we end The Heart-ache, and the thousand Natural shocks That Flesh is heir to? ‘Tis a consummation Devoutly to be wished. To die to sleep, To sleep, perchance to Dream; Aye, there’s the rub, For in that sleep of death, what dreams may come, When we have shuffled off this mortal coil, Must give us pause.
Este monólogo lleva a Hamlet a establecer una relación melancólica del personaje con su público. Es por esto que este monólogo logra recuperar la cordura mediante los recursos literarios donde intenta convencer a su espectador de la disyuntiva moral existente en la que se ve inmerso. Este tipo de locura hace de Hamlet un personaje filosófico. “Hamlet es una representación visible de la nobleza de todo raciocinio moral, por sus escrúpulos, por su capacidad indagatoria y por su conciencia como príncipe de que la venganza puede lle-
var a la barbarie”(Osorio, 3). Efectivamente, la “locura” de Hamlet lo lleva del desconcierto al “sí mismo”, y de la pregunta moral por la identidad al desafío de actuar. Sin duda, la locura de Hamlet es una locura lucida que genera en el espectador la pregunta por el ser y el estar y por el cuestionamiento de la idea de locura de Hamlet en la obra como capacidad de convencimiento hacia la razón y la definición de la realidad.
De igual manera, la locura de Ofelia también es una locura que inquieta al espectador por la inquietud de los personajes que se relacionan con ella. El estado de Dinamarca también se preocupa por el estado de Ofelia al manifestar que su actitud frente a la situación de la locura de Hamlet la ha llevado a comportarse de manera extraña. El la obra la Reina dice sobre Ofelia que: “Sería bueno que le hablaran; pues puede hacer que broten sospechas peligrosas en algunas mentes ruines”. ¿Por qué ha de temer el gobierno la locura de la pobre Ofelia?
Ofelia como figura femenina de locura se vuelve inoportuna y peligrosa: la hija se convierte en una especie de reveladora de miste-
rios. Y toda palabra sin control pareciera ser peligrosa en un reino que esconde una verdad u oculta una mentira (la muerte del Rey Hamlet). Dice Horacio: “Sus palabras son absurdas; pero aún sin forma, lo que dice hace reflexionar a quienes las escuchan; y hacen conjeturas, y acomodan sus palabras en lo que ellos creen que significan. Esto, a más de gestos y guiños con los que se expresa, haría pensar en la existencia de algo de naturaleza muy vaga pero muy dolorosa”. Por lo tanto, Ofelia se ve obligada a soportar la carga de resolver la contradicción entre dos lealtades: la de Hamlet y la de su familia. Ofelia está “entre la espada y el golpe cuando luchan dos poderosos adversarios”.
Según Osorio la locura describe a Ofelia como una dulce doncella pero se le teme a su lengua misteriosa y a sus canciones. Con su locura Ofelia, prototipo de mujer tradicional y sumisa, se transforma en una especie de heroína. Loca, Ofelia libera su silencio, enseña su cuerpo oculto; su habla es de un lirismo peligroso, figurativo, sexual, promiscuo que hace creer a los demás que su pureza es la causa de la locura de Hamlet. Pero esta imagen de mujer libre se desmorona en la medida en que busca cómo justificar
Las locuras de Hamlet y de Ofelia son efecto del fracaso del orden donde se ejecuta por completo la venganza y la muerte de los personajes en escena. Para Hamlet la “locura” es sufrimiento real, pero también recurso para la acción. Para Ofelia es su única salida, la evasión de una realidad insostenible y la consecuencia de una frustración radical crucial: el rechazo de Hamlet. En Ofelia expresa aniquilación y cierto nihilismo. En Hamlet es extravió pero también salvación, estrategia, representación, acción. Ofelia, en cambio, no tiene salida pues su discreción y su “disposición” se quiebran cuando la locura irrumpe en ella bajo el influjo destructivo de Hamlet. La locura de Hamlet no logra curar el extravió del alma femenina. A tiempo completo en su afán de vengar a su padre, Hamlet enloquece a Ofelia.
