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El Pino en tiempos de COVID
El Pino COVID en tiempos de
Alejandro López
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Director del CSS el Pino
Me enfrento a un folio en blanco después de casi tres meses de excepcionalidad. Una excepcionalidad llamada COVID que nos cambió totalmente la vida y nos metió el miedo en el cuerpo de un día para otro. Pero que también nos ha permitido sin duda evolucionar, crecer y mejorar como personas y como profesionales.
Y es que estas crisis sacan lo que hay dentro de cada uno, lo bueno y lo malo. Afortunadamente, debo decir al respecto que los usuarios, el personal y los familiares de nuestro centro han dado con creces lo mejor de sí mimos con mucha generosidad. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que hemos estado a la altura, con nuestras dudas, con nuestros altibajos y con nuestros malos y buenos momentos, pero al final hemos llegado hasta aquí.
Y no solamente el personal de nuestro centro, también todo el personal implicado desde el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria del Cabildo de Gran Canaria, el Servicio Canario de Salud, técnicos y profesionales externos, así como proveedores, vecinos, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, voluntarios y todas aquellas personas y profesionales que, de manera abnegada, han contribuido a la contención del virus en los centros de mayores de las islas, no solo en el Pino.
Recuerdo ya con lejanía, por la intensidad de los días vividos, aquellos últimos días de febrero cuando, con mi equipo directivo y técnico, nos planteábamos suspender los festejos del carnaval que año tras año celebramos en el centro… un virus raro salido de China ya había llegado a Italia y estaba haciendo estragos. A primeros de marzo decidimos suspender no solo las fiestas del carnaval, sino cualquier acto que implicara la aglomeración de personas. La cosa se iba poniendo cada vez más seria, hasta que el día 12 de marzo amanecimos con la noticia de la suspensión de las visitas en los centros sociosanitarios y de la actividad de los centros de día a nivel nacional. En otros lugares del Estado ya estaban en serios problemas, sobre todo en los centros de personas mayores. Comenzamos a tomar medidas de precaución y sectorización hasta que, a tenor de las noticias que “
iban llegando de la península, en particular desde Madrid, tomé una de las decisiones más duras y difíciles como director y que nunca pensé que tendría que tomar: confinar a todos los usuarios del centro en sus habitaciones, de manera permanente hasta nueva orden. Debían hacer vida en ellas las 24 horas del día sin salir apenas en casos muy contados y a la puerta de sus habitaciones. El personal quedó también sectorizado en sus plantas y en una de las alas de las mismas. Las zonas comunes se convirtieron en salas fantasmas, vacías completamente y sin el habitual bullicio del que se llenaban día a día. “ También se tomó la decisión de aislar a los residentes de salud mental, habilitando un patio interior para poder fumar y tener algún desahogo, estableciendo una ruta interna completamente sectorizada con ascensor incluido y habilitando la cafetería del centro en la planta 0 para que pudiera desayunar, comer y cenar un grupo de ellos y minimizar la deambulación por el edificio.
Eso fue el 16 de marzo. Aún no teníamos ningún caso positivo en el centro, pero la magnitud del edificio, 11 plantas, así como el enorme trasiego de personas que cada día entran y salen de él, me hicieron intuir que debía tomar las máximas precauciones para proteger no ya la salud, sino la vida de los residentes y de los trabajadores. Y no solo de los residentes mayores, 218, sino también de los residentes de salud mental, 72. Y es que el CSS El Pino no solamente tiene unos 450 usuarios (218 de mayores, 72 de salud mental, 118 de centro de día de mayores y 40 de centro de día de salud mental), sino que en el sociosanitario trabajan 325 profesionales… y aquí no termina la cosa: en la planta primera se encuentran las dependencias del Gobierno de Canarias de tramitación de la ley de dependencia, el centro base y los laboratorios del SCS. Por su parte, en la planta 9 se encuentra el centro de salud mental de Canalejas. Ambos servicios soportan un elevado tráfico diario de personas que, en total y junto con los usuarios y trabajadores del Pino, superan con creces las mil personas diarias en el edificio. Muchas oportunidades para el virus…
Estos primeros días fueron de calma tensa, como una especie de “guerra fría” en la que esperábamos que algo pudiera suceder en cualquier momento. A esto se le une la escasez de material de protección en aquellos primeros momentos y las informaciones contradictorias acerca del uso del mismo: mascarilla sí, mascarilla no… había una situación de verdadero desabastecimiento. Desde el principio centramos todos nuestros esfuerzos en hacer acopio del material necesario: mascarillas, pantallas protectoras, gafas, guantes, batas. Teníamos claro que la protección de residentes y trabajadores era la clave del éxito. Y el virus entró. Sabíamos –yo estaba convencido– que eso podía pasar. La clave era que, una vez “ dentro, no causara estragos en forma de contagios y muertes en cadena. No era una fantasía macabra, ya estaba sucediendo y lo veíamos por la televisión a diario. Fue el 19 de marzo cuando nos confirmaron que sí, que el virus también podía causar cuadros atípicos más allá de los conocidos síntomas: fiebre, tos y dificultad respiratoria. Ese día nos confirmaron que una usuaria, derivada por la mañana al hospital, dio positivo en COVID-19. Después de toda una jornada de tensa espera, se confirmaron, en torno a las 23 horas, los peores presagios: positivo. “ En ese momento, todo cambió de verdad. Nos vimos obligados a mandar a casa para hacer cuarentena a nada menos que 47 trabajadores entre auxiliares, enfermeras, personal de limpieza, médicos y técnicos psicosociales. Además, era un momento aún de mucha incertidumbre, en el que el uso de pruebas no estaba todavía generalizado y los criterios no estaban tampoco del todo claros. La situación era crítica, sobre todo en el departamento médico, pues de una plantilla de seis, solo quedó uno en activo.