Es por lo tanto la dualidad de la locura y la cordura la que lleva a la obra a mantener un recurso teatral importante puesto que la locura es el medio para ejecutar el plan de Hamlet y de esta manera lograr confundir a los personajes complementando la incer-
FOTO POR: Ana María Poveda Pérez
tidumbre de Ofelia de la que se hablaba anteriormente. Esta obra, a partir del recurso de la razón y la planeación, hacen que la disyuntiva moral conocida por todos en el monólogo de Hamlet genere esa incertidumbre en el espectador y se preste para relacionar la locura de Hamlet con la cordura de la ejecución de su plan ya que el recurso utilizado por este personaje permite que la locura sea el medio para llegar a un fin desligándola de la carga ideológica que plantea el loco tanto en la época como hoy en día
Bibliog r af ía: - Bloom, Harold. Hamlet. Chelsea House publishers: United States of America, 2004. - Osorio Vargas, Juan. “El juego de mundo en Hamlet” Revista Latinoamericana. Consultado en http:// polis.revues.org/3972#entries. (24/04/2013) - Shakesperare, William. Hamlet. Madrid: Cátedra, 2010
IMG POR: Ana María Poveda Pérez
Di se r t a ci o n e s in co n ex a s d e un a r t i st a Alejandro Giraldo Gil
“El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas –pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo.” Roland Barthes, El placer del texto
E
s universalmente sabido que cualquier ser humano que escoja como profesión algún campo de las Artes es un pobre incomprendido que está perdida e irremediablemente loco. Es universalmente sabido, porque las generalidades son, y han sido desde hace ya un tiempo (igual de general e indeterminado) las que han sentado pautas frente a los oficios sensatos y útiles, separándolos aquellos que no lo son. Por supuesto, aquellos que no lo son, son oficios para gente que piensa diferente, que mira diferente y que hace
diferente; gente, en suma, diferente. Esta diferencia los aparta de la normalidad de oficio que la generalidad con sus generalidades ha establecido. Esto aparte, los mismos artistas (literatos, músicos, bailarines, dramaturgos y artistas visuales) han sabido regocijarse en esta diferencia y crear una identidad a partir de ella que tiene como objetivo validar, en palabras simples, su locura. Claro, aquí estamos partiendo de un supuesto que vivimos día a día y que no necesariamente es absoluto; sin embargo, es un supuesto que suponemos basados en una realidad general: que alce la mano el primer artista a quien lo obligaron a estudiar arte o música. Aprender el oficio del artista, hay que decirlo, tiene sus problemas. Para poder hacer cualquier tipo de arte, hay que volver a aprender. Bien lo decía Matisse: “Creo que nada es más difícil para un verdadero pintor que pintar una rosa, porque para hacerlo tiene que olvidarse de todas las rosas pintadas”; hay que deshacerse de toda forma preconcebida y comenzar desde cero, permitiéndose descubrir cada mínimo detalle de aquello que se interpreta.
Hay que obligarse a ver. Yo hablo, por supuesto, desde lo que sé: el dibujo, la pintura, la escritura. Para todas tres, es crucial olvidarse de cómo se ha visto el mundo hasta ahora, y aproximarse a todo como con los ojos de un niño que ve el mundo por primera vez (nuevamente, palabras de Matisse). Sin embargo, ¿no tendría el músico también que reaprender a oír, así como el bailarín a bailar? Entonces, ya el hecho de enfrentarse a un tipo de aprendizaje que requiere que nos olvidemos, cada vez que vamos a ejercer nuestro oficio, todo aquello que habíamos aprendido, requiere una capacidad de pensar, ver y aprender de forma distinta. No es fácil, porque aunque al artista le encante ensalzarse en su diferencia, ello no significa que no sea parte de este mundo y que no esté atravesado por todos los discursos que moldean nuestras formas de pensar, ver y vivir. Será por esto que se ve al artista bajo una percepción vanguardista de la modernidad: un genio incomprendido por la sociedad que ya no busca complacerla con cánones pictóricos y compositivos tradicionales (convenciones también puestas por cada cultura de turno), sino que se entrega a una búsqueda de nue-
vas realidades, de sí mismo y de un nuevo significado para su obra; resignifica el Arte. “El artista siente que ha dejado de participar y que la sociedad […] lo ha marginado de sus juegos peligrosos. […] la pintura [el Arte] está concebida invariablemente como una deserción de la realidad; como una revisión a fondo de los datos objetivos tradicionales; o directamente como un ataque”(Traba 149). Sin embargo, esta apuesta resignificadora del artista es peligrosa, puesto que entra en juego una nueva presión que quizá es inexistente en otras disciplinas: la presión de innovar. De presentar cada vez una visión completamente nueva del mundo, una presión, incluso, de ver al mundo de formas nuevas. Por supuesto, lo anterior tendría todo que ver con las palabras de Matisse, sin embargo, debido a que el artista ha perdido consciencia en su hacer (como oficio y acción) y se ha concentrado más en el resultado, y en lo innovador y genial de éste, también ha perdido la consciencia de saber que ya sólo el hecho de comenzar a hacer algo bajo un interés artístico es demostrar que se ha visto diferente. El oficio del artista está, entonces, atravesado también por una falsa expectativa de innova-
ción que, mal que bien, ha sido impuesta por el discurso moderno y vanguardista que movió la creación artística de principios del siglo XX. Retomemos un poco: Para ser artista hay que ver por primera vez y olvidarse de todo lo aprendido cada vez que se hace, y además hay que ser genio e innovador ante la sociedad que no lo comprende. Bien, todo lo anterior no es del todo cierto (como todo en arte): “olvidarse de todo” no debe ser tomado tan literal. Olvidarse de todo quizá signifique dejar a un lado las convenciones (académicas, artísticas e incluso estéticas) para concentrarse en el hacer: pintar la rosa. Para pintar la rosa hay que verla, estudiarla y luego ver la pintura y estudiarla como pintura: estoy copiando una rosa o estoy pintando (resignificando mediante otro lenguaje) una rosa. Para ello hay que, de todas formas, saber cuáles eran esas convenciones básicas de la pintura, pero no por ello dejar que éstas guíen el hacer. El hacer lo guía el gesto, la intención. La intención es hacer una pintura de la rosa. En la intención, en el gesto, hay entonces un perderse: un momento en que algo en la cabeza se desconecta y todo funciona en pro de aquello que se hace (la obra, si se quiere). El
mundo, el universo entero confabulan para que no suceda nada más sino el hacer; y éste hacer responde no a nuestras ideas preconcebidas de lo que es una rosa, sino a la pintura de la rosa que tenemos delante. El hacer responde al material, al formato, al objeto (o falta de objeto) resignificado, y responde a sí mismo como una red de causas y efectos que se van dando espontáneamente hasta que ya no hay nada más por hacer. Y con hacer no me refiero sólo a pintar (o dibujar o componer, o escribir) sino también a pausar, a observar, analizar. En esto, en la capacidad de “olvidarse de todas las rosas pintadas”, esté de pronto la genialidad del artista. Pero aquí hay que notar otra cosa: el discurso desesperadamente innovador del arte contemporáneo se ve contrarrestado por el pasado de la vanguardia: ya todo está hecho. ¿Narrativas no lineales? Lea Rayuela. ¿Poesía fuera del cánon? El verso libre. ¿Pintura hecha de materiales no tradicionales? Rauschenberg, Óscar Muñoz y muchos otros ya hicieron (y hacen) lo mismo. ¿Danza más allá del paso clásico? Danza contemporánea. ¿Música más allá de la partitura, la orquesta y el coro? John Cage y el Arte Sonoro. Ya todo está hecho y el artista
contemporáneo, con alma de genio innovador, se ve eclipsado por la genialidad del pasado. Innovar, crear desde cero, es imposible. ¿Qué pasa entonces con el artista genio, loco y diferente? ¿Qué le queda? Cuando la diferencia genial e incomprensible de un artista no puede ser un fin en sí mismo porque en realidad carece de sentido, le queda únicamente su lenguaje: ése que construyó a partir de convenciones, de exploraciones, de observaciones y de “haceres”, y que a medias es suyo. A medias porque la otra mitad le pertenece a lo que hace. Y su mitad no es del todo suya, tan atravesado él de discursos que no son suyos. Pero eso le queda: le queda lo que Roland Barthes llama el placer del texto; ese momento en que el mundo se detiene porque el artista está haciendo (así, en gerundio). Cómo y por qué, eso sólo lo sabe lo que está haciendo Bibliog r af ía: - Traba, Marta. Historia abierta del arte colombiano. Instituto colombiano de cultura (Colcultura Bogotá : 1984 .
Claudia Rondón
Su e ño d e l o cur a o t ro s t i p o s de l óg ic a .
A
licia entra al agujero del conejo y al mundo del espejo creyendo saber quién es. Apenas entra en contacto con estos nuevos y diferentes mundos, Alicia siente que hay algo raro en ella. Las palabras se confunden en su mente, las cosas no son como suelen ser y ella lo acepta. Alicia se confunde pero vive el país de las maravillas y el mundo del espejo. Tal vez acepta vivir esta realidad alejada de la “normal” porque está en su sueño. En los sueños aceptamos mundos distintos, que salen del orden que conocemos y en donde muchas cosas se hacen posibles. Sentimos, lloramos y nos confundimos, pero no nos despertamos. Pero en este caso, Alicia no sabe que duerme. Para ella, todo lo que acaba de ver, tocar y con quienes acaba de hablar tienen un lugar, un espacio de realidad que no es precisamente el del sueño. Ella sabe que es otra espacialidad, pues entra consciente al agujero del conejo y al espejo, pero no que la sueña. De hecho, quien narra
nunca nos dice que ella se quedó dormida. El país de las maravillas y el mundo del espejo son, desde el principio, una continuación de la realidad de la que parte Alicia. El mundo al revés, el mundo de los locos, no está tan lejano del ordenado y racional en el que creemos vivir. Basta saltar, cruzar y soñar. Primera parada: pensar el mundo del que parte Alicia. Inglaterra. Siglo XIX. Reina Victoria. Este mundo ha establecido las ciencias naturales y exactas como criterios básicos de existencia. Los científicos han creado métodos para llegar a conclusiones veraces que den cuenta del mundo que los rodea. Hay un objeto de estudio, una hipótesis, unos argumentos y luego una verdad. El procedimiento ha sido limpio, eso es lo que nos han dicho, es lo que le dijeron a Alicia. Los científicos comprobaron el comportamiento humano, la naturaleza, la vida. De repente, los humanos éramos superiores porque po-