Obviamente, se realizaron contrataciones y sustituciones, así como turnos ampliados para garantizar la continuidad del servicio. Todo ello en pleno shock psicológico, con la planta afectada aislada por completo y el miedo en el cuerpo de todo el mundo.
Desde la dirección nos centramos en dar solución a los problemas detectando necesidades, y se tomaron varias medidas, entre ellas:
Todo el personal que no fuera imprescindible su presencia fue enviado a casa a realizar tele-trabajo, en particular llamadas a los familiares y gestión administrativa. Para
ello hubo que instalar todos los programas informáticos a distancia en sus casas, lo que implica un esfuerzo técnico y logístico al alcance de pocos. Nosotros lo conseguimos gracias a la profesionalidad y entrega de nuestro departamento informático, así como a la absoluta disposición de la empresa ICOT para que no faltara ningún medio.
Se contactó con técnicos expertos externos para procurar asesoramiento a la dirección del centro y formación a todo el personal en materia de prevención y tratamiento del COVID.
Se estableció un comité de crisis con la coordinación de enfermería, los dos médicos operativos y dos técnicos expertos. Fueron días muy largos, con sus respectivas noches, en jornadas de lunes a domingo. Nadie descansaba.
Se formó en varias ocasiones a todo el personal, en especial a los trabajadores de la zona de aislamiento en medidas de prevención e higiene y uso de los EPI.
Se estableció una línea directa con Salud Pública y Atención Primaria para la realización de pruebas PCR en el personal y usuarios con síntomas sospechosos, así como para asesoramiento y ayuda en materia de COVID y epidemiología.
La dirección del centro continuó centrada en la búsqueda y adquisición de material de protección, barriendo el mercado y solicitando préstamos a diferentes instituciones.
Se reforzó la plantilla y las operaciones de limpieza.
Se adquirieron cinco tabletas para realizar videollamadas entre los usuarios y sus familiares.
Poco a poco, fuimos alcanzando, con mucho esfuerzo y trabajo, una estabilidad y poniendo en marcha una serie de procesos y protocolos que nos hicieron entrar en una “nueva normalidad”, aún de crisis. Muy pendientes asimismo del estado de salud de nuestra residente afectada, ingresada en el hospital. Hubo momentos delicados.
Todo parecía estable, al menos durante unos diez días, hasta que el 29 de marzo, recibimos la noticia del positivo de dos trabajadoras en activo. Otro mazazo que provocó en esta ocasión que 26 trabajadores más salieran de cuarentena. Sumados a los 47 anteriores, hacían un total de 73 trabajadores de baja por causa del COVID. A esto debemos sumar alguna baja más por otros motivos. Nos quedaron 6 enfermeros activos en esos momentos y había que aguantar hasta, al menos, el 6 de marzo para que se fueran incorporando los profesionales de la primera baja.
Nuevamente volvimos a sustituir a todo el personal que se pudo y a ampliar turnos, garantizando la asistencia a todos los usuarios y cumpliendo estrictamente los protocolos de actuación frente al COVID. Fueron días intensos, de mucha alerta y poco dormir, con bastante tensión acumulada y siempre, aunque teníamos todo bastante controlado desde el punto de vista de los usuarios, con las luces encendidas por si había algún contagio. No obstante, quiero destacar que los usuarios siempre estuvieron bien protegidos, ya que “ solamente hay dos vías actualmente para luchar frente al virus: aislamiento e higiene. Y les aseguro que lo cumplíamos a rajatabla, por lo que, aunque preocupados, nunca tuvimos una sensación de “pérdida de control”. Nuestros servicios de limpieza y mantenimiento realizaron en este sentido una labor encomiable con un plan especial para el interior y el exterior del centro que hiciera prácticamente imposible la supervivencia del virus fuera del cuerpo humano. Esto, unido al confinamiento en las habitaciones de los usuarios, minimizaba la propagación. “ Como último evento reseñable de nuestra aventura con el COVID-19 en el CSS El Pino, debo destacar el cribado realizado por el SUC, Servicio de Urgencias Canario, realizando las pruebas serológicas y de PCR a todos los residentes y trabajadores del centro. En este cribado obtuvimos como resultado dos residentes positivos asintomáticos en PCR y cuatro en anticuerpos, así como un trabajador con anticuerpos.
En este momento, con el asesoramiento de Atención Primaria, montamos una zona de aislamiento total en la denominada 4ª planta por dentro, con rutas propias de entrada y salida, separadas del resto del centro y con el máximo de medidas preventivas y de higiene posibles para continuar dando asistencia a los residentes que precisaban aislamiento, por PCR positiva o por anticuerpos.
Esto supuso tener que disponer de un personal que solamente podía trabajar en esa área y que, además, no podía tener contacto alguno con ningún otro residente o trabajador del centro, entrando, saliendo, duchándose y cambiándose por una ruta y dependencias específicas para ellos. Asimismo, realizaban turnos de tres horas y descansaban otras tres para optimizar la vida útil de los equipos de protección individual. Es decir, que en sus turnos de doce horas, trabajaban efectivamente seis. Debo hacer un paréntesis para alabar la actitud ejemplar del “equipo COVID”, personal que fue “ entrenado de manera específica e intensiva para realizar el trabajo con la máxima seguridad para ellos y para los usuarios. Su entrega y profesionalidad fueron realmente encomiables. “ Gracias a ellos y a nuestro médico coordinador de la emergencia COVID, se realizó un seguimiento diario exhaustivo, casi minuto a minuto de todos los pacientes de esa zona. A la dirección del centro le llegaba un informe diario pormenorizado con todas las incidencias en esa planta, así como en el resto de las plantas, al respecto de la aplicación de los protocolos de sanidad, dividiendo el nivel de riesgo en tres:
Residentes en vigilancia activa. Residentes en aislamiento preventivo. Residentes en aislamiento total.
Poco a poco los residentes afectados fueron dando negativo en las pruebas y saliendo de la zona de aislamiento, regresando con otras medidas de seguridad a habitaciones en planta.
Tras esta experiencia, se ha creado una zona de aislamiento en el centro totalmente independiente “ y equipada en la planta 5ª, donde se encontraba el despacho de dirección y las oficinas administrativas, las cuales han sido trasladadas a la planta 2. En caso de necesidad o rebrote de la pandemia, ya estaremos mucho más preparados. “ En la actualidad, estamos trabajando en una transición gradual hacia una nueva normalidad en el centro. Se han abierto las visitas cumpliendo con la “orden conjunta de 29 de mayo de 2020, por la que se establecen medidas para los centros y demás establecimientos residenciales de personas mayores y con discapacidad durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por la pandemia derivada de la COVID-19 y sus consecuencias en la Comunidad Autónoma de Canarias”.
Esta transición gradual y muy prudente establecerá una normalidad que no será en ningún caso la anterior a la pandemia. Se da la afortunada circunstancia de que en Canarias y, particularmente en Gran Canaria, la enfermedad no ha causado tantos estragos como en el resto del Estado, pero las autoridades sanitarias nos advierten y nos obligan, mediante distintas órdenes y decretos, a mantener de manera indefinida una serie de restricciones referidas sobre todo a:
Las visitas de familiares: deben ser en un lugar común, sin transitar por el edificio, con distancia y cita previa. Con todas las medidas de seguridad.
El uso de zonas comunes por parte de los residentes: debe ser restringido a la distancia de seguridad, limitando el aforo de manera consecuente.
La salida de los residentes: no está permitida salvo circunstancias de fuerza mayor.
La actividad de los centros de día: a día hoy sigue suspendida y, cuando se reanude, será de forma también restringida y con menos aforo. Y es que ahora viene, desde mi punto de vista, el principal de los retos, o más bien, un reto doble:
Por un lado, no bajar la guardia a pesar de que la transmisibilidad del virus actualmente sea muy baja, ya que cualquier introducción en un centro como el nuestro, por aislada que sea, podría causar estragos si no estamos en constante alerta.
Por otro lado, adaptarnos a la nueva normalidad, aceptando que “la vida sigue” y las necesidades de nuestros residentes y usuarios también. Es decir, además del COVID y su prevención, ellos siguen necesitando otros cuidados y atenciones médicas, rehabilitadoras, sociales y emocionales.
Es por ello que, a pesar de las restricciones y las medidas de higiene, todos los departamentos y “ profesionales del CSS El Pino, desde ya, están retomando su actividad dentro de la nueva normalidad y nos contarán, a lo largo de las páginas de este número, cómo se las han ingeniado en los peores momentos de la alerta sanitaria y cómo están desarrollando y desarrollarán su asistencia a nuestros residentes y usuarios en adelante. “ Desde el equipo directivo del centro seguiremos velando sin descanso por la seguridad y el bienestar de tod@s: usuarios, trabajadores y familiares.
Y es que, para que otros duerman, algunos deben estar muy despiertos.
Dedicado a todos los trabajadores y trabajadoras del CSS El Pino, que han dado un ejemplo de profesionalidad y entrega superando el temor ante lo desconocido. Ellos y ellas también tienen familias.