díamos hablar y organizarnos en formas políticas complejas. “Hombre” y “mujer” eran las únicas categorías posibles porque no hay más que órganos reproductores masculinos y femeninos en el mundo animal y vegetal. Los hombres escribieron libros donde se seguía un determinado proceso demostrativo. Nunca se dieron cuenta que estaban viviendo su propia ficción, su propio país de las maravillas. El mundo había sido ya ordenado en el lenguaje, ellos lo naturalizaron. Hicieron “real” el sueño, la mentira. Creían descubrir cosas nuevas, cuando en realidad agregaban detalles al mundo que los creaba, hacían más entrañable la mentira y hacían para ellos más estrecha la línea entre el sueño y lo real. Su lógica legitima. Segunda parada: Llegar al país de las maravillas y al mundo del espejo. Alicia entra a estos mundos como representante del mundo del que viene: enseña modales y habla como le han enseñado. Las palabras que existen para ella pueden agruparse en un diccionario y ser definidas estrictamente, los acertijos tienen respuesta y siempre los enunciados mantienen la lógica predicativa en que no se dice algo, sino algo de algo. De pronto ella llega a
estos dos mundos de locos y de personas que viven al revés. Allí, las personas no hacen oraciones en la manera que la gramática inglesa lo ordena, a pesar de ser inglés lo que hablan. Las cosas se hacen fuera de la racionalidad del mundo del que viene Alicia: la reina corre y corre para permanecer en el mismo lugar y el caballero blanco demuestra su inteligencia y habilidades cayéndose del caballo e inventando cosas que en el otro mundo no se crearían, serían impensables. Las expresiones se analizan y se demuestra su falta de lógica. Como cuando Alicia le pide al gato de Cheshire que le diga a dónde ir, siempre y cuando su consejo la lleve a algún lado. El gato le responde que si sigue caminando siempre llegará a algún lado, por lo que cualquier consejo sería innecesario. Hay un orden, un tipo de razón que es ajena a Alicia, pero que le fascina. Tal como los cuerdos ven los mundos de los locos en la realidad racional, Alicia se siente fascinada. Dice Foucault en Historia de la Locura en la Época Clásica que “[l]a locura fascina porque es saber. Es saber, ante todo, porque todas esas figuras absurdas son en realidad los elementos de un conocimiento difícil, cerrado y
esotérico” (Foucault 30). Alicia está ante una nueva forma de conocimiento que nada tiene que ver con la pretensión de verdad científica del mundo del que viene. Tiene ante ella algo nuevo que quiere descifrar y de lo que quiere hacer parte siendo reina y entrando al jardín de la pequeña puerta o simplemente errando por los diversos caminos. Ella a veces entiende el orden de los no cuerdos, a veces no. A veces la convence, como la idea de que los no-cumpleaños deben ser los que las personas celebren porque de esta manera el individuo puede recibir regalos durante todos los días del año menos uno, lo cual es un estado bastante placentero. Hay lógica en la explicación que Humpty Dumpty hace de un convenio social inverso al que las personas del otro mundo han pactado. Incluso podemos llamarla “lógica” porque en parte se parece al proceso argumentativo del mundo racional. Aquí el argumento central es el mayor bienestar de las personas. ¿No es acaso mejor el goce de trescientos sesenta y cuatro días que el de uno solo? Y si esto es preferible, ¿bajo qué lógicas en el mundo racional ocurre lo contrario? Tercera parada: Concluir. Si en el mundo racional, las personas pretenden encontrar
un orden lógico para cada cosa y abogan por lo “real”, “natural”, y “verdadero”, cómo explicar un pacto tan simple como el de celebrar el cumpleaños de las personas. La razón que encuentren no puede estar muy lejos de las que los seres del país de las maravillas y el mundo del espejo puedan dar. Su lógica es distinta pero parten del mismo principio: son razones de “locos”. La extrema racionalidad no es posible porque nuestras realidades se configuran en el sueño de la verdad y sobre esas verdades soñadas construimos sistemas de conocimiento y formas de llegar a ese conocimiento. Hay lógicas que se salen la pretendida racional, como la del loco o como la del sueño que deben recordarnos continuamente lo mentiroso del mundo y la realidad que intentamos naturalizar
Br eve h is t o ria de u n po s ible Julián David Villegas Gutiérrez
“
La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes”, recordó Fabricio Caín al pasar por la tienda de Jesús de Boaventura; el sol de octubre le nublaba los ojos con tal intensidad, que a ratos se hastiaba de su existencia. Fabricio le debía una suma importante de dinero a Jesús. Lector asiduo de Cortázar, se fascinaba con la idea de una realidad gobernada por excepciones a las reglas. En un mundo racional y cuerdo, lo excepcional sería la muerte; lo excepcional sería que los culpables fueran intercambiados por inocentes; lo excepcional sería que después de un secuestro de varios años a uno lo declaren culpable de su propio secuestro; lo excepcional sería que a alguien por tocarle la nalga a una mujer le dieran 4 años de cárcel y a otro por desfalcar al Estado le dieran cinco minutos; lo excepcional sería que a milicianos se les hospede en hoteles de lujos y a la gente de la calle se le ignore en su lecho de muerte; lo excepcional sería que se dirimiera un conflicto entre dos países que buscan la soberanía de una isla, otorgándole a uno el territorio
y al otro el mar, o sea, nada a ninguno; lo excepcional sería que existieran mariposas amarillas y que a la gente se le olvidara todo, inclusive su propia historia; lo excepcional sería que la deuda que tenía con Jesús fuera perdonada. Bajo el efecto de la fascinación que le provocaba la idea de Cortázar, y con la anuencia de otras historias verosímiles como la del Quijote, Fabricio siguió de largo cuando pasaba por la tienda de Jesús. Supuso que lo perdonaría, supuso que en ese mundo hipotético de De Jarry, el perdón de su acreedor era posible y con él un mar abierto de posibilidades. En ese mundo, la idea de una física que pregona, en nombre de la ciencia, sobre multiversos, y universos en donde existe mi otro yo, era posible. La pregunta de la existencia sería una pregunta inadecuada: Cada réplica mía en otro universo constituiría mi todo, mi ser, ese ser que vive en una cantidad indeterminada de universos y por tanto de vidas. Si la pregunta de la existencia era inútil y aún quedaba
incierto el propósito de la vida, su mundo albergaba una contradicción, al menos una de carácter pragmático: Si no hallaba propósito en la vida ¿cómo responder a la pregunta del propósito de la vida, una vez decidida la inutilidad de la pregunta? Pensó que un poco de rebeldía podía funcionar: Podía hacerse la pregunta aunque fuese inútil hacérsela, así como alguien va a una guerra aún cuando sabe que va a ser derrotado. El sol lo calentaba cada vez más. La sensación de éxtasis de la imaginación empezaba a ceder ante la menos espectacular realidad. Empezaba a desfallecer, no seguiría ideando ese mundo … Se atrevió a detenerse de forma instintiva, y a observar el entorno que lo rodeaba, menos su retaguardia, menos su pasado, menos lo que había dejado atrás. Escuchó muy fuerte en su oído: “Me pagás o te mato”. Quedó frío, acongojado por el terror de las palabras ponzoñosas de su interlocutor. No se le ocurrió decir nada más que lo habitual: “Yo le voy pagar don Jesús, no se preocupe”. Su imaginación había caducado. ¿Y si fuera posible la idea que había imaginado? ¿No tendría otra chance en otro universo? ¿No eran todas esas excepciones, “probables”?
“La idea de la probabilidad está muy relacionada con la idea de la locura. Recuérdese el personaje de Harvey Dos Caras en el cómic de Batman; un personaje que abandona sus decisiones al azar, a algo que por naturaleza no distingue entre el beneficio y el perjuicio. Un sujeto de esta naturaleza evidencia una perturbación de la conducta natural del ser humano, otorgándole igual probabilidad a una decisión benéfica y a una maléfica y riesgosa. Es una idea de locura por excelencia. Es la idea de abandonar la decisión sacra de preservar la vida, sustituyéndola por un instinto de riesgo irracional, que se vuelve más aberrante aún, si se tiene en cuenta que no se toma la decisión del suicidio (una decisión que en todo caso tiene algo de racional y es tomada por una entidad claramente identificable), sino que se deja la vida en manos de la entidad vaga, no identificable del azar. Lo más particular de esta situación es que ese tipo de individuos son repudiados por el imaginario del hombre común. Se consideran parias indignos de la dignidad humana. Lo particular consiste en condenar la locura de Harvey Dos Caras y maravillarse ante la figura del Guasón. Cualquiera convendría en que el Guasón es un demente, más aún, un ser malo, malvado de esencia. Sin embargo,
la postura del televidente o lector del cómic, no es de rechazo hacia al Guasón; se lo legitima, se logra aún, en ciertos casos, que el televidente lo aplauda, sabiendo que causó mucho más daño que Harvey Dos Caras. ¿Por qué? Porque el Guasón es un temerario que desafía al miedo y representa la idea de libertad. Su conducta se justifica bajo una serie de premisas sencillas en las que se cree o no. Después, todo es coherencia. Después, el Guasón es consecuente con su forma de pensar y satisface los deseos que tiene, una idea de liberalidad por excelencia. El televidente comulga con esa liberalidad; comulga con su insatisfacción, con su pesimismo y con su unanimidad en los argumentos, pero nunca comulga con la muerte, con el daño, con el maltrato … ¿Por qué, entonces, olvida el maltrato y privilegia la temeridad? Porque es una mentira, es una fantasía, una historia que nunca se va a dar, una mentira que reprime inconscientemente la culpa del televidente”. Las miradas de extrañeza del público no se hicieron esperar. El abogado del acusado de asesinato Jesús de Boaventura, inició así la defensa de su cliente. Era un prestigioso abogado. Uno de los que facturan mucho dinero por brindar asesoría al Estado, en materia de conflictos internacionales y ni siquiera se han
graduado. Justificó a su cliente. El asesinado le debía plata a su cliente. Su cliente era ese Guasón que perpetraba un crimen, pero que era legitimado por la idea de “defender los intereses de uno”, la idea del más fuerte. Fabricio Caín, era un hombre despreciable que se había abandonado a la suerte. “Dio papaya” dijeron los medios, legitimando la acción del temerario. El temerario Jesús de Boaventura, que no escatimó en asesinar a Fabricio Caín, aún cuando se necesita desafiar al temor, la culpa y la justicia para matar a un ser humano por plata. Jesús de Boaventura, fue declarado inocente. En dos meses se olvidó el asunto. Murió y fue recordado como un gran empresario. Al fin y al cabo una historia excepcional e improbable ■
Poema # 666 6 6 6 s o br e lo s lo c o s Nicolás Acosta Voy de visita al jardín de lo que no existe a ver cómo los hombres se rascan las almas desesperados tristes insomnes. Una voz les habla sobre secretos que otros ignoran, una voz, mil voces susurros y lenguajes obtusos fantasmas hechos de dientes que les muerden los cráneos macilentos. Reducidos a nada, son sequía y nostalgia babean canciones viejas sus demonios los sacuden los hacen bailar al ritmo de un dolor secreto.
Los veo debajo de su carne, son pedazos de niebla jirones de ojos y bocas destrozadas que escupen odio entre arcadas temibles sus horrores le hablan a los míos pero nuestras cicatrices no se entienden. Me trago sus flemas nerviosas sus tribulaciones sus dedos marchitos sus bocas secas. Luego vomito este poema ■
Br eve h is t o ria de u n po s ibl e Lorena Posada Rada
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omo era de esperarse en un día así, el parque central de la universidad estaba colmado de estudiantes. En el prado se extendía un arcoíris de sombrillas bajo el cual se escondían cientos de estudiantes sofocados por el calor. Eduardo así lo anticipaba, pero había caminado hasta allí esperanzado: de vez en cuando se tiene suerte en esas cosas. Pero ese día no. El sol pleno henchía el parque entero y no había lugar alguno donde sentarse sin calentarse más, los pocos parches de pasto que seguían libres eran tan solo el espacio preciso para que la brisa corriera por el prado evitando que murieran todos ahogados. Eduardo solo quería recostarse sobre el prado. Cualquier edificio era un horno masivo bajo ese sol inclemente y los otros parques del campus no servían igual que el central. Éste tenía algo especial que hacía que el viento corriera colina abajo por entre los cuerpos
aliviando el peso del sol, recostarse allí era como estar en la costa en el más infernal de los veranos y entrar a un supermercado con aire acondicionado, el alivio era inmediato. El sol se explayaba desde el centro del cielo sin nubes, era la peor hora de calor, la hora sin sombra. Eduardo sentía que su cráneo burbujeaba derritiéndose. Para intensificar la tortura, contiguo al central se extendía otro parque del mismo porte, los separaba un camino estrecho de piedra. En ese segundo parque crecía un césped verdísimo que parecía más mullido que cualquier colchón aunque nadie podía saberlo, en medio del lote un signo despiadado se alzaba amarillo con letras negras y gruesas: “NO PISE EL CÉSPED”. Y nadie lo pisaba. Era un mensaje claro como el cielo de ese día: de este lado el parque es para todos, de ese lado para nadie. Eduardo jamás había visto a ningún estudiante pisarlo, ni el más bromista o rebelde se atrevería,
el prado de aquel lado despedía más respeto que cualquier decano o rector que hubiera pasado por esa universidad. Había que estar loco para pisar ese césped sagrado. Sin ser consciente Eduardo había caminado hasta el camino de piedra, sus pies lo habían traído mientras su cabeza recalentada lo distraía. Miraba ávido el parque vacío dándole la espalda a todos los que estaban en el central. Por entre la hierba perfectamente cortada se podía ver el movimiento de la brisa que atravesaba aquella tierra prohibida. Era como tener sed y ver esas gotas diminutas que se forman alrededor de una botella de cerveza bien fría, una botella fuera de alcance. Leyendo el letrero amarillo una y otra vez, Eduardo sentía que el calor aumentaba. Nadie nunca le había explicado porque esa parte no se podía pisar. No había nada que explicara la razón para clavar ese aviso cruel allí, nadie se lo preguntaba ya, era algo obvio pero desconocido. Estaba a un paso del paraíso y un letrero inofensivo lo mantenía a raya, una regla vacía le impedía ese chance único de ser feliz. Al carajo con todo: Eduardo dio un paso
adelante. Había esperado que, como arenas movedizas, el césped se lo tragara, que de la nada saliera un escuadrón de policías y se lo llevara, y hasta había alcanzado a sospechar que caería muerto al primer contacto. Mil cosas así se imaginó y sin darse cuenta ya estaba tumbado boca arriba sobre el colchón de césped virgen y nada había pasado. El pasto acolchado hacía difícil pensar que hubiera tierra debajo de él, viendo el cielo despejado sentía que descansaba en las nubes, el viento se le colaba por entre la ropa y el sol ya no lo quemaba, se sintió tan en paz que pensó que así se debía sentir morir. Tan repentinamente como había subido al éxtasis, cayó a la realidad: la sangre le volvía a correr por la cabeza y se empezaba a dar cuenta de lo que había hecho. La temperatura volvió a subir, pero esta vez el sol no tenía nada que ver. Levantó la cabeza y vio que del otro lado todos lo miraban sorprendidos. Algunos negaban con la cabeza, otros reían nerviosos, incluso Eduardo creyó escuchar a alguien llorar. Sin embargo, nada pasaba. El letrero amarillo seguía inmóvil, derrotado, y nadie hacía
nada. Eduardo volvió a recostarse: al carajo con todo. No había razón para no acostarse allí, y si la había que alguien fuera y se la dijera. Ignoro los murmullos del otro lado y volvió a descansar. No entendía porque nadie lo había hecho antes, el único castigo parecía ser los comentarios y miradas que provenían del parque central, y entre tanta paz ni se sentía. Había sido una locura, pero Eduardo pocas veces había sido tan feliz como en ese momento. Alguien se acercaba, Eduardo supuso que había llegado el final. Levantó la cabeza para ver, solo era una estudiante. Se miraron y ella le sonrió, como mostrándole su apoyo. Eduardo se lo agradeció en silencio, pero pensaba que no lo necesitaba. Al otro lado la gente estaba estupefacta, ahora todos miraban a la estudiante. Con compañía el acto de Eduardo ya no parecía tan loco. Eduardo sentía que era como si ese parque sagrado contuviera cierta cantidad de demencia y antes, estando solo, se le había metido entera. Ahora con el segundo intruso la demencia se dividía y cada uno poseía la mitad. Era tonto, pero pensarlo le molestó. Pensaba que si alguien merecía la locura entera era él, ella
mostraba apoyo más que cualquier cosa. Lo que había tenido él había sido un auténtico episodio de locura: nada en su vida lo había llevado a ese momento, simplemente había pasado, había seguido un impulso genuino y necesario y se había mantenido firme en su decisión. Con ella se sintió menos audaz, menos heroico. Pero igual sabía que esta estudiante al entrar al parque prohibido no había sido tan feliz como él lo había sido al inicio. Un tercer estudiante traspasó el camino de piedra, luego un cuarto y después un quinto. Siguieron muchos más, con cada uno que entraba Eduardo volvía a ser un estudiante más y, ya que había probado las delicias de la demencia, se le antojaba aburrido ese estado de normalidad. El parque central ya se iba desocupando, todos los que antes habían estado murmurando caminaban hasta la frontera de piedra, estiraban una pierna y con la punta del zapato pisaban el césped blando y verde y sonreían fascinados por la nueva sensación. Ya a Eduardo no le importaba, estaba cómodo y mientras no entraran más personas de las debidas la brisa seguiría recorriendo el parque con delicadeza y el césped no perdería su frescura.
Pero entonces escuchó de nuevo murmullos y levantó la cabeza para ver qué pasaba. De este lado todos miraban incrédulos a un último estudiante que seguía en el central. Ya todos habían cruzado el camino de piedra menos él. Eduardo lo vio levantar la cabeza. Todos lo miraban y murmuraban, algunos negaban con la cabeza, otros reían nerviosos, alguien al lado de Eduardo empezó a llorar. Allá, en el central, el estudiante no hizo caso, se acomodó y siguió descansando. Había que estar loco ■
Rel atos de u n bipo la r. Lorena Posada Rada I Edelmira del Tránsito lanzó por la ventana todos sus medicamentos. Con sólo 7 años ya le habían diagnosticado Trastorno límite de personalidad. Edelmira del Tránsito era escorpión, con tendencia a ser géminis en los días de luna llena y virgo en los días festivos. Desde el segundo piso, ventanas afuera y en cámara lenta iban cayendo todas las pastillas de psicotrópicos que debía desayunar. Para hacer de la medicación infantil un asunto exitoso, los encargados de Marketing habían decido pintarlas de colores, rosado para las niñas y celeste para los niños. Edelmira del Tránsito observó sin agrado como una familia de pájaros se drogaba gratuitamente.
II ... una familia de pájaros se drogaba gratuitamente con pastillas, observados por una niña que no tenía expresión. Se fueron volando sin rumbo, algunos chocaron contra los árboles. Otros defecaron desde el cielo tratando de darle a algún ser humano. El viento se llevó algo de excremento, el excremento tenía medicamento. la pastilla se convirtió en semilla, se enterró a sí misma en el fondo de la tierra y germinó una cosa espantosa, que en estos momentos está siendo dibujada en la cabeza de alguna niña sin expresión, que impulsada por el asco lanza sus medicamentos por la ventana ■
Rel atos d e un bipo la r. Lorena Posada Rada
M
e diagnosticaron Trastorno Afectivo Bipolar. Según esta definición de mi personalidad, mi tristeza se llama “depresión”. Mi felicidad se llama “manía”. Mi tranquilidad se llama “remisión”. Mis iniciativas son “impulsos” o “compulsiones”. Mi sexualidad se llama “hipersexualidad”. Mi rabia causa miedo entre los psiquiatras porque creen que puedo hacer daño a otras personas. Eso es ridículo ya que la única persona para la que represento un peligro soy yo. Ahora, debo cuestionarme una dos tres cuatro cinco seis siete veces antes de actuar. Y debo cuestionarme una dos tres veces antes de contarle a alguien las cosas que hago, porque no las van a entender y me van a creer loca. Debo cuestionarme una dos tres cuatro cinco seis veces antes de contarle a alguien sobre mi trastorno porque me van a discriminar. Y lo que pienso nunca lo cuento, para no terminar en un psiquiátrico. Además de ser pansexual tenía que te-
ner otra condición peculiar; como si fuera poco el primer estigma, ahora tengo dos. Y eso sin mencionar mi exótico panteísmo, mi tendencia a la codependencia, mi adicción a las drogas, mis trastornos alimenticios, o mi bizarra y única percepción del amor como algo metafísico. Cuando miro hacia el pasado, me aterra pensar en todas las veces en las que era yo, y parecía una maniática. La tristeza me incitaba sutilmente al suicidio susurrándome al oído que hay seres que sencillamente no están hechos para soportar el dolor de la existencia humana. Y pensar que tanto dolor se debe a una mala interconexión neuronal. Aparentemente, mi cerebro no funciona bien y por eso todas estas locuras. ¿Cuál es tu excusa? Yo sólo sé que para estar loca en paz, de ahora en adelante voy a ignorar las opiniones de la gente. Me tomaré mi Que-
tiapina con toda la “remisión” del mundo, y cambiaré el significado de los siguientes términos en mi diccionario personal: Alma: El alma no es otra cosa que la mente. Por eso la psicología es el estudio del alma, y por eso me percibo a mí misma como un alma quebrada en dos, un alma que habita entre la felicidad y la tristeza exacerbadas, pues aprendí que la única manera de vivir es esa. Adicción: La adicción es una enfermedad del alma, el paciente siente el vacío existencial con todo su ser y trata de llenarlo con objetos externos. La enfermedad del miedo. Compulsión: Ardiente deseo de vivir el momento al máximo, que pocos tienen el valor de llevar a cabo. Las personas que siguen sus instintos de manera honesta como yo, pasamos por imprudentes y maleducados. Cordura: Manera muy aburrida de vivir la vida. Portarse bien para encajar en los estándares de cordura establecidos por la sociedad. Delirio: Habilidad para ver cosas más allá
de la realidad tangible, lo cual hace de la vida una actividad menos monótona y uniforme. Capacidad para vivir en más de una realidad a la vez. Depresión: Sensación de inmersión emocional sin fondo que permite el lujo de tener introspecciones infinitas y un entendimiento incalculable de la hermosa y compleja naturaleza humana. Riesgo grande de suicidios en pacientes con trastorno afectivo bipolar. Locura: ¿En esta sociedad? La honestidad. Manía: Estado psicológico en el que la persona se encuentra completamente apasionada por su existencia, ya quisieran ustedes ser tan felices como yo en mis episodios maniacos. Pansexualidad: Exótico entendimiento de que el amor verdadero es enamorarse del alma, no del pene ni de la vagina, o de las tetas. Aunque las tetas son muy bonitas, de hecho los hombres deberían tener tetas. De hecho, crearía mi propio ser humano hermafrodita que tuviera pene, vagina y tetas, para que podamos experimentar en todas
las formas posibles. Rabia: La otra cara de la tristeza: la tristeza no expresada o reprimida se convierte eventualmente en rabia y la persona se convierte en una olla a presión con escapes de sus pasiones violentas reprimidas por medio de actos o palabras agresivas. Trastorno afectivo bipolar: Estado psicológico en el que el afectado exacerba su sensibilidad como método estratégico para contrarrestar la insensibilidad de la sociedad que lo rodea. Esto con el fin de re-educar a los miembros de la sociedad enseñando lo ridículo que es negar la condición humana que consiste en ser capaces de sentir el dolor de los demás como si fuera propio, y de sentir el propio como si fuera de todos. Felicidad: Tranquilidad. Vivir sin remordimientos ni resentimientos. Vivir el presente ■
Name
Reg No.
Errantio Conuntry
Bogota, Colombia
Nativity
Marzo, 01, 2013
Habits
COlombiano
Ward
Rate
Homicidial
Cause
Case Book No.
Er2
City
Date Admitted Public Private
Corres. No
No. Attacks
M.
Age
F.
N. Religion
Occupation
Socioculturalista
Suicidial
Heredity Duration
Correspondent In Evente of Death Recovered
Mayo, 09, 2013 R e v i st a E r ra n tio d e Len gu ajes y Estudios socioculturales
Date Discharged
Date of Death